Hola, queridos lectores. Un gusto volver a estos maravillosos lares.

Traigo para ustedes mi nueva obra, la que está inspirada en el juego "Legend of Zelda: Breath of the Wild" y también tendrá algunos elementos de Hyrule Warriors: Age of Calamity. Así que si quieres huir de los spoilers este es el momento de hacerlo. También usaré referencias del libro "Creando a un héroe".

Pienso narrar los hechos más significativos del juego de una manera distinta, cambiando por completo el orden y acciones de los personajes. Quizás el inicio se les haga bastante conocido, pero créanme, a partir de las decisiones que Link tome cambiarán por completo los sucesos de la historia (tal y como sucede en el juego, donde podemos elegir el orden y a dónde deseamos ir).

Como siempre, el romance será la base de mi historia, pero al mismo tiempo estará acompañado de aventura, drama y misterio. También pienso incluir el erotismo suave. Por eso la categoría del fic se encuentra en "T".

Espero que esta nueva historia sea de su agrado. La tengo en la mente desde que gané el juego y pude descubrir los caminos que pueden tomarse para hacerlo, donde casi nada es obligatorio.

Algunos capítulos serán narrados en primera persona (perspectiva de los personajes principales), y otros en escritor omnisciente (o sea, por mí).

La publicación se hará de manera semanal, todos los Lunes. En caso de que mi tiempo se complique (mi trabajo se pone peor cada día), cambiará a quincenal, pero no más que eso. No pienso dejar parada esta historia, y ya lo demostré al terminar con esmero las últimas que tenía pendientes.

Antes de comenzar la historia, tomar en cuenta lo siguiente:

- Los cambios de escena se darán con la barra que posee el editor de esta página.

- Los pensamientos estarán en cursiva.

- Los flashbacks se abrirán y se cerrarán con el siguiente símbolo: *.*.*.*.*

- Los sueños serán relatados en primera persona. Se iniciarán y finalizarán con tres puntos: …

Disclaimer: The Legend of Zelda y sus personajes pertenecen a Nintendo.


RECUERDOS DE CRISTAL

"El cataclismo que el héroe detuvo después de diez mil años al fin se produjo.

Sacerdotisa y princesa de mítica belleza: el caballero elegido dio su vida por ella.

Ante tal prueba de amor, el poder de la princesa despierta en su interior y, en la fortaleza, al cataclismo apresa.

Mas la tez del caballero no se marchita. Reposa en el Santuario de la Vida y, tras un largo letargo, resucita.

Debe afrontar incontables pruebas, para recuperar sus fuerzas… Cumplir su destino.

¡Hasta volver a ser un héroe! El que frenará el cataclismo y arrancará a la princesa de sus manos.

El héroe y la princesa, hombro con hombro, devolverán la luz de Hyrule, jugándoselo todo."


Capítulo 1: Inexplicable llamado

Abre los ojos…

- ¿Qué clase de voz es esta? La escucho tan lejana…

Abre los ojos…

- ¿Por qué me estás llamando? Ven, acércate… necesito verte…

Abre los ojos…

- No puedo ver tu rostro, pero si unas verdes pupilas que se fusionan con mi mirada, las que deseo alcanzar con la punta de mis dedos…

Despierta, Link…

Y abro mis ojos ante el pronunciamiento de esa última palabra, mientras el aliento de vida retorna a mí. No siento en mi cuerpo más que una energía cálida y acogedora, que poco a poco me llena completo.

¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Por qué me encuentro en este estado? No puedo moverme, pero puedo sentir como una extraña humedad que me rodea se desvanece, mientras el cristal que me cubre se apertura y permite que el oxígeno entre a mis pulmones. Ni siquiera sé cómo es que reconozco estas sensaciones, solo las vivo.

Aún palpo la desconocida calidez invadiendo mi cuerpo, y poco a poco me siento impulsado por moverme; primero mis dedos, luego mis brazos y mis piernas, para finalmente sentarme y girarme para salir de la especie de cama que me ha acogido por quién sabe cuánto tiempo.

Inmediatamente me pongo de pie, caigo de rodillas al suelo, sintiendo como las piernas me duelen y tiemblan por no poder soportar mi peso. No puedo creer que me cueste hacer algo tan básico. ¿Tan mal me encuentro?

