El Comandante Khallen no se parecía en nada a lo que uno podría esperarse que luciera un Comandante de la flota Zentradi. Era de casi el doble de altura de sus contrapartes en las flotas operativas a lo largo y ancho de la galaxia y su enorme presencia hacía parecer como insectos al grupo de Archivistas que se había reunido a sus pies en respuesta a su llamada.

El Zentradi estaba conectado al propio Nexus por cientos de conexiones biomecánicas que surgían de sus hombros y espalda, creando una especie de tocado monstruoso que se movía junto a él en aquel enorme recinto. Cada cierto tiempo un nuevo cable o apéndice blancuzco surgía de algún punto del techo y como una serpiente monstruosa se enroscaba en busca de una conexión disponible en el titánico anfitrión mientras esperaba a que algún otro cable fuera expulsado para hacer sitio.

Al contrario que las enormes Bio-Computadoras que comandaban las SuperFortalezas, Khallen no estaba limitado a permanecer en el mismo sitio y todas esas conexiones podían retraerse para permitir su libre movimiento a donde quisiera… aunque no era algo que necesitase hacer a menudo.

El gigante entre gigantes contempló a los silenciosos Archivistas y desplegó una media docena de pantallas usando proyectores adheridos a sus extrañas ropas.

—Ha llegado más información desde el frente de batalla. —proclamó mientras una docena de pares de ojos seguían con atención las imágenes de las pantallas.

—Protocultura. —exclamó uno de los archivistas. —Esas armas…

—Si, ha sido confirmado. —respondió Khallen. —Ese armamento solo puede corresponder a tecnología de la Protocultura.

—¿Remanentes del Ejército de Supervisión? —preguntó una Archivista Meltran.

—No, no parecen ser ellos. —dijo otro de ellos. —Parece ser un enemigo que ha adoptado su tecnología y armamento.

En la pantalla podían verse los restos de varias naves terrestres. El casco destrozado de un BattleClass podía apenas reconocerse partido como estaba en tres partes completamente rodeado de otros restos irreconocibles de naves humanas y Zentradi por igual.

Las imágenes de aquella carnicería fueron reemplazadas por una vista superior del plano galáctico en donde el brazo de Orión quedaba resaltado con una serie de indicadores en color rojo.

—Nuestras tropas han localizado una inusual concentración de enemigos en esta zona. —continuó explicando el gigante. —Sean quienes sean, parecen haberse expandido en forma exponencial por todo este sector en solo unas pocas docenas de ciclos.

Los archivistas soltaron varias exclamaciones de asombro al ver el sector que Khallen indicaba.

—Esa velocidad de expansión en tan poco tiempo es inaudita. —dijo otro de los archivistas. —¿Cómo es posible?

—Han obtenido los secretos de la Protocultura. —respondió el Comandante. —Y utilizaron su tecnología para expandirse de forma explosiva, lo que también significa una cosa.

—Cultura. —exclamaron varios archivistas a la vez.

—Si… Cultura. —afirmó el gigante. —Nuestros vigías han interceptado varias transmisiones originadas en la zona y hay absoluta certeza de ello.

Una serie de imágenes comenzó a aparecer en la pantalla y los archivistas lanzaron gritos de angustia. En las imágenes podrán verse toda clase de objetos y fotografías de la humanidad; parejas en la playa, autos de lujo, espectáculos deportivos… cada nueva imagen que aparecía en las pantallas causaba más y más alboroto entre los agitados archivistas.

—Esto es terrible. —dijo uno de ellos apartando la mirada de las perturbadoras imágenes. —¿Qué están haciendo nuestras flotas para prevenir esa infección descontrolada? —preguntó

Khallen hizo desaparecer las imágenes y los Zentradi respiraron aliviados. —Tres flotas principales han entrado en combate con ellos. —informó el gigante. —Hemos ganado las primeras batallas y nuestra vanguardia ha entrado sin oposición a sus territorios centrales. Hemos contactado a otras cinco flotas cercanas y también están en camino para reforzar el ataque principal.

Los Zentradi lanzaron exclamaciones de victoria, sin embargo el Comandante Khallen pidió silencio. —Su flota principal ha evitado el combate directo. —dijo señalando un sector en la periferia de la zona de combate. —Creemos que han iniciado la retirada hacia los sectores exteriores de la galaxia. —indicó marcando un vector hacia uno de los brazos principales de la Vía Láctea.

—Entonces debemos destruir todos sus territorios de forma fulminante. —dijo la archivista meltran. —Reducir a cenizas sus planetas y bases para arrancar de raíz todo vestigio de su existencia.

—Ya se ha empezado a hacer eso. —respondió el Comandante. —No obstante estamos ante un enemigo astuto; que no solo se ha apropiado de la tecnología y armas de la Protocultura; también las ha mejorado y desarrollado en formas completamente desconocidas para nosotros.

—Eso es grave. —dijo otro de los archivistas. —Tenemos que ser precavidos.

El Comandante Khallen asintió. —Es por eso que debemos cambiar los planes que tenemos para Noigolk Dah. —afirmó.

Al escuchar el nombre del nuevo Comandante Supremo los Archivistas guardaron silencio de golpe. La nueva Superfortaleza estaba lista para dejar el Nexus y las naves que conformarían la futura nueva flota habían comenzado a llegar desde una docena de Satélites Fábrica repartidos por los sistemas cercanos desde hacía varios ciclos.

—¿No irá entonces hacia al centro de la galaxia como estaba planeado desde el principio? —preguntó uno de los archivistas.

—No. —aseguró Khallen. —Estos nuevos enemigos presentan una amenaza mucho más peligrosa de lo que aparentan. Tenemos que reforzar el ataque con todas nuestras unidades disponibles y garantizar la completa aniquilación de su cultura.

