Muchas gracias a todos por sus likes, estrellitas, kudos, reviews y comentarios. Como lo he comentado anteriormente, me gusta leerlos y saber qué piensan de la historia. Así que, este capítulo va dedicado a aquellos que han dejado algún comentario y/o han hecho preguntas jeje.
Sorprendido de sí mismo, era así como David se sentía en ese casi nulo espacio de tiempo que tuvo para reflexionar sobre sus impulsos. Tomó aire profundamente y le dio la mano al tal August mientras pensaba ahora en que estaba seguro que conocía ese nombre.
—¿El escritor? —preguntó esperando no estarse confundiendo porque sería una verdadera vergüenza la que pasaría si era así.
—El mismo que viste y calza —ambos retiraron su mano.
David asintió lentamente mientras meditaba un poco. A él no le gustaba compartir al estar con una mujer, tampoco le gustaba a él andar con otra al mismo tiempo. Le gustaba ser exclusivo y por eso se lo dejó claro a Regina durante la cena del día anterior.
—Sé lo que estás pensando, y déjame decirte que estás muy equivocado —aclaró August.
—¿Lo estoy? —preguntó David entornando los ojos, aprovechando que él habló primero del asunto. Al menos se ahorrarían las indirectas—. Mira, August. Estoy realmente interesado en Regina y no…
—Me gusta oír eso —le interrumpió y pudo ver que el rubio no lo apreció—. No te malgastes —dijo restándole importancia a la escena que estaba haciendo, aunque debía admitir que le divertía, pero no quería ahuyentarlo, de seguro Regina le mataría si lo hacía—. Ella también está interesada. Obviamente me habló de ti y de lo que quiere —argumentó y eso pareció calmarlo un poco, pero confundirlo también—. Soy el hermano mayor de Regina, por cierto —dijo y le dedicó una sonrisa breve—. Mi verdadero nombre es August Mills, pero como soy escritor, August Booth es mi seudónimo y en definitiva suena mejor —explicó orgulloso de sí mismo por la genial ideal.
—Muy bien —murmuró dándose cuenta de lo idiota que había sido al pensar otra cosa y sorprendido también de que en la red no hubiera información que les relacionara como familia. Aunque podía ser por el apellido.
—Tú también tienes una hermana, así que comprenderás que no me interesa si Regina quiere pasar un rato contigo o quiere algo serio. —Lo decía con la confianza de que ya sabía bien quién era David. El asesor no necesitaba el dinero de Regina, no era un vividor, ni un estafador, tampoco tenía historial de ser aprovechado en cuestiones económicas y eso le daba la confianza suficiente para no interponerse. De hecho, venía de una familia de muy buena posición por parte del difunto padre—. Nada más te voy a advertir que, si llego a ver algún rastro de tristeza en su rostro por tu culpa, te vas arrepentir por el resto de tus días —le dedicó otra pequeña, pero nada sincera sonrisa—. Sí, te estoy amenazando —aclaró y el otro sólo asintió en automático.
—Comprendo —pudo decir al fin, aunque no apreciaba que le estuviera amenazando lo entendía bien. Él también tenía esa clase de conflictos cuando Emma sufría por amor y alguna vez le dio una buena paliza a un tipo por eso—. Te aseguro que mi intención no es hacerle daño —aclaró y el escritor asintió.
No era ninguna mentira, no estaba en sus planes involucrarse sentimentalmente con Regina y ella buscaba lo mismo. Nada de sentimientos con él.
—Regina es todo lo que tengo en la vida —habló sincero y con un nudo en la garganta, recordando brevemente la muerte de sus padres que siempre estaban presentes en sus pensamientos.
Sobre todo, la de su madre, que era la razón por la cual cuidaba en exceso a su hermana. Era por eso que el cuerpo de seguridad actuaba por estrictas órdenes de él y en memoria de su difunto padre al momento de custodiarla.
—Supongo que nos estaremos viendo —frunció los labios porque, era un poco difícil confiar ciegamente en alguien, pero tenía la seguridad de que no representaba ningún peligro para su pequeña hermana—. Fue un placer. —Le extendió la mano de nueva cuenta y ahora sí, el rubio correspondió de inmediato con un firme apretón.
