Las armaduras se movieron hasta la rampa y Ximena apuntó las luces de los reflectores hacia el interior del transporte de tropas meltran. El compartimento estaba a oscuras y parecía vacío. Podían ver los arneses ubicados en las paredes donde las tropas viajaban aseguradas y listas para desplegarse en el campo de batalla junto con su armamento pesado de apoyo. No vieron sin embargo ninguna de esas armas; era como si aquella nave nunca se hubiese usado para otra cosa que no sea transportar a aquella misteriosa archivista.
—Despejado. —informó la chica-gato moviendo sus orejas, aunque al tener el casco de combate colocado aquel gesto pasó desapercibido al resto de la tropa.
Lynn se acercó llevando un rifle en sus manos y subió lentamente por la rampa seguido de Lina. —Es cierto. —confirmó tras revisar el compartimento de tropas. —No hay nadie más aquí… pero hay algo extraño en el fondo de la bodega.
—¿Extraño? —preguntó Ximena. —¿Qué puedes ver? Intenta describirlo.
—Hay una especie de… vaina. —intentó describir la oficial mientras caminaba alrededor del objeto. Lynn apuntó la linterna de su rifle para iluminar el metal pulido de la superficie. —Quince metros de largo, hecha de algún tipo de metal oscuro…está firmemente anclado al piso de la nave, pero no parece ser una de esas vainas de curación o reposo como vimos en el destructor— explicó.
—Envía la imagen de tu casco a Fritz. —ordenó la Teniente Hernandez. —Tal vez él sepa lo que es.
Lina hizo tal cual lo ordenado y la imagen de la cámara montada en su casco se transmitió a todo el grupo.
—No tengo la más remota idea de lo que sea eso. —confesó Von Neumann mientras miraba la pantalla sentado en su lugar en el transporte Zentran. —¿Algún tipo de vaina de instrumental? ¿Ves algún control de apertura en la superficie?
—Negativo. —respondió Lina moviéndose alrededor del extraño objeto. —Tampoco veo junturas o divisiones que pueda indicar un panel o abertura… todo el cilindro parece ser de una sola pieza.
—Me recuerda a algo. —dijo Fritz pensativo. —Pero no estoy completamente seguro. Necesitaria acceder a una base de datos para corroborar…
—No hay tiempo para eso. —lo cortó de inmediato Ximena.
Lynn extendió la mano y tocó el metal oscuro pero la apartó de inmediato como si hubiese tocado algo caliente. —Esta cosa me da mala espina. —dijo volviendo a sujetar su arma con ambas manos.
—Será mejor que revisen la cabina. —ordenó la teniente Hernandez. —dejaremos ese misterio para otra ocasión.
Las dos mujeres se acercaron a la puerta que separaba el compartimento de tropas de la cabina del transporte y activaron el panel de control. La puerta se abrió y pudieron ver el puesto de piloto y copiloto; estaban vacíos.
—Como lo sospeché. —dijo Ximena tras recibir la confirmación de que la nave estaba vacía. —Esa archivista vino sola.
—¿Y no te parece extraño? —preguntó Camila desde el interior de su armadura. —¿No se supone que esos tipos son una clase de personal extremadamente valioso e importante? ¿Qué hace alguien así viajando sin escolta de ningún tipo?
—El Nexus es una de las instalaciones más protegidas y vigiladas de la Armada Zentradi. —observó Lina. —Seguramente se debe sentir completamente a salvo de amenazas.
Ximena no respondió. Algo le molestaba de todo aquello y no sabía bien por que. —¿Alguna novedad, Fritz? —preguntó.
Von Neumann había permanecido dentro de la nave del equipo monitoreando las cámaras de seguridad instaladas en el viejo destructor. —Siguen reunidas en el salón. —respondió. —Avísanos si hay algún tipo de actividad. —ordenó la teniente.
Fritz observó la pantalla y volvió a activar el comunicador. —Tengo una idea. —dijo.
—¿Una idea? —preguntó Ximena.
—¿Quieren que instale un transmisor en la nave de esa tal Veiss? Tal vez podamos obtener información valiosa de esa archivista.
Ximena meditó aquello profundamente. —¿Te llevará mucho? —preguntó.
—Solo un par de minutos…
—Hazlo, nosotras vigilaremos la puerta de entrada al hangar.
Mientras Fritz subía a la nave escoltado por Lynn y Lina, las demás montaron guardia junto a las puertas que daban al pasillo por el que habían desaparecido las tres meltrans. Tanto Ximena como Camila estaban dentro de sus Queadluun-Rau y vigilaban nerviosas a la espera de la señal de Tali para partir.
Al cabo de unos minutos la Teniente Hernandez volvió a contactar a Fritz. —¿Cómo va eso? —preguntó.
—Bien. —respondió el investigador. —Pero…
—¿Pero?
