N/A: A que no se esperaban esto 😏. Gracias por todos los comentarios y seguir leyendo esta historia.


-André confirmó la sesión de fotos. Todo está listo. Enzo volvió a llamar.

-Bloquea su número.

-Sí, Constance.

-E informa a seguridad. Lo último que necesito es que vuelva a aparecer por aquí -susurró entre dientes.

El día no había comenzado bien. Estaba corta de una asistente y Becca, por la cara que llevaba durante esos últimos días (a pesar de ocultarlo muy bien con el maquillaje), no aguantaría por mucho tiempo más.

-Asegúrate de que André tenga todo lo que necesite. No quiero que se atrase la sesión como la última vez. Cancela todo lo que tengas en la agenda después de las cuatro y puedes tomarte el resto del día libre.

-¿Qué? -preguntó Becca sin pensar y se aclaró la garganta antes de corregirse rápidamente-. Sí, Constance.

Constance entró en su oficina y se quitó la chaqueta y el bolso, masajeándose lentamente el cuello. No estaba segura de cuánto tiempo más podría soportar el ritmo de Belle Vie y la galería que intentaba llevar al mismo tiempo. Era demasiado trabajo, incluso para ella y dos asistentes, no, una asistente. No puede olvidar que despidió a una.

Agarró el bolso para buscar su agenda personal mientras caminaba hacia el escritorio, pero el bolso se le resbaló de la mano cuando alzó la mirada y vio una pequeña tarta de fresas y mascarpone esperando por ella en el centro del escritorio.

Su respiración se entrecortó ante el sentimiento de déjà vu y el recuerdo que vino a su mente. Recogió el bolso y lo dejó sobre la silla, sin dejar de mirar el pequeño postre.

-Becca.

La asistente entró en la oficina en menos de tres segundos.

-¿Qué es esto?

-Lo ha traído una repartidora de Boulangerie Utopie. Dejó un sobre también, debe estar ammm allí. -Señaló el costado del escritorio-. No sé si sea importante, pero me pidió que dejara el sobre al costado derecho. Fue muy específica con ese detalle -dijo con una expresión pensativa.

-¿Cómo era la mujer?

-Morena, piel oscura y ojos verdes.

-Tráeme un café.

Becca asintió y salió de inmediato. Constance agarró el sobre y se sentó, mirando de reojo el postre antes de abrir el pequeño sobre color crema. La comisura de sus labios se curvó ligeramente al reconocer la caligrafía, y para cuando releyó las tres líneas, su sonrisa era de oreja a oreja. Sin pensarlo, alzó el teléfono del recibidor y marcó el número que había memorizado con los años. La llamada terminó en el buzón de voz. Lo volvería a intentar en la tarde.

"Ella/C" ¿Qué es esto? Pensó sin dejar de mirar la firma.

Cuando Becca volvió, ya se había comido la mitad del dulce. Estaba exquisito y tuvo que hacer un esfuerzo para no terminarlo antes de que llegara el café. La asistente dejó el café frente a ella y comenzó a hablar de inmediato sin esperar alguna indicación de su parte.

-Confirmé con André y aseguró que tiene todo lo que podría necesitar y más, solo por si acaso. Las primeras dos horas las tienes disponibles para las últimas modificaciones de la edición, entrevista para la posición de la galería a las diez y el resto del día lo tienes libre.

Constance dio un sorbo de café mientras pensaba. Había olvidado por completo la entrevista de trabajo para la galería. Había intentado llevar los trámites de sus dos trabajos por separado, pero algunas cosas parecían imposibles últimamente.

-Le dejé la información de los candidatos en la carpeta azul -dijo Becca, interrumpiendo sus pensamientos.

-Gracias -respondió sin pensar y la expresión de sorpresa en la cara de su asistente le recordó a Ella.

Ella... pensó y miró el sobre junto a la tarta.

Por suerte, el día comenzaba a mejorar más de lo esperado: no tuvo que hacer muchos cambios en la edición de la revista. André no necesitó nada más y la entrevista con los dos primeros candidatos había sido... aceptable, aunque ninguno de los dos la había convencido.

