Nota: La clasificación de esta historia cambia oficialmente a 'madura' con este capítulo. Disfruten y Feliz Año Nuevo ~


En retrospectiva, haber tomado un vuelo de ida y vuelta de solo cuarenta y ocho horas había sido una de las peores decisiones que había tomado en su vida. Constance le había preguntado si podía cancelar el vuelo de regreso o cambiarlo para quedarse unos días más, pero no fue posible.

En el momento en que Ella se encontró sin sus hijos durante tantas semanas, aprovechó la ocasión para ocuparse de todo lo pendiente y cerrar algunos cabos sueltos de los asuntos de "Claude". Cuando regresó a Nueva York, estuvo toda esa semana de un lado a otro y apenas terminaba en casa para dormir. El contacto diario con Constance era lo único que la mantenía conectada a la realidad. Los mellizos aún tenían dos semanas más de vacaciones con su padre, y Ella tendría que viajar a Italia y luego regresar a Francia para cubrir un evento en el museo Louvre y escribir un artículo para su trabajo como freelance.

El viaje en tren de Milán a Francia la dejó exhausta y no pudo dormir en absoluto. Estaba segura de que no era nerviosismo por el evento, ya que con los años había ganado mucha experiencia y se había hecho un nombre por sí misma con su escritura, lo suficiente como para que la contrataran internacionalmente. Así que solo quedaba otra explicación para la ansiedad que sentía: Constance. Las dos habían quedado en encontrarse en el museo.

La risa de Sarah resonó en la habitación del hotel.

—Es encantador que estés nerviosa. No puedes fallar con el vestido de Arsouni. Recuerda tomar fotos, ¿aún llevas una cámara a todos lados?

—No sacaré una cámara desechable en pleno evento en el Louvre, Sarah —protestó mientras se ponía el vestido.

—No me sorprendería que lo hicieras.

Ella pausó sus movimientos solo para poner los ojos en blanco, mirando el teléfono como si la mujer pudiera ver la mirada que le estaba lanzando. No era necesario ver a Sarah para saber que portaba la misma sonrisilla que siempre tenía cuando se reía a costa suya.

—¿Te decidiste por los zapatos?

—Sí. Los rojos.

—Ah, cierto, que el tema del evento es rojo de pasión —Esta vez no pudo contener la risa burlona al remarcar esa palabra.

—Ni se te ocurra... —advirtió.

—No es mi culpa que hayas salido tan... mojigata. ¡Quién lo diría!

—¿¡Mojigata!?

—¿Qué otro adjetivo prefieres que use cuando has esperado a confesarte por más de cinco años y cuando lo hiciste y fuiste fogosamente correspondida ni a segunda base llegaste? —El tono divertido de Sarah no hacía nada para aligerar la vergüenza de Ella. Sabía que había cometido un error al abrir la boca y contarle lo ocurrido a la mujer.

—Por Dios... no tendré esta conversación contigo. No otra vez.

—Yo solo digo que... no puedo creer que vaya a decir esto sobre Constance porque la mujer sigue siendo una diosa para mí, pero si no te devora viva al verte en ese vestido, entonces ninguna de las dos tiene remedio.

—¡Sarah!

—Hasta Eli opina lo mismo.

Ella se pellizcó el puente de la nariz. Su hermana se había hecho tan buena amiga de Rafael y Sarah, incluso Alba, que ahora Sarah le llama "Eli".

—Si seguirán haciendo sus pequeñas 'conferencias' sobre mi vida sexual—

—O falta de —interrumpió Sarah y Ella soltó un gruñido que hizo que Sarah se riera—. Lo siento, lo siento, es demasiado fácil... continua.

—No les diré nada más.

—Aww.

—Voy a colgar que no me queda mucho tiempo para alistarme.

—Disfruta tu noche de rojo pasión mi quer—

Ella colgó antes de que pudiera terminar.

