¡Hola a todas! ¡Buenas noches! ¡Espero hayan pasado un feliz miércoles! Me alegra mucho poder compartirles un nuevo capítulo de esta historia. ¡Muchas bendiciones!

"UNA VISIÓN DE AMOR"

CAPÍTULO XXXV

"¡Bienvenido, amor mío!", exclamó Candy feliz al verlo entrar.

Luego de lo que terminaron siendo seis largos días durmiendo separados, estando él en recuperación en el primer nivel de la mansión tras su recaída por el encuentro inesperado con los hermanos Legan, ahora la pecosa celebraba que, a Anthony - por permiso médico - finalmente se le permitía movilizarse de vuelta a su habitación compartida, en el segundo nivel de la Mansión Andley.

Anthony sonrió al ingresar a su reformada habitación de soltero, ahora con aire matrimonial, utilizando su anterior silla de ruedas, conducida por uno de los mayordomos menores.

"¡Gracias, Candy!", le dijo el rubio, mientras el mayordomo hacía una leve reverencia, y discretamente se retiraba, dejándolos solos. "¡Es un alivio estar aquí, amor! ¡Ahora finalmente yo también podré venir a cuidarte otra vez también! Además, dormir sin ti es una tortura para mí, pecosa", dijo el rubio sonriendo sincero, logrando que la pecosa le sonriera aún más, emocionada de escucharlo y de tenerlo nuevamente a su lado, ya sintiéndose mejor.

"¡Para mí también lo fue, Anthony!", le dijo, "¡Los dos te extrañamos muchísimo…!", le dijo, haciendo referencia a su pequeño al colocar su mano sobre su pancita, al tiempo que extendía su otra mano y estrechaba la que le ofrecía su marido, quien tomaba su pequeña mano llevándola hasta sus labios, besándola en el dorso galantemente, mirándola con amor a los ojos. Candy sonrió conmovida. Luego Anthony saludó a su hijo también acariciando la pancita de la rubia.

"¡Hola, campeón! Espero que te hayas portado bien con mamá.", le dijo a su hijo sonriendo, ganándose una pequeña patadita de su parte.

"Se portó muy bien tu hijo.", le dijo la pecosa orgullosa, sintiendo la patadita también.

"¡Qué bien! ¿Y usted, señora Brower? ¿Se portó bien en mi ausencia?", le dijo coqueto.

Candy sonrió divertida por su pregunta. Y agachándose a él en la silla de ruedas sonrió, "Mejor que nunca, señor Brower…", le dijo. "Déjeme demostrárselo," le dijo y apoyándose en los brazos de su silla, lo besó en los labios con pasión. Luego de un momento, suspiró…"Bienvenido, mi querido señor Brower," le dijo la pecosa sonriente. Anthony no respondió sino volvió a tomar sus labios, esta vez disfrutando de un profundo beso en bienvenida, sosteniendo el rostro de su esposa con una de sus manos.

Los dos suspiraron enamorados al finalmente separarse.

Un llanto se escuchó entonces desde una puerta entreabierta al otro lado de la habitación. La nueva puerta agregada a la antigua habitación de Anthony daba a una habitación contigua, convertida ahora en una acogedora guardería para el futuro heredero Brower, pero ahora utilizada antes de tiempo por la pecosa para otro bebé.

"¿Es Hope?", preguntó Anthony extrañado, viendo hacia la nueva puerta entreabierta.

"Así es, amor.", dijo Candy. "Prefiero tenerla cerca por si necesita algo", le dijo la rubia. "Descuida, Dorothy está con ella. Ella se encargará", le dijo tranquila, y Anthony asintió sin decir más.

"Con su permiso", dijo el doctor Miller llegando a la nueva habitación del rubio, mientras otro mayordomo se retiraba, tras escoltarlo.

"Buenos días, doctor, Miller." Dijo Anthony sonriente. "Pase, por favor."

"Veo que ya estás felizmente instalado", sonrió el galeno.

"Acabo de subir nada más", sonrió Anthony. "Solo desayuné y decidí adelantarme."

"Bien", dijo él, y luego volviéndose a Candy continuó, "Buenos días, Candy."

"Buenos días, doctor Miller.", le sonrió la pecosa contenta.

"Ahora que ya estás aquí," dijo el doctor dirigiéndose nuevamente al muchacho, "te aconsejaría recostarte por la mañana, y ya para el almuerzo ya movilizarte por la mansión, pero con tu silla si la distancia es mucha. Como les decía ayer, ahora es cuestión de descansar tu espalda un par de semanas más."

"Pero sí puedo caminar cortas distancias, ¿verdad, doctor?", dijo el rubio. "Sin necesidad de la silla."

"Sí, Anthony, pero, como siempre, sin abusar." Le dijo. "Es precaución nada más, pero estoy seguro de que Candy velará que te cuides."

"Por supuesto que sí, doctor Miller. Yo veré que descanse lo más posible y que use su silla." Le dijo, viendo a su esposo con una sonrisa que él le devolvió divertido.