Con un suspiro y un segundo café, volteó hacia el tercer y último currículum.

-"Claude Myatt" -leyó y tuvo que releer el nombre una vez más-. ¿Acaso...?

Alguien tocó la puerta antes de que pudiera leer el resto del currículum, y Becca asomó la cabeza.

-Claude espera, Constance.

Constance notó que Becca parecía indiferente al nombre y no estaba segura si lo estaba haciendo a propósito o no; después de todo, había presenciado la despedida de Alejandra por su inefectividad en cumplir con su pedido.

-Ve a almorzar. Parece que te desmayarás en cualquier momento.

Becca sabía mejor que cuestionarla y solo asintió. Constance suspiró, frotándose los ojos con cuidado de no arruinar su maquillaje. La puerta se cerró de nuevo. Cuando volvió a abrir los ojos, su corazón se detuvo.

-¿Ella? -Se puso de pie, pero no se movió. Tal vez se lo estaba imaginando. ¿Cuánto tiempo hacía que no la veía en persona? ¿Siete meses? Lo que fuera era mucho tiempo, demasiado. No, no se lo estaba imaginando. La mujer se acercó con una sonrisa conocida y unos brillantes ojos azules. El pantalón de traje y el blazer color verde aguamarina hacían maravillas resaltando sus ojos. Ella nunca la había decepcionado con su sentido de la moda (ni siquiera cuando se apareció en su casa con unos Converse que parecían estar al borde del exterminio). Y durante el tiempo que trabajó en Ciao (y sin dudas algunos consejos de Rafael y Sarah), su estilo había mejorado notablemente. La mujer que tenía enfrente podría posar sin ningún problema para Belle Vie, incluso Ciao.

Ella no se detuvo, acortando el espacio al darle la vuelta al escritorio. Constance, en su trance, no pudo hacer más que seguirla con la mirada y ahogar un gemido de sorpresa cuando sintió brazos rodear su cuerpo en un abrazo.

-Sí estás aquí -susurró, cuando el perfume familiar sobrecargó sus sentidos.

Ella cerró los ojos al sentir los brazos de Constance rodear sus hombros y estrecharla con fuerza.

-No podía perderme este día un año más sin verte. Feliz cumpleaños, Cons.

Constance no pudo decir nada. No sabía qué decir, apenas podía creer que Ella estuviera ahí, aunque la estuviera tocando, mirando sus ojos azules y la sonrisa que había escuchado incontables veces por teléfono, pero extrañaba ver. A lo largo de los años, el cabello de Ella había crecido y estaba casi tan largo como cuando trabajó como su asistente, aunque aún lo mantenía de un tono castaño claro.

-Tengo tantas preguntas... -susurró, y un ruido en el exterior de su oficina le recordó que estaba en el trabajo y tenía una entrevista pendiente- ...Estoy tan feliz de que estés aquí, pero tengo una entrevista por hacer -pausó cuando la mujer colocó distancia entre las dos, dando la vuelta al escritorio otra vez-. Lo siento. Si puedes esperar... -Se volvió a callar cuando Ella se sentó en la silla al otro lado del escritorio.

-Tengo una entrevista.

-¿Qué?

La fachada tranquila que Ella había mantenido hasta ese momento comenzó a desmoronarse, y Constance notó cómo cruzó las manos y comenzó a frotarse con los pulgares; solo hacía eso en raras ocasiones cuando estaba realmente nerviosa.

Constance se desplomó en el asiento al darse cuenta.

-No -susurró y entrecerró los ojos cuando Ella bajó la cabeza para evitar su mirada.

La morena abrió la carpeta que Becca había dejado con la información del tal "Claude". No le había dado tiempo a revisarlo antes, pero ahora que leía por encima, no tomó más de cinco segundos en percatarse de que el historial de estudio y empleo era idéntico al de la mujer enfrente de ella.

-¿Ella? -Cuestionó con un tono serio, exigiendo una explicación.

Ella no sabía si sonaba enojada o dolida. Las dos cosas, tal vez.