El evento era todo lo que había esperado y más. El museo Louvre era su favorito de todos los que había visitado, aunque el MET tenía un lugar especial en su corazón. Los invitados vestían de rojo en varias tonalidades y, desde donde se encontraba, parecían un campo de tulipanes rojos. Había logrado hablar con varios invitados y tomado suficientes notas y citas para su artículo. Hizo notas adicionales con el bolígrafo Montblanc que Constance le había regalado varios años atrás cuando publicó por primera vez un artículo en el New York Times, y lo guardó en la cartera roja de Saint Laurent, junto con el bloc de notas y su cámara. No había visto a Constance, aunque no se había preocupado porque sabía que llegaría más tarde que ella.

Con una copa de champán en la mano, se alejó de la multitud y se encaminó a uno de sus lugares favoritos del museo: la escalera Daru. Cuando llegó ante la estatua de la Victoria de Samotracia, ya se había terminado la champaña.

Constance entrelazó las manos sobre su abdomen para dejar de moverlas nerviosamente. En ese momento, se encontraba conversando con tres invitados, aunque ya había perdido el hilo de la conversación minutos atrás cuando se percató de la mujer que había estado buscando con la mirada desde que llegó al museo. Ella se encontraba de espaldas a ella, tomando notas mientras hablaba con Claude Lalanne. La ironía le provocó una sonrisilla.

La había seguido a una distancia prudente y ya no podía esperar más.

—Ella —llamó después de observarla por varios segundos.

Ella se giró y Constance tuvo que hacer un esfuerzo para no quedarse boquiabierta. Era la primera vez que la veía de frente aquella noche: el maquillaje inmaculado, el vestido de crepé rojo de un solo hombro.

—Guau.

Ella alzó una ceja. Tal vez Sarah no se había equivocado.

—¿Un guau de Constance Isles? —preguntó con una sonrisilla a la vez que caminaba hacia ella, acortando la distancia. Estaban a solas en la escalera, pero por ser prevenida solo besó la mejilla de Constance, separándose lentamente mientras la miraba a los ojos.

—Arsouni te queda... magnífico —dijo Constance con un tono ronco. El deseo reflejado en su mirada fue suficiente para que Ella tragara en seco.

—Y Dior se ve maravilloso en ti, como siempre —dijo en voz baja a la vez que su mirada recorría el cuerpo de la mujer, y se relamió los labios inconscientemente.

—¿Te falta mucho para terminar con tu trabajo?

Ella ladeó la cabeza al escuchar la urgencia en su tono.

—Terminé. No te había visto, así que pretendía darte un poco más de tiempo antes de salir en tu búsqueda, pero... me has encontrado.

—¿Quieres salir de aquí?

La sonrisa de Ella fue su respuesta.

El hotel de Ella estaba más cerca, así que decidieron caminar, deteniéndose en una pequeña cafetería para tomar un café. Constance no se sorprendió cuando Ella le mostró la cámara, comentando que, a pesar de haber estado varias veces en Francia, nunca ha sentido que ha disfrutado como un turista lo haría. La morena la observó con un brillo en los ojos mientras Ella hacía de las suyas con la cámara y en un instante le sonrió cuando dirigió el aparato hacia ella.

—Comienzo a pensar que solo querías una excusa para tomarme fotos —dijo al entrar al lobby del hotel.

—Sería una pérdida no capturar una imagen tuya en ese vestido.

—Hmmm.

—Por aquí —indicó Ella y las dos entraron en el ascensor, haciendo espacio para que dos parejas entraran.

La tensión entre las dos era palpable. Las dos parejas bajaron unos pisos antes del que Ella había presionado, y las dos se mantuvieron en silencio, mirando sus reflejos en las paredes metálicas del ascensor. Ella se atrevió a mirarla, y cuando Constance giró la cabeza al sentir su mirada, sonrió nerviosa.

—¡Oh! —Exclamó Ella cuando la cartera se le resbaló de las manos, pero reaccionó lo suficientemente rápido para atraparla por la cadena. No recordaba haberse sentido tan nerviosa en su vida.

