OBLIGACIONES DE PRINCESA

De Siddharta Creed

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Capítulo 16

Podía sentir la piel de la joven rozarle la pierna derecha, su cálido aliento acariciándole el hombro desnudo, el tacto de sus manos sobre sus cabellos lilas. Quiso abrazarla, despertando de inmediato, al sentir el vacío entre sus brazos. Esa noche dormía solo en su alcoba.

«¿Usted se hubiese resignado a la primera?» Recordó la pregunta que Pan le hizo la noche que pasaron en la cabaña.

«Definitivamente no, hubiese luchado», le respondió de inmediato.

«Son injustas las leyes. Para usted es fácil acatarlas cuando lo benefician», Pan susurró entre dientes.

«Yo no las implementé, son legado de nuestros ancestros», se justificó el príncipe encogiéndose de hombros.

«Sabe bien que tiene el poder para cambiarlas. Simplemente no lo hace por comodidad».

No recordaba charla alguna con ninguna hembra donde se discutiesen las leyes de su planeta, ni siquiera con sus primas, con quienes hablaba de política de vez en cuando. Mucho menos, alguna amante le había cuestionado sobre su actuar como príncipe, ni siquiera en una plática trivial.

Negarlo sería inútil, Pan significaba mucho más que un depósito donde plantar su descendencia, Pan significaba el sentimiento que negó tener dentro de él. Ahora lo sabía, no era inmune a ello, ya no tenía caso darle vueltas con pretextos absurdos, había caído tal cual cayó su padre, el poderoso rey Vegeta IV.

—Suerte con eso —murmuró con una sutil sonrisa, recordando las palabras de su mujer al sugerirle pensar en modificar las leyes.

Se estiró con pereza y apresuró a comenzar sus deberes diarios, con la misma diligencia de siempre, después de terminar su desayuno. Yendo de muy buen humor a la sala de audiencias, donde su madre aguardaba de pie, frente a la mesa central.

—Llegas temprano.

—Supongo que tienes que ver con el hecho de que no llegue nadie más.

—Pedí unos pocos minutos a solas contigo —tomó asiento en el lugar del rey, donde los demás, incluyendo el príncipe, jamás osaban sentarse.

El príncipe caminó extrañado hacia su lugar en la mesa. Se suponía que su madre no le regresaría la palabra. ¿Acaso lo buscaba para reclamarle lo de Anthon? Probablemente.

—No pienso adularte por haber dejado ir a ese pobre muchacho.

Trunks sonrió torciendo los labios, conocía bien a su madre, tanto como a su padre, por lo que estaba seguro, de que él se había encargado de enterarla del conflicto con el terrícola.

—Vegeta dice ver tranquila a Pan, yo le llamo resignación. ¿Qué hiciste para controlarla?

—No la controlo, ella decidió quedarse —respondió recargándose en su sitio.

—¿En serio? Isha no me ha informado que se le haya retirado el chip.

—Ya no recordaba la existencia de ese dispositivo —respondió a su madre con cinismo.

—Me lo suponía, no tienes las agallas para retirarle la correa —recargó los codos sobre la mesa de granito sólido color negro—. Lo que me inquieta, es que ya no parece desear irse, cuando sabemos bien, que ha de ser lo contrario.

—Fue ella quien escogió tomar su lugar a mi lado. En cuanto al dispositivo, no veo necesario que lo conserve, haré algo al respecto.

La reina se levantó mirando a su hijo hacia abajo. No veía posible que, de la noche a la mañana, Pan lo hubiese perdonado, mucho menos que disfrutase de su compañía.

—Que le hayas aflojado las cadenas, no significa que sea libre —rodeó la silla de su hijo, rumbo a la salida—. Te estaré vigilando.

El príncipe respondió con una sonrisa cínica, que cambió luego de ver a su madre marcharse. Se cuestionó si Pan realmente veía como una prisión a su palacio, a su amado planeta, a las comodidades que ahora la rodeaban. Se cuestionó si ella simplemente fingía para mantener la cordura o por el bien de su familia, como lo dijo el día que cerraron el trato. Pero ya habían pasado algunos meses de convivencia, de buenos momentos, demasiado buenos como para ser falsos, tanto, que casi olvidaba los verdaderos motivos de la rendición de su mujer.

¿Era realmente su mujer, o una proyección de lo que él deseaba? Las inseguridades siempre salían a flote, y temía saber la respuesta. Tuvo que dejar de darle vueltas a sus pensamientos en el momento que los asistentes a la junta de urgencia fueron entrando.

Goten amplió la sonrisa ante la posibilidad de una buena batalla, pues solo era requerido a juntas cuando se planeaba algún combate, gracias a su puesto de capitán.

Todos guardaron silencio y se pusieron de pie cuando ingresó el rey Vegeta al gran salón.

