Dieciseis
Cuando los Hawthorne entraron por la puerta, Katniss supo con solo una mirada que Gale estaba pensando lo mismo que ella: que podían acoger a media veta en aquella casa tan inmensa, y que la mayoría de sus habitantes jamás conocerían una comodidad así. Al menos haber vencido significaba que tendrían algo de comida, cosas básicas como harina, aceite, algo de arroz y latas de conserva. No era mucho, pero era mejor que nada y durante unos meses su distrito viviría algo mejor gracias a ella, aunque ni siquiera hubiera sido su objetivo. Una barriga vacía podía ser una sentencia de muerte, eso lo sabían bien todos los que estaban sentados a la mesa.
—Katniss no sabe qué hacer con el despacho, pero ya tengo alguna idea —comentó su padre.
Ella dejó de comer y le miró con curiosidad.
—¿Qué se te ha ocurrido?
—Puede que una consulta.
—Es una gran idea, Ben —le respondió la señora Hawthorne.
Tenía sentido. Puede que no fuera un curandero tan buenocomo su madre, pero no le faltaban conocimientos y se habían arreglado desde su accidente vendiendo algunos remedios que ella les había enseñado. Además, ahora ni siquiera necesitaban que les pagaran por ello.
—Yo puedo ayudar —se ofreció Prim con rapidez.
Katniss esbozó una sonrisa.
—Me parece perfecto, papá. Y tú —dijo, mirando a su hermana—, también tienes que ir a la escuela. Igual que todos vosotros.
Rory, el hermano de Gale, también muy amigo de su hermana, se rio por lo bajo.
—Puedo hacer muchas cosas a la vez —aseguró Prim—. Quiero hacerlo.
Seguro que sí, además, aunque no lo pareciera era igual de cabezota que ella, y se pasaba el día discutiendo sobre lo que era justo y lo que no. Cuando creciera, se la imaginaba siendo igual de decidida que su padre. Su nueva situación les aportaba una tranquilidad que nunca habían conocido. Los Hawthrone se apañaban bien con Gale en las minas y Hazelle trabajando como lavandera para intentar cuidar a todos sus hijos ella sola, pero Katniss sentía que era podía hacer mucho más por ellos. No le gustaba saber que Gale estaba ahí abajo trabajando, donde su propio padre había muerto y el suyo había quedado herido para siempre. Sin embargo, también tenía su orgullo y sabía que era demasiado cabezota como para dejar que nadie les mantuviera, ni siquiera sus amigos.
—Podéis venir cuando queráis —se ofreció, cuando acabaron de comer.
La madre de Gale le dio las gracias mientras Prim aún hablaba con Rory y Posy en la entrada. Ahora solo tenía que convencerlo de verdad a él.
—Escucha… —le detuvo, bajando un poco la voz—, no dejes que Rory empiece a pensar en bajar a la mina. No lo necesita.
Gale apretó un poco los labios.
—Tiene que dedicarse a algo, Katniss.
—Pero aún es muy pequeño, puede buscar otro oficio —le repuso—. Si no quieres que yo te ayude a ti, deja que al menos tus hermanos…no lo sé, tengan otras oportunidades. Siempre nos hemos cuidado, Gale. Esto no es diferente.
Siempre había sido así, desde que se habían conocido por casualidad de niños, tras perder a un padre y una madre e intentar que el bosque les diera un sustento… ¿por qué iba a ser diferente ahora? Era uno de sus amigos más cercanos, los quería a todos como si fueran su propia familia. Supuso que su súplica había tenido algo de efecto porque Gale sonrió con levedad.
—A mamá le haría más feliz que alguno tuviera un futuro mejor. Tampoco le hace mucha gracia que yo ande en el bosque…
Katniss retiró la mirada por un momento y forzó una sonrisa. No estaba preparada para hablar de eso, ni mucho menos de volver allí. Tenía la impresión de que todos los recuerdos de los Juegos la perseguirían si lo hacía.
—Hablaremos, ¿vale?
Gale bajó el par de escalones y se despidió.
—Hasta mañana.
De vuelta a dentro, Katniss recogió toda la cocina junto a Prim y después su hermana se fue al salón junto a su padre, que quería leer algo con tranquilidad. Ella optó por quedarse en la cocina, con la excusa de terminar de guardar la vajilla, aunque la verdad era que también necesitaba su propio silencio. Arrastró la silla hasta el lugar más cercano a la encimera y abrió la agenda junto al teléfono. No sabía por qué dudaba tanto, si él le había dado su número, pero esperaba que la escuchara de verdad. ¿Le importaría que llamara o no? Después de lo que había hecho por ella, no creía que hubiera sido para nada. Tras marcar, escuchó los pitidos iniciales y miró por la ventana. ¿Dónde estaría él? ¿Tendría una ventana como aquella? ¿Qué paisaje le distraería? Cuando los pitidos pararon Katniss aguantó la respiración por un segundo.
