Descargo de responsabilidad: Stephenie Meyer es dueña de Twilight. Drotuno es la mente maestra detrás de esta asombrosa historia, yo solo la traduzco con su permiso. ¡Gracias, Deb!

Disclaimer: Stephenie Meyer owns Twilight. Drotuno is the mastermind behind this amazing story, I'm only translating it with her permission. Thanks, Deb!


Muchas gracias, Sully por tu valiosa ayuda como prelectora. Todos los errores son míos, avísame si encuentras alguno. ¡Gracias!


Capítulo 5

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EDWARD

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—¿Así que crees que todo esto está relacionado? —preguntó Garrett mientras nos dirigíamos de la comisaría a la cárcel del condado.

—No lo sé. Si ese robo resulta conectado a The Inferno, entonces diablos sí, está relacionado. —Sacudí la cabeza ante ese pensamiento—. Pero mierda, ¿qué posibilidades hay de que no lo esté?

—Una entre un puto millón. Quiero decir, tu último caso en Narcóticos fue este imbécil al que estamos a punto de interrogar, que resulta ser el follamigo de nuestro caso actual. Su hermana, y lo digo en el mejor de los sentidos, su jodida sexy hermana es ahora tu casera y vecina.

Resoplé, pero no se equivocaba en nada.

»Y ahora, robaron a la madre de su bebé.

—No sabes esa mierda. Ni se lo menciones a Whitlock cuando entres ahí —le advertí. Le había prometido a Bella que lo mantendría en secreto.

—Sí, sí. No lo haré. Pero si todo está conectado, entonces esa dulce chica de la cafetería está en medio de todo.

—Carajo —suspiré, frotándome ligeramente el corte encima del ojo. Estaba cicatrizando bien, pero podría dejarme una cicatriz después de todo. No es que me importara una mierda.

—¿Todavía te odia?

Me reí entre dientes, negando con la cabeza. —No. Pero creo que su padre tiene mucho que ver con eso.

No mencioné mucho más. Garrett no necesitaba saber que me había limpiado la cara reventada o que parecía entender la frustración que suponía todo lo relacionado con The Inferno o que el asesinato de Maria era probablemente un resquicio de esperanza para la situación de su hermano.

—Es policía retirado, ¿cierto?

—Sí. Le dispararon estando en servicio.

—Te cae bien.

Frunciendo el ceño, me encogí de hombros con indiferencia, y pude sentir su mirada, pero me centré en estacionar en la cárcel. No estaba seguro de qué hacer con lo que sentía por Bella. Me sentía atraído por ella más allá de lo comprensible, porque era hermosa e inteligente, y me hacía sentir incómodo y con la lengua trabada. Parecía ser la única persona en este caso que se esforzaba al máximo por ser más, por ser mejor. Ella era el puerto en la tormenta, un lugar seguro. No juzgaba ni rechazaba. Parecía que sólo quería ayudar. Pero me preguntaba si ayudar iba a ponerla en una situación que la perjudicara.

Ya habíamos pedido que metieran a Whitlock en una sala de interrogatorios, así que cuando cruzamos la puerta, Charlotte sonrió y señaló con el pulgar hacia el pasillo. Tras entregar nuestras armas y cruzar las puertas de acceso, estudié a Whitlock a través de la ventana.

Estaba inquieto, pero su rostro estaba más claro, no tan pálido. Tampoco gritaba ni se ponía violento, lo cual era una buena señal. Esperaba que el programa de rehabilitación le estuviera ayudando.

—¿Tú o yo? —preguntó Garrett.

—Yo. —Abrí la puerta y la cerré tras de mí.

La cara de Whitlock pasó del nerviosismo al enfado, pero se contuvo. —Supongo que debería darte las gracias por... —Hizo un gesto con la mano.

—Tal vez. Aunque no creo que lo hiciera por ti. Lo hice por tu hermana.

Su cara se arrugó de confusión. —¿Bella? Te odia a muerte.

Sonriendo, me encogí de hombros. —Hace poco llegamos a un acuerdo, Jasper, pero no estoy aquí por Bella. Me envió a hacerte unas preguntas.

Se estremeció. —Maria.

—Sí.

Frunció el ceño hacia la mesa, comiéndose las uñas. —Era... el puto demonio.

