OBLIGACIONES DE PRINCESA

De Siddharta Creed

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Capítulo 9

Los primeros rayos del sol se presentaron tenuemente de entre las montañas que rodeaban la gran capital saiyajin. Faltaban unas cuantas horas para que los habitantes del palacio despertaran, y más aún, después del festejo de que se llevó a cabo la noche anterior, a pesar de la ausencia de los festejados.

No recordaba haber pasado tan mala noche, incluso comenzaba a dolerle a cabeza, tal vez por insomnio, tal vez por culpa.

No lo quería aceptar, pero no podía dejar de pensar en aquellos ojos negros que lo miraron con espanto la noche anterior, especialmente cuando tuvo que cargarla hacia el aula médica.

En ese momento no supo cómo actuar, solo atinó a seguir las instrucciones de Isha.

—Debí matarla, librarme de ella sin importar si le doy el gusto.

Después de pensarlo por horas, no encontraba otra manera para reparar el daño causado a su honor. Ya no le importaba que fuese la única en su tipo, que probablemente no habría otra con su don, que en parte sería una acción poco inteligente. Solo deseaba librarse de ella y recuperar un poco de la dignidad que le quedaba.

Ella lo estaba trastornando, volviéndolo una versión poco racional de sí mismo, haciéndolo rebajarse al nivel de un patético violador, algo impensable para alguien con su inquebrantable orgullo.

Ya faltaban pocas horas para que la joven saliese de recuperación. Según Isha, solo necesitaba reponer los ligamentos dañados y lesiones menores que no comprometían su vida.

«Afortunadamente tiene mucha resistencia. Una terrícola común no hubiese sobrevivido».

—Maldita hembra —refunfuñó entrando a la ducha. Necesitaba quitarse su olor y eliminar los rastros del cansancio que coronaba sus párpados.

Realizó como siempre su ritual matutino, con la diferencia de que ahora se le había metido en la cabeza una fantasía; quebrar el cuello de la culpable de su malestar. Nadie se burlaba del heredero al imperio más poderoso del cuadrante.

Salió decidido rumbo al aula médica del palacio, encontrándose en el recibidor con su padre, su tío, Azaria y Yassai. Se detuvo en seco arrugando el ceño, no esperaba encontrarlos reunidos en ese preciso lugar, tampoco los detectó antes, debido a estar perdido en sus propios pensamientos.

El silencio reinó por unos largos segundos, en los que no hicieron falta palabras para que el príncipe interpretara a su modo las miradas de sus familiares, imaginando que lo consideraban un descendiente mediocre, manipulado por una mocosa a la que ni siquiera había podido ejecutar como correspondía. Lo que estaba por cambiar.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó suponiendo que uno de los médicos lo había traicionado al comunicarles lo sucedido, probablemente Isha. Apretó la mandíbula de solo pensarlo.

El rey Vegeta estaba por responder, pero en ese instante salió Bulma del área donde se encontraban las cápsulas de regeneración, acompañada de la experimentada médica.

—¡¿QUÉ HACES AQUÍ?! —le gritó furiosa a su primogénito, acercándose con largas zancadas, sorprendiéndolo con una bofetada que bien pudo haber esquivado, sin embargo, no lo hizo debido a la impresión, ya que su madre nunca antes lo había abofeteado, mucho menos reprendido frente a terceros.

Una humillación más por culpa de ella, incluso dentro de una cápsula, continuaba jodiéndole la existencia.

Ciego de ira, levantó la mano derecha contra su madre, dispuesto a devolverle la ofensa, que afortunadamente no logró concretar, gracias a que el rey intervino deteniéndole la muñeca.

—No hagas que olvide que eres mi hijo —sentenció con voz grave y firme, apretando su agarre.

Las palabras de su padre le calaron más que los desplantes de Pan la noche anterior.

«Debí eliminarla junto con Gohan en Onix».

—No me sorprendería del monstruo que acabo de descubrir que tengo por hijo —le reprochó Bulma, repitiendo la misma palabra que Pan le había dicho la noche anterior, poco antes de ingresar a la cápsula de regeneración.

Trunks retrocedió un par de pasos, indicando a su padre con un gesto que no intentaría atacar de nuevo.

—Ella vive por el momento. ¿Querías acaso que la premiara por su actitud? —le dedicó una mirada a su padre y al resto de su familia, buscando encontrar apoyo en alguno de ellos.

