Doce
Rue llevaba razón, los Profesionales se habían hecho con la Cornucopia y todo aquello que les resultara útil. Lo que más necesitaban era lo mismo que los demás codiciaban: comida y agua, porque de armas iban sobrados. Agachada entre los árboles, Katniss observó lo cambiado que estaba todo. Cato y los demás estaban sentados bajo unos toldos que les servían para frenar el sol, con las maletas y otros paquetes de comida apilados en una gran montaña. Habían hecho unos montículos de tierra pequeños a su alrededor, que no sabía muy bien para qué servirían hasta que se dio cuenta de por qué estaban tan relajados lejos de sus pertenencias: tenían que ser minas. Entonces Katniss tendría que tener cuidado para no salir volando, aunque esa era precisamente su intención, dejarlos sin nada.
Ella y Rue habían trazado un plan en poco más de un día después de que se lo hubiera contado. Mientras que Katniss esperaba, Rue encendería un fuego en el bosque para llamar su atención y que dejaran la Cornucopia, porque seguro que no se perderían la oportunidad de acabar con otro tributo. Mientras tanto, ella atacaría y Rue se escondería hasta que Katniss apareciera de nuevo donde habían acordado reencontrarse. Si lo hacían bien se quedarían indefensos, casi tanto como ellas, aunque ahora Katniss tenía una oportunidad de verdad.
Un hilo de humo cruzó el cielo pronto, tal y como habían planeado. En seguida uno de los chicos, le pareció que era Marvel, el del 1, dio la voz de alarma. Cuando él y otros dos salieron disparados en su dirección, Katniss sonrió para sí misma. El plan estaba en marcha, Rue había cumplido su parte y ahora le tocaba a ella. Se movió con cuidado, ocultándose entre las ramas de los árboles, e intentó pensar en cómo esquivar los explosivos que debían de tener enterrados para evitar que les robaran nada. Estaba mirando a un crío que habían dejado vigilando cuando un rápido movimiento la distrajo. De la nada, una chica apareció corriendo entre el campo de minas. Katniss se levantó poco a poco, asombrada, al verla ir dando saltos entre un montículo y otro, como si supiera exactamente cómo esquivarlas. Se llevó algo y después corrió por detrás de la tienda que habían montado, dejando al chico que vigilaba confuso.
Katniss podía intentar imitarla, pasar por donde había hecho ella, pero había sido demasiado rápido y seguro que no lo conseguía. Decidió ceñirse a lo que habían acordado y se puso en pie para armar su arco. Tiró hacia atrás de la flecha y se concentró en los objetos que quedaban. La mayoría serían demasiado difíciles de derribar, así que escogió el saco de manzanas encima de un maletín. Miró a ambos lados antes de disparar y, como nadie estaba tan cerca como para verla, se movió un par de pasos hacia adelante. La cuerda le rozó los labios antes de lanzar la flecha. Las manzanas rodaron con su disparo certero, una mina explotó con fuerza, haciendo que se agachara, luego otra le siguió y cuando se quiso dar cuenta, se acabó alcanzando a sí misma.
La última explosión había sido tan fuerte que la onda la lanzó hacia atrás sin que le diera tiempo a correr. Mientras que intentaba respirar de nuevo, con algunos trozos cayendo a su alrededor, no pudo levantarse de golpe, solo incorporarse. La cabeza le daba vueltas, pero lo peor era el pitido incesante que le atravesó el oído. No podía escuchar nada más que eso de un lado. Sacudió la cabeza varias veces y elevó la vista. Nadie la había visto, el arco y las flechas estaban bien, pero tuvo que arrastrarse como pudo hasta los arbustos para ocultarse. Había sido demasiado arriesgado, lo había conseguido y a la vez se había dañado a sí misma también. ¿Merecería la pena?
Antes de alejarse de nuevo a lo más profundo del bosque, pues tenía que llegar al punto de encuentro cuanto antes, antes de que dieran con el fuego, escuchó a Cato gritándole al chico:
—¡¿Qué coño has hecho?!