El camino del ascensor a la habitación fue eterno y Ella podía sentir la mirada ardiente de Constance caminando detrás de ella, siguiéndola. Aún se preguntaba cómo pudo resistir no brincar la mesa en la cafetería y besarla. Constance no se lo había hecho fácil: desde que la encontró en el museo la ha estado mirando de una forma que la ha hecho sentir desnuda y, mientras tomaban café, Constance parecía estar hipnotizada con su boca porque no dejaba de mirarla.

No diría que se sorprendió cuando Constance cerró la puerta detrás de ella, y lo siguiente que supo fue que estaba contra la pared con el cuerpo de la mujer pegado al suyo, pero lo que sí la sorprendió fue la mirada oscura en los ojos verdes que adoraba.

La cartera de Ella cayó al suelo en el instante en que los dedos de la mano izquierda de Constance rozaron la clavícula al descubierto, gracias al vestido de un solo hombro. Los labios de la morena se entreabrieron al sentir la textura del vestido. Ella aguantó la respiración durante varios segundos cuando las yemas de los dedos se deslizaron apenas rozando la piel sobre su esternón hasta rodear el cuello.

Estaba segura de que Constance podía sentir su pulso. ¿Cómo no hacerlo si tenía el corazón en la boca? La mirada de Constance la había devorado, desnudándola de pies a cabeza, como si aquel vestido hubiera sido la mejor cena del mundo. Tal vez sí lo apreció de esa forma; después de todo, seguía siendo la Constance Isles en el mundo de la moda.

Todo pensamiento cesó al sentir cálidos labios sobre los suyos y Ella reaccionó al instante, rodeando su cintura con los brazos, estrechándola. Quería sentirla completamente sin ningún espacio que las separara.

Ninguna de las dos estuvo segura de quién había sido el gemido que resonó entre las paredes de la habitación cuando sus lenguas se encontraron.

—Mmm —Ella gimió en el beso, aferrándose con más fuerza al cuerpo de la mujer. No era una extraña a los besos, claro estaba, pero Constance estaba haciendo algo con su lengua que prendió su cuerpo en fuego y debilitó sus rodillas. No podría estar de pie por mucho más tiempo si la seguía besando de aquella forma.

—No tienes idea de cuánto he querido hacer eso —jadeó Constance al separarse unos centímetros, y con la mano que tenía alrededor del cuello de la mujer, intentó limpiar la mancha roja del lápiz labial. La visión de Ella en sus brazos, con la respiración entrecortada, pecho y cuello enrojecidos, labios entreabiertos con el lápiz labial por dondequiera y sus pupilas dilatas por la excitación la dejó paralizada con deseo.

La deseaba como si se tratara de una necesidad sobrenatural, quería —necesitaba— hacerla suya, pero a pesar de su deseo, vaciló.

Ella pareció notar su dudar porque se impulsó de la puerta y con sus manos aún sobre las caderas de Constance hizo que diera unos pasos hacia atrás mientras se besaban. Un gemido de Constance fue interrumpido por un quejido cuando su cadera chocó con el pequeño escritorio cercano a la puerta de la entrada de la habitación del hotel.

—¡Ella! —exclamó cuando esta la alzó sobre el escritorio con facilidad y se colocó entre sus piernas, que tuvo que abrir sin más remedio para hacer espacio.

—Quiero verte —dijo Ella cerca de su oído cuando se inclinó, estirando el brazo para encender la lampara sobre el escritorio—. Eres hermosa... —susurró, mirándola a los ojos y luego su mirada descendió y las manos siguieron su paso.

Constance se había aferrado con ambas manos al borde posterior del pequeño escritorio. Había estado a punto se sugerir moverse a la perfecta y amplia cama a unos pies, pero su mente quedó en blanco cuando Ella habló y sus dedos delinearon su clavicula, descendiendo lentamente, apenas rozando la tela de su vestido. Su pecho subía y bajaba y, aunque intentaba controlar su respiración, fue imposible cuando la miraba de esa forma. Nunca la habían mirado con tanto deseo. Su respiración se entrecortó cuando Ella acarició sus costados.