—Bulma, debemos considerar que mi sobrino tuvo razones de sobra para estallar…

—No Tarble, no traten de justificarlo, desde un principio ella se negó. Incluso atentó contra su propia vida —Antes de que cualquiera pudiese abrir la boca, Bulma continuó con sus reclamos—. Te lo advertí Trunks, si le hacías daño te iba a pesar…

—Dijiste que me retirarías la palabra, no que me pesaría —murmuró con sorna, tratando de pasarla de largo.

—¿A dónde crees que vas?

—¡Vegeta! —habló el rey, agradeciendo en silencio que Isha se retiraba de la manera más discreta posible—. Hablemos aparte.

El dolor de cabeza le regresó al príncipe, turbando sus sentidos de nuevo. Deseaba escapar del incómodo escudriño al que estaba siendo sometido, y la propuesta de su padre le pareció la mejor opción por el momento.

Asintió con la cabeza y dirigió sus pasos hacia la salida, siendo seguido por el rey.

Ambos caminaron en silencio mientras el más joven lideraba los pasos, hasta llegar a la bóveda de gravedad, uno de los lugares donde se sentía más cómodo platicando con su padre.

—¿Cómo fue que se enteró? —preguntó Trunks al cerrar la compuerta.

—Es la reina del imperio actualmente. Sus órdenes están por encima de las tuyas.

—Supongo que las órdenes de mi madre estaban dirigidas hacia Isha. ¿Me equivoco?

—Correcto, Isha solo sigue las ordenes de la reina —relamió sus labios, percibiendo la tensión en cada musculo de su hijo.

No le costaba trabajo entenderlo, ni siquiera lo juzgaba de la misma manera que su mujer, de hecho, se preguntaba qué hubiese hecho en su lugar. Probablemente hubiese actuado peor.

—Trunks, ¿qué piensas hacer?

—Matarla.

..

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Ni siquiera la alcoba secundaria se escapaba del aspecto sombrío que reinaba en los aposentos del príncipe. Al menos no tendría que verlo en los próximos cinco o seis meses, según el rey.

—Es provisional, mientras reconstruyen la alcoba principal —escuchó al monarca detrás de ella.

—Prefiero quedarme aquí —respondió con voz tenue —se supone que es la que me corresponde —agregó con un nudo en la garganta. Debía hacerse a la idea de que viviría recluida el resto de su vida, había agotado sus opciones y por primera vez estaba sin esperanza alguna.

El rey carraspeó incómodo. —No acostumbro entrometerme en los asuntos personales de Trunks. Si estoy aquí, es porque mi mujer está empeñada en velar por tu bienestar —le señaló una mesa de escritorio, donde se acercó para presionar un interruptor.

—¿Es un…?

—Bulma quiere que tengas tu propio comunicador. Podrás hablar con tus padres cuando quieras y… mi hijo, quien insistió en mantener comunicación contigo durante su viaje.

—¿Qué tengo que hacer a cambio? —preguntó con recelo.

Vegeta aspiró hondo, esperando tener la paciencia necesaria para cumplir con su palabra. Tenía el presentimiento de que el trato con su hijo aplacaría el humor de su reina, a la vez que podrían analizar la situación con calma.

«Déjame mantenerla bajo observación. Aun puede darte un heredero fuerte».

«No quiero que mi madre tenga contacto con ella», fue la petición de su hijo, una vez que aceptó dejarla con vida.

Era la primera vez que abogaba por alguien en quien no confiaba del todo, porque después de la escena en la ceremonia, ya no podía esperar que la joven lograra adaptarse a su cultura y reglas.

La vio mirarle con recelo, preguntándose si acaso su comportamiento se debía a las acciones de su hijo, al que aun consideraba un guerrero de conducta intachable, al menos dentro de los estándares de su cultura.

—Es necesario que comiences con tu formación, para lo que se te asignará un horario que deberás cumplir. Tendrás la misma educación que ha tenido cada miembro de la familia real. Mañana mismo comienzas —dicho eso, salió sin darle tiempo a cualquier respuesta. No supo a qué se debió, pero le incomodó ver sus ojos vidriosos, casi vacíos desde que salió de recuperación. No recordaba haberla visto así, tan melancólica y cabizbaja.