Katniss no se quedó para enterarse del desenlace, aunque cuando iba dando tumbos entre los árboles escuchó el sonido de un cañón al alejarse. Se detuvo por un segundo y recobró el aliento. Cato le habría matado por no prestar atención. Se agarró con fuerza a un árbol y estudió dónde se encontraba, tragando saliva. A pesar de que después de centrarse encontró el camino de vuelta, Rue no estaba donde habían acordado, no demasiado cerca de la hoguera como para que las pillaran. Con las fuerzas que le quedaban silbó como Rue le había enseñado para que esa fuera su señal, pero solo los pájaros la imitaron, ninguna niña descendió con cuidado de un árbol como ella esperaba.
—¡Katniss! —escuchó de repente, en un grito desgarrador.
Igual que si la hubieran impulsado, se olvidó del dolor que sentía y corrió sin dudar hacia la llamada de socorro de la pequeña. Para su horror, Rue se había metido de lleno en alguna trampa y estaba enredada en una red enorme. Mientras que sacaba su cuchillo a toda prisa pensó con rabia que había sido una estúpida por pensar que ellas eran las únicas que podían trazar un plan inteligente. Por supuesto que los Profesionales tenían también sus maneras de defenderse.
Ya tenía el cuchillo en la mano cuando escuchó el crujir de unas ramas a sus espaldas y al girar la cabeza, vio a Marvel acercarse, lanza en la mano. El corazón se le desbocó, pero eso no le impidió reaccionar por puro instinto. Mientras que él echaba el brazo hacia atrás Katniss sacó la flecha y disparó, sin pensar. La flecha le dio de pleno en el pecho, aunque ella ni se inmutó, porque al girarse para ayudar a Rue se dio cuenta de que la lanza que le había pasado por encima de la cabeza no había acabado perdida. No se había perdido en absoluto, sino que sobresalía en el pecho de la niña. Katniss acabó de librarla de la red con un ritmo frenético, sin poder controlar sus manos temblorosas, ni la respiración agitada al ver la mirada desencajada de Rue.
—Rue…—la llamó con debilidad, tras intentar sujetarla entre sus brazos.
La niña la miró con los ojos humedecidos.
—¿Lo has destruido? —preguntó.
—Todo —le aseguró Katniss.
—Bien —murmuró en un hilo de voz—. Tienes que ganar.
No había remedio para su herida, no había nada que Katniss pudiera hacer, así que la acomodó como pudo y le acarició la mejilla hasta que Rue exhaló su último aliento. Cuando el cañón sonó, Katniss le cerró los ojos, la depositó en el suelo con cuidado y se sentó a su lado. El aerodeslizador llegaría pronto, debería marcharse ya, pero el rostro aparentemente calmado de Rue la enfureció. No podía fingir que estaba dormida, que estaría bien, que aquello también pasaría. Era una niña. Se merecía una niñez y crecer. Sin embargo, había llegado tarde. Siempre llegaba demasiado tarde con todos ellos. Sus manos se agarraron a lo primero que pudo encontrar para descargar su rabia: un pedazo de hierba que arrancó con fuerza, después otro y otro. Solo entonces se fijó en las flores que abundaban a su alrededor. Hizo una pausa para olvidar su enfado y recogió algunos pequeños ramos para disponerlos alrededor del cuerpo de Rue, mientras las lágrimas le recorrían las mejillas, porque no se merecía ser cargada en un aerodeslizador como si fuera un animal muerto, sino en un lugar bonito.
Después de ponerse en pie, distinguió a Marvel por el rabillo del ojo, unos metros más allá. Se había olvidado de él, incluso de lo que había hecho hasta que distinguió la flecha brillante en su pecho, junto a una mancha enorme de sangre. Se limpió las lágrimas con las mangas y aguantó la respiración por un segundo: ella era la culpable de su muerte, ella lo había matado. Apretó los dientes y se serenó. Ahora no podía dejarse llevar por nada de ello, solo quedaban cinco y no podía rendirse. Recogió su mochila y la de Rue y pensó en dirigirse al punto de encuentro para recoger también sus pertenencias, antes de que otros Profesionales aparecieran buscando a Marvel. Cuando llegó al árbol donde se habían refugiado las otras noches hizo recuento de lo que tenía: sus pertenencias y las de Rue. Al llegar a la mochila de Marvel ni siquiera le sorprendió lo llena que estaba: puntas de lanzas, cuchillos, una linterna, un kit de primeros auxilios, agua y un paquete de frutas secas. Ni siquiera sabía si quería quedarse con sus cosas. Después de todo había acabado con una niña sin remordimientos, era un asesino. Como ella ahora.