—Hermosa —repitió como si estuviera hipnotizada.

Constance se atrevió a mirar hacia abajó y se mordió el labio inferior al caer en cuenta de que Ella podía ver el efecto que tenía en ella porque la tela de su vestido hacía poco para disimular la dureza de sus pezones.

—Ell—

El nombre se ahogó en un gemido cuando sintió la boca caliente en su cuello, mordiéndola suavemente, y sus entrepiernas temblaron al sentir la lengua aliviar la piel después de ser mordida, y subir hasta su oreja. La caricia en el lóbulo de su oreja la estremeció tanto como escuchar la respiración igual de agitada de la mujer, y su cuerpo reaccionó de modo automático al cruzar sus piernas alrededor de Ella, acercándola.

Una de las manos de Ella se había aprovechado del corte en el vestido que dejaba al descubierto la pierna derecha de Constance, y que ahora acariciaba la piel de su muslo desnudo, subiendo lentamente, solo deteniéndose cuando se percató que su vestido comenzaba a deslizarle por su cuerpo. Había estado tan perdida en el sentir de la lengua y el temblor del cuerpo de Constance, que no se había dado cuenta de las expertas manos que se habían deshecho del broche y bajado el zipper de su vestido.

Ella tragó en seco al separarse para permitir que el vestido se deslizara por su cuerpo, haciéndose un bulto en el suelo. En un segundo pateó los tacones y el vestido a un lado, ahogando un gemido de sorpresa al sentir una palma entre sus pechos, alejándola un poco.

Ella volvió a tragar saliva con fuerza en un intento inútil de controlar sus nervios. Se sentía desnuda, casi lo estaba; no era como si la tanga roja de tul bordado de La Perla dejara mucho a la imaginación. La mano sobre su esternón se movió vacilante, rozando con las yemas de los dedos su pecho desnudo. Sabía con seguridad que la tanga estaba arruinada. Lo sabía porque cuando los dedos curiosos de Constance rozaron uno de sus pezones, unió sus piernas y sintió lo mojada que estaba su entrepiernas. Nunca había estado así de excitada con tan solo unos besos y caricias.

Los nervios de Constance se esfumaron al instante que el vestido de Ella terminó en el suelo. Hermosa, pensó y se dejó llevar por el deseo de tocarla, rozar su piel y las cicatrices que adornaban su piel. Las cicatrices cuentan historias, siempre lo pensó, y vaya historia contaban las de Ella.

No se pudo contener, necesitaba besarla completamente.

—¿Constance? —preguntó con un tono inseguro cuando vio que la morena puso los pies sobre el suelo, deshaciéndose de los tacones sin dejar de mirarla a los ojos—. Oh... —Ella cerró los ojos cuando Constance la calló con un fogoso beso que duró varios segundos antes de que la boca descendería por su cuello, luego besó el espacio entre el cuello y el hombro, encima del pecho izquierdo, entre sus pechos... la estaba besando por todos lados menos donde más lo quería.

Sus ojos se colmaron de lágrimas cuando su cerebro registró que Constance no la estaba besando al azar sino que estaba besando cada cicatriz que encontraba en su piel, como si estuviera mapeando su cuerpo. Le había tomado muchos meses, años incluso, aceptar por completo y con sinceridad los cambios en su cuerpo después del accidente, y ahora Constance se encontraba de rodillas besando la última cicatriz que encontró en su rodilla y que apenas era visible. Ella se cubrió la boca con la mano para acallar un sollozo al caer en cuenta que era la cicatriz del rasguño que la misma Constance había curado años atrás.

—Eres... —susurró mientras ascendía, volviendo a besar la cicatriz más grande en el costado— ...perfecta. —Limpió con el pulgar las lágrimas del rostro de Ella, antes de acercarse, capturando sus labios en un beso lento; disfrutando de cada roce, gemido y el sentir de la lengua de Ella.

