OBLIGACIONES DE PRINCESA
De Siddharta Creed
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Capítulo 17
La batalla en el planeta Vejita no daba tregua, el enfrentamiento se tornó más violento con el arribo del último batallón de Somn; sus fieles, mejor entrenados y más aguerridos.
Los fornidos invasores se enfocaron en causar el mayor daño a la infraestructura de cada zona a donde llegaban, dejando destrucción total en algunos poblados rurales, ya que la mayoría de guerreros de élite, se encontraban en las grandes urbes.
En las afueras de la gran capital, el rey Vegeta lideraba la defensa con ferocidad, tal cual cantaban las leyendas de sus antiguas batallas, callando las bocas de quienes aseguraban que los tiempos de paz, habrían disminuido su poder de pelea, demostrando con esto, que al igual que su primogénito, mantenía en secreto su verdadero poder, impresionando siempre a sus enemigos, superando siempre sus lecturas pasadas.
Haciendo gala de sus emblemáticos ataques de energía, el rey logró reducir hasta las cenizas a varios grupos de invasores, quedando con el campo despejado por un corto tiempo, en el que se dio cuenta que su hijo se encontraba dentro del palacio, avanzando con prisa hacia el exterior.
Un presentimiento lo hizo buscar la energía de Pan sin éxito. Entonces, supo que algo sucedía con la princesa, algo que sin duda afectaría al primogénito, porque él, más que nadie, sabía que su hijo pasaba por aquella metamorfosis, que él mismo experimentó con Bulma años atrás.
Conocía demasiado a su primogénito, no por nada se enorgullecía del parecido interior de ambos. Por eso mismo decidió no hablar nada, una vez que lo vio llegar, aniquilando a cuanto enemigo se cruzaba en su camino, con una ferocidad más violenta de la que le conocía.
«¿Será posible que?» Se cuestionó Vegeta, frustrado de no poder concentrarse en el ki de la joven. Los enemigos apenas lo dejaban planear su siguiente estrategia. Así que por el momento, debía detener la gigantesca nave que se precipitaba directo a la ciudad, ya tendría tiempo para enterarse de la princesa.
Con destreza medida, el monarca organizó a un grupo de guerreros, frenando la caída de la nave, mientras que aparte, el príncipe heredero arremetía contra aquellos que intentaban atacarlos. Envuelto en rayos dorados, debido a la furia que lo invadía, iluminándolo como a las deidades de pinturas plasmadas por civilizaciones pasadas.
Finalmente, Somn apareció, rodeado de aquellos cuyo poder rivalizaba con el de los saiyajines de alto rango. El príncipe lo reconoció de inmediato, con la misma larga barba y sonrisa ladina, tal y como aparecía en los comunicados de la patrulla galáctica.
A simple vista, Somn no parecía tan fuerte. Era delgado, con apariencia ojerosa y pronunciadas arrugas en la frente. Sin embargo, poseía gran resistencia, coraje y una velocidad a la par de la del monarca y su heredero, a quienes deseaba aniquilar, para enviar un mensaje definitivo a la galaxia.
Con suma confianza, aprovechó que el monarca se encontraba ocupado, para así poder atacar al príncipe con total libertad, utilizando su velocidad para confundirlo, cambiando su ubicación en milésimas de segundos, dejando un rastro de su energía por donde pasaba, haciendo más difícil su lectura. Aprovechó la confusión del híbrido para golpearlo con su puño especial; una especie de guante que potencializaba los golpes, adquirido como botín en una de sus invasiones.
La estrategia le funcionó a la primera, a la segunda y a la tercera. Luego se alejó, rodeándole como al principio, asechándolo con mayor cautela. Confiaba demasiado en su sagacidad y experiencia. Para él, no significaba nada la fama del poder que poseía el príncipe saiyajin, al que veía como un escuincle mimado más del montón.
No dudó en burlarse abiertamente del joven heredero, que, para este momento, ya debería estar cansado de lidiar con cientos de enemigos. Se le podía notar en la respiración agitada y la mandíbula apretada, posiblemente por impotencia, lo que no sabía, era que el coraje acumulado en el híbrido, estaba a punto de estallar. Solo esperaba el momento preciso para sorprenderlo.