—Me ha informado el vocero de la patrulla galáctica, que es inminente un ataque sorpresa a nuestro planeta. Debemos estar preparados.

El bullicio no se hizo esperar, con diversas opiniones respecto al prófugo y sus seguidores que asustaban tanto a la experimentada patrulla, creyendo que se exageraba al temer a unos cuantos ridículos fanáticos, con un poder de pelea medianamente decente, al menos para cualquier guerrero de clase baja.

—Que disfruten sus últimas horas de vida —murmuró el príncipe híbrido a Bardok, refiriéndose al enemigo, al cual denostaba abiertamente, considerándolo un bocón sin fuerza.

—Le haremos saber cuál es su lugar —respondió Bardok, con un gesto confiado y relajado.

—¿Hay alguna posibilidad de que su objetivo sea otro planeta? —preguntó Nappa.

—Según los informes, los movimientos detectados por el radar, advierten que se dirigen hacia acá. Además de algunas conversaciones que el prófugo tuvo con otro prisionero, al que le llegó a hacer infinidad de preguntas sobre nuestra raza —respondió Tarble—. Parece que piensa tomar el control del imperio entero.

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Ese día en particular, la princesa Pan se encontraba desanimada, su abuelo Satán sufría de un problema de salud y no podía estar a su lado. Temía que todo lo ocurrido hubiese influido en su salud, ni siquiera las buenas noticias sobre el caso de sus propiedades la animaban, aunado a eso, la hermana de Yassai, recién la había puesto de mal humor, burlándose de su falta de experiencia en batalla.

«Puedo jurar por mi honor, que tu debilidad mental terminará haciéndote caer en batalla. No veo a tus discípulas como grandes guerreras en el futuro, con una entrenadora tan blandengue. Las llevarás directo a la muerte».

En el fondo sabía que tenía algo de razón, le molestaba no tener argumentos más allá de su transformación. Aun así, pensaba que Uzel exageraba, estaba decidida a realizar su mayor esfuerzo en sus entrenamientos, enseñando a las adolescentes no solo a ser fuertes, sino también generosas, rompiendo con la fama de raza sanguinaria sin corazón.

—¿Tienes tiempo libre? —la voz del príncipe la hizo sobresaltarse, respondiendo después con un asentimiento de cabeza.

—¿Necesita algo? —preguntó imaginando que tal vez la invitaría a un combate amistoso.

—Mostrarte algo, sígueme.

La condujo hacia el elevador de la familia real, subiendo al octavo piso de una torre, donde se encontraba la oficina personal del heredero. Una vez dentro del lugar, encendió la pantalla de su computadora con su huella digital.

—Las autoridades terrícolas planean arrestar a los estafadores de tus abuelos.

—Mi abuelo Bardok no me ha informado —se acercó a ver la pantalla, la cual mostraba un mensaje del informante contratado por Bardok.

—Como vez, el mismo teniente de la agencia de investigaciones criminales, es quien se encuentra a cargo de la investigación.

—¿Usted tuvo algo que ver? Porque mi abuelo dijo que las autoridades no se veían muy interesadas en investigar a fondo.

—Un familiar directo del comandante fue víctima de esos estafadores —respondió con una sonrisa de medio lado.

—¿Qué casualidad? —lo observó entrecerrando la mirada.

—La cuestión es que Gohan no sospeche. No importa el método.

—Entonces. ¿Tienen los medios para que no escapen?

—No solo eso, tus abuelos recuperarán lo perdido.

Pan suspiró aliviada, un peso menos para su abuelo, esperaba que con eso recuperara su salud pronto.

—Si quieres, al terminar la batalla que se aproxima, puedo llevarte a la Tierra para que veas a tu familia —susurró apoyando la barbilla en el hombro de la joven—. Yo puedo permanecer en mi nave, fuera de la atmósfera terrestre para evitar que Gohan me busque. No quiero eliminarlo en caso de que me provoque.

—Supongo que no podría viajar sola —murmuró Pan arrugando el entrecejo.

—No desconfío de ti —mintió—, es Gohan quien le preocupa.

Pan sonrió ampliamente, la sola idea de poder ver a sus padres y abuelos terrícolas le devolvía la luz a los ojos.

—¿Jura que me llevará?

—Por mi honor —respondió girándola y sentándola sobre el escritorio, donde la besó de manera lenta, pausada, romántica. Quería tomarla allí mismo, como la vez pasada, pero un cálido ardor en su pecho, le hizo aferrarse a ella en un tierno beso que se negó a romper.

Ya no le importaba terminar como su padre, lo único que le importaba, era mantener ocultos sus sentimientos; no por vergüenza, sino por temor a convertirla en un blanco de ataque para lastimarlo a él. Debía imitar a su padre si quería conservarla a salvo, fingir ante el pueblo, ante su familia de ser posible.