-Claude Myatt es mi seudónimo. Hace unos años me aconsejaron que usara uno si planeaba seguir involucrándome en el mundo más... criminal del arte. Mercado negro, fraudes, negociaciones un poco cuestionables... No quería poner en riesgo a mi familia o las personas importantes para mí -dijo y alzó la cabeza para mirarla a los ojos.

-¿Por qué no me lo dijiste? Tantas veces que... -Se cubrió parcialmente el rostro con una mano, soltando un suspiro con fuerza-. Pensé que confiabas en mí.

Ella se abalanzó hacia delante, apoyando las manos sobre el escritorio que las separaba.

-Lo hago, confío en ti. No podía decirte, Constance. No podía ponerte en riesgo, y todos sabían que intentabas descubrir la identidad de Claude. Ni siquiera le dije a Rafael o a mi hermana. Nadie sabía.

-¿Por qué me lo estás diciendo ahora?

Ella tragó en seco y retiró lentamente las manos del escritorio. Cuando Rafael la había alentado a confesarse, no pensó que fuera tan difícil. Pensó que podría decir las cosas de una (incluso lo practicó mentalmente incontables veces durante el vuelo), pero ahora, en el momento más crucial, su mente quedó en blanco y lo único que podía reconocer era el miedo que sentía ante la incertidumbre de cómo Constance podría reaccionar ante su verdad.

Había venido hasta Francia para confesar sus sentimientos y en cambio optó por confesar que la persona que Constance había intentado contactar durante más de cuatro años había estado a su alcance todo ese tiempo. Tal vez Constance no la perdonaría.

Una cosa a la vez... no puedo ocultarle algo tan importante... -Se repetía, intentando convencerse de que no había tomado el camino más cobarde, sino el más lógico.

-¿Te has estado burlando de mí todo este tiempo? Las veces que he... desahogado mi frustración contigo sobre Claude ¿Acaso te estabas riendo de mí? -preguntó cuando Ella permaneció en silencio sin responder a su pregunta.

-¡No! Puedo explicarte.

Constance cruzó los brazos, tensando la mandíbula y lanzándole una mirada que podría asfixiarla.

-Cuando heredé los cuadros de mi padre hice que revisaran la autenticidad de todos. Descubrí que algunos eran falsos, y entonces empecé a investigar y cuando me di cuenta ya estaba involucrada. De un marchante a otro, coleccionista, expertos -miró a un lado solo para evitar por un instante la mirada verde de Constance- Engañé a varios, involucrándome para jugarles la misma mano. De un juego a otro creo que... perdí el rumbo -confesó. Ya había tomado demasiados riesgos y cada vez se sentía más atrevida. Y en su experiencia, eso nunca terminaba bien.

-¿Por eso usaban ese ridículo apodo de Robin Hood?

Ella hizo una mueca.

A lo largo de los años no solo Constance se había interesado por conocer la identidad de Claude. El 'hombre' que lograba casi lo imposible al jugarles las mismas manos a los farsantes y donaba anónimamente el dinero a varias organizaciones de caridad. Algunos lo aclamaban, otros querían encontrarlo para hacerle pagar por sus hazañas.

-¿Qué estabas pensando? ¡Hay ofertas por tu cabeza! ¿Eres consciente de eso? ¿Del peligro en el que estás? -preguntó con una pizca de desesperación que Ella no recordaba haber escuchado en su voz alguna vez.

-Claude. Claude está en peligro.

Constance la miró con una expresión atónita, como si aquello fuera lo más estúpido que había escuchado en su vida.

-No puedo creer lo que estoy escuchando -masculló entre dientes.

Ella siguió con la mirada cómo Constance, con los brazos cruzados, se acercó al ventanal, dándole la espalda.

-Lo siento.

-Sabes que detesto las disculpas deshonestas.

-No me disculpo por lo que he hecho como Claude, de eso no me arrepiento. Tampoco por ocultarlo -pausó ante el resoplar de Constance-. No me arrepentiré de desear mantener a mis seres queridos seguros -aclaró con un tono más fuerte.

Constance ignoró el ruido que hizo la silla cuando Ella se puso de pie, al igual que la presencia detrás de ella, cada vez más cerca.