Después de unos cuantos golpes más al heredero, Somn creyó que lo podía atravesar con la espada de filo de diamante que tantas cabezas había cortado. La desenvainó con presunción, relamiéndose los labios arrugados, deteniendo por un instante sus veloces movimientos, dando la orden con los ojos a cuatro de sus vasallos suicidas, para que inmovilizaran a su víctima.
—¡AHHH! —escuchó seguido de un estruendo que mando a volar a los vasallos.
El príncipe lo miraba fijamente, debía precipitar su plan antes de que el rey llegase a auxiliarlo. Volvió a movilizarse alrededor del príncipe, tanteando el terreno, realizando movimientos como si fuese a clavarle la hoja afilada, poniendo a prueba la rapidez del joven. Su arrogancia le hizo creer que lo tenía a su merced. Si era verdad que el príncipe poseía el mismo poder que el rey, entonces no tardaría en apoderarse del reino más poderosos del cuadrante. No esperaría más.
Empuñó la espada con seguridad y sin dejar de utilizar su velocidad, atacó, borrándosele la sonrisa cuando la mano del príncipe le apretó la muñeca, arrancándole la mano junto con la espada, dejándolas caer mientras lo sostenía del cuello.
—¿Acaso creías que no lograría descifrar tu truco barato? Yo soy un guerrero, tú eres un simple gusano que no es nadie sin los ineptos que te siguen.
Los lacayos de Somn no tardaron en socorrer a su amo, lanzando precisos ataques de laser contra el príncipe saiyajin, quien tuvo que soltar a su presa para esquivarlos, siendo cegado por el blanco resplandor que emitieron las potentes armas, lo que dificultó por unos segundos, dar con la energía de su principal oponente. No lo dejaría ir, muchos menos, si Pan corría peligro por su culpa.
La furia y dolor acumulados estallaron en forma de ki eléctrico que alcanzó a Somn, descompensándolo de un solo golpe. Una vez localizado, el príncipe saiyajin se fue contra él, sin darle tiempo a reaccionar.
A lo lejos, el rey Vegeta observó el estallido de energía originada por su primogénito, distrayendo también, a los que le impedían acercarse a la batalla principal. Momento que aprovechó para volar cerca, dispuesto a ayudar.
El rey no alcanzó a intervenir, tampoco hizo el intento cuando vio a su hijo con los ojos en blanco, haciendo añicos el cuerpo de aquel perpetrador que había causado gran destrucción en su planeta. Después de eso, la moral de los seguidores de Somn se desplomó, cayendo al igual que su amo.
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La vida pasa tan rápido cuando se es joven, apenas puede saborearse cuando las responsabilidades de la adultez llegan de golpe. Él supo desde la infancia que su vida estaría llena de sacrificios y batallas que debía liderar, ser el heredero de un imperio enorme tenía infinidad de obligaciones que asumió gustoso, en cambio ella, ni siquiera tuvo tiempo de asimilarlo, cuando ya debía complacerlo en la intimidad.
Se sentía asqueado de sí mismo, de su egoísmo y de lo lejos que había llegado por orgullo, porque ese había sido el principal motivo para abordarla al inicio, para humillarla después y presionar contra su voluntad, solo para imponerse y ganar en un juego que no estaba dispuesto a perder por puro ego. Ni siquiera le atraían las adolescentes, le parecían ruidosas e inexpertas, aburridas y poco interesantes. Pero Pan, ella no tenía nada diferente a cualquier otra joven de su edad, soñaba los mismos sueños, sonreía con la misma esperanza; lo único que la distinguía, era que se le había revelado, convirtiéndose en un trofeo difícil de conseguir, uno de esos que se colocan en una repisa especial para después olvidar. Al menos eso pensaba antes de enamorarse de ella.
Estaba seguro de que a su lado, Pan jamás lograría la plenitud de la felicidad, era muy consciente de que estaba resignada, movida por el amor a su familia, un amor que envidiaba, un amor que jamás sería para él.
Sonrió con melancolía, recordando las palabras de su madre al reclamarle por la falsa libertad que la joven vivía. No podía están más de acuerdo con ella, debía dejarla ir, por mucho que le doliese. Solo esperaba, que Pan no le guardase rencor.