—Igualmente —respondió, aunque tenía un poco de sentimientos encontrados respecto a él por la amenaza y la verdadera identidad, sin mencionar que era un conocido escritor.
Se soltaron de las manos, August se puso los lentes oscuros de nuevo y metió las manos a los bolsillos de la gabardina negra que llevaba.
—Nunca seas impuntual. No trates de impresionarla con regalos costosos y no le des rosas rojas. Las odia —le aconsejó—. No tienes que darme las gracias —le sonrió engreído, de medio lado y avanzó para subirse a su auto e irse, dejando al rubio ahí, sin más.
David lo vio alejarse y soltó de golpe el aire que inconscientemente estaba reteniendo. Miró que faltaban quince minutos para la hora y decidió regresar a su coche mientras pensaba en todo lo dicho por August y preguntándose por qué ni Regina ni Emma lo habían mencionado.
—Ya falta poco para la hora. —La rubia se acercó entusiasmada al escritorio de Ruby—. Espero que David logre que no regrese en la tarde —le dijo muy bajito. Tenían mucho trabajo y lo último que querían era tener a la Reina Malvada encima de ellos como siempre.
—Esperemos —expresó su acuerdo pues en realidad Regina no tenía agendado nada para la tarde. Su único pendiente era estar ahí, encima de ellos, presionando y haciendo tenso el ambiente. A decir verdad, era lo último que necesitaban en ese momento de tanto trabajo.
Emma volteó hacia donde Mary Margaret estaba. Estrechó los ojos y se acercó hasta ella.
—¡Shht! —la llamó y la otra alzó la mirada—. David aparecerá en cualquier momento. Por favor evita quedártele viendo toda embobada. Sobre todo, si sale de aquí con la Reina Malvada —le advirtió.
—Lo sé —dijo afligida—. De verdad no sé lo que me sucedió ayer. —Negó con la cabeza y tenía la mirada un tanto perdida—. Siento como si… —miró a Emma que tenía los ojos abiertos al máximo casi como exigiendo que no se atreviera a decir nada más—. Tonterías mías. Prometo comportarme —sonrió con disculpa y amabilidad.
La rubia asintió satisfecha y regresó a su lugar mientras que Mary Margaret soltaba un suspiro pensando que sentía que, tal como en los cuentos de hadas, se había enamorado a primera vista del apuesto asesor.
Cuando la hora indicada llegó, David encendió su auto y se acercó al corporativo. Se estacionó, apagó el motor y se bajó. Caminó decidido hacia la entrada del edificio donde le fue abierta la puerta inclusive antes de llegar hasta ahí y, contrario a la vez anterior, nadie lo interrogó ni lo inspeccionó.
Mientras estuvo en el auto pensó en las posibilidades que las recientes circunstancias le ofrecía. Es decir, Regina no mencionó a su hermano y no iba a dejar escapar esa oportunidad para poner a prueba la relación o el acuerdo que ahora tenían.
—David —saludó Ruby con tono de voz bajo, pero entusiasmado cuando lo vio.
—Hola —regresó el saludo y de pronto, Emma, que salió de la nada, se le echó a los brazos plantándole un beso en la mejilla.
—Te prometo que prepararé tu cena favorita cuando tú me digas —dijo soltando a su hermano quien rio divertido y a la vez extrañado con ese ofrecimiento. Vio que Ruby se dirigió a la oficina de Regina.
—No estoy seguro de no ir a casa a cenar esta noche —le comentó a Emma, acomodando un poco su saco—. Es una comida —le recordó bajito.
—Solo trata de que no regrese aquí, ¿sí? —pidió la rubia poniendo ojos de cachorro como siempre.
—No prometo nada —susurró alzando una ceja con advertencia y Emma hizo un puchero asintiendo.
Le daba lástima su pequeña hermana, pero no podía obligar a Regina a permanecer con él toda la tarde y hasta la noche. ¿Qué iba a hacer? ¿Amarrarla a la cama para que no se fuera? Era demasiado pronto para eso.
—Pasa —indicó Ruby con una amable sonrisa.
—Gracias —le hizo un gesto de agradecimiento con la cabeza y se dirigió hacia la puerta que le llevaba hasta la bella y enigmática Regina Mills.