-¿Entonces por qué te estás disculpando? -Preguntó con sarcasmo a la vez que se giraba, disimulando mejor de lo que esperaba su sorpresa al no encontrarse con la misma sonrisa de unos momentos antes sino con ojos claros y brillantes por las lágrimas contenidas.

-Porque no fui honesta contigo. Y eso... eso fue lo único que pedí de ti desde el principio y yo no he cumplido con mi parte.

-¿Por qué ahora?

-Claude quedará en el olvido. Deseo seguir ayudando de una u otra manera, pero no quiero seguir involucrándome en la parte más-

-¿Criminal?

Ella entrecerró los ojos pero no lo negó. Sería inútil hacerlo.

Un toque en la puerta hizo que Constance enderezara aún más los hombros, y que Ella se limpiara rápidamente las lágrimas.

-Este tema no quedará aquí -susurró Constance al pasar por su lado, dirigiéndose a la puerta.


Constance debió sospechar algo por lo inquieta que había estado Maura desde que salieron de la casa.

-¡Ella! -Maura corrió entre la multitud en la feria y se lanzó contra la mujer, abrazándola con todo su cuerpo, aferrándose a ella como si fuera un koala.

-Ufff. Ya no estás tan pequeña, cariño -dijo, aunque la sostenía con aparente facilidad-. ¿Cómo has crecido tanto en ocho meses?

Maura sonrió de oreja a oreja.

-Maura.

-Oh, oh -susurró la niña y Ella sonrió disimuladamente al escucharla, ayudándola a poner los pies sobre la tierra otra vez.

Constance no dijo más. No era necesario y tampoco era la primera vez que Maura saludaba a Ella de esa forma. Algo que aprendió de los mellizos, sin dudas.

-Hola -saludó Ella tímidamente, como si unas horas antes no hubiera salido de su oficina en lágrimas.

-No esperaba verte aquí -dijo Constance en un tono tranquilo. Las dos habían quedado en seguir conversando al día siguiente, y Ella no mencionó nada de esta... sorpresa.

-Mamá...

Las dos adultas miraron sorprendidas a la niña ante el tono de advertencia que usó.

-Yo la invité. ¡Será estupendo! -Se giró hacia Ella-. ¡Tengo tantas cosas que mostrarte!

Ninguna de las dos mujeres hizo comentario alguno cuando Maura se acercó a su madre para agarrar su mano y comenzar a caminar, adentrándose en la feria, llevando con ella a las dos mujeres de la mano. Maura puso al día a Ella con casi todo lo que había ocurrido en su vida desde la última vez que se vieron en persona, aunque las dos se habían escrito varias cartas y hablaban seguido por teléfono. Constance guardó silencio, escuchando atentamente el intercambio entre su hija y la mujer que había plagado sus pensamientos todo el día.

-¿Un gato?

-Sí, para mi cumpleaños, tal vez -dijo en voz baja y miró de reojo a su madre.

-No.

Ella se mordió el labio inferior para no sonreír ante la respuesta inmediata de Constance.

-Ya tienes a Bass, hija. Vivirá muchos años si cuidas bien de él.

-¿Bass? -inquirió. Era la primera vez que escuchaba sobre esto.

-¡Es una tortuga africana! Mamá no quiso regalarme un perro porque viajamos mucho y es más fácil cuidar de Bass. Es así de pequeño. -Separó los dedos, indicando el tamaño.

Ella arrugó el ceño y miró a Constance.

-¿Esas no son las que crecen hasta como 25 centímetros?

-45.

La mujer soltó una carcajada sin mover el brazo que tenía sobre los hombros de Maura, manteniéndola cerca a su cuerpo. Las dos eran inseparables siempre que se volvían a reunir.

-¿Eso te pareció mejor que un perro? -Le preguntó a Constance- ¿Sabes que puedes viajar con un uno, cierto? Además de que hay varios tamaños...

-Bass es pequeño.

-Dime eso mismo en un par de años -refutó con una sonrisa y un brillo en los ojos.

Constance sintió que apenas pudo respirar por primera vez desde que Ella salió de su oficina ese día.

-¡Juguemos a eso! -Exclamó Maura, tirando de la mano de la adulta.