—Hay algo extraño. —observó Fritz. —Estoy viendo un tipo de interfaz instalado en esta nave que no es normal en la arquitectura Zentradi.
—No es tiempo de investigar esas cosas. —lo reprendió la piloto. —¿Puedes copiar los datos que necesites y analizarlos más tarde? No creo que…
—Xime. —dijo de pronto Camila proyectando su imagen sobre la de Fritz frente a los ojos de la teniente Hernandez. —Algo está pasando en el Nexus.
—Mierda.
La oficial Hughs proyectó la imagen de una de las cámaras instaladas en el destructor para monitorear los alrededores. —Estoy detectando un incremento de la actividad en el radar local.
Todos observaron en sus propias pantallas lo que estaba sucediendo fuera y quedaron sin aliento al comprender la magnitud y escala de aquella actividad.
—La… la flota. —exclamó Ximena con un hilo de voz.
La enorme flota Zentradi se había puesto en movimiento. Fila tras fila de las enormes naves de guerra habían comenzado a moverse en enormes formaciones de centenares y centenares de kilómetros de largo. Como si una titánica manga de langostas se tratase, la poderosa flota comenzó a abandonar sus sitios de anclaje en ordenada formación, pero no era lo único que se había puesto en movimiento en ese momento.
—¡El astillero! —Exclamó Tali.
Las dos enormes torres que se elevaban a cada lado de la Superfortaleza habían comenzado a moverse lentamente hacia atrás, liberando por completo a la enorme nave del lugar donde había sido ensamblada.
—Mierda. —maldijo Ximena. —¿Están a punto de lanzarla? ¿Hemos llegado demasiado tarde?
La enorme nave continuaba en silencio mientras a su alrededor las enormes rocas y astilleros móviles comenzaban lentamente a despejar el sitio por delante de la Superfortaleza.
Perdieron la noción del tiempo al mirar aquel titánico despliegue de poder militar y cuando la voz de Fritz sonó en la radio casi todos se sobresaltaron de inmediato.
—Listo. —dijo Fritz transmitiendo desde el interior del transporte meltran. —Ya tengo instalado un paquete de vigilancia en la nave. —informó.
—Sal de ahí de inmediato. —ordenó Ximena. —Están a punto de lanzar esa cosa y no tenemos tiempo que perder.
Fritz obedeció de inmediato y comenzó a juntar su equipo mientras Lynn se dirigió hacia la rampa por la que habían entrado a la nave. Lina la esperaba allí mientras miraba nerviosa las dos armaduras que se encontraban junto a la puerta que llevaba fuera del hangar. —Ya estamos listos. —informó por radio cuando Fritz pasó junto a ella.
—¿Qué hacemos si esa archivista descubre nuestras mentiras cuando nos hayamos ido de aquí? —preguntó la chica-gato mirando con preocupación la puerta por la que las meltrans habían desaparecido tiempo atrás.
Ximena sacudió la cabeza. —Tenemos un plan de contención… pero no me gustaría hablar de ello.
—¿Te refieres a volar la nave con esas dos a bordo? —preguntó Fritz. Camila y Lynn lo miraron sorprendidos. —¿Eh? ¿Cómo es eso de volar la nave? —preguntó la oficial Hughs.
—Von Neumann instaló un control remoto en el destructor. —explicó la piloto. —Puede sobrecargar remotamente el reactor de la nave para volarlo en cuanto estemos a una distancia segura. —explicó.
—Pero… —protestó Lynn. —¿Eso no alertará a todo el Nexus?
—La nave está seriamente dañada y la han hecho anclar en este remoto astillero debido al riesgo de una explosión… creo que tenemos la excusa perfecta de librarnos de esa curiosa archivista.
—¿Y qué hay de Hyle? —preguntó la chica-gato. —¿A ella también la vas a volar en pedazos?
Aquel tono de voz no pasó desapercibido a la Teniente Hernandez. —Lynn. —dijo con gravedad. —Entiendo que sientas lastima por lo sucedido a la Capitán Hyle y las cosas que ha experimentado… pero ella sigue siendo una meltran y es nuestra enemiga; si ella descubre quien eres en realidad no dudará ni por un instante en arrancarte la cabeza con sus propias manos.
—Pero… —protestó la Voldoriense.
—Xime tiene razón. —dijo Camila tratando de convencer a su compañera. —Yo también siento lástima por Hyle, pero no podemos hacer nada por ella; la misión es mucho más importante y todas las razas de la Protocultura dependen de que tengamos éxito.
—Mierda. —maldijo Ximena tras chequear la cámara de seguridad que mostraba el pasillo. —Parece que La Capitán Hyle y su invitada están de vuelta. Todos aborden rápido el transporte.
Lynn, Fritz y Lina obedecieron de inmediato y corrieron hacia la rampa de la nave mientras Ximena y Camila volvían a sus puestos a cada lado del transporte.
