Tardaron unos cuantos segundos en comprender la magnitud de lo que sus ojos veían. Apenas asomados por entre las enormes puertas del hangar, tanto los tripulantes del transporte de tropas como las dos chicas del Escuadrón Delta, contemplaron una imágen de pesadilla.

—Dime que es una maldita broma. —susurró Ximena en un murmullo apenas audible.

A través de la chatarra y restos de metal retorcido que giraban lentamente en el llamado "Campo" vieron lo que parecía ser un "cielo" por sobre sus cabezas, un cielo constituido por cientos de miles de naves Zentradi de todo tipo y tamaño. Era tal la cantidad de naves que el verde oscuro de sus cascos no dejaba ver la negrura del espacio del otro lado.

Pero algo más alarmante incluso acechaba ahí fuera; entre los trozos de metal veían, cada tanto, los resplandores de los propulsores de las patrullas que ya habían ingresado al Campo. Grupos de tres armaduras, probablemente Reguld, patrullaban ya la zona. No había escape o evasión posible.

—Debe haber… es decir…. no puedo contar de tantas que hay. —dijo Camila.

—Ahora ya sabemos por que el silencio total de radio y emisiones. —confirmó la piloto suspirando. —Estamos realmente jodidas.

El VF-171 se encontraba aún en modo gerwalk y flotó hacia el transporte de tropas que permanecía inmovil en el mismo sitio. Mac había desactivado el tinte opaco de la cabina y, a través del cristal transparente ambos eran completamente visibles a las jóvenes del caza.

—Parece que el Sargento Mac está diciendo algo. —dijo Camila enfocando una de las cámaras. La imagen que transmitió a la consola de Ximena mostraba al piloto utilizando una pequeña linterna para hacer señales hacia ellas.

—M-I-E-R-D… Comenzó a deletrear la joven del asiento trasero

—Si, ya sé lo que dice. —respondió su compañera llevándose una mano a la cabeza.—¿Como rayos vamos a salir de esta?

A decir verdad, tampoco los ocupantes del transporte tenían idea. Mac apagó la linterna y se reclinó en el asiento ante la mirada desconcertada del Doctor Von Neumann.

—Eh… ¿Sargento?. —preguntó.

—¿Qué? —respondió el hombre

—¿Qué hacemos? ¿Volvemos a la Colonia…?

El soldado veterano giró la cabeza y lo miró casi inexpresivo. —¿Y tú qué crees? —preguntó.

Fritz suspiró y miró las incontables naves enemigas. —Si regresamos… la niña morirá.

—No solo ella. —lo corrigió Mac. —Moriremos todos juntos antes que su condición empeore aún más.

El joven lo miró pensando que había enloquecido. —Pero…

—Use la cabeza, Doctor. —lo recriminó el Sargento. —Podemos ocultarnos allí dentro… pero no servirá de nada; en cuanto una de esas patrullas se acerque a menos de un kilómetro de estas compuertas… ¿Se imagina lo que sucederá, verdad?

—Oh.

Fritz comprendió de pronto a lo que se referia el Sargento.

—El sistema automático de aproximación. —recordó el joven. —¿No podemos desactivarlo?

—Probablemente Boris pueda desde la Bramante con un Virus o alguna de esas mierda que él usa… ¿Pero para qué?. —En cuanto la Bramante emita un solo bit por su datalink va a revelar su posición a toda esa flota enemiga. —explicó haciendo un gesto con la mano.

—Entonces nosotros podríamos…

—¿Qué? ¿Entrar ahí y buscar por toda la nave en donde está el control de esa cosa? Para cuando pueda llevarte hasta allí, los Zentradi ya nos habrán encontrado. —dijo Mac. —No, tenemos que salir de aquí de inmediato.

El Sargento Mac volvió a tomar la linterna para hacer señales al VF-171. —«Sácanos de aquí» —deletreó.

Pasaron unos segundos y el robot se colocó en paralelo con el transporte y usando sus extremidades "abrazó" el fuselaje de la nave.

Se escucharon unas exclamaciones de miedo de parte de los niños en el compartimiento de carga en cuanto la nave se sacudió con el contacto del caza de Ximena.

—Tuvimos una suerte tremenda en haber decidido sacar a esos Voldorianos de allí. —suspiró el hombre. —Ahora muuuy despacio.

Ximena activó los propulsores y ambos comenzaron a salir del hangar a unos escasos diez kilómetros por hora.

—Nuestros propulsores son demasiado "calientes" —explicó Mac volviéndose hacia Fritz. —Será mejor que las chicas de Delta nos remolquen usando su propulsión furtiva; habrá menos chances de que los Zentradi nos detecten.

Lentamente ambas naves se alejaron de la Rainbow y al encontrarse a unos trescientos metros de distancia vieron como las enormes puertas volvían a cerrarse automáticamente.

—Al menos no nos transmitieron un mensaje de despedida. —dijo Camila suspirando. —Eso sería… malo.

—Por suerte el Sargento se dió cuenta del peligro del sistema automático de aproximación. —respondió Ximena. —Tenemos que alejarnos lo más que podamos de esa cosa antes que alguna de las patrullas Zentradi activen el mensaje de advertencia.

El VF-171 maniobró entre los escombros y se sumergió en la dirección de la zona más densa de material en el disco interior. Las alarmas de emisión peligrosa comenzaron a sonar, pero aún estaban dentro del límite seguro. Pronto la enorme silueta sombría de la Three Star se perdió a lo lejos, confundida con los miles de restos silenciosos que giraban a su alrededor.

—Los escombros nos protegerán de sus radares de búsqueda. —dijo Camila. —Pero dudo que podamos ganarles por cansancio… ¿Cómo se supone que vamos a encontrar a la Bramante nosotros solos? —preguntó nerviosa.

—Un problema a la vez. —respondió Ximena. —Quiero al menos alejarme unos 50km de esa cosa… luego veremos.

Ambas naves se deslizaban silenciosamente entre los escombros, pero Ximena no mantuvo un curso concreto durante mucho tiempo. Al cabo de unos pocos minutos cambió de dirección y continuó haciéndolo a medida que se alejaban de la Colonia.

