Unas manos calientes tocaban suavemente su cara, como acariciándolo. No era posible, debía haberse dormido en la hierba del patio y el sol le calentaba la cara, una luz muy brillante. Demasiado brillante. ¿Quién lo estaba tocando?
-Oh Harry. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué le habéis hecho daño? - Una voz de mujer, claramente enfadada y preocupada, le hablaba al oïdo. No sabía porqué, pero Harry tenía la impresión de que no le hablaba a él, aunque había dicho su nombre. Le sonaba su voz; tenía un toque maternal como la de la Señora Weasley, la madre de su amigo Ron.
Quería saber si estaba en lo correcto, aunque fuera improbable. Había pasado todo el verano solo en Privet Drive y siendo casi ignorado por su amigo; pues aunque le había escrito cartas, en estás no le contaba nada de lo que quería saber. Aun así, Harry era completamente incapaz de abrir los ojos. Su nube de pensamientos oscuros estaban despertando una furia, mezclada con impotencia, que le subía desde el estómago hasta el pecho. Noto como las manos se retiraban de su rostro mientras oía a una voz de hombre, idéntica a la del Señor Weasley, decir:
- Vamos Molly, ahora está a salvo. Vamos a llevarlo a una cama para que pueda descansar.- Unos nuevos brazos le levantaron del suelo. Quería decirle a la señora Weasley que él se encontraba bien, que se marxaran sin él, pero era incapaz de mover ninguna parte de su cuerpo. Si aquellos mortífagos que lo atacaron en Privet Drive intentaban hacerle daño a los Weasley por intentar protegerlo, nunca se lo perdonaría. La señora Weasley, una ama de casa muy dedicada, era una gran maga, pero Harry no estaba muy seguro de que fuera una gran duelista. Ni su marido, el señor Weasley, que era un trabajador del Ministerio de Magia en una oficina llamada Oficina Contra el Uso Incorrecto de los Artefactos Muggles.
-Lo lamento, de verdad. No pretendíamos causarle ningún daño, solo nos sorprendió- Aquella voz le era familiar, pero tenia una ligera modificación robótica ideada para que no se pudiera reconocer fácilmente.
- ¿Y quieres que confiemos en ellos? Han invadido mi casa sin ningún impedimento y han atacado a mi ahijado, Dumbledore. No creo que sean de fiar. - Harry notó que la voz provenía de la persona que lo había cogido en brazos: Sirius. Su querido padrino también estaba allí. ¿Cómo era posible? La última vez que lo había visto fue al finalizar el torneo de los tres magos, en Hogwarts, pero había supuesto que al no estar ya él en Hogwarts Sirius habría vuelto al sur. ¿Qué hacía él con los Weasley, no se daba cuenta que podrían denunciarlo?
Ellos no sabían nada de que Sirius era inocente. Nunca se lo había dicho y dudaba que Ron hubiera comentado a su familia que conocía personalmente a un famoso asesino y que este le había demostrado que era inocente convirtiendo a una rata, que había vivido en su família 12 años, en una persona real. Sabía que Dumbledore creía en la inocencia de Sirius, incluso había hecho que Snape creyera en ello. ¿Si estaba él allí, quería decir que estaba a salvo y que nadie atacaría a su padrino? ¿Tenía Dumbledore tanta influencia como para que los Weasley creyeran fielmente en su palabra, sin ninguna prueba? Esperaba que sí.
La presencia de aquellos encapuchados había pasado a un segundo plano en la cabeza de Harry. Al fin y al cabo, si Dumbledore estaba allí, no podrían hacerles daño, ¿cierto?
-Yo confio plenamente en ellos, Sirius. ¿Crees que dejaría la seguridad del mundo mágico en manos de unos encapuchados si no tuviera pruebas irrefutables de sus buenas intenciones? - La voz de Dumbledore, poderosa y tranquila, llego a los oidos de Harry.- ¿O desconfías de mí y de mis acciones, Sirius?
Un pequeño gruñido, parecido al de un perro rabioso, sonó en el pecho de Sirius justo antes de que él respondiera.
- No Dumbledore, pero creo que tiendes a creer demasiado en las palabras de personas poco confiables, como Snape. Realmente tienes pruebas o confías en lo que...