—Ya vienen. —dijo Camila señalando la puerta.
La puerta se abrió y apareció Hyle. La meltran miró el hangar y comenzó a caminar lentamente seguida de cerca por Tali, varios metros más atrás venía la misteriosa archivista que se desplazaba con aquel movimiento extraño, como si lo hiciera sobre ruedas ocultas.
—Xime. —dijo Camila con voz extraña.
—¿Qué sucede? —preguntó su compañera. —No me gusta el tono de tu voz.
—Mira a Hyle…
La teniente miró la pantalla y usó los controles para enfocar la imagen sobre la Capitán de la nave. Lo que vió la dejó helada.
—¿Pero qué…?
Hyle marchaba con las manos atadas con lo que parecían ser cables de energía. Detrás de ella Tali le seguía el paso con su arma personal desenfundada mientras apuntaba a la espalda de la cautiva.
—¿Qué mierda está pasando? —exclamó alarmada Camila.
—No… no tengo la menor idea. —respondió Ximena con la boca abierta.
El grupo caminó hasta la rampa del transporte meltran y se detuvo junto a la nave. —Alto. —ordenó Tali. La meltran se detuvo y permaneció en silencio ante el asombro de los demás.
—Cabo Lynn. —dijo Tali usando su intercomunicador. —Vigile a la prisionera.
Lynn salió del transporte y miró la escena confundida. —¿Nyan…? —preguntó.
—Es una orden.
El tono y mirada de la meltran fueron suficientes para que Lynn no lo pensara dos veces y tomando su rifle salió corriendo hacia donde estaba Hyle. Al llegar junto a las meltran se detuvo frente a Tali y realizó el saludo correspondiente.
—Escolta a la prisionera hasta el transporte y mantenla vigilada. —ordenó la Jefe de Ingeniería de la Bramante.
—Si… si, Señor. —respondió nerviosa la joven. —Va-vamos. —dijo volviéndose hacia Hyle mientras apuntaba su rifle hacia la cautiva. Para su sorpresa la meltran obedeció y comenzó a subir lentamente la rampa.
Tali se volvió hacia los demás. —Estamos ahora bajo las órdenes de la archivista Veiss. —dijo como si fuera lo más normal del mundo. —Dejaremos nuestra nave aquí y abordaremos el transporte de tropas. —dijo.
Todos estaban tan confundidos que ni siquiera trataron de discutir aquello. Lina y Fritz descendieron del transporte llevando su equipo a cuestas ante la atenta mirada de Tali, quien se volvió hacia las armaduras de combate. —Ustedes dos nos escoltarán. —dijo señalando a Ximena y Camila.
—En-entendido. —respondió Ximena. —¿A donde…?
—A la Nave de Noigolk Dah. —respondió la meltran.
Una vez que todos estuvieron ubicados dentro del transporte de tropas se prepararon para abandonar el destructor. La archivista Veiss fué la última en abordar pero no cerró la compuerta tras ella. En el interior del transporte todos los ojos se dirigieron hacia ella, pero nadie dijo nada; todavía estaban tratando de procesar lo que había sucedido.
—¿Debo volar yo la nave, señor? —preguntó Tali.
—No será necesario. —respondió la misteriosa meltran señalando la rampa abierta. —Yo me haré cargo de volar el transporte. Usted aborde su armadura y escolte esta nave hasta nuestro destino, yo autorizaré el plan de vuelo desde aquí.
Tras decir aquello se dirigió hacia la cabina y desapareció en el interior de la misma.
—Xime, Cami. —dijo Tali usando la radio local entre sus hombres. —Prepárense para escoltar la nave, saldremos de inmediato en cuanto suba a mi armadura.
—¿Qué rayos está sucediendo? —preguntó la teniente Hernandez.
—Pasaron cosas. —respondió Tali. —Yo tampoco estoy segura de lo que está sucediendo, pero Veiss va a llevarnos directamente a nuestro objetivo y no pienso perder esta oportunidad. —afirmó bajando la rampa que de inmediato volvió a cerrarse.
Tali subió a su Queadluun-Rau y tras asegurar que todo estaba en orden cerró la cabina y se incorporó de su estación de aprovisionamiento. Caminó hasta quedar frente a la nave de la archivista y contempló las puertas del hangar.
—Estamos listas. —informó por la radio
Las enormes puertas del hangar comenzaron a abrirse mientras el transporte encendía sus enormes motores. Tali esperó a que se abrieran por completo e hizo un gesto con el brazo del robot. Las tres armaduras despegaron al unísono y se alejaron del muelle a velocidad moderada. El transporte de tropas meltran las siguió a corta distancia.
—El plan de vuelo está aprobado. —informó la archivista Veiss. —Transmitiendo los datos de navegación para el vuelo en formación.