- No temas, Link. Solo reencuéntrate con tu cuerpo, reconócelo una vez más…

Otra vez esa voz hablándome y mencionando ese nombre tan extraño. ¿Link? ¿Acaso así me llamo? No entiendo por qué, pero ser llamado así me llena de confianza, provocando que las fuerzas se adentren a mí.

- Necesito… quiero levantarme.

Poco a poco me pongo de pie y puedo mantenerme firme, por lo que intento dar mis primeros pasos, y con cada uno el dolor aumenta, pero a medida que avanzo y me acostumbro este disminuye hasta desvanecerse. Puedo saltar, puedo correr por el lugar en el que me encuentro encerrado, recuperando así por completo mi movilidad.

- Sabía que podrías, Link.

Link… Link… ese nombre se me hace familiar cada vez más… y con aquella voz, simplemente me estremece.

Me asombro al ver como una estructura, algo parecido a un pedestal, comienza a emanar un brillo azul. Me acerco a ella y de la misma asciende un extraño objeto rectangular.

- Toma la tableta sheikah. Te servirá de guía ahora que saliste de tu letargo.

¿Letargo? ¿Ese fue el estado en el que me encontraba? Y el nombre de este objeto "tableta sheikah"… Otra vez la familiaridad se apodera de mí.

Una vez tomo el objeto, se ilumina al contacto conmigo. Después la parte superior del pedestal se esconde, provocando que la puerta que me encierra se abra por completo. Al inicio dudo, pero luego decido salir.

En este lado del extraño lugar no veo nada novedoso, a excepción de un cofre que se gana mi curiosidad, así que lo abro, encontrando dentro una camisa, pantalón y zapatos viejos, aparentemente de mi talla.

La desnudez no me incomoda en lo absoluto, pues la siento como si me hubiera acompañado por mucho tiempo. Sin embargo, mi cuerpo comienza a enfriarse, por lo que decido ponerme la ropa.

- No me queda nada bien…

Los zapatos son de mi talla, sin embargo, la camisa y el pantalón me quedan cortos e incómodos. Pero bueno… peor es nada.

Ya "vestido", me acerco hasta el segundo obstáculo, otra puerta. De nuevo me encuentro con el mismo pedestal que me dio el extraño objeto…

- La tableta sheikah te abrirá el camino. Acércala a la terminal.

Otra vez la melodiosa voz hablándome. No puedo evitar encantarme ante ella. Lástima que esta vez no me llamó por mi nombre…

Haciendo caso a su indicación, coloco la tableta en lo que ahora conozco como terminal. Este se ilumina al contacto con el objeto, y cuando lo retiro puedo ver en la misma un mensaje.

"Tableta sheikah verificada. Se abrirá el acceso al exterior"

Aún me pregunto cómo es que puedo leer algo como esto, pero prefiero ya no seguir pensando en lo que sé y en lo que no… a pesar de sentirme totalmente perdido.

La gran puerta frente a mí se abre, permitiendo la entrada de una luz que deslumbra mis ojos de manera insoportable, creyendo que va a dejarme ciego. Poco después me acostumbro a ella, mientras unas escaleras se posicionan frente a mí. ¿A dónde me llevará este camino?

- Eres la luz que disipará las tinieblas que eclipsan Hyrule. Sal y cumple con tu destino…

Y como si se tratara de una orden, me dirijo hacia la luz que me llamaba a sentirla y explorarla. Subo las escaleras que llevaban a la salida, e incluso escalo esa molesta roca que se cruzaba en mi camino. Sigo adelante, sin mirar atrás, hasta que el final del túnel me lleva a abrir por completo los ojos, por primera vez.

La brisa golpea de lleno mi rostro, mientras un espectacular panorama se abre a mí a medida que corro hasta el final del abismo… por segunda vez el aliento de vida me regresa al alma.

Una vasta llanura se encuentra frente a mis ojos, donde los verdes pastos, árboles y diferentes paisajes comparten el terreno y cubren todo a su paso. Aún me parece imposible estar visualizando algo tan magnánimo como esto, como si fuera totalmente nuevo para mí, pero al mismo tiempo nostálgico. Vuelvo a percibir a la familiaridad apoderarse de mí.

Todo llama mi atención, pero sin duda alguna me cautiva la estructura que se encuentra en el centro, que opaca tanto la belleza de la naturaleza. Es una fortaleza oscura y tétrica, rodeada de una niebla que me causa náuseas y temblores en el cuerpo.