—¿Por qué vamos en Zig-Zag? —preguntó Fritz mirando con preocupación los enormes pedazos de naves destrozadas que pasaban a pocos metros del transporte..

—Los radares de búsqueda —señaló Mac volviéndose hacia el científico. —¿No era que usted era experto en tecnología Zentradi? —preguntó.

—Que sea experto en su tecnología no significa que lo sea también en sus tácticas de combate. —se defendió el joven visiblemente ofendido.

Mac sonrió y volvió a mirar al frente. —Nuestra firma de retorno nos hace indistinguibles entre tanta chatarra moviéndose junto a nosotros en todas direcciones ... pero si nos movemos en un vector fijo durante un tiempo prolongado, eso llamará la atención de sus sistemas de seguimiento automáticos… Lo que la Teniente está haciendo es "quebrar" nuestro vector de escape de forma que ningún rastreador nos identifique entre tanta basura. Además… ¿Qué haces tú aquí? —se interrumpió de pronto.

Fritz se volvió y descubrió a la chica-gato, quien sin hacer ruido se había colocado entre ambos asientos y lo miraba con curiosidad.

—Qué… ¿Qué quieres? —preguntó nervioso.

—¿No le tienes miedo al Kadún? —preguntó. —¿Por qué quieres descubrir sus secretos?

Antes que Fritz pudiera responder, el Sargento Mac se dió vuelta y enfrentó a la joven. —Ve a tu asiento. —dijo con frialdad clavando su mirada en los ojos de la muchacha. —Ahora.

La joven lo enfrentó sin temor. —No me des órdenes, humano. —respondió desafiante. —¿Quién crees que eres?

—Soy quien está al mando de esta nave. —respondió Mac sin mostrar emoción alguna. —Estamos en una situación de combate y tu eres una civil, así que vuelve a tu asiento y sujétate con el arnés; no volveré a repetirlo ¿Entendido?

—No.

Fritz vió con horror como Mac desabrochaba su arnés de seguridad y tensaba los músculos del cuello, algo terrible estaba a punto de suceder y de ninguna forma quería estar en el pellejo de esa joven Voldoriana, pero el hombre no llegó a levantarse del asiento.

«Este es el sistema automático de aproximación...»

La voz se escuchó como un trueno en el silencio de la cabina. Mac se puso blanco de pronto.

—Oh mierd…

Una tormenta pareció estallar de pronto en El Campo. De pronto un relámpago enceguecedor iluminó por completo la nebulosa de escombros a medida que las miles de naves Zentradi activaban sus armas y entraban en modalidad de combate.

Ximena hizo que su robot se arrojara a un lado mientras toda la zona se llenaba de emisiones de radar de los sistemas de armamento enemigos. Tanto el VF-171 como la nave de transporte chocaron contra un enorme trozo de casco destrozado y quedaron casi aplastados entre las placas de metal acribillado.

A su alrededor estalló el infierno.

Todos los escuadrones Zentradi que estaban cerca de la Colonia en el momento de aquella transmisión de radio dispararon sus cañones contra la silenciosa nave. Aquellas armas apenas dejaron pequeñas marcas de quemaduras en el grueso blindaje de acero, pero eran solo el comienzo de lo que estaba por venir. Centenares de misiles comenzaron a impactar en toda la estructura destrozando las antenas y equipamiento externo que no estaba blindado, envolviendo las enormes moles de metal en bolas de fuego y esquirlas de metal.

Entonces llegaron las descargas de artillería.

Un centenar de acorazados clase Thurvel-Salan descargó sus cañones principales contra la indefensa nave. De pronto el espacio se llenó de miles de líneas de luz verde que, como si de un show musical se tratase, se cruzaron en el sitio de la silenciosa mole oscura.

Mac tomó a la Voldoriana de la ropa y de un empujón la hizo pegarse al vidrio de la cabina. —¡Mira! —exclamó presionando a la chica contra el cristal. —¡Ve con tus propios ojos a lo qué nos enfrentamos! ¡Esto no es un juego, maldita mocosa!

La joven quiso gritar pero la visión que se desarrollaba ante sus ojos la dejó completamente sin aliento.

La Rainbow se encendió como un sol naciente y, por una fracción de segundo brilló como una nueva estrella. Entonces explotó en una gigantesca bola de fuego.

El Sargento Mac volvió a tirar de la chica y la lanzó hacia la parte de atrás de la cabina. —Si quieres que tu y tu familia sobrevivan, cierra la boca y sigue mis órdenes. —dijo. —Ahora prepárate para el impacto.

—¿Im…? —comenzó a decir la chica.

La onda de choque los alcanzó entonces. La terrible sacudida hizo que ambas naves salieran despedidas de entre los restos del casco, aún así Ximena logró mantener al transporte firmemente sujeto a su robot.

Dentro de la nave todos los niños estaban gritando. Mac se volvió una vez más a la chica gato y señaló la puerta por donde había entrado. —Ve a ayudar a calmarlos. —ordenó.

Para sorpresa de Fritz, la chica, aun con lágrimas en los ojos por haber visto la destrucción de su casa, obedeció la órden y tras mostrar los colmillos a Mac, se alejó flotando en dirección a la bodega con la cola erizada debido a la ira.

—Prefiero que me odie a verla muerta. —dijo el Sargento suspirando mientras volvía a ajustarse el arnés. —No puedo creer lo increíblemente cerca que estuvo eso.

Fritz creyó ver, aunque solo fugazmente, como la mano del soldado temblaba un poco al sujetar el mando de la nave. —Que… ¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó.

—Esperar… y rezar, por si estás en ese tipo de cosas. —dijo Mac haciendo que el cristal de la cabina se volviese opaco.

Ximena dejó que ambas naves avanzaran por la fuerza de la onda de choque entre los enormes restos de chatarra. Toda la zona estaba siendo barrida por los enormes radares de las naves Zentradi a solo unos pocos kilómetros sobre sus cabezas. La destrucción de la Rainbow solo había servido para "agitar el avispero" y despertar, al menos momentáneamente, la sed de sangre de aquellos guerreros.