—¿Hola? —se escuchó al otro lado de la línea, con una voz lejana, pero reconocible.
—Hola. ¿Finnick?
Le pareció que, al escucharlo, el tono se le suavizó.
—Katniss.
—Sí que tengo teléfono.
—Ya te lo dije. ¿Qué tal la casa?
—El palacio querrás decir.
—Sí, bueno —se rio él—. Me alegra escucharte.
Katniss volvió la mirada a la calle otra vez y se preguntó qué vería Finnick allí, cómo sería su aldea de vencedores, si tendría alguien con quien charlar.
—¿Cómo estás? —le preguntó-
—¿Yo? —replicó él, sorprendido—. Bien. ¿Y tú? ¿Cómo te estás adaptando?
La respuesta a eso no era algo que nadie quisiera escuchar. Estaba bien, físicamente, por lo demás…
—Bueno.
—¿Qué pasa?
—Pesadillas y esas cosas —respondió de forma escueta, como si así pudiera borrarlo todo. Como si así pudiera olvidar que no dejaba de ver la cara de Marvel en sueños, que se miraba al espejo y se veía mucho más mayor, que notaba cómo su padre la observaba cuando pensaba que no se daba cuenta—¿Hablaste…hablaste con los padres de Estee?
Katniss escuchó un ligero suspiro al otro lado.
—Sí, claro. Nada más volver.
Era lo que deseaba escuchar, pero luego no tuvo el valor de preguntarle cómo había ido. Después de todo, ella también tenía un cometido que cumplir y aún no lo había hecho.
—Voy a llevarle una carta de Alder a su familia —le confesó en voz baja—. No sé si querrán verme.
—Puede que sea doloroso para todos, pero será mejor que la tengan, eso seguro. Créeme, llevo años con esto.
Yo no, y no quiero hacer esto cada verano, pensó. Si no se lo dijo solo era porque sabía que podían estar escuchándola.
—¿Qué hora es ahí?
—Todavía no es mediodía.
—No te habré despertado, ¿no?
—¿Crees que solo vagueo cuando estoy en casa, Everdeen?
Se le escapó la risa, aunque no tuviera ganas de reírse para nada, pero estaba bien saber que Finnick seguía siendo Finnick incluso en la distancia.
—Yo que sé.
—Voy a ir nadar en un rato. ¿Qué estás haciendo?
—Nada, nosotros ya hemos comido. Creo que voy a ir ahora…a ver a la familia de Alder.
Era un buen momento, estarían en casa o en la zapatería.
—Oye, ve tranquila —le aconsejó Finnick—. Te lo agradecerán.
Ella no estaba tan segura.
—Te llamo otro día de esta semana y me lo cuentas, ¿vale?
—Sí. Hasta luego, Finnick.
—Adiós.
Katniss se quedó mirando el teléfono después de colgar por un momento, indecisa, pero acabó levantándose a por la carta, no sin antes avisar a su padre. Si no lo hacía ya, y debía de hacerlo sola, jamás se atrevería. Ignoró las calles principales, y caminó con la cabeza gacha para evitar que la miraran o la pararan para felicitarla y no paró su rumbo hasta dar con la entrada a la zapatería. Estaba en una buena zona del distrito, cerca del ayuntamiento, donde se podía decir que había aceras de verdad y no caminos de piedras y tierra.
Abrió la puerta con el corazón desbocado y al alzar la mirada se topó con unos ojos sorprendidos. Dedujo que sería uno de los hermanos de Alder, porque tenía su misma complexión. Se parecía tanto a él que un pequeño escalofrío le surgió en la espalda.
—¿Eres John?
Él la miró con la boca entreabierta, como si se hubiera quedado paralizado y solo asintió.
—¿Están aquí tus padres? —El chico, que no podía ser mucho más mayor que Alder, volvió a mover la cabeza—. ¿Puedo hablar con vosotros?
—Pasa —pronunció por fin, para abrir el mostrador e indicarle que le siguiera a la trastienda.
Allí, se encontró de frente con los que supuso que eran los padres de Alder y otro niño más pequeño, su otro hermano, sentados trabajando en una pequeña mesa de madera. Cuando la madre la vio se le cayó la pieza de entre las manos.
—Hola —saludó, notando cómo el pulso le temblaba. Tuvo que apretar la carta entre las manos para contenerse —. Lo siento. No quiero…no quiero molestar. Solo…
Katniss se paró para coger un poco de aire y el padre se puso de pie.
—No pasa nada.