Por primera vez sintió terror ante la posibilidad de que Pan terminara siendo el objetivo de algún ataque, cosa que de antemano sabía, pero no le aterraba como ahora. Pensó en su padre, en toda la vigilancia que mantenía alrededor de su mujer. Pero Pan era diferente, Pan tenía un gran poder que se incrementaba con cada entrenamiento, no significaba un blanco fácil, aunque tenía una gran debilidad; su noble corazón.

—¿Pasa algo? —preguntó la joven, extrañada de verlo mirarle con una tonta sonrisa que jamás había visto en él.

—Nada —comenzó sus avances sexuales.

No pudo decirle que tenía la sospecha de haberse enamorado, no tenía la preparación para exponer sus sentimientos, no formaba parte del aprendizaje de ningún soldado, todo lo contrario. Tenía el presentimiento de que jamás se atrevería a confesarlo en voz alta.

Se alejó lo suficiente, solo para retirarse la armadura y el resto de prendas que cubrían su pecho. Ayudando a su mujer a desvestirse junto con él.

Una vez desnudos, la cargó hasta el sillón, en donde dieron rienda suelta a su necedad de placer, más que placer por parte del príncipe, necesitaba entregarse, decir con caricias, aquello que no podía expresar con palabras.

Recorrió con calma la piel blanquecina de la joven, reconociendo cada cicatriz que portaba con orgullo, cual guerrera de clase alta. Presionó sus dedos con fervor sobre los glúteos, aferrándose a ella, como si estuviese temeroso de que escapara de sus manos. Pan reaccionó de buena gana, correspondiendo cada beso con deseo tímido al principio, ansiando una apasionada mordida, a pesar de tener fresca aun, la marca de tres noches atrás.

Se aferró a los hombros masculinos, apretando las piernas alrededor de sus caderas. Sabía que no la dejaría caer, además, le gustaba cuando él la tomaba de pie, cargándola con tal facilidad, que parecía no pesar ni un solo gramo, animándose a acompañarlo en sus vaivenes, estimulándolo de una manera espontánea, con la naturaleza que brinda el deseo genuino.

—Tenemos en puerta una batalla. Cuando suceda, quiero que permanezcas al lado de mi madre— el príncipe dijo casi en una orden. Reponiendo el aliento después de la actividad sexual con su mujer.

—¿No confía en mis habilidades? —preguntó Pan, después de soltar un suspiro, con los cabellos del príncipe haciendo cosquillas en su oreja derecha.

—Mi madre necesita protección, y qué mejor que una súper saijayin para protegerla —mintió. Sabía de sobra que su madre tenía como guardaespaldas a los mejores guerreros para dicha misión, además, de que la resguardarían en un domo a prueba de ataques de largo alcance.

Pan respondió asintiendo con la cabeza. Le parecía excesivo todo el parloteo alrededor del probable ataque. Confiaba en el poder del rey, su heredero y el resto de guerreros, cuyas batallas habían inspirado relatos fantásticos y canciones por todo el cuadrante.

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La luna mayor brillaba con tal intensidad, que le provocaba un cosquilleo en la columna a Nappa, especialmente en el nacimiento del rabo, invitándolo a transformarse en ozaru. No obstante, como el guerrero de élite que era, permaneció quieto en su lugar, aburrido de esa guardia en la que no sucedía nada. De no ser por el inminente ataque, ahora mismo estaría en su alcoba, con la ruda guerrera que solía aliviar su libido de un tiempo para acá. Pero no, debían estar alertas, a tal grado, que hasta el heredero se había sumado a las guardias, precisamente la misma que él, pero en diferente turno.

Suspiró con un ruidoso bufido, ansioso por entrar en acción.

—Ojalá sean tantos como dice el informe. Me sentiré muy decepcionado si son menos de quinientos —murmuró a su compañero de guardia.

—Solo espero que esos miles de fanáticos no sean tan molestos como dicen. Prefiero un enemigo poderoso, que varios debiluchos molestos —respondió Raditz.

—¿Tus críos llegarán a tiempo para la fiesta? —preguntó Nappa jocoso.

—Tal vez, la misión a la que estaban asignados se encuentra hasta la esquina oriente.

Nappa reaccionó con un gesto pesimista. —Es una pena que los guerreros en misión se pierdan del espectáculo.

—La droga que consumen los seguidores de ese imbécil, los hace perder la noción del peligro —Raditz sonrió con altivez al saiyajin mayor—. Aquí conocerán el miedo.

Ambos soldados rieron confiados en sus habilidades, controlando los impulsos más primitivos que la luna les despertaba.

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Comenzaba a salir el sol, el príncipe debía salir de la cama y comenzar su guardia. Gruñó con pereza, le costaba más trabajo levantarse cuando dormía al lado de su mujer.

—Su turno comienza —escuchó a Pan decir somnolienta.