Los puntos de ruta aparecieron en la computadora de navegación de la armadura y Tali activó el seguimiento automático de modo que los tres robots y la nave de transporte pudieran volar juntos en formación de forma automática.
—En ruta. —informó la Jefa de Ingeniería.
El grupo comenzó a rodear el asteroide en donde estaba emplazado aquel viejo depósito de naves y tripulación y comenzó a ganar altura con respecto al plano de ubicación de todo el complejo militar. Era tan enorme el movimiento en todas direcciones que pronto estuvieron volando en medio de un enjambre de otras naves, cada una de ellas en ruta a su posición en la nueva flota.
—Vaya atasco. —observó Camila. —¿Así que los Zentradi tienen también tráfico en sus bases?
—Y sin embargo, el orden es total. —respondió Tali. —No hay ninguna nave detenida; todas están en constante movimiento.
Pronto la enorme fortaleza apareció a la vista de todos y lentamente comenzaron a aproximarse junto con el resto del tráfico del Nexus.
Tali abrió el canal de comunicación grupal y se aseguró que la archivista estuviera excluida. —¿Me escuchas, Lynn? —preguntó.
—Fuerte y claro. —respondió la chica-gato.
—¿Cómo está la Capitán Hyle?
La joven demoró unos segundos en contestar. —Se… se la ve tranquila. —dijo. —No ha hablado desde que subió al transporte.
—Comprendo. —respondió la meltran.
—¿Puedes contarnos lo que sucedió allá atrás? —preguntó Lina uniéndose a la conversación. —¿Por qué ha sido hecha prisionera?
Tali guardó silencio unos momentos mientras controlaba la actividad en el radar de su armadura. —Esa tal Veiss interrogó a Hyle intensamente. —explicó. —Usó uno de esos tentáculos prensiles que tienen para examinar su cabeza… no se si fué algún tipo de análisis para detectar mentiras… pero no dejó de palpar con esas cosas a la pobre Capitán durante todo el interrogatorio.
—¿Crees que sospechaba que Hyle tenía algún tipo de … "falla"? —preguntó Ximena.
—Es posible. —concedió Tali. —Pero hubo algo que me alarmó de inmediato; cuando Hyle narró lo de sus sueños en la armadura la archivista sabía perfectamente de lo que hablaba; la interrogó en profundidad sobre el tema y los cambios que había sufrido en su personalidad, pero lo más extraño es que no se asombró en lo más mínimo con lo que Hyle contaba.
—¿Crees que esa archivista ya sospechaba de antemano? —preguntó Lina.
—Si, definitivamente parecía tener conocimientos sobre ella. —respondió la Ingeniera. —Tal vez…
—Veiss está saliendo de la cabina. —advirtió Lynn.
—Dejen abierto el enlace, quiero escuchar lo que dice. —ordenó Tali poniéndose tensa.
La archivista Veiss atravesó la puerta que daba a la bodega y caminó hasta quedar frente a la Capitán Hyle, quien se encontraba sentada en uno de los asientos sujetos a la pared del transporte. Lynn se apartó a un lado en cuanto la misteriosa archivista se acercó a la prisionera y los observó con el rifle bien asegurado con ambas manos.
Veiss contempló a Hyle en silencio un momento antes de hablar con voz calma. —Siento haberle esposado, Capitán. —se disculpó la archivista. —Durante el interrogatorio detecté niveles elevados de ciertas hormonas que pueden desencadenar reacciones imprevisibles ante determinadas situaciones. Voy a escanear su cuerpo una vez más para estar segura.
Dicho aquello los tentáculos blanquecinos volvieron a extenderse desde las extrañas vestimentas de la Meltran y palparon el rostro y cuello de la Capitán Hyle.
—Sus niveles hormonales han descendido por debajo del límite de seguridad. —observó la archivista. —Creo que podremos prescindir de las ataduras. ¿Cabo Lynn es su nombre, verdad?
—Sí Señor. —respondió con nerviosismo la chica-gato.
—Puede cortar las ligaduras de la Capitán Hyle.
Lynn volvió a colgarse el rifle en la espalda y tomó el cuchillo que llevaba equipado en el cinturón. Tali había atado las manos de la prisionera con varias vueltas de cableado y no tuvo problemas en cortarlos de un solo tajo de la increíblemente afilada hoja.
La meltran dejó caer los brazos a los costados y permaneció en silencio mientras la archivista la miraba en forma indescifrable. —Tengo una nueva misión para usted, Capitán Hyle. —dijo.
La Capitán Hyle levantó la vista y miró la oscura máscara de metal de la archivista. —¿Señor? —preguntó confundida.
—Alguien de su talento y experiencia no debería ser desperdiciado en mantener tripulada una nave que ya no puede volar. —explicó.
—¿Van… van a asignarme a una nueva nave? —preguntó Hyle esperanzada.