"Y tú, Candy, debes descansar también porque, aunque ya tienes una bebé a tu cuidado, estos últimos meses son los más pesados para ti antes del nacimiento de tu bebé."

"Sí, doctor Miller.", dijo Candy.

"No olvides hacer los baños de agua caliente que te dije, si tienes más molestias."

"Sí, doctor."

"¿Tienes molestias, amor?", le dijo el rubio preocupado. Candy se sonrojó.

"Solo un poco. No te preocupes por eso, Anthony", le dijo la rubia con una leve sonrisa.

"El bebé ya comienza a pesar más", explicó el doctor. "Pero como te dije, Candy, es bueno que camines por las mañanas, y que intentes descansar luego todo lo que puedas. El poner tus pies en alto, es importante también."

"Lo haré, doctor. No se preocupe.", le dijo la pecosa. "Y mantenerte bebiendo suficiente agua."

"Sí, doctor."

"Yo veré que ella cumpla con todo eso, doctor Miller", dijo Anthony con decisión.

Él sonrió. "Sé que lo harás, Anthony." El galeno sabía bien que la prioridad del rubio era siempre su esposa, y viceversa, y eso era una cualidad que admiraba en ambos, como pareja.

"Bien, si nos permites, Candy."

"Claro, doctor Miller. Veré cómo le fue a Dorothy con Hope", sonrió la pecosa, dejando a médico y paciente para su auscultación matutina. Ambos la vieron caminar a la puerta de la guardería y entrar, cerrando con cuidado la puerta tras de sí.

"Desde ya, Candy es una madre muy dedicada, Anthony", comentó el doctor que, de lo poco que había visto interactuar a la rubia con la bebé recién nacida, le había impresionado la candidez con la que trataba a una bebé que no era suya.

"Sí. Lo es, doctor", dijo Anthony con una sonrisa, pero luego su expresión cambió poco a poco, recordando una conversación de la noche anterior.

"¿Pasa algo?", dijo el doctor al notarlo más serio tras comenzar él a sacar su estetoscopio e implementos y colocarlos sobre una cómoda de la habitación.

"¿Qué?", preguntó distraído el rubio.

"¿Qué si te pasa algo, Anthony?", volvió a preguntar el galeno, acercándosele entonces.

"No. No es nada, doctor Miller.", la expresión del muchacho volvió a cambiar a una despreocupada. "¿Prefiere que me siente en la cama, para los exámenes?"

"Sí, por favor, Anthony.", dijo el doctor y Anthony, sabiendo perfectamente el manejo de su silla de ruedas, se aproximó con ella a la cama, la aseguró, y con cuidado, se puso de pie con la ayuda del médico y caminó solo para sentarse al borde de ésta.

Mientras, en la habitación contigua, tras cerrar la puerta, Candy se aproximó a Dorothy que intentaba calmar a la pequeñita que aun lloriqueaba en sus brazos, aunque más suave.

"Lo siento, Candy." Le dijo la mucama, "No sé qué le pasa esta mañana.", le dijo.

"Descuida, Dorothy. Dámela", le dijo, y yendo a ella, rápidamente intercambiaron a la bebé.

"¿Qué te pasa, Hope?", le dijo Candy caminando con ella. "¿Acaso no te gustó que saliera un momento, corazón?", le dijo acunándola. Al escuchar su voz, inmediatamente la pequeña comenzó a tranquilizarse. "Tienes que portarte bien con Dorothy y con Matilda porque ellas también te quieren mucho…", le dijo.

"¡Vaya…!", dijo Dorothy sorprendida al ver que había dejado de llorar. "Parece que solo era que te extrañaba, Candy.", le dijo sonriente.

"Eso parece", dijo la rubia sonriente, yendo hacia la mecedora y sentándose con ella, para esperar a que se durmiera.

"Lo bueno es que hasta ahora ha sido un angelito durmiente.", comentó la pelirroja de trenzas.

"Así es. Solo para comer se levanta. Veremos cómo nos va con Anthony esta semana, ya que él está aquí", dijo contenta.

"Pues… con suerte no serán muchos días", dijo Dorothy mirando bostezar a la pequeña en los brazos de la rubia.

"¿Eh? ¿A qué te refieres, Dorothy?", preguntó intrigada la joven señora.

Dorothy miró a Candy confundida, "Es que… bueno, yo creí que…", dijo ahora sin saber si hablar o no. "Es que escuché decir al señor Stephen que ha aparecido una familia en el pueblo que está dispuesta a aceptarla."

Candy sintió como si le cayera de pronto un balde de agua fría encima.

"¡¿Cómo dices?!" exclamó la rubia entonces y se le quedó viendo sorprendida. "Pero… pero… ¿quién?", dijo al fin, tras salir de su momentáneo shock.

"No lo sé, Candy. Al bajar por el próximo biberón de Hope lo escuché comentarlo", dijo ya asustada por haber abierto la boca de más. "Talvez me equivoqué. Por favor, no me hagas caso.", se apresuró a retractarse.