—Están más activos que nunca. —dijo Camila mientras registraba toda la actividad a su alrededor mediante los sensores pasivos. —¿Como rayos vamos a encontrar a La Bramante con esos Zentradi ahí fuera? —preguntó.

La Teniente Hernandez no perdió la calma y mantuvo la atención en las pantallas que mostraban los alrededores del caza. —Ahí. —dijo al cabo de unos minutos de silencio.

Aplicó solo un poco de potencia a uno de los propulsores auxiliares y el robot que llevaba en brazos al transportes se desvió de curso ligeramente.

—¿A dónde vamos? —preguntó la joven del asiento trasero.

—Allí. —señaló Ximena.

Frente a ellos se encontraban las ruinas de un enorme acorazado partido en varios pedazos. El color del casco se había desintegrado por las emisiones de neutrones, por lo que mostraba un color pardo, casi oxidado.

—Ten cuidado. —dijo Camila. —Si es una nave del Ejército de Supervisión podríamos activar algunos de sus sistemas automáticos de defensa. —advirtió.

Para su sorpresa, Ximena giró la cabeza en su dirección. —Esa es la idea. —dijo.

—¿Eh? —respondió confundida la joven, pero pronto comprendió. —¿Crees que por eso mismo los Zentradi no se acercarán? —preguntó.

—Exacto… leí un informe hace un tiempo sobre ello. Los Zentradi saben acerca de los sistemas de defensa automáticos de las naves del Ejército de Supervisión y evitan acercarse a los naufragios. Si estos tipos se comportan de la misma forma, es posible que nos dejen en paz.

—Pero… ¿Y si somos nosotros los que activamos el sistema de defensa…? —preguntó con preocupación Camila

—Nuestras capacidades furtivas deberían protegernos. —aseguró la piloto. —O eso espero.

La destrozada nave cubrió casi por completo la visión de ambas jóvenes. Ximena maniobró con cuidado y se introdujo entre las piezas del casco que se habían separado durante los impactos de armas de energía, cortando a la enorme nave en tres enormes pedazos.

—Este parece un buen lugar. —dijo tras lo cual dejó que ambas naves colisionaran en forma controlada contra lo que parecía ser el interior de un hangar ubicado en el vientre de la enorme nave.

El robot chocó contra el metal destrozado y quedó inmovil mientras una lluvia de fragmentos y esquirlas de metal se arremolinaban a su alrededor.

—Espero que todos en el Transporte estén bien. —dijo Camila mirando la nave a través de las cámaras. —Esos niños deben estar aterrorizados con todas esas sacudidas.

—Estarán bien… por el momento.

Camila miró a su compañera por sobre el asiento. —Encontraremos a la Bramante. —dijo con seguridad. —Estoy segura.

—Entonces pongámonos manos a la obra. —respondió su compañera. —Yo te ayudaré.

Las dos mujeres comenzaron entonces a examinar las cámaras de vigilancia que mostraban el campo a través de los agujeros del casco destrozado. Era peor que buscar una aguja en un pajar, pero no tenían otra salida.

—No tenemos otra opción. —dijo Mac soltando los mandos del transporte. —Si las chicas de Delta no localizan la fragata, moriremos en cuanto se nos acabe el aire.

Fritz lo miró desanimado. —¿No hay nada que podamos hacer?

—Nada. —respondió el Sargento. —Cualquier tipo de comunicación sería detectada por los Zentradi… mira a esos bastardos.

El Profesor Von Neumann miró hacia donde señalaba el soldado. Las naves Zentradi habian rodeado por completo el campo; ya no solo orbitaban desde arriba, sinó que habían formado una especie de anillo alrededor de la anomalía mientras sus poderosos radares barrían cada rincón de la nube de escombros. Numerosas patrullas podían verse recorriendo la zona en todas direcciones, muchas de ellas examinando los restos todavía incandescentes de lo que fuera la Colonia Rainbow.

—No se irán hasta estar seguros que no queda nada vivo en este sitio. —observó Fritz.

—Exacto… y nosotros no podemos esperar tanto tiempo.

Fritz miró a través del cristal y vió como el robot se separaba momentáneamente de ellos para acercarse a uno de los agujeros del casco.

—Por suerte estas ruinas giran lentamente. —observó Mac. —Podrán escanear gran parte del campo sin salir a la vista de esos malditos.

El joven se sentó en su asiento. —¿Pero qué podemos hacer si encontramos a la fragata? —preguntó. —¿De que nos servirá si no podemos comunicarnos con ellos?

—Láser. —explicó Mac. —El VF-171 puede establecer un Datalink usando un láser de baja frecuencia que no puede ser detectado por los Zentradi… al menos no mientras ninguno de ellos se tropiece con el haz a mitad de camino. —dijo encogiéndose de hombros.

—Pero para eso necesitamos tener a la fragata a la vista y sin ningún tipo de obstáculo entre nosotros y ellos. —respondió desanimado Fritz mirando los escombros que flotaban allí afuera.

—Y por eso, no nos queda más que rezar para que esas chicas puedan encontrar a la Bramante. —volvió a suspirar el hombre.

Von Neumann contempló al VF-171, que en ese momento se asomaba por un enorme agujero para que sus cámaras de vigilancias pudiesen escanear la zona en busca de señales de la nave nodriza. —¿No podemos hacer nada para ayudarlas? —preguntó.

—No. —dijo Mac. —Podríamos ponernos en peligro si lo intentamos… esta nave no tiene componentes ni sistemas furtivos como el VF-171 y los Zentradi podrían encontrarnos si emitimos cualquier tipo de señal… espera un momento.

Fritz observó como el hombre se quitaba el arnés de seguridad y flotaba fuera del asiento. —¿Qué sucede? —preguntó.

—Recordé que esos Voldorianos tenían radios para comunicarse entre ellos…. voy a asegurarme que estén apagadas. Incluso una señal de radio de baja frecuencia podría delatar que estamos aquí.

Mac flotó por la cabina y cruzó la puerta que comunicaba con la bahía de carga en donde se encontraban los demás hombres. Tanto los civiles como los soldados que aún estaban despiertos giraron la cabeza en su dirección en cuanto lo vieron entrar.

—¿Esa explosión…? —preguntó Roco cruzando los brazos.