- Sirius, basta. Profesor, Sirius solo está preocupado por Harry, como todos aquí.- La voz, un tanto rasgada, de Lupin cortó las palabras de Sirius.
Una voz metalizada, con un poco de timidez, intercedió mientras se oía el crujido de una tabla de madera de un suelo antiguo.
- Creo que deberíamos dejaros solos. Continuar con esto o no es decisión vuestra, mañana podréis contarnos que queréis hacer. Buenas noches a todos. Descansad, si aceptáis, mañana será un día largo. - Unos pasos atravesaron la habitación y, momentos después sono la apertura d'una puerta con un golpe fuerte, que dio a entender a Harry que aquellos encapuchados ya se habían ido. Intentaba mantenerse consciente, curioso de todo aquello que estaban debatiendo los adultos presentes en la sala, pero le era muy complicado concentrarse. Las voces eran cada vez más lejanas.
- Todos estamos preocupados, pero debemos calmarnos. Nosotros también tenemos miedo, Sirius. No sabemos cómo la llegada de estos encapuchados va a afectar a nuestros hijos, pero debemos decidir qué hacer con mucha calma y sin pelearnos entre nosotros.- Una última voz calmada y suave que Harry, mucho más dormido que despierto, ya no pudo reconocer, zanjó la discusión. Por mucho que Harry intentaba escuchar, las voces eran murmullos incomprensibles hasta que quedó, de nuevo, completamente inconsciente.
-Gracías Arthur. ¿Sirius, serías tan amable de llevar a Harry a unas de las habitaciones de arriba? Estoy seguro que al señor Ronald no le importará compartir habitación con Harry de nuevo.- Dumbledore hizo una pequeña pausa, más para dejar en claro su determinación en la siguiente oración que para respirar, y continuó - Cuando vuelvas acabaremos de discutir todo este asunto. Preferiría empezar esta noche pero hasta mañana, al menos, no podremos empezar pues los chicos deben estar presentes. Sí Molly, me temo que es inevitable. He intentado por todos los medios posibles alejar a los chicos de estos temas, pero es imposible. -
La boca de la Señora Weasley, que se había abierto con clara intención de protestar, volvió a cerrarse al oir a Dumbledore. Aún así, no pudo evitar que un pequeño gruñido se escapara y que, con las vacías paredes de la habitación, se escuchara muy claramente.
-Entendido Dumbledore- Contestó la voz de Sirius con un deje de resentimiento, subiendo ya escaleras arriba con Harry en sus brazos.
Harry se despertó por un gran ruido ahogado, con un gran dolor de cabeza y sin recordar prácticamente nada de lo que había sucedido en la noche anterior. Había sido un sueño extraño, diferente a la pesadilla que desde la noche del cementerio le había estado persiguiendo. Esta, aunque también le provocaba cierto temor, no le hacía doler la cicatriz y le había dejado una suave sensación familiar al final.
Cuando abrió los ojos la habitación todavía estaba a oscuras. Las pocas farolas de la calle que daban a su ventana estaban desgastadas, por lo que de normal no solía haber mucha luz en su cuarto de Privet Drive, antiguo segundo dormitorio de Dudley, por la noche, pero esta oscuridad era diferente, mucho más profunda. Pese a no llevar las gafas y a no encontrarlas en la mesita de noche inexistente, Harry se dio cuenta que esta habitación, que claramente no era la suya, no tenía ninguna ventana.
En el fondo de la habitación se encontraba aquello que estaba realizando aquel ruido con el que se había despertado. Se levantó de la cama y buscó su varita para crear un poco de luz, con tan mala suerte que tropezó con otra cama, próxima a la suya. Aunque realmente había hecho muy poco ruido, fue para despertar a la otra persona que dormía en la habitación que, tras moverse un poco, dijo:
-¿Harry? ¿Eres tú? ¿Cuándo has llegado? Deberías haberme despertado- Reconocer la voz de su amigo Ron le calmó un poco. Le había echado mucho de menos durante el verano. Ron era un muchacho alto, un poco más que él, con el pelo de un rojo anaranjado, la nariz larga y ojos de color castaño. Habían sido amigos desde principio de su primer año en Hogwarts pero durante el verano le había guardado mucho rencor. Él y Hermione, su otra mejor amiga, habían estado juntos, enterados de lo que sucedía en el mundo mágico, mientras él se quedaba encerrado en Privet Drive sin saber casi nada de nadie. - ¿Porqué seguimos a oscuras? Enciende la luz.
