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"Cuando odiamos a alguien,

odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros".

– Demian. Herman Hesse

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c3- Playing Pilgrims (Jugando a los Peregrinos)

Sakura no supo cuánto tiempo permaneció allí, clavada al suelo, mirando el espacio vacío de la entrada.

Así que este era su juego. Tenía que decir que estaba tan sorprendida como ofendida por el evidente intento de manipular sus sentimientos por Sasuke. La pregunta del momento era, ¿con qué fin? Uchiha Itachi estaba mostrándole el pasado que tanto le había intrigado y la kunoichi no pudo sino estremecerse al pensar el precio que le iba a cobrar por ello.

Recuperando su compostura con esa idea dando tumbos siniestros por su cabeza, Sakura se puso en movimiento, sus pies llevándola con decisión al interior de la casa. El kunai estaba de vuelta en su mano como único consuelo mental ante un enemigo imposible. Su entrenamiento ninja la forzaba a actuar con extrema cautela a cada paso, pero su corazón estaba ávido por ver más, por desentrañar todos los misterios de uno de los clanes más renombrados de la historia; por ver de nuevo al pequeño Sasuke con sus ojos azabaches limpios de un odio lamentablemente familiar para ella. ¿No era esto con lo que habían fantaseado todas las niñas de su generación?

Luego de pasar el descanso de la entrada, frente a ella se desplegaba un largo corredor que parecía atravesar la casa desde el frente hasta el fondo, con unas escaleras a un lado que conducían al segundo piso. Todo lo que alcanzaba a ver desde allí estaba hecho de madera: pulida, tallada o pintada, en el estilo más clásico de la arquitectura japonesa. Las puertas correderas con papel de arroz en colores pálidos, iluminaban los tonos ricos de la madera, uniendo fragilidad y fuerza con fines utilitarios. Hermosa sin ser ostentosa. Era una casa hecha para vivir confortablemente sin olvidar la disciplina en favor de la frivolidad. Un hogar para una familia de guerreros, sin duda.

Armándose de valor comenzó a avanzar por el corredor, siguiendo los ruidos ininteligibles en la distancia. Distintas habitaciones se abrían a un lado y otro, pero ella las ignoró más allá de un breve vistazo en donde una puerta había quedado entreabierta revelando sus secretos. No tenía sentido distraerse ahora; Itachi estaba intentando enseñarle algo y, atrapada como estaba, no tenía sentido hacerse esperar más.

De nuevo Sakura se sorprendió tan pronto traspuso las puertas correderas que conducían al patio posterior, donde un hermoso jardín se abría al cielo, lleno de color y vida. Un arroyuelo con carpas enormes serpenteaba desde el fondo de la propiedad flanqueado por piedras talladas y pequeñísimas flores de colores. La madre de Itachi debía tener un gusto particular por la jardinería, a juzgar por el cuidado y la dedicación que eran evidentes en cada detalle del lugar. En contraste, entre ella y su madre no podían mantener viva una planta en una maceta, mucho menos cuidar de un jardín tan impresionante como aquel. Por alguna razón eso la hizo sentir más consciente que nunca de la gran diferencia que había entre la vida y educación de los grandes clanes, y las familias ordinarias como la suya, que vivían en una casa minúscula con un macetero en la ventana por todo jardín.

Sin embargo, la novedad del lugar se disipó tan pronto alcanzó a los dos Uchiha que había seguido. Los encontró en un recodo del patio a un lado de la casa, de pie frente a un par de postes llenos de miles de hendiduras hechas por varias generaciones de shinobis aprendiendo a lanzar un kunai. Ahora el más joven lo intentaba bajo la atenta mirada de su hermano mayor.

A los tres años, Sasuke difícilmente podía manejar uno con la debida soltura, mucho menos arrojarlo hasta los postes con puntería. Sin embargo, Itachi le corregía siempre con paciencia, ajustando con cuidado la postura de su muñeca o la altura de su brazo. Y Sasuke volvía a probar con renovado entusiasmo, frunciendo el ceño en concentración. Tan sólo ver la ilusión que le hacía intentarlo y ganarse con ello la aprobación de su hermano con cada acierto, era suficiente para comprender la adoración que sentían el uno por el otro.

Porque en ese momento y en ese lugar –muy a pesar de cómo la historia se desarrollaría en el futuro– ese sentimiento era, irrefutablemente, mutuo.