Ella miró por encima de su hombro y sintió una ola de felicidad recorrer por su cuerpo al ver una leve sonrisa en los labios de Constance. Se tuvo que gastar unos cuantos francos de más, pero ganó el panda de peluche que la niña quería. Constance había murmurado un "La conscientes mucho" cuando ya se había gastado más de sesenta francos en el mismo juego. Maura sostuvo el peluche por menos de media hora antes de anunciar que se reuniría con sus amigas, y le entregó el peluche a una Ella sorprendida.

-¿No te había dicho?

Ella negó con la cabeza, aferrando el panda a su abdomen. No esperaba estar a solas con Constance hasta la mañana siguiente.

-¿Estará bien? Digo, con sus amigas. La feria es muy grande -preguntó, observando a Maura reunirse con varias niñas que parecían de su edad y dos mujeres adultas.

-Estarán con dos madres, no te preocupes. No es la primera vez y conozco personalmente a las madres. Hemos quedado en reunirnos a las nueve para recogerla. ¿Y los mellizos?

-Con su padre y nuevo hermano. Noah está encantado con su hermanito. Yo no tanto -suspiró, mirando uno de los puestos de comida mientras caminaban entre la multitud.

-¿No?

Ella miró distraídamente a Constance y cayó en cuenta de sus palabras.

-Oh. ¡No lo digo porque Oliver tenga otro hijo! Eso no me importa. Estoy muy feliz por él. Lo decía porque ahora Noah no deja de preguntarme por qué yo no le doy más hermanos -resopló y se sorprendió al escuchar la risa de Constance-. Necesito comer algo.

Constance la siguió en silencio y se sentó en una de las mesas al extremo de uno de los puestos, mirando de lejos cómo Ella señalaba varias cosas en el menú. La mujer no había soltado el peluche, y por el trabajo que estaba pasando para sostener todos sus pedidos, parecía que apenas se daba cuenta de su error.

-Aquí está. La vendedora tuvo compasión conmigo y me dio una bolsa. Mi francés no está tan mal como pensaba, ¿oui? Creo que entendió casi todo lo que dije.

Constance rio, negando con la cabeza y aceptando con resignación el peluche, solo para dejarlo sobre la silla vacía al lado.

-¿Eso qué es?

-Pues... ¿una donut? ¿beignet? -Intentó en francés.

Constance puso los ojos en blanco.

-No te esfuerces tanto. ¿Me refería a por qué me estás dando una?

-¡Porque es tu cumpleaños! -Exclamó y de la nada clavó una sola vela en la donut y la encendió, dejando boquiabierta a la morena-. Tienes que pedir un deseo, es obligatorio.

-¿Sí? El deseo que me hiciste hacer el año pasado aún no se cumple.

La expresión de Ella cambió a una pensativa. La bolsa con su comida había quedado olvidada al costado de la mesa y toda la atención de Ella estaba en el rostro de la mujer que tenía enfrente.

-Tal vez no contó por hacer que tú misma la encendieras y que yo no haya estado presente. Hay reglas para estas cosas, sabes -dijo y le guiñó un ojo.

-Eres tan tonta a veces -susurró Constance. He extrañado esto...

-Pide un deseo -insistió.

Constance suspiró, con la mirada fija en la vela. Cerró los ojos por varios segundos, los abrió y sopló. Ella aplaudió varias veces, con una sonrisa deslumbrante que se fue transformando en una mueca de confusión cuando Constance le acercó la donut.

-No, no. Tienes que comerla. Si no la comes tú no cuenta.

-¿Otra de esas reglas?

-Claro. Incluso pedí tu favorita -dijo mientras buscaba en la bolsa y sacaba perros calientes, varios dulces y otra donut.

-¿Mi favorita? ¿Tienes idea de cuántos años han pasado desde la última vez que comí una?

-Confía en mí. Hasta ahora no me he equivocado con tus favoritos. Y sí, llevo cuenta.

-Tonta -dijo apenas audible, mordiendo la donut. No pudo mantener su expresión bajo control ante la sorpresa. No estaba segura si era su favorita, pero definitivamente estaba deliciosa.