—No. —respondió en forma cortante la archivista. —Usaremos su experiencia en forma más… directa.
Sin decir una palabra más la misteriosa meltran dió un paso atrás y desplegó varios de sus tentáculos. De inmediato varios de ellos comenzaron a emitir hologramas que crearon pantallas alrededor del cuerpo de la archivista.
Al cabo de unos minutos un misterioso rostro apareció en una de las pantallas principales y por la reacción de Hyle (Que se puso de inmediato de pié para realizar el saludo meltran) todos supieron que se trataba de alguien importante.
—Su excelencia. —dijo Veiss haciendo una ligera reverencia.
—Oh mierda. —murmuró Camila por las comunicaciones privadas del escuadrón. Todos ellos asumieron la misma posición de saludo de Hyle sin esperar a que Tali diera la orden.
—Archivista Veiss. —dijo el Comandante Khallen desde la pantalla. —¿Ha terminado de perder tiempo con sus investigaciones?
—Al contrario, su Excelencia. —respondió la archivista haciendo otra reverencia. —He descubierto algo sorprendente que creo merece su completa atención de inmediato.
—¿Algo más importante que desplegar una flota entera? —preguntó el poderoso Zentradi.
Veiss no respondió, pero usó sus apéndices tentaculares para mover las pantallas a su alrededor de forma que Khallen también pudiera verlas. —He estudiado con atención los registros del Escuadrón 377 y tras entrevistar en persona y analizar a su Capitán, he llegado a la conclusión que estamos ante un caso extraordinario en nuestra armada.
El rostro del Comandante hizo una mueca de hastío. —Por muy interesantes que hayan sido sus hallazgos no es momento para…
—Permítame explicarle. —lo interrumpió la archivista. El rostro de Khallen pareció mostrar una ira terrible. ¿Como había osado interrumpirle así? Hasta la propia Hyle sintió la ira del Comandante y miró con sorpresa a la archivista.
En una de las pantallas apareció un gráfico que mostraba un mapa de caracteres con muchos símbolos que ni siquiera Tali conocía. —Tal y como lo sospechaba, la resiliencia de aquella nave y su tripulación no fué el resultado del azar… tanto la Capitán Hyle como su tripulación han demostrado una capacidad de adaptación y resistencia en el cumplimiento de su tarea más allá de cualquier registro que tengamos en la historia de nuestra raza.
—Vaya al grano. —ordenó Khallen, no tan visiblemente irritado luego de escuchar aquel informe.
—Estos datos son increíblemente valiosos. Tanto que sugiero incorporarlos de inmediato en Noigolk Dah.
El Comandante Khallen pareció confundido. —¿En Noigolk Dah? ¿Qué le hace pensar que es una buena idea?
—El Escuadrón 377 desarrolló sus propias rutinas de soporte y solucionaron infinidad de problemas durante más de cien ciclos de continua operación… Si incorporamos estos datos a la Bio-Computadora Noigolk Dah podremos incrementar la efectividad de la nueva flota en, según mis cálculos preliminares, más de un treinta por ciento.
—¿Quiere cargar datos genéticos adicionales? —preguntó asombrado el Comandante. —La información genética original ya fue suministrada hace veinte ciclos, es tarde para ingresar datos complementarios en la fase final de la construcción.
La archivista Veiss sacudió la cabeza. —Eso no presenta ningún inconveniente. —afirmó. —La interfaz de carga genética sigue estando abierta y aceptará los datos extra que enviemos; pero debemos hacerlo antes que el protocolo de fabricación del Núcleo transfiera la autoridad total a la Bio-Computadora.
Khallen parecía indeciso. ¿Un 30% de incremento en el poder de aquella fortaleza? Algo así era una oferta difícil de rechazar. —¿Es seguro? —preguntó todavía con algunas dudas.
—Completamente seguro. —respondió Veiss sin titubear.
—Proceda entonces. —ordenó finalmente Khallen tras una larga pausa. —Pero aborte el proceso al primer signo de problemas; no podemos arriesgarnos a crear una anomalía en un momento como este. Los enemigos a los que nos enfrentamos han resultado ser más adaptables y parecen poseer una doctrina de combate especialmente adaptada a contrarrestar nuestras fuerzas; no podemos desechar ninguna ventaja si queremos destruirlos por completo.
—Así se hará, excelencia. —respondió Veiss repitiendo la reverencia. —Lo mantendré al tanto de todo el proceso.
La comunicación se cortó y el rostro del Comandante desapareció de las pantallas. Veiss se volvió hacia Hyle y todos pudieron ver una sonrisa en sus labios. —¿Lo ve, Capitán? —dijo visiblemente satisfecha. —Toda su experiencia servirá para volver a la flota aún más poderosa ¿No es mejor esto que permanecer sin hacer nada en una nave muerta y anclada a un astillero?