—Si, fué la Rainbow. —confirmó el Sargento. —Los Zentradi la bombardearon desde todas direcciones; ya no existe.

Los niños lanzaron un par de sollozos pero tanto la chica como el hombre mayor los calmaron de inmediato. Mac se acercó flotando al anciano Voldoriano y se sentó frente a él. —Tenemos que escondernos de los Zentradi por el momento. —dijo. —Si nos encuentran, harán lo mismo con esta nave.

El hombre mayor lo miró en silencio.

—Necesito que apaguen cualquier dispositivo que pueda emitir ondas electromagnéticas. —exigió Mac. —¿Todavía tienen sus equipos de radio portátiles? Si es así voy a tener que pedirles que remuevan las baterías de todos ellos.

Para su sorpresa, el Voldoriano sacudió la cabeza. —No usamos radios. —afirmó.

El soldado lo miró fijamente. —Vi que usted se comunicaba con uno de los niños. —dijo pero el anciano volvió a sacudir la cabeza. Antes que Mac pudiera decir nada el hombre metió la mano por entre sus ropas y extrajo un pequeño objeto. —Usamos esto. —dijo extendiendo la mano.

Mac abrió la palma y recibió de manos del Voldoriano un pequeño cristal del tamaño de un encendedor.

—¿Qué rayos…? —preguntó Mac levantándose para que los demás pudieran verlo.

—Un Cuarzo Fold. —observó Niccola que miraba la escena en silencio junto a la niña dormida.

Mac se volvió hacia él. —¿Sabes lo que es? —preguntó.

—Solo sé que es un tipo de material exótico, aparentemente de origen Vajra, aunque se lo puede sintetizar artificialmente en pequeñas cantidades. —dijo.

El Sargento tomó el cristal entre dos dedos y lo hizo girar para observarlo bien. El pequeño fragmento lanzó destellos violáceos que se reflejaron en los ojos de todos los presentes en aquella bodega.

—Oh, ya recuerdo. —dijo Roco golpeándose las manos. —Los nuevos Cañones de Quantum Pesados están hechos con esas cosas. —dijo.

—Ahora que lo dices… así como también las armas de destrucción masiva DE (1). —afirmó el Sargento con seriedad. —¿Qué hacen ustedes con una de estas cosas? —preguntó volviéndose al anciano.

—Voldor está lleno de ruinas de la Protocultura. —explicó el hombre mayor. —Allí se suelen encontrar estos cristales y son un recuerdo que pasan de generación en generación, las usamos en nuestras ceremonias y ritos especiales. —agregó.

Mac se rascó la cabeza. —Supongo… supongo que eso está bien. —dijo algo confundido. —¿Pero por qué la usaba para hablar con ella como si fuera un transmisor? —preguntó.

El hombre extendió la mano con la palma hacia arriba y Mac depositó el pequeño cristal en ella. —Tobias. —dijo el hombre.

—¿Eh?

—Mi nombre. Mi nombre es Tobias. —repitió. —Creo que no tuvimos tiempo de presentarnos anteriormente.

Mac se cruzó de brazos. —Más vale tarde que nunca. —dijo con una sonrisa. —Pero volviendo al tema del cristal…

—Como le dije, son reliquias familiares. —explicó el Voldoriano conocido como Tobias. —Pero más allá del valor afectivo e históricos, estos cristales forman un vínculo más fuerte que el de la sangre entre los miembros de nuestra familia.

—¿Más fuerte que la sangre? —repitió Mac sin comprender.

Tobias cerró la mano sobre el cristal y acercó su rostro al puño cerrado. —Observe. —dijo.

Los demás guardaron silencio mientras el anciano cerraba los ojos y susurraba algo hacia el puño cerrado. De pronto Roco lanzó una exclamación. —Sargento… mire a ese niño—dijo con voz quebrada.

Mac se volvió hacia el chico que había visto escondido tras el transporte en el hangar y vieron como su rostro se había iluminado. Pronto Mac comprendió que no era en realidad la piel del niño la que brillaba, sinó que frente a sus ojos se había formado una especie de distorsión en el espacio como si fuera un espejismo de calor que hiciera temblar el aire.

—¿Qué rayos…? —exclamó Mac.

Aquel espejismo tomó, en cierta forma, la apariencia de una proyección holográfica, aunque mas que un holograma parecia una especie de enjambre de pequeños puntitos de color que se movian en el aire. "¿Me escucha? —preguntó una voz distorsionada que salió de aquella aparición.

Mac comprendió que lo que había susurrado el hombre había sido amplificado por aquel fenómeno del espacio-tiempo frente al rostro del niño, quien miraba la escena sin demostrar emoción alguna, como si estuviera ante lo más normal del mundo.

—Están… ¿Están usando el Cuarzo Fold para comunicarse en forma remota? —preguntó Roco intrigado. —¿Cómo…?

El anciano se encogió de hombros. —Ni idea. —dijo. —Llámalo "magia" o tecnología de la Protocultura… los Voldorianos siempre hemos convivido con estos cristales y son parte de nuestra cultura.

—Sargento… ¿Cree que…?—comenzó a decir Niccola.

—¿Que si los Zentradis pueden detectar este tipo de comunicación? Mierda… no, no tengo idea. —reconoció el hombre. —Pero… ¡Rayos! ¿Y si usamos esto para comunicarnos con la Bramante?

—Idiota. —dijo la joven chica-gato desde su asiento junto a otro de los huérfanos. —No funciona así. —aseguró cruzándose de brazos mientras miraba al soldado con gesto tosco.

Mac ignoró el insulto pero se volvió hacia la joven. —¿Qué quieres decir? —preguntó.

—Solo funciona entre Voldorianos que comparten vínculos de sangre. —afirmó. —ustedes son Humanos.

—¡Lynn! —la amonestó el anciano. —¡Compórtate! Estos soldados nos salvaron la vida.

La joven se incorporó de su sitio y señaló a Mac, notablemente molesta mientras erizaba la cola. —¿Ellos? Ellos son los que trajeron a los Zentradis al Campo… si no fuera por…

El anciano levantó la mano y la joven guardó silencio de inmediato, luego se volvió hacia Mac. —¿Es cierto eso? —preguntó mirándolo fijamente. —¿Ustedes atrajeron a los Zentradi aquí?