—Constance —suplicó unos minutos después de haber buscado con sus manos algún cierre o algo que le permita deshacerse del vestido que la impedía sentirla piel a piel. Gruñó cuando Constance pausó los besos en su cuello y luego sintió su sonrisa. Le encantaba la sonrisa de Constance, pero en aquel momento tenía otras prioridades—. Por favor... necesito sentirte.

Constance contestó a sus plegarias y agarró una de sus manos para guiarla hasta el costado izquierdo de su vestido.

El cerebro de Constance no pudo procesar con tiempo lo que había ocurrido: en un instante Ella intentaba torpemente y sin suerte quitarle el vestido mientras ella la cubría a besos, y al otro segundo estaba cayendo sobre el colchón y su vestido estaba siendo tirado con urgencia y cuidado a su vez. Constance alzó inconscientemente las caderas para ayudarla y se apoyó en los codos para mirar a la mujer que se quedó con el vestido en las manos por varios segundos, mirándola hipnotizada.

—Lo siento —dijo Ella antes de tirar el vestido al suelo, sin siquiera molestarse en mirar dónde caería.

En cualquier otra situación el tirar ese vestido de Dior al suelo como si fuera un trapo barato hubiera tenido consecuencias graves, pero la mirada hambrienta de Ella, y ver cómo se quitaba la última pieza de ropa, seguido del sentir de la piel y los pechos desnudos sobre los de ella, hizo que su mente quedara en blanco. A la mierda Dior.

El cuerpo desnudo de Ella junto al suyo se sentía tan bien que, por un segundo, pensó que estaba delirando o soñando.

—Puedo sentir lo mojada que estás.

Constance no estaba segura si fue la sorpresa de escucharla hablar, lo que dijo o el hecho de que Ella se presionó a su cuerpo con más fuerza para remarcar sus palabras. El gemido que salió de entre sus labios fue bochornoso. Nunca había sido tan vocal en la cama, pero no podía evitarlo.

Dios, apenas me ha tocado. Logró tener un pensamiento coherente antes de que se esfumara al sentir la boca húmeda y caliente cubrir uno de sus pezones. Su espalda se arqueó instintivamente y una de sus manos sostuvo la cabeza de Ella en el lugar.

—¡Oh! —Apenas le dio tiempo a cubrirse la boca con la otra mano cuando Ella usó los dientes para rozarla. Sus caderas habían comenzado a moverse por cuenta propia, intentando buscar más contacto.

Cuando logró abrir los ojos brevemente notó que Ella también abría los suyos, como si pudiera percibir su mirada, y separó la boca de su pecho con un sonido. Estuvo a punto de quejarse, pero se mordió la mano cuando vio la lengua de Ella lamer el mismo pezón antes de dirigirse al otro y tomarlo por completo en su boca sin dejar de mirarla a los ojos.

La visión le arrancó un gemido gutural y casi pone los ojos en blancos cuando la mano de Ella pellizcó el otro pezón húmedo y aún sensible por las mordidas que había recibido. Las caricias en su pecho duraron apenas unos segundos, ya que en ese mismo instante, Ella tomó la mano con la que se cubría la boca y la apartó.

—Quiero escucharte.

—Oh, El... —Su cuerpo se estremeció cuando sintió la lengua y el roce de dientes en la parte inferior de su pecho— ...la.

—Eso, así.

—¿Qué me estás haciendo?

Ella sonrió en el espacio entre sus pechos, descendiendo, besando su abdomen.

Constance sintió un cambio de temperatura repentina cuando Ella se separó de su cuerpo para quedar de rodillas entre sus piernas. Su corazón dio un vuelco y sus mejillas ardieron cuando notó que la mujer se miraba la humedad sobre su abdomen. No tenía palabras para describir lo que sintió cuando Ella deslizó el dedo índice por la humedad y luego se lo metió en la boca, cerrando los ojos y gimiendo de placer.

