Se me había olvidado poner el capítulo acá :/ Sorryyy


Su reloj interno hizo que abriera los ojos tan temprano que los rayos de sol apenas se asomaban. Con el tiempo, se dio cuenta de lo ligero que era el sueño de Ella (Elena le había asegurado que no era así antes y solo había evolucionado para sobrevivir a las demandas de su jefa —ella—, para estar disponible a cualquier hora), así que se contuvo de tocarla. Quería que descansara; apenas se habían quedado dormidas un par de horas antes.

Constance apoyó la mejilla en la palma de la mano mientras contemplaba el rostro de la mujer que, unas horas atrás, la había hecho sentir tantas cosas que, si tuviera que hablar, no se sorprendería de estar afónica.

Varios de sus músculos estaban adoloridos, y su entrepierna se sentía un poco sensible, lo cual no le extrañaba. De solo recordar varios momentos de la noche anterior hizo que respirara profundamente y se relamiera los labios. Su mirada descendió del rostro de Ella hasta el subir y bajar del pecho apenas cubierto con la sábana.

—Mmmm.

Los ojos de Constance volvieron de inmediato al rostro de la mujer, encontrándose con ojos azules claros, apenas entreabiertos, mirándola.

—Buenos días —susurró Ella somnolienta, sonriendo.

Esa sonrisa. Pensó, intentando recordar la primera instancia que la hizo sentir un aleteo de mariposas en su estómago.

—Aún es temprano, cariño. Sigue durmiendo. —Constance arqueó una ceja cuando la respuesta inmediata de Ella fue ensanchar la sonrisa y acercarse para rodear su cintura con un brazo.

Cariño. Me gusta cuando me llamas así —confesó, escondiendo el rostro entre pechos desnudos.

Constance suspiró y con la mano izquierda peinó el cabello sedoso de Ella por varios minutos, pensando que se había quedado dormida otra vez.

—Ella, ¿qué pasa? —preguntó con un tono preocupado al sentir una humedad en su piel, y movió la mano hasta la barbilla de Ella para que inclinara la cabeza y la mirara a los ojos— ¿por qué lloras? —preguntó en un susurro, desconcertada.

—No puedo hacer esto, Const—

—¿Qué? —interrumpió, sintiendo cómo su corazón se detuvo por un instante.

—Déjame terminar… esto, no quiero que sea de solo una noche. Sé que debí decírtelo ayer, dejarlo claro antes de besarte, que me besaras, pero estaba muy distraída… distraes mucho… Y si esto para ti es cosa de una vez, entonces yo—hmmm

Constance la besó hasta dejarla sin aliento, y eso pareció funcionar para callarla con éxito.

—No sé si deba preocuparme de encontrar tu divagar… adorable —dijo con una expresión pensativa. Con su mano libre acarició la mejilla de Ella, secando las lágrimas—. No es cosa de una sola noche para mí, Ella. Pensé que era obvio, pero también sé que no soy la mejor con la comunicación… me comprometo a intentar comunicar lo que siento y deseo.

—¿Qué estamos haciendo?

La pregunta sorprendió a Constance. Por alguna razón, antes de la noche anterior, temía ser ella la que tendría miles de dudas e inseguridades al respecto de las dos, pero después de la noche que habían pasado, todo estaba muy claro.

Parecía ser todo lo contrario para su Eliana.

—No tengo idea —confesó con sinceridad—. Solo sé que no me he sentido tan feliz y a gusto en mucho, mucho tiempo. Me hiciste sentir tan am—querida anoche que estoy completamente segura de que cualquier cosa que sea esto, estaremos bien.

—¿A largo plazo entonces? —preguntó con un asomo de una sonrisilla, y Constance le ofreció una de sus sonrisas más sinceras.

—Todo el tiempo que me quieras tener —aseguró, sellando su promesa con un beso, gimiendo cuando Ella profundizó el beso al moverse, colocándose entre sus piernas.

—Ten cuidado con tus palabras, podría no dejarte ir nunca —advirtió con un poco más de seriedad, mirándola a los ojos, aunque en sus labios aún tenía esa sonrisa plasmada.

