El VF-171 aún en modo robot entró al hangar de la Bramante junto con una lluvia de fragmentos que tanto la aeronave como el transporte habían arrastrado los últimos metros de frenética carrera. En cuanto la gravedad artificial de la fragata actuó sobre los recién llegados, tanto VF como Transporte cayeron sobre la cubierta con un golpe sordo mientras los pequeños fragmentos de metal tintineaban alrededor como una lluvia de chatarra.

El transporte médico se acercó rápidamente antes incluso de que se cerrase la enorme compuerta doble y se encendieran las luces del hangar. Tras ella avanzaron los equipos de emergencia preparados por si era necesario rescatar a los pilotos o pasajeros de ambas naves.

Ximena soltó su presa e hizo que el robot cambiara a modo GERWALK para facilitar el trabajo de los operarios que se mantenían a una distancia prudencial. Una vez que las enormes piernas del caza tocaron la cubierta la joven se apartó del transporte para dejar sitio a las operaciones de rescate.

La rampa trasera de la nave se abrió con un golpe seco y el primero en salir fué Fritz, quien de un salto aterrizó en el piso de metal del hangar y salió corriendo llevando su mochila a la espalda. Los hombres se apartaron y lo dejaron salir de allí, pero realmente nadie tenía intención de saber nada con él; en esos momentos el Doctor Niccola estaba saliendo de la nave con lo que parecía ser una niña en brazos. El hombre llamó a gritos a los médicos que esperaban con las camillas y equipos de emergencia y rápidamente comenzó a dar órdenes para remover a los heridos, pero el no se quedó allí para supervisar la operación, en cambio se trepó al vehículo más cercano y tras asegurar la camilla con el paciente en estado crítico salió a toda velocidad en dirección a las instalaciones médicas de la fragata.

El segundo en salir fué Rocco, quien asumió el trabajo de indicar a los demás hombres como proceder con el resto de los heridos. El personal médico entró a la nave y miró con asombro los rostros extraños de los niños Voldorianos que, abrazados entre sí, miraban asustados, casi paralizados de terror, a los soldados de aquella nave.

Los hombres inconscientes del Grupo de Búsqueda fueron extraídos de la nave en camillas mientras el Oficial a cargo de la operación se reunió con Jarvis, quien había llegado corriendo al hangar para recibir noticias de lo sucedido.

—Es seguro acercarse. —informó el oficial tras saludar al Segundo al Mando. —Los heridos ya han sido retirados, solo quedan esos…. uh… civiles.

Jarvis miró el interior del transporte y los rostros asustados que miraban hacia afuera.

—¿Qué hacemos con ellos? —preguntó el Oficial. —¿Los ponemos en Cuarentena?

—¿Cree que es necesario? —preguntó Jarvis pero antes que el oficial le respondiera lo interrumpió al ver salir a Rocco de la nave. Apoyado en él estaba Mac, quien parecía estar bastante debilitado. —Déjeme hablar con el Sargento primero. —ordenó mientras despedía al Oficial. —¿Qué rayos pasó ahí dentro? Estás hecho un desastre. —dijo lanzando una mirada indolente hacia el hombre.

Mac sonrió con dificultad, pero estaba demasiado debilitado como para responder a aquel comentario en broma. Un vehículo de transporte se acercó y ambos hombres ayudaron a subir al Sargento a uno de los asientos.

Mientras el transporte con Rocco y Mac se alejaba del hangar una llamada hizo que Jarvis activara su comunicador. —¿Capitán? —preguntó llevándose una mano al aparato insertado en su oído.

—¿Cómo están las cosas allí? —preguntó Owen.

—Bajo control… por ahora, pero tenemos un grupo de civiles, en su mayoría niños que requieren contención. —dijo lanzando una mirada a los rostros asustados de los pequeños.

—¿Contención? —preguntó el Capitán. —No tenemos un maldito psicólogo a bordo, Jarvis. —respondió irritado.

Por fortuna no tuvieron que preocuparse por ello. En ese momento Camila se acercó al transporte y entró al mismo para calmar a los recién llegados. Ximena la observaba aún desde su lugar en la cabina, pero pronto los gritos del Jefe Aichi la hicieron apartar la mirada.

El mecánico cayó de rodillas sobre el piso del hangar de forma casi teatral. —Que… ¿Qué rayos le hicieron a mi precioso avión? —exclamó casi en shock.

Los demás técnicos compartían el asombro y desconcierto de su jefe y miraban en silencio el deplorable estado en el que había quedado la aeronave.

—Lo siento. —se disculpó la Teniente Hernandez quitándose el casco mientras tomaba la escalerilla que uno de los miembros del equipo había arrimado. —Tuvimos algunas dificultades allá afuera.

Si Aichi hubiese tenido aún cabellos se los habria arrancado en el sitio, en cambio se quitó la gorra y la arrojó al piso. —¿Crees que es gracioso? —preguntó señalando acusadoramente con el dedo índice. —¡Maldita sea NO lo es!

—Estoy segura que lo dejará como nuevo. —respondió ella saltando los últimos escalones. —Hablaremos más tarde, ahora tengo que reportar al control de misión.—dijo mientras tomaba el casco y se lo daba al mecánico.

Aicho tomó el casco en silencio y gruñó algo ininteligible mientras la joven se dirigía hacia al transporte. —¿Que se quedan mirando? —gritó pronto volviéndose hacia los demás miembros del equipo. —¡Traigan una maldita grúa, hay que desarmar por completo a Delta Uno! ¡Aún estamos en medio de una zona de combate!

Cuando Ximena llegó hasta la rampa del transporte se encontró con Camila que conducía a los niños ordenadamente en fila. A la cabeza de la misma iban el anciano Voldoriano apoyado en la chica-gato llamada Lynn, seguida por los niños y finalmente la propia Camila, cerrando la fila. Descendieron la rampa y se acercaron hasta quedar a unos pocos metros del enorme Segundo Oficial, quien los miraba en silencio.

—¡Señor! —exclamó Camila corriendo hasta ponerse junto a su Superior. —Estos civiles son refugiados que nos vimos obligados a rescatar de las ruinas de la Colonia Rainbow. —explicó haciendo el saludo militar.. —Son…

—Voldorianos, si. Eso lo veo claramente. —respondió el hombre devolviendo el saludo. —En descanso Oficial Hughs. —dijo mientras colocaba sus manos tras la espalda y se volvió hacia el anciano llamado Tobías. —Soy el Segundo Oficial Jarvis, en nombre de mi Capitán y toda la tripulación, sean bienvenidos a la Bramante. —dijo haciendo una pequeña inclinación de cabeza hacia el hombre.

—Gracias por rescatarnos. —respondió el Voldoriano inclinándose respetuosamente ante el militar tras lo cual agregó;. —Y… por favor acepte mis disculpas por haber atacado a sus hombres… fué un terrible error.

