OBLIGACIONES DE PRINCESA
De Siddharta Creed
… … … … … … …
Capítulo 13
La rutina de los técnicos corría con normalidad, se acercaba su hora de comida y todos apuraban sus deberes para salir a tiempo.
Anthon tecleaba códigos de programación con suma destreza, ajeno al bullicio que solían hacer sus compañeros de trabajo, siempre sucedía igual cuando se enfocaba en algo que le apasionaba.
A pesar de su mala opinión sobre el imperio saiyajin, no podía negar que su experiencia como personal del imperio le resultaba demasiado agradable, tanto, que le dolía tener que dejarlo pronto.
—Necesito que despejen la salida—escuchó detrás de él.
—¿Qué? —giró molesto, se suponía que otro grupo se encargaba de la nave que bloqueaba la salida de uno de los hangares. Giró con intenciones de reclamar que no era su responsabilidad, pero se congeló al ver el dueño de la voz.
—Su alteza —se acercó uno de los técnicos de mayor rango—. Se le han desmontado los cilindros gravitacionales por una falla, tardará poco menos de un cuarto del día terminar de repararlo. Lo siento, la grúa no mueve naves de esas dimensiones —finalizó haciendo una reverencia.
—¿Y por qué no la reparan donde corresponde? —preguntó con cara de fastidio.
—Ya estaba por salir al espacio cuando se le desprendió una pieza de desplazamiento, tuvimos que desmontarlo para reparar el daño. Nos fue imposible moverla, su alteza —hizo una segunda reverencia.
—Deberíamos moverla para que no estorbe —opinó Kazam, miembro del escuadrón del príncipe.
El heredero asintió. —¿Algún problema? —preguntó a los técnicos, deteniendo la mirada unos pocos segundos sobre Anthon, reconociendo que nunca antes lo había visto, cosa que no le sorprendió, pues estaba al tanto de que muchos jóvenes entusiastas, acudían a su planeta para aprender y tener un pago nada despreciable por su servicio, además de una codiciada certificación.
Anthon continuaba congelado, avergonzado de su actitud tan cobarde. Ese era el tipo que se había atrevido a secuestrar y abusar a Pan, el tipo al que esperaba aplastar como a un gusano, no podía actuar como un idiota frente a él.
«Es por la sorpresa, no esperaba tenerlo de frente».
Lo vio hablar con los miembros de su escuadrón, pareciéndole más alto de lo que imaginaba, tal vez porque el traje que portaba lo hacía ver más imponente.
Sus miradas se cruzaron cuando el príncipe retornó su atención al técnico en jefe.
—Nosotros la moveremos, si no hay inconveniente —dijo al hombrecillo de color azul.
—Para nada, al contrario, su alteza.
—Bien, a despejar el camino —dijo otro saijayin con entusiasmo, caminando los seis integrantes del temido escuadrón, para colocarse en diferentes ángulos de la enorme nave de carga.
Todos siguieron las instrucciones del heredero, quien antes de levantar la nave junto con su escuadrón, pidió al resto de los presentes que se alejaran para no resultar accidentados.
—Lo siento mucho, su alteza —corrió hacia ellos el piloto de la nave de paquetería, haciendo una escandalosa reverencia.
—Tienes suerte de haberlo descubierto antes de salir al espacio —opinó el príncipe con una tenue sonrisa, para luego unirse a su escuadrón, subiendo cada uno a su respectiva nave.
—Creí que nos atacaría —comentó Anthon, viéndolo perderse entre las nubes.
—Jamás haría algo así. ¡Es la segunda vez que me habla! —exclamó con emoción el encargado.
—Es solo un príncipe presumido más, con el único mérito de haber nacido en noble cuna. Además de ser un fenómeno con fuerza anormal.
—Los saiyajines no son fenómenos, son una especie que evolucionó a su manera, al igual que el resto en la galaxia.
—Pareces admirarlos —opinó Anthon con desgano.
—La verdad sí, es increíble lo que pueden hacer, especialmente el príncipe cuando se trata de proteger a los suyos. En una ocasión, casi muere durante una batalla, en la que terminó fuera de la atmósfera durante un combate contra un enemigo que podía sobrevivir sin oxígeno.
—Es una lástima que sobreviviera.
—Esas historias de conspiración que lees te han torcido la realidad. ¿Crees que su pueblo lo admiraría por nada?
—No lo sé, tal vez por miedo.
El técnico blanqueó los ojos. Ya estaba acostumbrado a los comentarios ácidos del terrícola respecto a la clase guerrera del planeta saiyajin. Lo veía como un caso perdido en cuanto a sus opiniones políticas, le daba flojera y evitaba tocar esos temas con él.
