A la mañana siguiente, la reina despertó, dio una rápida revisión al panorama y pudo percatarse que se hallaba en su habitación. Gerda y Olaf se hallaban a su lado, al igual que el médico, quien parecía revisar unos documentos, al parecer era su historial médico.

Sintió su cabeza darle vueltas y, a los pocos segundos, su mente la trajo de vuelta recordando todo.

- ¿Dónde estoy?... ¿Qué pasó?... – Tuvo toda la intención de levantarse, pero la mayor la detuvo con una cara de real preocupación.

- Majestad… no se mueva… - La acomodó de nuevo a su sitio – Debe descansar.

- Pero…es que Elsa...- Se empezó a poner aún más inquieta – Debo de hablar con ella Gerda decirle que…

- Ahora no hija – Soltó Gerda tratando de calmarla, sin embargo Anna no dejaba de moverse, Gerda pudo notarlo. Olaf solo la miraba preocupado.

A los pocos segundos, el médico real giró percatándose de que Anna ya había reaccionado, eso era bueno.

- Buenos días majestad ¿Cómo se siente?

- Bien… - dijo apenas - ¿Qué está pasando?

- ¿Segura? ¿No ha sentido nada raro estas últimas semanas? – articuló revisando nuevamente su historial. Su expresión era seria.

- No… solo... – En ese instante se tocó la sien – Solo tengo un ligero dolor de cabeza nada más. – Quiso volver a levantarse – Pero no es nada… puedo con eso, además debo de terminar los asuntos del reino, hablar con mi hermana, ella tiene que…

- Majestad – La voz del médico fue determinante, ante eso Anna paró en seco – Perdone el tono, pero no está en condiciones de ir a ningún lado – recalcó con el mismo semblante – Según su historial ha estado pasando por un alto cuadro de estrés estos últimos meses… ¿Ha estado comiendo bien las últimas semanas? – Cuestionó, dando una última hojeada al documento.

- Yo… - En ese momento su mente recordó que apenas probaba bocado, eso debido a sus responsabilidades, pendientes y todos sus detalles con Elsa – Pues no… - le tocó bajar la mirada.

- Pues le comento que eso ocasionó que se descompensara ayer por la noche, necesita alimentarse bien para bajar el cuadro que ahora presenta, y en cuanto a sus responsabilidades en el reino necesita darle una pausa – volvió a decir, mirándola igual de serio.

- Pero es que es importante… no puedo…

- Si es tan importante entonces deléguelo a su mano derecha, pero usted ya no puede estresarse así – hizo una pausa – Ahora solo debe enfocarse en descansar, comer bien y en recuperarse si quiere seguir al mando de Arendelle.

- Pero es que yo… - otra vez se movió inquieta – Tengo que…

- Ya escuchaste al médico, niña – Ahora fue el turno de Gerda de verla con preocupación y cierta autoridad, si bien era de la servidumbre, pero la apreciaba muchísimo y era como una segunda madre para ella, así que la cuidaría y velaría por ella aun en contra de su voluntad.

Sabía de sobra que Anna no era quien pudiese quedarse quieta, sin duda sería una gran lucha.

- Bueno en ese caso le dejo la receta con su nueva rutina de alimentación, así como los cuidados necesarios y medicamentos que debe tomar – habló viendo a la mayor, supo en ese instante que ella se encargaría.

- Gracias doctor no se preocupe, yo velaré por la reina – dijo tranquilamente recibiendo las indicaciones del caso.

Anna por su lado aún mantenía su inquietud, su mente la llevó al día de ayer, donde todo dio un malentendido, cuando Elsa se fue… cuando ella ni siquiera pudo decirle la verdad de las cosas. ¿Tan cruel podía ser el destino?

Ella no quería estar ahí, no podía estar ahí, tenía que salir a verla. Cuando el médico dejó la habitación, Anna sin pedir permiso volvió a pararse, pero Gerda la detuvo.

- Hey niña ¿A dónde crees que vas? – Su semblante se mantuvo igual de serio.