Los archivistas intercambiaron nerviosas palabras entre ellos, al cabo de un rato uno de ellos se dirigió al Comandante del Nexus. —¿Cómo sabemos que son tan peligrosos? —preguntó. —Si los reportes que nos han llegado son ciertos, nuestras tropas han ganado todas y cada una de las batallas en las que estos enemigos han aparecido. —aseguró.

Khallen soltó un poderoso bufido y varias de las conexiones de su espalda se desconectaron y reconectaron en medio de un poderoso temblor. —No se dejen engañar por solo unas pocas escaramuzas. —afirmó. —Creemos que son los responsables de la destrucción de al menos una de nuestras flotas.

—¿Está confirmado eso? —preguntó la archivista meltran.

—No, pero la evidencia lo respalda. —afirmó el gigante. —La flota de Gol Boddole Zer desapareció en cercanías de ese sector. —dijo mientras en una de las pantallas volvía a representarse el Brazo de Orión.

—Los registros establecen que las flotas de Gol Boddole Zer y Dortrad-Jen se habían perdido cuando atacaron una concentración del Ejército de Supervisión durante una operación de intercepción coordinada. —explicó otro de los archivistas.

—Dortrad-Jen pagó el precio final por su error. —dijo la meltran cruzándose de brazos. —La pérdida del Nexus del sector Gamma se debió a su ineptitud; si no hubiera revelado la localización del astillero ahora dispondremos de otra flota extra en la zona.

El Comandante se volvió hacia la meltran. —Vigile su lengua, archivista Veiss. —la reprendió. —No le corresponde a usted juzgar las decisiones de los Comandantes Supremos. ¿Entendido?

La meltran hizo una reverencia y volvió a ocupar su puesto junto a los demás archivistas

—Ese es el último reporte oficial que teníamos. —aseguró Khallen volviéndose hacia el archivista que había mencionado la operación conjunta.. —Pero hemos descubierto información nueva sobre lo que sucedió tras ese ataque; Dortrad-Jen fué destruido junto con la flota principal enemiga, pero Gol Boddole Zer sobrevivió a la batalla y continuó persiguiendo a las fuerzas enemigas hasta esta zona. —dijo señalando el cúmulo estelar en donde se encontraba el planeta Tierra.

—¡Deculture! —exclamaron al unísono varios archivistas.

—La flota de Gol Boddole Zer estaba severamente reducida en tropas y provisiones entonces, pero de alguna forma desaparecieron por completo mientras perseguían unas pocas naves remanentes de la batalla; es imposible que hayan sido derrotados por las tropas sobrevivientes del Ejército de Supervisión; algo más tuvo que haberlos sorprendido en esta zona.

Los Zentradi volvieron a deliberar nerviosos entre ellos. Aquellos seres podían usar sus tentáculos Bio-Mecánicos para generar conexiones físicas entre sus cerebros e intercambiar miles de Petabytes de información en forma casi instantánea.

—La evidencia tiene probabilidad alta de ser circunstancial. —afirmó uno de ellos. —La flota de Gol Boddole Zer se encontraba reducida en capacidad por la reciente batalla; es probable que un encuentro posterior con una fuerza menor pero más organizada y pertrechada haya logrado derrotarlos. ¿Tal vez una Colonia de Vajras? (1) —preguntó. —Ya hemos perdido una de nuestras Superfortalezas contra esas criaturas hace trescientos ciclos. —recordó. —Sus tácticas de infección y adaptabilidad hacen muy difícil su erradicación una vez que una flota ha sido atacada por ellos.

Khallen cruzó sus enormes brazos y miró a los pequeños archivistas. —Con respecto a eso… —dijo mientras otros cables se conectaban a sus hombros desde el techo. —Los Vajras han desaparecido.

Los archivistas quedaron petrificados al oír aquello.

—¿Desaparecido? ¡Imposible! —exclamaron.

—Hemos recibido la confirmación de varias flotas en diferentes puntos de la galaxia. —declaró el Comandante. —Desde al menos diez ciclos que todo contacto con esas criaturas ha cesado por completo; hemos confirmado que sus nidos y zonas de patrullaje están completamente abandonadas.

—¡Deculture! —exclamaron varios de ellos.

La archivista meltran se puso de pie y señaló la pantalla con el mapa de la galaxia. —¿Podría tratarse entonces de… los Protodevilns? (2) —preguntó con temor.

Aquel nombre causó pavor entre los demás Zentradi. La sola mención de aquellas criaturas hacía que los archivistas entraran automáticamente en pánico.

—¡Imposible! —gritaron varios. —¡Esos seres fueron sellados en un planeta helado! —afirmaron con temor.

Khallen asintió. —Es posible. —dijo. —Solo esos seres serían capaces de rivalizar con nuestras fuerzas y destruir una flota entera sin dejar rastros.

Los rostros de los archivistas se habían vuelto del color de la ceniza. —Si esos seres han despertado entonces estamos perdidos. —exclamaron.

El gigantesco Comandante extendió un brazo para calmar a los pequeños Zentradi reunidos a sus pies. —Calma. —pidió. —Ciertamente los Protodevilns son enemigos formidables, pero no hay pruebas que respalde su repentina aparición. —dijo. —Recuerden que hemos ganado varias batallas contra ellos; eso no podría ser posible si fueran los legendarios Protodevilns.

Las discusiones se reanudaron de inmediato entre los Zentradi ¿Quienes eran aquellos misteriosos enemigos? ¿Había alguna relación entre su repentina aparición y la desaparición de la flota de Gol Boddole Zer y luego de los Vajra?

—¿Cual es el estado de Noigolk Dah? —preguntó uno de los archivistas al cabo de un rato.

—¿Ha despertado?