Se alejó con un buen sabor de boca, la impresión por haber cruzado algunas palabras con el heredero le emocionaba tanto, que pensaba llamar a su madre esa misma noche para presumir dicha experiencia.
..
…
..
El olor a galletas horneadas invadió la casa del abuelo Paterno de Pan, rememorándole recuerdos de la Tierra, cuando su madre las preparaba con amor, a pesar de que siempre le salían un poco quemadas.
—Hice más para que lleves a la reina —canturreó Milk.
—Sabes bien que no tengo acceso a ella.
—Según comentaste, ya tenías permiso para visitarla en su taller.
—Eso dijo el príncipe, pero no estoy del todo segura, la reina tiene su temperamento y para ser sincera, no confió en su amabilidad —opinó Pan ayudando a su abuela a sacar las bandejas.
—La reina tiene su carácter, pero aún conserva nobles sentimientos. Deberías acercarte.
—No lo sé, pero me encantaría aprender a construir como ella.
Milk tomó una galleta, le sopló un par de veces para no quemarse y luego la probó, antes de aconsejar a su nieta: —Tienes algo en común con ella, puedes acercarte por ese lado. Conócela… por cierto, ya viene tu cumpleaños, debemos festejarlo a lo grande.
—¡Ni se te ocurra planear algo! No quiero estar en medio de cientos de miradas de nuevo —exigió con la boca llena de galleta.
—Eres la futura reina…
—Además, aquí no se festejan los cumpleaños, aquí festejan el día que salieron de la cápsula incubadora, y en la clase guerrera, el día que pasaron su prueba.
—Pero tú tienes sangre terrícola, puedes tener dos festejos, la reina siempre ha hecho un banquete en los cumpleaños de sus hijos.
—Abuela, lo hablaré con el príncipe y él decidirá —dijo, segura de que el príncipe le daría la razón.
—Me alegra tanto que se entiendan —opinó Milk con ojos de ensoñación—. También le mandaré galletas a él.
Pan desvió la vista, su abuela no tenía idea del trato entre ella y el heredero, a lo mucho, estaba enterada de que había un trato entre ellos, porque Pan pretendía sacar provecho de su situación, después de pensarlo detenidamente.
—Si todo sale bien, es posible que mi padre deje esa postura que lejos de ayudarnos, nos afecta —mencionó Pan, cambiando el tema.
Esa misma noche, paso al lugar de Anthon, aprovechando que el príncipe continuaba debatiendo unas leyes nuevas del tratado intergaláctico, con los miembros del consejo. Según Bardok, tardarían un par de horas más, entre bocadillos y vino.
Apenas la vio entrar y se lanzó hacia ella en un efusivo abrazo.
«Ya pronto, Pan. Ya pronto».
—¿Cómo te fue? —preguntó la joven, correspondiendo el abrazo con menos intensidad, para no quebrarlo.
—Bien, fue más intenso que aquí, pero aprendí mucho —se alejó con ganas de besarla, pero su timidez le ganó.
—Aproveché que el príncipe se encuentra ocupado para hacerte una breve visita, antes de tu partida —agregó con una enorme sonrisa.
—¿Te alegra que me marche? —retrocedió tres pasos.
—Me alegra que estés a salvo —se acercó con un puño cerrado, dándole un empujoncito por el hombro que apenas lo movió—. Ya lo hemos hablado.
—Lo sé, es solo que, me faltan cosas por aprender en el taller y quería…
—Anthon, me habías dado tu palabra.
—¿Sospecha el fenómeno ese?
—Si él es un fenómeno, también yo lo soy.
—Tú no —se acercó de nuevo para abrazarla—. Temo dejarte sola con él.
Pan lo abrazó también, quedándose unos segundos así. Lo conocía desde niño, jugaron y crecieron juntos, pasando por un sinfín de situaciones cotidianas.
—No tienes nada qué temer. El príncipe y yo hemos hablado, ya nos llevamos bien y me gusta mucho —dijo sin soltarlo, mintiendo en la última frase. Pues admitía para sí misma que ya no le era desagradable la convivencia con el heredero, pero eso no significaba que le gustara, a pesar de estar consciente de lo atractivo que podía llegar a ser.
—¡Mientes! —la soltó de nuevo para encararla.
—Bésame —le exigió Pan, a lo que Anthon aceptó después de pensarlo por unos pocos segundos.
De nuevo la emoción de hacer algo prohibido, sentía que había algo de maldad en ello, pero no le causaba culpa, al menos no la que esperaba tener.
Le confundía tener esos arranques egoístas, al mismo tiempo que se congraciaba de verle la cara al príncipe. Pero definitivamente debía terminarlo de tajo, por el bien de Anthon y de quienes le importaban.
—No es lo mismo —dijo al separarse de su amigo—. Te enseñaré, imítame.