- Tengo que ir a ver a Elsa, Gerda, no puedo quedarme aquí – dijo firme

- Lo que tú necesitas es descansar y comer en abundancia, no me hagas enojar niña – la volvió a echar en la cama de su dormitorio.

- Pero…

- ¡No! – Ahí la mayor alzó la voz, no iba a permitir que cometiera tal locura – Primero te recuperarás y luego ya podrás ir a verla las veces que quieras, pero mientras yo esté aquí no saldrás de esta habitación – ordenó con una mirada firme, ante eso la pelirroja bajó la guardia, la última vez que la vio así fue cuando eran niñas, tan protectora y maternal al igual que su madre.

- Ok…- no le quedó más que acatar, pero en el fondo se las tenía que ingeniar, no por algo era terca.

- Así me gusta – finalmente aligeró sus gestos – No me odie Majestad… pero esto es por su bien, me preocupa demasiado.

- Lo se Gerda – Anna bajó la guardia, pero su mente ya estaba pensando en su próxima movida, en su manera de salir de ahí.

- Ok… Iré a preparar sus alimentos – dijo con una sonrisa - Ya regreso.

- Está bien Gerda, te espero.

Cuando la mayor salió, Anna volvió a lo mismo, logrando descolocar a Olaf. Él recordaba las órdenes estrictas de la mayor.

- ¿A dónde vas Anna?

- A ver a Elsa, Olaf – dijo con determinación

- Pero Gerda dijo que…

- Sí ya sé lo que dijo, pero las reglas están para romperse, no puedo quedarme aquí – Terminó de arreglarse y salió a hurtadillas al que fuera su despacho.

Al llegar, cogió los tan ansiados documentos de divorcio y los llevó consigo, eso con la intención de mostrárselos a Elsa al llegar al bosque y poder decirle finalmente la verdad.

Eran pasadas las 10 am, y Anna ya se conocía de sobra los horarios del cambio de guardia, por lo que no iba a ser difícil llevar a cabo su plan. Pudo notar que Olaf la seguía con semblante preocupado.

- Anna… no creo que sea buena idea. – dijo el muñeco de nieve manteniendo el semblante.

- Olaf… tengo que hacerlo – Anna se arrodilló y le dió un pequeño beso en la frente – ¿Cúbreme sí? Estaré bien.

- ¿Vendrás rápido?

- En menos de lo que piensas – Luego de regalarle una sonrisa, partió en su caballo a paso rápido antes de que Gerda pudiera notar su ausencia, no podía esperar ni un minuto más.

Cuando llegó al bosque, vio a los Northuldras y la primera persona con la que se topó fue Ryder, quien ahora se hallaba pastoreando los renos.

- ¿Ryder? – preguntó presurosa

- Hola Anna – El muchacho moreno saludó con temple, algo típico en él. Había sido testigo de las veces que venía, y aunque no hablara mucho con ella, debido a su amistad con Kristoff por los renos ya estaba al tanto de la situación.

- ¿Has visto a Elsa? – preguntó con cierta ansiedad - ¿Sabes dónde está?

- Está con Honey en el río… ¿Deseas que la llame?

- Iré yo no te preocupes, ¡Gracias!

A paso acelerado se dirigió al río, y cuando llegó, las vió a ambas recostadas a la orilla de este. Honey la abrazaba fuerte mientras Elsa sonreía. Su sonrisa, esa bendita sonrisa que había olvidado y que ahora alguien más se encargaba de sacarle a duras penas producto de lo que había pasado ayer.

Pero todo era un malentendido, tenía que decirle…

Cuando quiso acercarse la primera en percatarse fue Honeymaren, quien al ver sus intenciones la detuvo inmediatamente, poniéndose en guardia. Elsa se dio cuenta también, y al notar a su hermana, su sonrisa se esfumó, su mirada se tornó triste y sus ojos azules ni siquiera se atrevieron a mirarla. Ya no quería hacerse más heridas, lo de ayer había sido la gota que colmó el vaso.