Reconocía que su hijo había cruzado una línea que jamás creyó que pasaría, no obstante, no lo consideraba tan grave. Pan conservaba su vida y se pudieron evitar secuelas físicas del ataque, aunque Bulma estaba más preocupada por otro tipo de secuelas, después de todo, los terrícolas se caracterizaban por ser más emocionales.

«¿Te parece poco? Isha asegura que estuvo a punto de desprenderle el útero. Lo siento, pero no puedo justificarlo». Le había dicho su mujer bañada en llanto.

«Yo parí a un niño maravilloso, no a… ese monstruo».

No estaba de acuerdo en que Bulma utilizara ese calificativo para su vástago, porque Vegeta sabía que no lo era, que su hijo estaba muy lejos de ser el príncipe despiadado que él mismo fue en el pasado, incluso cuando estuvo a punto de golpear a su propia madre.

«No debí decirle eso», recapacitó sobre las palabras que dijo cuando lo vio levantarle la mano a Bulma.

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El olor a libros viejos le hacía olvidar el destino al que estaba sujeta. Cada tarde se empapaba de conocimiento en la biblioteca real, sumergida entre montañas de textos que le revelaban historias sobre los ancestros de sus abuelos.

Sobó su hombro derecho después de dar vuelta a la página. Era su culpa por descuidar ese ángulo durante el combate, la princesa Bra ya le había advertido sobre esa falla con anterioridad, debía trabajar más en sus debilidades.

—¿Lo encontró, su alteza? —le preguntó el profesor que se le había asignado para instruirla sobre historia de la galaxia.

—En eso estoy —respondió hojeando de nuevo.

Tenía dos meses sin ver en persona al engreído príncipe, con el que apenas conversaba al menos una vez a la semana. Siempre era él quien llamaba de noche, cuando sabía que ella estaba libre y en la alcoba.

Dichas conversaciones se limitaban a preguntas por parte del príncipe, las cuales Pan respondía de manera breve y sin entusiasmo, enfocadas en su mayoría a temas referentes con los entrenamientos y aprendizajes en sus clases.

Pan estaba consciente de que la vigilaba a distancia. El heredero no tenía reparo en describirle lo que ella había vestido mientras caminaba por los pasillos del palacio, probablemente por las cámaras que ella tenía identificadas en algunas esquinas. También solía hacerle uno que otro comentario sobre algún libro que ella hubiese leído en la biblioteca, o sobre los temas tratados en sus clases.

Aun con la distancia de por medio, a veces podía sentirlo respirarle en la nuca. En esos momentos creía enloquecer. De cualquier manera, no se comparaba con tenerlo en el mismo planeta.

Lejos de ser un fastidio, los estudios y el entrenamiento se convirtieron en una motivación para levantarse cada día, brindándole no solo distracción, sino un genuino interés por aprender más, especialmente en las artes del combate.

Se estaba acostumbrado a una rigurosa rutina, en la que cada mañana asistía a la biblioteca después del desayuno, absorbiendo cada nueva enseñanza que se le instruía, incluyendo aquellas que consideraba fuera de lugar. Después de la merienda corría hacia la arena, donde entrenaba con Yassai y la princesa Bra, con quien comenzaba a trazar una relación de respeto mutuo. A pesar de tener casi la misma edad, le costaba trabajo verla como una igual, y no por su origen noble, sino por su sagacidad y mente abierta; la joven princesa le parecía demasiado avanzada para su corta edad, en gran parte por su educación saiyajin.

—¡Lo encontré! —exclamó emocionada, señalando el dato escrito en idioma saiyajin.

El viejo profesor sonrió satisfecho, la princesa aprendía con rapidez el idioma que muchos consideraban complicado. A la joven le había tomado casi dos meses entender la mayoría de palabras escritas en cualquier texto en saiyajin, aunque su pronunciación continuaba siendo un desastre.

—No esperaba menos de usted —la alagó, algo común en el viejo profesor de la familia real.

Pan curveó los labios de manera sutil. Le molestaba toda la lambisconería que rodeaba a la familia real, no sentía genuino el respeto que los súbditos mostraban hacia sus monarcas, le daba la impresión de que si por ellos fuera, le clavarían una estaca por la espalda.

«¿En verdad lo respetan, o fingen respetarlo para no ser asesinados?» Le había preguntado en la última llamada que le hizo el príncipe, poniéndolo de mal humor con esa simple pregunta, la cual salió a colación, después de que el heredero le recordara que le debía respeto.