Voy a morir pensó cuando Ella abrió los ojos y la miró directamente con un fuego en la mirada que hizo que su intimidad se contrajera y sintiera una nueva ola de humedad entre su entrepiernas.

—¿Todo esto por mí? —preguntó con una voz carrasposa y Constance casi cierra las piernas por instinto cuando sintió manos acariciar su entre muslos.

—Por ti. Solo por ti. Nunca... —pausó, aún sintiendo algo de timidez al notar que Ella no estaba tan cerca de su intimidad, pero sus entre muslos estaban completamente mojados por lo excitada que estaba— ... nunca alguien me ha puesto de esta forma. —Se le dificultó comunicar sus pensamientos porque las manos tan cerca y a su vez tan lejos de donde las quería estaban poniendo a prueba su capacidad para hablar.

—Constance...

Ella pausó sus movimientos y Constance entendió la pregunta en su mirada. ¿Estás segura? ¿Quieres seguir?

—Te necesito. —Extendió un brazo para hacer que se acercara. Ella la cubrió de inmediato con su cuerpo, besándola—. Hemos esperado suficiente —susurró sobre labios entreabiertos y se mordió el labio inferior cuando sintió que Ella hizo a un lado la tanga y deslizó dos dedos entre sus pliegues.

—Oh... Constance —gimió Ella, cerrando los ojos, dejando escapar un suspiro tembloroso.

Las manos de Constance se aferraron a la espalda tonificada, y los dedos de una de sus manos se enredaron en cabello sedoso, guiando los labios de Ella a los suyos, acallando sus gemidos con el beso.

—Más... —pidió casi en un sollozó. Ella la tenía al borde de la locura y estaba tan mojada que los movimientos de los dedos sobre su clitoris no eran suficientes. Necesitaba más fricción, más algo.

Paciencia.

¿¡Me ha pedido paciencia!? Gritó alguna parte de su cerebro. Ella apenas había susurrado la palabra mientras descendía por su cuerpo otra vez, pausando brevemente en sus pechos, mordiéndola con más fuerza, y esta vez provocó que gritara en una mezcla de dolor y placer.

—No soy una persona muy paciente —protestó, alzando las caderas para que se deshiciera de la única pieza de ropa que quedaba entre ellas.

—Mhm no me había dado cuenta —dijo Ella entre sus piernas y cuando Constance abrió los ojos para mirarla con indignación fingida, se quedó boquiabierta con un grito que se ahogó en su garganta—. Respira.

—Dios, Ella... Ella. —Intentaba respirar, pero la boca y lengua en su clitoris la estaba llevando a otro nivel de placer que desconocía. Separó más las piernas cuando sintió la lengua deslizarse entre sus labios y acariciar la entrada, apenas introduciendo la punta—. ¡Mierda! —Ella gimió al escucharla maldecir de aquella forma, y la vibración de su gemido hizo que Constance se estremeciera de pies a cabeza. Ella cubrió el clitoris con su boca, jugando con su lengua, y gimió una vez más cuando sintió las uñas de Constance en su cuero cabelludo. Con una mano sostuvo las caderas de la mujer, intentando controlar sus movimientos.

Por como Constance estaba gimiendo y temblando, estaba segura de que no duraría mucho más si seguía así. La morena se quejó cuando se ausentó la lengua y la boca que la estaba llevando a la locura.

—¿Quieres correrte? —preguntó, apoyando la mejilla en un muslo tembloroso, mirándola a los ojos. Se hizo una nota mental cuando Constance ahogó otro gemido al escucharla. Parecía que hablarle de esa forma la ponía tanto como tocarla.

—Ella, Ella... —repetía con poca coherencia, sintiendo los dedos de Ella acariciar su entrada—. Por favor, por favor...

Ella nunca la había escuchado rogar de esa forma y casi se corre con tan solo escucharla tan desenfrenada.

Estaba tan mojada que dos dedos entraron con tal facilidad que la sorprendió. Constance se cubrió instintivamente la boca con la mano, y Ella gruñó, dejando sus dedos inmóviles dentro de la mujer que comenzó a mover las caderas, buscando estimulación. Ella miró boquiabierta cómo las caderas de Constance se movían solas, follándose en sus dedos.