Sonriendo, le hice un gesto para que continuara.

»Ya sabes, recuerdas todas tus primeras veces: el primer beso, la primera vez que tuviste sexo, la primera cerveza. Toda esa mierda. Yo no era nuevo con la hierba o la coca antes de ella, pero demonios, ojalá pudiera volver atrás en el tiempo y clavarle esa primera aguja en el cuello. —Me miró cuando tarareé en señal de acuerdo—. Nunca volví a ser el mismo. La amaba y odiaba a la vez. Justo cuando empezaba a recomponerme, ella volvía a tirar de mi culo, colgándome esa mierda en la cara como la puta zanahoria a un conejo.

Se quedó callado un minuto, pero me miró a los ojos.

»Sé que ese cabrón, Pauly, está aquí en la otra ala. ¿Fue él?

—No estaba solo —le dije—. La razón por la que estoy aquí es... ¿por qué? ¿Por qué Pauly y quienquiera que estuviera con él matarían a Maria? ¿Qué propósito tendría? ¿Y quién estaría con él?

—¿Además del hecho de que consumía más de lo que vendía?

—Aún así, eso no es suficiente para matarla. Por lo que he oído, Hunt recuperaría lo suyo de otras maneras.

Whitlock arrugó la nariz. —Cierto. Sacaría a cualquiera de su camino por venganza o para vengarse.

Mi ceño se arrugó ante eso porque parecía decirlo por experiencia.

—¿Quién, Jasper?

Sus fosas nasales se ensancharon mientras negaba con la cabeza. —No puedo. Me matarán.

Llamaron a la puerta y Garrett asomó la cabeza, haciéndome señas para que me acercara.

—Llegaron los resultados de las huellas de tu robo. Coinciden con un Laurent Brunelle y un juego desconocido —susurró, sacudiendo la cabeza—. Toda esta mierda está relacionada, Edward. Están deteniendo a Laurent mientras hablamos.

—Carajo —dije a través de un suspiro cansado, volviendo a mirar a Jasper—. Tienes un problema, Whitlock, así que será mejor que me digas lo que sabes.

—¿De qué coño estás hablando?

—¿Quién querría a Maria muerta, Jasper? —le pregunté despacio, como si fuera un niño—. A mí tampoco me jodas, porque está muerta, robaron en casa de la hermana de tu novia y esas huellas acaban de involucrar a uno de tus colegas, Laurent. Estará aquí, contigo, antes de que se apaguen las luces. Así que deja de proteger a esos pendejos, porque tu chica se acaba de mudar con tu hermana. ¿Te atreves a adivinar quién será la siguiente?

Palideció tan rápido que pensé que se desmayaría. Se le había ido todo el color.

»Jesús, Jasper, ¿qué carajos está pasando?

Negó lentamente con la cabeza, y luego miró a su alrededor como si todo el puto mundo estuviera espiando. De verdad, pensé que se pondría enfermo allí mismo, en la mesa, porque le corría el sudor por la frente, le temblaban las manos y aún no había recuperado el color.

Tomé asiento frente a él, estudiando su comportamiento.

»¿Qué hiciste, Jasper?

—No... no fue idea mía —apenas si lo dijo en voz alta, volviendo a sacudir la cabeza—. Yo no... Fue ella. Maria estaba harta de la mierda de James. Ella... Ella quería un gran golpe para poder alejarnos de él. Estábamos usando sus conexiones. Y entonces tú...

Sonriendo con tristeza, dije—: Y yo te atrapé. Sip, bien. ¿Y qué más pasó?

—No conseguiste ni una fracción de lo que teníamos —me siseó—. Habíamos... Maria escondió la mayor parte de las drogas.

Me pasé una mano por el pelo, porque esos dos decidieron joder a James Hunt con sus propias drogas. Hicieron la compra para él, pero escondieron una parte, una parte bastante importante, si Maria estaba muerta por su culpa…

—¿Dónde?

—¡No lo sé! Estaba aquí dentro. Ella la habrá movido una vez que me arrestaron. Mierda, me sorprende que no se mudara al puto México o alguna mierda así —soltó nervioso.