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Sentado en la cabina, el príncipe se ajustó el cinturón al igual que el resto de la tripulación. Pronto llegarían a su destino.

Ansiaba salir de la nave y poder entrenar al aire libre, volar, escapar del confinamiento que, a pesar de ser una nave espaciosa, no se comparaba con el exterior.

«El respeto no se impone, se gana. ¿Qué ha hecho usted para ganarse el respeto de su pueblo?»

Bufó discretamente, llamando la atención de su capitán.

—¿Cansado del viaje? —preguntó Goten. El príncipe respondió con un ligero asentimiento de cabeza, guardando sus pensamientos para sí mismo.

No era ajeno de que a las pocas semanas de su partida, Pan se había vuelto más comunicativa, sonriente y amable con quienes se cruzaban en su camino, hasta el extremo de saludar a los guardias que custodiaban inmóviles a lo largo del palacio. Esa conducta jovial, debía estar relacionada con su ausencia, y no tenía la certeza de que una vez regresando, ella continuase tan sociable, mucho menos con él. Debía importarle una mierda, pero no quería resignarse a tener una unión tan fría e insípida.

Según los informes de la institutriz y el profesor, la híbrida cumplía con sus tareas e incluso se interesaba en investigar por su propia cuenta, sorprendiéndolos con habilidades matemáticas que iban más allá de los conocimientos que solían dominar los saiyajines de clase guerrera. En cuanto al entrenamiento, evolucionaba a paso lento, pero se mantenía interesada y hasta emocionada por poner en práctica las lecciones aprendidas.

Estaba al tanto de que su hermana entrenaba con Pan, que a diferencia de su madre, solía ser más reservada, y que al igual que él, también poseía sangre guerrera. Por lo que veía con buenos ojos su influencia en la vida de la muchacha.

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El recibimiento del príncipe fue excesivamente suntuoso, incluso para el mismo heredero, quien hastiado se cuestionó las razones de tanta lambisconería por parte del rey Jayalim.

—¿Ha sido de su agrado el festín? —preguntó el rey de Soria-tuk.

El príncipe Vegeta asintió levemente sin dejar de observar el espectáculo frente a ellos, no porque le pareciera interesante, sino porque le llamaba la atención la manera tan ridícula, en que se contoneaban las hembras que buscaban la atención de los machos presentes, especialmente, la del invitado principal.

—Puede acompañarlo esta noche la que usted guste, o las que guste.

—Mi visita aquí es para controlar la rebelión de su pueblo, no es un viaje de placer.

—Lo sé y se lo agradezco, por eso mismo nos hemos esmerado en agasajarlo, trayendo hembras del tipo que le agrada a los saiyajines.

Goten alzó una ceja, dedicándole una discreta sonrisa burlona al príncipe. Sabía que por muy necesitado de atención femenina que estuviera, no se rebajaría a faltar a su palabra.

—Prefiero retirarme a mis aposentos… solo… ahora mismo —anunció colocando su copa a medio beber sobre la mesa.

—Pero alteza, lleva días encerrado en una nave. Al menos disfrute del espectáculo que se preparó para su deleite —insistió Jayalim.

El príncipe Vegeta se levantó, seguido de la guardia real y su escuadrón que lo acompañaba en cada viaje.

—Yo mismo le indicaré dónde se encuentra la habitación que le hemos preparado.

El anfitrión sonrió al ver a su invitado asentir con la cabeza. Luego, el príncipe se dirigió hacia Goten para decirle: —Se pueden quedar si gustan.

Sin retornar la vista hacia el espectáculo, siguió los pasos del rey Jayalim, pensando en el esmero puesto en darle una bienvenida. Cuestionándose si todas esas atenciones eran producto del respeto que le tenían, o del miedo.

Antes, hubiese recibido gustoso los halagos de sus anfitriones, pero ahora le parecían excesivos y molestos, gracias a las heridas recién expuestas por el veneno de Pan, heridas sembradas por King Cold, que creyó haber superado con el tiempo.

—Cualquier cosa que necesite, estamos a su servicio —dijo Jayalim, señalando una gran puerta de fina madera tallada con personajes locales, que parecían contar algo que el príncipe no supo interpretar. La raza de ese planeta se caracterizaba por ser tan parecidos entre ellos, que si no fuese por su vestimenta, no sabría con quién estaba hablando.