—También el tuyo —respondió con la voz seca y ronca. Se levantó a tomar agua, negando con la cabeza al verla girarse y taparse con las sábanas, buscando unos minutos más de sueño.

Caminó hacia ella, sentándose a su lado, removiendo los cabellos rebeldes que se esparcían por la almohada.

—Recuerda que se han adelantado tus entrenamientos con las aprendices. No llegues tarde —se levantó rumbo a su habitación, deseoso de besarla y abrazarla antes de iniciar sus labores, sin embargo, su adoctrinamiento saiyajin se lo impidió: nada de muestras de afecto, ¿qué pensaría ella?

El pecho se le oprimió al abandonar la alcoba de la joven, le parecía tan escaso el tiempo que pasaba con ella. Se estaba acostumbrando a sus nuevos sentimientos contradictorios; miedo y gozo. Especialmente el miedo le inquietaba, temía perderla, no por abandono, sino por muerte.

Sacudió sus pensamientos, no tenía ninguna razón para desconfiar de sus habilidades. Siempre fue consciente de que su enorme poder bastaba para proteger al reino, tal vez el naciente sentimiento de amor le manipulaba sus inseguridades, probablemente.

Se apresuró en vestir su traje real de batalla, el que también debía usar en las guardias. Una vez listo, salió con prisa a pesar de ser temprano, con el estómago a medio llenar; algo inusual en él.

Recibió estoico los saludos y reverencias a su persona, yendo directo al balcón central, donde fue la desastrosa presentación de su princesa. En ese lugar alto y estratégico, le tocaba hacer guardia junto con su amigo y compañero de escuadrón.

—Su alteza, llegó más temprano —se inclinó Nappa al verlo llegar, tragándose el bostezo que estaba por soltar justo antes de escuchar sus pasos.

—¿Alguna novedad? —preguntó el príncipe, colocándose al lado del enorme saiyajin calvo.

—Ha sido una noche muy aburrida —opinó Raditz—. Demasiada calma, incluso en el espacio exterior.

—Sí, me llegó la actualización del informe. Ni una sola pista hasta ahora.

—¿Cree posible que hayan huido? —preguntó Nappa con decepción. No deseaba perderse de una verdadera batalla, como hacía tiempo no tenía.

—La patrulla galáctica insiste que el orgullo y terquedad de su prófugo es tan grande como el nuestro. Debemos estar alertas, tengo la sensación de que nos asechan.

—Mi turno termina en media hora —dijo Nappa.

—Puedes retirarte a reparar el sueño, no quiero guardias cansados —respondió sin voltear a verlo.

El guerrero corpulento se despidió con una reverencia, saliendo luego hacia las escaleras que conducían al exterior de la imponente construcción circular.

La media hora pasó en un silencio incómodo para Raditz, quien no estaba acostumbrado a socializar con el príncipe, a pesar de que su sobrino y padre podían sentirse cómodos con él. No supo qué tema tocar y tampoco el príncipe ayudó, hasta le pareció pensativo, tal vez preocupado.

—Parece que el cielo permanecerá despejado el resto del día —ambos guerreros escucharon la voz de Goten, aunque ya habían detectado su energía desde antes, bastante familiar para ambos.

—Al menos tenemos esa ventaja —opinó Raditz.

—Te veo más tarde —dijo Goten a su tío, dándole una palmadita en el hombro.

—No tengo sueño.

—Debes descansar para rendir en la próxima guardia —ordenó el príncipe—Goten y yo estamos a cargo mientras.

Raditz se encogió de hombros, quería aprovechar la presencia de su sobrino para acercarse más al príncipe y lograr colarse a puestos más altos, pero al parecer, tendría que ser otro día. Se despidió y partió a tomar un descanso.

—No entiendo cómo es posible que nuestros radares no logren detectar ningún movimiento extraño —comentó Goten.

—Tengo entendido que mi madre se encuentra trabajando en eso. Al parecer, alguien encontró la manera de burlar nuestra tecnología.

—Confío en las habilidades de la reina para solucionarlo, y en las de nuestros compañeros para enfrentar lo que se aproxime —afirmó Goten con optimismo.

El príncipe medio sonrió dé lado como respuesta, por alguna extraña razón, no podía compartir el positivismo de su amigo.

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La guardia había sido demasiado tranquila para su gusto, no le agradaba tanta calma, comenzaba a desesperarse, pero por el momento no tenía otra opción que aguardar. Mientras tanto, disfrutaría de sus horas libres al lado de su mujer.

—Ha tenido un semblante muy pensativo —opinó Pan, acercándose para sentarse a su lado, terminando sobre las piernas del heredero, gracias a la intervención de las manos masculinas que la rodearon por sorpresa.