Ver esto resultaba desgarrador para Sakura, en muchos más niveles de los que quería contar. Si lo que Itachi deseaba era darle más razones para odiarle, estaba haciendo un trabajo francamente fenomenal. Nada deseaba más en ese momento que poner el kunai en su mano entre los ojos del maldito asesino que había empujado a su hermano por el camino de la venganza.

Y lo hubiera hecho de buena gana, si no fuera porque el niño frente a ella no era todavía el monstruo en el que se convertiría con los años.

En ese momento, Itachi se apartó de su hermano, sentándose a un lado, bajo la sombra de la casa, mientras que Sasuke seguía concentrado, lanzando los pequeños kunai de entrenamiento con muy distintos resultados. En unos minutos todo su ímpetu inicial por aprender se fue desinflando, y con el último fallo, se volvió a ver a su hermano mayor.

"Ta-chi, mejor enséñame a pelear" dijo con un puchero, levantado sus manitas en una postura que intentaba emular torpemente alguna de las que había visto hacer a su hermano.

Itachi le miró por unos segundos, antes de llamarle con su mano por respuesta. Sasuke se lanzó, todo sonrisas, hacia su hermano. Cuando llegó hasta a él, Itachi le recibió con un golpecito de dos dedos contra su frente.

"En otra oportunidad, Sasuke".

El pequeño Sasuke se frotaba la frente, furibundo, mientras que Itachi… Itachi sonreía abiertamente, aparentemente incapaz de resistir lo adorable que eran las maneras de su hermanito.

Sakura sintió entonces un mareo, tan violento como breve, lo que la desorientó solo por un par de segundos.

"¡Uchiha Sasuke, deja de perder el tiempo y ven a desayunar o vas a llegar tarde a la academia!"

Sakura se volvió enseguida hacia la voz de la matriarca Uchiha, melodiosa pero firme, llamándole desde la entrada del jardín. '¿Academia?' pensó confundida, 'pero si Sasuke es aún muy pequeño para ingresar'.

"Voy enseguida, Okaa-san".

Cuando volvió su atención hacia los postes, Sakura contuvo el aliento. No sólo Itachi había desaparecido del lugar, ahora Sasuke arrojaba sus kunais con perfecta puntería, convertido ya en un niño de unos siete u ocho años. En un parpadeo, la ilusión había cambiado, saltando varios años adelante y con ello, el corazón de Sakura dio otro vuelco ante la imagen mucho más familiar delante de sus ojos. Los pantaloncillos blancos, la camisa azul de cuello alto con la insignia del clan en la espalda, el aire resuelto y serio de siempre… Este era el Sasuke de sus recuerdos, el de los primeros días de academia cuando apenas y se conocían.

Recogiendo sus armas del poste a toda prisa, el pequeño pasó a su lado, corriendo en dirección a la casa, mientras ella le seguía a un paso mucho más sosegado. De momento estaba perdida en la nostalgia que aquel niño le incitaba, sintiéndose también ella una niña de nuevo, persiguiendo el romance por infatuación tanto como por competencia. ¡Qué extraña le resultaba toda esta situación! Estaba reviviendo su propio pasado desde una perspectiva completamente diferente.

Cuando por fin le dio alcance, lo encontró en la cocina, donde su madre se afanaba en el fogón mientras él y un hombre mayor que sólo podía ser su padre tomaban asiento, alistándose para comer. Aun en un ambiente tan mundano, aquel hombre tenía una presencia intimidante y poderosa en esa forma tan particular que parecían tener los Uchiha. El desagrado por la figura paterna fue instantáneo y Sakura no entendía el porqué de su repentina incomodidad. Quizás él le recordaba demasiado a Itachi para sentirse de otro modo.

Y hablando del demonio, cuando comenzaban a servirse los alimentos, el susodicho apareció, cambiando el ambiente de la habitación con su entrada. Con una reverencia se excusó por la tardanza y se sentó al lado de su hermano, quien enseguida se animó visiblemente y comenzó a charlar sobre lo que haría en su primer día de academia. Ambos hombres seguían su cháchara asintiendo por toda contribución a la conversación, mientras que su madre le reprendía y le animaba según fuese necesario. Su evidente alegría, escrita claramente en sus gestos honestos y su constante sonrisa resultaban absurdas en comparación al niño que ella recordaba, tan arrogante y estoico.

Sakura resistió el absurdo impulso de pellizcarse para despertar.