Constance podría rebatir con muchas cosas; desde que era una mujer complicada de carácter fuerte, el hecho de que aún vivía al otro lado del mundo, que eran jóvenes aún… la lista podría ser interminable. Encontró que las palabras no eran necesarias en ese instante. Solo quería disfrutar del momento en el presente, de la mujer que no dejaba de mirarla con tanto deseo que la estremecía.

Así que solo sonrió pícaramente.

—¿A qué hora hay que recoger a Maura?

Constance giró la cabeza para mirar el reloj que Ella miraba de reojo.

—En cuatro horas.

—Tiempo de sobra —declaró, y antes de que Constance pudiera abrir la boca para cuestionarla, la dejó con la mente en blanco cuando capturó sus labios en un beso apasionado.

Mucho mejor que dormir fue el último pensamiento coherente de Constance.


A diferencia de la última vez, Ella había sacado el vuelo de regreso a Nueva York varios días después, el cual también extendió. El tiempo extra le dio la oportunidad para que Maura le mostrara sus lugares favoritos de París mientras Constance estaba ocupada con el trabajo. Ese día habían pasado la mayor parte de la tarde en un parque cerca de la Torre Eiffel, y allí se quedarían hasta que el chofer de Constance las fuera a buscar.

—Gira un poco aquí hasta escuchar el clic y entonces puedes tomar otra foto.

Maura se puso de pie y con la cámara en la mano se alejó un poco para asegurarse de que la Torre Eiffel estuviera de fondo. Ella sonrió divertida al ver que la niña se tiró sobre el césped, buscando nuevos ángulos.

—¿Cuándo podré verla?

—La revelaré cuando regrese a casa. Te las puedo enviar si deseas… me temo que no podrás verlas hasta en un par de semanas.

—¡Eso es mucho tiempo! —Hizo una mueca y pareció ocultar el rostro en la hierba.

—Maura, mancharás la ropa.

Ella sonrió y Maura se giró al escuchar a su madre, igual de sorprendida que Ella al verla allí. Esperaban a que Matteo, el chofer, las recogiera, no la mujer. Constance frunció los labios al notar la blusa de su hija, ya manchada, y luego miró a Ella que solo se sacudió de hombros.

—Hola —saludó Ella con algo de timidez.

Constance devolvió el saludo con una leve sonrisa y luego dio un brinco de sorpresa cuando su hija la abrazó por la cintura, mientras le contaba que Ella le había enseñado a tomar fotos.

—¡Me quedan seis más, mamá! Ella dijo que podía usarlas. —La mujer en cuestión se puso de pie, sacudiéndose los vaqueros e intentó contener una carcajada ante la expresión de Constance que se miraba el vestido, limpiándolo con una mano. Por suerte no se había manchado.

Para sorpresa de Ella, Maura tomó su tiempo para tomar el resto de las fotos, incluso guardó dos que tomó cuando llegaron a casa.

—Creo que ya sé lo que le regalaré para la próxima Navidad —susurró Ella mientras miraba a la niña buscar una película para ver. Maura tenía la cámara a su lado y no la había soltado desde que se la pasó. Ella le había dado otro rollo y Maura había tomado más fotos de ellas, Bass e incluso había salido al balcón para tomar fotos del atardecer.

—Mhm. —Constance le ofreció una taza de chocolate caliente y llamó a Maura, indicando que su taza estaba sobre la mesita de café. Maura apenas asintió, muy concentrada intentando escoger entre tres películas.

—Podrías dejar los rollos aquí y los puedo enviar a revelar.

—¿Harías eso? —preguntó Ella relamiéndose los labios, sonriendo al notar que la mirada de la mujer permaneció sobre sus labios y tragó en seco antes de tomar un sorbo de su propia taza—. Me hubiera gustado hacerlo yo, pero creo que no tendrá paciencia para esperar. Está bien, puede quedarse con la cámara también.

—Perfecto. —Se sentó a su lado, sonriendo al ver que Maura se había decidido por La Sirenita. Por la mirada que Ella le lanzó, dedujo que también la había visto varias veces.

—A Noah le encanta Sebastián —comentó como si hubiera podido escuchar los pensamientos de Constance.

—¿Y a Izzy?

—Úrsula.

