Veintiuno
Su recibimiento en el Capitolio para el tour de la Victoria fue aún más espectacular que su banquete de la victoria. El frío no existía en el interior de la mansión de Snow, tampoco el aburrimiento ni el hambre. Haciendo gala de su impresionante tecnología, habían recreado una noche estrellada en el techo, había varias actuaciones para amenizar la noche y todas las bebidas y comidas que Katniss pudiera imaginar abundaban. Después de una corta entrevista le habían presentado decenas de veces, intercambiando nombres, profesiones, besos en la mejilla indeseados y muchas fotos a su paso. Se había cruzado con varias personas que llevaban una copia de su pin del sinsajo o una trenza similar a la que solía llevar ella, lo que la había dejado más horrorizada que elogiada.
Tuvo que intentar con todas sus fuerzas disimular cómo rechazaba todo ello, junto con la atención que le prestaban, demasiado intensa para su gusto. El vestido que le había diseñado Cinna servía de ayuda. En tonos rojos y negros intensos, tenía unas hombreras que parecían plumas, junto a un cuerpo bordado y tul negro que caía hasta el suelo con la falda. Era un guiño claro al sinsajo, pero también se sentía lo más parecido a una armadura que podía vestir. Después de que la dejaran algo tranquila, se permitió coger una bebida. Solo una, que justificó como útil para cambiar los nervios.
Estaba alejándose del camarero que le había servido la copa, con la mirada saltando entre varios grupos de personas, cuando lo vio acercarse, justo frente a ella. Finnick ya venía conteniendo una sonrisa, puede que casi antes de que ella lo hubiera reconocido. Estaba demasiado descamisado por mucho calor que hiciera dentro, aunque Katniss pensó que sería lo usual para él.
—Estás espectacular. Un tanto feroz.
Hubo algo en la manera en que la observó que hizo que se sonrojara de inmediato. Por su parte, aún estaba parada, casi sin poder creerse que estuviera ahí de verdad, tras meses sin nada más que su voz al teléfono. Lo miró en silencio, un tanto sorprendida al pensar que estaba muy elegante, bronceado y bueno…muy guapo. Dio un paso adelante con la intención de abrazarle, tal vez, saludarle de alguna manera que no fuera tan fría, pero se frenó al recordar que les estaban viendo.
—Finnick —saludó, manteniendo una distancia prudencial—. Tú tampoco estás…muy mal.
El pelo le brillaba y de pronto sus ojos verdes le resultaron intimidantes. ¿Por qué estaba tan cohibida? Igual era porque hacía mucho que no se veían.
—¿Has comido?
Katniss movió un poco la cabeza y lo siguió buscando algo que coger entre la mesa con diferentes canapés.
—Prueba ese de salmón.
Ella lo imitó y masticó uno con pocas ganas, hasta que se dio cuenta de que estaba bastante bueno y le dedicó una leve sonrisa. Le pareció que no muy lejos de los dos alguien alzaba la mirada en su dirección. O igual estaba demasiado paranoica.
—¿Nada de esconderse esta vez? —le preguntó en un murmullo.
Finnick se dio la vuelta con discreción y negó un poco la cabeza, con aire divertido.
—Ya puedo leer los titulares: Finnick Odair seduce a la chica en llamas.
Katniss dio un trago a su copa y alzó las cejas.
—O al revés.
—Puede. Con ese vestido…me dejaría.
El comentario igual de inesperado como de vergonzoso le hizo volver a sonrojarse. Casi había olvidado cómo le gustaba provocarla. Finnick se rio al notar su expresión disgustada.
—¿Qué tal el 4?
—Interesante.
—Interesante. Venga, Everdeen, puedes hacerlo mejor.
Katniss respiró un poco y procuró no mirar a su alrededor. ¿Qué más daba lo que pensaran? Era la primera vez en todo el tour que podía sentirse un poco más a salvo, por lo menos con alguien que conocía y que no fueran Cinna o Haymitch.
—Es un mundo diferente, y el olor del mar… se te queda dentro —reconoció—. Es extraño.
—Ya, es la mejor sensación del mundo. Era un mal momento para verte, ¿sabes? Pero estuve ahí.
—Lo imaginé. Tampoco fue…un buen día.
No habría sido buena idea y tampoco se sentía con ganas de ver a nadie. Había pasado de un distrito a distrito con la única motivación de llegar al Capitolio cuanto antes y volver a casa para la última celebración.
—Lo sé, me he enterado de lo que pasó. Para otra vez, podríamos ir a nadar.