Pero tan fascinante como le resultaba este nuevo Sasuke, ella se encontró concentrándose más en el joven Itachi, notando enseguida las diferencias que habían hecho los años en esta segunda versión. Y la verdad, no pudo más que inquietarse con los cambios tan dramáticos que veía. Profundas líneas de estrés comenzaban a marcarse en su rostro hacia sus mejillas junto con unas ojeras que le aventajaban más allá de sus años y que después serían tan comunes en su fisonomía como su nombre era conocido en los cinco países. Si bien se le veía saludable –puro músculo comprimido con fuerza y agilidad– su ojo médico estimaba que estaba un par de kilos por debajo de su peso ideal, bajo en chakra y en urgente necesidad de un descanso. Claro que su semblante no traicionaba nada en absoluto. Ni fatiga, ni preocupación; lo que lo hacía todo más extraño y, con sinceridad, enervante. Ninguno de sus padres parecía notar nada. O si lo hacían, no parecía molestarles.

Una vez terminada la comida, todos se alistaron para salir de una forma tan eficiente y disciplinada que Sakura sintió verdadera vergüenza al compararlo de nuevo con el caos que se desataba en su casa cada vez que llegaba la hora de salir. Tan pronto cruzaron el umbral de la puerta Itachi se excusó, no sin antes desear suerte a su hermanito con otro golpecillo de sus dedos en la frente del pequeño, haciéndole torcer el morro con aparente fastidio.

Así se quedaron solos Uchiha Fugaku (o así le había llamado el hombre que le saludó con una reverencia al pasar frente a su puerta), y un Sasuke que se frotaba con insistencia la frente al tiempo que intentaba ocultar una sonrisa. Era fácil ver que el gesto de Itachi era de cariño y que él lo atesoraba, aun si trataba de ocultarlo.

"Vamos ya, Sasuke".

Fugaku inició la marcha hacia la academia seguido de su hijo, cruzando el complejo Uchiha con un paso ligero que sería interrumpido muchas veces por vecinos y amigos, unos para animar a Sasuke en su primer día, otros para alabar a su hermano mayor y poner grandes expectativas sobre sus hombros. Sakura iba tras ellos observándolo todo con detalle, olvidando toda su preocupación sobre dónde se encontraba en favor de entender lo que ocurría, porque algo en Sasuke no parecía estar bien.

No tardaron mucho en llegar a la salida del complejo y cruzar la distancia que les separaba de los terrenos donde se encontraba la Academia Ninja de Konoha. Durante todo el camino el pequeño Uchiha no paraba de mirar de soslayo a su padre, una y otra vez con creciente intensidad, volviéndose en ocasiones con la clara intención de decirle algo, pero siempre quedándose en silencio en el último segundo, bajando la mirada al camino ante sus pies, inseguro.

¡Qué increíble era el contraste con el niño que minutos antes no paraba de hablar en la mesa del desayuno! Sakura quería golpear al tal Fugaku por ser tan insufrible. ¿Qué no podía ver que el niño a su lado estaba deseando –no– necesitando de su atención?

Al cruzar la puerta de la academia se renovaron los saludos y las formalidades, ahora con los maestros y otros padres del nuevo curso, que saludaban al dúo con gran respeto, algunos revolviendo los cabellos del pequeño Sasuke en simpatía por su silencio nervioso.

Unas risas alegres y no menos estridentes le hicieron levantar la vista y con sorpresa se vio a sí misma correteando con Ino y otras niñas al fondo del patio. Enseguida se volteó en todas direcciones, pero Naruto no estaba a la vista –lo cual no era raro en ese tiempo, cuando nadie quería verle a él tampoco.

Mientras trataba de reconciliarse con la idea de verse a sí misma (¡era más frentona de niña!), la kunoichi recordó que esta era la época en la que los niños todavía le parecían cosas horribles y sucias y no le interesaban más que para jugar ocasionalmente. Claro que eso no tardaría mucho en cambiar, pero para entonces Sasuke ya sería el último de los Uchiha y ella no sería la única tratando de ganarse su aprecio.

Entonces Sakura por fin entendió lo que le venía molestando, y que no podía ajustar entre sus recuerdos y todo lo que había visto.

