N/A: English translation on AO3.
Como siempre, mil gracias por los comentarios que han dejado hasta ahora en este fic. No tienen idea del efecto que pueden tener, después de todo, este fic no existiría si no fuera por los comentarios que dejaron en "Tú y Yo". Me alegra mucho que les esté gustando hasta ahora, debo admitir que esta pareja y su historia hasta donde la llevo es muy especial para mí. Saludos!
Su trabajo, por muy impredecible que podía llegar a ser día tras día, era la única constante que tenía. Hacer su trabajo sería fácil, en lo que consta. Y eso era lo que Constance le había pedido hacer: su trabajo.
Estaba decidida a cumplir con esa orden.
-¿En qué estás pensando que ni te diste cuenta de que te he saludado varias veces?
-¿Qué haces aquí? -Preguntó sin pensar, y Rafael alzó una ceja. Su expresión reflejaba la confusión y curiosidad que comenzaba a sentir.
Ella se dio cuenta que había metido la pata, así que sonrió amablemente, tal vez demasiado forzado.
-Ah. Perdón… no dormí muy bien y este es mi segundo café del día. Estoy un poco…
-¿Agitada? -Preguntó él con un tono divertido-. Tengo una reunión con Constance.
Ella arrugó el ceño. Estaba segura de que su jefa no tenía nada en la agenda para esa mañana y mucho menos tan temprano. Lo había confirmado a primera hora, y lo primero que Constance le dijo al llegar a la oficina fue que no quería ver a nadie y que cancelara todas las reuniones que tenía programadas para el día. Todo lo que fuera absolutamente necesario se haría por teléfono.
Ahora Ella sabía por qué. Al principio pensaba que esos eran los días que más 'irritada' se encontraba, pero ahora -al día siguiente de su 'enfrentamiento' con Constance- se dio cuenta que simplemente lo hacía para ocultarse. Eso y que, en realidad, también está muy irritada. Y por el bien de ella y los trabajadores de Ciao, era mejor que Constance no viera a nadie.
-No creo.
-¿No crees? Deja de tomar tanta cafeína entonces -descartó y se dirigió hacia la entrada de la oficina.
Ella se puso de pie rápidamente y se interpuso entre la puerta y el hombre. Rafael la miró alarmado.
-Por favor, déjame entrar primero -dijo la primera mentira que le vino a la mente. Detestaba tener que mentir por otros. Nada la había hecho mentir tanto como trabajar para Constance Isles. Lo curioso de mentir es que, una vez que empiezas, el resto viene fácil-. Está de mal humor -una mentira blanca- y me pidió que cancelara sus citas… y si entras en esa oficina sin siquiera anunciarte, pues me temo que podría ser mi último día... -Le rogó un poco de compasión con la mirada.
Rafael suspiró y se cruzó de brazos.
-Está bien, Santorini. Haz lo tuyo.
-Gracias, Rafa.
Ella se giró y cerró los ojos por un breve instante antes de abrir la puerta y cerrarla detrás de ella.
-Te dije que no quería molestias, Eliana -dijo Constance sin alzar la mirada de los papeles enfrente de ella.
Ella no dijo nada, solo se acercó al escritorio. Constance alzó la mirada, finalmente, y Ella susurró:
-Rafael está afuera y se rehúsa a irse sin verte.
-Te pedí que cancelaras mis citas -le recordó con un tono cargado de la irritación que Ella esperaba recibir.
-Lo hice, pero… es Rafael…
-No quiero explicaciones inútiles de cómo no puedes hacer tu trabajo, Eliana.
"Eso no es justo" pensó Ella, apretando la mandíbula con fuerza.
Aquel gesto fue visible para Constance y, para sorpresa de Ella, en vez de ver la usual sonrisa triunfante de su jefa al lastimar con sus palabras, Constance se frotó la sien con los dedos, cabizbaja. Aquella simple acción la impactó más que la sonrisa que esperaba.
-No pude esperar más -anunció el hombre al abrir la puerta.
Ella se tensó y Constance dio un brinco en la silla, buscando alarmada la mirada de su asistente.
-¿Qué diablos te pasó? -Exigió saber el hombre, y las dos mujeres se miraron entre sí.
Constance estaba a punto de retocarse el maquillaje, pero ya era demasiado tarde para eso.