Candy se quedó pensativa considerándolo, sin embargo. Era una posibilidad todo ese tiempo, y ella lo sabía bien. Había sido el trato para aceptarla. Pero después de esos pocos días junto a ella, conociéndola más y disfrutando de su cuidado, distraída como era, lo había olvidado por completo… Había olvidado sin querer…que la pequeña no era suya.

Sus ojos verdes se llenaron de lágrimas al tomar Candy consciencia de ello, y se dirigieron entonces al pequeño rostro de la bebé que ahora dormía totalmente tranquila y confiada en sus brazos sin sospechar su destino; y su corazón de madre se estrujó en su pecho.

"Lo siento, pecosa.", dijo Anthony a su esposa, una hora más tarde, tras retirarse el doctor de la habitación, luego de confirmar el galeno que él aún no sabía nada al respecto.

"Pero ¿tú sí lo sabías entonces?", preguntó Candy sorprendida, viendo a su esposo recostado ya en la cama, listo para descansar esa mañana. Tras dormirse Hope, Candy esperó a poder entrar a la habitación otra vez para preguntarles.

"La tía abuela al pasar a darme las buenas noches ayer, me comentó que parecía que había una familia interesada en la pequeña."

"¿Quiénes son?", dijo Candy intentando contener su decepción, para no preocuparlo más. Por eso había actuado lo más naturalmente posible, sin dramas o tristeza, al preguntarle a él y al doctor al respecto hace solo unos momentos. "¿Los conoces?", preguntó tranquila, sentándose en la cama junto a él, mirándole de frente.

Anthony se le quedó viendo, analizando su mirada. Su rostro era totalmente sereno al hablarle, pero sus ojos… esa mirada que conocía tan bien… "No, Candy. No los conozco. Según me dijo la tía abuela es una pareja joven", dijo Anthony. "Los esposos Owen, creo yo que se llaman. La tía abuela los recibirá hoy a las 11:00 hrs. para analizar su petición. No quiere entregarla a la primera persona que la pida, lo cual le agradezco mucho. Ojalá yo mismo me pudiera encargar de eso, pero en estos momentos…", se interrumpió, exhalando cansado, sintiéndose un poco frustrado con su condición médica una vez más.

"Descuida, amor.", le dijo la rubia rápidamente, tomando su mano. "Estoy segura de que la tía abuela es una persona conocedora del carácter humano. Confío en su criterio también." Le dijo ella con una sonrisa serena. "Pero igual, pediré estar presente cuando los reciba.", le dijo.

Anthony le sonrió con tristeza y asintió.

Candy se quedó pensativa un momento.

"Tú la quieres mucho, ¿verdad, pecosa?", le dijo Anthony entonces deslizando el dorso de sus dedos por su blanca mejilla en una fugaz caricia, con su otra mano.

Candy bajó su mirada y su sonrisa se amplió, "Es una pequeña encantadora y muy tierna", le concedió sincera, volviéndolo a ver, pero sin denotar ninguna señal de apego o pena por ella.

"Lo sé.", le dijo su esposo pensativo, viéndola. "Esperemos que encuentre pronto su nuevo hogar y que sea muy feliz en él."

"Sí.", dijo Candy sin turbarse. "Es lo que todos deseamos para ella.", confirmó la rubia. "Bien", dijo cambiando el tema, "ahora descansa, amor. Me quedo aquí contigo hasta que te duermas." Le sonrió con cariño.

Anthony asintió sonriéndole levemente, y con cierta renuencia el rubio cerró sus ojos y trató de conciliar el sueño tan necesario para su salud. Candy lo contempló con fascinación minutos después de quedarse él dormido, hasta que su pequeño volvió a moverse inquieto en su vientre.

"Shhh…. Tranquilo, cariño, papá duerme…", le dijo quedito a su pequeño con una sonrisa. Su pequeñito se calmó un poco.

Luego de unos minutos más, sin hacer ruido, la rubia se levantó de la cama de ellos y fue hacia la puerta principal y abriéndola, salió sin hacer ruido, yendo en busca de la señora Andley.

"¡¿Es aquí?!", preguntó un joven de 22 años al estoico mayordomo principal de los Andley.

"Pasen, por favor, y esperen.", dijo el señor Stephen a la pareja de recién llegados. El muchacho era de cabello negro y tez bronceada junto a su esposa de cabello castaño claro y tez blanca que, intimidados por el lugar, abrigados escuetamente del invierno, entraron a una pequeña sala con escritorio, donde se recibían las facturas y pagos de todo los abarrotes, materiales y abastecimiento para la propiedad Andley con sus proveedores. La vestimenta de la pareja era sencilla, pero pulcra. Había una larga banca junto a una de las paredes donde se les convidó a tomar asiento.

Sentándose estaban y agradeciendo el calor de la chimenea en el otro extremo del salón de blancas paredes, cuando la puerta se abrió otra vez y la señora más elegante y seria que habían visto en su vida entró arropada en un lujoso chal, escoltada por una joven rubia muy hermosa y también elegante, visiblemente embarazada.