- El castillo…

Me quedo petrificado, cerrando los ojos y cayendo de rodillas al pronunciar ese nombre, sin entender por qué. Solo vino a mi mente como si lo conociera desde siempre, causando que a mí lleguen una serie de imágenes inentendibles e invisibles, desconociendo con qué las asocio.

- Link… ven. Link… no sé cuánto voy a resistir.

Me martirizo más al escuchar la encantadora voz hablándome de nuevo, pero esta vez con desespero y súplica. Mi corazón palpita locamente ante eso, deseando acabar con el malestar. Vuelvo a abrir los ojos para visualizar lo que yo llamé "castillo", viendo como en este se ilumina una intermitente y fugaz luz, que ni me di cuenta cuando se apagó.

- ¿Qué fue eso?

Me siento muy alterado, por lo que decido alejarme del paisaje y ver lo que se encuentra a mí alrededor, descubriendo una gran estructura frente a mí. Es una especie de templo, hermoso y misterioso, pero que ahora se halla en ruinas. Por supuesto, no aguanto mi curiosidad en ir a explorarlo; quizás ahí hallaré más respuestas a mis dudas.

Bajo por la loma que iba a llevarme al templo, y en el camino hallo algo que inevitablemente llama mi atención. Una fogata está encendida con varios alimentos alrededor; carnes de distinto tipo y frutas asadas. En ese instante siento como si recibiera una patada en el estómago, pues la comida me atrae, me llama a consumirla para saciar el hambre que me martiriza. Desconozco cuánto tiempo he estado sin comer, pero en este momento no me importa. Pienso devorarme todo lo que se encuentra a mi paso.

Me acerco a la carne, la que está ensartada en un palo de madera, y la devoro con un gusto que ni yo mismo reconozco. Para mí es la primera vez que pruebo algo tan exquisito, y me lo termino en cuestión de segundos.

Ahora prosigo a hacer lo mismo con las manzanas asadas, jugosas y brillantes. Sin embargo, en el momento que me disponía a tomarla, un objeto punzante y amenazante me detuvo, enterrándose en la tierra cercana a mi mano.

Doy un salto para atrás de inmediato, descubriendo al causante de este tremendo susto.

- ¿Qué haces con mi comida, ladronzuelo? – preguntó con el ceño fruncido. – ¿Acaso no tienes modales para respetar lo ajeno?

Frente a mí se encuentra un anciano de gran estatura, vestido con una túnica y capucha color café que solo muestra sus verdes ojos y prominente barba blanca; también porta un bastón con un candil colgando de la agarradera. Se lo ve enojado por haberme descubierto con las manos en la masa.

Siento una mezcla de indignación y vergüenza conmigo mismo. Mi hambre era tan grande que no pensé que esto pudiera pertenecer a alguien.

- Yo… yo… – dije, tratando de controlar mis nervios. – Lo lamento, señor. No sabía que esto…

No puedo terminar mi frase porque el anciano comienza a reírse a carcajadas, causando que mi rostro comience a quemarme, hasta sonrojarme. ¿Qué le pasa a este tipo?

- ¡Jo, jo, jo! ¡Ay, muchacho! – suspiró, recuperando la respiración. – Solo te estaba bromeando. Puedes comerte todo, si deseas.

- ¿¡Entonces por qué me atacó!? – pregunté enojado.

- Por qué quería saber si estabas atento a lo que ocurre a tu alrededor, y veo que no me equivoqué; tienes muy buenos reflejos. – respondió el misterioso hombre. – En serio, puedes comer lo que quieras. Las manzanas asadas están deliciosas.

Lo miro con el semblante endurecido por varios segundos, molesto por su broma de mal gusto. Sin embargo, bajo la guardia por la amabilidad de haberme compartido la comida, y mi hambre es insaciable. De inmediato continúo devorando los alimentos, pero esta vez con más calma y decoro para reducir en algo la vergüenza que siento. El anciano aún me sigue observando con simpatía.

- Pensé que algo dejarías para más tarde, pero veo que lo guardaste en tu estómago. – bromeó el anciano.

- Lo siento… pero, en serio, me moría de hambre. – dije, avergonzado por mis modales. – Muchas gracias por la comida.

- No tienes nada que agradecer, muchacho.

Nos quedamos en silencio unos segundos, hasta que el anciano vuelve a retomar la conversación.

- Esto sí que es nada usual. – dijo el anciano. – Hace mucho que no recibo visitas.

- ¿En serio? ¿Quién es usted? – pregunté con curiosidad.