-Uno de estos también es para ti -dijo y se atrevió a deslizar uno de los perros calientes hacia Constance, a pesar de que esta le lanzaba una mirada asesina.

Comieron tranquilas, ignorando el elefante entre las dos.

-¿Por qué no? -preguntó Constance, limpiándose la comisura de los labios y absteniéndose de hacer lo mismo con los labios de Ella al notar una mancha de mostaza en ellos.

-¿No qué?

-Tener más hijos.

-Oh. -Tragó en seco y agarró la botella de Coca-Cola para bajar el pan.

-¿Es porque ya te diste por vencida con los hombres? -preguntó Constance con una expresión inescrutable.

Si no es porque Ella se cubre la boca al instante, Constance hubiera terminado con un sorbo de soda en la cara. Ella agarró una de las servilletas y se limpió los labios, aclarándose la garganta.

-¿Por qué lo dices?

-¿Laura?

-Ya veo que Rafael ha hablado de más... eso fue hace mucho tiempo y no fue... no significó nada. Y no, no es por eso. Sigo siendo... -Se volvió aclarar la garganta para pensar antes de hablar-. Desde que tuve los mellizos he tenido claro que no quería más y ese sigue siendo el caso. Además, Maura es como una tercera hija para mí.

Constance notó el rubor en las mejillas de la mujer, quien ahora parecía repentinamente tímida. Siempre tenía la misma reacción cuando mencionaba que Maura era como una hija para ella, y eso a Constance se le hacía simplemente... encantador.

-¿Y tú? -preguntó Ella.

-¿Yo?

-¿Quieres tener más hijos?

-Cuatro sería mucho ¿no crees? -preguntó con una leve sonrisa, ladeando la cabeza.

Por segunda vez aquel día, los ojos azules de Ella brillaron.

Logró, de alguna forma, que Constance se comiera la donut y mitad de uno de los perros calientes. Recorrieron varios puestos y Constance acompañó a Ella mientras esta probaba diversas chucherías. Ella le ofrecía probar de todo, pero Constance siempre se negaba.

-No.

Ella se quedó apuntando la noria mientras intentaba hacer su mejor cara de puchero.

-Pero-

-No me subiré en esa cosa.

-Está bien. -Exhaló con un aire de resignación-. ¿Quieres sentarte mientras esperamos por Maura?

Constance asintió y la siguió en silencio, otra vez. Ella se había cambiado de ropa y, a diferencia de la mañana, ahora llevaba un pantalón de mezclilla negro y un suéter blanco. El cabello lo tenía suelto, pero antes de comer se lo había recogido hacia un lado en una trenza suelta.

Se sentó y colocó el panda de peluche sobre su regazo, con la mirada pérdida a lo lejos, siguiendo el girar de la noria. Constance se sentó a su lado y la miró por varios segundos, hipnotizada por la variedad de los colores de la noria que las iluminaban y se reflejaban en su rostro.

-Sé que quieres seguir hablando mañana, pero... -No dejó de mirar hacia la noria y Constance notó cómo tragó con dificultad.

-Yo tampoco he cumplido. Fui muy fuerte contigo esta mañana con mi reacción.

Ella se volteó hacia ella con la pregunta en la mirada ¿Qué?

-Honestidad. No he sido honesta contigo.

¿Ahora me dirá de ese tal Enzo? -Se preguntó, mirando fijamente los ojos de Constance.

-Tu me ocultaste tu seudónimo y yo también te he ocultado algo.

-Si estás hablando de tu amante, no es necesario. No tienes que decirme todo lo que pasa en tu vida personal-

-No es eso. No hay nadie, no hay ningún amante.

-Pero... ¿Ese hombre? ¿Enzo? He visto las fotos.

Constance hizo una mueca casi imperceptible y cruzó las manos sobre su regazo. Ella lo notó y su mirada descendió a las manos y luego volvió a los ojos de la mujer que no logró disimular muy bien su temblor. En ese instante se dio cuenta de que no era solo las manos sino todo el cuerpo de Constance que temblaba.

Ella sintió un vuelco en su pecho y su corazón se aceleró.

-¿No estás muriendo, verdad?

