Muchísimas gracias por el buen recibimiento que le dieron a esta historia. Agradezco con el corazón todos y cada uno de sus comentarios.

Espero que este capítulo les guste…

P.D. para quienes leen A New Beginning: estoy trabajando en el siguiente capítulo que espero tener pronto.


—No —respondió titubeante porque en verdad Regina le agarró fuera de juego. No esperó algo así. En ninguno de los escenarios que planteó en su mente para prepararse eso sucedía.

—Ya sé —sonrió asintiendo y cerrando un momento los ojos. Después los abrió. —Eres el Príncipe Encantador que han enviado para derrotar a la Reina Malvada —alzó una ceja y le clavó la mirada, fría y retadora.

—¿Reina Malvada? —rio con nerviosismo, tratando de fingir que no sabía nada, porque ¡oh por Dios! Regina sabía lo que decían de ella y Emma pensaba que no.

—Creen que no lo sé, pero no soy estúpida. Sé perfectamente lo que hacen a mis espaldas —arrugó la nariz haciendo un gesto de desdén y se acomodó un mechón de cabello tras la oreja. —¿Entonces? —preguntó al ver que el rubio no decía nada. —¿Qué es lo que quieres, Nolan? —presionó.

—Está bien —alzó ambas manos en señal de estarse rindiendo o de paz, como fuera que esa tan bella mujer lo fuera a interpretar. —Sí, soy hermano de Emma Swan —admitió. —Llegué ayer a la ciudad para visitarlas a ella y a mi madre, aunque también estoy por unos negocios —le contó. —Emma me mostró una foto tuya porque se lo pedí —aclaró antes de que sospechara de su hermana. —Y… —tomó aire preparándose para su pequeño acto de seducción. —Me gustaste —se mordió brevemente el labio inferior y Regina alzó una ceja perfectamente perfilada. —Pero no podía decirle a mi hermana que me consiguiera una cita con su jefa —se aclaró la garganta y apoyó ambos codos sobre la mesa inclinándose un poco hacia el frente. —Así que le mentí pidiéndole de favor una reunión para la firma cuando en realidad lo único que quería era poderme acercar a ti —y después puso cara de consternación porque independientemente de lo que sucediera entre ellos, su hermana no podía perder el trabajo por esa pésima idea que se le ocurrió y a la cual él accedió. —Emma no lo sabe, señorita Mills. Por favor no le diga nada ni tome represalias contra ella por mi estupidez —pidió imprimiendo un poco de angustia en sus palabras.

Regina resopló bajito y torció la boca un momento mientras jugaba en sus dedos el cuchillo que a los pocos segundos volvió a colocar delicadamente sobre el plato.

—No se preocupe, señor Nolan. No perjudicare a la señorita Swan por esto —no era una promesa como tal, pero no necesitaba hacerlas, su palabra valía y mucho.

—Se lo agradeceré profundamente —hizo un gesto de gratitud con la cabeza.

—Pero tampoco la voy a beneficiar —aclaró y le sonrió brevemente. Agarró su copa y volvió a recargarse en el asiento colocando el brazo izquierdo alrededor de su vientre.

—Me parece justo —murmuró, aunque eso era una mentira.

—No es verdad —contradijo y le miró seria. —Piensas que soy malvada porque no le autorizo el ascenso que mi padre aprobó —le retó sutilmente.

—Nada de eso —negó con la cabeza, pero sí, pensaba que era un tanto cruel al no autorizar a Emma algo que el antiguo director aprobó y que si lo hizo era porque se lo había ganado. —Pero no estamos aquí para hablar de mi hermana —lo mejor era desviar la atención de ese tema que era delicado pues se trataba del trabajo de la rubia. Si llegaba a perderlo por su culpa no se lo podría perdonar jamás y ni siquiera quería imaginar lo que su madre diría.

—Es lo que pregunté desde un principio, Nolan. ¿Qué estás buscando? —preguntó de nuevo pues estaba más que claro que esa no era una cita de negocios y francamente no deseaba perder más su tiempo. —He de admitir que tu currículum es envidiable. Tu firma es prestigiosa y exitosa. Tus socios, los señores Jones, también son hombres respetables, de buena familia y es una verdadera lástima lo que ocurrió con el hermano menor —le contó con toda la intención de que David se diera cuenta que sabía más de lo que esperaba.

Demonios… pensó David, en verdad Regina sabía mucho más de él de lo que esperó.

—Hice todo esto porque me gustaste, ya te lo dije —sonrió un poco. —Pero debo confesar que ahora estoy realmente impresionado —le miró con sutil sospecha. —Estuviste investigando —afirmó estrechando ligeramente los ojos y una pequeña sonrisa danzando sobre los labios. Sin lugar a dudas Regina era lista y precavida.