Dios.

—Joder, Cons. ¿Tienes idea de lo que me estás haciendo?

Constance balbuceó algo que no se le entendió entre gemidos y la maldita mano.

—Quita tu mano y usaré mi boca también.

La reacción fue inmediata y Constance sostuvo la sabana con ambas manos, haciendo puños.

Ella observó por un instante el subir y bajar de los pechos de la mujer con la respiración agitada y la fina capa de sudor que se había formado en su piel, y tragó en seco al sentir su propia humedad correr entre sus piernas. Constance se quejó cuando Ella sacó los dedos chorreando, pero no hubo más quejas cuando la volvió a penetrar y su boca cubrió el clitoris hinchado.

—Aquí, ven aquí... —pidió Constance unos momentos después.

Ella abrió los ojos para mirarla cuando escuchó que balbuceaba algo más que no logró definir, y entonces entendió cuando sintió el agarre sobre su hombro. Ella se apartó relamiéndose los labios, sin dejar de follarla con los dedos, y subió por el cuerpo de Constance que inmediatamente sostuvo su rostro con ambas manos y la besó con desesperación en una mezcla de lenguas y dientes, interrumpidos por gemidos y jadeos.

Ella disminuyó los movimientos con su mano y se separó un poco para mirarla a los ojos. Nunca había visto a Constance tan hermosa como en aquel momento: con hebras de cabello adherido a su frente sudorosa, pupilas tan dilatadas que casi cubrían todo el verde de sus ojos, las mejillas sonrojadas y el maquillaje hecho un desastre. Lo que más la fascinaba era el pequeño gemido que salía de sus labios hinchados y rojos siempre que la penetraba lento pero con fuerza.

—Se siente tan bien, Cons. Me estás tomando tan bien.

—Jod— oh.

—Eso —susurró, pausando brevemente dentro de la mujer para que se acomodara a otro dedo.

Constance asintió sin dejar de mirarla a los ojos y Ella comenzó a mover su mano, deleitándose de la visión que era Constance Isles poseída por el placer.

—No...me voy a, Ella...oh, ahí, ahí. No pares. No pares.

Ella se mordió el labio inferior al sentir las uñas clavarse en la piel de su hombro.

—Oh, Constance... —musitó y presionó el pulgar sobre el clitoris con una última embestida con fuerza. El cuerpo de Constance se estremeció por completo, casi convulsionando del placer y se corrió con un grito ahogado. Ella no apartó la mirada ni un solo instante, y después de varios segundos de sentir el palpitar alrededor de sus dedos, los extrajo lentamente para no lastimarla.

Ella se movió quedando a horcajadas sobre el abdomen de Constance y la besó lentamente.

—Eres... —sonrió cuando Ella la volvió a besar brevemente— ...increí—

—¿Qué pasa?

—Estás... —dijo aún con la respiración un poco agitada y miró su abdomen, tragando en seco al notar y sentir el sexo de Ella deslizarse sobre su piel.

—Es lo que me haces tú a mí.

—Yo nunca... —tragó en seco y quedó hipnotizada, mirando cómo las caderas de Ella se movían sobre su abdomen.

—No podré aguantar mucho más. Verte correrte, sentirte...casi me corro con solo mirarte —sonrió cuando Constance inhaló con fuerza al escucharla—. Solo tienes que tocarme... —susurró y cambió de posición, colocando una rodilla a cada lado del muslo de Constance para que estuviera más cómoda.

Constance rodeó su cuello con una mano, atrayéndola para besarla nuevamente. Esta vez más controlado, más apasionado. Ella gimió en el beso cuando sintió una mano escabullirse entre sus cuerpos, y volvió a gemir cuando Constance prácticamente succionó su lengua.

—Oh... —Se mordió el labio cuando los dedos de Constance se deslizaron por sus pliegues.