Constance se hubiera echado a reír de no ser por la voz quebrada y la expresión de horror de Ella.

-No, no estoy muriendo. Estoy perfectamente saludable. Las fotos... sabes que esa gente que se hace llamar periodistas pueden hacer ver cualquier situación como les plazca. Es cierto que tuve unas cenas con Enzo, pero no pasó a más. No es nadie, por eso no te dije nada al respecto.

-¿Entonces? -preguntó y la mandíbula de Constance se tensó.

-Sé lo difícil que fue para ti confesarme lo de Claude porque yo también he estado reteniendo algo y, para ser honesta, no sé si tenga valor de hacer lo mismo que tú. Siempre haz sido más valiente -susurró.

-Me estás asustando, Cons.

Constance ahogó una risa al escuchar aquello: Cons. Lo decía en ocasiones cuando hablaban por teléfono, pero nada se comparaba a escucharlo acompañado de esa mirada.

-¿Recuerdas que te dije que mi deseo del año pasado no se cumplió? -Esperó a que Ella confirmara al asentir y continuó-. Tampoco el año anterior o anterior a ese. Yo deseé-

-¡No me digas si es lo mismo que deseaste hoy! -interrumpió rápidamente y Constance se paralizó al sentir una mano sobre su muslo.

-¿Reglas? -A pesar de la ansiedad y temor que sentía, sonrió cuando Ella volvió a asentir.

-Solo si es diferente.

-Había deseado poder olvidarte.

La sonrisa de Ella se congeló, y se echó hacia atrás lentamente. Constance sostuvo su mano entre las suyas antes de que pudiera retirarla por completo.

-Una vez escuché que para que los deseos se cumplan, se debe hacer algo al respecto, no solo desear. Y no hice nada, lo intenté... llamaba menos, pero no se cumplió. Y por ende no he podido olvidarte.

-No entiendo... pensé que, pensé que éramos -somos- buenas amigas que-

-Siempre que me permito desear algo de verdad, algo que realmente quiero, lo arruino. Y esto -Alzó una mano para hacer un gesto entre las dos-, es demasiado bueno para arruinar. Lo he intentado -susurró entre dientes, tan bajo que Ella se acercó inconscientemente para escucharla-. Al principio pensé que solo era tu encanto. Un capricho. Eras mi única amiga, una de las pocas y usé eso como excusa para dejar de lado lo que sentía. Pero cuando supe con seguridad que tendría que viajar al otro lado del mundo, tan solo la idea de estar tan lejos me rompió el corazón. Yo nunca he sentido este tipo de atracción por una... por alguien -confesó y sostuvo con fuerza la mano de Ella. Respiró profundamente, intentando calmar sus palpitaciones, y pestañeó varias veces cuando su visión se nubló. Si enterraría esta amistad con su confesión, lo haría bien. Ya no puedo frenar este sentimiento-. Lo he intentado -repitió, ahogando sus siguientes palabras en un sollozo-. Por más de cinco años he intentado olvidar lo que siento para no arruinar lo que tenemos, pero quiero más... necesito más. Y siempre he logrado lo que me he propuesto, pero esto... no he podido olvidarte, he fallado y estoy cansada. Estoy cansada de intentarlo, Eliana.

Constance no pudo mantener la mirada por un segundo más; el miedo de perder una de las personas más preciadas en su vida era insoportable. Ella, por su parte, no había pestañeado. No confiaba en su voz. En ese momento ni siquiera estaba segura si estaba viviendo en un sueño o la realidad.

La mano temblorosa que aún sostenía la suya con fuerza la regresó al momento.

La música de varios puestos de la feria y el bullicio de la gente las envolvía, pero las dos estaban en su propia burbuja y el único sonido que escuchaban era el bombeo de la sangre en sus oídos.