"Buenos días.", dijo la señora Andley, mientras la pareja se ponía otra vez de pie, al ellas entrar.

"Buenos días.", dijeron tímidamente los dos jóvenes.

El mayordomo se quedó de pie cerca de la puerta.

"Bien.", dijo la señora Elroy, "Señores… Owen, ¿verdad?"

"Sí, señora.", dijo el esposo. "Mi nombre es Benjamin Owen y ésta es mi esposa Alice.", dijo el joven de cabello oscuro.

"Señora Andley.", dijo la joven de cabello castaño claro y ojos azules.

La señora Elroy alzó la ceja haciéndola cohibirse.

"Mucho gusto.", agregó la joven señora apenada.

La señora Andley continuó, "Ella es mi nieta Candis Brower, la joven señora que amablemente recibió a la pequeña para cuidarla hasta encontrarle un buen hogar."

Candy volteó a ver a la anciana levemente y luego les sonrió a los dos recién llegados, tras discutir mucho con la tía abuela, finalmente la anciana había estado de acuerdo en que la acompañara en la entrevista de los posibles padres de Hope. "Buenos días, señores Owen.", dijo la pecosa gentilmente.

"Me dice mi mayordomo que contactaron a uno de nuestros empleados preguntando por la bebé que supieron está con nosotros. ¿Ustedes conocieron a la madre?"

"No, señora.", dijo el joven. "Me temo que no. Pero nos gustaría mucho darle un hogar a la pequeña."

"Por favor, siéntense", les dijo la anciana, haciendo un gesto con su mano.

Con un poco de temor los esposos se sentaron nuevamente en la banca, mientras la altiva señora tomaba asiento al frente del escritorio y el mayordomo colocaba una silla cómoda para Candy, junto a la señora Elroy, sentándose ella también.

"Y díganme," continuó la anciana, "¿Cuentan con un hogar propio en el pueblo?", les preguntó.

"Bueno, señora… vivimos en este momento en la casa de un mi tío materno y de su familia, en una sola habitación. Sabe, yo soy de Ohio y vine a trabajar a la ciudad de Michigan hace algunos años. Fue cuando conocí a mi esposa y tras casarnos, mi tío nos ofreció un lugar en su casa aquí en el pueblo de Lakewood. Y desde entonces estamos aquí."

"¿Tienen hijos?", preguntó asertiva la matriarca.

La joven junto al muchacho bajó la mirada al suelo. "Aun no," respondió el joven despacio. "Pero… como llevamos cuatro años de casados y todavía no somos padres… nos gustaría iniciar nuestra familia… aunque sea con una pequeña que no sea nuestra."

"¿Han tratado con niños pequeños antes, señores Owen?", preguntó de pronto la pecosa, sorprendiendo a los jóvenes y a la matriarca por su intervención en la conversación. Los esposos intercambiaron miradas brevemente.

"Solo con los pequeños del pueblo en la comunidad de la iglesia. Los hijos de mi tío ya son de nuestra edad", contestó el esposo.

"¿Y qué planes tienen en el futuro cercano?", continuó la rubia.

"Pues…" sudó el joven, viendo a la elegante y joven señora verlo con total atención. "Yo pensaba… talvez regresar a Ohio para establecerme allá con mis padres. Comprar algún terrenito y recomenzar nuestra vida allí."

Candy los miró a ambos, quedándose callada. "Quiere decir… ¿que se irían de Lakewood muy pronto?"

"Pues… si creen que nos pueden dar a la niña en unos días, quizás, nos iríamos a Ohio la siguiente semana."

"Hope.", dijo Candy, extrañando al señor con su intervención. "Su nombre es Hope White, señor Owen.", dijo Candy con contenido sentimiento. "Pero… aún no ha sido bautizada, así que… bueno, su nombre permanente se lo darán sus futuros padres, claro", dijo con un poco de tristeza de recordarlo. "Nosotros lo que queremos, señor y señora Owen, es encontrar a alguien que esté dispuesto a hacerle un lugar a Hope en su corazón y que le dé la oportunidad de ser parte de un hogar."

"Como dice mi nieta," dijo entonces la señora Andley, "nuestra única preocupación es el bienestar de la pequeña, señor Owen. ¿Tienen ustedes medios para cuidar de ella?"

"Bueno," se apenó la pareja, el esposo continuó, "No mucho. Solo mi trabajo con el herrero y unos ahorros que hemos logrado por si… por si Alice terminaba finalmente esperando.", admitió, conmoviendo a Candy de inmediato.

"La verdad, señor Owen.", dijo entonces la estoica señora Elroy Andley, "Es que… para ayudarlos, podríamos facilitarle un poco de dinero para que la pequeña no represente una carga para ustedes en el futuro inmediato. Lo demás, ya correría por cuenta de ustedes."

Los dos esposos sonrieron. "Pues… no pensábamos en algo así, pero por supuesto que nos ayudaría mucho, señora Andley. No sé qué decir.", dijo el esposo.