Después de acordar dónde y a qué hora se reunirían al día siguiente, el príncipe entró, despojándose de inmediato de su capa y armadura real.

Sacó un pequeño estuche de cápsulas que guardaba en un compartimiento oculto de su armadura y activó una de ellas, apareciendo una gran caja que servía de armario portátil, donde cargaba todo lo que necesitaba en cualquier viaje.

La presencia de dos débiles energías detrás de una puerta llamaron su atención. Dejó de lado el armario para caminar hacia el otro lado de la puerta, encontrando a dos bellas mozas acomodando unos frascos y toallas al lado de la enorme tina.

—No lo esperábamos a esta hora, su alteza —dijo la de enormes ojos guindas—. Su baño estará listo en un momento.

Sin responder, Trunks se alejó pensando en lo relajante que le vendría un baño de tina con esencias. Tenía una idea en mente y no terminaba de aterrizarla, tal vez le hacía falta el sonido del agua y nada más para aclarar sus pensamientos.

Se sirvió una copa de vino, curiosamente su preferido, que reposaba en una mesita coctelera. Se estaban esmerando en quedar bien con él, cosa que no terminaba de cuadrarle.

—Disculpe, su alteza —escuchó unos pocos minutos después, dejando la copa vacía sobre la mesita.

Caminó con pasos perezosos, despojándose de la parte superior de su traje, de cualquier manera, las mozas se irían enseguida.

Una vez entró al cuarto de baño, un dulce aroma floral inundó sus fosas nasales, encontrándose con las mozas envueltas en batas de seda translúcida, la cual permitía ver que era la única prenda que llevaban puesta.

—Estamos aquí para servirle en lo que guste —se le acercó la misma mujer que le habló al principio—. Permítanos ayudarlo a desvestirse —agregó con voz suave y sumisa, llevando sus manos hacia el cinturón del faldón que cubría el resto del traje real del príncipe.

—Lo haré yo mismo —retrocedió, pasando de largo sin prestarle atención a ninguna de las dos—, pueden retirarse.

Ambas mozas se observaron confundidas, no esperaban esa reacción por parte del heredero. Les habían dado claras instrucciones de seducirlo y dejarlo cansado, pagándoles incluso por adelantado.

La más baja de estatura, que llegaba a la altura de los hombros del príncipe, decidió arriesgarse a intentarlo de nuevo.

—Disculpe, su alteza —hizo una pequeña reverencia. Venimos del planeta Lanur, conoce de sobra nuestra habilidad y gusto para complacer a los guerreros saiyajines.

Trunks la observó detenidamente. Efectivamente reconocía esa raza, había tenido algunas de sus hembras en su lista de amantes, de entre sus favoritas en muchos aspectos. No obstante, nada de eso influyó para que sucumbiera.

—No tengo ánimos para discutir. Hagan el favor de salir de mi habitación inmediatamente —ordenó comenzando a desvestirse, esperando no volver a repetirlo.

De no haber hecho un juramento frente a su pueblo, ya mismo las tendría desnudas en la tina, recibiendo atenciones de sus hábiles manos y lenguas bajo el agua, atendiéndolo como correspondía.

«Nadie tendría por qué saberlo. Realmente lo necesito», pensó por unos segundos, desechando luego esos pensamientos de guerrero de clase baja.

—¿Sucede algo? —preguntó con fastidio. No era tan ingenuo como para no darse cuenta que estaban ansiosas.

—Lo que sea, por favor. Pídanos algo —rogó la misma mujer.

—Ya lo dije, quiero estar solo.

—Su alteza —deslizó la bata por sus hombros, dejándola caer por completo—. Es bien sabido que los viajes largos crean urgentes necesidades en fieros guerreros —opinó acercándose con sus mejores movimientos seductores.

La última prenda del heredero cayó al suelo, y de inmediato advirtió el efecto que eso causaba en ambas hembras. No hacía falta palabras para darse cuenta que lo deseaban, o fingían bastante bien, lo cual no le sorprendería después de años viviendo entre aduladores.

—¡Largo de aquí! —ladró, tomando la bata que luego lanzó a la mujer desnuda—. No quiero verlas.

Si bien, tenían un encargo pagado, el miedo que les dio el saiyajin fue mayor, por lo que se apresuraron a obedecerlo, disculpándose por su atrevimiento. Tomaron un par de bolsos donde habían dejado sus ropas y salieron del baño.

