Dieciocho
Katniss observó la barra del armario, con casi la mitad de ella repleta de ropa de todos los colores. Nunca había tenido tantas prendas para sí misma, tal vez ni siquiera antes reunirían tanto entre los tres. Madge pasaba de una prenda a otra con las manos, buscando algo que le llamara atención. Antes de ella, Prim ya se había quedado con un vestido, que solo tendrían que arreglar un poco para que le sentara bien. Podía usarla para los domingos. Terciopelo, lana de la buena, seda…tenía materiales de todo tipo esperando a que los usara. Madge descolgó un vestido verde y pasó los dedos por encima de unas piedras que brillaban sobre los hombros.
—Parecen diamantes —murmuró con fascinación.
Entonces Katniss se acercó, para verlo más de cerca, a la luz de la ventana. No sabría cuál era la diferencia entre lo real y lo falso, pero temía que llevara razón. Cuando Madge se lo dio, lo guardó rápido en el armario, casi sintiendo pavor. ¿Por qué querría ponerse algo así? ¿Por qué desperdiciar ese dinero en una pieza de ropa con un valor que podría dedicarse a alimentar a tantas personas?
—¿Hay algo que te guste de verdad? —le preguntó su amiga.
Katniss volvió la vista al armario y le hizo un gesto con la cabeza.
—Solo ese.
Era un mono azul oscuro, largo y elegante, el único que se había probado y no le había hecho sentirse como alguien que viviera en el Capitolio. Cuando se acercara la fecha del tour de la victoria, llegarían para tomarle medidas si no le quedaba bien lo que habían enviado como regalos, más lo que Cinna hubiera diseñado para la última parada en el Capitolio. Después de que Madge hubiera terminado de verlo todo, Katniss le regaló la blusa de color rosa palo que le pegaba mucho más a ella y ambas se decidieron a dar un paseo. Se había convertido una poco a poco en una rutina, algo que las distrajera, aunque, por las mañanas, Katniss le había empezado a coger el gusto a salir a correr, siguiendo el consejo de Finnick. En ese último par de semanas al menos descansaba mejor, hasta en eso tenía que darle la razón. Ya casi estaban bordeando los límites de la Veta cuando Madge alzó la mirada hacia los árboles, tocando distraídamente la valla que las separaba de la pradera a su paso.
—Podríamos ir al bosque —comentó de pronto, por lo bajo.
Katniss la miró, elevando las cejas con sorpresa sin quererlo.
—¿Quieres ir? —preguntó.
Jamás se lo había pedido, e imaginaba que nunca había salido de los límites del 12 como ella lo había hecho cientos de veces. Su amiga sonrió levemente antes de encogerse de hombros.
—¿Por qué no?
Katniss frenó por un momento, pero solo para cambiar el rumbo hasta la zona donde la valla no estaba electrificada y podían colarse por un hueco en la parte inferior. No le importaba que se lo pidiera, aunque sí que le parecía llamativo. Aun así, era Madge. Era de sobra consciente de que sus escapadas hasta los Juegos no se trataban de una aventura, ni de un capricho. Pero, ¿y qué pasaba con ella? ¿No habría fantaseado alguna vez con perderse en la pradera, entre los árboles? Katniss ni siquiera había caído en ello hasta el momento. Para una persona que lo tenía todo, tenía la misma libertad limitada que los demás.
—¿Ya habías vuelto? —le preguntó Madge, cuando apenas estaban cruzando la pradera.
Katniss bajó la mirada e inspiró hasta sentir el olor penetrante de la hierba. Notó que Madge la miraba con atención, mientras que vigilaba por igual donde pisaba, como si estuviera fuera de lugar.
—Un día, con Gale. Solo a pasear.
Él había cazado, y ella se había quedado observando, casi paralizada, aunque le había resultado tan difícil articularlo que no le había dicho ni palabra a Gale al respecto.