Katniss frunció el ceño.
—¿Para otra vez? No sé en qué situación me dejarían volver.
—Somos vencedores, las normas son un poco diferentes para nosotros. Puedes coger un tren si quieres, aunque tienes que pedir permiso.
—¿Así de fácil?
—No te creas. El papeleo es un rollo, pero Johanna y yo nos visitamos de vez en cuando igualmente—. Katniss recordaba que lo había mencionado antes—. Solo se ponen pesados la primera vez. Me siguieron hasta su casa a ver si lo que había declarado que haría era verdad.
¿Y qué haría ella en el 4? ¿Qué le diría a su familia? Aun así, la idea era atractiva. Por otro lado, imaginar a Finnick en el 12 le parecía un disparate.
—Estaría bien —susurró.
Aunque no me parece muy probable después de lo que pasó en el 11, se calló. Igual que Finnick, tomó algún aperitivo más ahora que estaba recobrando el apetito.
—Bueno…¿y la vida en casa? He visto a tu familia antes de que salieras por la televisión, había un montón de gente despidiéndote.
Sí y había sido un tanto abrumador, conmovedor y a la vez muy triste.
—Estamos bien. No lo sé, es una calma extraña —explicó, con una sonrisa pequeña—. Llevamos años viviendo día a día, es raro encontrar qué hacer con nuestras vidas.
Finnick se giró para mirarla.
—¿Y la consulta de tu padre?
La sonrisa de Katniss aumentó con la sorpresa. Finnick se acordaba de todo, al parecer.
—Está empezando ahora. Prim ya puede estudiar sin pensar si vamos a tener algo para comer mañana, y yo…no estoy haciendo gran cosa. Salgo un poco a correr.
—Así que alguien me escucha —comentó Finnick, también complacido.
—Funcionó algo. Ahora creo que enseñare a mi amiga Madge a disparar, nos despejará a las dos.
—Asociar ese arco con otro ambiente es inteligente.
—Ya, ¿cómo no se te habrá ocurrido a ti, verdad? —bromeó Katniss—. ¿Tú no tienes nada que contarme?
Finnick negó con la cabeza, sin perder la sonrisa.
—No, y espero que siga así. Prefiero una vida aburrida. Reconozco que me entretiene bastante cuando me llamas.
Al decirlo, Katniss se giró y le miró también a los ojos. Por un momento lo que la hizo sentirse más cálida fue la presencia a su lado y no la bebida. Ese era el sentimiento con el que quería quedarse.
—Y tú a mí. No estas tan mal, Finnick Odair. Una vez que se te conoce…
—Una vez que se te conoce —repitió Finnick, riéndose—. Si sigues así no vas a conseguir seducirme, Everdeen.
—Una pérdida que no podré soportar.
Cuando se quedaron en silencio, Katniss notó que la suave música disminuía aún más y alguien comenzaban a dirigirse a todos.
—Serán los fuegos —dijo Finnick—. Deberías salir a verlos, son en tu honor.
Katniss lo imitó aunque al moverse, notó que Finnick se separaba de ella.
—¿A dónde vas?
—Estaré por aquí, no puedo acapararte toda la noche. Luego te veo —prometió, para luego estrujarle los hombros levemente antes de irse.
Katniss emprendió el camino al exterior siguiendo a los demás, con Haymitch en su punto de mira. Observó intrigada y un poco incómoda con tanto ruido cada vez que aquellos fuegos artificiales, o cómo se llamaran, explotaban. Mientras que el cielo se volvía azul, verde y muchos otros colores, entre las estrellas, meditó si se estaba volviendo dependiente de él. No se fiaba de nadie que no fuera Finnick, Haymitch o Cinna, no allí, los demás eran meros extraños. La multitude empezó a celebrar y aplaudir cuando acabaron, aunque Katniss se reservó sus halagos para algo más importante. A Prim le habrían parecido hermosos de estar allí, pero a ella todavía le retumbaba el corazón con fuerza. Era estúpido que le diera miedo un supuesto entretenimiento como aquel, pero la gente del Capitolio nunca había tenido que escuchar un cañonazo en la Arena, claro. Se limitó a aplaudir un par de veces y sonrió a Cinna, que había aparecido a su lado.
—Katniss, me gustaría presentarte a Sylvie.
Una mujer joven, con una piel oscura tan bonita como la de Cinna, más oscura que la suya, se adelantó para estrecharle la mano. El tocado enorme que llevaba en la cabeza y el maquillaje pronunciado la despistó pero Katniss se dio cuenta enseguida de que la conocía. Era una de las cantantes del programa que le gustaba tanto a Prim.