Lo volvió a besar por un breve instante, en el que hizo gala de lo aprendido recientemente con los labios del heredero. Luego, se alejó hasta el otro extremo de la mesa, tomando la que parecía ser su silla favorita.
—¿Qué fue eso? —Anthon preguntó extrañado.
—¿Te gustó?
—¿Qué pregunta es esa? —respondió sentándose frente a ella, con la pequeña mesa entre ellos.
Por supuesto que le había gustado, pero la nueva manera de besar de su amiga le desconcertaba más que emocionarlo.
—El príncipe me enseñó —soltó Pan, poniendo atención a la reacción de su amigo—. Me he reconciliado con él —agregó casi en un susurró.
—Si quieres que me marche porque tienes miedo de su reacción, entonces dímelo así. No tienes por qué inventarte una mentira tan, tan, asquerosa —le reclamó con un manotazo en la mesa.
—No voy a besarte de nuevo para que lo compruebes. Lo siento Anthon, ya no puedo visitarte. De verdad lo siento —se levantó y salió con prisa sin mirar atrás, elevándose para no ser seguida por el joven.
Esperaba que su amigo se decepcionara de ella, que la viera como un caso perdido, cosa que no logró por el momento, debido a que no pudo seguir con su juego, no le salía ser frívola, mucho menos con aquellos que le importaban.
Ya buscaría la manera de convencerlo. Quería que se fuera pensándola en paz con el príncipe, en parte para que se tranquilizara, en parte, para que deseche por completo la idea de que ella necesitaba ayuda.
..
…
..
Las enormes estatuas de los primeros reyes que sostenían las columnas de la arena, ya no le parecían ridículas y soberbias, no después de haber leído más a fondo la historia de su pasado.
Caminaba con la barbilla en alto al lado del príncipe, sin dejar de saludar con amabilidad. Poco a poco se corría la voz de la aparente relación cordial entre el heredero y su mujer, desvaneciendo los rumores sobre su comportamiento la noche de la presentación.
Las pocas horas que pasaba en convivencia con el híbrido, le pasaban demasiado rápido, cosa que le sorprendía bastante, en las que la mayoría del tiempo, repasaban algunos aspectos de las clases de Pan, o entrenaban. La intimidad sucedía esporádicamente, abarcando poca parte de la noche, en la que siempre sucedía algo nuevo e interesante desde la perspectiva del príncipe. Pan ignoraba que él le estaba dando espacio para que se soltara de a poco, porque en el fondo, él siempre se quedaba con ganas de más.
—¿Quieres merendar en el comedor principal? —preguntó el príncipe.
—Me incomoda la mirada de la reina —confesó sin retornar a verlo.
—Así suele ser cuando algo se le mete en la cabeza. Cree que vives atormentada —murmuró al pasar cerca de unos guardias.
—Me lo ha dicho Yassai. Con frecuencia me envía saludos y mensajes escritos con ella y Bra, que me he negado a recibir.
Continuaron su camino hacia los aposentos del heredero. Al príncipe le extrañaba que Pan no quisiera acercarse a la reina, cuando había tenido múltiples oportunidades, pues no vigilaba sus movimientos, siempre y cuando no saliera sola del planeta.
—¿Quieres visitarla en su laboratorio? Tengo entendido que te gustaba ese lugar —rompió el silencio justo después de pasar por la puerta que conducía al recibidor de las habitaciones del príncipe.
—No quiero entrometerme mientras sigan distanciados —respondió la joven, adelantándose al comedor personal que tenía el espacio común.
—Es tu decisión. ¿Te molesta si te acompaño?
Pan se encogió de hombros y el príncipe tomó el lugar que le correspondía en la mesa. A él también le incomodaba la actitud de su madre, prefería tomar sus alimentos en compañía de Pan, al menos no comería solo, como la mayoría de las veces desde que llegó de Soria-Tuk.
A pesar de no conocerla a fondo, le parecía preocupada, no entendía cuáles podrían ser sus motivos y tampoco le creyó cuando ella le dijo que solo estaba cansada por el entrenamiento. Algo le incomodaba y al parecer no deseaba expresarlo.
—¿Quieres que deje de venir Ymmy? —preguntó después de dar la orden para que el servicio entrara.
—Me agrada su plática, es muy simpática —respondió colocándose la servilleta de tela en las piernas. Le hubiera gustado darse un baño antes de comer, pero el entrenamiento se había alargado más de lo esperado y el hambre les ganó a ambos.
—¿Simpática? —preguntó imitando los movimientos de Pan, relamiéndose los labios al entrar en contacto con el delicioso aroma que salía de las viandas que iban llegando.
—Sabe muchas cosas —carraspeó sonrojada al verlo sonreír maliciosamente.
Guardaron silencio mientras les colocaban las viandas y los cubiertos sobre la mesa. El príncipe no dejaba de sonreír.