—Nos harán regresar el pago —se quejó una de ellas en voz baja, alcanzando a ser escuchada por el orgulloso príncipe.

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La joven princesa se preparaba para salir a entrenar con Yassai y la madre de esta, con quienes comenzaba a familiarizarse y disfrutar de su compañía.

Sujetó su cabello en un chongo bien apretado, con la esperanza de que en esta ocasión, no se le soltara como la vez anterior.

Cada vez le gustaba más entrenar, realmente lo disfrutaba a pesar de lo mucho que se quejaba de la cultura bélica de los saiyajin, cultura de la que cada día descubría nuevas virtudes, maravillándose de las motivaciones y esperanzas del pueblo, ampliando el pobre panorama de conocimientos que hasta entonces había poseído. Llegándose a preguntar, por qué a su padre no le apasionaba transmitir esos conocimientos.

Estaba por salir, cuando sonó el comunicador sobre el escritorio de su alcoba.

—¡Hola! —canturreó sonriente, cambiando de inmediato su expresión a una de decepción.

—¿Esperabas llamada de Gohan? —preguntó el príncipe con una expresión neutral.

Nunca la había visto saludando de una manera tan jovial y espontánea, lo que le hizo cuestionarse si esa sería su manera natural de actuar.

—Estoy por salir a mi entrenamiento.

—Ya veo —dijo el heredero, reconociendo el traje informal de combate que solían utilizar en los enfrentamientos amistosos.

Sonrió abiertamente al apreciar lo bien que lucía el atuendo de guerrera, incluso se había puesto la armadura.

—Me tengo que ir —como siempre, Pan evitaba alargar cualquier conversación con él.

—Estoy enterado de que Gohan ha llegado a la Tierra. Podría permitir que una nave interplanetaria lo transporte a mi planeta, claro está, una vez que yo regrese.

—¿A cambio de algo?

Trunks le sonrió de nuevo, mostrando los colmillos en esta ocasión: —No lo había pensado, pero es una excelente idea.

—Ni loca me prestaría a ponerlo en sus garras —espetó cerrando la conversación. Quiso destruir el comunicador, pero hacer eso también le cerraría las conversaciones con su familia en la Tierra.

No entendía cómo era posible que el príncipe pudiese tener semejante falta de pudor y vergüenza, después de lo sucedido la noche anterior de su partida. Hasta ahora, ni una pizca de culpa o empatía lograba encontrarle, pareciéndole que aquel príncipe que en pasado benefició a su padre, fuese una especie de espejismo que ellos querían ver en él.

Respecto al resto de la familia real, no lograba tener una opinión certera de ellos, ni siquiera de la reina, de la que solo había recibido un par de cartas muy sentidas, donde le expresaba supuestamente su apoyo y se disculpaba por no poder acudir a darle consuelo. Yassai se estaba dando a la tarea de pasarle los recados de la reina, pues el príncipe tenía prohibido cualquier tipo de interacción entre ambas mujeres, prohibición que el rey vigilaba atento, debido al trato entre ellos, en el que Trunks aceptaba preservar la vida de Pan, a cambio de mantenerla alejada de la reina.

Por supuesto que Pan desconocía dicho trato, solo estaba enterada de que no debía hablar ni acercarse a la reina por órdenes del príncipe, que a pesar de tener un rango menor que su madre, tenía todo el derecho legal respecto a su pareja. De cualquier manera, sentía que eso no le afectaba, al menos podía conservar la compañía de Yassai y tener comunicación con su familia, que a fin de cuentas, era lo que más le importaba.

No tenía idea del rumbo que tomaría su vida una vez que él regresara, tampoco quería enfrentar esa situación por el momento, evadía pensar en eso, consolándose con el hecho de que la situación de sus padres comenzaba a mejorar, gracias a que los reyes y el príncipe habían tenido la decencia de enviar una nave a cargo de su abuelo Bardok, escoltada con soldados de élite para trasladar al primogénito de Kakaroto y la madre de la princesa Pan a su planeta de origen, reuniéndose con su familia terrícola, en un ambiente mucho más cómodo y menos precario, que las condiciones en las que estuvieron en el planeta Onux.

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Otros dos pasos hacia atrás. No importaba cuando intentara avanzar, siempre retrocedía, por mucho que intentara cambiar de estrategia.