- ¿Qué quién soy? – preguntó curioso. – Te aseguro que los detalles de mi vida no tienen importancia. Solo soy un simple y solitario anciano que vive en estas tierras desde hace muchos años.

- ¿Cuántos años? ¿Qué tierra es esta? – pregunté, más ansioso de lo normal.

- Haces demasiadas preguntas. – dijo, soltando una risa. – Ahora me toca a mí. Dime tú… ¿Quién eres?

- Me llamo Link. – dije, tomando como propio el nombre que me despertó.

- Link… Link… ¿Y tú qué haces aquí?

Sentí una gran preocupación al no poder responder su pregunta, pues no tenía la menor idea. A duras penas conocía mi supuesto nombre.

- Veo que te has quedado pensativo con mi pregunta, Link. – dijo el hombre. – En fin, lo que es un hecho es que nuestro encuentro no es una simple casualidad. Así que te responderé a tus dudas.

Me siento a los pies de la fogata, ansioso por escuchar al ermitaño. Necesito despejar una de las tantas dudas que aqueja mi corazón.

- Estás en la Meseta de los Albores, el lugar en donde se construyeron los cimientos del reino de Hyrule.

- ¿Hyrule?

Siento un escalofrío al escuchar ese nombre de nuevo, mientras un recuerdo fugaz viene a mi mente, tan rápido que casi no pude asimilarlo.

- "Link… ¿Qué será de Hyrule si mi poder no despierta?"

- ¿Muchacho?

Salgo de mi ensimismamiento al escuchar la voz del ermitaño llamándome. No comprendo a dónde se transportó mi mente.

- Lo siento, me distraje un poco.

- Bueno, continuando con mi relato…

El anciano se pone de pie, colocándose de espaldas a mí. Alza ligeramente su bastón y lo direcciona a la estructura que tanto llamó mi atención.

- Aquella edificación que ves a lo lejos era un sitio en donde se oficiaban ceremonias importantes. Lo llamaban el Templo del Tiempo. – relató el anciano. – Claro está, eso fue ya hace cien años. Ahora no es más que un montón de ruinas… al igual que el reino de antaño.

No sé si lo vi o fue solo fue producto de mi imaginación, pero percibí un suspiro de pesar del anciano al terminar su relato. Poco después cambia su dirección hacia mí para seguir hablando.

- Este lugar es solo olvido. – dijo con un tono de pesar. – No es más que la sombra de lo que un día fue.

Termina la conversación y se vuelve a sentar en la fogata. Sin embargo, aún yo tengo muchas dudas, lo relatado no era suficiente para mí.

- ¿Eso es todo, anciano? – pregunté impaciente. – ¿No va a contarme más?

- ¿Qué más puedo decirte? – consultó curioso, sacando una manzana de su bolsillo. – Solo tengo deseos de poner a asar esta manzana. Los alimentos hechos al fuego son más sanos y tienen mejor sabor.

- ¿Y? – volví a preguntar, algo impaciente e indignado. – Es que con lo que me ha dicho sigo sin saber exactamente dónde estoy.

- Sería buena idea que te pongas a explorar los alrededores, quizás encuentres algo interesante que te saque de dudas.

- Pero…

- Yo me quedaré aquí un rato más. Si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme.

Y así, el anciano da por terminada la conversación, dejándome sin más argumentos. Decido hacerle caso y ponerme a explorar los alrededores; quizás como él dijo, encontraría algo de mi interés.

Sigo bajando por la loma para dirigirme al Templo del Tiempo, y en el camino me encuentro a un hacha incrustada en una madera vieja. El objeto se gana mi interés, por lo que lo tomo sin dudarlo; quizás va a servirme más adelante.

Ya no me falta mucho para llegar al templo y saciar mi curiosidad. Sin embargo, detuve mi camino al sentir un movimiento extraño en uno de los arbustos, de los que sale un monstruo anaranjado con una porra en las manos, dispuesto a atacarme. Inmediatamente, saco el hacha, y antes de que pudiera caerme encima, lo golpeo, causando su fin inmediato. En pocos instantes su cuerpo se desvanece en una humareda púrpura, bastante siniestra y desagradable… me hizo sentir incómodo. ¿Cómo pude defenderme de esa manera? No lo pensé, solo actué.