—Señor Nolan —saludó con autoridad desde su escritorio en cuanto lo vio asomándose por la puerta de su oficina.
—Señorita Mills —cerró tras él y la miró de la misma forma, casi como retándola con sutileza, tratando de probar hasta donde podía jalar las cuerdas a su favor.
—Debo confesar que me sorprende gratamente tu puntualidad —dijo recargándose un poco en su silla, manteniendo la postura autoritaria.
David sonrió con autosuficiencia cerrando los ojos al mismo tiempo. Luego los abrió para mirarla con intensidad.
—No iba a desaprovechar ni un segundo de mi tiempo contigo —le dijo acercándose sin prisa hacia donde ella estaba.
—¿Estuviste pensando en mí? —preguntó Regina sintiendo la adrenalina comenzar a recorrer su cuerpo.
Sabía que ese encuentro sería muy distinto a los que había tenido con él pues la noche anterior ella decidió ponerse en las manos del apuesto asesor que ahora giraba con lentitud su silla para tenerla de frente.
Lo vio inclinarse hacia ella, apoyando las manos en los brazos del mueble y le besó con sutileza, como si solo estuviera intentando provocar.
—Será mejor que vayamos a comer —dijo Regina relamiéndose los labios.
Él asintió haciéndose hacia atrás para permitirle ponerse de pie, pero justo cuando lo hizo, David la tomó de la cintura con un solo brazo y la subió fácilmente sobre el escritorio dejándola sentada, haciendo que soltara un pequeño grito sorpresivo por el repentino acto.
Apoyó ahora las manos sobre la superficie de madera, a cada lado de los muslos de Regina y se acercó de nuevo al bello rostro.
—¿Se puede saber por qué no mencionaste que tienes un hermano? —preguntó astuto y disfrutando el momento pues de alguna forma le estaba regresando el sentirse como él se sintió en la primera cena que tuvieron.
—Te lo dijo Emma. —No era una pregunta, es que no había otra forma para que él se enterara de ese asunto.
—Me lo dijo él mismo aquí afuera —le sonrió levemente y le agradó ver la expresión de sorpresa en el perfecto rostro de la Reina Malvada.
—¿Te dijo algo? —preguntó cambiando su humor a uno un tanto molesto. Conocía a August y sabía que debía haberle mencionado a David que ella le platicó respecto a lo que iba a iniciar con él.
—Sólo que te quiere mucho y que se preocupa por ti. —Le colocó las manos sobre los muslos y se los sobó un poco meditando brevemente su próximo movimiento.
—¿Seguro? —preguntó colocando las manos sobre el amplio pecho para hacerse un poquito hacia atrás con la intención de verlo mejor.
—Seeeguro —respondió intensificando sus atenciones y la vio asentir—. Pero regresemos a lo importante. —Esta vez la tomó de los muslos y se los abrió—. ¿Por qué no me mencionaste que tienes un hermano? —preguntó de nuevo y entonces intentó internar una mano entre medio de las piernas de Regina, pero de inmediato una de las de ella le sostuvo por la muñeca.
Se miraron a los ojos por unos segundos. Mirada azul, dominante y penetrante sobre la marrón bella, fuerte, pero algo indecisa.
—No voy a lastimarte —aseguró entendiendo el pequeño conflicto que debía estar sintiendo. No era fácil permitirle al otro hacer lo que quisiera contigo. Era ceder el control y si algo podía ver es que Regina Mills gustaba de tener el absoluto control en todo por lo que debía costarle trabajo el simple hecho de dejarle actuar.
Y eso, sólo aumentaba sus ganas por demostrarle que podía confiar en él, que era bueno en lo que hacía.
Por su parte Regina se debatía internamente entre permitirse a sí misma estar en las manos de David, dejarle tomar el control y traspasar sus paredes, pero no era tan sencillo. No cualquiera tenía el privilegio de verla vulnerable. Sin embargo, una parte de ella lo ansiaba con unas ganas tremendas que le estaban siendo imposible controlar.
—Manzana —dijo de pronto el rubio.
—¿Qué? —preguntó ella extrañada puesto que la sacó de su breve momento reflexivo.