—¿Ese era el plan? —le pregunté, sintiendo de pronto una increíble lástima por Alice Brandon en este jodido escenario. Y estaba de acuerdo con Bella: Jasper debería ser golpeado con la realidad de su próxima paternidad—. ¿Habrías dejado a todo el mundo atrás? ¿A Charlie, Bella y Alice?

Finalmente, la culpa y la vergüenza cruzaron su rostro. —Yo... yo habría... yo no...

—No pensaste porque estabas demasiado intoxicado, demonios.

Me miró con desprecio, pero al menos asintió una vez con la cabeza. —Si Maria hubiera hecho algo, habría guardado esa mierda y la habría escondido. O vendido y escondido el dinero. No confiaba en nadie. Ni siquiera en mí.

—¿A quién?

—A los putos italianos que manejan la mierda en toda la ciudad.

—¿Aro Vulturi?

—Sí, él. Habría pagado mucho dinero por esa cantidad de heroína pura sin cortar —murmuró Jasper—. Y desprecia a James, así que habría hecho ese trato con una puta sonrisa en su espeluznante cara.

Esbocé una sonrisa porque Aro era un cabrón espeluznante: pálido, delgado, metido en todo tipo de actividades ilegales. Dirigía Construcciones Volterra, pero esa era simplemente su cara.

—¿Quién la pudo haber matado, Jasper?

—James —asintió con vehemencia—. Sí, esa mierda... Él mismo lo habría hecho.

—¿Lo ha hecho antes?

Puf, sí.

—¿A quién?

Me miró. —Investiga a una chica desaparecida. Bree Tanner. Pregúntale a Bella por ella —se quedó callado durante un minuto, pero entonces el pánico empezó a apoderarse de él—. Tienes que proteger a mi familia.

Fruncí los labios y entrecerré los ojos. Quería decirle que había algo más en juego, pero me lo guardé.

—Voy a darte un consejo, Jasper —empecé suave y lentamente, y él se encontró con mi mirada—. Será mejor que te limpies, que pongas tus cosas en orden. Tu hermana ha estado limpiando tus putos desastres durante demasiado tiempo.

Haciendo un gesto de dolor, asintió. —Lo sé. Ella es... increíble.

Resoplé y luego dejé escapar un largo suspiro. —Me acabo de mudar encima de Common Ground. No sabía la relación que había contigo. Fue con Charlie con quien hablé.

Jasper sonrió. —Sí, a Bells le gusta así. Ella lo pone como la cara de ese lugar. Y él habría elegido a un policía antes que a cualquier otro.

Asentí. —Eso parece. Si creen que ella está custodiando esa mierda, entonces vendrán por ella.

—Enviará primero a su seguridad.

Me levanté, dando un golpecito en la mesa. —De acuerdo. Investigaremos a James —antes de alejarme, le pregunté—: ¿Por dónde empiezo a buscar esta mierda que robaste, Jasper? Porque, al parecer, tengo que adelantarme a James.

Jasper frunció el ceño mientras negaba lentamente con la cabeza. —No sería obvio. En ninguno de los sitios donde pasábamos la noche o… o... o...

—O se drogaban.

—Cierto. Así que ni en casa de su madre ni en el motel de la autopista.

—Su automóvil estaba limpio. También su habitación en el apartamento de su madre. ¿Qué hay de The Inferno? —ofrecí.

—Diablos, no. Ese es el último lugar donde la pondría, y apostaría a que sabía que iban a ir por ella después de que me atraparon —explicó, frunciendo el ceño—. Mierda, podría estar en cualquier sitio. Eso si no la vendió.

—¿Cuánto se llevaron?

—Dos kilos.

—Cristo, Jasper —suspiré, negando con la cabeza que, dependiendo de su pureza, le hubieran robado a James cerca de doscientos mil dólares en heroína. Y si se la hubieran vendido a los Vulturi a la mitad de lo que valía, podrían haber salido de Seattle—. Resguárdate aquí. Y ponte las pilas, Whitlock.

Hizo una mueca, pero asintió. —Dile a Bella... Dile que lo siento.

Al salir de la habitación, mis ojos se encontraron con los de Garrett mientras levantaba su teléfono. —Tenemos que hablar con Casos sin Resolver. Bree Tanner lleva desaparecida cuatro años.