Ni la amabilidad, amenaza, manipulación o incluso la violencia, servían para que Pan lograra rendirse. Incluso mostrándose generoso con ella, permitiendo que sus padres regresaran a su planeta, no bastaba para despertar un poco de gratitud por parte de la joven. Aunque en el fondo lo hacía por remordimiento, porque a pesar de que jugara al saiyajin frío y calculador, siempre le causaba impacto el peso de sus acciones.

Frotó su rostro con fastidio, tenía una misión y estaba perdiendo el tiempo en tonterías. Si no fuese por las dos mozas, ya estaría trazando un plan para averiguar qué tramaba el rey de ese planeta, y no cuestionándose cómo era posible que mostrara caridad por dos simples meretrices, que no recibirían un simple pago por no haberlo atendido como se suponía.

«Tomen el doble del pago. Y ni una sola palabra de esto, o perderán la lengua a parte del oro ganado».

No tenía ninguna obligación con esas mujeres. Sin embargo, decidió ayudarlas como lo hizo en el pasado con uno que otro civil, sin importar si fuesen o no saiyajines.

Sabía que no era un santo, pero tampoco se consideraba un monstruo, como insistían en definirlo su madre y su mujer. ¿Por qué no veían el mundo desde su perspectiva? En vez de juzgarlo basado en leyes terrícolas que no abarcaban el contexto entero, quedándose miopes ante la realidad de su entorno.

Aun así, no dejaba de incomodarle el recuerdo de aquella noche, de la mirada llena de desprecio de Pan, regresándolo a los tiempos donde sin palabras, podía percibir el desprecio que las altas elites de la corte le profesaban, cuando lo consideraban menos que un estorbo, un sangre contaminada, que los ofendía con su sola presencia.

¿Cómo era posible que una jovencita lo transportara a un estado que creía haber superado?

Su lógica le dictaba eliminarla, pero a la vez no lo deseaba. No lograba definir si por compasión o por terquedad. Y a pesar de considerarlo seriamente, concordaba con las dudas al respecto de su padre y su tío, no dejaba de ser una joya única, la decisión de ejecutarla no debía tomarse tan a la ligera.

No podía echar en saco roto las palabras de su tío, quien se caracterizaba por su intuición acertada, el príncipe Vegeta lo respetaba y siempre tomaba en cuenta sus consejos, especialmente en esta ocasión, donde sus consejos habían logrado aplacar la furia del heredero al trono. Por su parte, el rey también se encontraba ofendido por el comportamiento de Pan, pero sus años de experiencia le habían dotado de una extraordinaria capacidad para dominar sus emociones, en gran parte, gracias a la influencia de la reina Bulma, y a los sabios consejos se su único hermano, que en el pasado llegó a considerar casi como un inútil, por haber nacido con bajo nivel de poder.

«Si llega a sobrevivir, entonces tendrá un lugar en nuestra familia», fueron las palabras de su padre, el día que envió a su hijo menor al planeta Vueek, donde no solo sobrevivió, sino que también se ganó la admiración de la civilización pensante del lugar, después de librarlos de las criaturas feroces que venían atormentándolos desde hacía varios años, orillándolos a vivir recluidos en colonias amuralladas o cuevas subterráneas, sin posibilidad de progresar bajo esas condiciones.

Un joven príncipe Tarble se abrió camino en un planeta hostil en el que además debía lidiar con un clima frío que desagradaba a la mayoría de su raza, forjándose un carácter determinado a pesar de su falta de fuerza, lo que no fue impedimento para enfrentarse a criaturas enormes, poco más que su versión de ozaru, a las que derrotó más que nada con ingenio, aprendiendo que el poder físico no lo era todo, como se creía en su planeta de origen.

Con la ayuda de los locales agradecidos, logró reparar el casco averiado de su nave y regresó a la edad de trece años, comenzando a recibir la educación y entrenamiento tradicional que todo guerrero recibía. No obstante, su personalidad tranquila permaneció, a pesar de los esfuerzos del anterior rey, por volverlo más parecido a su primogénito, hasta que se dio por vencido, conformándose con el espíritu de liderazgo de su vástago, convirtiéndose en uno de los miembros de mayor importancia en el consejo real.

«El problema es tu temperamento, no dejes que te domine. Demuéstrale lo equivocada que está», fueron las palabras de su tío en una de las últimas llamadas que tuvieron.