Esa noche no fue capaz de pegar ojo, no después de ver el rostro de Rue iluminar el cielo, tras el de Marvel. Además, el oído no le dejaba descansar tampoco. El dolor punzante no era lo peor, sino no escuchar nada del lado izquierdo, porque eso la hacía estar en desventajada. Tenía que cazar, cazar para comer, y cazar para sobrevivir. Lo primero fue sencillo por un par de días, pero lo segundo…no sabía si podía hacerlo. Había matado a Marvel, sí, pero había sido en su defensa, ¿verdad? Cuando a la segunda tarde una tormenta terrible se desató, decidió que se volvería a esconder. Sin embargo, los árboles ya no le servían de tanto refugio. Tuvo la suerte de encontrar una cueva después de buscar y buscar, junto al río, aunque para cuando pudo resguardarse allí ya estaba completamente empapada. Estaba muerta de frío. No paró de castañear durante toda la noche, incluso metida dentro de su saco. Seguro que eso no era bueno para su oído. De momento se quedaría allí, había plantado una trampa en la entrada, así que si alguien la descubría se enteraría. ¿Qué iban a hacer para obligarla a salir? ¿Volver a achicharrarla? Al menos el dolor de la pierna se había pasado… ¿Qué había hecho para merecerse aquella mierda? ¿Qué había hecho cualquiera de ellos? Para el tercer día, se dio cuenta de que necesitaba salir de verdad. Tenía que ir a la Cornucopia y ver si había quedado algo, cualquier rastro de alguna medicina que pudiera usar, o si acaso Haymitch podía mandarle algo si dejaba la cueva.
El bosque estaba sospechosamente silencioso en dirección a la Cornucopia, así que se subió a un árbol a vigilar y esperar por si pasaba alguien. Ya empezaba a pensar que estaría hasta el final de los Juegos allí subida cuando una voz que no conocía comenzó a gritar con fuerza a lo lejos:
—¡Katniss! —escuchó—. ¡Katniss!
Parecía una chica y no le sonaba a la Comadreja, por lo que tenía que ser Clove. Oh, por favor, ella no.
—¿Crees que puedes acabar con uno de nosotros? ¡Pues te vamos a hacer la mismo que a la niñita!
¿Qué hacía esa loca gritando su nombre por ahí? Solo podía significar que quedaban menos de lo que creía. Era cierto que la última noche se había dormido antes de si quiera escuchar el himno del Capitolio. Katniss se estiró para mirar entre las ramas. La chica estaba muy lejos, demasiado para intentar dispararla sin llamar su atención y que se marchara, pero al menos estaba sola. Debía de haber dejado a Cato en la Cornucopia.
Katniss preparó el arco desde las alturas. Clove la había intentado matar una vez y no había dudado, por eso no podía haber una segunda. Apuntó con precisión. El estómago se le revolvió cuando Clove se acercó más a donde se encontraba. ¿Podía hacerlo de verdad? Cerró los ojos en el instante en que dejó que la flecha volara. Lo siento, papá, pensó, aunque seguro que no la culparía por hacer lo posible por volver a casa. Nada más disparar escuchó un grito potente de la chica, pero cuando los abrió se dio cuenta de que tan solo le había dado en una pierna. ¿Cómo era posible que hubiera fallado?, pensó entre irritada y aliviada. Tal vez no estuviera segura de si quería matarla de verdad, pero no tenía tan mala puntería como para errar así. Se movió a otra rama tratando de no hacer demasiado ruido y se dio cuenta de que ya no estaban solas. Corriendo desde alguna parte, apareció Thresh. Eso debía de haber hecho a Clove darse la vuelta y por eso no le había dado de pleno. La chica cojeó varias veces al verlo aparecer y luego cayó hacia atrás justo en el momento en el que el chico se abalanzó sobre ella.
—¡Esto es por Rue! —lo escuchó Katniss gritar.
Se quedó paralizada al verlo golpearle la cabeza contra el suelo tantas veces que ya no la escuchaba gritar más. Ni se movió, ni casi respiró. Por suerte, Thresh ni siquiera miró hacia arriba para buscarla. ¿Quién quedaba además de ellos dos? Solo Cato, al parecer. Katniss se desplomó contra el tronco.
Solo dos más, dos y volvería a casa. Pero, ¿cómo iba a matar a dos si ni siquiera podía acabar con uno?