Asintiendo una vez, añadí—: Y quiero una patrulla en Common Ground por si acaso.

—Sí, eso está hecho. Ya la pedí —dijo, dándome una palmada en el hombro—. Vamos, busquemos el expediente del caso Tanner.

~oOo~

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BELLA

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—Esto es lo último —dije, dejando la última caja con las cosas de Alice en la habitación de invitados de mi padre.

Han pasado unos días desde que apareció en Common Ground llorando. Se había tomado un par de días para hacer las maletas.

Extendió el montón de ropa en perchas sobre la cama, mirando alrededor de la habitación. Su expresión era cansada y triste. La mudanza de casa de su hermana había sido muy emotiva para ella. Cynthia parecía desconsolada y un poco enfadada.

Sin embargo, papá estaba todo lo contrario. Estaba feliz de tener a Alice, especialmente si no sólo la mantenía a salvo, sino que también le daba la oportunidad de estar cerca de este bebé. Seguía queriendo un varoncito. Y la instaba a decírselo a Jasper todos los malditos días, pero ella no estaba preparada. Le dije que la dejara en paz. Alice tenía sus razones. Si tuviera que adivinar, estaba segura de que ella estaba esperando saber cómo iba su rehabilitación. O tal vez la muerte de Maria tenía algo que ver.

Alice la odiaba. Incluso ahora que se había ido, Alice esperaba que el fuego del infierno lamiera cada centímetro de Maria. Eso probablemente tenía más que ver con no decirle a Jasper sobre su bebé que con cualquier otra cosa. Alice estaba resentida por el engaño y las drogas y cualquier otra cosa que hubiera ocurrido entre ellos dos.

Había una parte de mí que no la culpaba por eso, porque engañar era algo bajo. Me importaba un bledo el porqué o si eran drogas o lo que fuera. Y probablemente por eso me había comprometido a dejar que se lo contara cuando estuviera preparada.

No habían capturado a nadie por el robo. Edward nos había dicho que habían recuperado un juego de huellas, pero que el tipo al que pertenecían había desaparecido. No nos había dicho mucho más que eso, y ha estado ocupado. Apenas si lo había visto. Salía antes del amanecer y volvía a casa bien entrada la noche.

Me acerqué a la ventana y miré hacia la calle. El apartamento de papá era también la conserjería, así que estaba en el primer piso. Ya había anochecido y la calle estaba tranquila. No vi la gran camioneta plateada de Edward, pero había una patrulla estacionada enfrente, y me pregunté si sería cosa suya.

Volviéndome hacia Alice, le pregunté—: ¿Qué se te antoja hoy?

Sonrió. —Pizza.

—Me parece bien. Pídela. —Le di unos billetes mientras ella sacaba su teléfono—. Pídele a papá una suprema que tanto le gusta.

—De acuerdo.

—Voy al 4B a ponerle fin al día de trabajo del señor pintor.

Ella resopló, pero me hizo un gesto para que me fuera. —Saluda al del 3B de paso.

Me reí y la rechisté. —No está en casa.

—Es una pena. Al menos es bonito de ver —bromeó, entrecerrando los ojos.

—Mmm, eso es muy cierto —murmuré para mis adentros mientras salía del apartamento de papá y subía los cuatro pisos hasta la puerta abierta del 4B.

Tenía su teléfono transmitiendo un partido de béisbol apoyado en el alféizar de la ventana. Estaba pintando a grandes trazos con el rodillo.

—Es todo por hoy, señor Bob el Constructor.

Papá sonrió por encima del hombro. —¿Cocinaste?

—No, he estado instalando a tu nueva compañera de apartamento —le respondí con agudeza—, que casualmente está pidiendo pizza mientras hablamos.

—¿Cómo está?

—Bueno, sus hormonas me están causando latigazos.

Soltó una carcajada. —Tu madre casi me arranca la cabeza con una sartén cuando estaba embarazada de ti. Te comprendo.

Solté una risita. —¿Qué hiciste?

—Olvidé la salsa picante para sus tacos.

—¡Ay, rayos! Un delito castigado con la muerte. Entendido. Tomo nota.

Mientras terminaba la última pared del salón, le ayudé a limpiar y recoger, enjuagando brochas y rodillos. Hacer que se mudara aquí ha sido la mejor idea para los dos.