- ¿Qué haces aquí? – Preguntó la morena con dureza – Creí haberte dicho que no te acercaras a Elsa.

- He venido a hablar con ella – dijo la pelirroja firme, no estaba en condiciones de pelear, lo sabía – Ahora por favor retírate que lo que tengo que decirle es privado.

- ¿De verdad? – Honey la vió sorprendida, sin poder creer su conchudez dentro de su ignorancia, ya se había enterado de la situación por Elsa. - ¿Es que acaso no tienes decencia?

- No tengo porque darte explicaciones – se defendió - Ahora apártate que esto no es de tu incumbencia. – Quiso hacerse espacio para pasar, pero Honey volvió a interceder impidiéndole el paso, clavando sus orbes marrones en su persona con intensidad.

- No – Hablo duramente – Me ha costado la vida hacerla sonreír después de lo que te atreviste a hacerle, si en algo la quieres déjala en paz, déjala ser feliz. – arremetió con dureza – Ella ahora está conmigo Anna, y voy a protegerla a toda costa - recalcó eso último - Así que sí, me incumbe.

- Ella no puede estar contigo – dijo Anna con seguridad en sus palabras, tenía que ser uno de sus tantos juegos.

- Pregúntale entonces. – dijo la morena imitando su posición, a lo que Anna respondió con el mismo porte, en el fondo ella sabía que Elsa no podía amarla.

- Lo haré.

Dándose paso se acercó unos metros a su hermana y se atrevió a preguntar, sabía que Elsa no la querría tan cerca por lo pronto, al menos no hasta que hablaran.

- ¿Elsa? – preguntó desde su posición. Ante eso, su hermana por primera vez levantó el rostro, ocultando su dolor y otorgándole una mirada de firmeza.

- ¿Está mintiendo cierto?

En respuesta, solo obtuvo la misma mirada de firmeza y sus labios se abrieron sólo para decir algo corto.

- No, no está mintiendo – dijo sin chistar aguantándose sus pies temblorosos y su corazón saliente de su pecho al verla a pesar de todo, por lo que articuló lo siguiente intentando convencerse de aquello que iba a decir – Ahora estoy con ella, quiero empezar de cero y tu deberías hacer lo mismo.

- Pero Elsa…

- Anna – La volvió a interrumpir – Nos hemos hecho mucho daño ya, es suficiente.

- Pero…

- Retírate por favor. – dijo en el mismo tono.

Ante eso, sus manos que amenazaban con sacar sus documentos de divorcio se detuvieron, y sus ojos se cruzaron. Se dio cuenta que estaba mintiendo, la conocía tanto que sabía que a pesar de su dolor jamás podría llegar a amar a esa desgraciada, pero si Elsa no quería escucharla ni darle un mísero segundo siquiera, y la elegiría, estaba bien.

Si bien había cometido un error, pero lo había pagado con creces, había luchado, había dado hasta lo último por ella, y aquello, era una satisfacción que nunca nadie iba a poder quitárselo.

Ya no estaba dispuesta a más, no iba a rogarle, aunque su corazón gritara por ella, aunque la extrañara, aunque Elsa decidiera vivir en aquella vil mentira encerrándose en su mundo ¿Y todo por qué? Por no darle unos cuantos minutos.

- Bien – Manteniendo el porte solo se jactó para decir unas últimas palabras – Me iré entonces – su voz ahora era firme, distaba de la Anna de ayer– Solo espero que esta mujer pueda llenarte la mitad de lo que yo lo hago. - dijo con toda la seguridad del mundo.

- Sé que cometí mis errores - Resaltó - pero lo pagué con creces, luché por ti hasta decir basta - continuó - pero si esta es tu decisión no tengo más que hacer, es una lástima que no quieras siquiera escucharme – se acomodó en su sitio para irse, sabía que Gerda la estaría esperando y sobre todo que estaría molesta.

- Y sobre todo – recalcó por última vez – Que cuando finalmente te des cuenta de las cosas no sea demasiado tarde, Elsa.