—He tenido que cambiar mi rutina, sabes bien que me estresa —cerró los ojos, concentrándose en el dulce aroma de la híbrida, preguntándose si algún día, ella pudiese corresponder a sus sentimientos; probablemente no. Pero eso no impediría que se esforzara en compensar el daño que le ocasionó en el pasado, deseaba verla feliz.

—Siempre tan rígido, su alteza —dijo Pan en lo que pareció un puchero, pasando sus dedos por los lacios cabellos lilas del príncipe, los cuales le agradaban, a pesar de que antes solía molestarlo con eso. Se enfocó en las gruesas pestañas lila oscuro, casi negro, que coronaban sus ojos azules. Le encantaba ese color, aunque aún le erizaba la piel cuando arrugaba el ceño. No tenía certeza total de que volvería el monstruo, no lo olvidaba, aún le atormentaba cuando la tristeza le embargaba.

—¿Le has mencionado a Gohan sobre tu visita?

La pregunta del príncipe le tomó por sorpresa, no habían vuelto a tocar ese tema, por lo que Pan no quiso entusiasmarse demasiado con la idea, de cualquier manera, el príncipe se encontraba sumamente ocupado con la posible invasión.

—No le he dicho.

—¿No me crees?

—Esperaré a que pase la amenaza contra el planeta —respondió Pan, acurrucándose en los brazos del híbrido. Ya podía sentirse en confianza a su lado, al menos en el trato común, también podía abrazarlo y experimentar paz con esa simple acción. Casi lo podía ver como familia, aunque ella lo atribuía al hecho de que se había resignado, lo que ya no le afligía, al contrario, podía vivir con eso.

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Las nubes se agruparon sobre la capital saiyajin, atraídas por un viento alto, propio de la temporada, trayendo un poco de alivio al sofocante calor que azotó los días anteriores.

—Es un gran día para entrenar al exterior —comentó Tarble, viendo a través de la ventana, pocos segundos antes de que se escuchara un estruendo en la capital.

—¿Será otro conflicto entre saiyajines? —preguntó el príncipe al que llamaban Trunks en lo privado.

—¿Después del escarmiento a los últimos que se atrevieron a pelear en la ciudad? Dudo mucho que les quedaran ganas de arreglar sus diferencias en lugares públicos —opinó el rey.

—Nunca falta el ridículo guerrero de clase baja con deseos de figurar —expresó el príncipe con una risa socarrona, recordando el último evento, donde dos saiyajines se dieron de golpes en medio de una plaza de comida, causando un destrozo que terminó por endeudarlos hasta terminar en la prisión saiyajin, debido a que no pudieron reparar los daños causados.

Otra explosión retumbó, junto con el fuerte sonido de las bocinas de alarma.

—¡Es un ataque externo! —exclamó el rey, poniéndose de pie, al mismo tiempo que un escuadrón de elite se aproximaba hacia ellos.

—¡Apareció una nave interplanetaria sobre la ciudad, atacando justo en el centro! —informó uno de los hombres, con una rodilla en el piso, como símbolo de respeto hacia su líder.

—¿Apareció de pronto? —preguntó molesto.

—Así es, tienen una tecnología que los camufla con el entorno.

—Respondamos como corresponde —fue todo lo que tuvo que decir el monarca. De inmediato, el resto se le unió a la batalla.

Nunca imaginaron que el ejército de su enemigo contaba con una gran cantidad de naves, las cuales aparecían frente a sus ojos una tras otra, eliminando el espejismo que las confundía con las nubes, de las cuales, salían cientos de soldados de diversas razas espaciales, principalmente del planeta de origen de Somn, su excéntrico líder, el cuál aun no aparecía.

—Son muchos más de los que dijo Jaco —advirtió Tarble.

—No dejan de ser unos debiluchos —respondió su sobrino, desabrochando su capa, para pelear con mayor libertad.

Los tres se unieron a la defensa de su planeta, decididos a darles un duro escarmiento por atacar de sorpresa, justo en la parte donde los civiles comunes llevaban su vida en paz.

El rey tenía la seguridad de que la reina se encontraba a salvo, los escoltas tenían órdenes específicas de resguardarla, además, de que la princesa Pan se encontraría con ella, que por muy joven e inexperta que fuese, no dejaba de ser una súper saiyajin.

El humo saliendo de seis puntos muy poblados le encolerizó. Su enemigo había comenzado contra los más débiles, aquellos saiyajines que en su mayoría no pertenecían a la raza guerrera, muchos de ellos extranjeros.

Gritó fuerte, exigiendo hablar con el líder de los invasores, nadie respondió, en lugar de eso, le llovieron ataques hacia él y sus acompañantes, los cuales se tuvieron que dispersar para eliminar a la mayor cantidad de atacantes.

La batalla se intensificó, haciendo que aquellos que se dedicaban a otra cosa ajena al combate, salieran armados con lo que fuese para defender al planeta que los cobijaba y protegía, incluyendo a aquellos que provenían de otros planetas.