Lo único que quedó del monstruo fue su arma, la porra, así que la tomo y la coloco en mi espalda junto con el hacha. Procedo a seguir con mi camino al templo, ansioso por poder conocerlo…

- Link… Link…

Su voz… su melodía ha vuelto a endulzar mis oídos, y ahora entremezclándose con el cantar de las aves y el viento. ¿Qué querrá decirme ahora?

- Ve al lugar marcado en el mapa de la tableta sheikah.

Como si se tratara de una orden, saco la tableta y la reviso, y puedo ver como en el camuflado mapa se marca un punto dorado… el que me llama y atrae.

Me dirijo a la dirección que el artefacto me indica, sintiendo como a lo lejos varios monstruos parecidos al que fulminé me persiguen. Sin embargo, decido no prestarle atención a eso, pues me estoy acercando al sitio deseado, logrando deshacerme de mis nefastos persecutores.

Llego hasta una especie de cueva, en donde se encuentra un pedestal parecido al que me dio la tableta sheikah. De inmediato esta reacciona.

"Coloca la tableta sheikah"

Por unos momentos observo con detenimiento el pedestal, hasta que retiro la tableta de mi cinturón y la inserto en el puerto, causando que este se hunda con el artefacto.

"Tableta sheikah verificada. Iniciando activación de la torre.

Cuidado: se prevén fuertes temblores"

De repente, encima de la supuesta cueva en la que creí me encontraba, se enciende en luz azul el símbolo del extraño ojo que me sigue a todos lados. Poco después se viene un fuerte y espeluznante sismo, que me tumba directo al suelo.

No sé en qué momento todo se vuelve negro… algo parecido a mi previo despertar.


Desconozco cuánto tiempo estuve inconsciente, pero de lo que si estoy seguro, es que no fue el desconocido que dormí en esa extraña y fría habitación.

Miro a mi alrededor y puedo observar la magnificencia de Hyrule, nombre que ahora ya no sale de mi mente.

"Se actualizará la zona de este mapa"

La frase inmaterial de la tableta sheikah me saca de mi obnubilación. Puedo ver como de la extraña piedra que se encuentra encima del pedestal cae una gota, recordándome a una lágrima. El artefacto la recibe y se torna por completo de azul. En ese momento me acerco, y para mi sorpresa puedo ver cómo el escondido mapa se transforma en algo más tangible y visible, algo sin igual.

Finalizada su labor, el pedestal me devuelve la tableta sheikah, y en ese momento procedo a retirarme… desconociendo cómo bajaré de esta torre.

- Recuerda…

Una vez más su maravillosa voz se dirige a mí, solicitándome algo que va más allá de mi entendimiento. Siento cómo una energía cálida me llama desde el Norte, por lo que no dudo en voltearme para percibirla.

- Concéntrate… trata de recordar.

¿Recordar? ¿Qué exactamente debo recordar? A duras penas conozco el que creo que es mi nombre y el sitio en donde me encuentro, mas mi verdadera identidad sigue siendo un misterio.

¿Qué significo yo en esta vida?

Al plantearme esa pregunta, camino con prisa hasta el filo de la torre, dejándome deslumbrar por el misterioso castillo que se alza con egocentrismo, pero al mismo tiempo con miseria. Una vez más puedo ver, en medio de su penumbra, aquella luz que me llamó cuando salí de la cueva, que me indicaba con desespero su poca resistencia.

Siento su angustia… dolor… agonía. ¿Qué es esto?

- Has estado dormido durante los últimos cien años.

- ¿Qué? ¿Cien años? No… eso no puede ser.

De mi boca sale aquella pregunta impensable, negándolo por completo. ¿Soy un anciano? ¿Por esto estuve tanto tiempo dormido? ¿Estuve enfermo? Desde que me desperté ni siquiera he tenido el interés de ver mi reflejo, el que seguramente está repleto de grietas y arrugas. Qué inverosímil.

Mi impacto se ve pasmado por otro ligero temblor, el que parece venir de la edificación tomada por las sombras.

- La bestia… Cuando la bestia recupere su verdadero poder, el mundo llegará a su fin.

¿La bestia?

Y en ese instante puedo ver como las sombras que rodean al castillo se transforman en una bestia, vociferando gritos de odio y hambre de martirio, de sufrimiento y maldad. No comprendo, pero me hace sentir ansioso, deseoso de no querer a aquel ente en mi camino, como si me hubiera arrebatado lo más valioso de mi vida.

Me siento tan confundido…

Puedo ver como la luz que tanto me atrae, que tanto me llama, se ilumina con más fuerza. Siento deseos de tomarla con mis propias manos.