Constance ahogó un gemido de sorpresa al sentir una caricia en su mejilla, y entonces se dio cuenta de que Ella secaba sus lágrimas. Luego su corazón se detuvo cuando notó la ausencia de la mano que había estado sosteniendo inconscientemente. Sus labios se separaron para disculparse, para retractarse de todo lo dicho, pero su boca se cerró de repente cuando Ella, en lugar de retirar la mano por completo, simplemente la giró para entrelazar sus dedos y la levantó lentamente para rozar los nudillos de Constance con los labios. Ella cerró los ojos durante varios segundos. En ese momento la sensación de la piel contra sus labios era la única certeza de que estaba viviendo en la realidad y no estaba inmersa en uno de sus sueños inalcanzables. Se sentía con los pies en la tierra, pero al mismo tiempo, era como si estuviera suspendida en el aire. Al abrir los ojos se sorprendió al encontrar a Constance mirándola con una expresión que solo podía describir como desconcierto.

-¿Ella? -Quería decir más, pero su voz se quebró cuando la única respuesta que obtuvo de la mujer que había invadido sus pensamientos durante años fue una sonrisa.

Todo su cuerpo se tensó cuando Ella se acercó aún más y sus mejillas se rozaron.

-No lo intentes -susurró en un tono ronco, y a pesar de estar tan cerca de su oído, Constance apenas pudo escucharla-. Por favor, no sigas intentándolo -añadió con un tono un poco más alto, y la súplica en su voz hizo que Constance se estremeciera-. Nunca pensé que el que fallaras en algo me haría tan feliz.

Pese a los nervios y lo aterrorizada que se sentía, Constance ahogó una risa y sintió nuevas lágrimas deslizarse por su rostro, pero esta vez eran lágrimas de alivio.

Los labios de Ella rozaron su mejilla cuando se separó lentamente.

-Yo quiero... -La miró a los ojos durante varios segundos, apretando un poco más fuerte la mano de Constance. Deseaba expresar mucho más, pero las emociones que inundaban su cuerpo le impedían decir o hacer más que mantener su mirada fija en la mujer que estaba a solo unos centímetros de distancia- ...quiero esto...

-¿Sí? Ella tú... -Vaciló y cerró la boca cuando volvió a sentir dedos rozando su mejilla.

-Constance... -Le dio un apretón a la mano que aún sostenía-. Yo..., ¿recuerdas el primer almuerzo que tuvimos? Después del accidente.

La morena pareció confusa ante la pregunta pero asintió.

-Tuve una corazonada ese día y lo primero que le pregunté a mi hermana al llegar a casa... -titubeó claramente nerviosa. Constance ladeó la cabeza y Ella notó la desesperación en su mirada- ...le pregunté si había estado enamorada de ti antes. -Miró hacia la noria y su rostro fue bañado de una luz roja y azul.

Constance quedó hipnotizada por su belleza y cautivada con sus palabras.

-Elena no pudo confirmarlo, pero me aseguró que de haberlo estado, ese sentimiento no desvanecería como mi memoria. No sé si lo estaba. No lo recuerdo. Si lo estaba o no, no cambia lo que siento ahora. Solo sé que me enamoré de ti desde ese día que sostuviste mi mano y confesaste que te hacía sentir vulnerable. Te he querido desde entonces y eres lo único que he anhelado... yo... -Descruzó la mano de la de Constance para poder tomar su rostro con ambas, acariciando lentamente las mejillas con sus pulgares, mirándola como si no pudiera creer que era real- ...te quiero a ti.

Los gritos de unos jóvenes que corrieron por el lado de su banca hizo que apartaran la mirada brevemente, haciéndoles recordar dónde estaban. Constance siguió con la mirada la mano que Ella retiró lentamente y que terminó sobre la banca en el espacio entre las dos.

-Hemos perdido tanto tiempo -susurró Constance, con la mirada sobre la noria, atreviéndose a cubrir la mano de Ella con la suya.

-No, no ha sido tiempo perdido. Nos hemos conocido, hemos crecido como personas, como amigas. Y aquí estamos.

-Aquí estamos...

Constance sonrió y la sonrisa se ensanchó al sentir que la mujer a su lado apoyaba la cabeza en su hombro, ambas mirando hacia la noria, disfrutando del momento compartido.


Nota de Autor: Sean honestas, ¿quién se esperaba una confesión en este capítulo y que fuera de Constance? 😌

Nos vemos el domingo con el siguiente cap ;) Saludos!