Posó su mano sobre el vidrio que lo separaba de la joven que había movido su mundo entero.
El color en la piel desnuda de Pan, se tornó amarillento por la falta de sangre y el líquido gelatinoso que la envolvía, dejando a la vista las terribles heridas provocadas por su enemigo, al igual que algunos moretones obtenidos en los entrenamientos, así como también, las mordidas bien definidas en el hombro y alrededor de este.
«Tal vez desaparezcan con el tiempo», pensó, deseando de manera egoísta, dejar esa huella permanente en la piel de la híbrida.
Le inquietaba el aspecto cadavérico en el rostro de Pan, a pesar de que se le había suministrado sangre y sus tejidos sanaban lento, pero favorablemente. Salvaría la vida, pero eso no le restaba angustia al atormentado príncipe, al contrario, gracias a la culpa que lo perseguía desde poco tiempo atrás. Nada de lo que hiciera compensaría el daño que le ocasionó, al menos podía hacerse a un lado, dejar de estorbar en su joven vida.
Había dejado de ser la niña flacucha e insípida, estaba seguro de que sus rasgos no terminaban de formarse, y no se sentía digno de admirarla cuando llegase a la edad que él ansiaba verla.
«Soy un jodido miserable, no tenía derecho. Ella no tiene la culpa de mis complejos», tragó saliva con dificultad, apretando el puño sobre el cristal, tragándose las lágrimas con el orgullo que le quedaba.
«Eres mucho para este mundo de porquería».
«Maldito sea Gohan por haberle omitido información. Maldito yo, por haber asumido que ella lo sabía. Mil veces maldito yo, por haberte visto como un simple trofeo»
—Tú mereces ser feliz —susurró pegado al vidrio.
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El movimiento del personal en el área médica era un completo caos, con cápsulas y camillas llenas en todas las áreas, tardarían meses en recuperar la tranquila rutina anterior a la invasión. El rey Vegeta apretó ambos puños, nunca imaginó el alcance del ejército de Somn. Había sido un reverendo estúpido al subestimarlo, pasando por alto varias de las advertencias de la patrulla galáctica, evitando parecer un líder temeroso y débil. Su orgullo se encontraba manchado de la sangre de su pueblo, algo que le afectaba mucho más de lo que aparentaba.
Después de dar unas cuantas órdenes y firmar para aceptar ayuda médica de sus aliados, el rey se dirigió hacia el área médica de la familia real, donde se encontró a Isha, terminando de escribir la lista de suministros que pronto terminarían.
—¿Cómo va la recuperación de la princesa? —preguntó serio.
—Poco a poco sus pulmones se reparan, es cuestión de tiempo para que solo le quede una cicatriz en el pecho, su alteza.
—Percibo la energía de Trunks aquí.
—El príncipe lleva más de dos horas junto a la princesa Pan, no ha querido moverse del lugar —respondió la médica con una leve reverencia.
—Lo acompañaré un rato, que nadie más entre.
Isha asintió con respeto, dejando pasar al monarca. Al entrar a la cámara de recuperación, vio a su hijo sentado al lado de la capsula, a la cual le había activado el sistema de oscurecimiento del cristal, para que nadie más la pudiese ver en ese estado tan vulnerable.
—Tu presencia no hará que la máquina trabaje mejor —dijo acercándose con pasos lentos.
Trunks volteó hacia el rey, respondiendo con hastío: —Lo sé, no me importa.
—Pan es fuerte, se recuperará —dijo a su primogénito, sentándose a su lado, imaginando lo que pudo haber sentido al verla recién herida. Lo conocía lo suficiente, como para asegurar que le sucedían los mismos cambios que él vivió con Bulma, por eso prefirió guardar silencio. Sacudir el orgullo saiyajin podría avergonzar al joven heredero, hasta hacerlo renegar de su naturaleza híbrida.