—Lo único que sabemos es que los Zentradis montaron un ataque a gran escala en las regiones colonizadas de esta parte de la galaxia. —explicó el soldado. —Por lo que sé, no nos estaban persiguiendo a nosotros, pero era inevitable que llegaran aquí, tarde o temprano.

El Voldoriano llamado Tobias suspiró. —No llegaremos a nada peleando entre nosotros. —dijo tras lo cual se volvió hacia la chica-gato Lynn. —Lo que dices no es del todo verdad. —agregó.

—¿Nyan? —respondió la joven con cara de sorprendida.

—El vínculo de sangre de nuestras familias es fuerte. —dijo el hombre. —Pero existen otros vínculos que poseen casi la misma fuerza entre nosotros… el amor por ejemplo.

La chica se sonrojó y volvió a sentarse avergonzada.

—Rayos, mi novia quedó en otra nave colonial. —dijo Roco cruzándose de brazos. —¿Usted no tiene algún Crush entre los muchachos de la Bramante? —preguntó con picardía mirando a su Sargento. —Usted sabe que soy de mente abierta…

—No es momento de bromas. —respondió Mac de mala gana. —Vamos a preguntar al profesor Von Neumann sobre esto. —dijo mientras se impulsaba para flotar nuevamente hacia la escotilla que comunicaba con la cabina. —¡Fritz! ¿Puede venir un momento? —exclamó desde la puerta.

El joven desenganchó con dificultad su arnés de seguridad y entró a la bodega al cabo de unos segundos. —¿Sucede algo? —preguntó mirando confundido los rostros de los niños que lo miraban intrigados.

—Usted es experto en tecnología Zentradi. ¿Verdad?

—Correcto. —respondió el científico.

—¿Sabe si los Zentradis pueden detectar la energía de los Cuarzos FOLD?

La pregunta pareció sorprender al joven. —¿Cuarzos FOLD?

—¿Sabe lo que son? —preguntó Mac.

—Si claro… por supuesto. —aseguró el joven. —Es un tipo de material con una estructura cristalina de propiedades multidimensionales que…

—Si si, ya sabemos. —lo interrumpió el Sargento colocando la mano sobre el hombro del científico. —Queremos saber si podemos usar una de esas cosas y si los Zentradi pueden llegar a detectar su firma de energía y descubrir nuestra posición.

Fritz sacudió la cabeza. —Los cuarzos en su forma estable no emiten radiación alguna. —explicó. —Para usarlos como catalizadores de energía es necesario colapsar las partículas subatómicas en Quarks Super Pesados y eso crea una cascada de resonancia que…

—Otra vez se está yendo por las ramas. —volvió a interrumpir el soldado ya perdiendo la paciencia. —No queremos detonar un Dimensional Eater en el Campo, lo que queremos es usar esa cosa para comunicarnos con la Bramante.

—Usar… ¿Un cuarzo FOLD? —el joven parecía confundido. —No… no lo creo. —dijo pensativo. —Los Zentradi no poseen acceso a esa clase de tecnología pero… ¿Es eso posible? —preguntó aún más confundido.

Mac escuchó lo que quería y tras dar una palmada en la espalda a Fritz se impulsó hacia el hombre. —Tal vez deberíamos intentarlo. —dijo.

El Voldoriano lo miró confundido. —¿Usted tiene un pariente de sangre en la nave que busca? —preguntó.

—Algo parecido. —respondió el hombre extendiendo la mano. —¿Puede enseñarme a usarlo? —preguntó.

Tobias asintió en silencio y ante la mirada asombrada de Von Neumann, puso el cristal en la mano del soldado.

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—Todos a bordo. —confirmó El Operador de Tráfico de la Bramante.

—¿Todos? —preguntó el Capitán Owen

—Al menos todos los que no estaban dentro de la Three Star. —confirmó Gabriel quitándose el auricular. —Me temo que no tenemos noticias de Mac y sus hombres ni tampoco de Delta 1.

Los compañeros de Ximena y Camila habían podido escapar rápidamente hacia la Bramante en cuanto los primeros destellos de las burbujas FOLD alumbraron el campo de desechos. En cuanto el último VF-171 cruzó la puerta del hangar este se cerró por completo y la nave se había sumido en un completo silencio mientras observaban impotentes el despliegue de la monstruosa flota Zentradi que se materializaba a su alrededor.

Si aquellos hombres guardaban alguna esperanza de recuperar al equipo de búsqueda, la repentina explosión de la Rainbow la había borrado por completo.

—Mierda.

El insulto del Capitán Owen quebró, momentáneamente, el silencio en el CIG de la Bramante, donde el puñado de oficiales al mando de aquella operación miraban las pantallas cubiertas de contactos enemigos que los rodeaban por completo.

—Es cuestión de tiempo hasta que nos descubran. —respondió el Segundo al Mando mientras se limpiaba el sudor de la frente.

La enorme fragata yacía enterrada entre los restos de una colosal Nupetiet-Vergnitzs cuyo cañón principal había sido arrancado por completo del eje de apertura, dejando un enorme hueco en forma de caverna que el osado timonel de la Bramante había aprovechado para ocultar una buena parte de la fragata a los ojos de los sangrientos Zentradis.

—Tranquilos. —volvió a repetir por quinta vez el Capitán. —¿Alguna señal? ¿Cuántos Drones tenemos al alcance de nuestros enlaces láser? —preguntó.

—Solo dos. —respondió Boris. —Y en cuanto a las señales… no creo que sean tan idiotas como para intentar nada tan arriesgado… siempre y cuando sigan con vida —agregó volviendo a inclinarse sobre las pantallas.

—Tienen que estar allí fuera. —dijo Owen golpeando con el puño el apoyabrazos de su silla.

—Capitán. —dijo Jarvis levantando la cabeza. —Yo tampoco quiero perder las esperanzas, pero tenemos que prepararnos para asumir la posibilidad que…

—Están vivos. —aseguró Owen. —Conozco a mis hombres. —repitió.