Al finalizar aquello salió a prisas dejando a ambas mujeres taciturnas, ya ni siquiera miró atrás, debía de dar vuelta de página aunque le costara la vida, y sobre todo debía enfocarse en recuperarse y en lo que ahora acontecía.

La sucesión de la corona.

Si bien es cierto ya no estaba Elsa, pero no podía dar vuelta atrás, había avanzado mucho y había hecho tratos con personas importantes.

Sabía que no podía jugar con el tema del reinado, así que debía de poner manos a la obra. De una forma u otra, dejarlo era el respiro que necesitaba, y aunque ese no era el principal motivo, ya estaba hecho, debía continuar con ello.

Cuando llegó al palacio vió a Gerda en la entrada de este con las manos cruzadas, al parecer estaba enojada, pero ya no vio a Olaf, supuso que había ido a jugar con los niños del pueblo.

- Casi me matas de un susto niña – la mayor la vió con aprehensión acercándose a ella – Te dije que…

- Lo sé y lo lamento – Anna finalmente se dejó llevar, ya no tenía prisa – No quise preocuparte Gerda, me iré a la cama.

- Me da gusto – Gerda quedó extrañada, pero era bueno verla dispuesta, así al menos ya no tenía que pelear o preocuparse de más.

Antes de llegar a su habitación, Anna dejó sus documentos de divorcio en su despacho y se dirigió a la que fuera su habitación, se echó con cuidado en su mullida cama y miró al techo, pensando en todo y en nada. Estuvo sumida en sus pensamientos hasta que Gerda la sacó de ellos.

- Su comida majestad – Gerda ingresó y al verla, se sentó a su lado para ayudarla. Anna se dejó hacer tranquilamente.

- Ponga de su parte majestad – advirtió la mayor acomodando la vajilla - Tiene que recuperarse – su semblante cambió a uno más maternal – Y no vuelva a escaparse o la traeré de las orejas.

- Lo se Gerda… - Anna en ese instante la vio con verdadero cariño, agradeciendo infinitamente que estuviera allí para ella – No volverá a pasar.

-o-o-o-

La recuperación de la reina se dio sin contratiempos, esos días se convirtieron en semanas y finalmente esas semanas dieron a cumplir su mes de reposo, algo que la reina había seguido al pie de la letra.

De alguna forma, se mantuvo lejos del estrés y sobre todo evitó pensar en Elsa para concentrarse, pero claro, no era fácil, no podía tapar el sol con un dedo, ya había dado su batalla, lo había dado todo y eso alivianaba su conciencia.

Su rutina en todo ese tiempo se había basado en cosas ligeras por orden del médico real. Se la pasó entre comidas, los juegos de Olaf y reuniones cortas con su mano derecha para indicarle que era lo que faltaba respecto al papeleo del reinado.

El cual cayó a pelo, pues este hacía un excelente trabajo. Se lo agradecía enormemente.

Ahora más que nunca lo necesitaba, pues estaba en la fase final, ya no faltaba nada para las firmas y ella debía de prepararse.

-o-o-o-

En cuanto al bosque y los Northuldras, el tiempo también había pasado igual. Elsa y Honey se habían establecido como tal a consecuencia de lo que había pasado y de lo que Elsa en su ignorancia creía.

Sin embargo, a raíz de lo que había dicho su hermana aquella mañana, Elsa no había podido estar quieta. Sentía que aquel tema le retumbaba la cabeza, sobre todo al recordar la seguridad con la que había hablado ese día antes de irse.

¿A qué se refería? ¿De qué verdad hablaba? Su cabeza le daba vueltas.

Honey lo había notado, había llegado a conocer ciertos patrones, pero no había querido tocarle el tema, sabía que era muy sensible para ella recordarle eso.

Habían desarrollado confianza, y ahora que de algún modo estaban en una relación debían contarse de todo. Honey lo hacía, pero a Elsa le costaba muchísimo, algo con lo que Honey batallaba todos los días.

Sin embargo, no era algo que le molestara de todos modos, sabía por su pasado y personalidad que no era de abrirse fácilmente. No iba a presionarla, la quería tanto que había decidido ir poco a poco, tenerle paciencia.