"Bien… solo déjenos considerarlo, y yo les haré llegar una respuesta en final en unos días."

"Gracias, señora Andley.", dijo el esposo contento.

"Pero… ¿Y no quieren conocerla?", preguntó de pronto Candy, distrayendo a la joven pareja de su conversación con la elegante anciana.

"¿Eh?", preguntó el señor Owen sorprendido. E intercambiando una mirada con su esposa que lo miró asintiendo, sonrió a la rubia. "Por supuesto, señora Brower. ¡Nos encantaría!"

Candy los miró algo extrañada, pero asintiendo, miró al mayordomo junto a la puerta. "Stephen, pide a Dorothy que traiga a Hope, por favor."

"De inmediato, señora Brower", dijo el mayordomo y tras una breve reverencia, salió del salón.

Los cuatro esperaron en silencio. La joven señora Owen miraba a Candy con su pancita, con una mirada que proyectaba entre tristeza y pena. La señora Elroy se mantenía serena y el señor Owen miraba discretamente la poca decoración en la habitación. Era Candy la que no apartaba la mirada del más mínimo movimiento de los señores Owen, analizando sus rasgos, y con un tanto de pena, su ropa tan sencilla también.

La puerta se abrió y la joven Dorothy entró con la pequeña en brazos.

Candy se puso de inmediato de pie, seguida de todos los presentes en la habitación, y Dorothy entregó directamente la bebé a Candy.

"Gracias, Dorothy", dijo la joven señora.

"Señora.", dijo cortés Dorothy y retrocedió a donde estaba de pie el mayordomo principal, aguardando en silencio, viendo hacia el frente.

Candy caminó con la pequeña hacia los dos esposos y mostrándola, sonrió con tristeza, "Ella es Hope, señores Owen…", dijo con sentimientos encontrados.

"Oooohhh… ¡Es perfecta!", dijo la señora Owen viéndola con una sonrisa. "¿Puedo?", le dijo a Candy, extendiendo sus brazos hacia ella. Candy asintió y la pasó a los brazos de la sencilla señora, sintiéndose extraña al retroceder dos pasos, para dejarlos verla. De inmediato ambos esposos comenzaron a elogiar a la pequeña, y la señora Elroy sonrió levemente.

Apenada, Candy regresó junto con la tía abuela con una mirada triste, viendo hacia el piso, sin levantar su vista otra vez. Detalle que no pasó inadvertido a la dama junto a ella.

"¿Estás bien, Candy?", dijo la tía abuela discreta.

"¿Eh…?", se volvió la joven a ella sorprendida, y sonrió, "Sí, tía abuela. Estoy bien." Mintió oyendo a los señores Owen reír con la pequeña, viendo luego la rubia hacia su amiga Dorothy brevemente, quien desde la puerta le sonrió de vuelta con triste empatía. Sabía bien por lo que pasaba su joven ama.

"Gracias, señora Elroy." Dijo entonces el esposo, tras entregar la bebé de vuelta a una atenta Dorothy. "Esperamos nos consideren entonces. Esperaremos sus noticias."

La señora Elroy asintió. "Gracias por venir, señor y señora Owen.", dijo la matriarca asintiendo.

"Espero que ustedes…", Candy se interrumpió. "Gracias por venir.", dijo también la rubia con serenidad. "Y gracias por considerar darle un hogar a la pequeña.", les dijo con una suave sonrisa.

"No. Gracias a ustedes, señora Andley y señora Brower.", dijo el esposo, y tras agradecerles nuevamente y despedirse, el mayordomo los escoltó a ambos fuera, hacia la salida lateral de la casa principal.

En silencio ambas damas regresaron al interior de la mansión, mientras Dorothy llevaba a Hope de regreso a la guardería para su próxima merienda.

"Te noto muy pensativa, Candy", le dijo la tía abuela, tras contemplarla varios minutos viendo por la ventana hacia el jardín nevado, mientras la imagen lejana de los dos esposos caminando en la nieve, se iba perdiendo por la vereda de salida de la propiedad, yendo ellos de vuelta al pueblo, sin importarles la distancia a caminar desde la casa Andley.

"Lo siento, tía abuela.", dijo entonces Candy, dejando correr la cortina y volviendo a sentarse en el sillón junto a ella. La tía abuela había vuelto hace solo unos minutos, luego de salir un momento a hablar con el mayordomo.

"Descuida, Candy." Le dijo la anciana. "Ya le pedí a Stephen que verifique todo lo dicho por esa pareja. Sabremos si no nos engañan en un par de días. Luego… pues, tomaremos una decisión.", le dijo simplemente.

Candy la miró asintiendo. "Sí. Tomaremos una decisión", repitió suavemente la rubia. "Si me disculpa, tía abuela, creo que iré a ver cómo está Anthony. Y a recostarme un rato también.", dijo poniéndose de pie.

"Sí, hija, ve.", dijo la señora Elroy. "Te mandaré a avisar cuando se sirva la comida."

Candy asintió, y salió caminando lento de la sala. La expresión de la matriarca fue de preocupación al verla salir así.