—Aún no. —respondió el gigantesco Comandante. —Decidí que sería prudente alimentar su base de datos con toda la información actualizada que tenemos antes de comenzar su misión. Todos los escuadrones de combate y sus comandantes están ya en posición y listos para zarpar en cuanto finalice la carga de datos.

Los archivistas asintieron. Una Superfortaleza era un recurso extremadamente valioso cuya sola presencia podía definir el curso de una guerra. No podian apresurarse a desplegarla en el campo de batalla sin saber todavía a que se enfrentaban exactamente.

—En cuanto recibamos la última actualización del frente moveremos la nueva flota. —indicó el Comandante. —Hasta entonces pueden volver con sus respectivos comandantes. Recuerden que este enemigo desconocido podría contraatacar en formas inesperadas; debemos estar alerta y reaccionar con rapidez.

Los archivistas hicieron el saludo Zentradi y comenzaron a abandonar el enorme salón.

—Espere. —dijo súbitamente Khallen dirigiéndose hacia la archivista meltran que había hablado antes. —Archivista Veiss.

—A sus órdenes, Comandante. —respondió la meltran poniéndose en posición de firme.

El gigante la miró desde sus casi treinta metros de altura con severidad. —Le interesará saber que el Escuadrón de Reconocimiento 377 ha regresado de su patrulla. —dijo.

Khallen no podía ver el rostro de la meltran ya que una máscara negra brillante cubría casi todo el frente de su cabeza, pero sí pudo percibir un estremecimiento en su cuerpo.

—Me imaginé que le interesa saberlo. —indicó el gigante. —Su permiso de aproximación ha sido enviado hace solo unos minutos.

—Me sorprende que aún sigan vivas. —observó la archivista. —Me pondré en contacto de inmediato con la Capitán Hyle en cuanto atraquen en el Nexus.

El gigante la miró con seriedad. —¿Qué es tan interesante de esa Capitán? —preguntó. —Hace varios ciclos que ha estado estudiando sus reportes y planes de vuelo.

—¿Además del tiempo que lleva patrullando en esa vieja nave? —preguntó la meltran. —Es un espécimen realmente interesante y me gustaría estudiarle en persona. —dijo.

Khallen lanzó un gruñido que hizo sacudir los manojos de cables que salían por detrás de su cabeza. —Haga lo que desee, pero recuerde que usted está asignada a una de las escuadras de ataque al mando de Noigolk Dah, cuando llegue el momento de desplegar la flota, usted deberá volver con su Comandante.

—Así se hará, Su Excelencia. —respondió la meltran.

—Puede retirarse.

La meltran volvió a saludar y se alejó en pos del grupo de archivistas, dejando al Comandante del Nexus solo en aquel enorme lugar.

Khallen permaneció en su sitio mientras millones de datos eran procesados simultáneamente en sus terminales de cómputo distribuidas a lo largo y ancho de su cuerpo. Al cabo de varios minutos todos los cables y conexiones neurales se desprendieron de su cuerpo y se retrajeron hacia el techo, dejando al gigantesco ser reducido a algo parecido a una forma relativamente humanoide. Frente a él, una solitaria pantalla mostraba la posición y seguimiento de todos los contactos que eran monitoreados en tiempo real por los sistemas de defensa del Nexus. Uno de ellos captó la atención inmediata del Comandante por el pequeño indicador amarillo que parpadeaba incensantemente a su alrededor.

—Así que finalmente ha sucedido. —dijo usando sus conexiones remotas para seleccionar y aislar los datos del contacto. La nave que aparecía en el radar era un Destructor Cañonero Meltran asignado al escuadrón de exploración avanzada 377. Una serie de palabras giraban en torno al contorno de la nave indicando una emergencia declarada debido a daños catastróficos.

Durante los miles de ciclos de operación del Nexus Kharen había registrado la desaparición de cientos de patrullas. Aquellas naves podían funcionar durante unos cincuenta o sesenta años, pero transcurrido ese ciclo era solo cuestión de tiempo hasta que las naves sufrieran un daño tal que las convirtiera en naufragios irrecuperables. Las flotas regulares Zentradi sufrían esos problemas todo el tiempo y generalmente una nueva nave era despachada a la ubicación del naufragio para trasladar la tripulación y continuar las operaciones con normalidad, pero en el caso de las patrullas del Nexus eso no podía hacerse; todas las patrullas tenían absolutamente prohibido emitir comunicaciones o señales de ningún tipo a fin de evitar que la localización del Nexus pudiese ser interceptada, ni siquiera en caso de emergencias. Solo se permitía emitir señales de alerta en caso de presencia enemiga, pero nada más. Una nave que perdiese sus capacidad de navegación allá afuera estaba condenada a morir en silencio; la seguridad del Nexus era más importante que las pocas vidas de una tripulación de exploración.

Que una nave pudiese volver por sus propios medios al Nexus era una rareza. Khallen dudó por un instante si era prudente autorizar el atraque de esa nave, pero finalmente cerró la pantalla y se olvidó del asunto; había cosas muchísimo más importantes que hacer que preocuparse de una vieja nave y su extraña Capitán. Los enormes apéndices y cables volvieron a descender del techo y una vez más se conectaron al cuerpo del gigantesco Comandante, quien no demoró en volver a su trabajo.

.

.

.

.

—¡Deculture! —exclamó Camila.

Todos los tripulantes (Menos la Capitán Hyle, quien no había vuelto a hablar con ellos desde su última reunión en el salón comedor) se habían juntado en el puente de mando al culminar el salto FOLD. Ante ellos el Nexus se extendía en todas direcciones; era un complejo de un tamaño que desafiaba a la imaginación. El profesor Von Neumann estaba extasiado con lo que veía y no dejaba de tomar fotografías y apuntes con su Pad.