—Aún así…

El hombre volvió a golpear la silla con el puño. —¡Ya lo sé, maldita sea! —exclamó. —De acuerdo, preparen el plan de escape. —gruñó mientras se dejaba caer sobre el respaldo. —Si Von Neumann está muerto aún nos queda la misión de defender a la Plank. —dijo mientras cruzaba ambas manos sobre sus rodillas. —Tenemos que reunirnos con ellos y abandonar esta zona de inmediato. ¿Qué opciones tenemos de salir de aquí con vida?

—Pocas, pero al menos tenemos varios fracasos de donde elegir. —explicó Jarvis desplegando una pantalla. —La Bramante puede consolidar una burbuja WARP en 196 segundos usando el procedimiento de emergencia.

—Demasiado poco tiempo. —señaló Owen. —Esos malditos nos acribillarán en menos de 60 segundos.

—Tal vez más. —corrigió Boris. —Estamos en una zona de anomalías dimensionales… es posible que sus sistemas de rastreo no detecten la consolidación de la burbuja hasta que haya conseguido su energización completa pero…

—Es muy arriesgado. —opinó Jarvis. —Además está el asunto de este escondite… no podemos comenzar el procedimiento FOLD aquí o tendremos que formar una burbuja con toda esta chatarra alrededor… la masa extra incrementará el tiempo de consolidación exponencialmente…

Owen suspiró. —Osea que tenemos que salir de aquí primero. —dijo activando una ventana de comunicación. —Tali.

—Sí Capitán. —respondió la Ingeniería desde la pantalla. La Meltrán estaba ataviada con el uniforme ignífugo que todos los tripulantes del área de ingeniería vestían durante situaciones de combate.

—Necesito que la Bramante se mueva lo más silenciosamente posible… ¿Está todo preparado?

—Todo está listo. —respondió la Meltran con una sonrisa. —La nave es silenciosa como una sombra, lo juro por mi orgullo de guerrera. —dijo.

—Gracias. —dijo Owen cortando la comunicación. El hombre miró la pantalla frente a su asiento donde se mostraban en tiempo real los sistemas de toda la fragata. Todo estaba en verde y preparado para el combate. El Capitán levantó la vista y miró a sus hombres, quienes esperaban en silencio su decisión.

—Iremos hacia la anomalía.

Los hombres se miraron entre si. Aquello no tenía sentido.

—¿Al centro de la anomalía? Eso… ¿Cree que sea una buena idea, Señor? —preguntó Gabriel.

Jarvis levantó su enorme cabeza y miró al controlador. —Sabes de sobra que nuestro Capitán habla todo el tiempo en serio. —afirmó.

—Es el último lugar en donde los Zentradi nos buscarán… y esas emisiones mantendrán alejadas a las patrullas, que son nuestro principal problema ahora mismo. —respondió Owen. —Es nuestra única esperanza.

Jarvis se rascó la barbilla. —El problema principal es la anomalía en sí… ¿Quien sabe lo que esa cosa podría hacernos si intentamos hacer un FOLD desde allí? Las fallas en el tejido dimensional son las que hacen que las burbujas WARP colapsen durante el viaje. ¿Y nosotros vamos a entrar a una?

—Lo averiguaremos pronto. —dijo el Capitán. —Ahora avancen y mantengan los ojos abiertos.

La fragata comenzó a descender lentamente de aquel ataúd de fierros retorcidos en completo silencio usando solo la repulsión gravitacional de las ruinas. Todos los sensores pasivos monitoreaban los miles de contactos que los rodeaban en todas direcciones, pero eran en verdad las patrullas de armaduras las que suponían la mayor amenaza. Podían ser perfectamente invisibles a los radares y sensores enemigos, pero contra los ojos de aquellos terribles guerreros era imposible esconderse.

—Busquen una ruta segura entre sus patrullas. —ordenó Owen. —No dejen que nada se acerque a menos de un kilómetro de nosotros… ¡Avancen!

La nave disparó sus propulsores por una fracción de segundo mientras los hombres contenían el aliento: lentamente la nave comenzó a avanzar entre los restos mientras los sensores mostraban los vectores de intersección de las patrullas cercanas.

—Ninguna de ellas cambió de trayectoria. —suspiró Jarvis visiblemente aliviado. —No han detectado los motores de la Bramante.

—Aún es muy pronto para festejar… no bajen la guardia. —respondió el Capitán. —Boris.

—Sí Señor. —respondió el hombre.

—Monitorea esa anomalía… quiero saber hasta cuanto es seguro aproximarnos sin que produzca daños a la nave.

—Entendido. —respondió el oficial Boris volviendo la vista a su terminal. —Los niveles de radiación están dentro de los límites tolerables.

La Bramante continuó su lento avance mientras los hombres contemplaban en silencio los radares de amenazas. Las patrullas Zentradi los rodeaban por completo y algunas se habían aproximado casi al límite de seguridad de un kilómetro establecido por el Capitán. De pronto las alarmas automáticas se dispararon en cuanto una de las patrullas cambió de dirección y el vector de intersección predictivo cruzó el camino de la fragata.

—Maldición. —dijo Jarvis. —Uno de ellos viene directo hacia nosotros.

Owen apretó los puños. —Mierda ¿Donde…?

—No tenemos ningún lugar donde escondernos… si maniobramos ahora…

El contacto corrigió su trayectoria y se acercó rápidamente. Era obvio que habían notado aquella extraña silueta que parecía ser diferente a los demás restos que flotaban alrededor del cementerio de naves.

—Creo que definitivamente hemos llamado su atención. —dijo Jarvis. —¿Qué hacemos?

Owen miró la pantalla y activó el intercomunicador. —Curtiss.

La imagen del Director de Operaciones apareció frente a él. —¿Capitán?

—¿Cuál es el estado de Delta? —preguntó.

—Dos, tres y cuatro están en espera. —respondió el hombre.

—Que salgan ahora mismo en modo Battroid, solo con armas cuerpo a cuerpo… tendremos que eliminar tres hostiles de forma silenciosa.

—Entendido.

La comunicación se cerró y Owen cruzó las manos bajo su mentón. —Ahora crucemos los dedos.