—Sabe de otras cosas también, no solo de lo que usted piensa —agregó una vez que las personas del servicio se retiraron.
—¿Cómo qué? —preguntó intrigado, sirviéndose una pieza de pierna asada.
—Cosas de mujeres. ¿Usted considera que deba cancelar sus visitas?
El príncipe se encogió de hombros, nunca le había interesado la vida o lo que tuviese que contar cualquiera de sus amantes, lo que le intrigaba, era aquello que podía decirle a una joven que él consideraba recatada, como para mantenerla interesada en seguir escuchándola. De cualquier manera, funcionaban esas pláticas con la anciana, a pesar de que se daban cada diez días, o doce.
—Si te ayuda a aprender más —levantó una ceja a modo de coquetería, cosa que no acostumbraba con ella, pero el tono de la plática y lo calmado de su ki le invitaba a tratarla con mayor familiaridad y hasta complicidad.
—Sabe mucho sobre usted —dijo Pan, dando un sorbo a su jugo de fruta local, su favorito de ese planeta, que le recordaba mucho el sabor de las naranjas terrícolas.
—Hemos intimado lo suficiente como para que me tutees, ¿no crees?
—Prefiero no hacerlo —respondió mordiendo un panecillo con algún tipo de relleno carnoso.
—¿Aún me consideras viejo?
—De la época de los stufurujines —respondió masticando con una sonrisa simplona.
—Muy errada en tus fechas —dijo el príncipe, dado por terminado el tema. Moría de hambre y prefirió enfocarse en satisfacer esa necesidad.
Ambos comieron hasta terminar con cada platillo servido, después, cada uno se fue a dar una ducha a su respectivo espacio personal, cruzando una que otra frase casual durante el camino.
A Pan le costaba más trabajo familiarizarse con el príncipe, especialmente, cuando la atacaban los amargos recuerdos, avivando la llama que mantenía vivo su rencor hacia él, sentimiento que a pesar de no expresar en voz alta, el príncipe podía percibir. Razón por la que sus noches entre las sábanas de su mujer eran escasas y cortas.
Los consejos de Ymmy ayudaban, pero él ansiaba más, y según lo que había investigado sobre hembras con traumas similares, aconsejaban tiempo y paciencia.
Lo que seguía extrañándolo, era el comportamiento distraído de Pan ese día, incluso algo irritante a la hora de entrenar. Como si algo le incomodara.
Se suponía que debía tener más motivos para estar alegre, pues los contactos terrícolas de la investigación, tenían material que podía ayudarles a desenmascarar a los estafadores de sus abuelos.
«¿Se estará cansando de fingir?»
Se preguntó Trunks. No le agradaba admitir que su mujer fingía en sus brazos, a pesar de tenerlo presente siempre. De cualquier manera, no dejaba de ser una patada a su ego.
Llegó a la conclusión, de que al conocerla más a fondo establecía un vínculo con ella, como lo tenía con sus allegados. Nada fuera de lo común, con la diferencia de que el resto nunca lo rechazó abiertamente, a excepción de su madre, en los últimos meses.
«Es solo un capricho». Cerró el grifo del agua y salió pensativo.
Le parecía normal que tuviese un trato más a fondo con ella, que con el resto de mujeres que llegó a fornicar. Desde siempre tuvo la idea, de que la relación que llegaría a establecer con su compañera debía ser diferente, lo que hasta ahora comenzaba a darse, y le gustaba demasiado la química que podía llegar a experimentar con ella. Definitivamente, se estaba encaprichado con el deseo de tenerlo todo.
La cuestión era, que no tenía la certeza de poder obtenerlo. Y lo quería por las buenas, un verdadero reto.
Se vistió con algo sencillo después de secarse y avanzó inquieto hacia la puerta que daba al espacio personal de su princesa. Esa noche se esmeraría en derretirla de placer, necesitaba demostrarle que el monstruo no existía, que nunca existió.
—Alteza —la vio somnolienta.
—Puedes decirme Trunks —se acercó sin preguntar, yendo directo a besarla. A lo que ella respondió con poco entusiasmo.
—Si no le molesta, hoy tengo mucho sueño —susurró al separar sus labios.
El príncipe contuvo el aire en sus pulmones por unos cuantos segundos.
—Bien, descansa —dio media vuelta y se regresó a su habitación sin decir más. Pan no supo si se había enojado, pero no lo demostró, cumplió su palabra.
Se regresó a la cama pensativa, tenía un problema y no podía acudir al príncipe para pedirle ayuda.
«Tendré que aceptar la sugerencia de la princesa Bra».
Se fue a la cama pensando en buscar a la princesa a primera hora. La joven de cabello turquesa partiría de nuevo a su centro de estudios a terminar su preparación, por lo que Pan debía apurarse y no darle más tiempo a su amigo terrícola.