Y para hacerla olvidar, se había enfocado en llenarla de detalles a su manera, en hacerla reír, en amarla, en dar todo de sí. Añoraba esos ojos azules posados en ella más que nada en el mundo, así Anna hubiese sido capaz de decir tal cosa en cuanto a su persona esa mañana.

Ella no era de armas tirar, no podía echarse para atrás, no ahora que la vida le había dado tal oportunidad.

-o-o-o-

Era de noche en el bosque y ambas descansaban en la carpa. La morena la tenía abrazada, pero Elsa estaba ida, miraba al techo y tan solo su respiración se escuchaba.

- Hey… ¿Qué pasa? – Honey se había percatado de aquello como tantas otras veces - ¿Todo en orden?

- Si Honey… solo…- la vio a los ojos – Estoy cansada supongo – para calmarla le regaló un beso cálido, no quería preocuparla.

- Sabes que aquí estaré si deseas contarme… no me gusta verte así. – la animó levantándole el mentón para besarla, ante eso Elsa no hizo más que corresponderle otorgándole otro beso suave y cálido. Otro diferente a los que se daban antes, ya que ahora estaban juntas.

- Lo se Honey – soltó al separarse manteniendo su mirada en la morena

- ¿Quieres ir a comer algo? – la animó – Podemos ir a pescar al río, luego hacer fogata y…

- Ve tú – le dijo con una cálida sonrisa – Yo te esperaré con Ryder ¿le ayudare a avivar el fuego te parece?

- Está bien – fue bueno verla sonreír – Iré entonces, no tardo.

- Ok.

Cuando Honey se fue, Elsa finalmente pudo salir y como lo prometió se sentó alrededor de aquella fogata. A su lado estaba Ryder, su nuevo cuñado. Era raro llamarlo así, pero lo era al fin de cuentas.

Quiso avivar el fuego tal cual prometió, pero nuevamente sus pensamientos le ganaron recordando tal incógnita. Se perdió unos instantes en ellos hasta que la voz del muchacho la sacó de su letargo.

- ¿Todo en orden? - preguntó el moreno avivando el fuego.

- Ah ¿Qué? – su pregunta la sacó de su trance.

- Estas muy pensativa Elsa

- Si… disculpa…

- ¿Sabes? Hace mucho tiempo que no veía a Honey así - Articuló mientras proseguía con su labor - Tan contenta, ilusionada, feliz… - Sus ojos se perdieron en el fuego al decir eso – Se enamoró de ti desde el primer día que te vio llegar al bosque – Al recordar ese día también se le dibujó una sonrisa, de solo recordar a su pequeña hermana con ojos de niña enamorada por aquella chica rubia recién llegada.

- Recuerdo que me dijo "¿Ya la viste? Es preciosa"

- ¿Eso dijo? – Ante esa confesión Elsa volteó a verle, pudo notar que su cuñado sonreía pero no la miraba, Ryder no era así, siempre había sido jovial, parlanchín, animoso, especialmente con ella, pero desde que pasara su primer rompimiento con su hermana y Elsa viniese a buscar a la morena al bosque, lo había notado distante.

No entendía porque y tampoco había ahondado en el tema, pensó que quizá no pasaba por buen momento.

- Si, eso dijo – su mirada se mantenía igual, perdida en el fuego – Sin embargo, a veces el amor no suele ser justo.

- ¿Disculpa? – Eso no lo vió venir.

- Algunos en el bosque poseemos cualidades… – dijo tranquilamente - Podemos ver lo que la naturaleza siente…lo que nos quiere decir – por primera vez cruzaron miradas – Y tú eres el quinto espíritu Elsa - su mirada era neutra - muestras cosas sin siquiera darte cuenta.

- Ryder yo…- ahí lo entendió todo – Lo estoy intentando… Honey es…

- Honey no merece que lo intenten – la cortó con dureza – Honey merece quien la quiera de verdad.