—¿No vas a cazar? —murmuró Madge. Katniss se paró, notando la preocupación en su voz—. Ya sé que no te hace falta…¿escuchas bien?
Ella tragó saliva y le dedicó una pequeña sonrisa a Madge para que no se inquietara tanto.
—Tal vez no como antes, pero creo que me las apañaría. Es que…—se paró e hizo un gesto vago con las manos, hasta que decidió sentarse y respirar—. Tengo el arco en casa, el de los Juegos, pero no quiero usarlo. Cuando cargo y estoy a punto de lanzar, aunque solo esté probándolo, es como si estuvieran delante.
Su amiga se sentó a su lado y le apretó un poco la mano.
—Lo siento, Katniss.
Ella tuvo que perder la mirada por un momento para despejar el nudo que se le había creado en la garganta, pero se recompuso con rapidez. No quería pensar en ello, aunque agradecía sentirse tan a gusto con Madge como para poder decirlo en voz alta.
—Mírate aquí fuera —le sonrió, cambiando de tema—. ¿Quién te lo habría dicho?
Ella sonrió también y se echó hacia atrás, para observar el cielo, ya tumbada.
—Es como otro mundo. Todo está tan tranquilo.
Katniss la imitó y, por un rato, solo hubo unas nubes casi diminutas surcando el cielo, con la suave brisa a su alrededor y el único sonido de los pájaros y sus lentas respiraciones. En días como aquel, tal vez no necesitaba nada más que esa simple compañía. Tal vez eso era lo único que importa, por lo que había merecido la pena luchar.
—Podemos venir cuando quieras, no se van a enterar —le dijo a Madge—. Hasta te puedo enseñar a nadar.
No era mentira. La valla llevaba estropeada en esa zona años y los guardias levantaban la mano porque también comerciaban en el mercado negro por comida, como todos los demás. Madge giró la cabeza, apoyada en un brazo.
—¿Dónde?
—Hay un lago a un paseo de aquí. Dentro de poco hará frío, así que tendrá que ser ahora o esperar a la primavera.
—Da igual. No tenía ni idea de cómo pudiste cruzar ese río como si nada, pero ahora lo veo.
Nadar, se repitió Katniss. Tal vez nadar también fuese una buena forma de despejar la mente. Por ahora, correr resultaba, hasta cierto punto, liberador.
—Madge —llamó después a su amiga—. No sé por qué no has venido conmigo antes.
—Porque cuando Gale y tú salíais aquí no era por diversión —replicó, de repente con más seriedad—. Yo nunca he tenido que pensar en algo así para vivir. No quería que pensaras que no me lo tomaba en serio.
—No habría pensado nada parecido, Madge.
Estaba segura porque era su única amiga, la única que tenía de verdad aparte de Gale, alguien a quien no le había importado juntarse con la chica solitaria de la Veta, que había visto más allá de sus diferencias desde el principio. Incluso si su único motivo hubiera sido poder ver lo que era la naturaleza en persona, descubrir lo que podía ser estar a punto de acariciar la libertad, eso habría sido válido. ¿No soñaban todos con cómo sería un mundo en el que nadie dictase lo que debían hacer?
—Tú igual no —dijo, y se incorporó para sentarse—. Una vez le pregunté a Gale si estaba muy lejos de dónde sacabais las fresas que le vendíais a papá y se rio en mi cara.
Katniss se sentó también de golpe y frunció un poco el ceño. Tampoco sabía que hubiese ocurrido algo así, porque ninguno le había dicho nada, pero dedujo que a Madge le habría dado vergüenza.
—Nunca le he caído bien —añadió ella en un murmullo, volviendo la cara.
—No te odia. Gale…—A veces le parecía que le cegaba su odio por todo el que tuviera un privilegio, pero Madge no tenía la culpa de ser la hija del alcalde, o de que el sistema fuese injusto. Katniss negó un poco la cabeza y añadió–: no es por ti, él es así. Además, ¿por qué no me lo dijiste a mí después?