El escuadrón Zentradi estaba compuesto por tres Armaduras de Combate clase Nousjadeul-Ger. Rápidamente acortaron la distancia y se abalanzaron sobre la fragata para investigar mejor. Se detuvieron a unos cien metros y observaron la extraña forma silenciosa que giraba lentamente sobre sí misma. El líder de la formación levantó el brazo e hizo una señal para que los otros dos rodearan la misteriosa nave en busca de actividad sospechosa; al parecer la interferencia en aquel sitio era tan extrema que ni siquiera los enlaces de radio de aquellas armaduras podía funcionar incluso a tan poca distancia. Una de las armaduras se acercó por la popa mientras la otra descendía por una de las bandas y desaparecía bajo la enorme estructura.

Era obvio que la armadura líder intentaba pedir instrucciones (o tal vez refuerzos) por radio, pero allí tan cerca de la anomalía ninguna de sus llamadas logró superar aquella interferencia electromagnética. Tras agotar sus opciones, se acercó a lo que parecía ser la torre de control de aquella misteriosa nave.

La enorme torre cubierta de aquel material aislante se elevaba amenazante sobre la silenciosa nave. El Zentradi hizo que el cañón de plasma que portaba a sus espaldas rotase hasta quedar montado sobre su hombro derecho en posición de disparo mientras apuntaba cuidadosamente hacia el centro de aquella estructura.

Un terrible impacto a sus espaldas hizo que perdiera la concentración. Algo había chocado contra él ¿Un trozo de chatarra? El Zentradi intentó voltearse pero las piernas de su armadura no se movieron.

—¡Debura! —exclamó al comprobar que su reactor había sido dañado en aquel impacto.

No tuvo oportunidad de preocuparse más por ello. Otros dos impactos laterales casi simultáneos lo inmovilizaron por completo. El enorme sensor en forma de ojo apenas registró las dos sombrías formas humanoides que portando lo que parecían ser enormes bayonetas brillantes por la carga energética.

—¡Decult…!

Solo les tomó un par de segundos, pero las tres poderosas hojas energizadas penetraron el blindaje y convergieron en la cabina donde estaba el desdichado piloto Zentradi.

—Objetivos neutralizados. —informó Jarvis tragando saliva. —Mierda… eso estuvo demasiado cerca.

Los VF-171 retiraron las bayonetas de la armadura inerte y se alejaron en silencio hacia la fragata, donde la puerta del hangar a oscuras se encontraba a medio abrir.

Owen respiró aliviado. —Tengo que invitar un trago a esos bastardos de Delta. —dijo el Capitán apretando el respaldo de su silla. —Aunque no me vendría mal uno ahora mismo. No tendremos tanta suerte la próxima vez… ¿Qué tan cerca estamos de…?

Un grito sacudió la oscura cubierta y todos los oficiales saltaron en sus asientos.

—¡Boris! ¿Qué sucede…?

El oficial se había caído hacia atrás de su estación de monitoreo y yacía de espaldas en el suelo con el rostro desencajado de terror.

—Maldición. —exclamó Owen poniéndose de pié inmediatamente . —¡Llamen a un médico, deprisa!

Gabriel abrió una ventana de comunicación mientras el Capitán Owen y Jarvis se acercaban al hombre caído.

—¡Capitán, cuidado! —exclamó Jarvis de pronto mientras desenfundaba su arma. —¡Retroceda!

Owen hizo lo que su Segundo decía y miró confundido el arma que apuntaba a Boris. —¿Qué sucede? ¿Por qué…?

Jarvis no dejaba de apuntar a la cabeza del oficial caído. —Allí… ¿No lo ve? —gritó.

—¿Ver que? ¡Maldición Jarvis, no veo nada!

El enorme Oficial miró a su Capitán. —No… ¿No puede verlo? Está allí… —dijo también confundido sosteniendo el arma con la mano derecha mientras con la izquierda señalaba la cabeza de Boris.

—No veo… espera… creo que veo algo. —dijo el hombre acercándose. —Que… ¿Qué diablos es eso?

Boris tenía el rostro desencajado en lo que parecía ser un espasmo de terror. Frente a sus ojos, a unos treinta centímetros de su nariz había… algo, una especie de mancha borrosa que parecía flotar en el aire.

—Es… es una especie de distorsión. —dijo el Capitán Owen agudizando la vista.

—No es una distorsión. —dijo Jarvis. —Yo… yo veo algo como… como un rostro. —dijo inseguro.

—¿Un rostro? —repitió Owen aún más confundido que antes. —Yo no veo nada de eso.

—Capitán está demasiado cerca. —advirtió el Segundo moviéndose hacia un lado sin dejar de apuntar aquello con la pistola. —Por favor aléjese de esa cosa…

En ese momento la puerta del CIC se abrió y dos médicos entraron rápidamente al puente. Owen se incorporó y levantó la mano. —Esperen, déjenme a mí. —ordenó.

Los hombres retrocedieron hacia la puerta sin comprender nada mientras su Capitán se inclinaba junto al caído. —Boris. —¿Puede escucharme? —preguntó acercándose al rostro convulsionado del hombre. —¿Está consciente?

El oficial pareció reaccionar a la voz de su Capitán. Los ojos que estaban fijos en aquella especie de aparición se giraron y miraron el rostro de Owen. —Ca-Capitán. —dijo con dificultad. —Es… es él…

—Calmate… ¿Quién es? ¿Qué es esa cosa?

—Mac.

Un escalofrío corrió por el cuerpo del veterano Capitán. Hasta Jarvis bajó el arma al escuchar aquello. —¿Mac..? —preguntó. —¿Qué quieres decir?

Boris levantó la mano temblorosa y apuntó al fenómeno de distorsión. —Allí… ¿No lo ve? Es Mac… está ahí… y quiere hablarme.

—Boris… calmese. —dijo Owen tomando la mano del Oficial.

En el instante que el Capitán Owen tomó la mano del hombre sintió como todos los sonidos a su alrededor se apagaban… y entonces comprendió que algo realmente fuera de su control estaba sucediendo allí frente a sus ojos.

La distorsión visual que antes había aparecido como un manchón de reflejos y luces se volvió terriblemente nítida de pronto.