—¿Alguna vez habías visto algo así? —preguntó Ximena a su compañera meltran. Tali sacudió la cabeza. —No y eso que conozco la mayoría de los satélites fábrica de la zona central. —dijo sin poder apartar los ojos de las monstruosas instalaciones del Nexus. —Esta cosa es… es decir, la escala de este maldito lugar me ha volado la cabeza. —reconoció sin poder ocultar su asombro.

Fritz se puso junto a Tali y señaló la pantalla en donde se podía ver una parte de la instalación (El Nexus era tan grande que ya no entraba en toda la pantalla a pesar de estar aún a varios cientos de kilómetros de distancia) —¿Puedo usar los sensores para recaudar información? —preguntó como un niño impaciente que señala los juegos en un parque de diversiones.

—Utilice solo los sensores pasivos y cámaras. —indicó la meltran. —Y trate de ser discreto.

Fritz hizo un rudimentario saludo militar y de inmediato se sentó en una de las consolas para extraer la preciada información.

La enorme superfortaleza era visible en el mega astillero en donde estaba siendo construida. Dos enormes torres como asteroides del tamaño de planetas enanos se alzaban a cada lado de la titánica nave sirviendo de anclaje a las dos enormes alas que se extendían por centenares de kilómetros hacia cada banda. Alrededor de la parte central de la nave orbitaban asteroides más pequeños, pero aún así monstruosas rocas de varias decenas de kilómetros de diámetro, cada una de ellas equipadas con maquinarias de funcionamiento desconocido. ¿Eran esas fortalezas construidas por secciones o crecían como enormes cuerpos biomecánicos? Fritz se sentía en el propio cielo al indagar sobre aquellas cuestiones y cada nueva imagen, cada nueva lectura de patrón de energía o registro de emisión térmica que llegaba a su computadora no dejaban de sorprenderlo.

Si la Superfortaleza era impactante, el tamaño de la flota que la acompañaba fué lo que realmente había dejado sin habla a los demás. Era tal la cantidad de naves de todo tipo y tamaño que estaban milimétricamente ordenadas a cada lado del astillero que provocaba mareos a quien mirase aquel paisaje. Las naves Zentradi estaban formadas en escuadrillas tridimensionales que asemejaban a bloques y era tal la densidad de ellas en cada una de esas formaciones que apenas podía verse la negrura del espacio a través de ellas. Era un espectáculo que ningún humano hubiese visto antes.

—¿Dos millones de naves? —preguntó Camila.

—Yo diría tres. —respondió Tali. —O cuatro… ¿Realmente importa? Con esa clase de números ya hasta se pierde el significado de las palabras. —afirmó.

Lina se cruzó de brazos y miró la pantalla con preocupación. —¿Qué hacemos ahora? —preguntó. —La fortaleza está allí, al menos eso está confirmado y no parece haber entrado en servicio todavía.

—Aún no nos han asignado un sitio para atracar. —explicó Tali pensativa. —La nave está ahora en modo de acercamiento automático, realmente no podemos hacer nada hasta que nos devuelvan el control.

Ximena señaló la pantalla. —¿Puedes devolvernos el control manual en caso de ser necesario? —preguntó.

—Por supuesto, aunque hacer eso seria practicamente un suicidio. —respondió la meltran. —Ahora que estamos aquí tenemos que jugar con sus reglas; apresurarse podría suponer un fracaso.

—Y que nos maten a todos. —agregó Lynn hablando por primera vez. —¿Quieren que siga buscando a la Capitán Hyle? —preguntó.

—Hazlo. —ordenó Tali. —Si intentan comunicarse con la nave será mejor que sea Hyle quien responda a la llamada.

Lynn hizo un saludo y tomando su rifle intentó salir por la puerta, pero esta se abrió casi frente a sus ojos y la enorme meltran llamada Hyle apareció en la puerta. Lynn dió un salto hacia atrás y de inmediato se puso firme, los demás en el puente la imitaron de inmediato.

—Capitán en el puente. —informó Tali mientras los demás saludaban a la manera meltran.

Hyle caminó hasta los puestos de control y se detuvo junto a Fritz. Tali y los demás comprendieron que el joven no se había percatado de la presencia de la meltran y continuaba inmerso en las pantallas que tenía frente a él, completamente absorbido en descubrir los secretos del Nexus. Hyle lo miró en silencio mientras los demás comenzaban a transpirar nerviosamente. Finalmente la meltran se volvió hacia Tali mientras señalaba al doctor Von Neumann. —¿Es normal que haga eso? —preguntó.

—Fritz se… toma muy en serio sus responsabilidades. —respondió la Jefa de Ingenieros tratando de sonar lo más convincente posible.

Para su fortuna Hyle de alguna forma estaba acostumbrada a ser ignorada por su tripulación y rápidamente pasó por alto la ofensa del tripulante. —En descanso. —ordenó dirigiendose a los demás que continuaban inmóviles en sus sitios haciendo el saludo meltran. —¿Ya nos han asignado un sitio de amarre?

—Aún no, Capitán. —respondió Tali. —La nave continua en modo de aproximación automático.

—Bien, yo me haré cargo desde aquí. —ordenó dirigiéndose hacia su silla. —Establezcan una comunicación con el control de tráfico local.

—A la orden. —respondió Tali haciendo un gesto hacia Ximena, la joven asintió con la cabeza y se sentó frente a su consola. Los demás se colocaron a un lado junto a las terminales de defensa antiaérea.

La Capitán Hyle se sentó en su silla y esperó a que la pantalla de comunicaciones se desplegara frente a ella. El rostro de un oficial Zentran apareció en la misma al cabo de unos segundos.

—Aquí el Escuadrón 377. —transmitió la meltran. —Requerimos permiso para amarrar inmediatamente; tenemos daños críticos en la nave.