- Link… date prisa… aún hay esperanza… eres mi única esperanza…

Al escuchar esa última frase, siento cómo una brisa fresca golpea de lleno mi rostro, trayendo a mi mente palabras e imágenes que se me hacen desconocidas, pero con la familiaridad como siempre por delante.

- ¿Te vas?

- Sí… es una orden de papá y del rey, y debo obedecerlos.

- No te vayas, por favor… después que papá se lo llevó… aún eres mi única esperanza.

- ¡JA, JAAAAAAAAA!

Aquellos extraños recuerdos se diluyen de mi mente al escuchar semejante grito, descubriendo que el anciano había llegado a la torre. Ni siquiera noté su presencia por sentirme en las nebulosas.

- ¡ANCIANO!

- ¡Pero mira lo que has hecho, muchacho! – preguntó el hombre, sorprendido. – Has levantado de la tierra a esta extraña torre… y al parecer no es la única.

El anciano me señala con su bastón todo mi alrededor, y me doy cuenta de que a la lejanía se han alzado más torres similares a esta.

- Ahora se han elevado estas cosas por todo Hyrule. ¿Intrigante, no? – preguntó el hombre. – Es como si hubieran despertado de un largo letargo.

Un largo letargo… como yo.

- Desde hace un rato te estaba observando, y te vi bastante interesado mirando el castillo. – continuó el anciano. – ¿Ocurrió algo extraño ahí?

- Escuché una voz. – respondí, como si le tuviera una confianza de toda la vida.

- ¿Una voz? ¡No me digas! – exclamó impresionado. – ¿Y es la primera vez que la escuchas? ¿Se te hace familiar?

Ante esa pregunta quedo mudo, sin saber qué decir, pues me es familiarmente desconocida y no me atrevo a decirlo. Sin duda quedaría como un loco.

- Ya veo, no tienes que forzarte a responderme. – dijo el ermitaño, para luego volver a fijar su vista en el castillo. – Imagino que viste la malicia rodeando a ese viejo castillo, ¿verdad?

- Sí…

- Pues eso tiene un nombre propio… Ganon.

Ganon… Gan…

- Nunca… jamás te entregaré a las garras de Ganon.

Caigo de rodillas al suelo ante otra ráfaga de imágenes, mientras el pecho me duele inmisericordemente, casi dejándome sin respiración. Angustiado, el anciano se acerca a mí, ayudándome a reincorporarme, mientras daba fuertes palmadas en mi espalda.

- ¡Muchacho, tranquilo! – exclamó el hombre. – ¿Qué te ha ocurrido?

- No lo sé… se me fue el aire por unos momentos.

- ¿Tan joven y ya con achaques? Estos muchachos de ahora…

"Joven"… "Muchacho"… esas palabras me llenan de curiosidad, metiéndose entre la revelación que la voz me hizo hace unos momentos.

- La voz me dijo que estuve dormido por cien años, así que no creo ser tan joven.

- ¿Qué? ¡JA, JA, JA! – se burló el ermitaño. – Pero si eres un mocoso. Mira tu imagen en la tableta que tienes amarrada en el cinturón y lo descubrirás.

- ¿En la tableta sheikah?

- Así es. – aseguró. – Seguramente en la pantalla inicial hay alguna manera que puedas verte.

Comienzo a explorar esta extraña cosa, descubriendo que en la pantalla se encuentra algo llamado "cámara frontal". Como si fuera experto en conocer su funcionamiento, la presiono, descubriendo mi imagen por primera vez.

Comienzo a tocar mi cara para ver si mis movimientos se reflejan en la imagen, dándome cuenta de que sí, y que efectivamente soy yo. Soy joven, no parezco un anciano centenario. No sé si eso me calma o aterra.

Ahora menos me siento cerca de descubrir mis misterios.

- También puedes presionar el botón de abajo y cambiar la posición de la cámara, para que visualice lo que se encuentra frente a ti.

- ¿Cómo sabe usted todas esas cosas?

- Mucho tiempo libre quizás… – respondió el hombre, cambiando luego de tema. – En fin, voy a continuar hablándote de Ganon.

Aquel nombre no deja de perturbarme, causándome miedo, pero más que todo enojo y frustración. Sin embargo, decido dejarlo de lado para dedicarme a escuchar el relato del anciano.