El día anterior, Yassai le había informado que tanto Anthon, como sus compañeros de bloque, ya tenían en sus manos los documentos que los acreditaban como técnico fase 1 en nave de carga, además de haber recibido el pago correspondiente por sus servicios. Por lo que se suponía que ya no tenía motivos para permanecer en el planeta Vejita, mucho menos para tomar el período de la fase 2, en el cual ya se encontraba inscrito desde hacía algunos días.
Sospechaba que algo tramaba su amigo, odiaba estar enfadada con él y no tener tiempo para visitarlo y exigirle que cumpliera con su palabra.
«Puedo asustarlo de tal manera, que no le quedaran ganas de siquiera pensar en regresar», le había dicho Bra.
«Yo igual», la secundó Yassai.
«No quiero asustarlo, no quiero que se vaya de esa manera», respondió Pan a las saiyajines. No obstante, con el pasar de las horas y el enojo creciendo por el comportamiento de su amigo, se terminó convenciendo de que no era mala idea el plan de la princesa Bra. Pero antes, lo intentaría una vez más, intentaría hacerlo marchar por las buenas, de no lograrlo, Bra estaría al tanto para ejecutar su plan.
..
…
..
Tenía unos cuantos días sin ver a Pan, días en los que la princesa fue la comidilla de los empleados del palacio, especialmente porque se le había visto al lado del príncipe en varias ocasiones, charlando y llevando una convivencia demasiado amable, incluso, se rumoreaba que entrenaban seguido y que salían del palacio volando hacia rumbo desconocido.
No quería creer aquello que Pan le dijo la última vez que la vio, pero al mismo tiempo, los rumores parecían confirmarlo. Debía haber algo oculto en el comportamiento de ella, seguramente estaba amenazada y atormentada. Sin embargo, debía esperar a terminar las pruebas que le faltaban, para tener plena coordinación con la armadura.
Gruñó al sentir unos pasos acercarse, pensando que se trataba del nuevo jefe en turno, con el que tenía algunos roces debido al carácter prepotente de este.
—¡¿Qué se supone que haces?! —escuchó una voz femenina que conocía a la perfección.
—Mi trabajo —respondió a la defensiva.
—Sabes bien a lo que me refiero —espetó con las manos en la cintura—. Anthon, lo prometiste.
—Cumpliré mi palabra una vez que reciba mi pago. Me esforcé mucho.
—¡No mientas! El pago lo recibiste hace días, ya deberías ir camino a casa.
—¿Acaso me vigilas? —soltó las herramientas con indignación.
—Me preocupo por tu seguridad, porque tengo el presentimiento de que ocultas algo —caminó alrededor del muchacho, procurando mostrarle una cara dura.
—Me convencieron para permanecer otra temporada. Pensaba decirte cuando te viera —se levantó de su sitio, buscando a su alrededor si alguien los observaba, lo cual sería extraño, dado que el joven se encontraba en la sección del cableado externo de la enorme nave, con las portezuelas abiertas que además de cubrirlos, también se encontraban del lado de una de las pareces circulares del hangar.
—Me gustaría creerte —dijo Pan, cambiando el tono a uno más conciliador—. Aun así, debes marcharte, o la princesa Bra hará que te echen.
—¿Ella te lo dijo?
Pan asintió con la cabeza.
—Hace dos días la vi pasar con otras saiyajines. Sonrió al verme, me dio el presentimiento de que no se trataba de una sonrisa amigable.
—Te ve como una molestia, pero no te ha eliminado gracias a mis ruegos. Lo que podría cambiar.
—¿Sospecha algo de nosotros? —preguntó relajándose al no ver a nadie merodeando.
—No tiene nada que sospechar, no ha pasado nada entre nosotros —recalcó tajante, acción que le encogió el corazón al muchacho—. Así que te ruego que te marches por las buenas, no quiero problemas con el príncipe por malos entendidos.
Anthon se abalanzó hacia ella, en un posesivo abrazo.
—Dime que es mentira todo eso que dicen sobre ustedes. Que no caminan juntos por los pasillos, que no conviven sonrientes en la biblioteca o en los jardines, dime que lo odias tanto como al principio.
Conmovida por los lamentos del terrícola, Pan le correspondió el abrazo.
—Ya te lo había dicho —susurró en su hombro—, no me quisiste creer.
—Tú no eres así —musitó Anthon, aspirando el dulce aroma del perfume de la joven.
—Entonces, no me conoces realmente.
El abrazo se intensificó. Pan se estaba despidiendo a su modo, pues sabía que no había otra oportunidad para reconfortar a su mejor amigo, ya que no le quedaba otra alternativa, que seguir con el plan de la princesa Bra, en el que no habría tiempo para despedidas. Y lo prefería lejos y aterrado, que muerto y lejos de su madre.