—Informe de situación y tipo de emergencia. —pidió el oficial

—Daños estructurales severos, propulsión limitada, integridad del hangar comprometida por incendio reciente.

—¿Estado de la tripulación?

—Sin heridos. —respondió la meltran.

—Petición recibida. —informó el oficial. —Se ha determinado que existe la posibilidad de una explosión espontánea de la nave en cuestión, Diríjase al muelle M-812 a la velocidad que considere segura.

—¡Debura! —exclamó Tali golpeando la consola frente a ella. —Eso es en el otro extremo del complejo. —comprendió al ver el punto de ruta que aparecía en la pantalla de navegación.

Hyle la miró confundida. —¿Sucede algo, Oficial Tali? —preguntó.

—No, Capitán. —respondió rápidamente la jefa de Ingeniería tratando de calmar su decepción.

La meltran la miró en silencio. —Proceda entonces. —ordenó al cabo de unos segundos.

El destructor pasó a modo manual y Tali maniobró la vieja nave cambiando el rumbo de aproximación. Pronto comenzaron a alejarse de la gigantesca nave que era su objetivo y en cambio se dirigieron hacia la parte más alejada del complejo ante las miradas desahuciadas del resto de la tripulación que nada podía hacer para remediarlo.

Si todo el Nexus bullía de actividad durante los preparativos del lanzamiento de la nueva flota, en aquel sector de la instalación parecía suceder todo lo contrario; enormes secciones de lo que parecían ser astilleros móviles yacian arrumbados unos contra otros en enormes pilas que se apoyaban de forma casual sobre varias enormes asteroides que superaban los cincuenta kilómetros de diámetro. Toda clase de material remanente podía verse allí flotando o anclado a diferentes estructuras abandonadas o a medio ensamblar. ¿Probablemente los restos del proyecto original de la construcción del propio Nexus? Era imposible saberlo a ciencia cierta, aunque Fritz estaba ciertamente aprovechando la oportunidad de aprender todo lo posible de aquel sitio y no cesaba de tomar notas en sus múltiples pantallas.

—Nos han enviado al basurero del Nexus. —exclamó Camila, por suerte en voz suficientemente baja para que Hyle no pudiera escucharla.

Tali voló la nave en completo silencio siguiendo la ruta que aparecia resaltada en su interfaz de navegación. Al rodear uno de los asteroides cubiertos de andamios y maquinaria abandonada vieron un solitario muelle de amarre oculto tras las sombras de las enormes estructuras del astillero principal. Era al parecer una plataforma móvil que había sido anclada allí lejos de las rutas más transitadas del Nexus. Vieron varias naves de todo tipo ancladas allí, desde destructores como el que volaban ellos hasta una enorme Nupetiet-Vergnitzs con sus casi cuatro kilómetros de largo, todas ellas mostrando los signos de deterioro y decaimiento tras incontables años de servicio para la armada Zentradi.

—No un basurero…. un cementerio. —la corrigió Lina.

Cuando la "Dumpster Fire" sobrevoló el muelle pudieron ver con asombro que algunas de las naves tenían signos de vida en su interior. Hasta vieron que el hangar de uno de los destructores estaba abierto y completamente iluminado.

—¿Hay tripulación activa en esas naves? —preguntó asombrada Tali.

—Por supuesto. —respondió la Capitán Hyle. —Mientras una nave aún tenga capacidad de luchar, aunque sea arrojándose de forma suicida contra el enemigo, es una nave lista para la batalla. —afirmó Hyle cuya voz de pronto pareció volverse más grave. —Y lo mismo va a pasar con esta nave. —aseguró.

Todos miraron a la meltran con asombro, pero Hyle guardó silencio y continuó mirando la pantalla frente a ella.

El destructor sobrevoló la instalación y tras dar una vuelta completa comenzó a descender hacia el lugar designado. Vieron que había un "pequeño" espacio entre dos acorazados clase Thurvel-Salan y hacia allí dirigió Tali la nave con asombrosa habilidad. La nave giró sobre sí misma colocándose en paralelo con ambas naves a sus lados y descendió lentamente hacia la enorme estructura de metal que sería su lugar de reposo permanente.

—Desplegando anclajes magnéticos. —informó la meltran mientras seguía el procedimiento de anclaje al pie de la letra. —Desacoplando el impulsor principal, trescientos metros, doscientos metros… cien metros… activando anclas.

Hubo una vibración apenas perceptible en el puente de mando mientras todos guardaban un silencio sepulcral.

—Anclaje completo, la nave está asegurada al muelle. —informó Tali soltando un suspiro de alivio.

Hyle se puso de pie y se volvió hacia su tripulación. —Buen trabajo a todas. —dijo. —Gracias a su dedicación y disciplina hemos logrado llegar vivas a…

La meltran dejó de hablar de forma abrupta y los demás la miraron con preocupación.

—¿Capitán? —preguntó Tali incorporándose de su estación. —¿Sucede algo?

Hyle se llevó una mano a la boca. —Yo… iba a decir una palabra. —dijo con voz tensa. —ca… ca…

—¿Casa? —preguntó Camila confundida. —¿Hemos llegado vivas a «casa»?

El rostro de la Capitán Hyle pareció palidecer de repente. —Esa… esa palabra. —dijo. —No sé lo que significa… ¿Por qué intenté usarla?¿Y por qué conoce usted su significado…? —preguntó mirando fijamente a Camila.

—Debura. —exclamó Tali poniéndose en guardia. A su lado Ximena la imitó con rapidez.

Afortunadamente una llamada sonó en el puente de mando en ese preciso momento haciendo que la tensión se disipase momentáneamente. Ximena volvió a sentarse frente a la terminal y manejó los controles del sistema de comunicación de la nave. —Solicitan hablar con usted, Capitán. —dijo volviéndose hacia Hyle.

