CIAO!

Hehe me mudé a AO3✌

Subiré allá este mismo fanfic pero editado, ya he estado resubiendo cositas allí, fics de acá que remastericé y otras cosas nuevas. Estaré más activo por allá así que si quieren ver más de mi trabajo vayan a ver^^


Consonanza


—Una consonanza es una coincidencia en las consonantes utilizadas en dos o más frases diferentes.

—¿Ah?

El italiano suspiró— Aquí.

Extendió unos apuntes, en ellos asomaban versos de lo que parecía ser un poema, y dos particularmente estaban subrayadas para que él las leyera.

Mi sono rimescolato!

[…]

Mi sono riconosciuto!

—R, sc y t —señaló expresamente las letras que mencionó—. Están en ambas frases en más o menos la misma posición, ¿lo entiendes?

Ja.

La verdad es que Gilbert lo entendía bastante bien desde antes de preguntarle, pero valía la pena quedar como un idiota sin cultura por el simple hecho de poder pasar unos minutos con Lovino enseñándole. Hablaba con calma, con voz firme y con aquel acento italiano que lo hacía tan… sexy, demonios. Pero lo que más le encantaba era su rostro.

—Entonces, es muy fácil, hasta un idiota podría comprenderlo rápidamente —dijo sonriendo, disfrazando entre las palabras una risa amortiguada—. Son coincidencias en las consonantes, también se le conoce así cuando… ¿qué?

—¿Qué? —Se irguió en la silla nerviosamente.

—Estás mirando mi cara.

—Normas del buen oyente.

—No, deberías mirar lo que te explico, estás distraído. ¿Acaso tengo algo o qué? —Alzó una ceja, entonces dirigió sus dedos hasta su rostro para comenzar a palparlo como si intentara encontrar alguna imperfección.

Gilbert quiso decirle que su cara era perfecta y si lo observaba mientras platicaba, era porque lo tenía cautivado, cautivado por la forma en la que su rostro se veía confiado y radiante cuando hablaba acerca de un tema que conocía, acerca de su cultura, acerca de lo que le gustaba. Amaba eso, estaba perdido.

Kesesesese —recibió una mirada confusa tras reírse—. ¿Entonces sólo es con letras?

Lovino pareció volver en sí también. —No, te decía: también puede ser la coincidencia del ritmo y los acordes en la música.

Hubo un silencio entre ellos durante el cual Lovino lucía pensativo, receloso, y Gilbert no hacía más que observarlo con atención.

—Oye, de verdad, ¿estás seguro de que no conocías esto? —preguntó con suspicacia.

Lo había atrapado.

—¿Por qué te preguntaría si supiera?

—No lo sé —rodó los ojos suspirando—, pero estudias o estudiaste música, ¿no? Esto lo ven allí.

—Sí, bueno… ya lo había visto —observó cómo lentamente Lovino comenzaba a fruncir el ceño, y tuvo que apresurarse a buscar alguna excusa—. ¡P-Pero soy un tonto olvidadizo, kesese! Necesitaba un buen maestro para refrescar mi memoria, y tú parecías perfecto, los italianos tienen un don para estas cosas.

—Halagarme no te servirá, idiota —pese a soltar eso entre gruñidos de mal humor y tener su típica expresión agria de regreso, Lovino sí se había sentido bastante… halagado, digamos, con las palabras de Gilbert.

Continuaron por algunos minutos, hasta que fue suficiente y al albino se le habían agotado los temas y excusas para seguir reteniendo al mayor de los Vargas en su habitación con el fin de estudiar.

El castaño recogía sus cosas y los apuntes dispuesto a irse a tomar un café o algo por el estilo, tal vez hablar con Rëiizo sobre la cita de estudios o vaya usted a saber si es que el enano no estaba ya con el Kirkland de cabello de tomate.

El germánico pudo haberlo detenido, pudo haberlo acorralado contra la puerta o la pared como tantas escenas clichés en series y doramas le habían enseñado, o pudo simplemente besarlo ahí mismo y evitar que se fuera (o quizá correrlo más rápido, depende de cómo lo tomara), pero se acobardó.

Y Lovino mismo consideró seriamente tirar los papeles a la estúpida cara del albino, porque no había entendido que si se quedó a enseñarle no fue porque le habló bonito sino porque quería sacarle algo. Pero no, nada, y pensó que tal vez tendría que ser ÉL quien diera el maldito primer paso.

—Oye…

—Gracias por ayudarme —el ojirubí le sonrió sin dejarlo continuar. No fue una sonrisa altanera o presumida como las que siempre le daba a todo el mundo, sino una genuina y sincera, de alguien que quiere decir tanto pero calla.

El menor torció la boca en una mueca de frustración, ¿sería posible que se acercara…?

—No sería nada asombroso de mi parte dejarte hacer el ridículo en una clase como esta —fue lo primero que dijo, lo que realmente salió en medio del nerviosismo, pero era él ahora quien sonreía con presuntuosidad—. Más te vale que este sea un puntaje perfecto.

—Tengo un tutor perfecto.

Las palabras habían fluido solas como agua escapándose entre sus dedos, pero no se retractó.

La sorpresa invadió su rostro justo en el mismo instante que la sangre circulaba hasta su cara, tiñendo de rosa sus mejillas; una expresión tan digna de ser enmarcada, un rostro que le daba tantas ganas de acariciarlo e invitarle una cita en ese mismo instante.

—Nos…

—Nos vemos mañana.

Pero ninguno se atrevió.

Ahí estaba la consonanza de ellos dos.