En el segundo piso de la mansión, tras verificar Candy que Anthony seguía durmiendo tranquilo, la pecosa se recostó en la cama, junto a él, con cuidado de no despertarlo, y colocándose de lado, se quedó mirándolo tras taparse los pies levemente con un ponchito doblado al pie de la cama. La chimenea estaba encendida en la habitación, a sus espaldas, haciendo el ambiente cálido a pesar del frío afuera. Y a pesar de desear descansar, la pecosa no pudo apartar de su mente el encuentro con los que quizás serían los futuros padres de su pequeña… - de la pequeña Hope -, corrigió para sí misma. Y pensando en ello, y en el hecho de que ni siquiera podría verla otra vez en el pueblo si se marchaba con ellos del estado, la pobre pecosa tardó un largo rato en poder conciliar finalmente un intranquilo sueño, preguntándose con tristeza cómo habían podido sus maestras, la señorita Pony y la Hermana María, manejar la pérdida de cada niño que daban en adopción en el Hogar.

Una hora después, el primero en despertar fue Anthony, que al tomar conciencia del lugar donde estaba - su habitación en el segundo piso -, suspiró y mirando hacia su lado, descubrió a su esposa dormida profundamente junto a él. Al principio el joven rubio sonrió enamorado al verla, pero después su expresión fue cambiando al notar que su pecosa dormía… pero que también lloraba en sueños.

El joven se volvió hacia ella consternado, y acarició su mejilla suavemente, sin despertarla, secando una de sus lágrimas.

"Hope…", dijo la pecosa en sueños.

"Candy…" susurró su esposo, entristecido de escucharla. Su mirada azul cielo tomó un brillo especial contemplándola.

Ese día pasó sin más novedad que lo inusualmente callada que estuvo la joven señora Brower en las comidas. O por la noche, antes de acostarse.

A la noche del día siguiente, luego de pasar todo el día en familia por segunda vez, departiendo Anthony la tarde completa con Candy y con la tía abuela en el primer nivel, Anthony llamó aparte a la tía abuela tras terminar los tres el té, luego de que Candy se disculparse para subir a bañar a la pequeña, temiendo siempre, como cada noche desde la visita de los señores Owen, que quizás esa fuera la última vez.

El día anterior, Candy le había contado a Anthony lo sucedido en la reunión con la tía abuela y esa pareja, y se lo contó sin mostrar señales de pena o parcialidad al hacerlo. Tras despertar de su siesta esa vez junto a él, la pecosa se había mostrado feliz por la pequeña, pero tal como había sospechado Anthony, la situación para ella no era tan sencilla. Y ahora que lo pensaba, tampoco lo era para él. Así que considerándolo todo detenidamente, había requerido de la ayuda de su amigo, el doctor Miller, tras su visita diaria de esa segunda mañana, para lograr confirmar lo que pensaba.

"Anthony, ¿qué sucede?", preguntó la matriarca extrañada, tras entrar al despacho juntos, dejando a uno de los mayordomos cerra la puerta tras ellos, permaneciendo fuera en el pasillo. Anthony volvió su silla de ruedas hacia ella, y la miró con seriedad. El rubio todavía tenía en su mente la tristeza en el rostro de su pecosa al observar dormir a la bebé, en la guardería, sin notar que él la observaba a través de la puerta entreabierta desde la penumbra de su habitación.

"Tía abuela…" comenzó entonces el apuesto muchacho. "Usted sabe que yo siempre la he admirado por la manera en que se preocupa por todos nosotros en la familia," le dijo el rubio. "Y le agradezco mucho que me ayude en estos momentos con la situación de la pequeña que Candy está ayudando."

La matriarca sonrió, "Sabes que lo hago con todo gusto, Anthony.", dijo la anciana acercándose a él y sentándose en uno de los sillones en el lugar, a su lado, para quedar a su nivel por estar él en la silla de ruedas.

"He de reconocer que cada día tu esposa me sorprende cada vez más, hijo." Le dijo la tía abuela con una sonrisa. "Admito que su actitud no es lo que yo esperaría a veces, y que no es común verlo en nuestro medio, pero su bondad es admirable y me hace sentir orgullosa de ella cada vez más."

Anthony asintió. "Me alegro mucho de saberlo, tía abuela.", dijo su nieto. "Pero… no todo lo que hace mi esposa usted lo aprueba, ¿no es cierto?", le preguntó.

La señora Andley lo miró extrañada por su comentario. "No sé muy bien a qué te refieres", le dijo.

Anthony la miró fijamente por unos momentos antes de continuar. "Los esposos Owen… fue usted quien los contactó primero, en el pueblo, y luego fingió no conocerlos al presentárselos a Candy aquella mañana, ¿verdad, tía abuela?"

"¡¿Cómo?!", preguntó la anciana sorprendida.

"Cuatro días es un tiempo récord para encontrar un hogar para una niña huérfana, sin pasado." Le dijo Anthony. "Incluso en un pueblo tan pequeño como este, debo admitir que es… casi un milagro."