Hasta ahora, podía decir con confianza que jamás había visto un niño más dulce y sincero que Sasuke. Algo malcriado tal vez, pero inocente sin duda. Era obvio que al no ser el heredero del Clan Uchiha, la disciplina se relajaba cuando se trataba de él y todos los que le conocían –en particular Itachi– le consentían y le protegían. Todos menos su padre, quien siempre parecía estar esperando algo más del pequeño cada vez que le miraba con marcado escepticismo.

Así que allí estaba el pequeño Sasuke, aceptando cumplidos de sus futuros maestros con timidez… ¡El-Uchiha-Sasuke! Tímido. Asustado. Ansioso por complacer al hombre a su lado. Una pequeña sonrisa de inseguridad e ilusión tocándole el rostro.

¡Este no era el pasado, esta era otra dimensión!

Un estremecimiento le cruzó la espalda. ¿Era posible que así hubiese sido Sasuke antes de que las circunstancias le obligaran a transformarse en un niño desconfiado y arrogante? Solitario, altanero, taciturno, arisco como un gato mojado. Lleno de odio, enfocado sólo en la venganza como sustento. ¡Ella nunca se había imaginado que la diferencia de carácter sería tan dramática!

Entonces no pudo evitarlo. Comenzó a pensar de nuevo en lo que este niño podría haber sido en otras circunstancias… lo diferente que hubiese sido su vida de no ocurrir la masacre… todas las oportunidades estaban allí, listas para que él las tomase, todas las posibilidades…

Saber que lo peor le había ocurrido era, simplemente, devastador.

Mientras Sakura se devanaba los sesos con lo que pudo ser, la ceremonia de iniciación ya estaba concluyendo y padres e hijos comenzaron a moverse en direcciones distintas: unos al interior del edificio a comenzar las clases y otros hacia la salida. Sakura se apartó hacia el fondo del patio, porque, aunque nadie la veía y todos la esquivaban, aún se le hacía muy extraño el estar atravesada en medio de todo el bullicio sin poder siquiera interactuar.

Uchiha Fugaku fue uno de los últimos en salir y pronto el lugar estuvo desierto.

"Bien, ¿y ahora qué hago?" se dijo a sí misma en voz alta, considerando a quién debía seguir. Su primer impulso fue el de entrar en la academia y revivir ese primer día de clases por pura nostalgia. Pero dudaba mucho que eso tuviese algún interés para los planes de Itachi, cualesquiera que estos fuesen.

Esa idea le dio pausa y la puso a pensar enseguida: si todo lo que veía era una ilusión construida a partir de las memorias del pasado del Uchiha, entonces él tenía que haber presenciado la ceremonia que acababa de concluir para poder recrearla. Eso, o él se estaba inventando todo para manipularla.

Y tan pronto como lo pensó, sintió su presencia.

Sakura giró sobre sus talones como un rayo y de inmediato le encontró, apertrechado en un árbol en los linderos del patio, semioculto por el follaje.

"¿Qué haces aquí?"

El joven Uchiha se volvió a verla, sin ninguna expresión particular en el rostro a pesar de la pregunta tan estúpida que ella acababa de hacer. Esta era su ilusión, ¿dónde más se supone que esté?

Lo intentó de nuevo: "Lo que quiero decir es ¿por qué…?"

"Quería asegurarme de que Sasuke estuviera bien", la cortó volviendo sus ojos hacia la puerta por donde había desaparecido momentos antes su hermano, junto con sus nuevos compañeros de clase. "Es su primer día y sé que está muy nervioso".

Sakura le miró con renovado interés, tratando de entender dónde estaba el asesino psicópata en este niño en apariencia tan preocupado por su hermanito menor que le había seguido y espiado para cerciorarse de su bienestar. El Itachi que veía no tenía más de once años y ya era un chunin graduado desde los diez, maduro más allá de sus años. A pesar de su juventud, su potencial también era evidente: su cuerpo y sus movimientos ya hablaban de un poder y una destreza que superaban los de un ninja ordinario.

No lo entendía. Nada de lo que veía arrojaba luz sobre el verdadero propósito de Itachi, más allá del burdo intento de manipularla por sus sentimientos. Tenía que haber algo más. Mientras le tenía enfrente bien valía la pena intentar sacarle algo, pensó, aunque se sintiera tan estúpida hablándole a la versión de once años del temible Akatsuki.

"¿Era esto lo que querías mostrarme?" le acusó, con las manos en la cintura y la paciencia corta. "¿Piensas que así vas a hacerme creer que en verdad te importaba Sasuke?"