—Por todos los rayos. —exclamó Owen sin soltar la mano de Boris. —Yo también puedo verlo.

Jarvis guardó el arma. —¿Mac? ¿Qué rayos dicen…? ¿Entonces…? Por todos los rayos Capitán… ¡Los fantasmas no existen! —gritó inclinándose junto a Boris.

—Tome la otra mano. —indicó Owen.

Jarvis obedeció y tomó la mano temblorosa del oficial que todavía señalaba hacia la anomalía óptica. —¡Mierda! —exclamó el Segundo al percibir aquella misma sensación. —¿Qué demonios…?

Frente a ellos el rostro del Sargento Mac apareció flotando en el oscuro aire del CIC como si de una aparición fantasmal se tratase. Una sacudida hizo temblar las tenues luces rojas del puente mientras los hombres miraban la escena consternados.

—Gabriel, ocúpese del timón de la Bramante. —ordenó Owen sin soltar la mano de Boris. —Estamos yendo sin control en medio de una zona de combate.

El Operador saltó de su asiento y se dirigió hacia el puesto del timonel que ocupara Jarvis previamente. —La tengo. Capitán. —dijo mientras viraba violentamente a babor para esquivar el esqueleto destrozado de un enorme crucero Zentradi.

Jarvis se volvió hacia a la imagen que flotaba frente a ellos. —Es Mac, no cabe ninguna duda. —dijo examinando con atención los pequeños puntos de luz que formaban aquella cabeza. —¿Entonces ha muerto? ¿Estamos viendo su espíritu?

—Y una mierda. —respondió Owen. —Ese no es el rostro de un muerto… ¿Está intentando hablar?

Boris apretó con fuerza la mano del Capitán. —Yo… lo escucho. —dijo con un hilo de voz. —Está… está tratando de comunicarse.

—Ahora yo también lo escucho. —confirmó Jarvis. —Parece que la imagen se vuelve más nítida a medida que nos acercamos al centro del Campo. —dijo mientras miraba la pantalla con la posición de la Bramante en el campo de desechos.

Los hombres guardaron silencio y se concentraron en la imagen. Al parecer aquello era exactamente lo que debían haber hecho desde el principio, ya que al concentrar sus sentidos en la aparición, todo a su alrededor comenzó a quedar envuelto en una niebla. El Puente de mando desapareció y solo quedaron ellos tres y la cabeza del Sargento Mac flotando frente a ellos.

—...una sola vía. —comenzó a escucharse la voz lejana del soldado, como si estuviese hablando desde el fondo de un pozo. —No… no se cuanto pueda resistir, mi cabeza está dando vueltas. —dijo con dificultad. —Repetiré el mensaje una vez más; El Grupo de Búsqueda está en el Campo, hemos evacuado la Rainbow con heridos a bordo, Delta Uno está con nosotros; nuestra ubicación es Sector Once Victor, elevación menos doscientos del plano orbital de la anomalía, estamos…. estamos ocultos en las ruinas de lo que parecen ser naves del …. del Ejército de Supervisión, esta comunicación…es de una… sola vía.

El rostro del soldado estaba perlado de sudor. Con gran esfuerzo pudo terminar de repetir el mensaje y sus ojos se cerraron mientras caía hacia atrás. La imagen se esfumó por completo.

Owen soltó la mano de Boris y se incorporó de un salto—¡Rápido! ¡Desplieguen un enlace por láser a las coordenadas 11-V, Azimuth -200! —gritó. —Hay que contactar con Delta Uno de inmediato.

Gabriel soltó el timón de la Bramante y corrió a su estación a preparar el enlace. Mientras tanto Jarvis levantó con facilidad al Oficial Boris del suelo. —¿Se encuentra bien? —preguntó

El confundido Oficial se llevó una mano al rostro. —Creo… creo que si. —dijo. —¿Qué rayos fué eso..? ¿Cómo…?

—No tengo ni una maldita idea de lo que está pasando en este lugar. —dijo el Capitán Owen tomando asiento en su puesto de mando. —Pero antes de hacer más preguntas, quiero recuperar a mis hombres, AHORA MISMO.

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—Xime! —gritó Camila desde el asiento trasero. —Detecto un láser apuntando en nuestra dirección.

La joven apretó con fuerza los controles del caza. ¿Los habían descubierto? —¿Dirección? ¿Qué tan cerca…?

—Es la Bramante. —exclamó con un grito de alegría su compañera. —¡Están tratando de establecer un enlace por láser!

La joven piloto estaba extremadamente confundida. —¿Cómo rayos han sabido dónde estamos?

El VF-171 se asomó por la abertura y Ximena apuntó la cámara de vigilancia en la dirección que el sistema de amenazas indicaba como el origen del láser que intentaba iluminarlos.

—Viene desde el centro del Campo. —exclamó sorprendida Camila. —¿Cómo han llegado allí?

—Eso ya lo averiguaremos más tarde. —respondió su compañera. —Tenemos que lograr que el láser se refleje en uno de nuestros retroproyectores o perderemos la oportunidad de comunicarnos.

El VF-171 S2 era el único caza equipado con retroproyectores para enlaces láser de largas distancias. Aquellos componentes solo se encontraban disponibles en las grandes naves o en las plataformas de vigilancia móviles de tipo AWACS y eran invaluables a la hora de proveer comunicaciones directas y seguras entre las diferentes naves de la flota. Ximena examinó los alrededores en busca de patrullas y al comprobar que la zona era segura dejó que el robot flotara fuera del agujero. Eran un blanco muy pequeño para el láser disparado desde la fragata a varios kilómetros de distancia, pero no tenían otra opción.

Tras varios intentos, finalmente el haz de energía se reflejó en uno de los lentes del equipo de recepción y la comunicación se estableció a la velocidad de la luz.

—Aquí la Bramante. ¿Delta uno nos recibe?

La voz de Gabriel sonó como la voz de un verdadero Angel a los oídos de ambas chicas.

—Aquí Delta Uno ¡Los recibimos fuerte y Claro! —gritó Ximena con lágrimas en los ojos.


(1) Dimensional Eaters. Armas de Destrucción Masiva de Escala Planetaria.