Lo acompañó por un momento, hablando sobre los informes de lo sucedido en el resto del planeta, donde la situación empeoraba en algunas regiones. Brevemente discutieron sobre lo que debían hacer, hasta que el rey decidió retirarse a la junta urgente donde acudirían los líderes sobrevivientes de cada sector, los cuales ya se encontraban en el palacio. Decidió dejar a su hijo con Pan, tenía el presentimiento de que no prestaría atención en la junta, por lo que no lo invitó.
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Los cadáveres carbonizados de enemigos que obstruían la entrada de la sala de juntas, habían sido retirados, el lugar podía recibir a los invitados, a pesar de que la gran mesa holográfica sufría daños, en los que ya se encontraba trabajando la reina Bulma.
Uno de los comandantes de la patrulla galáctica fue quién entró primero, seguido de varios saiyajines de alto rango, entre ellos Bardok, quien hizo una reverencia a la reina.
—Bardok, me enteré de la caída de Raditz. Lo siento mucho, de corazón —le dijo Bulma en un tono bajo, algo inusual en ella, lo que denotaba lo afectada que se encontraba por la situación.
—Murió en batalla, un gran honor para un guerrero —respondió el padre de su amigo Kakaroto.
La reina asintió respetuosamente, coincidiendo con el saiyajin. Entendía gran parte del sentir del pueblo guerrero, y a pesar de sus quejas, respetaba su gran orgullo.
Poco después entró el rey, haciendo un ademán con su mano derecha para que no lo reverenciaran. Llegó directo a su lugar con el semblante duro, solo Bulma sabía que por dentro temblaba, dudando por vez primera de sí mismo, de su capacidad para reinar.
Reconstruir la capital era lo de menos, gran parte del planeta entero necesitaría ayuda urgente, aunado al hecho de que la moral podría decaer, debido a las incontables bajas en todos los sectores. El rey y su hermano no tenían idea de por dónde comenzar, jamás se habían enfrentado a una crisis de esa magnitud, tampoco llegaron a considerarlo debido a su gran arrogancia.
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El sentido del tacto le indicó a Pan dónde se encontraba. Reconocía bien la sensación del líquido gelatinoso sobre su piel, reconocía los olores y la confusión al despertar, entonces recordó la batalla, la herida, al príncipe cargándola, algo de lo que no podía asegurar si había sido real, o producto de su imaginación.
Se dejó revisar por Isha, preguntándole si la batalla continuaba, suspirando de alivio al enterarse del triunfo del pueblo saiyajin. Isha no mencionó lo crítico de la situación, prefirió no alarmar a la princesa.
Desde el otro lado de la ventana aguardaba el heredero, no quería estorbar ni mostrar su creciente ansiedad. Estaba dispuesto a continuar con su promesa, también, porque estaba seguro de que sería lo mejor para ella.
Mientras tanto, Pan se reponía de su mareo, comenzando a tener más ánimo al darse cuenta de que su vida ya no corría peligro.
Una vez vestida y repuesta de cualquier síntoma secundario por haber estado suspendida en el líquido, se le permitió retirarse a sus habitaciones, donde fue acompañada del príncipe Vegeta.
El heredero escogió el camino exclusivo de la familia real, para así evitar encontrarse con el caos que reinaba en el resto del palacio. Para la princesa fue demasiado obvia la preocupación del híbrido, incluso podía percibirlo a través de su energía, sin olvidar, que también lucía un par de ojeras y un aspecto duro que la alarmó.
—¡¿Dígame, el rey y la reina se encuentran bien?! —preguntó temerosa de una mala noticia.
—Mis padres no sufrieron heridas, te agradezco tu preocupación —respondió mecánicamente, como si estuviese abstraído en sus propios pensamientos.
—¿La princesa Bra se ha enterado?
—Ella se encuentra en camino junto con otros saiyajines que se encontraban en el exterior —respondió con pesar en el pecho, él sabía que esas serían sus últimas conversaciones.
Al poco rato llegaron a la habitación de la joven, donde el príncipe caminó hasta el ventanal, con la vista de unas pocas humaredas que venían de la capital, esparciéndose en el cielo. Al parecer, los incendios serían controlados en poco tiempo.
Pan le siguió, reviviendo lo vivido en la batalla, sintiéndose inútil por no haber servido de ayuda, a pesar de su elevado poder de pelea.