La meltran apartó la mirada de Camila y se volvió hacia Ximena. —En pantalla. —ordenó.

La enorme pantalla que mostraba el frente de la nave fué reemplazada por un rostro extraño. A pesar de la máscara de metal negro y pulido que ocultaba los rasgos por encima de la boca era evidente que se trataba de una meltran. Tali comprendió de inmediato que se trataba de alguien de alto rango y dió un disimulado golpe a Fritz en la cabeza. El joven se volvió confundido y al ver a todos en posición de firme rápidamente se puso de pié y saludó a la pantalla como el resto de la tripulación.

—Capitán Hyle. —habló la misteriosa meltran desde la pantalla. —Veo que ha podido regresar a la base a pesar de los daños… buen trabajo.

—Gracias, Señor. —respondió la recién mencionada. —Mi tripulación ha hecho un trabajo excelente para traernos sanas y salvas.

—No lo dudo. —observó la desconocida desde la pantalla. —Soy la Archivista Veiss, actualmente estoy bajo el mando del Comandante Khallen, pero estoy asignada como archivista a la comandante Lathis 184 una vez que la flota de Noigolk Dah despegue del Nexus. Me desempeño como analista de datos referentes a la cadena de mando Zentradi y asuntos de coordinación entre oficiales de la flota.

Las alarmas se encendieron de inmediato entre el grupo de infiltración. ¿Deberían interrumpir aquella transmisión antes que Hyle revelara algo que pudiera despertar sospechas en la archivista? La capitán de la nave había resultado fácilmente manipulable, pero aquella desconocida era un oficial de alto rango.

—Esto se está poniendo peligroso. —susurró Tali acercándose a Ximena. —¿Puedes simular una falla en las comunicaciones? Tal vez tengamos que interrumpir esta charla de forma abrupta.

—Entendido. —respondió también en voz baja la Teniente Hernandez. —Estaré pendiente de tu señal.

Hyle miró confundida la pantalla. —Estoy a sus ordenes, archivista Veiss. —declaró. —¿En qué puedo ayudarla? —preguntó sin estar demasiado segura.

—He estado interesada en los reportes de su escuadrón desde hace un tiempo. —explicó yendo directamente al grano. —Su nave ha estado en servicio activo por más ciclos que varios otros escuadrones combinados y tras examinar los datos acumulados me he interesado en su experiencia como Capitán. —observó.

—Mierda. —volvió a murmurar Ximena.

—¿Está anclada su nave al muelle? ¿Es seguro que pueda reunirme con usted de inmediato? —preguntó Veiss.

—Afirmativo. —contestó la Capitán Hyle. —Puede abordar mi nave cuando lo requiera.

—Excelente. Iré de inmediato hacia allí. —respondió la archivista.

La comunicación se cortó de inmediato y el silencio se hizo por completo en el puente de mando. Fué la propia Hyle la que lo rompió volviéndose hacia Tali. —Supongo que querrán volver a las barracas asignadas a su escuadrón. —dijo la meltran. —Pueden proceder cuando lo consideren adecuado; ya no necesitaré de sus servicios en esta nave. —aseguró.

—Gracias, Capitán. —respondió Tali haciendo el saludo meltran. —Haré un informe de la operación de rescate y reuniré los datos de la nave para evaluación, le informaré en cuanto estemos listas.

—¿Está el hangar en condiciones de recibir a la archivista Veiss? —preguntó Hyle.

—Afirmativo, los sistemas de aterrizaje y maniobra están operativos, así como el soporte vital y escudo atmosférico de las puertas principales.

La meltran asintió satisfecha. —Iré al hangar a esperar a la Archivista Veiss, puede terminar con sus tareas en el puente de mando. —ordenó.

Tras decir eso saludó a los demás tripulantes y salió por la puerta en silencio mientras todos los ojos la seguían con atención.

—Estamos realmente jodidos. —dijo Ximena una vez que la puerta se había cerrado. —Cuando esa archivista interrogue a Hyle van a saltar todas nuestras mentiras. —dijo.

Los demás se acercaron y formaron un círculo alrededor de la silla de la Capitán ausente. —¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Lina.

—Una cosa a la vez. —respondió la Ingeniera apoyando ambas manos sobre el respaldo de la silla. —Abandonar esta nave es prioridad absoluta; no podemos quedarnos aquí cuando esa tal Veiss llegue.

—¿Pero cómo podremos evadir los controles del Nexus? —preguntó Camila. —Apenas salgamos con el transporte al espacio aéreo controlado vamos a aparecer en sus radares y no tardarán en preguntarse qué hacemos allí.

Tali sonrió y le dió una palmada a Fritz en la cabeza. —Ya estamos trabajando en eso ¿Verdad? —preguntó.

Von Neumann suspiró. —Lucy. —dijo.

La IA apareció frente a ellos en silencio, iluminando el puente de mando con la luz que produce su imágen holográfica.

—¿Ha podido infiltrar sus sistemas? —preguntó.

—En un 36% —informó la IA. —Tengo acceso a parte de la base de datos del Nexus, pero aún tengo que superar varias barreras defensivas para acceder al sistema de autorización de órdenes.

—¿Cuánto tiempo va a tomarte eso? —preguntó Camila.

—Es imposible estimarlo. —respondió la IA. —Las protecciones del Nexus se basan en separar sus núcleos computacionales en cluster aislados.

—«Airgap». —explicó Fritz. —Lucy no puede infectar todo el sistema de una sola vez porque no hay conexiones físicas entre todas las computadoras; tiene que infiltrar cada sistema a la vez y usar puentes virtuales entre cada nodo.

—¿Puentes virtuales? —preguntó Lynn moviendo las orejas.