—¿Cuántos?

Ella apoyó su frente en la de la mujer.

—Dos. No duraré mucho —advirtió. La sola idea de follarse los dedos de Constance de aquella forma la ponía al borde.

Constance la miraba embelesada, sintiendo cómo el cuerpo de Ella tembló cuando sus dedos la penetraron lo más profundo que podían. La palma de su mano quedó empapada en cuestión de segundos y Ella no se movió, aunque ahogó un gemido cuando Constance experimentó moviendo los dedos en su interior.

—Joder —susurró en un gemido, manteniéndose en cuatro, sosteniéndose con los brazos a los lados de la cabeza de la morena. Unos instantes después se movió para quedar sentada, cerrando lo ojos y disfrutar el sentir de los dedos inmóviles en su interior.

Constance contuvo la respiración cuando Ella comenzó a mover las caderas lentamente, agarrando velocidad rápidamente. Estaba tan mojada que, el sonido que provocaba siempre que se embestía en sus dedos, la estremecía a ambas. No podía dejar de mirar su rostro, el cómo los pechos de Ella se movían con cada movimiento. No pudo contenerse; eran perfectos y tenía que probarlos.

Ella abrió los ojos de repente al sentir que Constance se movió para sentarse, y antes de preguntar qué pasaba, la boca de la mujer estaba en su pecho, succionando como si no hubiera mañana. El gemido de Constance con su boca en su pecho hizo que se excitara aún más y ambas gimieron al sentirlo. Ella rodeó los hombros de Constance, perdiéndose en su perfume y la fragancia de su champú mezclado con el sudor y el sexo.

—He querido esto por tanto tiempo —confesó Ella sin pensar, a la vez que sus caderas perdían el ritmo, descontrolándose.

Constance mordió el pezón inconscientemente al escucharla y el dolor casi fue suficiente para que se corriera. Constance se relamió los labios y mordió la mandibula, besándola brevemente antes de separarse y mantener la mirada, estremeciéndose al ver todo el afecto reflejado en la mirada de Ella.

Eliana —susurró, consciente de cuánto le gustaba que la llamara de esa forma cuando estaban a solas. Solo que nunca se esperó la reacción que obtuvo, y se alarmó cuando los ojos de Ella comenzaron a brillar—. Mi Eliana —confirmó e intentó hacer algo parecido a lo que Ella le había hecho, y presionó la palma de su mano con más fuerza. Ella ahogó un gemido, intentando mantener los ojos abiertos cuando sus caderas cambiaron el ritmo, moviéndose circularmente con los dedos profundamente en su interior. Constance intentó ayudarla moviendo la mano como podía, intentando seguir su ritmo.

Constance se quedó boquiabierta cuando Ella se corrió. Sostuvo a la mujer temblorosa con el brazo libre alrededor de su cintura mientras con la otra sentía las palpitaciones alrededor de sus dedos. Ella se rio sin motivos, aún con las lágrimas corriendo libremente por su mejillas. Constance besó un rastro de lágrimas y luego los labios que correspondieron de inmediato.

—Mi Eliana —volvió a susurrar sobre labios y sintió como el interior de Ella se contrajo alrededor de sus dedos, reaccionando a sus palabras. Ella le sonrió con esa sonrisa de la que se había enamorado—. Parece que te gusta ser mi Eliana —dijo para probar una teoría y su sonrisa se ensanchó al sentir la misma reacción alrededor de su dedos.

Ella cerró los ojos, pero en lugar de tranquilizarse, su respiración volvía a agitarse.

—No los saques. —Advirtió, acercándose para susurrarle al oído—. Quiero que me vuelvas a tomar. Ahora. —Sonrió para sus adentros al sentir el cuerpo desnudo de Constance estremecerse junto al suyo. Ella también había confirmado su teoría.

No recuerdo si ya dije por acá, pero estaré tomando enero y principios de febrero de receso por razones personales. Estaré avisando de cuándo vuelvo por Twitter o Wattpad.