—Lo siento —musitó—, solo fui un estorbo.
El príncipe tragó saliva, tenía la garganta seca, con un nudo impidiéndole hablar, como si el subconsciente buscara pretextos para no soltarla.
—No es lo mismo que el entrenamiento—, continuó Pan con desanimo.
—Es muy diferente —respondió el príncipe con la vista perdida en un hilo de humo que se extinguía frente a sus ojos—. No eres una guerrera, nunca lo fuiste —giró el rostro hacia la joven, encontrándose con el par de ojos negros que le atormentaban desde que tenía sentimientos por ella.
—Me esforzaré en trabajar mis debilidades.
—No, lo que tienes no se elimina con entrenamientos. Es mejor que regreses con los tuyos, a tu planeta.
La joven abrió la boca para alegar, pero las palabras en su memoria se volvieron tan vívidas, que dudó que fuesen un sueño extraño.
«Juro que si sobrevives, te regresare tu libertad».
«Amor mío».
—Alteza… —se mordió los labios. Quería decirle aquello que había escuchado entre penumbras, pero dudaba de su juicio en un momento en el que casi moría. La duda le inquietaba, a la vez que negaba la posibilidad de que el príncipe hubiese pronunciado dichas palabras.
«No, los saiyajines criados como él no tienen sentimientos terrícolas. Fue mi imaginación», se dijo, en parte decepcionada, no porque deseara un romance con el heredero, sino porque ese tipo de afectos lo humanizaba más, por el bien del pueblo que reinaría. No obstante, era lo mejor para ella, pues le abrumaba la idea de no poder corresponder esos sentimientos, aun a pesar del daño que le ocasionó en el pasado. Ella no podría sentir ese tipo de amor por él.
—Pan —le tomó con gentileza por los hombros, apretando los labios, sin poder gritarle que lo sentía, que se arrepentía de sus abusos. Tal vez era un cobarde por no aceptarlo en voz alta, pero podía vivir con eso—. No puedo cambiar el pasado, pero puedo cambiar el futuro, tu futuro.
«Perdóname».
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«Padre, tomé una decisión. Necesitaré de tu apoyo para anular mi unión con Pan».
De todas las cosas que su hijo pudo haber dicho, escogió las palabras que jamás imaginó que diría, e intuía la verdadera razón detrás. Era la primera vez que se rompía una unión en la familia real, sabía que a Trunks le esperaban habladurías a sus espaldas.
«No sería la primera vez, se les pasará», dijo el heredero cuando el rey le advirtió al respecto.
«Es lo mejor para todos. Incluso, se le retiró el chip localizador al salir de recuperación», finalizó Tunks convencido.
—El panel del mapa central ya está reparado, solo falta la cuestión estética, pero al menos funciona por el momento —Bulma se acercó con cierto optimismo, abrazando a su rey por la espalda—. ¿Cómo van los preparativos para la ceremonia de los caídos?
—Tardará, al menos hasta reconocer los cuerpos de los desaparecidos, no queremos que falte un solo nombre —acarició las manos que lo rodeaban—. Bulma, Pan regresará a la Tierra, Trunks decidió dejarla ir.
La reina lo soltó para ponerse de frente y preguntarle alarmada: —¡¿Qué planea para esa pobre niña?!
—Dejarla ir, solo eso. Dijo que no tiene madera de guerrera, ya no le interesa —omitió mencionar que sospechaba que su hijo tenía intenciones más nobles. Esperaría a que su vástago se sincerara con él, si es que llegaba a hacerlo—. No tienes nada de qué preocuparte, no habrá ninguna represalia hacia ella o su familia, no desea hacerlo.
Los grandes ojos de la terrícola se abrieron buscando alguna señal de mentira en las facciones de su rey, encontrándose con una mirada triste, melancólica. Pudo ver que el golpe a su planeta le pesaría por años, en los que ella pondría de su parte para regresarle la confianza que antes le caracterizaba.
—Necesito asegurarme de que Trunks no planea alguna artimaña —abrazó a Vegeta—. No puedo confiar en él.
—Nuestro hijo ha madurado.
—Yo quiero que cambie.