-Rafael, preferiría que hicieras caso a las palabras de mi asistente. Si cancelo mi reunión contigo, una razón debí tener.
-Claro, que no vea eso. ¿Qué diablo es eso? -Se acercó un poco más y Constance evitó su mirada inquisitiva, bajando la cabeza.
-Lo siento.
Ambos dirigieron sus miradas hacia la asistente.
-Fue muy torpe de mi parte. Ayer… -hizo una breve pausa al darse cuenta de la sorpresa en los ojos de su jefa-… estaba lloviendo y yo estaba empapada cuando le llevé la revista a Constance. Me ofreció una toalla para secarme, pero me resbalé y sin querer la tiré conmigo y la golpeé…
El semblante de Constance estaba tan pálido que Ella no supo si había hecho bien o mal.
-Eliana… qué crees que…
-Lo siento, Constance. Como te dije ayer... fue un accidente... y estoy haciendo todo lo posible para cumplir con mi trabajo, como me pediste.
Constance entrecerró los ojos al escuchar aquello. No se había arrepentido de sus comentarios fríos cuando la mujer solo ofrecía apoyo, aparentemente incondicional, pero que Eliana las usara de aquella manera...
-¿Es verdad, Constance? -Preguntó Rafael, sin apartar la mirada del labio hinchado.
-Desafortunadamente... -dijo en voz baja-. Fue un desafortunado accidente.
-Muy desafortunado -susurró Ella con sinceridad y tristeza reflejada en sus ojos azules.
-Venga Santorini, no pongas esos ojitos. Si Consti dice que fue un accidente, pues lo fue. Mira el lado positivo: no te ha despedido, lo cual, siendo honesto, me sorprende bastante.
-Después de lo sucedido -dijo Ella, sin apartar la mirada de los ojos de Constance-... también me sorprende. -Se permitió ser un poco honesta.
-Eso es todo -dijo Constance, y Ella asintió antes de girarse y dejarlos solos
-¿Y a ti qué te pasa?
-¿He?
Elena suspiró y dejó el panini a medio morder sobre la envoltura, envolviéndolo lentamente mientras negaba con la cabeza.
-Desde ayer estás, no sé, distraída.
-Hmmm.
-A eso mismo me refiero. ¿Está muy ocupado en el trabajo? Es tu hora de descanso y ni siquiera puedes relajarte.
La mirada de Ella permaneció fija en el café que había estado sosteniendo durante los últimos diez minutos, y del que no había probado ni un solo sorbo. Lo había comprado solo para tener algo caliente mientras almorzaban en el parque. Elena llevaba su uniforme azul marino debajo de un grueso abrigo que la protegía del primer viento que anunciaba la llegada del invierno. El hospital estaba a un par de cuadras y Elena había insistido en que caminar un poco y almorzar juntas les vendría bien.
-No es nada, aunque el trabajo está más ocupado de lo habitual. Hay varios eventos importantes y Constance también está ocupada preparando la presentación de invierno.
-¿Y qué pasó ayer? ¿Tiene que ver con nuestros padres?
Ella frunció el ceño y apartó la mirada del edificio de Ciao para mirar a su hermana a los ojos.
¿Nuestros padres? Pensó, sorprendiéndose al darse cuenta de que no había pasado ni una semana desde que los perdió.
Ella apretó el vaso de café con más fuerza para contener las ganas de aferrarse la cabeza con ambas manos. Una risa burbujeó en su interior, que también reprimió, porque ¿qué pensaría su hermana si la viera tirándose de los pelos?
-Te conozco, Ella. Entiendo si no quieres hablar de lo que sea que te preocupe, pero no me mientas diciendo que no es nada.
-Hay algo que… no puedo decirte porque no está en mi lugar hacerlo. Es algo relacionado con el trabajo, algo personal... -hizo una pausa y volvió a mirar hacia el edificio, de manera inconsciente.
-¿Algo que tenga que ver con Constance Isles?
Ella la miró de nuevo y asintió lentamente.
-Entiendo.
¿En serio lo entiendes? Pensó porque ella misma no entendía absolutamente nada. No comprendía la posición de Constance Isles; una mujer tan temida y poderosa. No entendía cómo ni por qué permitía lo que estaba sucediendo.