Al bajar la mirada por un segundo, se dio cuenta de que la mujer tenía los ojos hinchados. Se mordió la mejilla por dentro y luego comenzó a hablar.
—Aunque no le llegué a ver dentro, pasamos mucho tiempo juntos. Tengo una cosa que Alder escribió y…me pidió que os la diera si no volvía. También que os dijera a los tres que os quería mucho —pronunció, consiguiendo no trabarse—. Era un buen chico, no se lo merecía.
El padre no le retiró la mirada, pero no dejó de parpadear para contenerse, casi igual que ella. Tomó el sobre con firmeza.
—Gracias.
Ella se dio la vuelta y cuando iba a atravesar la puerta notó la voz temblorosa de la mujer llamarle:
—Katniss. Nos alegramos de que ganaras.
Yo no, pensó. A veces no me alegro.
—Lo siento mucho —volvió a decirles, sin mirarlos de nuevo.
Salió de la tienda sin decir nada más, y volvió a la calle tan rápido que no veía por dónde pasaba, hasta que, unos metros adelante se rozó con una persona de repente en su huida. Iba tan apresurada que se asustó al encontrarse con él de enfrente, hasta que frenó, respiró y se dio cuenta de que se trataba de Michael Elwood, el otro vencedor aparte de ella y Haymitch.
—¿Katniss?
—Perdón —se disculpó tan rápido como lo reconoció.
—¿Estas bien?
—Vengo de…
Miró hacia atrás, dónde todavía se veía la tienda y Michael siguió su mirada.
—Ah. ¿Vuelves a casa?
Ella asintió y se limpió la cara con rapidez. Seguro que estaba roja por culpa de las pocas lágrimas que se le habían escapado. Qué manera más tonta de conocer a alguien, porque, aunque los dos sabían de sobra quién era el otro, jamás habían intercambiado palabra. Michael era más o menos de su misma estatura, más mayor que Haymitch y que su padre. Notó que no estaba tan delgado como lo recordaba antes de los Juegos, lo cual debía de ser una buena señal.
—Has sido muy valiente —le dijo, cuando echaron a andar—, y no me refiero solo a los Juegos.
Katniss se encogió un poco de hombros.
—Es lo que él quería que hiciera.
—A veces las promesas no sirven de nada, eso dice bastante de ti.
Si sabía poco de los Juegos de Haymitch, conocía aún menos de los de Elwood, ni cómo habría ganado. Por supuesto, era difícil imaginarse a un chaval ganador viendo a aquel hombre debilitado, pero que aun así conservaba cierta fuerza en su mirada.
—Mis disculpas por adelantado si mi nieto anda por ahí corriendo, alrededor de tu casa. No está acostumbrado a que tenga vecinos y le está cogiendo el gusto a caminar.
Conque tenía hijos, hasta un nieto. Ella no podía ni imaginarse su vida dentro de uno o cinco años, mucho menos en un futuro tan lejano. Siempre se había jurado que no traería jamás a un hijo a un mundo tan horrible como el suyo.
—No me importa, tranquilo —le aseguró—. Ni siquiera he salido mucho.
—Se te pasará, es el shock del principio, te piensas que todo el mundo está pendiente de ti y de lo que haces…En cierta parte sí que es verdad —le concedió.
—¿Puedo preguntarte como estás? Se te ve…
—Mejor, sí, gracias —completó por ella, con una sonrisa de agradecimiento—Este tratamiento está funcionando algo mejor.
—Me alegro.
—Todos queremos algunos años más, ¿no es así? Sobre todo si tenemos con quien pasarlos. Sé algo sobre la culpa también y eso no te llevará a ningún lado, Katniss. Es normal sentirlo pero...con el tiempo será mejor. Incluso cuando te manden allí de vuelta y se te remueva todo por dentro.
Ella puso una mueca.
—No sé si preferiría volver a entrar a ver a más críos morir.
—Tal vez puedas salvar a alguno, ¿quién sabe? —Y si era así, tampoco era una perspectiva amable—. No estarás sola, tendrás a Haymitch para ayudarte. Aunque no es el mejor dando conversación, es de confianza y tiene sus motivos para ser así.
—Lo sé —murmuró ella—. Ya sé más de lo que me gustaría.
—Y por eso lo siento. Este es un mundo desagradable —pronunció desviando la vista hasta la entrada de la Villa de Ganadores—. Lo único que podemos hacer es apoyarnos así que...si algún día quieres hablar, solo tienes que llamar a la puerta.
Katniss intentó devolver la sonrisa, a pesar de sentir aún el nudo en la garganta. No sabía si era de mucho consuelo, pero había cierto alivia en sentir que algunas personas entenderían por lo que había pasado. Tal vez y solo tal vez, hubiera un futuro que construir a partir de ahí.