—Tal vez —respondió el rey, regresándole el abrazo.
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«El plan para ayudar a tus abuelos seguirá en marcha, te mantendré informada a través de Bardok».
Terminó de encapsular sus cosas, a excepción de los trajes reales, inclusive los de entrenamiento, sentía que al dejar de ser princesa, no le pertenecían.
Le costaba creer que regresaría a su planeta, a la vez que le dolía. Había aprendido a valorar la cultura saiyajin, amaba su parte guerrera a pesar de sentirse decepcionada de su desempeño como tal. En cuanto al príncipe, no lograba descifrar sus sentires; por una parte, le producía tristeza no poder conocer más de su lado amable. Por otro lado, le aliviaba saber que no tendría que volver a lidiar con aquel príncipe prepotente y egoísta que temía regresase en cualquier momento. En cuanto a la intimidad, ni siquiera le pasó por la cabeza, solo pensaba en que pronto vería a sus padres y abuelos, que tenía la posibilidad de continuar con el plan de vida que soñó antes de unirse en un matrimonio imprevisto. Tenía la sensación de estar en un sueño mágico, que le revolvía el estómago por la ansiedad.
—La nave ya se encuentra en el punto de despegue. Llevarás de escolta a los miembros de mi escuadrón. No pienso arriesgar el viaje, no me veas así —sentenció al verla hacer la mueca que solía poner antes de reclamar algo.
—¿Seguro que no me necesitan? Quiero saber qué puedo hacer —dijo Pan señalando hacia el exterior de su gran ventanal.
—Gohan se encuentra muy alterado, tú misma hablaste con él hace rato. Ve con los tuyos, Bardok te acompañará y pondrá al tanto —soltó apretando la mandíbula después. Quería retractarse, pedirle que se quedara a su lado, decirle que sí la necesitaban en el planeta Vejita, que él la necesitaba. Pero la imagen de Pan herida le golpeó de nuevo; no estaba dispuesto a arriesgar su integridad, más que nada, deseaba su felicidad.
—Bien —Pan agachó la cabeza. Tenía la sensación de que el príncipe ya no la consideraba una guerrera, tal vez le había decepcionado por su decisión tan blanda, le dolía en el orgullo, pero no tenía ánimos para debatirlo, mucho menos, si tenía la opción de vivir con su familia terrícola y llevar las riendas del rumbo de su vida.
Quiso abrazarlo para despedirse. Era extraño que después de todo lo sucedido, en ese momento solo le venían a la mente las cosas buenas de los últimos meses, sabía de antemano, que extrañaría sus charlas y buenos momentos, le había tomado cierto afecto.
Una vez empacado el equipaje, se dirigió junto a su abuela Milk a la zona de despegue, allí la esperaban el príncipe y sus abuelos Bardok y Kakaroto. Podía palpar el ambiente sombrío en el palacio, nadie sonreía, nadie charlaba animadamente; el luto reinaba por donde caminaba.
—Puedes quedarte, si quieres yo...
—No insistas abuela —replicó Pan a Milk—, no pertenezco a aquí.
La terrícola mayor guardó silencio. No le agradaba que su nieta regresara a una vida común y monótona, donde probablemente tendría menos oportunidades en la vida. Su destino estaba marcado para ser princesa, al igual que ella, pero por cuestiones del destino, tuvo que emigrar para dejar de ser una carga para su padre, pues Ox Satán carecía del carácter tiránico de sus antecesores, perdiendo grandes cantidades de territorio y poder político, reduciéndolo a un rey de ornamento de un pequeño poblado que lo conservaban tal vez por costumbre.
Con el pecho oprimido, el príncipe Vegeta asistió con la cabeza a modo de despedida. Ni un beso, ni un abrazo, ni un último suspiro sobre sus tiernos labios, nada. Moría por apretarla contra su cuerpo, evitando su partida para siempre. Sin embargo, permaneció en su lugar serio, sin mostrar emoción alguna en su rostro, inmóvil.
Al contrario, los ojos de Pan se llenaron de lágrimas al abrazar a su abuelo Kakaroto, esperaba mantener contacto con su familia paterna a pesar de la enorme distancia.