- Pero yo la quiero – se defendió, aquello no dejaba de ser cierto

- La quieres – la vió con intensidad – Pero no la amas, no como a tu hermana.

Ante eso, Elsa quedó en shock sin saber que decir, sintió algo atorarse en su garganta.

- No le hagas más daño Elsa, ella no tiene por qué pagar tus tropiezos.

Al oír eso, Elsa se enojó. ¿Cómo osaba? No sabía ni por lo que había tenido que pasar. ¿Cómo podía ser capaz?

- Ella no es ningún tropiezo – se defendió enojada – Yo la quiero - dijo con firmeza - Además... – fue su turno esta vez de verle con dureza también, ni él ni nadie tenía tal potestad – No tienes ningún derecho de juzgarme así, no me conoces, no sabes todo lo que he tenido que pasar, todo lo que ahora acontece así que por favor…

- ¿Qué cosa? ¿Qué la reina se irá con Kristoff? – sus ojos se perdieron en el fuego nuevamente.

- Suficiente, no hablaré de esto contigo. – aquello le hizo hervir la sangre, supuso que se había enterado por su ex cuñado, sabía que se frecuentaban debido a su gusto por los renos.

- Es curioso – Ryder prosiguió – Kristoff sigue aquí y según me cuenta, Arendelle no ha vuelto a ver a la reina desde hace un par de días atrás.

- ¿Qué? – Ante su confesión, la cabeza de Elsa hizo click y una corazonada se formó en su pecho.

Si ambos no se habían ido juntos… entonces… ¿Qué eran los documentos de la otra vez? ¿Por qué demonios iba a dejar el reino?

Quedó muda en su sitio y su corazón empezó a latirle con violencia imaginando la única posibilidad. Cuando alzó la mirada vio que Ryder la miraba y con suma molestia.

- Ryder yo…

- Vete – ordenó con la mirada dura – No creo que a Honey le agrade la idea de saber a dónde fuiste – dijo, manteniendo el semblante – Y por su bien será mejor que no vuelvas al bosque por un tiempo.

- Yo…- se había quedado sin armas – Lo lamento….

- Vete ya.

Ante esa orden no le quedó más que correr. Honey no tardaba en llegar y ella no podía quedarse más tiempo. Necesitaba saber, leer esos benditos documentos. Cuando agarró a Nokk se aferró a su lomo y lo apuró, a medida que avanzaba su corazón se aceleraba más, sus piernas le fallaban y su mente no hacía más que pensar en una sola cosa. "Su hermana"

Anna…

Cuando llegó al palacio, corrió a su despacho y allí los vio, salidos de su morral, aquel morral que había llevado aquella mañana tratando de explicarle. Al leerlos detenidamente, finalmente se dio cuenta. Eran sus documentos de divorcio.

Esa noche Kristoff había venido a firmarlos, y ella no había hecho más que quitarle la palabra, no le había dado la oportunidad de que se expresara, al igual que ese día en la mañana.

Se sintió fatal y unas enormes ganas de llorar la embargaron. En ese momento solo quería ver a Anna, abrazarla, besarla, amarla, que le explicara porque estaba dejando la corona, oírlo de su boca, que le terminara de encajar las piezas de su maltrecho corazón.

Su corazón no dejaba de latirle duro y su mente tampoco de pensar en ella. Con los documentos en la mano se sentó en el frío suelo del despacho y con su mano libre empezó a limpiarse las lágrimas que ahora salían de sus ojos. Eran lágrimas que contenían todo, reproche hacia sí misma, emoción, felicidad…

¿Que había hecho?

- ¡Majestad!

En ese momento, Gerda corrió al notarla en el despacho, pues estaba pasando cerca. Ver a Elsa sentada de esa forma la había llegado a preocupar, sobre todo al verla llorar de ese modo.

- ¿Qué tiene? ¿Por qué llora?

- ¿Dónde está Anna? – fue lo único que se atrevió a preguntar dentro de todas esas lágrimas con su corazón latiendo a mil.

- ¿No le dijo?

- ¿Decirme que?

- Partió a Corona.