—Naves que van de un sector a otro. —explicó Fritz haciendo un gesto con los dedos índice de cada mano. —Lucy infecta una nave que se comunica en un nodo y "viaja" con ella hasta estar dentro de la zona de control de otro; entonces inicia el proceso nuevamente.

—¿Cuántos nodos hay en el Nexus? —preguntó Ximena, aunque ya se imaginaba que no iba a ser una respuesta agradable.

—Aproximadamente cuatrocientos que he podido identificar, pero seguramente haya más. —informó Lucy.

Tali meditó aquella información y llegó a una conclusión. —¿Puedes al menos autorizar nuestra salida? —preguntó. —Necesitamos un sitio seguro donde agruparnos y preparar la infiltración a la Fortaleza, no es necesario que sea muy lejos, solo lo suficientemente cercano para sacarnos de aquí lo más rápidamente posible.

Lucy desplegó un par de pantallas y señaló una lista de posibles destinos basados en los nodos que tenía en su poder. —Hay un almacén de suministros en uno de los asteroides periféricos de este sector del Nexus. —dijo. —El sistema automático ha solicitado una patrulla de vigilancia y la petición está vacante desde hace semanas.

—¿Puedes asignarnos a esa tarea desde aquí? —preguntó Tali.

—Afirmativo.

Tali se volvió hacia los demás. —Está decidido. —dijo. —Vamos a abandonar la nave lo más rápido que podamos; reúnan todo el equipo necesario para la misión y aborden el transporte en treinta minutos; con algo de suerte saldremos antes de la llegada de esa archivista.

De inmediato se pusieron manos a la obra. Mientras Fritz preparaba el software de operación remota en el puente los demás fueron a las barracas y empacaron rápidamente las pocas cosas que habían llevado con ellos. No habían pasado quince minutos cuando todos se reunieron en las puertas del acceso al hangar principal esperando las órdenes de Tali. La meltran y Fritz llegaron a último momento y todos entraron juntos al hangar.

El transporte estaba con la rampa trasera abierta y listo para despegar. Vieron a Hyle que esperaba junto a los Queadluun-Rau mientras bebía de una de las cantimploras de bebida energizante que aparentemente había tomado de otra de las armaduras.

—Aborden. —ordenó Tali. —Yo voy a despedirme de la Capitán Hyle.

Los demás asintieron. Fritz, Lynn y Lina comenzaron a subir la rampa de la nave mientras cargaban los pertrechos para la operación. Ximena y Camila se dirigieron hacia sus armaduras mientras Tali se acercó hasta su superior y se puso en posición de firme una vez que estuvo junto a ella. —Estamos listos, Capitán. —dijo. —Ha sido todo un honor servir en su nave. —declaró.

—El honor ha sido todo mío. —respondió la meltran con una inexplicable sonrisa. —He aprendido mucho de usted y su tripulación.

—Hemos dejado varios de nuestros suministros en el comedor. —observó Tali señalando la cantimplora casi vacía en manos de la guerrera.

—Le agradezco. —respondió Hyle.

Tali dió la vuelta y comenzó a dirigirse hacia su armadura cuando sintió un ruido que le heló la sangre.

—Maldición. —se dijo a sí misma en cuanto vió las enormes compuertas que comenzaron a abrirse lentamente. Afuera la oscuridad era absoluta, pero el brillo de los propulsores de la nave que se acercaban eran fácilmente reconocibles a los expertos ojos de la guerrera; se trataba de un transporte de tropas meltran, de los usados para desembarco de infanteria. Era mucho más grande que el que estaban usando ellos. La voz de Ximena se escuchó en el intercomunicador que Tali llevaba en el oído. —Estamos listas. —dijo la teniente Hernandez.

La Jefa de Ingenieros tragó saliva; Si ese transporte estaba lleno de tropas las cosas se iban a poner muy feas para ellas. —¿Tendrían que asesinar a todos? ¿Lograrían abrirse paso y evitar que la conmoción atraiga la atención de otras patrullas por la zona?

—Fritz, prepara las interferencias. —ordenó usando la radio. —Anula cualquier comunicación de la zona en caso que las cosas se pongan feas.

—En-entendido. —respondió nervioso Von Neumann.

La nave recién llegada entró al hangar y lentamente giró ciento ochenta grados aparcando a un lado de la nave de transporte. Una rampa lateral se abrió en silencio y Tali notó que el interior de la misma parecía vació.

—¿Que…? —se preguntó sin comprender.

Una extraña figura apareció en la puerta y comenzó a descender lentamente por la rampa. Tali reconoció rápidamente las extrañas túnicas que vestían los archivistas, pero nunca había visto esos colores; blancos y dorados con lo que parecían ser piedras o cristales rojos incrustados en varias partes de aquellas extrañas vestiduras. Reconoció también aquella máscara de metal negro que cubria la parte superior del rostro y envolvia el resto del craneo en una especie de forma que recordaba a un caracol marino, aunque de forma mas alargada. Eso le resultó extraño ya que generalmente los archivistas dejaban al descubierto sus grandes y deformes cabezas. De inmediato se colocó en posición de firme y saludó a la forma meltran mientras Hyle se colocaba a su izquierda e imitaba aquel saludo.

—Bienvenida a mi nave, archivista Veiss. —dijo la Capitán Hyle

La archivista Veiss era un poco más baja que Tali, aún así de una altura considerable para ser una archivista, que generalmente solían medir la mitad de altura que sus comandantes. Se detuvo frente a las dos guerreras y las observó en silencio. —Gracias por recibirme, Capitán. —dijo con aquella extraña voz que parecía provenir desde un sintetizador digital. —¿Su tripulación estaba a punto de abandonar la nave?—preguntó mirando las armaduras de Camila y Ximena que se habían colocado a ambos lado del transporte.