—Puedes visitar el planeta cuando gustes, incluso Gohan —le recordó el príncipe.
Pan sonrió por cortesía, no podía sentir felicidad en esa despedida. Nunca imaginó que le dolería tanto partir a la Tierra, alejarse de todo ese mundo que ahora sentía tan parte de ella, alejarse de él. Quiso abrazarlo una última vez, al igual que lo hizo con su abuela Milk, Yassai y su abuelo Kakaroto, darle un apretón de manos, un beso en la mejilla, como cuando se le despide a un viejo amigo, lo que probablemente abochornaría al príncipe, ya que en ningún momento lo vio tener muestras de cariño terrícola en público, ni con su familia, mucho menos con ella, que solo era una simple unión de contrato.
Carraspeó con incomodidad, como al principio, cuando recién llegó al planeta guerrero. Sonrió de nuevo de manera sutil, haciendo una última reverencia antes de dar media vuelta, acompañada de su abuelo Bardok. Los presentes la observaron hasta desaparecer cuando cerró la puerta de la nave, la cual despegó seguida por el temido escuadrón, comandado por Goten.
Aun no salía de la atmosfera de su planeta y ya la extrañaba. Se retiró sin decir más, sin retornar la vista a los presentes, caminando con la cabeza en alto como siempre, sin reaccionar a quienes le reverenciaban en el camino.
Tenía vívido en su memoria el último beso que le había dado antes de enviarla al búnker de su madre, antes de la invasión. Un beso simple, breve, demasiado breve para su gusto. Ya le ardían los labios por falta de los de Pan, debía acostumbrarse a su ausencia, por mucho que le doliese.
«Nunca debí tocarla», pensó, con la imagen de la jovencita de catorce años con fango en el rostro y los ojos llenos de lágrimas. Siempre se sintió incómodo por no haber esperado a su maduración, pero ahora solo tenía asco por sus acciones pasadas, acciones provocadas por su estúpido orgullo e inseguridades.
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Los cuerpos de los caídos fueron cremados según la tradición saiyajin. Las cenizas de cada uno de ellos fueron depositadas en los cimientos del monumento erguido en su honor, donde reposarían por toda la eternidad.
En silencio, los miembros de la familia real presenciaron la ceremonia con sumo respeto, cada uno con el rostro desencajado, frente al montículo de lo que quedó de aquellos valientes guerreros que dieron la vida por el continuar de su orgullosa raza.
La solemnidad reinó en el evento, en el que el rey se mostró con sus facciones más duras de lo acostumbrado. Se encontraba furioso y decepcionado de sí mismo, de su exceso de arrogancia. Por primera vez, el rey Vegeta IV se sintió en los zapatos de aquellos que conquistó en el pasado, en sus días al servicio del temible Freezer.
Esa noche, después de terminados los formalismos requeridos, ya solo en su habitación, desnudo en la ducha, con el cansancio sobre sus hombros; el príncipe Vegeta se echó a llorar de rodillas, con los puños apoyados sobre las baldosas color gris oscuro, tan oscuras, como los días que le esperaban sin ella. Desde su partida, no había tenido tiempo para extrañarla como se debía, para pensar en su soledad, para añorar su olor. Ahora, en la soledad, sin ojos curiosos a su rededor, se dio a la tarea de sacar cada gota de lágrima que tenía reprimida desde que ella se marchó.
Sentía que él lo merecía, que su comportamiento hacía ella merecía todo el sufrimiento que ahora le invadía, y estaba dispuesto a auto flagelarse, si de alguna manera, podía resarcir el daño que le causó a la joven mujer que su único error, fue despreciarlo.
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Los trabajos de reconstrucción del planeta marcharon con rapidez, el rey Vegeta no escatimó en gastos, incluso importando mano de obra para ayudar en lo que fuese necesario, los medios de comunicación llevaban las nuevas a cada esquina del cuadrante, incluso fuera.
Con emoción, Pan leía las buenas nuevas sobre las mejoras en los hospitales del planeta que había dejado atrás. Se apresuró a dejar el periódico en el estante, continuando con sus compras, no podía llevarlo consigo, a su padre Gohan no le agradaba su interés por el planeta guerrero y no deseaba comenzar una nueva discusión, esperaba que el tiempo ablandara su corazón, y lograra entender lo que verdaderamente sucedió, en donde todos tenían parte de culpa, especialmente él; algo que el híbrido no aceptaría por el momento.