"No", contestó sin mirarla, "quiero que veas lo que yo le importaba a él".

Lamentablemente, pensó Sakura tragando grueso, eso era evidente con sólo verlos interactuar juntos por cinco minutos. Sasuke quería y admiraba a su hermano mayor más que a nada en el mundo, de eso no tenía duda.

"Sólo así puedes entender su naturaleza y el por qué de sus decisiones; sólo así puedes ayudarle".

"¿Y se supone que yo debo creer que tus intenciones son genuinas? ¿Qué ahora tú, después de hacer de su vida un infierno, quieres ayudar a Sasuke?" Un sonido de incredulidad dejó su garganta. La kunoichi estaba anonadada. El nervio que tenía este hombre para hablarle así no conocía de límites. El hecho de que lo hiciese con la forma de un niño y sin mirarla a la cara le indignaba aún más.

¡Maldición! Si no le podía dar con los puños, lo haría con el filo de su lengua, al menos.

"¿Qué pasa, Uchiha? ¿Remordimientos de último minuto?" se burló. "¿Acaso tienes miedo de enfrentar las consecuencias de lo que has hecho con él?"

Sakura puso en cada palabra todo el veneno que pudo, olvidando por completo todos sus miedos y reservas anteriores respecto al infame nukenin y su poder. Si iba a morir no se iba a guardar su opinión, al menos.

"¡Qué cínico de tu parte! Pero la verdad puedes ahorrarte todo este melodrama Yo ya entiendo a Sasuke y lo que él desea muy bien: matarte y vengar a su familia. Y cuando lo haga, él volverá con nosotros a casa".

"Es posible…", contestó luego de una pausa, sin afectación alguna.

"¿No le crees capaz?"

"Oh, él va a matarme, seguro; pero lo que pase después es bastante incierto".

"¿Qué quieres decir?"

"Si Sasuke supiera la verdad sobre su pasado se volvería sin dudarlo en contra de Konoha para destruirla con el mismo fervor con el que ahora mismo, me busca".

"¡Sasuke nunca iría en contra de Konoha! ¡Nunca, me oyes!"

Azorada, Sakura decidió en ese momento que Itachi tenía que estar alucinando dentro de su propia ilusión, si es que algo así fuese posible. ¡Era una locura! Simplemente era inconcebible que Sasuke pudiese llegar al punto de atacar su propio hogar y con ello, a todos sus amigos.

En ese momento Itachi se volvió a verla por fin, con un semblante neutro que de alguna manera consiguió descolocarla, haciéndola sentir torpe y ordinaria bajo su escrutinio.

"Entonces aún no le conoces" sentenció.

"¡Cómo te atreves! ¡Yo le conozco mejor que tú...!" pero sólo le gritaba a un árbol vacío, un remolino de humo blanco disipándose en la brisa era lo único que había dejado atrás el maldito Uchiha.

Temblando de rabia e indignación, Sakura se preguntó si las paredes en este lugar serían tan satisfactorias de derribar como las del mundo real.

Sus nudillos crujieron en anticipación.

Sólo había una forma de averiguarlo.

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Transpirando y con los nudillos ardiendo placenteramente bajo sus guantes, Sakura se sintió enseguida mucho mejor, si bien algo culpable por vandalizar espacios públicos con sus puños. Aun en una Konoha ficticia, una parte de su mente se estaba juzgando como una delincuente por todos los destrozos que había causado.

Al menos la explosión de adrenalina había servido para calmarla y ayudarla a pensar con más claridad.

Considerando dónde estaba y lo que Itachi podía hacer con ella allí, estar atrapada en una revisión subjetiva del pasado era el menor de los males posibles. Siempre que mantuviera la cabeza fría y la perspectiva respecto a lo que era real y lo que no, ella no debería tener problemas para salir de allí en una pieza. ¡Qué Itachi intente manipularla si puede! Mientras tanto, ella bien podía intentar sacar algún provecho a la situación.

Con esa idea en mente, Sakura se dedicó a vagar con curiosidad por la aldea, tratando de olvidar su predicamento y disfrutar del clima agradable de la tarde mientras esperaba que la ilusión le guiase hasta la próxima parada.