—Gracias… señor. —respondió la meltran. —Es un honor poder ayudar con mis conocimientos y experiencia. ¿Quienes son esos nuevos enemigos de los que habló el Comandante Khallen? —preguntó. —¿Son realmente tan formidables?
—No parecen ser del Ejercito de Supervisión. —respondió la archivista. —Aunque parece que utilizan tecnología derivada de ellos.
—Parece que están hablando de nosotros. —dijo Camila por la radio.
Hyle meditó aquello por unos instantes. —Esos enemigos… ¿Son poseedores de la Cultura? —preguntó.
Todos notaron un pequeño estremecimiento en la archivista. —¿Y usted cómo sabe eso? —preguntó alarmada Veiss mirando fijamente a la meltran.
—Mierda. —maldijo Tali. —Hagan lo posible por evitar que Hyle revele lo que sabe de la Protocultura; va a echar a perder nuestra fachada.
La Capitán del destructor miró a la archivista y luego buscó la mirada de Fritz, quien pronto comprendió el peligro en el que se encontraban. El ambiente se volvió tan denso que Lynn podría cortarlo con el cuchillo que había usado para cortar las ligaduras de la cautiva. De pronto la nave dió una sacudida y todos lucharon por mantener el equilibrio.
—¿Qué ha sucedido allá afuera? —preguntó Veiss alarmada.
—Una nave de abastecimiento se cruzó en nuestro camino. —informó Tali por la radio. —Tuvimos que realizar una maniobra evasiva para evitar la colisión.
—¡Debura! —exclamó la archivista evidentemente molesta. —Aumenten la distancia de separación con el tráfico cercano; estamos en una misión de importancia crítica para la armada Zentradi.
—A la orden, archivista Veiss. —respondió la meltran.
En realidad había sido Ximena quien, reaccionando con la rapidez característica de los pilotos de combate, había ejecutado una repentina maniobra tal que forzó a una nave cercana a realizar una maniobra evasiva por su cuenta, lo que derivó en toda una cadena de correcciones y maniobras apresuradas del denso tráfico en la inmediata vecindad. Varios insultos en Zentradi se escucharon en las comunicaciones locales, casi todos dirigidos a la armadura que había empezado todo aquel incidente.
—En fin. —dijo Veiss recuperándose de la conmoción. —No sabemos mucho de estos enemigos, solo que poseen tecnología y tácticas a la par o tal vez superiores a las nuestras; afortunadamente los superamos ampliamente en número por más de treinta a uno; tarde o temprano los aniquilaremos como a todos los que se han cruzado en nuestro camino. —dijo mientras las pantallas a su alrededor se apagaban una a una. —Capitán Hyle. —dijo volviendo a mirar a la meltran. —La Cultura es algo peligroso; es un tipo de actividad que choca con la directiva de combate Zentradi y debe ser evitada a toda costa; le surgieron no hablar ni pensar en ello en adelante. ¿Entendido?
—Entendido. —respondió Hyle.
A partir de ese momento todos guardaron silencio. El transporte se había estado acercando lentamente a la enorme superfortaleza y la titánica nave eclipsaba por completo todo el resto del complejo frente a ellos. Allí todo el tráfico se desviaba del perímetro de exclusión que rodeaba a Noigolk Dah y pronto quedaron solo ellos acercándose al gigantesco "ojo" que dominaba el frente de la nave.
Veiss había dejado una sola pantalla holográfica desplegada que, en esos momentos, reproducía una de las cámaras delanteras del transporte que mostraba todo lo que sucedía frente a la nave.
El transporte pasó frente al gigantesco cañón de energía y se zambulló hacia la entrada que se abría en la proa de la fortaleza; había un enorme número de cruceros y acorazados anclados en la misma nave; eran las fuerzas asignadas a la defensa directa de Noigolk Dah y estaban esclavizadas al propio campo gravitacional que generaba la superfortaleza. Pronto se encontraron avanzando por un enorme túnel flanqueado por enormes cañones de energía y estructuras defensivas que formaban la última barrera contra cualquiera que lograse llegar hasta allí.
La nave entró en modo automático al igual que las armaduras que la escoltaban. Allí la autoridad absoluta la tenía el control de tráfico de la propia fortaleza y fueron guiados hacia el interior de la misma
—¡Deculture! —exclamó Fritz sin poder evitar reaccionar de aquella forma al ver el interior de aquella nave. La archivista Veiss notó su reacción y pareció sentir curiosidad por el interés del soldado. —Soldados como ustedes jamás podrían entrar a un lugar como este. —dijo mirando a quienes la rodeaban. —Hasta el núcleo solo llegan los Comandantes y sus Archivistas… rara vez un soldado de infantería puede poner un pie tan adentro de una Superfortaleza.