Tenía casi dos meses de haber regresado a la Tierra, en los que sin perder tiempo ya se encontraba juntando lo requerido para continuar con su preparación académica, tomando estudios particulares para lograr el nivel que se le pedía. Anthon le ayudaba a ponerse al corriente, sin dejar de lado sus intenciones románticas con Pan, a pesar de los límites establecidos por su amiga.
«Lo siento, Anthon. Te usé, lo admito y lo lamento. No sucederá nada más entre nosotros, no tengo interés».
Al parecer, había funcionado, el muchacho la trataba de nuevo como en los viejos tiempos, como siempre debió ser, esperaba que así fuera siempre.
Tenía un nudo en el estómago, no entendía la razón, se suponía que la anulación de su unión con el príncipe, siempre fue un sueño lejano al que había renunciado. Ahora que era una realidad, no sabía cómo procesarlo, ni siquiera cómo abordarlo con sus padres.
Luego de volar a escondidas de los terrícolas, llegó a casa, constatando que sus padres aún se encontraban en la ciudad, específicamente, en la universidad donde asistían a un evento de docentes. Al parecer, tardarían en regresar.
Por lo que se apresuró a tomar el comunicador de largo alcance de su padre. Tecleó las coordenadas que se había memorizado y esperó a que la señal viajara de satélite en satélite, hasta el lejano planeta guerrero, donde respondieron después de algunos minutos.
—Siento la hora, aprovecho que mis padres tardarán un poco en llegar.
—Sabes que duermo tarde.
—Es de madrugada, su alteza.
—Un poco. ¿Sucede algo? —preguntó el heredero, mostrándose neutral. Siempre le latía fuerte el corazón, en las pocas ocasiones que había tenido la oportunidad de hablar con ella desde su partida, tres con esta.
—Mi abuelo Bardok me envió la notificación de la anulación de… de la unión —terminó con timidez.
—Sí, fue un trámite complicado, pero no imposible —tragó saliva disimulando su decepción.
Pan sonrió. Oficialmente, el príncipe pasaba a ser su ex, no sabía cómo actuar ahora frente a él, apenas podía creer que era dueña de su vida de nuevo. Su noble carácter le incitaba a agradecerle, pero a la vez, sabía que era su derecho, que no tenía por qué agradecer por regresarle lo que le pertenecía, lo que se le había robado.
—Bien, lo dejo dormir. Espero tenga una vida larga y plena, su alteza —se despidió con prisa.
De pronto sintió que no tenía nada más qué decir ante el príncipe, como si aquella naturalidad que alguna vez existió entre ellos, de pronto desapareciera, dejado una familiar incomodidad que no supo cómo manejar.
La señal desapareció, junto con la imagen de la joven en la pantalla, quedando solo el negro profundo del aparato apagado frente al príncipe, quien se quedó sentado media hora más, pensando, lamentándose, llorando; imaginando lo que pudo ser y no será.
Fin del capítulo.
Apenas poco más de un mes, pero siento que pasó más tiempo desde que actualicé. Estoy consciente de que estas semanas influyen en que la historia se enfríe en sus mentes, me ha pasado con otros fanfics que leía, pero en realidad me cuesta mucho trabajo darme un tiempito, por eso tardo y me frustra como no tienen idea.
A pesar de haber terminado este capítulo con tiempo, tuve varias dificultades para editarlo, entre ellas, el fallecimiento de una tía que padecía de cáncer, a la que estuve visitando en el hospital y por lo que tuve que viajar para sepultarla en otra ciudad, donde vive la mayoría de mi familia. Por lo que tuve menos tiempo para escribir en esta ocasión.
En cuanto a la historia, pasamos a una tercera fase de crecimiento personal de ambos personajes. Ha pasado mucho dolor, especialmente Pan, mucha culpa por parte de Trunks, la distancia era necesaria.
No olviden dejarme su opinión, nos leemos pronto, espero muy pronto.