-No sé dónde está, Ron. Ni siquiera sé dónde está mi varita, me acabo de despertar aquí y...- Los recuerdos de la anterior noche, de lo que él hasta el momento había creído un sueño, llegaron a su mente. El pequeño enfado subyacente contra Ron se vió alimentado por la rabia y impotencia la noche anterior. Él estaba en Privet Drive cuando fue atacado. ¿Cómo, en nombre de Merlín, había llegado hasta la Madriguera, donde vivía Ron y su família?- ¿Ron, como he llegado aquí?
-Harry, te acabo de decir que no sabía que habías llegado. Hermione y yo, con ayuda de los gemelos, hemos estado intentando averiguar que hacen en la Orden, pero mamá siempre nos descubre y se enfada con nosotros. Dice que como somos menores de edad no podemos interceder, aunque los gemelos ya son mayores y tampoco pueden. Oh, a ver lumos. Mucho mejor- La voz de Ron mucho más acelerada y menos adormecida intentó explicarle lo más rápido posible lo que ocurría, previniendo la amenaza de ataque de ira que destilaba la voz de su amigo. Una vez pronunció el hechizo, la luz lleno la habitación en que Harry se encontraba, aunque no conseguía eliminar del todo la oscuridad subyacente en el lugar. Las paredes, de un papel grimoso de color gris, amplificaban la sensación agobiante y lúgubre del lugar. Harry no sabía donde estaban, pero esto no era la Madriguera.- Tampoco nos dejaban contarte nada. Dumbledore nos hizo jurar que no té diríamos nada importante, aunque tampoco sabíamos nada - se apresuró a puntualizar al ver el cambio de expresión en la cara de su amigo- tienen miedo de que puedan interceptarnos las cartas.
-Así que tu y Hermione habéis estado aquí juntitos, de aventuras, mientras yo me pudría en Privet Drive, y no habéis podido decirme nada. ¿De verdad? - La voz de Harry, aunque continuaba siendo baja pues no quería despertar a nadie, destilaba una gran cantidad de rabia.- Después de todo: del laberinto, del cementerio, de haber enfrentado a Voldemort durante años la gente sigue sin confiar en mí, sin creer que merezco respuestas de todo lo que esta pasando y, y... ¿Pero se puede saber donde puñetas estamos?
Ron, claramente mucho más cómodo con el cambió de conversación, se apuró a responder:
-En el número 12 de Privet Drive, el cuartel general de la Orden del Fénix. La Orden és un grupo que Dumbledore ha creado para luchar contra El Que No Debe Ser Nombrado pues el Ministerio no es que esté haciendo mucho. - Al ver la expresión de desconcierto de su amigo, continuó- Desde que volviste el día de la prueba y le contaste a Dumbledore lo que viste, este se ha dedicado a advertir de lo ocurrido a todas las autoridades mágicas pero no le creen. Dicen que está perdiendo sus cabales y que se cree las mentiras de un niño con necesidades de atención.
- Pero eso no son mentiras, yo lo ví. - No se lo podía creer, después de todo lo ocurrido, nadie le creía.
-Lo sabemos Harry. - La voz de Hermione llegó desde la puerta. Harry, concentrado en su rabia por los recientes descubrimientos, no había oído el sonido de la puerta abriéndose. Pudo ver poco el rostro de Hermione antes de que ella lo abrazara y enterrara su cabeza en su pelo. Oyó de fondo a Ron levantándose de la cama donde, hasta ahora, había estado sentado. Al separarse de Hermione pudo ver lo mucho que habían crecido en aquel verano. Hermione solo le sacaba ya un par de centímetros. Ron, a su vez, había remontado la carrera y le sacaba más de una cabeza a Harry. - Nosotros creemos en ti y siempre lo haremos. Sé que estás enfadado y lo entiendo, pero nosotros no podíamos hacer nada - La finura de la mirada de Hermione le dijo que ella tenía razón, como siempre, y consiguió calmar un poco su rabia.- Vamos, cambiaos, el desayuno ya está listo.