—Perdóname —agregó Pan, antes de sentir un ki muy conocido a unos pocos metros.
De inmediato rompió el abrazo, dirigiendo la vista hacia donde provenía el ki, el cual se incrementó de golpe.
—El técnico jefe me dijo que te vio caminar hacia esta área —dijo el príncipe caminando con paso lento hacia los jóvenes, hasta quedar a unos tres metros de distancia, donde se detuvo cruzando los brazos y sonriendo con sorna—. ¿Es el motivo por el cuál decidiste quedarte aquí?
Pan negó con la cabeza, procurando mantener la calma.
—Alteza, le presento a Anthon, un amigo de la infancia. —dijo después de un carraspeo nervioso.
—No sabía que en la Tierra se abrazaban con tanto ímpetu, los amigos —avanzó un par de pasos más, arrugando el ceño al ver que Pan retrocedía, jalando al joven de cabellos negros, negros, como los saiyajines de raza pura, al igual que sus ojos color marrón oscuro. Un sentimiento parecido a la envidia se instaló en su cabeza; ese joven que reconocía haber visto en el hangar con anterioridad, poseía los colores que a él le faltaban para considerarse un verdadero saiyajin.
«Tal vez eso le gusta a ella», pensó, avergonzándose de su aspecto híbrido de nuevo, como hacía tiempo no le sucedía con tal intensidad.
—Me… me estaba despidiendo —respondió Pan con un ligero tartamudeo—. Él se…
No pudo terminar su frase, pues en un segundo tenía una mano del príncipe rodeándole la garganta contra la superficie de la nave, a la cual se le hizo una abolladura debido al repentino empujón.
—¡No mientas! Me hubieras propuesto una unión libre en vez de escupir mentiras y pretextos estúpidos —siseo relajando su agarre. Quería escucharla hablar, y al mismo tiempo se negaba a creer lo que saliera de esa boca que había estado seduciéndolo en los últimos días.
—¡QUITA TUS ASQUEROSAS MANOS DE ELLA! —Gritó Anthon, tratando inútilmente de golpearlo, encontrándose con un duro muro de músculos.
—No me hace daño —pronunció Pan, tratando en vano de calmar al terrícola—. Vete.
En ese instante, Anthon supo que su cuerpo terrícola no serviría para ayudarla, tenía que hacer uso de su arma secreta. Asintió con la cabeza y dijo antes de partir: —Regresaré por ti.
—A él si lo tuteas —murmuró el príncipe, mirando a Pan con aquella mirada que ella tanto temía volver a ver—. Eso explica el nivel de intimidad que tienen.
—Lo conozco desde que éramos niños, vino aquí para prepararse como técnico, ya se va —Pan insistió sin intentar escapar de su agarre, manteniendo la entereza.
—No te creo, pero después me encargaré de ti —la soltó para seguir al muchacho que corría hacia el exterior de las instalaciones del palacio.
—¡LO RETO A UNA PELEA! —la escucho gritarle mientras lo jalaba del brazo.
—Después de eliminar a ese debilucho.
Pan jaló con más fuerza del brazo, insistiendo.
—Es un terrícola, no puede eliminarlo sin antes hacer un juicio justo. Está en el tratado interplanetario.
El príncipe detuvo sus movimientos, de cualquier manera, tenía detectado el débil ki que emitía el muchacho.
—Exacto, pero él me ha ofendido directamente y ha hecho uso de mi propiedad, por lo que puedo tomarme ciertas licencias —levantó una ceja con altivez.
—¿Cuál propiedad? ¿De qué habla?
Se giró para tomarla por los hombros con brusquedad.
—¡Deja de fingir! —luego la soltó para salir volando en búsqueda del débil ki, el cual se mezclaba con otros de similar intensidad. El joven se había movido a un lugar concurrido, entre las instalaciones de los empleados, bajando a gran velocidad para su naturaleza, probablemente en el elevador de servicio que llegaba hasta la base de la montaña, de donde se erguía el palacio.
—¡UN GUERRERO NO HUYE DE UNA BATALLA! ¡YO LO HE DESAFIADO! —le gritó siguiéndolo de cerca, volando por los costados de la montaña.
Al ver que no le respondía, le lanzó un ataque de energía que lo hizo dar un giro para esquivarlo. El ataque dio de lleno contra la montaña, desprendiendo un gran pedazo de tierra y grava que se precipitaron hacia abajo.
—¿La vida de ese gusano importa más que la de quienes viven a las faldas del palacio? —preguntó el príncipe con los puños cerrados.
Avergonzada por su actuar, Pan se disculpó con sutileza. Por supuesto que le importaba la gente que vivía en esa sección, en la que gran parte del servicio y empleados de la familia real, tenían su vida cotidiana.