—¿Creías que vendría a una reunión con alguien que no conozco sin investigar un poco de su vida? —preguntó irónica mientras sonreía de la misma forma. —Google lo sabe todo, y ni hablar de las redes sociales. Ahí encuentras hasta lo que no buscabas, pastor... —bebió de su vino esperando por la reacción del rubio.

Lo vio abrir la boca para decir algo, pero luego la cerró y frunció el ceño.

—Me dejas sin palabras, señorita Mills —fue todo lo que pudo decir ante eso y se sintió ligeramente expuesto pues ese apodo era algo muy personal.

—Ya que estamos en la misma sintonía debo admitir que siento curiosidad, ¿cómo eliges a tus conquistas? ¿Usas tinder? —preguntó sólo por fastidiar pues sabía que el rubio no tenía cuenta en esa aplicación, y si él era inteligente, como pensaba, entonces sabía que preguntaba por molestarle.

—Disfrutas el ir un paso adelante, ¿cierto? —preguntó, negándose a sentirse perturbado por el hecho de que Regina sabía lo que hacía respecto a su vida sexual.

No tenía nada de malo. No iba por ahí haciendo promesas falsas a las mujeres con las que compartía un rato su cama y jamás se acostaba con más de una a la vez. Era una regla que tenía para sí mismo, así que no le podían acusar de infiel, aprovechado o mentiroso.

—Oh, querido —sonrió engreída. Alzó la servilleta que tenía sobre el regazo y se limpió la comisura de la boca con elegancia, después la colocó sobre la mesa. —No es sólo un paso. Para cuando tú vas, yo ya vengo de regreso —se puso de pie y agarró su bolso.

David brincó prácticamente de su asiento y se apresuró tras ella, aunque no pudo evitar fijarse en la manera tan sensual en la que Regina caminaba y Dios, tenía un trasero de infarto en el que pagaría por poder enterrar el rostro.

—Camarero —llamó mientras buscaba su billetera y alcanzaba a la bella mujer. —Yo pago —aclaró con toda la intención de hacer las cosas bien.

—Olvida eso. La cuenta ya está pagada —dijo Regina mientras saludaba con un elegante gesto de la cabeza al que parecía ser el gerente.

David confirmó mentalmente que esa mujer, no era una mujer cualquiera, era una reina, no tenía ya duda de ello. La siguió hasta que estuvieron por salir del establecimiento.

—Traes coche, ¿no es así? —preguntó ella.

—Sí —respondió buscando las llaves del auto que estaba rentando. En cuanto las sacó, Regina se las quitó de la mano. —¿Qué haces? —preguntó confundido, pero de igual forma le siguió cuando ella avanzó y le entregó las llaves a uno de los valet parking.

—Vas a llevarme a mi casa —respondió mientras miraba hacia el frente con la barbilla alzada, mostrándose altiva.

Lo único en lo que David pudo pensar es que si Regina estuviera con él se habría ganado unas buenas nalgadas por ese comportamiento. La vio mirar su reloj de muñeca y después regresar a la posición anterior. Se veía imperturbable y hermosa.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el valet parking llegando con el coche que agradeció en el alma haber rentado pues era lo suficientemente elegante como para llevar a una mujer como Regina que en ese momento agradecía al tipo amable que llevó el auto hasta la puerta del establecimiento, pero lo que le dejó perplejo fue verla dirigirse hacia el asiento del piloto.

No iba a permitir que se fuera con su auto rentado, pero tampoco haría un espectáculo ahí. Así que se apresuró para abrir la puerta del copiloto y subirse antes de que arrancara.

—Pensé que yo te llevaría —dijo cerrando y de inmediato se abrochó el cinturón de seguridad.

—Sí, pero no sabes dónde vivo —movió el cambio y pisó el acelerador con seguridad emprendiendo rumbo hacia su casa sabiendo bien que en pocos minutos sus guaruras comenzarían a seguirles.

—Eres intrépida —le dijo pensando que iban un poquito más rápido de lo que le gustaría.

—No tienes idea —se mordió brevemente el labio inferior porque debía admitir que David le agradaba y sí, le gustaba, pero es que ¿a quién no le iba a gustar un hombre tan guapo como ese?

—Conduces como si estuvieras huyendo de alguien —comentó al notar la prisa con la que Regina se movía por las calles y entre los demás coches.

—De mis guaruras —confirmó. —Le quitan lo divertido a la acción —dijo con un poquito de fastidio.

Eran el equipo de seguridad que le custodiaban a ella y a su padre en vida, y que, al morir él, le seguían cuidando a ella como si trabajaran aún bajo las órdenes de su padre. Eso lo apreciaba en el alma, pero a veces le gustaba tener un poquito de libertad.

—Acción —meditó la palabra un momento. —¿Vamos a tener acción? —preguntó riendo ligero porque para él esa palabra significaba algo diferente a lo que seguro ella se refería.