—Será tu palabra segura mientras eliges una que te agrade. —La vio alzar una ceja con altivez, como si no estuviera convencida—. Sabes que puedes utilizarla en cualquier momento —le recordó—. Déjame demostrarte que te puedo satisfacer. —Subió la mano libre hasta la estrecha cintura mientras que le susurraba esas palabras sobre los tersos y entreabiertos labios. No le pasó desapercibido que Regina había cerrado los ojos—. Es lo único que quiero. Que disfrutes —aclaró con esmero y entonces los delicados brazos le rodearon el cuello mientras que era besado apasionadamente por lo que respondió con la misma intensidad.
Fue entonces cuando ahora sí metió su mano por debajo de la falda negra y se encontró con una fina tela que cubría la vulva la cual le permitía sentir lo caliente que estaba.
Regina movió sus caderas acercando más su intimidad a la mano del asesor y tuvo que reprimir el gemido que amenazó con abandonar su garganta cuando los dedos se colaron bajo la tela de su ropa interior.
—¡Oh! —exclamó David separándose de ella y después la miró—. Con que te has quitado el vello —acarició delicadamente la suave y lisa piel. La enigmática mujer inhaló profundo—. ¿Lo hiciste por mí? —preguntó curioso.
—Eso quisieras —respondió Regina recuperando su compostura y seguridad a pesar de que los gruesos dedos le acariciaban la sensible piel—. No es algo en lo que te permitiré decidir. Lo hago sólo porque me gusta —aclaró antes de que se montara en su postura de macho.
—Me parece justo —dijo el rubio asintiendo mientras sonreía divertido pues la verdad era que ese detalle no era importante. Sólo estaba jugando y probando a la bella Reina.
—Y a mí me sorprende que seas tan razonable —habló con extrañamiento pues cualquier otro en su lugar demandaría por tener el control en ese aspecto. Su experiencia pasada le dejó un mal sabor de boca al respecto.
—Vamos, Regina. Esto no va a durar mucho tiempo, es mejor disfrutarlo mientras sea posible. —Se mordió brevemente el labio inferior mientras le acariciaba con afán la cintura y seguía tanteando la caliente intimidad hasta encontrar la vagina y algo de humedad—. Con o sin vello mi interés es que me permitas hacer esto —dijo al tiempo que introducía uno de sus dedos con lentitud.
La escuchó y vio contener el aliento mientras deslizaba su dedo dentro del canal vaginal que se estrechaba con fuerza a su alrededor conforme avanzaba.
—Bien —le elogió cuando llegó hasta lo más profundo que le era posible y eso no pareció agradarle a Regina.
—No me… —trató de hacerle ver que no quería ese tipo de alabanzas. Al menos no tan pronto. David no tenía idea de lo que podían llegar a provocar en ella.
—Sssh —susurró buscando tranquilizarla—. No pasa nada —colocó su pulgar sobre el clítoris y presionó logrando que la bella mujer se estremeciera y levantara un poco las piernas. Al parecer era sensible y definitivamente estaba excitada—. ¿Entonces? —preguntó de nuevo alzando una ceja, sintiendo las espaciadas contracciones del interior de Regina en su dedo.
—¿Entonces qué? —regresó la pregunta con un tono más agudo de voz del normal mientras se maldecía a sí misma por no poder dejar de apretarse alrededor del grueso dedo buscando más placer del que le estaba siendo suministrado.
—Tu hermano —le recordó y sonrió socarrón cuando los hermosos ojos se abrieron mucho más de lo normal haciendo evidente la sorpresa.
David estaba loco, ¿cómo carajos quería que le hablara de August cuando estaba sobre su escritorio con las piernas abiertas y él pegado a su cuerpo, con un dedo dentro de su vagina y otro presionando su clítoris que palpitaba con necesidad?
—Responde y te demostraré lo que puedo hacer con mi mano —le susurró con erotismo su oferta.
El fugaz pensamiento de empujarlo lejos de ella inundó la mente de Regina por un segundo, pero las ganas, la adrenalina del momento y la excitación ante el pensamiento de que alguien les pudiera escuchar o peor aún entrar y verlos, eran mucho mayores que su voluntad.
—Es mi hermano mayor. Es escritor. Vive en la ciudad de New York, pero de vez en cuando viene a visitarme —concedió empezando a respirar con mayor intensidad. No sabía si eso era lo que quería escuchar el rubio, pero en ese momento no podía pensar en algo más elaborado.
—¿Algún otro hermano o familiar del que deba preocuparme? —preguntó haciendo un pequeño círculo sobre el presionado clítoris.
—N-no —respondió Regina por el placer, sorprendida de sí misma por no haber gritado su respuesta.
—Bien, Majestad —la elogió de nuevo y, al tiempo que llevaba la mano izquierda hasta la nuca de Regina para jalarla hacia él y besarla, empezó a masturbarla con sus dedos.
Cuando sintió que era posible introdujo un segundo dedo y no dejó de estimular el clítoris. Las delicadas manos se cerraron sobre sus ropas para sostenerse y las piernas se elevaron más.
David se separó de ella dejando su boca libre y de inmediato Regina enterró el rostro en sus brazos mordiéndose los labios, temerosa de ser escuchada por sus empleados. Sentía el cuerpo tenso y los dedos moviéndose dentro de su vagina con expertise, estimulando con precisión su punto G y el pulgar masajeando su clítoris.
Comenzó a venirse en mucho menos tiempo del que esperó. No pudo hacer más que aferrarse más a él y sintió un brazo rodeándola, pegándola más al amplio pecho.
—Eso es —siseó con ardor el rubio cuando la sintió llegando al orgasmo. El bello cuerpo estaba temblando, la respiración de Regina era violenta y escuchó el grito amortiguado. El canal vaginal apretando con fuerza alrededor de sus dedos—. Es todo tuyo. Disfrútalo. —Le besó la coronilla sintiéndola ahora estremecer.
Le acarició la espalda como si la estuviera confortando y se lamentó no haber hecho sus compras antes. En ese momento uno de los artículos que seleccionó le habría sentado de maravilla, pero ya sería en otra ocasión.
—Oh, Dios. —Regina dio un largo suspiro cuando se separó de él.
—Señorita Mills —sonrió de medio lado mientras sacaba sus dedos de la estrecha vagina. Regina tenía las mejillas arreboladas y el cabello ligeramente desordenado—. Eres hermosa —soltó un pequeño suspiro por la bella imagen.
—Adelantate al restaurante. Es el mismo de la otra vez —se relamió los labios y con el brazo izquierdo le empujó hacia un lado para poderse bajar del escritorio.
—¿No nos iremos juntos? —preguntó David mientras la veía ir hacia el pequeño baño. Estaba extrañado porque entonces no entendía por qué le hizo ir hasta allá. Desde un inicio se pudieron poner de acuerdo para verse en el restaurante sin necesidad de hacerle ir a la oficina.
—Por supuesto que no —respondió volteando a verle. El rubio tomó un pañuelo desechable para limpiarse los dedos—. No pretendo que levantemos sospechas. Estás aquí para fingir que estábamos hablando de negocios y por eso tendremos una comida —le dijo.
—Ya entiendo —se empezó a acercar a ella de nuevo.
—Ah, ah. —Negó Regina alzando y moviendo el dedo índice de la mano derecha al ver sus intenciones pues el apuesto rubio se estaba acercando con porte dominante—. En quince minutos salgo. No deseo verte por aquí cuando lo haga —sentenció señalando con su dedo la salida, después se dio la vuelta y se metió al baño cerrando la puerta tras ella en la cual se recargó.
Cerró los ojos, inhaló profundo y soltó el aire contenido mientras llevaba una mano hasta su entrepierna. Por Dios, nunca se había venido tan rápido por masturbación. Aún podía sentir el cosquilleo en su intimidad. ¿Qué carajos había pasado?
Tomó aire de nuevo, se acercó al lavamanos y fue ahí donde se dio cuenta de los estragos que David causó en ella. Tenía las mejillas muy rosadas, se veía algo agitada, despeinada y su expresión… su expresión lo decía todo.
Había olvidado lo maravilloso que se sentía estar así con un hombre. Lo mucho que eso le gustaba porque la encendía, la enardecida de deseo y la hacía perderse de la realidad por momentos. Y con cada acción y palabra de David, Regina se convencía más que podía confiar en él. Que era el indicado.
Soltando el aire de golpe, se dispuso a arreglarse lo mejor que pudiera para salir de ahí sin levantar sospechas de lo que acababa de ocurrir.
Y tal cual Regina lo estipuló, a los quince minutos estaba saliendo de la empresa para dirigirse al restaurante. No sin antes decirle a Ruby que regresaría para las tres de la tarde.
David bebía un poco de agua mientras aguardaba por Regina. Su celular anunció un mensaje de Whatsapp de Emma que de inmediato leyó.
"Acaba de salir, pero dice que regresa a las tres. ¡Haz algo!" junto con un emoji molesto.
"Haré lo posible" respondió agregando un emoji serio.
Dejó el celular por un lado mientras pensaba que debía alquilar un departamento. No podía no tener un lugar a donde llevar a Regina para sus encuentros y además, tenía que preparar la habitación para dichos encuentros.
Absorto en sus pensamientos, no se dio cuenta cuando la bella mujer llegaba. Prácticamente saltó de su asiento y se apresuró para ser él y no el mesero quien le hiciera hacia atrás la silla.
—Gracias —dijo con cordialidad mientras se acomodaba mejor y dejaba su bolso a un lado suyo sobre la mesa mientras David tomaba asiento de nuevo.
Casi como si se pusieran de acuerdo ambos aguardaron hasta que el mesero se retiró después de dejar las cartas, servirle un poco de agua a Regina y ponerse a sus órdenes.
—Tienes un brillo muy especial en el rostro. Parecería que acabas de tener algo de acción. —Sonrió de medio lado, socarrón y ella, la hermosa mujer, la divina Reina Malvada tomó su copa con agua y sonrió engreída.
—He tenido mejores —se limitó a decir y bebió un poco de agua. Aguantó las ganas de reír al ver la breve expresión de descontento en el apuesto rostro.
—Eso dolió. —Se relamió los labios y aclaró su garganta mientras retomaba la compostura colocándose muy derecho—. No te preocupes, me aseguraré de que tengas los mejores orgasmos mientras estés conmigo. —Estrechó los ojos al hablar y lo hizo con un tono de voz bajo para que nadie fuera a escuchar de casualidad.
Aunque estaban bastante retirados del resto de las personas, era como una pequeña mesa privada con una hermosa vista hacia la ciudad.
—Ya veremos —comentó Regina siguiendo el juego de retarlo. El encuentro había sido tremendamente excitante y el orgasmo muy bueno, no tenía nada de qué quejarse, era sólo que no le iba a decir tan fácil que era maravilloso y un experto en lo que hacía—. ¿Ya sabes qué vas a querer? —preguntó.
—A ti —respondió el rubio sin más y ella soltó una pequeña risa junto con una exhalación.
—Del menú —especificó negando divertida con la cabeza.
David sonrió ampliamente y decidieron ordenar. Platicaron un poco de los temas importantes del país de cada uno y el mundo, y en mucho menos tiempo del esperado les llevaron los alimentos.
—Algo me dice que tienes atención personalizada en este lugar —comentó el apuesto asesor mientras se disponía a degustar de la deliciosa comida que le prepararon—. Por eso te gusta —afirmó deseando haber acertado pues en su mente le estaría ganando una pequeña partida a la Reina.
Un ligero paso más adelante que ella.
—La dueña es Kathryn, mi mejor amiga. —Y la única, pensó Regina, pero no era algo que David necesitara saber—. Es hija de uno de los socios de la empresa, Alexander Monnier. Nos conocemos desde pequeñas —le contó llevando con elegancia un trozo pequeño de comida a su boca.
Hablaron un poco de la historia del restaurante y de los privilegios que Regina tenía ahí. Desde luego lo primordial era la amistad entre ellas, pero obviamente había alguna especie de convenio por parte del corporativo.
—Es decir que, ¿podrías encontrarte a tus colegas aquí? —preguntó y ella negó mientras tragaba para poder hablar.
—Los socios no vienen aquí, ni siquiera Alexander. Dicen que el concepto es muy moderno para ellos —rio algo divertida pues no entendía eso de los hombres mayores. El lugar era muy elegante y perfecto para reuniones de negocios—. Yo sí suelo venir aquí para asuntos de negocios, pero este lugar es para mis reuniones personales —especificó.
—Soy muy afortunado entonces —sonrió sincero pues era el mismo sitio al que Regina le llevó la primera vez y ahora entendía todo aún más. Nunca lo vio como una posibilidad para hacer negocio. Siempre estuvo pensando lo mismo que él a pesar de lo de Emma.
Un paso más adelante...
—Lo eres —afirmó ella asintiendo, sabiendo bien que el rubio debía estarse dando cuenta que jamás fue su intención tener un negocio con la firma y que aun sabiendo que era hermano de Emma Swan ella abrió la posibilidad para que comenzaran a tener sexo sin compromiso—. No llevo a cualquiera a mi cama —aclaró—. Mucho menos para una relación donde me veo bastante comprometida.
—Te juro que ni siquiera mi hermana se enterara de lo que hacemos. —No podía prometer que no se enteraría de nada porque eso, en realidad, había sido idea de Emma.
—August no dirá nada —aseguró antes de que David se preocupara por ello. Lo vio asentir pensativo.
—¿Por qué él no está inmiscuido en la empresa? —preguntó curioso.
—Nunca le interesó —respondió Regina. Estaba preparada para que David hiciera esas preguntas—. Su pasión siempre fueron los libros. Desde pequeño le encantaron. Madre se dio cuenta muy pronto que él no podría quedar al frente de la empresa llegado el momento por lo que se decidió que sería yo —se apresuró a beber algo de vino porque no era una historia agradable de contar.
Desde muy pequeña su madre la empezó a instruir para ser lo que era ahora.
—¿Por qué no hay nada en internet que les relacione como hermanos? —preguntó.
—Ah, cierto. Estuviste investigando —recordó sonriendo ligeramente—. Hay muchas formas en las que puedes hacer que la información desaparezca de las búsquedas de Internet —empezó a explicar—. Es cuestión de controlar la información —le miró fijamente esperando algún comentario.
—¿Hay algo de lo que me deba preocupar? —preguntó intrigado porque, ¿qué razón importante podría haber para borrar de internet que August pertenece a la familia Mills?
—¡No! —exclamó Regina riendo divertida por la genuina preocupación de David—. No es ningún asesino serial ni nada por el estilo —dijo en broma—. Hay alguien que nos ayuda con el tráfico de información de la familia para cuidar la imagen del Corporativo. Un experto cibernético —le explicó—. Y bueno, a August siempre le ha gustado ser un poco desapegado y dice que, si llega a hacer algo turbio, que no quiere que se nos relacione. Que es para cuidarme —soltó un pequeño suspiro y cambió su expresión por una seria.
—Eso suena un tanto extremista —dijo David no muy convencido del pensamiento del hermano de Regina.
—Siempre ha sido así —alzó un poco los hombros mientras torcía la boca.
El rubio decidió no seguir indagando, quizá después Regina se animaría a contarle más sobre su vida, sus padres y su hermano, pero por ahora, era momento de tratar que la hermosa Reina Malvada dejara a sus pobres súbditos trabajar en santa paz.
Siguieron comiendo platicando de trivialidades. Terminaron y siguieron hablando un poco más, pero en determinado momento, David decidió inclinar la conversación hacia donde la necesitaba por lo que optó por pedirle su número personal a Regina y ella accedió a dárselo, pero eso la hizo recordar su celular así que lo sacó de su bolso para revisarlo.
Faltaban diez minutos para las tres.
—Debo irme. —Guardó el móvil en su bolso—. No te preocupes por la cuenta. Está pagada.
—Espera. —David se abalanzó sobre la mesa y tomó una de las delicadas manos para detenerla cuando la vio intentando ponerse de pie—. ¿De verdad tienes que volver? —preguntó y la vio abrir la boca para hablar, pero decidió tratar de convencerla antes de que se negara de nuevo—. Pensé que tal vez podríamos ir a mejorar ese orgasmo —le habló bajito y sonrió seductor.
—Me encantaría —dijo Regina, aunque no había nada qué mejorar—, pero será en otra ocasión —le sonrió con amabilidad.
—¿Tienes alguna reunión importante? —preguntó sabiendo bien que no. Ruby se lo dijo cuando salió de la oficina. Y bueno, era una buena oportunidad para ver si Regina le mentía para parecer más importante.
—No —respondió con sinceridad y muy segura—. Es sólo que ahí es donde debo estar —frunció el ceño ante sus propias palabras que creía muy ciertas.
—Por un par de horas que no estés no creo que no vayan a trabajar —dijo con ligeros aires de superioridad y esperaba que no relacionara a Emma con el asunto—. También tengo gente a mi cargo y sé que pueden desempeñar su labor perfectamente sin mi presencia —argumentó.
—Tenemos un proyecto muy importante y no me parece correcto que los empleados estén laborando arduamente mientras yo estoy teniendo un encuentro sexual —explicó en tono de voz bajito y no se entendía a sí misma. Moría por irse con él y sabía que tenía la razón, que si se iba a tener sexo por un par de horas no pasaría nada malo en la empresa, pero la obligación de ser la directora la sobrepasaba.
Dios, estaba tan tensa por los últimos días que nada la ayudaría más que tenderse en la cama y tener una buena follada con ese apuesto, sensual y deseable hombre. Ese orgasmo logró relajarla y necesitaba mucho más de eso en ese momento, pero...
—Quizá mañana —retiró su mano, se puso de pie y David hizo lo mismo.
—Un placer como siempre, señorita Mills —le sonrió galante, se acercó a ella y le besó la mejilla derecha con cariño mientras le colocaba una mano sobre el abdomen bajo, acariciando en dirección a su cintura—. Esperaré ansioso por nuestra próxima vez —le susurró cerca del oído.
El cuerpo de Regina fue recorrido por un delicioso escalofrío al sentir el tibio aliento en su oreja. La voz masculina lograba hacer estragos en ella. Era demasiado sensual.
Se fue de ahí sin decir nada y lo más rápido que le fue posible, pues estuvo a nada de aceptar irse con él.
Regina llegó a su oficina sin saludar a nadie, pero con la sola mirada se aseguró que todos estuvieran en su lugar laborando. Se encerró solicitando a Ruby que nadie la molestara y se dispuso a revisar pendientes.
Por su parte David recibió una llamada de reclamo de su hermana y lo que el rubio hizo fue ponerse a buscar el apartamento que necesitaba.
El reloj marcó las cinco y media de la tarde y en verdad Regina no podía dejar de pensar en David, en lo prometedor que sería su próximo encuentro. Su cuerpo vibraba ante el pensamiento y su vagina se humedecía recordando los dedos y el pene del rubio.
Sin pensar en nada más que satisfacerse abrió uno de los cajones de su escritorio, tanteo la parte superior, presionó un botón y después abrió un cajón secreto, buscó un poco hasta que encontró la pequeña bolsa aterciopelada que abrió. Sacó la pequeña bala vibradora, la encendió y la colocó bajo su ropa interior, justo sobre su sexo.
—Mmmh —gimió bajito ante la sensación. Cruzó las piernas y empezó a contraer su intimidad aumentando el placer que le daba el pequeño juguete.
Acto seguido comenzó a mover sus caderas presionando la vibración en su clítoris cuando las subía y de pronto las dejaba quietas para perpetuar la estimulación.
Luego de algunos minutos podía sentir cerca su orgasmo y eso la hizo mover con más ímpetu sus caderas buscando llegar. Podía sentir la humedad en su ropa interior y sus pezones duros bajo la blusa. Se aferró con ambas manos a la orilla del escritorio y alzó un poco sus piernas. Cerró los ojos imaginando a David con ella y contrajo el bello rostro cuando empezó a venirse. El gemido murió en su garganta, negándose a dejarlo escapar y volvió a apretar con fuerza sus piernas pues el orgasmo fue pequeño y no sentía satisfacción.
Eran casi las seis de la tarde y el apuesto rubio estaba intentando agendar una cita para ir a ver un lujoso apartamento en renta que vio en Internet. Era perfecto para llevar a Regina ahí porque, en verdad, la mujer era una Reina y no podía llevarla a cualquier sitio. No importaba que fuera costoso, David consideraba que un apartamento como ese era lo apropiado.
Su celular anunció la llegada de un mensaje que decidió atender hasta un par de minutos después. Abrió los ojos enormes cuando vio que era de Regina.
"En mi casa. Ahora mismo"