"¡Anthony! pero ¡¿qué estás insinuando?!", le dijo ofendida.

"Tía abuela," dijo Anthony, "el doctor Miller me comentó hace unos días que la vio a usted conversando con una pareja en la iglesia del pueblo, tras salir él de atender al párroco en la sacristía. No le di importancia entonces a su comentario… pero ahora…", le dijo.

"Fui a rezar a la capilla de Nuestra Señora de los Remedios para pedir por el bienestar de nuestra familia, nada más." le dijo enojada la dama. "No sé por qué el doctor Miller tiene que meterse a contarte cotilleos maliciosos. ¡Qué impropio de su parte!"

"No fue un cotilleo malicioso, tía abuela," le dijo Anthony, "sobre todo luego de confirmar él hoy, a petición mía, que la pareja que vio ese día con usted en la iglesia era la misma que ahora mismo pretende adoptar a Hope."

Silencio.

"Talvez me los topé sin saber quiénes eran…", ella comenzó. "Fue casualidad, quizás," se justificó.

Anthony exhaló con cansancio. "Usted nunca va al pueblo en invierno, tía abuela. ¿Cuánto les ofreció para que la aceptaran?", le dijo el muchacho sin darle más vueltas al asunto. "La tierra que piensan comprar en Ohio es con ese dinero, ¿verdad?", le dijo.

La señora se le quedó viendo sin contestar. Pero luego se puso de pie ofendida. "¡No tienes derecho a hablarme de esa manera, Anthony Brower Andley!", le reprendió. "¡Yo no he hecho nada malo!", aseveró. "Esa familia busca un hijo adoptivo y vino a buscarnos, y punto.", dijo.

Anthony recordó las admoniciones de su médico y respirando profundo, guardando la calma, preguntó tranquilo otra vez. "¿Cuánto les ofreció?", repitió. "¿El precio incluía llevársela lejos de Candy?"

La señora Elroy perdió la entereza y comenzó a ver hacia el despacho a su alrededor, esquivando su mirada, sin responderle.

"Tía abuela, yo sé que usted quiere a Candy con sinceridad", le dijo Anthony haciendo total acopio de su calma. "Y ella a usted. Yo… he de confesar que, en un principio, tuve miedo también de reconocer, como lo hizo usted, el creciente cariño de Candy por la pequeña, sobre todo por lo que implicaría para nosotros como pareja el tenerla y el poco tiempo que tiene Hope de estar con nosotros. Lo dejé pasar, es verdad, y sé que Candy, de yo callar ahora, no me presionaría al respecto, dejándola ir, como le pedimos, ya sea con estas personas o con alguien más. Pero… puedo ver también con claridad ahora, tía abuela, que la pérdida de Hope representaría un gran golpe emocional para Candy. Ella es una persona sumamente bondadosa y nunca se quejaría por su pérdida - la conozco bien -, pero por eso mismo no puedo permitirlo, tía abuela", le dijo.

"¿Entonces estás dispuesto a convertir a esa muchachita de saber ni dónde en tu primogénita? ¡¿Pasando por encima del hijo que esperan?!" preguntó de pronto la matriarca molesta. "¡¿Sin saber siquiera quienes fueron sus padres?! ¡¿O de dónde viene?!", dijo indignada, reconociendo indirectamente su intervención.

Anthony la vio a los ojos, "Si Candy lo desea así, tía abuela, y no aparece nadie más que la adopte en los próximos meses, - sí. -" Le respondió con decisión. "Y le ruego que, por favor, no interfiera."

"Pero Anthony…", protestó su tía abuela.

"Ya le pedí al doctor Miller que no mencione nada de este asunto a nadie. Y yo tampoco lo haré, tía abuela, si usted hace lo correcto." Le recalcó. "Sé que no me defraudará, tía abuela, ni tampoco a Candy." Concluyó él. "La veré más tarde en la cena, cuando lo haya pensado usted mejor. Con permiso", dijo Anthony igual de tranquilo, y sin decir más llevó su silla de ruedas hasta la puerta del despacho, la cual tocó una vez, y el mismo mayordomo la abrió desde fuera, saliendo él del lugar, dejando a la Matriarca del Clan Andley de pie, sola y hasta cierto punto avergonzada, con un corazón dividido por lo sucedido.

Así que esa noche, inesperadamente, Candy y Anthony terminaron cenando solos en el gran comedor de la mansión Andley - con la pequeña Hope contenta junto a ellos, tranquila en su moisés -.

La tía abuela se había disculpado en el último momento, aduciendo tener una jaqueca, pidiéndoles que comenzaran sin ella.

Ya a la mitad de su tranquila cena, Candy secó sus labios con su blanca servilleta y habló.

"Talvez debería subir a ver cómo está la tía abuela, Anthony", preocupada por la salud de la anciana.

Anthony sonrió a su lado, "No te preocupes, Candy. La tía abuela solo necesita descansar un poco y verás que mañana ya se sentirá mucho mejor", le dijo, dejando su taza de café otra vez sobre la mesa.