—Me es difícil de creer que haya logrado dejar fuera de combate a medio escuadrón de nuestros mejores hombres. —dijo Jarvis acariciándose la barbilla. —Eso habla muy bien de los guerreros…. es decir niños Voldorianos, se lo aseguro.

Lynn y el anciano se miraron sorprendidos, sin creer que aquel enorme militar los estuviera halagando tras haber atacado a sus propios hombres.

—En fin, no se preocupen por eso, estoy seguro que todo fué un simple malentendido. —los tranquilizó el enorme Oficial. —El Capitán Owen me ha ordenado que prepare un campamento para ustedes aquí en el hangar. —dijo señalando a un grupo de Ingenieros que habían comenzado a bajar de varios transportes enormes cajas con tiendas de campaña y varios equipos móviles de servicio. —Al menos hasta que lleguemos a un puerto seguro.

Tobias le dió un codazo a Lynn para que lo imitara y ambos volvieron a inclinarse ante el Oficial. —Muchas gracias por su ayuda. —repitió.

—Lo mantendré informado sobre la pequeña que está en el quirófano. —dijo Jarvis con voz seria. —Y le haré saber cuando pueda ir a verla.

—Muchas gracias, Señor.

El Segundo al mando se volvió hacia Ximena, quien había llegado junto a Camila y se mantenía firme a la espera de órdenes. —Teniente, será mejor que vaya a dar su informe de vuelo al Director Curtiss. —dijo. —Pero le pediré que me preste a la Oficial Hughs por un tiempo.

—¿Señor? —preguntó Ximena confundida.

—Me gustaría que nos ayudara a acomodar a nuestros invitados. —dijo señalando al grupo. —Parece que…. hum… se lleva bien con los niños. —dijo.

—A la orden, Señor. —respondió Camila ante el evidente alivio del anciano, quien se alegró de no quedar solo en medio de todos aquellos soldados desconocidos. El único de aquellos civiles que no parecia estar asustado de todo aquello era el joven que habia manipulado la grúa para atrapar al VF de Ximena; el niño miraba con ojos brillantes las aeronaves en sus puestos de rearme y toda la maquinaria que lo rodeaba; era evidente que estar allí era como vivir un sueño para él.

Camila reunió a los civiles y los condujo en fila hacia donde Jarvis había indicado que se levantaría el pequeño campo de refugiados. Los hombres habían despejado un rincón del hangar y tras tender varias cuerdas en forma de perímetro, colgaron varias lonas verdes para crear una especie de separación que diera algo de privacidad y tranquilidad a los niños.

Dentro de aquel espacio levantaron tres tiendas de campaña y una pequeña cocina portátil. En el otro extremo del campamento se colocaron retretes portátiles y duchas para el uso de los civiles. Mientras Camila ayudaba a los niños a acomodarse llegó un vehículo con una pareja de enfermeros enviados por Niccola, quienes si bien no tenían noticias sobre la pequeña niña en el quirófano, tranquilizaron a los demás con palabras esperanzadoras.

Todos los niños recibieron inyecciones de vitaminas y antibióticos y a pesar de las quejas de la belicosa joven, ella también terminó por aceptar las medicinas obligada por el anciano, aunque sin dejar de gruñir y mostrar los dientes a los inquietos enfermeros de combate.

Pronto las luces del hangar se apagaron y un tono rojizo reemplazó las poderosas luces blancas que antes hubieran iluminado todo el hangar durante el aterrizaje de las naves. Camila explicó a los niños que la nave se encontraba en modo de operación silenciosa y debían reducir la actividad al mínimo mientras se escondían de los Zentradi. Todos asintieron en que aquello era una excelente idea.

El anciano aprovechó la ocasión y envió a descansar a los niños, casi completamente agotados por la larga jornada que todos habían sufrido allí fuera. Cuando Camila se despidió de todos, los niños dormían profundamente y pudo por fin reunirse con sus compañeros de escuadrón.

Cuando Camila entró al salón de pilotos vió que no solo el Director y los pilotos de Delta estaban allí; el propio Capitán Owen y el resto de los oficiales del CIG se encontraban sentados en la primera fila de asientos escuchando el informe de Curtiss. Los rostros que se volvieron hacia ella eran sombríos; definitivamente no estaban discutiendo buenas noticias.

La joven saludó desde la entrada y rápidamente se dirigió hacia una de las últimas filas de asientos, donde su compañera le había dejado libre un asiento a su lado.

No vió a los pilotos de Alpha, pero dado que estaban en alerta de combate en aquel momento no le sorprendió. En aquel momento todas las aeronaves con pilotos en condiciones de volar se encontraban sentados en las cabinas listos para salir a combatir en cuando sonara la alerta general.

El Director Curtiss aprovechó la pausa para beber un poco de agua y volverse hacia el holograma del radar dimensional mientras la recién llegada ocupaba su sitio.

—¿No hay otra forma? —preguntó Owen desde su asiento. —Eso suena… increíblemente peligroso. —dijo sacudiendo la cabeza.

Curtiss se cruzó de brazos. —El Ataque Minmay y las interferencias nos darán unos pocos minutos de confusión para poder realizar el FOLD de emergencia… pero…

—Pero no sabemos si estos Zentradi ya han estado en contacto con esa táctica. —dijo Jarvis, sentado junto a su Capitán. —Si este grupo ya ha luchado contra nuestras fuerzas, es posible que hayan sido testigos de un ataque de tipo Shock Cultural y estén preparados para ello.

—Eso reducirá drásticamente el efecto. —confirmó el Director de Misión. —Tal vez podríamos usar otro tipo de música… ya saben, Fire Bomber o Walküre… tal vez…

—Demasiados tal vez. —dijo Owen.

Boris se levantó de su asiento y caminó hacia el pequeño podio en donde se proyectaba el radar holográfico. —Es posible averiguar si estos enemigos han intercambiado fuego con nuestras tropas. —explicó. —Podríamos enviar algunos drones furtivos y examinar los cruceros de batalla… si encontramos indicios de daño en sus cascos por fuego enemigo, analizando el tipo de munición empleada podemos diferenciar si…

—No tenemos tanto tiempo. —dijo Jarvis. —Es cuestión de tiempo hasta que otra patrulla se cruce en nuestro camino… y tal vez no tengamos tanta suerte la próxima vez.

Los Oficiales se miraron entre ellos indecisos.

—Tenemos que ganar tiempo para hacer el FOLD de forma segura. —volvió a recalcar Curtiss. —Solo podríamos hacerlo aprovechando una distracción…

La pantalla del holograma tembló y sufrió una visible distorsión. Owen miró a Boris. —¿Qué sucede? —preguntó.

—Tal vez sea la radiación de esa anomalía. —respondió el hombre tomando su Pad mientras introducía unos comandos. El holograma volvió a parpadear y recuperó su forma original. Mientras tanto una ventana holográfica se abrió al frente del auditorio y el rostro de Gabriel apareció desde el CIC. —Capitán.