—Encantada.
—Oh, querida —le murmuró, sin soltarle la mano—. Fuiste tan valiente y generosa, salvando así a tu hermana. Tienen que estar muy orgullosos de ti en casa.
—Lo están.
—Dime, ¿qué te parece todo esto? Debe de maravillarte.
Le entraron ciertas ganas de reir, pero logró esbozar una sonrisa que seguro que pareció algo fingida.
—Es muy…especial —consiguió decir.
De reojo, Cinna pareció estar conteniendo la sonrisa, lo que hizo que la suya fuera un poco más natural.
—¿Te importaría firmarme un autógrafo? A Prim le haría muy feliz.
La mujer sonrió encantada, como si le hubieran hecho el mayor cumplido del mundo. Le aseguró que lo haría inmediatamente y se lo mandarían al tren por lo que llamó a su agente, que le estaba siguiendo como si de un criado se tratara y desapareció entre el gentío.
—¿Estás bien? —le preguntó Cinna.
—Sí —le dijo con sinceridad—. Estoy bastante cómoda.
Los dos sabían bien que Katniss no se refería solo a la ropa. Cinna asintió levemente y siguió a su lado mientras que más curiosos se acercaban a intentar presentarse o felicitarla, nombre y rostros que apenas recordaría en unos minutos. Prestó toda la atención que pudo y también miró discretamente desde la distancia a Finnick, que se movía de un grupo a otro con facilidad, hablaba, escuchaba y reía con una facilidad totalmente ajena a ella. Ninguno de los dos volvió a cruzarse hasta que la fiesta ya estaba muriendo y Katniss encontró un taburete vacío una barra desde el que veía a Haymitch morirse de risa con el mentor del 11, Chaff. Por lo menos habían tenido una noche medio feliz y sin más incidentes. Finnick apareció de la nada, un poco más despeinado que antes, y algo falto de aire.
—¿Llego muy tarde? —preguntó con cierta ansiedad—. No me he dado cuenta, pero seguro que os iréis en cualquier momento.
Katniss se arremangó para comprobar la hora en el reloj de muñeca.
—Tenemos que estar en el tren a la una.
—¿Te acompaño?
Ella se levantó.
—Claro.
Finnick le dedicó una mirada a su mentor antes de salir, que asintió un poco y siguió a la suyo.
—¿Te lo estabas pasando bien? —le preguntó Katniss—. Te he visto muy ocupado antes.
Aunque ya estaban dejando la mansión atrás y la iluminación para salir en dirección a las vías del tren, notó que a Finnick le brillaban ligeramente los ojos.
—Bueno, ha sido mejor que otras noches. No debería haber bebido tanto, creo.
Katniss no quería ni pensar en qué tipo de noches habría tenido que pasar en el Capitolio, así que supuso que si se había pasado un poco no podía culparle si le apetecía. Katniss sonrió ligeramente.
—Entonces, ¿eres del tipo que se lo pasa bien cuando bebe?
Finnick le devolvió la mirada con confusión.
—¿Cómo?
—Haymitch es de los que se ponen peor de lo que estaban antes de beber. Tampoco le estoy juzgando —aclaró—. Tú no lo pareces.
—Supongo que no. ¿Y tú?
—No tengo experiencia con eso.
Solo con la copa y media que había bebido esa noche notaba que cada paso era más ligero pero no era como si la cabeza le diera vueltas o nada parecido. Con eso bastaba.
—Siguiendo tu teoría creo que te pondrías todavía más gruñona.
—Probablemente —reconoció Katniss, y ambos no pudieron evitar reír.
—No sabía que fueras fan de los reality. He visto a Sylvie Vanon contigo.
—En realidad no, es por Prim.
—¿Seguro? —Finnick detuvo la marcha—. Si no recuerdo mal Estee te pidió que cantaras una vez, para los sinsajos. Y tú eres un sinsajo, ¿no?
Katniss sintió una punzada en el pecho al mismo tiempo que la sonrisa de Finnick flaqueó al darse cuenta del recuerdo que había desenterrado. Por unos segundos el silencio se hizo pesado, pero Katniss se recompuso y puso los ojos en blanco antes de echar a andar.
—Yo no canto.
—Qué mentirosa, te has puestos roja y todo. Venga.
—No sé ninguna canción alegre, Finnick. Arruinaría el momento.
En eso ni siquiera estaba mintiendo.
—Si ves el programa, te sabrás alguna canción, desembucha.