El resto del viaje lo hicieron en silencio mientras el transporte avanzaba por los últimos metros del túnel. Al final del mismo se encontraron un enorme espacio cavernoso y en el centro del mismo vieron la estructura gigantesca que daba acogida a la poderosa bio-computadora que era a su vez la propia fortaleza. Cruzaron el espacio vacío y entraron por una enorme abertura que los condujo hacia un muelle de amarre.
—Somos la primera nave en entrar aquí. —observó Veiss.
El sistema automático de aproximación maniobró la nave y la hizo descender lentamente hacia el muelle de atraque. Enormes anclajes de aquel material verdoso que parecía tener vida propia aseguraron la nave e instalaron pasarelas tanto en la rampa lateral como en la trasera.
Cuando los motores se detuvieron la archivista se dirigió a Lynn. —Usted escoltará a la Capitán Hyle y a mi persona hasta el Núcleo de la Fortaleza, ustedes dos. —dijo volviéndose hacia Fritz y Lina. —Desembarquen la vaina por la rampa trasera; la necesitaremos para el proceso.
Tanto Fritz como Lina respondieron haciendo el saludo meltran y se prepararon para desembarcar. Veiss activó la rampa trasera y la enorme compuerta comenzó a descender lentamente dejando que la luz del exterior entrase por la abertura.
El muelle estaba completamente desierto pero bien iluminado por enormes esferas brillantes que surgian como enormes huevos de entre el material biológico que formaba paredes y techos. Las tres armaduras aterrizaron directamente sobre la plataforma a un lado del transporte. De inmediato las tres mujeres abrieron sus cabinas y saltaron hacia el muelle sin perder tiempo. Veiss les indicó que se acercaran mientras señalaba a Fritz y Lina que luchaban por bajar aquella enorme vaina por la rampa. —Ayuden a esas dos. —ordenó la archivista. —Y siganme; es posible que haya que realizar trabajo físico en el núcleo y los brazos extra sean necesarios.
Fritz empujó la vaina con esfuerzo pero para su alivio pronto Ximena y Tali lograron mover aquella cosa con facilidad. El investigador miró con curiosidad la enorme estructura que se levantaba ante ellos y abrió el enlace radial para que solo los miembros del equipo pudieran escucharlo. —La arquitectura y el diseño es radicalmente diferente a lo que era la Superfortaleza de Gol Boddole Zer —explicó el joven. —¿Es posible que cada Nexus construya estas naves de forma diferente?
—Ojalá algún día puedas encontrar las respuestas que necesitas. —respondió Ximena. —Por ahora, mejor empujemos juntos.
La vaina flotaba en el aire por medio de algún tipo de dispositivo anti gravitacional, pero por alguna razón no era fácil de mover y se requirió la fuerza combinada de los cinco compañeros. Veiss, Hyle y Lynn iban delante caminando lentamente mientras se internaban en la enorme estructura que albergaba a la Bio-Computadora conocida como Noigolk Dah.
Tras caminar por algo asi como diez minutos llegaron a una enorme sala que parecía contener grandes maquinarias y componentes de todo tipo. La mezcla entre mecánico y biológico era tal que era muy difícil distinguir dónde empezaba lo vivo y donde lo mecánico en cada pieza que formaba aquella extraña instalación. Lo único que parecía ser relativamente familiar era un par de vainas similares a las que se usaban para agigantar o achicar a los Humanos o Zentradis, pero a diferencia de aquellas las que estaban frente a ellos eran completamente cerradas y no tenían ventanas o paredes de cristal. Veiss indicó que dejaran el aparato que habían traído desde el transporte a un lado cerca de la puerta y se acercaran al centro de la habitación.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Hyle mirando las vainas que estaban rodeadas de gruesos cables o lo que parecían ser raíces mecánicas.
—Aquí está instalada la computadora central que supervisa el crecimiento de la fortaleza durante su construcción. —explicó la archivista. —Todas las SuperFortalezas inician su existencia como un núcleo computacional que eventualmente se convierte en una Bio-Computadora conectada a toda la nave; el núcleo original ya se ha transformado en Noigolk Dah y se encuentra en la parte superior de esta estructura. —continuó explicando.
—¿Entonces esto es parte de la infraestructura de soporte? —preguntó Fritz ante el gesto de alarma de Tali.
Veiss se volvió hacia el joven. —Vaya curiosa tripulación que tiene, Capitán.—dijo con una extraña voz. —Si, en efecto. —continuó hablando. —Esta es la computadora principal encargada de dirigir el desarrollo y construcción de la nave. En cuanto Noigolk Dah despierte estos sistemas ya no serán necesarios.
Tras decir aquello la archivista se dirigió hacia los aparatos que sobresalen de las paredes y desplegó una media docena de apéndices blanquecinos que rápidamente se adhirieron al cableado de las computadoras de soporte. Casi simultáneamente varias pantallas aparecieron flotando alrededor de ellos mientras las luces de la estancia parecían reaccionar a la perturbación de los visitantes.