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El techo sobre ellos vibraba de vez en cuando, alarmando a la princesa Pan. Los custodios le habían asegurado que el búnker no se derrumbaría, a menos que destruyeran al planeta entero.

Tampoco ayudaba saber por medio de su comunicador, que los ataques provenían de varias ubicaciones alrededor del planeta. Podía percibirlo gracias a sus sentidos desarrollados, detectando energías apagándose en todos lados. Se suponía que esas personas eran su pueblo, al que ahora valoraba, ya que conocía más a fondo su historia. No podía darse el lujo de permanecer oculta, libre de la amenaza que se cernía sobre su pueblo.

Suspiró decidida, estaba segura de que la reina se encontraba protegida, pero su abuela Gine, su abuela Milk, el resto no.

—Debo salir, mis habilidades no sirven de nada aquí —masculló.

—¡Alteza! El príncipe Vegeta dio órdenes precisas, debemos permanecer al lado de la reina —dijo uno de los soldados, justo antes de que un fuerte estruendo sacudiera el túnel.

—Esas órdenes son para ustedes, protejan a la reina —ordenó antes de salir corriendo hacia el exterior, donde la esperaba un escenario muy crudo, retorcido y cruel, de la versión que ella tenía de una verdadera batalla.

Se concentró en las energías más cercanas, encontrando la de su abuelo Bardok más próxima.

—¡Quiero ayudar! —exclamó al acercarse, junto con un escuadrón que buscaba reorganizarse.

—La mayoría de los guerreros se encuentran repeliendo los ataques en las ciudades, el palacio ha quedado con pocos elementos. Pan, ve hacia la cúpula central, allá necesitan refuerzos.

Pan asintió con la cabeza, dejando a su abuelo repartir indicaciones a los guerreros restantes.

Voló a gran velocidad, ubicándose al lado se Azaria, ayudándole a repeler un ataque proveniente de una sofisticada arma laser, capaz de cortar a un ser vivo, como si fuese mantequilla.

La joven princesa pateó con tal fuerza, que el arma se soltó del guante que la mantenía en la mano del atacante, destrozándola después con sus manos. No hicieron falta las palabras, ambas mujeres se comunicaron con la mirada, posicionándose cada una en un lugar estratégico.

Los cuerpos inertes de saiyajines y enemigos se incrementaron conforme pasaban los minutos, la sangre derramada de su pueblo le despertó el deseo de exigirse más, defendiendo con furia; al menos eso creía, pues contenía la mayoría de sus ataques, evitando derramar más sangre.

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El rey Vegeta nunca imaginó un ataque tan estudiado hacia su planeta, en todo el tiempo que tenía de vida, solo a Freezer llegó a considerar como una verdadera amenaza. En cambio, ahora podía ver la ceguedad de su arrogancia, Somn y sus aliados le daban una lección que jamás olvidaría.

Encolerizado, se transformó en súper saiyajin, al mismo tiempo que nuevas naves se hacían ver, abriendo compuertas de las que salían más enemigos, diferentes a los primeros; más corpulentos, con un nivel de poder nada despreciable.

—Es posible que Somn se encuentre entre ellos —escuchó la voz de su hijo por medio del sofisticado comunicador que llevaba en una oreja.

—Tal vez —respondió, buscando la energía de su primogénito, encontrándolo esquivando los ataques de laser de más de una docena de enemigos, que en conjunto lo enfrentaban. Lo había entrenado bien, el muchacho podía defenderse solo y salvaguardar la seguridad de su pueblo, le enorgullecía de sobre manera.

Los recién llegados se colocaron en puntos estratégicos, atacando principalmente a los guerreros con mayor poder de pelea, parecían tener prisa por dominarlos, sus movimientos coordinados advertían que tenían bien estudiado el ataque. No obstante, caían por impulsivos.

Un ki familiar llamó la atención del príncipe, dándose cuenta de que su princesa le había desobedecido, ahora se encontraba afuera del palacio, al lado de la mujer de tu tío Tarble, y de Uzel. Se concentró en la energía de la joven, llegando a la conclusión, de que se defendía como correspondía a su estatus, además, los guerreros saiyajines a su lado tenían vasta experiencia en crudos combates. Podía concentrarse en su objetivo; cazar a Somn.

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Durante la batalla, Pan puso en práctica todo lo aprendido en los entrenamientos, llegando a comprender la enorme emoción con la que su tío Goten y abuelo Goku, solían narrar sus batallas.

La joven híbrida noqueó a varios enemigos, sin percatarse de que hubiesen perecido, tampoco quería saberlo, no estaba lista para cargar con semejante peso, por mucho que ellos hubiesen llegado a invadir su nuevo hogar, el hogar de miles de seres a los que les había tomado cariño. Le dolía saber que muchos de ellos no sobrevivirían.