—Escúcheme por favor, permítame explicarle. Le juro que no es como usted piensa —le rogó con los ojos humedecidos, pareciendo sincera a simple vista. No obstante, el príncipe prefirió mantener sus dudas.
—Bien, de cualquier manera, ese insecto no podrá salir del planeta. Que intente huir como la cucaracha que es.
—Gracias —hizo una reverencia, procurando aplicar todo lo aprendido en sus clases de diplomacia.
—¿Y bien? —cruzó los brazos mientras levitaba, siendo observados por aquellos que pasaban por debajo de ellos, alertados por el repentino desgaje del terreno.
Incomoda por las miradas de los curiosos, Pan sugirió moverse de lugar, a lo que el príncipe se negó rotundamente, alegando que desde esa distancia no podían escucharlos.
La energía de Anthon se percibía por los subterráneos que daban hacia la calle principal, camino frecuentado por los empleados de la familia real, a unas pocas cuadras del lugar que habitaba. Pan tenía bien ubicado al muchacho, conocía de sobra la marca de su energía, gracias a los años que tenía de conocerlo, en cambio, el príncipe comenzaba a perderle el rastro, al confundirlo con el centenar de energías similares alrededor, pues ese barrio en particular, se caracterizaba por estar habitado en su mayoría, de diversas razas extranjeras con nulo poder de pelea.
—Antes que nada, quiero pedirle una disculpa por haber omitido que conocía a Anthon, no es lo que usted piensa —dijo rogando a la deidad llamada Kaiosama, para que su lengua acertara en las palabras correctas para convencer al heredero.
—¿Y qué se supone que pienso? —preguntó entrecerrando los ojos, analizando el lenguaje verbal de su mujer.
—Que tengo que ver algo con Anthon —respondió con tranquilidad—. Lo cual no es verdad, él siempre ha sido como un hermano, su padre era amigo de mi papá.
—¿Era? ¿También lo traicionó y dejó su amistad?
—Falleció en un accidente, fue un afamado científico en la Tierra, la reina Bulma debió saber de él, puede preguntarle.
—¿Y qué hace tan lejos de su planeta? ¿No me digas que viajó hasta acá para visitar a su amiga? —preguntó a modo de sarcasmo.
—Un maestro le recomendó realizar su certificación aquí. Usted sabe que es una de las credenciales más importantes para conseguir una beca. Eso es todo.
El príncipe de quedó pensativo por unos segundos, recordando aquella vez que lo vio en el hangar, trabajando junto con otros jóvenes.
—Sabes que no me costará trabajo averiguar si lo que dices es verdad.
—Lo sé, no miento. Él me dijo que regresaría con su madre y yo lo abracé para desearle suerte en su vida, no tuve otra intención, lo juro por mi padre —le confesó. Solo esperaba que no le preguntara si lo había engañado con anterioridad, a pesar de que ella no lo consideraba engaño como tal, pues ella no había consentido la unión, ni vivir a su lado.
—Ese terrícola se atrevió a gritonearme como a un igual. Me dio la impresión de que se sintió con derechos —dijo el príncipe con su acento saiyajin más marcado de lo habitual, lo que siempre sucedía cuando hablaba el idioma al que llamaban vulgar, con el que se comunicaba con Pan la mayoría del tiempo, debido al mal manejo del idioma saiyajin por parte de la joven.
—Está del lado de mi padre. Lo siento, pero no puedo cambiar eso en sus cabezas —respondió Pan cabizbaja.
Lo que decía la joven tenía sentido a simple vista, además, su energía no fluctuaba de la misma manera que lo hacían aquellos que mentían durante algún interrogatorio. Y a pesar de que se encontraba agitada, no mostraba ningún indicador de duda en sus palabras, y si algo había aprendido de ella en esas semanas de convivencia, era que no juraría en nombre de sus padres por una mentira.
Torció los labios pensativo, ya no quería liberar a su bestia interior sin antes analizar bien la situación. Muchos conflictos con ella se hubiesen evitado de haber actuado con prudencia. Aspiró brevemente y dijo: —Ahora entiendo su reacción. Aun así, se atrevió a faltarme al respeto.
Pan apretó los labios en un puchero, estaba plenamente consciente de la falta que hizo su amigo, y aunque no merecía la muerte por eso, según las leyes intergalácticas, sabía que si el príncipe quería, podía eliminarlo sin más.
—Nadie más fue testigo, le ruego como un favor que le perdone la vida. Juro que nadie más lo sabrá. Puede regresarlo a la Tierra y que pierda la posibilidad de continuar con sus prácticas aquí —pidió con un tono más amable y sutil, no deseaba volver a cometer los mismos errores del pasado, debía comportarse de manera respetuosa, casi sumisa, aunque lo odiara. La vida de su tonto amigo dependía de eso.