-Creo que es una de esas situaciones en las que realmente no se puede entender si no se ha vivido. Y por eso no sé cómo ayudar...
-¿Has preguntado?
Esta vez Ella no pudo contener la carcajada sarcástica que surgió de su garganta.
-Es Constance Isles. ¿Qué crees?
Elena reflexionó sobre sus palabras durante varios segundos, con la mirada perdida en un grupo de ancianas practicando Tai Chi al otro lado del parque.
-Que es humana, al igual que tú y yo. Tal vez no lo exprese de la misma manera, pero si necesita ayuda y quieres ayudarle… pues hazlo al estilo de Constance Isles -concluyó encogiéndose de hombros.
-…estilo de Constance Isles… -repitió y el "Tu trabajo" resonó en su cabeza.
-Míralo de esta manera, por ejemplo: Mi jefa estaba pasando por lo que ella llamó "una crisis de los cuarenta" cuando se divorció de su segundo marido. Nadie se atrevió a hacer o decir algo más que un "lo siento", y eso era suficiente para ser aniquilado con una mirada. Y una noche, después de una larga cirugía, la encontré sentada en un banco del patio del hospital, llorando desconsoladamente. Podría haber dado media vuelta y marcharme cuando me di cuenta de que era ella, pero hasta el día de hoy no sé qué me impulsó a seguir caminando y sentarme a su lado. Y eso fue todo lo que hice. No hablé, no la toqué. Nada. Después de casi una hora en silencio, sus únicas palabras antes de levantarse y marcharse fueron "Gracias por la compañía". Eso era todo lo que necesitaba. Compañía.
-Qué…
Elena suspiró al notar la confusión en el rostro de su hermana.
-Eres muy táctil, Ella. Tú ves a alguien en apuros y quieres ayudar. Ves a alguien llorando y lo primero que deseas hacer es abrazar, porque es lo que te gustaría que hicieran contigo. No conozco a Constance Isles personalmente, pero he escuchado lo suficiente de ti como para entender que no es alguien que acepte abrazos, mucho menos de su asistente o algún otro subordinado, ¿me equivoco? -Elena asintió cuando Ella negó con la cabeza-. Entonces, averigua cómo puedes ayudarla.
-Sin arriesgar mi empleo, claro -añadió Ella con seriedad. ¿Cómo podía ayudar a alguien que no quería ser ayudado? O por lo menos eso era lo que Constance daba a entender. Tampoco podía ignorar lo que había visto, o seguir viviendo ignorando lo que está justo delante de ella.
-Claro -dijo Elena riendo.
El trabajo le sirvió de distracción para olvidar todo lo demás que la había estado preocupando. Se mantuvo ocupada realizando las tareas que Constance le había encomendado para el día, y una vez que las terminó, se dedicó a preparar todo para el evento del museo. El final del día se acercaba y la mitad de la oficina ya se había ido, mientras que el resto comenzaba a recoger sus cosas anticipándose a irse a casa.
Apartó la mirada de su agenda y dirigió la vista hacia la oficina de Constance; la puerta estaba cerrada y las cortinas también. Cuando esto ocurría, todos en la oficina sabían que Constance no estaba disponible. Solo había visto a la mujer dos veces ese día: una vez por la mañana y la segunda vez cuando dejó el segundo café y un corrector de maquillaje sobre el escritorio. Fue un riesgo dejar el maquillaje de esa manera, y durante varias horas estuvo ansiosa, esperando que Constance saliera de su oficina, indignada por su osadía y la despidiera en el acto.
Pero eso no sucedió.
"Diez minutos" pensó al ver la hora. No creía que Constance se quedaría a trabajar hasta tarde, y si lo hiciera, era poco probable que quisiera que ella también se quedara.
-Solo diez… -murmuró en voz baja, dando un sorbo a su frappé que Rafael le había traído (y del cual no podía dejar de pensar que había sido algo extraño). El sonido del ascensor resonó y cuando volteó para ver quién salía, apretó el vaso de plástico con tanta fuerza que derramó la mitad de la bebida sobre su camisa.
-Maldita sea -siseó, buscando servilletas y presionándolas contra su blusa sin siquiera mirar lo que estaba haciendo, ya que sus ojos estaban fijos en el hombre que se acercaba a ella con determinación.