- Hace cien años el reino de Hyrule gozaba de paz y prosperidad. – inició el anciano. – Hasta que un ser maligno despertó y con su inmenso poder arrasó con todo, destruyendo muchas vidas a su paso.

El dolor en el pecho tuvo ganas de regresar a mí. Sin embargo, me contuve, no quiero tambalearme ante sucesos desconocidos para mí.

- Sin embargo… – continuó el ermitaño. – Consiguieron recluirlo en el Castillo de Hyrule, que simboliza la grandeza de estas tierras.

Veo cómo el anciano lanza un suspiro apenado y con congoja, pero rápidamente se reincorpora y continúa.

- Cien años han pasado y aún sigue encerrado ahí, esperando el momento de terminar con lo que empezó.

Una vez que termina con su relato, siento que la ansiedad regresa a mí, fuerte y desesperante, pero con acopio de fuerza me controlo para no demostrar debilidad ante el anciano. Esa bestia… aquel ser, encerrado en el castillo… tan cerca de aquella luz que me paraliza los sentidos.

No lo concibo…

- Dime, joven. – cuestionó el ermitaño. – ¿Acaso tienes deseos de ir al castillo?

- Sí. Yo iré.

Los ojos del hombre se desorbitan ante mi afirmación, mientras que yo me pregunto por qué di esa clase de respuesta. No sé por qué lo hice. Simplemente, sé que deseo ir a ese lugar y conocer de una vez por todas el origen de aquella voz que me llama y atrae con desesperación.

- Lo suponía. – afirmó riéndose. – Sin embargo, debes saber que la meseta en la que nos encontramos se encuentra aislada por un precipicio… bajar de ahí sería una muerte segura.

- Debe haber alguna manera de salir de aquí.

- Bueno… si tuvieras lo que usé para subir aquí, todo sería más fácil.

Veo como el hombre saca ante mis ojos un pedazo de tela extraño amarrado a palos de madera, pero que se ve con buenos acabados y reforzados. ¿Acaso con eso logró subir a esta torre?

- Esta es mi paravela, mi tesoro más valioso. – me enseñó el ermitaño. – Gracias a esta maravilla pude llegar hasta aquí, saltando desde la parte más alta del Templo del Tiempo.

- ¡Démela! ¡Yo quiero esa paravela!

- ¿¡Qué!? ¿Te has vuelto loco, mocoso? ¡JA, JA, JA! – se burló sonoramente. Te acabo de decir que es mi tesoro más importante, no pienso dártelo.

- Haré lo que sea para que me la dé, lo que me pida.

- Bueno… podría dártela… pero tendrías que hacerme un favor.

- ¿Qué cosa?

- Tan cómodos estos jóvenes de este tiempo… Averígualo.

El anciano se voltea, da un salto de la torre y despliega su paravela, dirigiéndose hasta quién sabe dónde.

- ¡Anciano! – grité impresionado. – ¿A dónde va?

- ¡A mi casa, me muero de hambre! – exclamó riéndose. – Te puedo dar una ración de comida… claro, si es que no tardas mucho en venir. ¡JA JA JA!

Condenado anciano, burlándose con el poco tiempo que me conoce. Es obvio que me demoraré mucho en alcanzarlo, pues mientras yo busco la manera de poder bajar de esta torre, él se va bien campante con su paravela, la que quiero para mí.

Antes de hacer cualquier movimiento, analizo primero hacia donde se dirige el hombre; al Sur, perdiéndose entre varios árboles.

Sea como sea debo alcanzarlo…


Parecía tan cerca el sitio a donde el ermitaño había llegado, pero me di cuenta de lo contrario cuando llegó la noche. El camino se me hizo eterno, incluso me tocó enfrentarme a algunos monstruos que se me atravesaron en el camino, pero por suerte pude quedarme con sus porras, arcos y flechas rústicas.

El final de mi camino llega cuando veo una casa vieja y destartalada, en donde supongo el anciano vive. Sin dudarlo, entro y lo veo a él sentado en su mesa, escribiendo una clase de libro.

- ¡Ja, ja, ja! – rio el descarado. – Pensé que te habías perdido.

- Pues al final pude encontrarlo. – dije serio, no me sentía nada contento. – Dígame qué debo hacer para que me dé la paravela. Me urge ir al castillo.

- Paciencia… paciencia. – respondió con calma. – ¿Has visto la hora que es? En estos momentos hasta los monstruos duermen, y tú deberías hacer lo mismo después de semejante caminata. Además, imagino que tienes hambre.