—Reporte. —ordenó Owen.

—Estamos a cinco clicks del centro de la anomalía; hemos anclado la Bramante a los restos más grandes que hay en la zona tal y como ordenó… pero es necesario que vea esto.

Una nueva ventana se superpuso a la del Oficial y todos pudieron ver una vista de la estructura que se encontraba cerca de la nave.

—¿Qué rayos es eso? —preguntó Jarvis.

Una enorme esfera de restos flotantes formaba una especie de barrera que rodeaba la anomalía. Millones de pequeños trozos de metal giraban lentamente creando lo que parecía ser un enorme cascarón.

Una fuerte vibración sacudió la nave y las luces volvieron a parpadear.

—Estamos demasiado cerca de esa cosa. —dijo Owen. —Será mejor no avanzar un metro más. ¿Qué sabemos de esa anomalía? ¿Qué tan peligrosa es?

—Solo sabemos que es una distorsión Espacio-Temporal clase cinco. —respondió Boris. —La zona de negación gravitacional es de dos kilómetros, pero con semejantes emisiones… yo no me acercaría más que esto. —agregó nervioso.

—Esperemos que los Zentradis opinen lo mismo. —observó Jarvis, quien de pronto se llevó la mano al oido al recibir una comunicación. —Capitan. —dijo al cabo de unos momentos. —Es Niccola; la operación fué exitosa y la paciente ha sido trasladada a cuidado intensivo

Owen suspiró aliviado. —Una buena noticia al menos. —dijo.

Los demás en el recinto también dieron muestras de alivio. Tener a todos aquellos niños en el hangar era un peso extra en los corazones de la tripulación.

—Me gustaría dar la noticia personalmente a esos niños ahora mismo. —dijo Jarvis sacudiendo la cabeza. —Pero aún estamos en extremo peligro aquí.

No se equivocaba. De pronto el radar dimensional se encendió con tonos anaranjados y una serie de vectores convergieron sobre la silueta de la Bramante en el centro de la esfera.

—Oh mierda. —dijo Owen.

—Algo se acerca… rayos, eso es…

—Thurvel-Salan —dijo Curtiss reconociendo el tipo de contacto por la firma de radar.

El acorazado Zentradi avanzaba entre la chatarra a velocidad constante con sus dos docenas de cañones de artillería apuntando en todas direcciones. Sus sistemas de navegación y rastreo estaban completamente cegados por la radiación que emanaba del campo, pero aquello no importaba para nada; las órdenes del Comandante de la flota eran atravesar aquel campo de desechos siguiendo un vector determinado y destruir cualquier cosa que encontraran en su camino. Un centenar de acorazados y destructores hacían lo mismo en esos momentos, cruzando El Campo en todas direcciones tratando de encontrar algún rastro de posible fuerzas hostiles disimuladas entre la chatarra. Por azar del destino, el vector que había sido ordenado a aquella nave cruzaba casi por encima de donde la Bramante se encontraba oculta.

—¡Todos a sus puestos! —gritó Owen poniéndose de pie. —¡Llegó el momento de luchar!

Todos se pusieron de pie y rápidamente abandonaron la sala de pilotos mientras las alarmas sonaban en toda la nave. Ximena y Camila corrieron al hangar donde se encontraron con el personal de mantenimiento aún trabajando en remover las piezas aplastadas de su VF-171 usando las enormes grúas que colgaban del techo.

El Jefe Aichi las vió llegar y tras entregar su Pad a uno de los técnicos corrió al encuentro de las jóvenes. —Delta Uno estará fuera de combate por al menos seis horas más. —estimó mirando a sus hombres desmontar las placas de blindaje abollado.

—¿Puedes prepararnos un VF-11? —preguntó la Teniente Hernandez.

—Como poder, puedo. —respondió el mecánico mirando a Camila. —Lo que no puedo es ponerle dos asientos a uno de ellos. —dijo.

—Entonces que sean dos naves. —respondió la joven.

—¿Y la inhabilitación para volar…? —preguntó Aichi con una mueca.

—Si sobrevivimos a esto, estoy segura que encontraremos una forma de arreglarlo con Owen. —respondió Ximena.

El Escuadrón Alpha ocupaba ya la pista de despegue con los motores encendidos, listos para salir a toda velocidad en cuanto las puertas del hangar se abrieran de par en par. Aichi activó los dos cazas VF-11 que quedaban en reserva y dió las órdenes para que fueran equipados con misiles pesados anti-capital. Mientras los armeros trabajaban rápidamente para montar las enormes armas en las alas de los aviones, Camila y Ximena subieron a sus respectivas aeronaves y se prepararon para volver a salir.

Todo el hangar estaba envuelto en el frenesí de los preparativos. Todo lo que pudiese estar en el camino de las aeronaves había sido retirado y asegurado a las paredes. Los sistemas de control de daños y de incendios estaban en sus puestos, asi como el persona de rescate y médico.
Camila se colocó el casco e indicó que estaba lista. Uno de los técnicos retiró la escalerilla mientras la cabina del caza se cerraba con un chasquido.

Camila solo tenía algunas horas de vuelo en los VF-11, pero la interfaz de control era muy similar a los VF-171, solo un poco más "anticuada". Revisó los depósitos de combustible y de armas y cargó las rutinas de contramedidas adecuadas. Mientras dejaba que el software hiciera una revisión completa del sistema miró con atención hacia el pequeño campamento que habían montado para los civiles. Todo estaba oscuro allí, pero creyó ver unos ojillos brillantes que miraban la actividad del hangar por una pequeña rendija entre las lonas.

Camila suspiró. —Ojalá podamos protegerlos. —dijo sin saber que Ximena podía escucharla.

—Lo haremos. No te quepa ninguna duda. —respondió su compañera apretando con fuerza los controles.

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Owen y el resto de sus oficiales entraron corriendo al CIC de la Bramante. Gabriel se levantó del puesto del timonel y dejó el sitio libre a Jarvis, quien tomó los mandos de la nave y desplegó la pantalla de navegación frente a sus ojos.

—Timón listo. Preparados para zarpar. —exclamó.

Los demás hombres ocuparon sus puestos mientras Owen se sentaba en su silla frente al radar holográfico. —¿Tiempo estimado de contacto?

—Tres minutos, cuarenta segundos. —respondió Boris. —Mismo rumbo, no hay cambios en la velocidad.

Otros dos contactos aparecieron en el radar con trayectorias ligeramente diferentes, pero que pasaban lo suficientemente cerca de la fragata como para generar una amenaza al sistema. Owen maldijo en voz baja y extendió el brazo hacia delante. —¡Avance a media potencia! ¡Entraremos al interior de la estructura perimetral de escombros!

—A la orden. —respondió Jarvis aumentando la potencia.