—Ese lenguaje… ¡Es Protocultura! —exclamó Fritz afortunadamente usando la radio privada del grupo.
Las pantallas que Veiss había proyectado desde su cuerpo mostraban listas y listas de código en un idioma completamente desconocido para el resto de los presentes. Una serie de gráficos y símbolos extraños se proyectaron fuera de las mismas y la archivista los examinó con sumo interés. —Si. —dijo al cabo de unos minutos. —El sistema aún puede utilizarse, aunque tendré que autorizar la transferencia de datos desde la terminal del propio Noigolk Dah una vez que hayan sido ingresados al sistema.
Veiss se volvió hacia Ximena y Tali, que eran las dos guerreras con físico mas robusto del grupo. —Abran una de las vainas, prepararemos a la Capitán Hyle de inmediato.
Las mujeres obedecieron y se acercaron a la vaina más cercana. El sistema de apertura estaba a un lado de la puerta pero el cableado y conexiones que había crecido alrededor de ellas no permitía que pudieran acceder con facilidad a la misma. Usando la fuerza combinada de ambas levantaron el pesado equipo y lo llevaron hasta una zona más despejada en el centro de la habitación. La vaina estaba conectada con solo un apr de gruesos cables y por suerte había el suficiente como para permitir llegar hasta allí.
—Ábranla. —ordenó Veiss.
Tali accionó la apertura manual y la puerta de la vaina se abrió con un silbido, como si estuviera presurizada. Ximena tomó la pesada puerta de metal y la levantó, dejando al descubierto lo que había en su interior.
—¡Deculture! —exclamó Camila al ver aquello.
Había un esqueleto en el interior del aparato. Por la posición del cuerpo parecía haber estado en posición de reposo en el momento de la muerte. No había ropas ni otros elementos en el interior del mismo, por lo que el ocupante debió haber entrado a la misma ya sin ropas.
—Es una meltran. —dijo Lina reconociendo inmediatamente la anatomía ósea de las guerreras Zentradi. Fritz asintió con la cabeza coincidiendo con la observación de la médica del grupo.
—Despejen el interior de la vaina. —volvió a ordenar Veiss. —De prisa, no tenemos mucho tiempo.
Tanto Ximena como Tali intercambiaron miradas pero obedecieron la orden. Con cuidado retiraron los restos mortales del ocupante y los colocaron en una pequeña pila a un lado de las maquinarias. Una vez que terminaron la archivista Veiss se acercó a la vaina y examinó el interior con uno de sus apéndices hasta estar satisfecha. —Es hora, Capitán Hyle. —dijo volviéndose hacia la meltran que habia permanecido en silencio mientras el resto del equipo trabajaba. —Quítese la ropa e ingrese a la vaina, pronto comenzaremos con el proceso de transferencia genética. —dijo.
Hyle hizo el saludo meltran y comenzó a desnudarse de inmediato. Todos observaron en silencio como la alta guerrera se despojaba de su uniforme de capitán y quedaba completamente desnuda bajo las pálidas luces de aquella extraña habitación. Sin decir una palabra, la meltran caminó hacia la vaina y se detuvo junto a ella. —¿Mis conocimientos y experiencias van a formar parte de esta nueva flota? —preguntó mirando a la archivista.
—En efecto. —respondió Veiss. —Gracias a su generoso sacrificio, la nueva flota de Noigolk Dah será aún más poderosa.
Hyle asintió y sin decir una palabra comenzó a entrar a la vaina.
—¡Capitán!
Tanto Veiss como Hyle se volvieron hacia Lynn. La chica-gato habia dado un paso al frente pero Fritz la tomó del hombro y la hizo retroceder.
—Cabo Lynn, controlese. —ordenó Tali con firmeza.
—¿Sucede algo? —preguntó la archivista.
—No, no sucede nada. —aseguró la meltran lanzando una mirada cortante hacia la Voldoriana.
Lynn apretó los puños y trató de controlar su rabia.
—Es un gran honor ser un donante de material genético para una de estas naves. —dijo Veiss volviendo la vista hacia los demás. —Todas ustedes deberían estar agradecidos por haber servido bajo el mando de una oficial tan distinguida; su nombre será recordado para siempre entre nuestros guerreros.
Tali dió un paso al frente y se detuvo haciendo el saludo Meltran. —Todas estamos agradecidas por estar a su servicio, Capitán Hyle. —exclamó a viva voz.
Los demás la imitaron y saludaron a la manera meltran. Lynn luchó por contener la ira pero finalmente se llevó el puño al pecho.
Hyle respondió el saludo y entonces todos vieron claramente las lágrimas que corrían por las mejillas de la veterana oficial.