Itachi parecía estar ignorándola y eso la hizo sentir secretamente feliz, imaginando que sus palabras habían irritado al estoico criminal lo suficiente como para mantenerlo fuera de su camino. ¡Haruno Sakura había espantado a Uchiha Itachi fuera de su propia ilusión! ¡JA! Era una idea ridícula y por primera vez desde que quedara atrapada la kunoichi se encontró riendo de buena gana ante lo absurdo de la situación.

Era imposible dar cuenta del tiempo que transcurrió, pero cuando sus pies empezaron a dolerle de tanto caminar, Sakura se dejó caer sin ceremonia en una banca del parque. Aquí solía venir a jugar cuando era niña y sus preocupaciones no iban más allá de sacar buenas calificaciones. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y a pesar de que su agotamiento era genuino, no sentía ni hambre ni sed. Era difícil percibir el paso del tiempo en un lugar así, pero al menos no tener que preocuparse por sustento físico le daba algún alivio a su miseria.

Una cosa había aprendido en su divagar y aunque le doliera, tenía que admitirlo, al menos para sus adentros: La complejidad y el nivel de detalle de Tsukuyomi eran absolutamente increíbles y dignos de admiración. Para empezar la ilusión no la estaba limitando de ninguna manera, podía ir a donde quisiera y en todas partes encontraba la aldea recreada a la perfección.

Si, por el contrario, entraba en una habitación, en un comercio, o en una casa donde Itachi nunca había estado, lo sabía de inmediato porque los encontraba como fuera de foco, impersonales, genéricos, a veces vacíos y otras veces llenos de gentes desconocidas atrapadas en una rutina interminable. Pero todo estaba allí. Era como estar en una maqueta súper detallada de tamaño real.

Una mente ordinaria nunca podría ejecutar un doujutsu tan descomunal como este.

Lo que la llevó enseguida a preguntarse el por qué… un genio de su calibre, un ninja talentoso heredero de un Clan reconocido, reducido a ser un criminal infame, un nukenin buscado por todos los países, luego de una noche de violencia primitiva e innecesaria. ¡Un acto contra-natura!

Sakura no le conocía y quizás era muy pronto para sacar conclusiones, pero por lo poco que había visto del Itachi del pasado y lo que sabía del Itachi del presente, estaba segura de que el shinobi no estaba tan demente como muchos querían creer. Había un método en su aparente locura y la kunoichi estaba determinada a descubrir cuál era.

Una fuerte brisa se levantó a su alrededor, trayendo consigo el fresco de la noche en ciernes. Un escalofrío la sacudió brevemente, con lo que puso los pies sobre la banca y abrazó sus piernas, descansando la cabeza sobre sus rodillas en un intento por mantener el frío a raya. Una nostalgia inexplicable le apretó el corazón en ese momento. Extrañaba a sus amigos. Quería volver a verlos y la incertidumbre sobre la factibilidad de salir de allí reactivó toda la ansiedad y las dudas que sintió cuando quedó atrapada.

Cerró los ojos en un intento por bloquear la ilusión y con ella, todos sus miedos. ¿Tal vez podría dormir un rato allí mismo?

Entonces lo sintió. La brisa cesó abruptamente y el ambiente a su alrededor tomó una cualidad distinta. No necesitaba abrir los ojos para saber que Tsukuyomi había cambiado de nuevo.

Con la emoción de enfrentar lo desconocido latiendo con fuerza en su pecho, Sakura levantó el rostro y abrió los ojos.

Estaba sentada frente a un templo, en uno de los escalones de piedra que conducían hacia su entrada. Ella nunca había estado en el lugar, pero lo reconocía de verlo tantas veces en la distancia, elevado en una pendiente al fondo del complejo Uchiha y visible aun detrás de los altos muros. Era el Templo de Nakano, iluminado entonces por la luz de la luna llena, que le confería una cualidad misteriosa y casi etérea.

Aceptando de nuevo la inutilidad de resistirse, la kunoichi se puso de pie y se dirigió a la entrada, reparando en las lámparas de piedra que la flanqueaban, iluminando el camino hasta las enormes puertas ornadas. Una vez adentro fue evidente para ella que este era mucho más que un lugar de oración y recogimiento espiritual. El séptimo tatami del lado derecho había sido levantado y en su lugar un pasadizo descendía hacia lo desconocido.