La Bramante comenzó a avanzar dejando detrás los restos que la ocultaban. La enorme nave viró a estribor y la proa apuntó hacia la gigantesca pared de escombros que rodeaba la anomalía.

—¡Adelante!

Lentamente la nave comenzó a adquirir velocidad y salvó la distancia que la separaba. Cuando la afilada proa de la nave impactó contra la pared de escombros, una sacudida recorrió toda la nave.

—Esa cosa genera su propio campo gravitacional. —informó Jarvis notando la repentina resistencia en los controles de la nave. Aceleró los propulsores principales y lentamente la nave comenzó a atravesar aquel cascarón de chatarra.

Cuando la torre de control pasó entre los escombros, toda la nave se sacudió mientras la masa de la fragata intaractuaba por completo con el nuevo pozo gravitacional.

—Mierda. —dijo el Capitán sujetándose de la silla. —¿Reporte estructural?

—Todavía nada fuera de la tolerancia aceptable. —informó Gabriel. —La Bramante aguanta.

—Claro que mi chica aguanta. —respondió Jarvis. —No la subestimen.

Boris se acomodó los lentes y actualizó los datos del radar. —Contacto acercándose, a menos de diez clicks de distancia.

—Ya deben habernos visto. —aseguró Owen. —¡Deprisa!

La Bramante atravesó por la pared de escombros y desapareció por completo de los radares del acorazado Zentradi, que solo pudo detectar la presencia de la fragata por una fracción de segundo.

—¡Virgen Santísima! —exclamó Gabriel al ver aquello.

Frente a ellos se descubrió un enorme espacio circular completamente iluminado de un brillante blanco. En el centro de aquella estructura de proporciones colosales, un objeto de inconcebible luminosidad irradiaba enormes arcos de plasma azulado.

—Esa… ¿Esa es la anomalía? —preguntó Owen asombrado poniéndose de pié. —¿Qué rayos es esa cosa?

Ninguno de los hombres podría haber puesto en palabras lo que estaban viendo en las pantallas. Aquel objeto no tenía forma; era una serie de manchas y volúmenes de luz que se agitaban y sacudía en formas borrosas e indescriptibles. Fijar la vista en él creaba una sensación de mareo que hacía que los hombres se fregaran los ojos o apartaran la vista por completo.

—¡Las lecturas están fuera de escala! —advirtió Boris. —¡Señor, esa cosa es demasiado peligrosa!

Owen se volvió hacia Jarvis. —¡Mantenga la distancia! ¡Ponga a la Bramante en una órbita circular y vigile el campo gravitacional!

El enorme oficial obedeció y con sus poderosos brazos obligó al timón a obedecer sus instrucciones. La fragata volvió a virar y ajustó su curso para orbitar aquella peligrosa manifestación energética desconocida.

Enormes vibraciones se sentían por toda la nave y los sonidos del metal crujiendo hacia que los hombres apretaran los dientes.

Una pantalla se abrió frente al radar y el rostro de Tali apareció envuelto en el casco de protección antiflama que los ingenieros vestían durante las operaciones de combate.

—¿Qué rayos le están haciendo a mi nave? —gritó fuera de sí.

—Tratamos de sobrevivir. —respondió Owen. —¿Como está el reactor?

—Resoplando como un burro. —respondió la Meltran. —Pero aguantará, se lo garantizo.

—Prepara la energía de reserva para un Salto FOLD de emergencia. —ordenó el Capitán. —Tal vez tengamos la oportunidad de usarlo.

—A la orden. —respondió la mujer mientras se cerraba la pantalla.

Una fuerte sacudida volvió a retumbar por toda la nave. Las miradas de los hombres se dirigieron a la pantalla y todos contuvieron el aliento; entonces vieron los enormes arcos de plasma que se dirigían hacia ellos.

—¡Prepárense para el impacto! —gritó Owen sentándose rápidamente.

Los enormes arcos azules envolvieron la bramante como si un enorme pulpo intentara atrapar un escurridizo pez. Enormes hilos de luz brillante recorrieron el oscuro casco y creaban arcos secundarios en las antenas y cañones que sobresalian de la estructura principal de la nave.

—El recubrimiento anti-radiación de la Bramante parece rechazar las emisiones de plasma. —observó Jarvis asombrado viendo como las lengas de luz bailaban sobre las placas de blindaje. —No quisiera saber que nos pasaria si solo tuviéramos el casco de acero entre nosotros y esas cosas.

—Creo que vamos a averiguarlo pronto. —respondió Owen. —Ahí vienen los Zentradis.

Del otro lado de la anomalía, casi frente a ellos, se formó una enorme ola de choque, como las ondas que una piedra creaban en la superficie de una laguna. Las ondas se propagaron por toda la enorme pared de chatarra y en el mismo centro la proa de un acorazado Zentradi apareció de pronto. Los enormes cañones de energía apuntaron hacia la Bramante y todos pudieron ver la energía acumulándose en la boca de las terribles armas.

—¡Mierda! —gritó Jarvis intentando, sin éxito, hacer una maniobra evasiva.

Una docena de cañones abrió fuego y las líneas de energía verde cruzaron la distancia en una fracción de segundo, pero entonces algo ocurrió.

Las descargas de energía alcanzaron la zona inmediata alrededor de la anomalía y de repente los rayos se torcieron transformados en brillantes serpientes de luz, desviándose en todas direcciones ante la poderosa fuerza gravitacional de aquel objeto inexplicable que dominaba tiempo y espacio simultáneamente.

—Dios bendito… ¿Qué mierda es esa cosa? —exclamó Boris sin creer lo que veía.

—Semejante repulsión gravitacional… algo así no debería ser posible, no con un objeto de ese tamaño. —exclamó Owen. —Un agujero Negro Supermasivo tal vez… ¿Pero esa cosa? No debe medir más de un centenar de metros de diámetro… ¿Cómo puede curvar la energía de esa forma?

El acorazado se vió obligado a virar para evitar acercarse al peligroso objeto y entró en la misma órbita circular de la Bramante. Ahora ambas naves se perseguían mutuamente alrededor de la anomalía exactamente a la misma distancia una de la otra.

El acorazado tenía toda una fila de cañones montados en sus bandas y realizó varios disparos hacia la Bramante, pero todos ellos fueron desviados por las poderosas fuerzas gravitacionales.

—¡Miren! —exclamó de pronto Jarvis.

Los arcos de plasma envolvieron la nave enemiga, pero esta vez sí pudieron hacer presa de la enorme nave de casi dos kilómetros de largo. Los gigantescos tentáculos de luz tocaron los enormes cañones y ante los ojos incrédulos de los hombres de la Bramante comenzaron a consumirlos, como si fueran simples fósforos de madera.

Las dos naves continuaron girando alrededor de la anomalía apuntando mutuamente sus inútiles armas en una especie de punto muerto. Al cabo de un tiempo vieron como una veintena o más de enormes misiles anti-nave salían disparados del casco y se dirigian rápidamente hacia ellos, pero tampoco llegaron muy lejos y explotaron antes siquiera de llegar al centro de la falla dimensional.