—¿No es por eso que querías una cita? —volteó a verle de reojo y sonrió de medio lado con superioridad mientras volvía su vista al frente confiada en que el juego estaba a su favor.

¡Oh Dios! pensó David y se buscó rápidamente en los bolsillos internos de su chaqueta para asegurarse que llevaba los preservativos y agradeció mentalmente cuando lo constató.

Entraron de pronto a una zona boscosa que llamó la atención del rubio y sonrió de medio lado con ironía cuando reconoció el lugar: La señorita Regina Mills vivía en la zona más prestigiosa de la ciudad.

Por supuesto que vivía ahí…

Vio que Regina apagó su móvil y, unos metros después, se salió del camino y empezó a adentrarse en el bosque.

—Conozco muy bien el lugar. No te preocupes —le aseguró cuando lo vio algo alerta y se mordió el labio inferior divertida. Su única intención era complicarle el trabajo un poquito a sus custodios para que les dejaran en paz el tiempo suficiente.

Detuvo el auto, lo apagó, desabrochó su cinturón y escuchó que él hacía lo mismo. Se quitó las zapatillas con sus mismos pies y entonces se giró hacia él para empezar a moverse hasta subírsele encima del regazo.

—Reitero —se relamió los labios con gusto al verla alzarse el entallado vestido dejando al descubierto la ropa interior que se notaba fina a simple vista. Ella le miró seductiva, mordiéndose un poco el labio inferior esperando a que hablara. —Eres intrépida —susurró y entonces Regina le tomó el rostro con ambas manos y le dio un apremiante beso que le obligó a responder de la misma forma.

—Rápido —urgió la hermosa mujer alzándose lo suficiente para permitirle abrir los pantalones y deslizarlos un poco junto con la ropa interior para liberar el pene que ya se erguía orgulloso.

Nada le complacía más a Regina Mills que un pene de tamaño considerable y ese, a simple vista, parecía serlo.

David gimió cuando las delicadas manos tomaron su erección con firmeza, pero antes de dejarse llevar buscó los preservativos. Sacó uno y Regina se lo quitó de la mano, lo abrió con cuidado y lo llevó hasta la húmeda punta donde lo deslizó hasta dejar el endurecido pene bien enfundado.

Él le colocó las manos en los bien formados muslos mientras ella le ponía el preservativo. Cuando acabó la vio llevarse dos dedos a la boca y chuparlos con tanta sensualidad que David no pudo evitar abalanzarse sobre ella para besarla.

—¿Impaciente, encantador? —le provocó con una sonrisa hermosa y traviesa haciendo su ropa interior a un lado para llevar los dedos húmedos hasta su intimidad que ya palpitaba de deseo.

Los paseó por dentro de sus pliegues mientras la lengua de David se introducía en su boca acariciando la suya con intensidad. Sin romper el beso tomó la erección y colocó la punta justo contra su entrada.

Y sin pensarlo, se empujó hacia abajo, gimiendo en la boca de David cuando la cabeza la penetró, pero no se detuvo. Siguió, dejando que su vagina se deslizara por la considerable longitud, sintiendo a la perfección el grosor.

Él también gimió un par de veces al sentir su pene poco a poco envuelto en ese caliente y estrechísimo lugar. Agradeció a todos los cielos porque ella no desistió y siguió hasta que lo tuvo dentro por completo.

Entonces el beso terminó y Regina jadeó pesado apretando ojos y dientes porque sí fue un poquito invasivo y doloroso. Encima no pensó que lo sentiría así de profundo en esa posición pero por nada del mundo renunciaría a follar con él.

—Si me lo hubieras permitido habríamos hecho un poco de juego previo —dijo acariciándole la cintura al verla con una hermosa expresión de doloroso placer en el bello rostro.

—No hay tiempo —dijo casi sin aliento y, aunque aún sentirá un poquito de ardor, empezó a mover las caderas, subiendo y bajando por la erección a la que se acostumbró a las pocas penetraciones porque, a pesar de ser grueso y llegar profundo, le estimulaba a la perfección.

No pudo evitar apretar los ojos cuando ella empezó a moverse porque ¡con un demonio! era indescriptible lo bien que se sentía sobre su pene. La estimulación era maravillosa y le apretaba tanto que sentía que en cualquier momento se vendría.

Abrió los ojos y la miró; Regina tenía una bella expresión de ardoroso placer en el rostro, pero había algo que llamó su atención: no estaba emitiendo más sonido que los jadeos que a veces se convertían en un ligero gemidito que aparentemente se negaba a dejar escapar con libertad. Era como si se estuviera conteniendo.

—Te mueves tan bien —le elogió y entonces, Regina estrelló una mano contra el vidrio mientras que con la otra se apoyaba en el respaldo de su asiento y aceleró el ritmo de los movimientos.