Las miradas de aprobación de Azaria le levantaron el ánimo, la saiyajin mayor era conocida por su experiencia en batalla, sabía de sus historias, gracias a las charlas con Yassai, a la que no veía por ningún lado.

—¡¿Dónde está Yassay?! —preguntó alarmada.

—No te distraigas —escuchó la voz áspera de Uzel unos metros detrás—. Ella defiende otro lado del planeta —le informó mientras rebanaba el cuello de dos enemigos, con un arma punzocortante que le había arrebatado a uno de ellos.

Pan asintió con la cabeza, enfocándose en lo suyo, sin poder quitarse de la cabeza, la imagen de la guerrera salpicada de la sangre de sus enemigos.

—¡NO LOS DEJES VIVOS! — la escuchó gritarle, luego de rematar a uno que Pan había dejado con una pierna rota.

No pudo seguir poniendo atención a la saiyajin malhumorada, debido a que un par de fornidos extraños salieron de entre los restos de una nave caída, atacándola en movimientos sincronizados. Los enemigos utilizaban armas que lanzaban discos de algún tipo de energía, logrando rozar la piel de una de las pantorrillas de la princesa, con un disco resplandeciente, mientras que, con otro, le provocaron una herida superficial a la altura de la sien.

Pan se llevó la mano a la mejilla, reconociendo la textura de sangre sobre su piel, la cual limpió como pudo, para continuar con su defensa, no permitiría que esos intrusos lograsen entrar al palacio. Los escuchó decir algo en un idioma que no distinguió, al parecer, planeaban su estrategia contra ella. Decidió concentrarse y atacar antes de que los discos terminaran derrumbando alguna pared.

Utilizó su velocidad para sorprenderlos, pero ellos también poseían reflejos avanzados, por lo que tuvo que utilizar su transformación para incrementar sus habilidades, evitando lanzar ataques de energía, como la mayoría de quienes custodiaban el palacio.

Unos pocos minutos fueron suficientes para arrebatarle las armas a ambos, torciendo una y lanzando la otra a un lado, después de ver que uno de ellos había recibido una herida que parecía mortal. La escena la congeló, era la primera vez que atacaba con tal furia.

—¡Piedad! —rogó el otro de rodillas, con un brazo dislocado, derrotado y humillado.

Pan suspiró hondo, le dolía ser la ejecutora, no quería arrastrar todas esas vidas en su conciencia, a pesar de que se tratasen de individuos a los que podía definir como los malos de la historia. Suspiró hondo, tomando una decisión que consideró justa.

—Llévate a tu amigo y nunca regresen —dio media vuelta, regresando su cabello al color negro profundo de su estado base. Iba a elevarse, pero un ataque de energía le atravesó el pecho desde la espalda.

Giró sobre sus talones, alcanzando a ver al individuo que había dejado ir, empuñando una pequeña arma que apuntaba hacia ella, con intenciones de disparar por segunda vez. Cosa que no sucedió, porque Uzel le arrancó la mano con un ataque a distancia.

–¡TE DIJE QUE NO LOS DEJARAS VIVOS! —gritó la guerrera de sangre pura, pulverizado al par de invasores con su ataque más letal.

—Yo… —Pan cayó de rodillas, sosteniéndose con las manos en el piso, viendo temerosa el goteo de sangre que salía de su pecho.

Uzel se aproximó revisando la herida, reafirmando sus sospechas, por lo que se apresuró a enviar un llamado urgente a su primo, donde le comunicó la situación de manera breve.

—¡La princesa Pan fue herida de gravedad!

Protegió a la desvalida princesa de quienes intentaron atacar, mascullando una que otra maldición a la estupidez de la terrícola. A pesar de su desprecio hacia la híbrida, no estaba dispuesta a dejar caer a una de sus guerreras en batalla, por mucho que considerara que se lo mereciera; no le daría el beneficio al enemigo, de derrotar a un miembro de la familia real. Su orgullo como saiyajin estaba primero.

Las baldosas a su lado crujieron ruidosamente cuando su primo aterrizó se pronto, dirigiéndose con prisa hacia la joven.

—Pan —musitó reteniendo la respiración. El charco de sangre era una mala señal de la condición de la joven.

Con manos temblorosas se acercó a revisar las heridas, las cuales había visto en infinidad de veces en batalla, sin causarle ninguna impresión hasta ahora, donde comprendió que sus miedos no habían sido otra cosa, que una amarga premonición.

La lucha al alrededor del príncipe desapareció por completo, para él, solo existía Pan herida, sus sentidos se congelaron junto con él, hasta que Uzel lo sacó del trance.

—¡Yo te cubro! –exclamó su prima menor, señalándole el camino hacia e interior del palacio—. Isha espera, ya le avisé.