—Uno solo de esos misiles podrían aniquilarnos por completo. —observó Boris acomodándose los lentes.

—El Capitán de esa nave debe estar muy frustrado en estos momentos. —comentó Gabriel tratando de sonar optimista.

—Si no pueden usar sus cañones o misiles, entonces usarán otra cosa… ¡Miren! —señaló Jarvis hacia la pantalla.

Alrededor de la nave aparecieron varios puntos de luz. Boris utilizó su terminal para obtener un acercamiento de la pantalla y todos quedaron horrorizados al darse cuenta de lo que estaba pasando.

—Rayos. —exclamó Owen.

El acorazado Thurvel-Salan había desplegado sus tropas móviles; un centenar o más de armaduras de combate habían salido desde una docena de hangares ubicados a lo largo de la enorme nave con la intención de atacar directamente a los misteriosos enemigos, pero para el desconcierto de los propios Zentradis, aquellos guerreros quedaron inmovilizados por los mismos arcos de luz que habían atrapado a su nave nodriza. Las armaduras vacilaron y prácticamente fueron desintegradas por los filamentos que las atravesaban como si no estuvieran allí. En solo unos pocos segundos no quedaba un solo Zentradi vivo fuera de el acorazado.

—Cielo santo… si hubiésemos desplegado nuestras tropas en respuesta a eso… —dijo Gabriel tragando saliva.

—Ahora estarían todos muertos. —culminó la frase Owen.

Una llamada de emergencia apareció en una esquina de la pantalla principal. Boris le dió prioridad absoluta y la desplegó frente a su Capitán.

—¿Qué sucede? —preguntó Owen.

El rostro de un hombre enfundado en un traje antiflama apareció en pantalla. —Capitán, tenemos una situación en el Hangar Principal. —reportó el hombre visiblemente nervioso.

—¿Qué pasa?

—Vealo usted mismo. —dijo el hombre mientras enfocaba la cámara hacia un sector del hangar, el mismo en donde habían montado el campamento de refugiados.

El CIC se llenó de una luz violácea y los rostros de los hombres quedaron horrorizados por el resplandor que salía de la pantalla.

—Mierda. —exclamó Owen.

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El resplandor púrpura se extendió por todo el hangar ante la mirada atónita de todos los hombres allí apostados. El mismo aire pareció volverse de aquel color, tiñendo a hombres y máquinas con aquellos reflejos sobrenaturales.

—¿Qué demonios está pasando ahora? —preguntó Ximena levantando el visor de su casco. Su VF-11 estaba listo para el despliegue y los técnicos se encontraban en esos momento despejando la zona de los equipos de rearme y aprovisionamiento.

—No-no lo sé. —respondió de forma insegura Camila por la radio. —¿De dónde viene esa luz?

A lo largo y ancho del hangar los hombres se miraban confundidos y el silencio era completo. Incluso las turbinas de los VF-11 que esperaban en sus posiciones de salida la señal de entrar en combate quedaban acalladas por la atmósfera opresiva que había cubierto por completo el hangar principal de la Bramante.

De pronto los técnicos señalaron en dirección a las carpas en donde se encontraban los Voldorianos y todas las miradas se dirigieron hacia allí. Había algo que emanaba de aquel lugar, una energía indescriptible.

—¿Pero qué…? —llegó a exclamar Ximena antes que el caos se desatara en el hangar.

Un fogonazo de luz pareció rasgar una de las tiendas de campaña y lo que parecía una estrella brillante emergió de entre las lonas y saltó por el hangar ante las miradas de pánico de los hombres.

—¡Xime! —gritó Camila. —¡Mira! ¡Es Lynn!

La Teniente Hernandez enfocó la cámara de su visor y pudo ver la pequeña forma humanoide que saltaba entre los cazas aparcados en las pistas de rodaje. En su mano llevaba lo que parecía ser una luz brillante; el origen de aquella luz púrpura que había inundado el hangar.

—¿Qué rayos está haciendo esa chica? —se preguntó pero de pronto todo se volvió claro en su mente. —¡Oh mierda! —exclamó tomando con ambas manos los controles del caza.

La joven chica-gato se dirigía hacia las enormes puertas del hangar y no hacía falta ser un genio para adivinar el por que. Ximena activó los propulsores verticales de su VF-11 y la nave se elevó de su sitio lo suficiente para que pudiese desplegar el modo Gerwalk.

—¡Todos apártense! —gritó por la radio.

Los técnicos observaron con pánico como el caza se transformaba en un abrir y cerrar de ojos y se apartaron rápidamente para dejar el camino despejado. Había una docena de cazas desplegados en las calles de rodaje esperando su turno para entrar en combate, pero Ximena no tenía tiempo que perder. Se elevó por sobre las otras aeronaves y se dirigió a toda velocidad hacia la salida del hangar, hacia donde la brillante luz zigzagueaba entre los otros aviones creando pánico y confusión entre los pilotos.

El caos total se había desatado en todo el hangar. Lynn corría usando sus cuatro extremidades para saltar entre los aviones durante su alocada carrera. El cristal que llevaba en la mano la cegaba casi por completo y apenas podía ver las formas oscuras de lo que tenía por delante, además aquella cosa estaba caliente; tan caliente que sentía que su mano comenzaria a arder de un momento a otro. Vió a lo lejos las enormes puertas cerradas del hangar y comenzó a gritar para que las abrieran, pero ningún sonido parecía salir de su garganta, todo a su alrededor parecía haberse vuelto en cámara lenta y sintió que el terror la estaba paralizando. Se volvió por completo para apartar la vista del cristal y vió que los aviones que había dejado atrás se sacudían en su sitio. De pronto lo vio; uno de esos aviones a medio transformar avanzaba a toda velocidad con brazos y piernas desplegados abriéndose paso a la fuerza entre la congestionada pista; las naves fueron empujadas hacia los lados ante Ximena, quien avanzaba a toda velocidad mientras extendía el brazo derecho de su VF-11.

—¡Lynn! —gritó la joven piloto usando los altavoces de su aeronave.

La chica gato reconoció la voz de la piloto y con un rápido movimiento felino lanzó el cristal en dirección al bólido que se acercaba a toda velocidad. El objeto se convirtió en algo similar a una bola de fuego que Ximena atrapó en el aire mientras pasaba solo a unos pocos centímetros de la aterrorizada Voldoriana, que se arrojó de cabeza al piso para no ser aplastada por el caza.

—¡Abran las compuertas! ¡Rápido! —gritó por la radio.

El Oficial a cargo de las mismas comprendió de inmediato el peligro que representaba aquello. De un golpe accionó el control de apertura de emergencia y la enorme compuerta comenzó a abrirse lentamente mientras el VF-11 se acercaba peligrosamente al final de la pista.