A menudo pensaba en eso, sin poder encontrar una manera de conectar con la joven, viendo casi imposible una futura interacción pacífica, mucho menos después de haber actuado de una manera tan irracional. Se suponía que un guerrero no debía sentir remordimiento, mucho menos si el ofendido era él, sentimiento que no desconocía del todo, pues en cierta medida le pesaba después de algunas batallas, sin embargo, con Pan, la situación lo rebasaba. Estaba dispuesto a jugar una carta más, una que su tío le había propuesto.

«Le propondré un trato que no podrá rechazar».

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Aburrida de la misma rutina, Pan decidió visitar el gran hangar principal del palacio, esperando tener la oportunidad de conocer el taller principal, lo cual no fue ningún problema para la futura reina, a la que no solo dieron acceso libre al lugar, sino que además podía conocer las naves por dentro. Lo que significaba que no temían que huyera de nuevo, posiblemente por el rastreador que portaba dentro de su cuerpo.

Trató de no pensar en eso, admirando el enorme motor que reposaba colgado de gruesas cadenas, maravillada por la intrincada ramificación de cables que surgían de un hueco, cuyo compartimento se encontraba abierto.

«No creo que me prohíban entrar a dar un vistazo», pensó, levitando unos pocos centímetros hacia la abertura, cuando una mano la jaló débilmente desde abajo, iba a reclamar, pero reconoció al muchacho que llevaba una capucha roja debajo del chaleco que lo identificaba como empleado del lugar.

—¡Anthon!

—Shh —giró la cabeza para cerciorarse de que nadie los escuchaba, a pesar de que la vigilaba desde que notó su presencia en el lugar, esperando el momento oportuno para poder acercarse a ella.

—Aquí me llamo Darius, su alteza —hizo una reverencia, imitando la conducta de todos los empleados del lugar.

—¿Por qué? ¿Qué haces aquí? —preguntó bajando la voz.

—Vine a liberarte, tengo un plan.


Fin del capítulo.

Bien, aquí me tienen actualizando un poco más tarde de lo planeado. Me disculpo, a quienes no me siguen por Facebook y wattpad no tienen idea de qué ha pasado con mi vida. Resulta que fui víctima de extorsión telefónica, y terminé pidiendo un préstamo a una tienda departamental que tiene unos intereses altísimos y los deposité estúpidamente a los delincuentes. Fue tarde cuando me enteré de la trampa y ya me había endeudado con una cantidad que obviamente no podía pagar. La pasé muy mal, estuve con depresión y odio hacia mi persona por haber sido tan ingenua. Afortunadamente me ayudaron a pagar a esa tienda abusiva y ahora le pagaré a la persona que me ayudó, pero sin intereses, lo cual me quita un gran peso de encima, ya que tengo una niña, que aunque tenga esposo que me ayuda, pues no son sobra la plata, al contrario, tenemos muchos gastos. Por eso fue que no tuve animo para revisar el borrador de este capítulo que ya estaba escrito. De hecho, ahora tendré que trabajar extra y mi tiempo libre se verá afectado en lo que mi situación mejora.

En cuanto al capítulo, he visto que algunas se preguntan qué sucederá para que puedan llevarse bien. Aquí ya se ve que cambiará la situación entre ellos y si quieren un espóiler, la pasada fue la última vez, al príncipe no le quedaron ganas de volver a abusarla.

El nuevo personaje Anthon, será el antagonista que más adelante le hará pasar malos ratos al príncipe, hasta el punto de llorar, ¿qué creen que sucederá? Pero eso será más adelante, apenas es un jovencito como Pan, necesitan pasar varias cosas… tal vez años.

No se preocupen, tengo un borrador inicial de todo el fic, así que no estoy improvisando como Akira y Toyotaro. Un romance entre Pan y Trunks no se puede dar tan pronto, mucho menos por parte de Pan, y apenas llevamos dos años de esta historia; desde que Pan tenía catorce años y ahora tiene casi diecisiete, faltan más de diez años para el final, pero no se asusten, habrá un brinco de varios años próximamente. Pan será una mujer más madura al terminar esta historia.

Los dejo descansar los ojos, nos leemos después, y disculpen mi tardanza, no tienen idea de lo que me frustra no poder escribir, pero tengo una familia y trabajo que atender.

Cuídense y no respondan llamadas de teléfonos desconocidos, y mucho cuidado con aquellas donde muy amablemente dicen ser de una compañía de paquetería.