Se había sentido muy mal en Forks después de que lo obligaran a jubilarse, y yo necesitaba su ayuda en este lugar. Y él es bueno en eso. Seleccionaba a los solicitantes, se ocupaba del mantenimiento y no le importaban los pequeños problemas de seguridad, como los clientes desagradables de Common Ground o pendejos que no sirven para nada. Charlie Swan seguía teniendo licencia para portar armas. Lo único que ya no podía hacer era perseguir a nadie, ni pelear. La bala que había recibido le había destrozado la rodilla.

Al final de un largo día, cojeaba igual que en ese momento. Apagamos las luces del 4B y cerramos la puerta con llave mientras él se agarraba a mi hombro para bajar los cuatro tramos de escaleras. Intenté no pensar en Edward mientras pasábamos junto a los apartamentos del tercer piso, pero me resultó imposible.

En lo alto de las escaleras que bajaban al segundo piso, me volví hacia papá. —Ve. Tengo que darle de comer a Sid. Enseguida voy.

—Diez – cuatro (4), niña —dijo, dándome un apretón en el hombro antes de soltarme para poder agarrarse a la barandilla.

Saqué las llaves mientras me dirigía por el pasillo hacia mi puerta. Los pelos de la nuca se me erizaron cuando me di cuenta de que la puerta estaba abierta. Sid salió de entre las sombras para frotarse contra mis piernas, y su ronroneo casi sonó desgarrado.

—¿Qué demonios? —murmuré, arrodillándome para alzarlo.

Me alejé de la puerta despacio y en silencio cuando oí ruidos apagados en el interior y abracé a Sid. Cuando llegué al final del corto pasillo, me llamó la atención un movimiento. Edward estaba subiendo las escaleras, y estaba allí mismo. Me había dado un susto de muerte.

—Mier.. —salió como un susurro, y Edward estaba completamente divertido hasta que vio que no me reía.

—¿Qué pasa?

—Mierda —respiré, señalando hacia mi puerta. —Mi... Mi puerta está abierta. Sid estaba...

Hice una especie de gesto hacia arriba y hacia el pasillo, pero estoy segura de que él sabía lo que quería decir, porque la furia pura se apoderó de su atractivo rostro mientras nos apartaba a Sid y a mí, susurrando—: Ve con tu papá.

Su rostro era feroz y sombrío mientras me miraba a mí y luego a Sid, centrándose finalmente en mi apartamento mientras buscaba su pistola en la funda. Algo sonó como si se rompiera desde el interior de mi casa, y Edward inclinó la barbilla para que me fuera.

Asentí con vehemencia y me dirigí a las escaleras, pero no pude evitarlo. Su forma de moverse, segura y silenciosa, sigilosa y sin vacilar, era cautivadora. Y bastante aterrador, sinceramente. Era imposible no mirarlo.

Edward se movía despacio, en silencio, por el pasillo, apuntando con su arma delante de él. Justo antes de llegar a la puerta, dos figuras salieron corriendo de mi casa. Edward reaccionó al instante, y ni siquiera utilizó su arma. Su mano agarró un puñado de la camisa de alguien y lo golpeó tan fuerte contra la pared que cayó inmediatamente en un montón a sus pies. Eso fue con una mano. Con la otra apuntaba a la segunda persona con su 9 mm.

—No te muevas, cabrón. Tengo todo el derecho a pegarte un tiro, Laurent —advirtió Edward.

Cuando oí el nombre, mis ojos se entrecerraron en la persona que seguía gimiendo de dolor a los pies de Edward.

El maldito Jacob Black.

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(4) Ya ha salido antes, pero pensé que no era necesario aclararlo. Sin embargo, acá está: 10-4, es una expresión utilizada en conversaciones en radio comunicaciones, muy común entre policías porque así se envía un mensaje claro y conciso. A lo largo de la historia estaremos viendo este y otros códigos.

Para este caso, 10-4 tiene los siguientes significados: Mensaje recibido. Afirmativo. OK. Comprendido.


Recién publiqué la traducción de una historia corta de Rosalie/Emmett a propósito de San Valentín. Espero le des la oportunidad. ¡Gracias!