—¡Todos a cubierto! —gritó la joven lanzando aquello por la abertura que se ensanchaba rápidamente. El cristal salió disparado de la mano del robot y atravesó las compuertas como un rayo púrpura mientras todos ahogaron un grito.

Ximena desplegó las piernas del VF-11 y aplicó máxima potencia a los propulsores principales para frenar su carrera, deteniéndose justo en el final de la pista.

—¡Kyaaaa!

La Teniente Hernandez escuchó el grito y apenas pudo girar la cabeza en la dirección del mismo. Por una fracción de segundo pudo ver el pequeño cuerpo de Lynn mientras salía volando a varios metros del suelo en dirección al espacio exterior.

—¡No!

El hangar de la Bramante estaba equipado con un escudo de contención atmósferica que prevenía la descompresión del mismo durante la apertura de las enormes puertas, no obstante solo estaba diseñado para mantener la atmósfera contenida y permitir el paso de cualquier otra cosa con la suficiente masa para ignorar el campo de fuerza. Al abrirse las enormes compuertas se creó una diferencia de presión y la pequeña Lynn fué arrastrada por el súbito cambio que de otra forma hubiese sido contrarrestada por las pesadas botas con anclajes magnéticos que el personal de la Bramante usaba para trabajar en aquel sitio.

—¡Lynn! ¡Resiste! —gritó Ximena con desesperación —¡Cúbrete la nariz y boca! —apenas llegó a gritar

El VF-11 de Ximena cayó pesadamente en cubierta con las piernas apuntando al techo. La joven comenzó a luchar con los controles para intentar enderezar su nave mientras veía a la pequeña joven atravesar las compuertas mientras agitaba brazos y piernas con desesperación.

—¡No!

Un bólido pasó a toda velocidad junto a ella. El VF-11 de Camila inició la transformación a robot mientras la joven gritaba y se arrojaba contra las puertas a medio abrir. Casi a último momento extendió el brazo y atrapó a la chica-gato mientras el cuerpo del robot se estrellaba contra las enormes compuertas de metal a medio abrir, deteniendo por completo el avance.

—¡Cierren las compuertas! ¡Rápido! —gritó.

Ximena puso su VF-11 en modo robot y disparó los propulsores de su espalda para incorporarse rápidamente. Sin pensarlo dos veces tomó el robot de Camila con ambos brazos y lo jaló hacia dentro en el mismo instante que las puertas se cerraban sobre ellos. Ambos robots cayeron uno arriba del otro con gran estrépito sobre la cubierta.

—¡Una ambulancia! ¡Pronto! —gritaron los hombres al comprender la gravedad de la situación.

Los equipos de rescate se acercaron de inmediato mientras Camila abría lentamente la mano del robot y reunía el valor para mirar como estaba la chica. Lynn yacía inconsciente pero aparentemente viva. Un hilillo de sangre brotaba de sus delicadas orejas felinas, pero no vió signos de daños más graves. Los rescatistas la entubaron rápidamente con una máscara de oxígeno y comenzaron a aplicar los primeros auxilios para evitar que sus pulmones colapsaran por la rápida descompresión a la que habían sido sometidos.

—Dios mio. —exclamó Camila todavía temblando sin poder creer lo que había pasado. —Por favor que esté bien.

La desafortunada chica fué rápidamente cargada en una camilla especial con una vaina de compensación respiratoria. Un fluido viscoso rápidamente llenó el compartimento y fué introducida en el sistema respiratorio de la chica-gato por medio de bombas especiales. Inmediatamente fué llevada a cuidados especiales para continuar con el monitoreo de sus signos vitales.

El hangar era un caos. Había una media docena de aviones tumbados por toda la pista de despegue que ambas chicas habían empujado en su loca carrera. De inmediato las grúas se pusieron a trabajar para despejar el desastre y permitir que las aeronaves de la retaguardia ocuparan los lugares de los aviones que habían sido dañados. Los gritos de Aichi eran perfectamente audibles por sobre la cacofonía de ruidos que poblaba aquel caótico espacio.

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—Que desastre. —dijo Owen rompiendo el silencio del CIC de la Bramante. —¿Que era esa cosa que arrojaron al espacio? —preguntó. —¿Alguien sabe?

—Sea lo que sea, me alegro que esté fuera de nuestra nave. —dijo Jarvis sin ocultar su preocupación. Los hombres habían presenciado el dramático evento desde sus puestos y comprendieron que habían estado a punto de sufrir un terrible destino.

—¿Pero qué…?

Los demás se volvieron hacia Boris. El Oficial activó una de las pantallas y la proyectó sobre el radar holográfico. —¡Miren eso! —exclamó señalando la imagen que en ese momento mostraba lo que había mirando hacia la popa de la Bramante.

Una estrella brillante de color púrpura se alejaba de la nave. Era tan brillante que podía verse a la perfección incluso tratándose de algo tan pequeño que cabía en la palma de la delicada mano de Lynn. Con horror vieron cómo de pronto uno de los arcos de plasma azulados que emanaba de la anomalía se enroscaba alrededor del resplandor mientras enormes descargas de energía cubrían por completo la poderosa entidad desconocida en el centro de aquel enorme espacio cerrado.

—Tengo un mal presentimiento. —dijo Owen conteniendo el aliento. —Prepárate para salir de aquí a toda potencia.

Jarvis lo miró asombrado. —Pero… ¿Y el acorazado que tenemos pegados al culo? Si no dejamos de tener esa cosa entre nosotros y ellos van a fulminarnos de una descarga en cuanto estemos al alcance de sus armas—aseguró apretando el timón firmemente con ambas manos.

—Algo me dice que vamos a estar más seguros allí fuera con todos esos Zentradi que aquí dentro con esa… cosa. —respondió el Capitán con voz tensa.

Realmente no se equivocaba.

Hubo un relámpago de luz azulada y de pronto una sacudida y un trueno se sintió en la misma estructura de la nave. Los hombres se estremecieron. Solo unos pocos en la Bramante, aquellos soldados veteranos con varias décadas de servicio en las flotas de la NUNS, conocían aquella sensación que helaba hasta la sangre del más curtido de los hombres; una onda gravitacional había pasado a través de ellos; el mismo tipo de sensación que solía anticipar un colapso de burbuja FOLD.

—¿Eso fue…? —comenzó a decir Boris mirando a su alrededor.

—Imposible… no estamos dentro de una burbuja WARP. —respondió Jarvis.

—No. —dijo Owen con voz tensa. —No lo estamos… y hay solo una cosa en este lado del Universo que puede generar una onda gravitacional con la suficiente intensidad para que pueda interactuar con la materia a una escala que podamos sentirla en carne propia.

—¿Quarks Superpesados…? —preguntó dubitativo Gabriel. —¿Esos no son los que producen los Dimensional…?