"¿Tú crees?", dijo la rubia, no muy convencida de no verificar si la anciana necesitaba algo, antes de ellos retirarse.

"Ahora ha de estar ya dormida, Candy. No la interrumpas", él insistió. "Además su doncella está acompañándola. Si necesita algo, ella nos avisará."

Candy asintió. "Está bien, amor.", dijo la rubia.

"Sabes, Candy, esta noche, quisiera ser yo quien dé su biberón a Hope antes de dormirla.", le dijo sin ostentación alguna, continuando con su comida, cortando sus alimentos con cuchillo y tenedor.

La pecosa se sorprendió de escucharlo. "¿En serio, amor?", le dijo con una sonrisa ilusionada.

"Pues… si tú aprendiste, yo también quisiera hacerlo, pecosa." Le dijo con una sonrisa también. "Así si al final terminamos juntándonos con dos bebés, yo podré ayudarte a cuidarlos a ambos."

Los ojos de Candy se llenaron de lágrimas al escucharlo, pero luego recordó la situación real de la pequeña junto a ella y continuó, "Bueno," dijo, "pero talvez Hope ya se haya ido para entonces, Anthony", comentó la pecosa menos emotiva. No queriendo leer entre líneas más de lo que su esposo en verdad le decía. Era una esperanza que no podría soportar ver esfumarse ante sus ojos en aquellos momentos.

"Talvez tengas razón, pecosa…", dijo Anthony, con serenidad. "Pero mientras tanto, quiero pasar más tiempo con ella… y contigo. Y aprender", le dijo, tomando su mano sobre la mesa.

La pecosa lo vio emocionada y estrechando su mano también, asintió. "Me encantaría mucho, amor. Es decir", se corrigió, viendo a la pequeña en el moisés entre ambos y luego a él, "nos encantará tenerte con nosotras a partir de ahora." Le dijo contenta.

"Entonces está dicho. – Así, que Hope, princesa… pórtate bien –", le dijo feliz el rubio a la pequeña, acariciando su mejillita. La pequeña, que estaba despierta, sonrió a las imágenes que parecían hacer lo mismo sobre su moisés, haciéndolos reír.

Y mientras en su habitación del tercer nivel, la Matriarca del Clan Andley sufría de insomnio el resto de la noche; en el segundo nivel de la mansión, Anthony Brower Andley dormía por primera vez en sus brazos a una contenta bebé luego de darle su segundo biberón de la madrugada. Y, tras sacarle el aire gentilmente, como su esposa le había enseñado horas antes, el apuesto rubio la recostaba, bajo la mirada enamorada y atenta de su somnolienta pecosa, en el mismo moisés, que ahora permanecía en la habitación de ambos, al lado de su gran cama.

"Duérmete ahora, amor." Le dijo Anthony a su pecosa ayudándola a recostarse otra vez.

"Tú también, amor." Le dijo su esposa contenta a su lado, viéndolo recostarse también en la cama.

"¿Estás bien?", preguntó Candy preocupada por su espalda.

"No te preocupes, Candy, Hope casi no pesa.", le recordó, apagando la luz de su lámpara. Candy sonrió asintiendo y acercándose él a su pecosa, la abrazó por la espalda y acarició su pancita, y cerrando ambos los ojos, cada uno se abandonó poco a poco a su propio cansancio, durmiéndose Anthony casi inmediatamente luego de unos minutos, al igual que lo había hecho la pequeña Hope, junto a ellos - Ya lidiaría él con el regaño del doctor Miller, al día siguiente, por su imprevisto desvelo -.

Solo Candy permanecía despierta aun en la habitación de los Brower. Y a la tenue luz de la chimenea, envuelta en la calidez del abrazo de su esposo, la rubia no dejaba de contemplar en silencio, la belleza de la escena que la rodeaba. ¡Era tan familiar…! Era lo que ella siempre había soñado, y era lo que pronto tendría permanentemente junto a su Anthony y a su pequeño; y aunque no sabía en realidad lo que traerían los próximos días en su vida o en la vida de la pequeña Hope, viéndola ahora dormir tranquila en el moisés frente a ellos, la pecosa no pudo evitar sentir que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su corazón.

Continuará…

¡Gracias por leer!

Muchas gracias por sus comentarios al capítulo anterior queridas Cla1969 (Penso che forse si perde un po' nella traduzione, amico mio. Spero che questo capitolo abbia chiarito cosa significasse l'atteggiamento della prozia nei confronti di Candy. ¡Un grande abbraccio, amico mio, e tante benedizioni!), gracias Anguie (¡Veremos qué pasa al fin para la pequeñita! ¡Un abrazo!), y gracias Sharick, Mayely leon, y Julie-Andley-00. Les agradezco de corazón sus comentarios. ¡Y me alegra que les guste en verdad! Conlleva un gran esfuerzo, pero hecho con mucho cariño.

¡Bendiciones!

lemh2001

28 de febrero de 2024

P.D. Se actualizará el domingo 3 de marzo.