—Supongo que solo quería tener algo que decirle.
—¿Para…?
Katniss se quedó mirándola, sorprendida, al ver que encogía los hombros en un gesto nervioso.
—Para hablar con él —respondió, con un ligero rubor en las mejillas que Katniss no obvió—. Tener una excusa para hacerlo, al menos.
—Perdón —le dijo, después de que se le escapara la risa sin querer al darse cuenta de lo que estaba diciendo—. Madge…¿es que te gusta Gale?
Ella se tapó la cara con rapidez, aunque Katniss notó que Madge se reía, poniéndose aún más roja, en cuanto ella se echó a reír también.
—No me lo puedo creer. Pues que sepas que una vez me besó.
—¿Qué dices? —casi gritó Madge.
Era cierto, había sucedido hacía cosa de un año, una mañana sentados no muy lejos de allí, mientras compartían un bollo de pan. Katniss había tardado en reaccionar, pues un minuto estaban charlando y riendo y de repente Gale se estaba acercando demasiado a ella, pero después lo había interrumpido ella.
—Es verdad. Le empujé para quitármelo de encima y no volvimos a hablar de ello —explicó, para luego hacer una mueca—. Fue como besar a mi hermano.
Madge movió un poco la cabeza, como si quisiera olvidar tal escena, pero le siguió sonriendo. A Katniss no le interesaba Gale para nada más que su amistad, así que le parecía gracioso que a Madge sí que le llamara la atención cuando él nunca se la había dado. Igual ese era el motivo, o que eran casi opuestos y le atraía algo diferente a ella misma. ¿Quién sabía? No podía decir que entendiera lo que era enamorarse de nadie, porque nunca había sentido algo así.
—Yo también tengo algo que contarte —habló Katniss. Se le había ocurrido de repente, por algún motivo, pero después de escuchar a Madge confesar, le pareció apropiado—. ¿Sabes a quién conocí en el Capitolio? A Finnick Odair.
—¿A Finnick Odair? —repitió su amiga, con asombro—. ¿Cuándo? ¿En la Coronación en el Capitolio?
—En realidad antes de los Juegos —explicó Katniss—. Nos cruzamos un día y luego…por la alianza con el 4 nos vimos alguna vez, y después de ganar, claro. Charlamos mucho por teléfono.
Madge se quedó escuchando, con un interés real que hizo que no se sintiera tan nerviosa como se había imaginado al contárselo a nadie. Porque, ¿qué sería lo primero que pensarían? Teniendo en cuenta la reputación que le habían creado a él no quería ni imaginárselo, si, por ejemplo, hubiese sido Gale y no ella.
—¿Cómo es? —se interesó su amiga.
—Es…complicado —dudó Katniss—. Es un poco creído, aunque no tanto como pensaba, y es muy amable, ha hecho mucho por mí. Nunca lo habría dicho, pero nos llevamos bien.
Madge le miró sonriendo levemente.
—Entonces lo verás cuando vayas a la Gira de la Victoria.
Era de lo poco de lo que Katniss podía alegrarse. Ir distrito por distrito, viendo a personas que habían perdido a sus hijos o amigos en los Juegos no iba a ser nada agradable, y menos en los primeros distritos. Tampoco quería pensar en llegar al 11 o incluso en reconocer a la familia de Estee. Aunque quedaba un tiempo, sentía que serviría para hurgar en heridas que ni siquiera lograría cerrar pronto.
—Aun así, tengo muchas más ganas de ver el mar —replicó Katniss, pensando en un día en lo que parecía otra vida, cuando Finnick le había dicho que algún día ella lo vería.
Al final, incluso en eso llevaría razón.
Muchas gracias por todos los seguidos, vuestros favoritos y comentarios. Respondiendo al último review, ¡sí! Mi intención es abarcar toda la trilogía :)