—¡SÁCANOS DE AQUÍ! —gritó Owen al timonel sin dejar que su oficial de comunicaciones terminara la frase. —¡AHORA!

Los arcos de plasma se movieron a una velocidad irreal y se transformaron en un remolino alrededor de la estrella púrpura, entonces se cohecionaron en una esfera brillante de color blanco mientras todo a su alrededor se volvia un silencio sepulcral.

Entonces la esfera sufrió una sacudida, casi como un latido sordo.

Y se volvió completamente negra.

Jarvis giró el timón a babor con desesperación mientras todos los propulsores de la nave se encendían al unísono. La nave se sacudió y crujió ante el repentino cambio de dirección.

—¡Tali! —gritó el timonel por la radio tratando que su voz se oyera entre los chirridos del metal ante el terrible esfuerzo y fuerzas G que sacudían intensamente toda la nave. —¡Dame toda la potencia que tengas!¡Ya no necesitamos escondernos!

La imagen de la mujer apareció en una pequeña ventana junto al indicador del reactor. —¡Lo pides, lo tienes, cariño! —dijo guiñando un ojo —Solo trata de no matarnos a todos ¿De acuerdo?

La Bramante sufrió una nueva sacudida y sus propulsores principales se encendieron con un resplandor que rivalizaba con el de la propia anomalía. La fragata saltó hacia delante y se dirigió hacia la pared de fragmentos a toda velocidad.

El Oficial de Comunicaciones examinó la pantalla del radar —Estaremos dentro del arco de fuego de la nave enemiga en 3,2,1… —informó Gabriel conteniendo el aliento. —Ya.

El acorazado Thurvel-Salan apuntó sus enormes cañones (Al menos los que todavía estaban operacionales) hacia la pequeña fragata. Sin la anomalía de por medio, ahora tenían una perfecta resolución de disparo y el Capitán de aquella nave no iba a desaprovecharla. Las terribles armas se centraron en el pequeño blanco y la energía se concentró en los cañones listos para disparar, a esa distancia no podían errar el tiro.

Entonces se toparon de lleno con la esfera negra, aún demasiado pequeña como para presentar una amenaza visible para los Zentradi sedientos de sangre que solo tenían ojos para la pequeña presa que intentaba escapar.

Fué como si el enorme acorazado chocara contra una pared invisible. Toda la proa de la nave se contrajo de golpe, como si una gigantesca lata de refresco fuera repentinamente aplastada por un pisotón titánico. La colisión fue tan grande que la mayor parte de la nave quedó prácticamente deformada al frenar su marcha de forma casi instantánea.

La Bramante chocó contra el muro de escombros y lentamente comenzó a vencer la resistencia del pozo gravitacional de la anomalía. Enormes ondas de choque se formaron entre los millones de trozos de metal que comenzaron a extenderse por todo el cascarón interno de la titánica estructura. Era mucho más difícil salir de allí que entrar, pero la potencia extra que Tali había inyectado al reactor comenzó a vencer la resistencia metro a metro.

—Aprisa maldita sea, a prisa. —exclamó Owen mirando nerviosamente el dramático desenlace de la nave Zentradi, ya parcialmente devorada por aquella esfera de aniquilación que había cuadruplicado su tamaño en solo unos minutos. —Preparen los cañones principales; vamos a tener que abrirnos paso a los… ¿Pero qué demonios…?

Hubo un cambio en el ambiente y todos pudieron sentirlo. Fué muy similar a la onda gravitacional que habían percibido antes, pero esta vez el efecto era… permanente. Los sonidos parecieron apagarse, los colores se volvieron irreales, como lavados. Las miradas de los hombres se cruzaron por todo el CIC. Era como la distorsión de los procedimientos FOLD, pero sin la distorsión óptica tan conocida.

—¿Qué mierda…? —comenzó a decir Jarvis. Los vellos de sus brazos se habían erizado por completo.

Un grito de Gabriel hizo que los demás se sobresaltaran. El hombre moreno se había levantado de su puesto y señalaba hacia un rincón. —¡Miren! —gritó.

Todos miraron hacia donde señalaba y la vieron claramente. Había una niña pequeña balanceando sus piernas sentada sobre una de las consolas libres del puente.

—¿Quién rayos…?

—Emma. —dijo Jarvis con un tono de voz que Orwen solo había escuchado una vez en todos sus años de carrera en la milicia. —Es… ella no puede ser real. —dijo secamente.

El Capitán Owen lo comprendió de inmediato, esa persona no era real, así como tampoco lo eran las otras personas que comenzaron a aparecer a su alrededor.

Rostros de adultos, mujeres y niños, pero también escenas de lugares remotos o batallas espaciales. El CIC de la Bramante se llenó de imágenes fantasmales que flotaban alrededor de los hombres paralizados en sus puestos.

—Recuerdos. —dijo Owen con voz tensa. —Son como las imágenes que vimos de Mac.

—Pero… más nítidas. —dijo Boris acomodándose los lentes. —Son como… algo de alta definición.

Una mujer de cabellos oscuros y largos apareció flotando alrededor de Owen y Jarvis reconoció el rostro sonriente de la mujer que había visto incontables veces en el pequeño portarretratos que siempre estaba en el escritorio de la Oficina de su Capitán.

El hombre apartó la mirada y se colocó la gorra. —Son solo espejismos. —dijo con voz seca. —Esa cosa que los Voldorianos trajeron debe estar jugando con nuestras mentes.

Los hombres asintieron y volvieron a sus puestos aún nerviosos. Las imágenes se movían libremente entre ellos, como si fueran carteles de neón de un club nocturno.

Varias llamadas llegaron desde todos los rincones de la nave y tanto Boris como el propio Capitán debieron tranquilizar a la tripulación para explicar el fenómeno.

No todas las imágenes eran benévolas. En las barracas reportaron que muchas de ellas mostraban los cadáveres de ex-compañeros que habían muerto durante las operaciones del Batallón 612, también vieron escenas de los civiles víctimas de aquellos conflictos, muchas de ellas verdaderas atrocidades.

Aquello se manifestaba por igual a lo largo y ancho de la fragata, haciendo que hombres y mujeres por igual presenciaran el extraño fenómeno que mezclaba recuerdos propios y ajenos, muchas veces reviviendo cosas que muchos habían tratado de olvidar hacía mucho tiempo.

La Bramante perforó la pared de escombros con un último impulso y salió al exterior del campo en medio de una lluvia de desechos. Lo que vieron los dejó sin aliento.

La zona se había convertido en un verdadero campo de batalla. Todas las naves Zentradi estaban en esos momentos descargando sus armas en todas direcciones posibles. Pronto la fragata quedó envuelta en una lluvia de descargas de energía y enjambres de misiles que volaban en todas direcciones.

—¡Atención! —gritó Owen sujetándose de la silla. ¡A toda velocidad! ¡Destruyan todo lo que esté a nuestro paso! ¡Tenemos que salír de aquí a como de lugar!