—Recuérdame no volver a hablar contigo cuando has estado bebiendo —protestó Katniss entre dientes, lo que solo sirvió para que Finnick volviera a insistir e insistir sin dejar de caminar. Por más que quiso, Katniss no fue capaz de contener la sonrisa que se deslizaba en su rostro. Pasarían meses hasta volver a verle, en circunstancias aún peores, en sus siguientes juegos como mentora, y pensó que al menos podría llevarse un buen recuerdo, cuando Finnick ya estaba arrancándose a cantar.
Se paró en seco al escucharle, algo sorprendida porque sonaba mejor de lo que imaginaba y también muy divertida, con lo exagerado que se estaba poniendo al gesticular. Cuando retomó la marcha, sin dejar de cantar, Katniss le siguió cantando levemente, pero lo suficientemente alto para que Finnick pareciera igual de sorprendido.
—Sabía que podías cantar. Por eso te negabas, ¿eh?
—Cantas bien, Finnick.
Él esbozó una sonrisa de suficiencia.
—Pues claro, todo lo que hago lo hago bien.
Ya estaban en la estación, desierta a excepción de un par de trabajadores en la entrada que ni parpadearon al verles entrar. Cada vez estaba más frío, pero ni eso la molestaba ahora. Había sido buena idea que le acompañara hasta allí. Avanzaron hasta su tren con un Finnick ya callado, pero igual de sonriente.
—No eres solo del tipo que se lo pasa bien cuando bebe, eres también un poco más pesado, ¿lo sabías?
Finnick se encogió de hombros, como si no le importara lo más mínimo.
—Me lo han dicho un par de veces. ¿Esperamos a Haymitch?
Katniss asintió, y avanzaron hasta delante de la puerta de su vagón.
—La próxima vez que nos veamos seré mentora, con Haymitch —. Al menos no estaría sola, lo que era un alivio—. Seremos…¿enemigos?
Finnick bajó un poco la mirada.
—Algo así. Pero ambos sabemos quién es el enemigo. Estoy seguro de que lo harás lo mejor que puedas —la animó—. A veces es lo único que podemos hacer, intentarlo.
—A veces eso es suficiente —habló Katniss.
Lo había sido, con ella.
—Y me alegro —dijo Finnick, con una sonrisa más sincera y menos achispada que las anteriores. Le gustaba eso de él, que pudiera animarla, reírse de ella y saber cuándo ponerse serio al mismo tiempo—. Porque me ha dado una amiga.
Katniss dio un paso hacia adelante y, sin pensarlo mucho, le dio el abrazo que con el que debía haberle saludado ya nada más verla. Finnick la rodeó con más fuerza de lo que esperaba y cuando se separó sonreía.
—Cuando te vea me tienes que invitar a algo de tarta por tu cumpleaños. Ya no falta mucho.
Una vez más la volvía a dejar sin palabras.
—¿Quién te ha dicho cuándo es mi cumpleaños?
—Querida, sé todo antes de tú, ¿no te has dado cuenta ya?
Hay muchas cosas que no sabes, Finnick Odair. Ni siquiera yo misma sé lo que significan aún, pensó. No sabía qué sentir acerca de esa nueva vida bajo un microscopio, ni qué pensar de él, de esa amistad tan inesperada, de cómo era capaz de darle la vuelta a un viaje tan horrible en una única noche. Era fácil sentirse culpable por ello, pensar que no se merecía un pequeño momento de celebración, pero la culpa era corrosiva y no la llevaría a ninguna parte. Ambos sabemos quién es el enemigo. Ella solo hacía lo que podía en sus circunstancias.
—Supongo que sí. ¿Sabes también que es mi decimoctavo cumpleaños?
—Obviamente. Un día especial.
—Supongo que podríamos comer algo, sí. Cuando te vea, aunque…¿cuándo es tu cumpleaños? —le preguntó a él.
Katniss comenzó a contar en su cabeza. Debía de tener 23 años si no le fallaban los cálculos desde sus Juegos.
—En verano, aún queda mucho. No te va a funcionar para librarte.
—Podría decir que me debes una tarta por este verano, entonces —replicó Katniss.
Fue Finnick quien puso los ojos en blanco esa vez.
—Como quieras, Everdeen.
Zanjaron el trato estrechándose la mano, aunque por un momento pareció más que se le daban. Katniss sonrió y se subió al vagón. Ya era hora de volver a casa.
Gracias a todos los que seguís y comentáis este fic. ¡Feliz navidad y próspero año nuevo!