-¿Y a ti qué te pasó? -Preguntó, aunque su mirada se alternaba entre el vaso aplastado y la blusa manchada.
-¡Ellaaa!
-Hola, Maura -sonrió, ignorando las palabras del hombre.
-¿Está mi esposa? Me llevaré a Maura.
-Amm… sí, pero… permíteme un momento porque no está recibiendo visitas -ignoró la expresión escandalizada del hombre y se apresuró a entrar en la oficina, cerrando la puerta detrás de ella. Ya podía imaginarse la objeción del hombre con algo como "Soy su esposo".
-Eliana, ¿acaso tengo que repetirme otra vez? -Preguntó en un suspiro.
-Su esposo está afuera.
Constance alzó la cabeza ante esas palabras. La confusión en su rostro fue suficiente para que Ella se diera cuenta que ese no era el plan ese día, y estaba igual de sorprendida.
-¿Qué diablos te pasó? -preguntó Constance con el mismo tono bajo y relajado que tanto desconcertaba a Ella.
-Tuve un accidente con un frappé...
-Arthur puede pasar.
Ella permaneció quieta por varios segundos, mirándola insegura.
-¿Acaso estás sorda ahora?
No le dio tiempo a Ella de girarse y abrir la puerta, porque el hombre, al igual que Rafael, entró en la oficina. Arthur se inclinó para dejar a Maura en el suelo, y ella corrió hacia Constance, que se giró en su silla para poder tomarla en brazos y besar su mejilla.
-Solo vengo a decirte que me llevaré a Maura conmigo esta noche. Su abuela quiere verla -dijo mientras se acercaba para tomar a Maura en brazos nuevamente, y se quedó inmóvil mirando el rostro de su esposa-. Deberías retocarte un poco -añadió en voz baja.
Ella vibró de rabia al escucharlo y se tensó, al igual que Constance cuando el hombre se acercó y la besó en la mejilla.
-Que no se quede despierta hasta muy tarde. Mañana iremos al acuario -le recordó Constance.
Arthur no respondió, pero se detuvo frente a la puerta, mirando de reojo a Ella.
-Pensé que tenías estándares más altos para tus asistentes.
Arthur se giró y Ella forzó una sonrisa, saludando con la mano cuando Maura agitó sus pequeñas manos despidiéndose de ella.
-Eliana -la llamó Constance cuando la asistente giró sobre sus talones con la intención de salir de la oficina.
-¿Sí, Constance? -Preguntó al girarse y mirarla a los ojos.
-¿Tengo que recordarte del acuerdo de confidencialidad que firmaste con tu contrato?
La desconfianza implícita en esa pregunta le dolió, aunque nunca lo admitiría. Había trabajado tantos meses para Constance y había demostrado su lealtad.
-En absoluto.
Constance chasqueó la lengua y entrecerró los ojos.
-Muy bien.
-No necesita retocarse -soltó, sorprendiéndose a sí misma.
Constance no mencionó el maquillaje que Ella había dejado esa mañana junto al café. Ella había notado que ya no estaba sobre el escritorio. Se preguntaba si Constance lo había aceptado o desechado.
-Lo sé. Utilicé tu pequeño regalo.
Ella asintió con una expresión neutral y después de varios segundos se volvió nuevamente, decidida a salir de una vez.
-Eliana.
Ella se detuvo, pero no se giró.
-¿Sí?
-¿Quieres ir al acuario con tus hijos y nosotras?
Ella agradeció estar de espaldas a Constance porque su boca se abrió de par en par por la sorpresa. Nunca se le hubiera ocurrido escuchar eso en su lista de posibilidades.
-¿Como tu asistente?
-No.
Ella frunció el ceño, abrumada por la confusión que sentía, pero sabía que era mejor no cuestionar a Constance.
-Entiendo si ya tienes planes. Maura ha insistido mucho y no puedo negárselo.
Claro pensó Ella.
-Está bien. Por Maura… y los mellizos estaban emocionados -añadió.
-Ya tienes los detalles.
-Sí.
-Ya puedes ir a casa, Eliana.
Ella la miró por encima del hombro. Constance ya había vuelto a centrarse en los papeles.
-Buenas noches, Constance.
N/A: Cuando dije que este fic tendría de todo, no bromeaba. Así que sí, siguiente cap en acuario :)