Enganchó la bella y enigmática mirada en la suya, y casi se viene cuando los bellos ojos reflejaron el fuego y la pasión con la que lo estaba cabalgando. No parecía, era toda una experta en lo que hacía y podía sentirla apretarse cada vez más alrededor de su pene que también estaba creciendo un poco al acercarse al orgasmo.

Regina apretó la boca y los ojos negándose a soltar sonido alguno, podía sentir el pene hincharse en su interior mientras sus paredes internas se ajustaban intermitentes al estar a la puerta del ansiado clímax. Se lo merecía después de esos intensos días de trabajo.

—¡Ah! —soltó un gemido sorpresivo cuando David le apretó ambas nalgas con las manos y empezó a moverla con más fuerza e intensidad por lo que se inclinó para besarlo de nuevo con arrebato, atrapando el labio inferior con los dientes al momento de separarse.

Y volvió a gemir, esta vez alto, pero apretó la boca para que el sonido no saliera y es que David llevó una mano hasta su necesitado clítoris y ahora lo masajeaba de forma exquisita, haciéndole saber que sabía perfectamente lo que hacía, que era todo un experto provocando que Regina pensara que eso era prometedor.

Y ante ese pensamiento, y la estimulación, no pudo más, se dejó ir, sintiendo la excitación en el cuerpo en su máximo nivel, sus pezones muy duros, su piel erizada por las sensaciones y su vagina siendo follada por ese pene perfecto. Dedos estimulando su clítoris y una mano grande y firme apretando con fuerza su nalga derecha.

Se tensó por completo y no pudo evitar emitir un pequeño lloriqueo al tiempo que se venía y sus caderas se agitaban sin control alguno a causa del orgasmo que se apoderaba de su cuerpo…

—¡Oh, oooh! Joder —gimió el rubio en el justo momento en el comenzó a eyacular al sentirla apretarse con increíble fuerza a su alrededor. La jaló hasta abajo para que su pene estuviera por completo dentro mientras se venía y ella, en vez de quedarse quieta, rotó las caderas buscando más estimulación para ambos que ahora jadeaban en búsqueda de aliento.

Regina se apoderó de la boca del rubio de nuevo en un beso hambriento que no terminó hasta que sintió que el aire le hacía falta. Entonces se alzó para que el pene saliera de ella y acomodó su vestido para luego moverse hasta quedar debidamente sentada en el lugar del piloto.

Se colocó las zapatillas, bajó la visera para arreglar un poco su cabello y mientras se seguía viendo al pequeño espejo abrocho de nueva cuenta su cinturón viendo de reojo que David ya terminaba de acomodarse la ropa.

Encendió el auto y siguió el curso hasta retomar el camino entre la zona boscosa. Continuó conduciendo sintiéndose satisfecha por el orgasmo y por el silencio de David Nolan que aun jadeaba bajito y parecía no creer lo que había sucedido. Era divertido.

Se detuvo frente a su casa y desabrochó su cinturón mientras abría la puerta.

—Gracias por la encantadora cita, señor Nolan —le habló con coquetería; tomó su bolso y bajó con elegancia del coche. Lo rodeó y se encontró con que el rubio decidió acompañarla hasta la puerta. —Todo un príncipe encantador —dijo Regina con una tenue sonrisa en los labios. —No me equivoqué —habló muy orgullosa de sí misma.

—Fue un verdadero placer, señorita Mills —le tomó de una de las manos que eran delicadas y suaves al tacto y, manteniendo la mirada fija en la de ella, la llevó hasta su boca para depositar un beso ahí.

—Buenas noches —murmuró Regina retirando su mano y metiéndose a su casa en el justo momento en que llegaban sus guaruras.

—Buenas noches —se despidió David con una encantadora sonrisa en los labios que se desvaneció cuando el cuerpo de seguridad se paró frente a él bloqueándole la entrada a la increíble mansión en una muda pero clara orden de que se retirara.

Así lo hizo, caminó hasta su coche, se subió y lo arrancó con dirección al apartamento de su hermana.


Emma saltó del sillón cuando lo vio entrar y corrió hasta llegar a él.

—¿Y? —preguntó ansiosa por saber cómo le había ido.

David sonrió de medio lado y caminó hasta el sillón donde se dejó caer sin delicadeza alguna.

—Se suponía que yo era el lobo y terminé siendo la oveja —dijo con algo de extrañamiento porque nunca, en todos los años que llevaba de ese estilo de vida, una mujer se le había adelantado de esa forma.

—¿Qué significa eso? —preguntó preocupada. —¿Tuviste sexo o no? —le urgió a responder lo que quería saber.

—Significa que Regina Mills me folló a mí: David Nolan —le miró y comenzó a reír divertido haciendo que su hermana le siguiera. —Tu jefa es una mujer única, Emma. Y debo admitir que me fascina —soltó un largo suspiró mientras sonreía.