Con una profunda bocanada de aire, se animó a enfrentar el nuevo misterio. En pocos segundos había descendido varios metros, caminando con propósito sobre un suelo de roca que había sido pulido bajo los pasos de quienes transitaban el lugar, evidenciando su uso frecuente. Parecía ser un pasadizo interno de comunicación, pero la kunoichi no tenía ni idea de hacia dónde conducía. Le tomó unos diez minutos seguir el serpenteante túnel hasta una cámara amplia, tallada en roca viva e iluminada sencillamente con antorchas en todo el perímetro. En ella al menos treinta personas se encontraban sentadas sobre un enorme rectángulo de tatami con el símbolo Uchiha que cubría buena parte del suelo. Estaban dispuestos en dos líneas paralelas, flanqueando un altar de piedra sobre el que se encontraban dispuestas algunas reliquias familiares y varios bastones de incienso que ardían como tributo. Sentado de espaldas al altar y presidiendo la reunión, se encontraba Uchiha Fugaku.

Sakura supo enseguida que nada bueno se cocinaba en este lugar si tanto secretismo era necesario.

Animada con la valentía del que es invisible, se aproximó tomando nota de los rostros de los presentes, sus ropas y sus maneras. Estaba sin duda ante la élite del Clan Uchiha y a juzgar por la edad de los que se sentaban más cerca del altar, de los ancianos que fungían como consejeros, los más altos en la jerarquía después del líder.

Los excitados murmullos que corrían entre los presentes se detuvieron abruptamente cuando Fugaku levantó su mano en señal de orden.

"Es evidente que tus noticias nos son favorables" dijo sin ocultar su complacencia. Por unos segundos Sakura contuvo la respiración, confundida por la mirada del patriarca Uchiha que parecía estar fija en ella.

"Todo ha salido como ordenaste", contestó la voz a sus espaldas y Sakura se reprendió mentalmente por haberse sobresaltado cuando ya sabía que él iba a aparecer, tarde o temprano.

Itachi se detuvo a su lado, inclinándose brevemente en reverencia. Sakura pudo ver enseguida que el tiempo no se había adelantado mucho esta vez; este Itachi era un poco más maduro del que había visto más temprano, ya con unos doce años, de facciones consumidas y alto para su edad –ella apenas le superaba por unos pocos centímetros. Entonces la kunoichi reparó en su atuendo y se quedó boquiabierta.

El uniforme ajustado y elegante de ANBU parecía haber sido diseñado para shinobis como él, enfatizando su poder y versatilidad. En su brazo un tatuaje recién trazado brillaba en una piel aún roja e irritada por el procedimiento.

No pudo evitarlo; verle con el símbolo de las fuerzas especiales en el brazo le sentó terriblemente mal. Genio o no, Itachi era sólo un niño y los ANBU eran, esencialmente, asesinos…

¿En serio que nadie lo vio venir? Casi parecía que habían incitado a Itachi a la locura.

"Finalmente, nuestra paciencia ha dado sus frutos" Fukaku continuó, dirigiendo su atención a los presentes. "La última pieza que necesitamos está en su lugar. Itachi ha entrado en el ANBU como el conducto que nos conectará con la aldea y la parte más radical de su Consejo".

Varios asintieron y nuevos murmullos comenzaron a circular. Itachi se irguió un poco más, casi imperceptiblemente y Sakura pensó por un momento que su espalda estaba por quebrarse con la tensión que ocultaba tan bien en su semblante. El hecho de que le hubiesen ordenado entrar en ANBU lo hacía todo mucho peor.

"¡Nuestros días como esclavos del Clan Senyu están por terminar!" Fukaku exclamó orgulloso y todos, a excepción de Itachi, contestaron con palmadas y expresiones de asentimiento.

'¿Esclavos?'

Ella no entendía a qué se refería con eso, pero al menos ahora, las cosas estaban comenzando a ponerse interesantes.

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NDA: Acabo de notar que he actualizado este fic a ritmo de un capítulo por año… espero que nadie tenga prisa… xDD.

Para el que no lo recuerde, el día antes de la entrada de Sasuke en la academia, Fugaku le dice a Itachi que lo va a acompañar en su misión para asegurarse de su éxito en entrar al ANBU. Itachi le dice que él prefiere abandonar la misión e ir a la ceremonia de Sasuke… Fugaku accede entonces a acompañar a Sasuke de mala gana y yo quiero cachetearlo forever por ello…

Comento esto porque el fic no va a repasar todas las escenas que se han visto del pasado (que me da pereza y sería medio aburrido), así que parto del principio de que todos se acuerdan de lo esencial como para no perderse en el contexto.