—La Oficial Tali Nymedia Ciento Cincuenta y Uno y su escuadrón estaban a punto de regresar a sus barracas. —respondió Hyle. —De no ser por su excepcional desempeño esta nave se hubiese perdido irremediablemente.

—Comprendo. —respondió la Archivista. —Buen trabajo, oficial Tali.

—Gracias, Señor. —respondió la jefa de ingenieros de la Bramante. —Con su permiso, continuaremos con nuestras tareas en…

—Un momento. —dijo la misteriosa meltran y Tali sintió que sus músculos se tensaban. Por el rabillo del ojo vió como Ximena se movía ligeramente asumiendo lo peor.

—¿Señor? —preguntó confundida Hyle.

La archivista miró a la guerrera. —Vine a entrevistar a la Capitán Hyle, pero me gustaría también hablar con su tripulación, no se preocupe oficial, será solo un momento… luego podrá usted continuar con sus tareas en forma normal.

—«Debura» pensó para sus adentros Tali. ¿Qué mierda iba a hacer? Su cabeza funcionaba a mil por hora.

—Será… un honor. —respondió inclinando la cabeza. —Informaré a mi equipo que demoraremos la partida por el momento.

—Gracias, oficial Tali. —respondió la archivista. —Estoy deseosa de aprender mucho sobre ustedes y su nave.

Tali sintió un escalofrío al escuchar aquellas palabras.

.

.

.

Anexo: Sobre los Vajra y los Protodevilns.

(1) Los Vajra son formas de vida inteligentes de tipo biomecánico que habitaban por la zona cercana al centro de la galaxia. Individualmente no son capaces de acciones complejas o demostrar inteligencia, más bien su comportamiento se basa en el uso de una consciencia colectiva gobernada por un individuo (Reina) que dirige los objetivos de cada Colonia.

Son una forma de vida antigua y eran conocidos (y reverenciados) por la Protocultura, quienes obtuvieron muchos de sus avances científicos tras estudiar e intentar emular muchas de las características de estos seres.

Los Vajra no pueden comunicarse directamente con otras formas de vida inteligentes y se muestran hostiles ante aquellos que invaden sus territorios. Son portadores de un peligroso virus capaz de infectar otras formas de vida y en muchos casos convertirse en un vector de enfermedades mortales relacionadas con su infección.

Actualmente se sabe que su única colonia conocida abandonó la galaxia tras los sucesos de la Guerra Vajra del año 2059 y no se ha logrado establecer su ubicación hasta el momento.

(2) Los Protodevilns son criaturas extra dimensionales que poseyeron los cuerpos de las nuevas armas (Evil) creadas por la República Estelar (Protocultura) para reemplazar a los Zentradi. Su aparición en nuestro universo desencadenó el colapso y caída de la República Estelar y la posterior desaparición de la Protocultura.

Durante el apogeo de la República Estelar se produjeron divisiones y combates internos que provocaron una carrera armamentista en pos de mejorar el desempeño y poder de combate de los Bio-Soldados llamados Zentradi. Tras cientos de años de desarrollo se completó el programa que dió origen al arma definitiva; la Serie EVIL; soldados con poderes de combate y capacidades especiales muy por encima de los soldados Zentradi. Tales armas requerían inmensas cantidades de energía para su operación, lo que las volvía prácticamente inviables para las largas campañas y logística de la Protocultura a lo largo y ancho de la Galaxia. El desarrollo de los mismos fué abandonado y los Zentradi continuaron siendo la punta de lanza de la República Estelar en sus guerras regulares e irregulares.

El posterior descubrimiento de una nueva fuente de energía de origen interdimensional avivó el desarrollo de aquellas terribles armas; sin embargo aquella fuente de energía resultó una trampa mortal para la Protocultura, ya que abrieron las puertas a que seres provenientes de otra dimensión poseyeran los cuerpos de las nuevas armas y desencadenaran el caos en todo el Imperio.

Esta nueva amenaza fué llamada ProtoDevilns y rápidamente aniquiló toda resistencia por parte de la República Estelar.

Los Protodevilns no podían permanecer en nuestro universo debido a los enormes requerimientos de energía que necesitaban para mantener su forma, no obstante pronto descubrieron una forma de energía alternativa que les permitía sobrevivir; la Spiritia. Dicha energía era producida por los humanoides de la República Estelar (Tanto Zentradis como de la propia Protocultura) y a fin de apropiarse de ella comenzaron a invadir toda la galaxia usando a las propias tropas poseídas de la República Estelar (Ahora llamados El Ejército de Supervisión) para conquistar y esclavizar todo el imperio.

La Protocultura se vió a las puertas de la aniquilación y recurrió a medidas desesperadas; liberó a los Zentradi de su control a fin de poder usarlos contra las tropas poseídas por los Protodevilns, pero fué una arma de doble filo; los Zentradi atacaron tanto al Ejército de Supervisión como a los remanentes de la República Estelar en forma indiscriminada, reduciendo aún más sus menguadas fuerzas.

Finalmente los Protodevilns fueron derrotados gracias a las habilidades de los Anima Spiritia, quienes lograron sellar a los peligrosos seres en un lejano planeta helado, aunque ya era demasiado tarde para salvar a la República Estelar; los Zentradi ahora liberados del control de sus antiguos amos destruyeron con facilidad los restos del imperio y extinguieron por completo a la Protocultura.

Nota del Autor:

Gracias por compartir otro año más junto a mi historia, este año fueron 22 capítulos (Lamentablemente la primera mitad del año fué algo escasa en actualizaciones y por suerte pude recuperar algo de ritmo al final) y sobrepasamos la mitad de la historia, así que espero poder llegar al final para mediados del año que viene. Ahora voy a tomarme unos dias de descanso y nos vemos después de las fiestas. ¡Que pasen una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo!