No existía pensamiento coherente en la mente de Regina en ese momento en el que ese maravilloso orgasmo no dejaba de causar estragos en su cuerpo. Se apretaba con fuerza a los grandes dedos que seguían dentro de ella, moviéndose ocasionalmente justo en su punto g que hacía que las piernas le temblaran y que hubiera mucho más placer que la colocaba en las puertas de la locura.

Mordió su labio inferior con fuerza medida cuando los dedos abandonaron su cuerpo. Inhaló entrecortadamente por la boca mientras descendía por completo del clímax, exhaló largamente consiguiendo algo de claridad. Ahora era consciente que el orgasmo fue disparado por la simple promesa de David de cuidarla mucho.

La privación sensorial era toda una experiencia. Confiar tus sentidos a tu acompañante no era cualquier cosa. El no poder ver colocaba a Regina en una posición contrastante. Por un lado, aumentaban las sensaciones corporales, la anticipación, la incertidumbre, la excitación e incluso podía llegar a haber angustia que quien dominaba debía saber manejar. Por el otro, era estar totalmente vulnerable y expuesta, y era justo así como Regina Mills se sentía.

El solo pensamiento provocó que su centro ardiera, que se mojara más si es que eso era posible y que sus mejillas se encendieran al sentirse un poco avergonzada. Era una mujer autosuficiente que no necesitaba de nada ni de nadie pero que, dentro de una habitación de juegos, podía llegar a sentirse indefensa y dejarse a merced de los deseos de su acompañante. Pensar en ello la calentaba tanto que dolía.

De pronto, se dio cuenta que David ya no se encontraba sobre la cama, ¿o sí? Agudizó el oído, tratando de escuchar algo que le indicara dónde se encontraba. Fue cuando en su mente se presentó el escenario de que David estuviera ahí, parado frente a la cama, simplemente viendo lo que había hecho con ella en tan poco tiempo. Se lo imaginaba viéndola de espaldas, atada de manos, con su intimidad, recién follada por sus dedos, expuesta, a su entera merced.

Contrajo su sexo un par de veces porque la excitación fue demasiada. Onduló un poco las caderas y se acomodó mejor sobre las rodillas, sacando ligeramente el trasero en espera de lo que el señor Nolan quisiera hacerle.

Para David, quien ya se encontraba desnudo, era difícil explicar la excitación que sentía en ese momento. La belleza sin igual llamada Regina Mills a quien acababa de follarse con los dedos, estaba arrodillada, esposada a la cabecera de la cama, dándole una vista espectacular del trasero de infarto que se cargaba y de la bella vagina de la cual, en ese momento, comenzaba a caer un hilo de espeso fluido evidenciando lo caliente que la bella mujer estaba. Dios… tuvo que jalar su erecto pene un par de veces para calmar un poco su propia excitación para no lanzarse sobre ella y devorarla como tantas ganas tenía de hacerlo.

Sin decir palabra, volvió a subirse a la cama, escuchó a Regina jadear, moverse impaciente jalando un poco las restricciones y abriendo más las piernas, esperando claramente que la tocara donde con seguridad lo necesitaba. Optó por seguir en silencio, preservando la erótica atmósfera de incertidumbre y oscuro deseo que se había formado.

Se movió sobre sus rodillas, acercándose hasta quedar detrás de Regina y no se movió, esperando por la reacción de la bella mujer que no se hizo esperar. Arqueó la espalda, sacando más el precioso trasero al que David no pudo evitar soltar una certera nalgada que resonó por toda la habitación acompañada de un gemido de placentero dolor. El pensamiento de qué tan rojas podían ponerse esas bellas nalgas con un buen spanking inundó la mente del asesor. Era algo que tarde o temprano iba a averiguar.

Alargó la mano para mojar sus dedos con la excitación de Regina quien se estremeció cuando le acarició los hinchados labios vaginales. Procuró mojar sus dedos muy bien y mientras lo hacía se preguntaba si Regina, en quien podía notar la tensión corporal, se encontraba a punto de suplicarle. Estaba interesado en los límites de la bellísima mujer, en saber hasta dónde podía llevarla, qué tan alto podía hacerla gemir, cuánto dolor podía infligir, cuánto placer podía soportar. La escuchaba gemir quedito y cómo poco a poco la respiración se le aceleraba. Agarró con la mano libre la varita mágica que comenzó a vibrar en cuanto encendió, subió la mano con la que la tocaba a una de las bellas nalgas y colocó el juguete contra la intimidad de Regina que se estremeció con fuerza en cuanto hubo contacto, gimiendo ahogado, evidenciando el placer que sentía.

Regina tenía la boca entreabierta, disfrutando de la vibración en su intimidad. Movió las caderas, intentando montar el juguete para aumentar la estimulación y venirse.

—Aaahh —gimió sorpresivamente cuando David colocó el juguete justo contra su sensible clítoris. Intentó huir del contacto porque era demasiado, pero él no lo permitió. La sujetó con el brazo izquierdo por la cintura impidiéndole el movimiento—. Oh, oh… ¡Ooooh! —exclamó entre gemidos, sintiéndose a punto de llegar por lo que se dejó ir y fue cuando el maldito rubio quitó la varita. Apretó los labios, negándose a complacerlo con una queja o súplica de su parte. Él sabía muy bien lo que hacía y ella lo que él quería, pero se negaba a satisfacerlo.

David sonrió de medio lado mientras escuchaba la pesada respiración de la bella Reina Malvada, dándose cuenta de lo orgullosa que podía llegar a ser. Desde luego que su intención no era quebrarla. No. Jamás le haría daño, pero sí quería que se soltara con él.

Se hizo hacia atrás, se echó a la cama boca arriba y metió su cabeza entre las piernas de Regina quien siseó pronunciando un débil "sí" que se transformó en un gemido grave cuando lamió a lo largo de los hinchados pliegues, saboreando la deliciosa escena de la bella mujer que se estremeció con fuerza. Él la sujetó de los muslos cuando ella se sentó sobre su rostro por lo que no dudó en trabajarla con su lengua. La escuchó soltar un gemido gustoso mientras comenzaba a ondular las preciosas caderas, meciéndose sobre su lengua, boca y nariz.

Regina se alzó de pronto porque su cuerpo sufrió un estremecimiento pronunciado cuando los labios del rubio succionaron su hinchado clítoris. Estaba muy sensible por la previa estimulación y por un momento sintió que era demasiado. Sin embargo, David no estaba dispuesto a dejarla ir. La jaló hacía abajo de nuevo, lamiendo, chupando, mordisqueando y penetrando a su antojo, esmerándose en hacerla venir, ignorando los intentos de Regina por huir ya que ella tenía el poder para detenerlo todo en el momento que quisiera y, si no lo hacía, era porque en verdad quería eso.

El cuerpo de Regina se sacudía con fuerza con cada espasmo que anunciaba un prometedor orgasmo. No lo pudo evitar, por más que lo intentó le fue imposible no gemir abiertamente, no sollozar de placer y balancear las caderas sobre el apuesto rostro del asesor que hacía maravillas en su intimidad.

Gimió desde el fondo de su garganta cuando se dedicó a lamer su hinchado clítoris, las piernas le temblaron, sus pezones estaban durísimos, los ojos se le llenaron de lágrimas de placer mientras jadeaba pesado, su cuerpo se tensó y entonces llegó.

David se sorprendió cuando el cuerpo de Regina se sacudió con tanta fuerza que no le fue posible seguirla sosteniendo, escuchó el violento jaloneo de las restricciones mientras escuchaba pequeños gemidos. Salió de entre las bellas piernas, volvió a su posición inicial, usó la mano derecha para sostener el bello rostro por la mandíbula, le metió dos dedos en la vagina y volvió a follársela así.

—Oooh, Dios —gimió Regina sorprendida porque David no parecía querer darle tregua. Las piernas le temblaron de nuevo, gimoteó sintiendo su cuerpo tensarse de nuevo mientras esos dedos se deslizaban dentro y fuera de ella con toda la intención de arrojarla sin piedad hacia el orgasmo otra vez y, era tanto el placer, que no pudo contenerse más y simplemente se dejó ir—. Me voy a venir —anunció con voz ahogada, mientras con sus manos aferraba con todas sus fuerzas las restricciones al sentir que perdía el control de su cuerpo.

—Vente, Majestad. Vente sobre mis dedos —demandó David en el oído izquierdo de la bella mujer. El húmedo canal vaginal se estrechó con fuerza alrededor de sus dedos, las perfectas caderas se sacudieron con violencia sacando sus dedos en el proceso. No dejó de sostenerla por la mandíbula mientras la Reina Malvada lloriqueaba presa del orgasmo, su miembro dio tirones por lo caliente que verla así lo ponía y no se pudo contener. Le dio un par de nalgadas que resonaron por la habitación y soltar un pequeño grito que se convirtió en más gemidos de placer. Volvió a penetrarla con sus dedos un par de veces, los sacó, le dio más nalgadas y volvió a meterlos.

Regina no dejaba de sufrir espasmos en el cuerpo por el orgasmo y si no había caído desfallecida a la cama era solo porque David la seguía sosteniendo deliciosamente, obligándola a permanecer en esa posición, follándola con los dedos y dándole nalgadas a su jodido antojo. Cualquiera podría decir que ese era motivo suficiente para odiar al rubio, pero Regina simplemente lo amaba en ese momento en el que la soltaba, volvía a posicionarse tras ella y tocaba apenas sus nalgas e intimidad con el húmedo glande. Oh, podía imaginarse el pene durísimo, presumiendo las gruesas venas, hinchado por la excitación, cargado de ardiente semilla.

—Joder —maldijo bajito porque volvió a sentirse increíblemente caliente ante la imagen mental y el ardiente pedazo de carne tocar sus nalgas. Moría por verlo, porque lo necesitaba dentro en ese momento. Fue tanta su desesperación que movió las caderas hacia atrás, buscando a ciegas el pene del rubio.

—Mmmmh, no. No tendrás mi pene tan fácil, Majestad —dijo mordiendo su labio inferior al notar la desesperación de la Reina Malvada.

—N-nooo —renegó Regina cuando David le negó su pene. Jaloneó las restricciones, buscando liberarse porque sentía que no aguantaba más y todo empeoró cuando lo sintió bajar de la cama y el silencio reinó de nuevo.

Lo único audible era su pesada respiración por la desesperación que sentía dando paso a la no tan ansiada angustia que le provocó un nudo en la garganta al estar luchando con su propio orgullo.

David se encontraba ahí mismo, agachado, jalándose el pene y apretando las sábanas con su mano libre mientras escuchaba los gimoteos de Regina y casi se viene cuando la escuchó:

—Por favor —su voz fue extremadamente débil, pero es que Regina ya había bajado sus gruesas paredes, sintiéndose mucho más vulnerable de lo que se sintió desde que le vendara los ojos.

—¿Color? —preguntó David, quien subió de inmediato a la cama al escucharla. Necesitaba verificar en qué punto se encontraba Regina para no empujarla más allá del límite.

Era algo que, como la parte dominante, debía cuidar porque quien jugaba la parte sumisa por lo general dejaba de poner atención a su propia seguridad y era donde venían los problemas. Si respondía verde es que todo estaba muy bien. Amarillo significaba que estaba cerca de su límite y rojo, que debía dejar de hacer lo que hacía de inmediato.

—Verde —respondió, con la tranquilidad de saber que el rubio estaba con ella. De igual forma sintió las mejillas arder por la vergüenza de haber suplicado tan pronto a su parecer.

—Muy bien, Majestad —la elogió mientras la liberaba de las restricciones para continuar con su juego. Bajó de la cama, sirvió agua en un vaso y volvió a subir.

Regina sabía que le llevaba agua por el sonido. Aguardó paciente hasta que él tomó su mano poniendo el vaso ahí. Lo llevó hasta sus labios, bebiendo un par de tragos y después se lo regresó.

David estuvo pendiente de ella mientras bebía el agua, admirando la facilidad con la que lo hizo teniendo los ojos vendados. Él se bebió el resto de agua y fue a dejarlo junto a la jarra. Volvió a subirse a la cama, observando satisfecho que Regina se acomodaba mejor, mostrándose ansiosa por continuar.

—Túmbate boca arriba —pidió, ayudándola a colocarse en la posición solicitada—. Por supuesto que te voy a follar —aseguró para que se quitara de la mente la idea de que acabara la sesión y no lo hiciera—. Pero para ello te quiero bien sujeta —dijo, agarrando la cinta negra de bondage, despegando unos buenos centímetros de la misma, dejando que el sonido se escuchara con claridad para que ella adivinara qué haría.

Regina respiró entrecortadamente y relamió sus labios al escuchar el inconfundible sonido de la cinta para bondage que David usaría para sujetarla. ¿La iba a atar de manos y pies? ¿La iba a atar a los extremos de la cama? ¿Iba a rodear sus senos para torturarlos, o para exponer su vagina? ¿O quizá para su…? Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando envolvió sus muñecas con la pegajosa cinta, luego colocó otro igual a mitad de sus antebrazos y otro antes de los codos. Se mordió el labio inferior preguntándose de qué color sería la cinta con la que la amarraba. El rubio se pasó a sus piernas atándole los tobillos, otro más casi a media pantorrilla, luego debajo de las rodillas, otro arriba de las mismas y una más en los muslos.

—Lista, Majestad —anunció cuando concluyó. Tomó las piernas de Regina y las alzó, doblándolas un poco para que el bello trasero quedara expuesto junto con la preciosa vagina que brillaba por lo mojada que estaba—. Veo que te excita estar amarrada. ¿O me equivoco? —preguntó frotando con un par de dedos los hinchados labios vaginales.

Regina gimoteó de nuevo mientras sus pezones se endurecían por la estimulación, las restricciones y la plática subida de tono.

—Respóndele a tu príncipe Encantador, Majestad —dijo David, dándole un medido azote en la vulva, arrancando un pequeño grito de sorpresa.

—S-sí —respondió más por inercia que por ganas de complacerlo. Y es que ese era uno de sus gustos más oscuros. Los azotes la calentaban mucho. Gimió ahogado una vez más cuando David le metió dos dedos de un solo empujón y la folló un momento con ellos.

—Voy a follarte fuerte y duro, Majestad. Mi intención es que sientas el placer y el dolor por igual. No voy a ser gentil. Te quiero hacer gritar, suplicarme por hacerte venir y quiero que no salga otra cosa más que mi nombre de tu bella boca cuando te vengas.

Regina arqueó un poco su espalda, aunque la posición no se lo permitía en realidad, y apretó su centro con fuerza porque las palabras de David no hicieron otra cosa que calentarla mucho. Sintió su vagina palpitar con ansias y necesidad por ser follada. Se imaginó muy mojada porque así se sentía, al rubio viendo lo mucho que la excitaba lo que le hacía, y la respiración se le comenzó a acelerar con el pensamiento.

Y efectivamente, David observaba la preciosa vulva. Los bellos labios inflamados y la excesiva cantidad de flujo gracias a la excitación de Regina. Eso, aunado a la propia excitación que él sentía al estarla dominando, al tenerla atada e indefensa para follársela a su antojo hizo que por poco se viniera. Líquido preseminal brotó de la punta de su hinchado pene que dio tirones ante la necesidad de hundirse en la bellísima Reina Malvada y darle duro, muy duro.

Agarró una almohada, la colocó bajo las caderas de Regina para elevarlas y tener mejor acceso para entrar en ella. La tomó de los pies con la mano izquierda para alzarle las piernas y sostenerla así, uso la derecha para agarrar su pene, que seguía manteniendo una dura erección, y se introdujo en ella, reprimiendo el gemido que amenazó con abandonar su boca porque el canal vaginal estaba increíblemente caliente, resbaloso y estrecho.

—Estás ardiendo —siseó deseoso, saliendo de ella para volver entrar una y otra vez con cadencia.

Regina entreabrió la boca cuando se sintió atravesada por el grueso, caliente y venoso pene. No podía ver nada por lo que las sensaciones se multiplicaban así que se encontraba tan sensible que sentía que se vendría en cualquier momento cuando comenzó a deslizarse dentro y fuera de su cuerpo.

Él soltó los pies de Regina que recogió las piernas, haciendo los brazos hacía el lado izquierdo, dándole una vista perfecta de su bello rostro, la boca entreabierta, soltando pequeños jadeos que se convirtieron en gemidos cuando empezó a salir despacio para meterse con una fuerte estocada que hacía que los preciosos senos rebotaran con el impacto. Agarró a Regina de los muslos volviendo al ritmo de penetración inicial que fue incrementando conforme la veía intentar retorcerse a pesar de las ataduras.

Las lágrimas de placer no se hicieron esperar, mojando la suave tela que le cubría los ojos. La escena, el ángulo y el ritmo de penetración eran perfectos, aunado a la restricción de movimiento a la que se encontraba sometida y la precisión con la que su punto g era estimulado fue demasiado y se vino, retorciendo los dedos de sus pies, apretando las manos en puños y gimiendo ahogado mientras se apretaba con fuerza al delicioso pene que se sentía increíble en su interior.

—Oh, joder —gimió David, temiendo venirse, arrepintiéndose de no usar un anillo para su pene a fin de no eyacular tan pronto. Aguantó, sintiendo como si el interior de Regina quisiera ordeñarlo por la fuerza y ritmo con la que se apretaba a su alrededor.

Hizo las piernas de Regina hacia su izquierda y retomó las penetraciones. Esta vez iba más rápido, procurando ser más preciso con ese punto especial dentro de la agitada mujer que tenía el bello rostro enrojecido por el esfuerzo.

David se la estaba follando a través de su orgasmo y Regina tenía los dientes apretados mientras disfrutaba del placentero dolor por la excesiva estimulación. Abría y cerraba la boca, gimiendo, lloriqueando y jadeando. El rubio apoyó el brazo izquierdo enseguida de ella, donde tenía los brazos. Regina apretó los dientes y se aferró a la muñeca de David con sus atadas manos mientras recibía una y otra vez el perfecto pene en su interior.

El rubio se sentía en el cielo al ver lo hermosa que Regina se veía atada y siendo follada. La apretada vagina lubricaba cada vez más y ahora había un sonido muy peculiar que acompañaba los gemidos, jadeos y siseos de la Reina Malvada que se agarraba con fuerza a su muñeca en un intento por sostenerse de algo en medio de su consensuada indefensión. Usó la mano derecha para apretar el hermoso seno izquierdo que se mecía al compás que él imponía. Lo masajeó a su antojo y no dudó en apretar el lindo pezón haciéndola sisear. Sintió sobre su pene las contracciones que anunciaban el siguiente orgasmo y se esmeró a pesar de que Regina lloriqueó desesperada. Justo cuando sintió que se venía, salió de ella, reemplazando su pene por dos dedos sobre los que la maravillosa vagina se apretó, una y otra vez. Las bellas caderas agitándose con cada oleada de placer, acompañando sus dedos en la ardua labor de ayudarla a surcar el orgasmo. Volvió a darle una pequeña palmada en la vulva arrancando un gritito de la bella boca que luchaba por aliento.

El rubio había salido de ella por temor a venirse. La colocó de lado esta vez y la penetró desde atrás, apoyado firmemente en su rodilla izquierda. Emprendió un ritmo castigador sin previo aviso, haciendo gritar a Regina durante la dura follada que le estaba dando. Volvió a apretarle el seno izquierdo, bajó la mano hasta el vientre desnudo posándola posesivamente ahí mientras empujaba con violencia sus caderas contra ella que no hacía más que gemir, gritar, lloriquear y gimotear. Apoyó la mano enseguida del cuello de Regina quedando entre el bello rostro y los brazos atados. Continuó con las rápidas y duras estocadas porque estaba muy cerca de llegar, y siseó de dolor cuando Regina mordió arriba de su muñeca mientras gemía con fuerza.

Lo soltó, volviendo el rostro sonrojado hacía arriba, gritando de placentero dolor porque, en esa posición, el pene se sentía más grande y la estimulación era tan deliciosa que el placer era insoportable. Contrajo los pies, apretó las manos en puños y volvió a morder a David mientras sollozaba de placer al venirse a chorros, mojándose a sí misma y las sábanas negras bajo ella.

—Joder, joder, joder —repitió David con dientes apretados al ver que la había hecho venir así.

El maldito rubio la siguió penetrando con violencia durante su potente orgasmo y Regina gimió pesado porque esta vez de su vagina salía un pequeño chorro cada vez que él la penetraba y se sentía increíble. Apretó los ojos y gimió gustosa desde la garganta cuando David comenzó a venirse, bombeando ardiente semilla en el fondo de su bien follada vagina.

David sacó su pene y procedió a soltar las ataduras de bondage, liberando el bello cuerpo de Regina, quitando el mismo la venda de los hermosos ojos que estaban cerrados.

Regina jadeaba bajito, tenía las mejillas adorablemente encendidas y su cuerpo aún temblaba ligeramente por el placer recibido. Abrió los ojos con la intención de incorporarse, pero se sorprendió al ver que David la tomaba en brazos para sacarla del cuarto de juegos y llevarla hasta su habitación.

Ella no dijo nada, solo se abrazó al cuello del rubio durante el trayecto. La depositó con cuidado sobre el colchón y se recostó a su lado, envolviéndola en sus brazos, dándole suaves caricias en el hombro y espalda, y tiernos besos en la frente, cabello y labios.

—La cama estaba muy mojada como para quedarnos allá —dijo rompiendo el cómodo silencio que se había creado. Escuchó el dejo de risa que Regina emitió y supo que la bella mujer estaba demasiado agotada como para hablar.

Y era verdad, David se la había follado tan bien que Regina había caído en un delicioso sopor del que no deseaba salir. Se limitó a disfrutar de las atenciones del rubio que como buen dominante le estaba dando después de la sesión, cayendo en un sueño profundo cuando menos lo pensó.


Despertó estirándose lo más que le fue posible, sintiendo en cada parte del cuerpo el delicioso dolor que le recordaba la intensa follada que le dieron durante la madrugada. Se incorporó y se llevó un buen susto al ver al apuesto asesor sentado en cómodo sillón individual frente a la cama.

—Bienvenida de vuelta, Regina —saludó con una encantadora sonrisa en el apuesto rostro.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —preguntó, dándose cuenta que llevaba puesta una camiseta blanca de él. ¿En qué momento se la había puesto? Lo último que recordaba eran los cuidados posteriores a la sesión que David le dio, abrazándola, acariciándola, besándola y después nada más.

—No mucho —respondió, poniéndose de pie para ir hasta ella y besarla apasionadamente. Regina no puso objeción, cerró los ojos y abrió la boca, permitiendo que le metiera la lengua hasta donde le vino en gana. Había algo en David que le hacía imposible la tarea de resistirse y la sesión lo empeoraba todo. Tenía ganas constantes de él y no estaba segura de poderlo manejar. Terminó el beso, jadeando contra la entreabierta boca del rubio que esbozaba otra de sus encantadoras sonrisas.

—Es un poco pervertido de tu parte observarme dormir.

—Lo sé, pero no todos los días la mujer más hermosa de todas amanece en mi cama. ¿Tienes hambre? —preguntó, levantándose de la cama, alejándose de ella, buscando espabilarse para no írsele encima y no dejarla ir—. Podemos comer de una vez, ¿o prefieres desayunar?

—¿Qué hora es? —preguntó asustada al entender el sentido de las preguntas. Agarró su celular del elegante buro junto a la cama—. Por Dios. ¡Es tardísimo! —exclamó escandalizada saliendo de la cama rápidamente, siendo detenida por David quien la tomó de los brazos. Lo miró con el ceño fruncido porque él sonreía de nuevo.

—Es domingo. Te invito a comer conmigo —propuso, evitando decirle que seguramente no tenía otra cosa qué hacer más que ir a su enorme mansión a estar sola.

—Sí, pero…

—Es una invitación a comer nada más. Tendrás el resto del domingo para lo que sea que tengas qué hacer.

Regina contuvo el aliento un momento en el que su mente funcionaba a mil por hora, analizando posibles escenarios, lo bueno y lo malo que podía resultar de seguir conviviendo con el encantador rubio.

—Sería un verdadero honor para mí —presionó poquito.

Regina volvió a llenar sus pulmones de aire, soltándolo con lentitud.

—Está bien —accedió.

—Perfecto —dijo caminando hacia la puerta—. Dime qué quieres. Tus deseos siempre serán órdenes para mí, Majestad.

Ella sonrió mientras negaba con la cabeza por la tontería que David decía porque era algo lindo, no lo podía negar.

—Pidamos del restaurante de Kathryn —indicó, buscando en el celular el menú para pasárselo al rubio. No sabía si David cocinaba o no, pero no lo iba a investigar en ese momento ya que cocinar llevaría mucho más tiempo. Se lo envío junto con lo que ella pediría y procedió a leer los mensajes de August.

"¿Dónde te metiste?" Regina torció los ojos por la insistencia de su hermano de no perderla de vista. Además, andaba con los custodios.

—¡Los custodios! —exclamó, saliendo de la habitación apresurada para asomarse por uno de los ventanales.

—Siguen ahí. Ya desayunaron —le contó mientras hacía el pedido por el móvil y ella miraba hacia abajo de donde Keith la veía de vuelta sin expresión en el rostro.

Regina volvió a ver su celular para leer el otro mensaje de su hermano:

"Olvídalo. Ya sé dónde estás. Ten cuidado, pequeña". Esbozó una sonrisa, conmovida por el cariñoso apodo. Agust comenzó a llamarla así cuando entró a la adolescencia y ella seguía siendo una niña.


David observaba a Regina a una distancia prudente. Analizando a la bella mujer quien se estaba mostrando más como sí misma frente a él, aunque sabía que había mucho más por descubrir. Bebió su jugo de naranja cuando ella volteó a verlo y le extendió el vaso que sirvió para ella.

—Está recién hecho —alardeó. Regina avanzó con porte elegante hacia él a pesar de vestir una simple camiseta suya. Le gustaba porque le daba vista de las torneadas piernas que no le molestaría tener en ese momento alrededor de la cintura, bien abiertas o sobre sus hombros.

Regina agarró el vaso y bebió, saboreando el jugo mientras miraba a David quien la veía de vuelta de una forma en la que parecía quererle desnudar el alma.

—Me daré un baño —dijo, regresándole el vaso, yéndose corriendo hacia la habitación.

Cerró la puerta tras ella y se recargó ahí, mirando hacia el techo, recriminándose a sí misma por permitir que él causara estragos en ella. Se tomó un momento para convencerse que podía manejar la situación y se dirigió al baño a tomar una ducha fría para aclarar la mente.

Se sacó la camiseta quedando desnuda, se metió a la ducha, la abrió y se metió debajo, dejando que el agua la recorriera por completo. Comenzó a enjabonar su cuerpo mientras veía los rastros de las restricciones sobre su piel, recordando con exactitud lo vivido en la habitación de juegos. Aceptando que David había hecho un trabajo perfecto en su primera sesión después de su mala experiencia. Lo hizo tan bien que se encontraba ansiando el momento de volver ahí.

David continuó con su pequeña investigación en Internet, preguntándose si en la Deep Web podía encontrar más, algo que nunca sabría pues no tenía idea de cómo entrar a esa cosa. Le preguntaría a Emma, pero no por mensaje. Esperaría a verla para hablarlo de frente. Cerró el computador cuando la bellísima Reina Malvada apareció ante él, impecablemente vestida y arreglada.

Llevaba un vestido azul marino que enmarcaba a la perfección la hermosa figura que tenía.

—La comida está por llegar —dijo y ella asintió, tomando asiento junto a él en la elegante mesa.

—La decoración es exquisita —admitió, con los codos sobre la mesa y la barbilla apoyada en los dedos entrelazados de sus manos.

—Quería que te sintieras cómoda —comentó sintiéndose satisfecho por el trabajo que hicieron las personas que contrató.

En el rostro de Regina se dibujó una sonrisa involuntaria que intentó disimular acomodando un poco su sedoso cabello. Mismo que David miraba atento, imaginándose a sí mismo tirando de él mientras se la follaba por detrás. Se estremeció cuando su móvil anunció la llegada de la comida.

—Enseguida vuelvo —murmuró, caminando lo más discreto que pudo porque había un bulto notorio en sus pantalones.

Tuvieron una charla amena mientras comían donde David no dejaba de maravillarse con la inteligencia de Regina, lo refinada, elegante y sencilla que era al mismo tiempo pues había momentos en los que no veía rastro alguno de la Reina Malvada en ella.

—Dime qué te pareció la sesión —pidió. Ella puso cara de estar pensando—. Sé honesta. Evalúa mi desempeño —se apresuró a decir, ansioso por la respuesta.

Estaban sentados en el sillón bebiendo un poco de vino. Regina tomó otro trago antes de hablar.

—Fue muy buena —admitió y torció los ojos ante la cara de orgullo del rubio—. Debo darte las gracias por ello —dijo, dejando la copa sobre la mesa de centro—. Era algo importante.

—Lo dije en serio. Voy a cuidarte mucho cuando estemos ahí dentro —prometió con voz suave, comprensiva y empática—. Me alegra poderte ayudar con eso —comentó pues sabía que si algo estaba claro entre ellos es que eso era algo pasajero.

Regina no se pudo contener tal como en la sesión. Se abalanzó sobre él, besándolo con intensidad, montándosele sobre el regazo, pegando su cuerpo caliente al de David.

—Me encanta cuando te pones así —susurró excitado, agarrando con sus manos las firmes nalgas de Regina quien jadeaba contra su boca—. Como esa vez en el auto, donde te comportaste intrépida, tan fogosa y al mando. Me prende tanto —dijo, apretándole con fuerza las nalgas mientras alzaba las caderas para que pudiera sentir su atrapado pene, duro e hinchado.

—¿Disfrutas estar abajo? —preguntó con interés, alzando una ceja con elegancia. David era un dominante perfecto, lo hacía increíble y le extrañaba que tuviera gusto por el rol de sumisión.

—Solo de ti —susurró su respuesta, mirando con intensidad a la bella Reina Malvada. No era mentira, Regina tenía algo que lo maravillaba y lo dominaba como nunca pensó que le sucedería.

Ella dudó por un momento, porque no se suponía que debía quedarse por tanto tiempo, pero el momento era perfecto y podía ver en los maravillosos ojos azules el fogoso deseo. Exhaló entrecortadamente y dijo:

—A la habitación de juegos. Ahora.