En el momento que menciona eso, mi estómago da un fuerte rugido, causando en mi real bochorno. Una vez más el hombre comienza a reírse de mí, para luego hacerme una señal para que me siente. Encima de la mesa se encontraba un plato de comida.

- Come. Es una de mis especialidades, carne con pescado picante. – enseñó el plato, con orgullo. – La noche está fría, así que te vendrá bien.

No pude resistirme al olor que desprendía, así que sin pensarlo lo comienzo a comer, esta vez cuidando un poco más mis modales. El exquisito sabor de la comida, con aquel picante ligero y agradable, me hace una vez más sentir extraño… para variar, como me he sentido todo el día, nostálgico.

Una vez termino de comer, vuelvo a dirigirme al ermitaño, pues no voy a quedarme de brazos cruzados hasta que me dé lo que quiero.

- Anciano, agradezco mucho esta comida, me cayó muy bien. – dije, tratando de sonreír. – Pero por favor, no me haga esperar más. Necesito que me diga qué hacer a cambio de su paravela.

El anciano detuvo momentáneamente la escritura de su extraño libro, para luego mirarme con seriedad. Espero que esta vez esto no sea camuflado por una burla o carcajada.

- ¿Quieres mi paravela? – preguntó serio. – Pues bien, te la daré con una condición.

- ¿Cuál? – pregunté ansioso.

- La conocerás mañana en el Templo del Tiempo. Deberás estar ahí a la llegada del amanecer.

- ¿¡Qué!? – pregunté impactado. – ¿O sea que tendré que caminar de regreso para ir al templo? ¡Pero si pasé muy cerca de ahí!

- ¡JO, JO, JO! – comenzó con sus burlas. – Pues así son las cosas, muchacho. Ahí descubrirás cuál es la condición para que te la dé, y es por eso que debes ir al amanecer. Ni antes, ni después.

- Comprendo. Así será entonces. – respondí resignado.

Una vez más el viejo me molesta con tanta incertidumbre, pero mi deseo por ir al castillo para conocer el origen de aquella voz me mata. Haré lo que sea para conseguirlo.

- Ya es tarde y seguramente estás cansado. – dijo el hombre. – Puedes usar mi cama para dormir, es vieja, pero aún es cómoda y cálida.

- ¿Y usted dónde va a dormir?

- No te preocupes por mí, yo no duermo en las noches porque me dedico a escribir mi libro. Es mi adicción. – respondió sonriendo. – Así que con confianza, recuéstate.

Termino haciéndole caso, pues después de tan cálida comida, el cuerpo reclama descanso. Me quito las botas y me recuesto en la cama, con mi vista al anciano, que todavía seguía escribiendo su extraño libro. ¿Qué estará anotando con tanto interés?

Puedo sentir cómo mis pupilas me pesan, anunciando que poco a poco el sueño me invade. Incluso la imagen del ermitaño se me vuelve borrosa… y por un instante, algo fugaz, me parece verlo revestido de gracia y elegancia, con finos trajes de terciopelo, y una magnífica joya decorando su cabeza.

Espero que este sueño no dure otro centenar…


Comentarios finales:

Bien, he traído para ustedes el primer capítulo, el que espero haya sido de su agrado.

Como lo comenté en mis notas iniciales, pienso tomar cosas originales del juego, pero con mi propio toque personal.

Así creo hacer el resto de la historia, omitiendo algunas cosas que fueron interesantes, pero (seamos sinceros) con mucho relleno. Los 120 santuarios no estarán presentes (máximo uno o dos y con misiones muy especiales). Imagino se están preguntando, ¿y las runas de la tableta sheikah? Lo sé, no las he dejado de lado, pero digamos que Link las obtendrá de otra manera.

¿Qué pasará con los 900 Kologs? ¡NEGADOS! ¡JAJA! No es que me desagraden, son criaturas encantadoras, pero aparecerán en la historia como personajes normales.

Quise hacer que el despertar de Link sea algo más realista, pues una persona que ha estado en "coma" por mucho tiempo, es normal que le cueste moverse (un ejemplo de eso, son los recuperados graves de Covid19, que necesitan rehabilitación desde cero). En este caso, nuestro héroe no necesitó fisioterapia, pues el poder sagrado le ayudó a retomar su vida (ya sabemos quién).

Espero que este inicio les haya gustado. ¿Llegará el zelink pronto? Ya veremos…

Un abrazo,

Artemiss