Trunks asintió con la cabeza, tomó en brazos a la joven y corrió hacia el aula médica, siendo protegido por los guerreros que se encontraban cerca.

El ki de la princesa Pan disminuía hasta apenas percibirse, dándole la temible sensación al heredero, de que terminaría muriendo en sus brazos.

Apuró sus pasos, volando en las ocasiones que los pasillos se prestaban para dicha acción. Debía llegar a tiempo, nunca antes temió a la muerte como en ese instante, ni siquiera, la vez que casi muere en una batalla, cuando la falta de oxígeno le hizo perder el conocimiento, justo después de atravesar el pecho de su oponente, en la parte más alta de la atmósfera del planeta.

Pensó que el destino finalmente le cobraba todas las vidas arrebatadas en batalla, todas las veces que se regodeó de la agonía de sus oponentes. Si fuese él quien derramara sangre, lo aceptaría, pero Pan no, ella no debía cargar con sus pecados del pasado.

Se le oprimió el pecho al pensar en lo que pudo ser de la vida de Pan, en aquello que no pudo lograr por culpa de él, de su arrogancia. Pan merecía cumplir sus metas, tener libertad, hacer cosas propias de una terrícola de su edad. Porque a pesar de que renegara de ello, Pan abrazaba su parte terrícola, al igual que su parte saiyajin, algo que en secreto admiraba de ella.

Las piernas le temblaron en cada paso, temía tropezar como un crío en sus primeros pasos, el miedo a perderla le afectaba los sentidos. Se aferró al calor que conservaba la joven, aspirando el aroma de su cabello, manchándose la barbilla con la sangre de su mujer. Desde la infancia que no experimentaba un sentimiento tan desinteresado y puro, tan lleno de calidez.

«Eres demasiado buena para este mundo de mierda al que pertenezco».

Con gusto se pondría en su lugar, con gusto daría su vida si de esa manera pudiese regresarle la sonrisa al rostro, la luz a esos ojos negros que tenían mucho por ver. Sin darse cuenta, comenzó a llorar de tal manera, que las lágrimas nublaron su visión, haciendo más torpe su andar.

Se aferró a ella, rogando al Kamisama de los antiguos escritos, que lo escuchara por esta única ocasión, en la que no pedía por él, en la que no pedía por gloria y poder, como se acostumbraba en las ceremonias oficiales desde tiempos antaños.

—Pan… —susurró en una especie de plegaria.

Tantas veces rodeado de muerte, tantas, que creía tener una especie de insensibilidad ante su asecho. Qué equivocado estaba, equivocado e ingenuo. Y no por él, no por miedo a su ausencia, sino por lo injusto de la situación. Ahora recaía en él con más fuerza la culpa; de manera egoísta, le había arrebatado experiencias de su vida, sin opción a elegir. Y ahora la vida se le esfumaba frente a él, recordándole la mierda de últimos meses de vida que debió llevar, para asegurar la vida de los suyos. No era justo, ella merecía vivir, vivir de verdad.

—Amor mío —musitó con labios temblorosos— Juro que, si sobrevives, te regresaré tu libertad— afirmó, apretando los últimos pasos hacia las puertas corredizas que se abrieron al detectarlo, en un zumbido ruidoso que por primera vez no escuchó.

Isha aguardaba con varios enfermeros, quienes le arrebataron la princesa al heredero, llevándola en una camilla con prisa, dejándolo de pie en la entrada, con los brazos desnudos de ella, de su calor.

Al quedar solo, exhaló ruidosamente, con el corazón roto, desecho de impotencia, hasta que fuertes vibraciones lo regresaron a la realidad. Cabía la probabilidad de que un derrumbe ocurriese, a pesar de la solidez del palacio. Ya no podía estar seguro de la fortaleza de nada, debía ayudar a los suyos a terminar cuanto antes la invasión.


Fin del capítulo.

¡Felices fiestas a todos! Alcancé a publicar antes de la navidad, a pesar de la infinidad de inconvenientes que surgieron.

Acabo de pasar por una cirugía, por lo que tuve días en los que ni siquiera pude pensar en la historia, pero ahora que me encuentro en reposo y con mucho tiempo libre, he podido dedicarme a sentarme a escribir por algunos momentos.

A partir de ahora pasamos a otra etapa de la historia, una donde cambiaran algunas cosillas, especialmente en los personajes principales, dando un respiro a toda la violencia de los episodios pasados, espero no haber incomodado a nadie. En lo personal, no me agradaba que Pan fuese tan joven, pero al inspirarme en reinos pasados, lo vi como más realista para la historia.

Espero no tardar en publicar el siguiente, no me olvido de quienes toman su tiempo para leer esta historia. Espero que no se me pasaran faltas de ortografía y la narración esté correcta.

Sin más que decir, nos leemos después… No olviden comentar.