—¿Te das cuenta de lo que me pides? —respondió Trunks relajando su postura. Le gustaba demasiado la química que comenzaba a tener con ella, quería conservarla, quería conocerla más, por lo que consideraba seriamente su petición. Se quedó pensativo por unos cuantos segundos, analizando sus posibilidades y lo que podía ganar con eso—. Él se irá, no puedo tolerar que permanezca en mi palacio después de su comportamiento, y que no espere gratificación por sus servicios.
—Es lo mínimo que merece. Se lo agradezco —hizo una reverencia, respirando de alivio, justo antes de escuchar un sonido que desconocía.
Volando, se acercó lo que parecía ser un robot humanoide con aspecto extraño. Una vez frente a ellos, se desplegó el casco, revelando el rostro del terrícola, como portador de una especie de armadura.
—¡FENÓMENO! —le gritó al príncipe—. ¡Te haré pagar todo el sufrimiento que le has causado a Pan!
—¡¿QUÉ RAYOS HACES?! —preguntó Pan, visiblemente molesta—. ¡NO SEAS ESTÚPIDO Y PÍDE PERDÓN!
El príncipe no daba crédito a la imagen del hombrecito flacucho inflado por una tecnología que no había visto antes.
—¿De qué se supone que es tu disfraz? —se burló Trunks, omitiendo que le había llamado fenómeno, uno de los sobrenombres con los que sabía que se llegaron a referir a él, en los pasillos de la corte.
—Yo no soy un fenómeno, es por eso que he diseñado este traje para derrotarte. ¡Te reto a una pelea a muerte! —exclamó con suma seguridad.
—No le haga caso alteza, ha perdido la cabeza —se interpuso Pan entre ambos.
—Tal vez ser testigo de tanta injusticia hacia tu familia me hizo perder la cabeza, pero ese fenómeno la perderá literalmente —aseveró señalándolo con el dedo índice.
El príncipe y Pan cruzaron miradas. Estaba claro para la híbrida, que no había motivos por los cuales el príncipe cumpliera lo recién pactado, y en el fondo, ella misma deseaba darle unas cuantas bofetadas a su amigo.
—Nadie me llama de esa forma y vive para contarlo. Si tu deseo es morir, hoy es tu día de suerte —le amenazó el príncipe con voz severa y tranquila.
—Es un débil terrícola, debe haber otro castigo —alegó Pan, haciendo un último esfuerzo por preservar la vida del joven.
—Pan, no moriré —aseguró Anthon, tomándola del hombro.
—¿Para eso juntabas máquinas viejas? ¿Para la armadura incompleta que dejó tu padre? —preguntó girándose hacia su amigo, más que molesta, furiosa.
Anthon sonrió con orgullo. —Te demostraré lo que puedo hacer con residuos.
Con un sonido mecánico regresó el casco a su lugar, cubriendo el rostro del terrícola de nuevo.
—Si así quieres. Pero no aquí —señaló el príncipe a los curiosos que desde abajo se limitaban a observar sin tener idea de la discusión que se llevaba sobre ellos.
—No tiene por qué fingir que le importa el pueblo, pero acepto moverme de lugar —voló alto, dirigiéndose hacia despoblado.
Pan negó con la cabeza, murmurando: —Es un cabeza dura.
Lo siguieron en silencio. En el fondo, Pan albergaba la esperanza de salvar la vida del obstinado muchacho. Al poco rato llegaron a un lugar sin construcciones ni curiosos.
—Estas a tiempo de cambiar tu muerte por un tiempo entre rejas —dijo el príncipe, haciendo un último esfuerzo por mantener su palabra dada a la joven híbrida.
—El que morirá es otro —fanfarroneó Anthon, dirigiéndose hacia el príncipe con furia, sonriendo internamente al verlo salir disparado después de asestarle un puñetazo. Era obvio que el heredero no esperaba eso.
—¡¿Qué rayos?! —exclamó Pan con incredulidad.
Fin del capítulo.
Un logro más, otro capítulo liberado. Siento que así de cortos puedo actualizar más seguido que como los llevaba en mi último fanfic.
Al fin se viene enfrentamiento, y para como pintan las cosas, parece que Pan terminará matando al terco de Anthon.
¿Esto unirá o separará a nuestra pareja? Si quieren una señal, pues el comportamiento del príncipe es una.
Se vienen más cambios y lo que yo veo como un respiro a tanta intensidad, aunque habrá otro tipo de intensidad.
Sin más que decir, los dejo descansar, yo también debo descansar los ojos. Nos leemos después.
Espero que no se me escaparan faltas de ortografía o errores de narración.
***No olviden pasar a dejar su comentario sobre el capítulo***