Los cuatro cañones principales barrieron lo que estaba frente a la fragata mientras las nuevas torretas comenzaron a seguir los blancos más pequeños mientras disparaban en forma intercalada. Liberada del pozo gravitacional, la terrible aceleración de los motores catapultó a la ágil nave en medio de las tropas Zentradi, sin que nada ni nadie pudiera detenerla.

—¿A qué mierda le están disparando? —preguntó Gabriel sin quitar la vista del radar de objetivos. —No logro detectar otra fuerza enemiga…

—Son los fantasmas. —dijo Owen. —Están… están luchando contra las mismas imágenes que vemos nosotros.

Allí en el Campo, junto a los enormes esqueletos de naves destruidas hace siglos, enormes naves fantasmales habían aparecido de la nada. Era como si los restos hubieran vuelto a la vida, pero no eran reales. Eran recuerdos de los guerreros que habían luchado y muerto en aquel olvidado rincón de la galaxia despertados de sus tumbas por el extraño artefacto traído por los Voldorianos.

La Bramante atravesó una fantasmal Nupetiet-Vergnitzs que en aquellos momentos disparaba su terrorífico cañón dimensional hacia ellos. El mortal rayo era más ancho que la fragata y por un momento estuvieron completamente inmersos en la descarga de energía.

—Una experiencia que creo nadie pudo contar jamás. —observó Jarvis al ver como la Bramante atravesaba por dentro del cañón principal de la nave Zentradi como si no estuviera allí. —No culpo realmente a los Zentradi por entrar en pánico.

—¿Cómo está el reactor? ¿Cuánto falta para…? —preguntó Owen.

—Generador WARP al 78% —indicó Boris. —A esta velocidad y disparando los cañones no vamos a consolidar una burbuja más rápido que eso. —gritó.

La Bramante avanzaba a toda velocidad y se aproximaba al límite del Campo de Escombros. Más allá estaban todas naves Zentradi, reales e imaginarias, luchando entre sí en medio de una confusión total.

—¡Detecto emisiones DEFOLD! —exclamó Gabriel de pronto —Múltiples contactos… ¡Imposible contarlas! —gritó.

Alrededor del campo de batalla aparecieron miles de explosiones de luz, similares a los enormes arcos de energía FOLD que formaban los puntos de entrada y salida de las naves al Espacio SubDimensional, pero visiblemente diferentes.

Jarvis se restregó los ojos —Esos no son…

—¡Son Super FOLD-Gates! —exclamó Boris. —¡Están por todos lados!

Owen golpeó el apoyabrazos de su asiento—¿Super FOLD-Gates? ¿Aquí? Eso no es posible.

Los cañones de la fragata disparaban sin cesar, pero la mayoría de los blancos eran chatarra que se interponía en su camino y eran rápidamente vaporizados por las descargas de las terribles armas. Pronto las alarmas de amenazas se encendieron por completo y varios gigantescos misiles anti-naves se dirigieron hacia ellos. Las torretas de defensa de punto comenzaron a escupir fuego de saturación en todas direcciones para tratar de neutralizar aquellos enormes misiles.

—¡86%! —gritó Boris mientras las pantallas alrededor se llenaban de explosiones a medida que los misiles explotaban en enormes bolas de fuego alrededor de la fragata. Las poderosas ondas expansivas golpeaban la nave desde todas las direcciones, haciendo temblar hasta los propios huesos de los soldados a bordo de la misma.

—Maldición… solo un poco más… —exclamó Owen cuando la Bramante dejó atrás los últimos escombros del Campo y se adentró entre las miles de naves Zentradi.

Allí la batalla arreciaba. Todos los cruceros y acorazados disparaban sin cesar a las naves fantasmas sin importar si aparecían o no en los radares. Era obvio que toda aquella flota estaba sufriendo el mismo tipo de experiencia sensorial. ¿Qué clase de imágenes estaban viendo los Zentradi dentro de sus naves? ¿Sentirían algo aparte de la confusión general?

Varias descargas pasaron sobre y bajo ellos. Eran ahora un blanco a la vista de todos y cientos de radares de tiro se centraron en ellos. El radar holográfico se volvió rojo como un sol de todas las amenazas que convergieron sobre ellos. Miles de torretas giraron para buscarlos, cientos de miles de ojos se posaron sobre la pequeña nave y ajustaron sus miras con los dedos sobre los gatillos, listos para disparar.

Varias de aquellas Super FOLD-GATES aparecieron frente a ellos. La Bramante maniobró en forma violenta para esquivarlas. La tecnología de aquellos Super-Portales era apenas conocida por los mejores científicos del Consorcio Macross y solo se habían podido reproducir en forma controlada en pocas oportunidades. Super FOLD-GATES generados en forma espontánea eran impredecibles y extremadamente peligrosos. Aquellos fenómenos eran muy poco conocidos y creaban puertas a lugares inexplorados del espacio Dimensional. No solo eran apariciones extrañas y poco frecuentes; se creía que una vez que se entraba a una de ellas no había forma de salir. Eran trampas mortales a un lugar completamente inexplorado.

—¿Por qué aparecen estas cosas aquí? —exclamó Owen. —¿Y por qué tantas juntas? ¡Esto no tiene una mierda de sentido!

—Capitán… mire atrás. —dijo Gabriel con apenas un hilo de voz.

Owen miró y sintió que el corazón se le congelaba en el pecho.

La esfera negra había consumido la totalidad de la anomalía y seguía creciendo cada vez más rápido en forma exponencial. Ya había consumido la mitad del campo y a todas las naves Zentradi que permanecían en él. Se dió cuenta que nunca podría escapar al horizonte de aniquilación incluso a la enorme velocidad de la Bramante.

—No hay alternativa. —comprendió el Capitán Owen suspirando profundamente. —Solo nos queda una salida.

Un temblor recorrió la espina dorsal de Jarvis. Sabía exactamente lo que su Capitán quería decir.

—Hazlo. —ordenó Owen volviéndose a sentar en su silla de Capitán. —Ya no importa, de cualquier forma ya estamos muertos.

—A la orden. —exclamó Jarvis también resignado dando una vuelta al timón. —Perdido por perdido…

La Bramante cambió de rumbo y se dirigió a la Super FOLD-Gate más cercana. El enorme disco de energía llenó por completo la pantalla frente a los hombres, ya resignados a jugarse la vida ante el irremediable destino que devoraba todo a sus espaldas. Sin dejar de acelerar, la pequeña fragata entró como una flecha en la misteriosa entrada, creando una explosión de luz que cegó a todos momentáneamente.

Justo a tiempo. La enorme esfera de aniquilación aceleró su crecimiento exponencialmente alcanzando un grado de expansión apenas por debajo de la velocidad de la luz. En un instante absolutamente todo en un radio de tres UA desapareció para siempre de la galaxia.

Entonces todo fue silencio.