Constance se rio abiertamente, haciendo que Maura se girara hacia ellas ante el sonido inesperado.

—¿En serio?

Ella asintió y miró de reojo a Maura.

—Sí. ¿La Sirenita, Maura?

—¡Sí! —Exclamó la niña y agarró su taza con chocolate caliente, sentándose entre las dos mujeres—. Sale Glut.

Las dos adultas se miraron entre sí con la pregunta en sus miradas y Ella habló primero.

—¿Glut?

—Sí. Aún te gustan los tiburones, ¿no? Y a mamá también le gustan, siempre lleva uno con ella. Glut es el tiburón, ya lo verás… intenta comerse a Flounder —explicó Maura, concentrándose en el televisor al comenzar la película.

Ella miró a Constance que tenía las mejillas sonrojadas y miraba hacia el televisor, haciendo todo lo posible por no mirarla directamente. Aquella era probablemente la décima vez que Ella veía la película, pero igual sonrió de oreja a oreja cuando el tiburón apareció en la pantalla. Constance se mantuvo en silencio, observándoles mientras las dos compartían datos sobre los tiburones.

La película quedó en el olvido desde aquel momento. Constance había bajado el volumen sin que se dieran cuenta. Estaba segura de que incluso se habían olvidado que ella estaba allí, aunque Ella la miraba de vez en cuando con una sonrisa y un brillo en los ojos.

—Creo que es la segunda vez que te he visto tan emocionada al hablar de un tema —comentó Constance mientras se frotaba crema en las manos.

Ella estaba sentada sobre la cama, apoyada en el respaldo. Las dos le habían dado las buenas noches a Maura y regresado a la habitación de Constance para prepararse para la cama. Ninguna quería pensar que sería la última noche de Ella en París. Las vacaciones de los mellizos con su padre terminaban y Ella tenía que ir a recogerlos y prepararlos para el comienzo de las clases.

—¿Y la primera?

Constance sonrió mirándose en el espejo antes de girarse hacia la mujer.

—¿Me creerías si te digo que fue en un acuario? —preguntó con un tono divertido.

—¿También me dirás que hablaba de tiburones? Me gustaban mucho de niña, bueno, me gustan… son una especie fascinante…

—Tiburones y pingüinos. Pingüinos era lo que Maura encontraba fascinante en aquel momento. La primera vez que salimos como amigas fue al acuario. Me temo que no llevaste la cámara esa vez, aunque sí tengo una foto con los niños y los pingüinos, claro. Esa la tomó un empleado del acuario. Y tengo algo más… espera aquí.

Ella se quedó con la palabra en la boca cuando Constance salió de la habitación y volvió en menos de dos minutos con algo en la mano. Se sentó sobre la cama al lado de Ella y abrió la mano para mostrarle el llavero.

—¿Es a lo que se refería Maura cuando dijo que siempre llevas uno? —preguntó Ella, agarrando el tiburón de un metal plateado, rozándolo con los dedos.

—Sí.

—No sabía que te gustaran los tiburones —dijo en voz baja.

Constance la observó en silencio por varios segundos.

—Fue el primer regalo que me diste. Me lo compraste en el acuario. Sé que no lo recuerdas. Cuando me lo diste me dijiste que te recordó a mí. —Se rio ante el recuerdo—. Estabas tan nerviosa que hasta titubeabas, aunque nunca me dijiste por qué te recordó a mí —pausó al ver cómo Ella sonreía mientras tocaba el tiburón y luego la miró a los ojos.

—Lo has conservado todos estos años…

—Claro.

Ella no dijo más, simplemente sostuvo el rostro de la mujer con expresión sorprendida y la besó lentamente. Después de unos minutos de besos, Ella terminó a horcajadas sobre las piernas de Constance, con la respiración agitada y los ojos entreabiertos.

—No quiero perder un segundo —susurró y se mordió el labio inferior al sentir las manos de Constance aferrarse a sus caderas.

Constance no quería hablar de cómo tenían las horas contadas para el vuelo de Ella. No quería pensar en cuánto tiempo pasaría antes de que pudieran volver a verse, de cómo se sentiría despertar en una cama vacía después de haber despertado con Ella a su lado por varios días.

No quería pensar en nada. Así que la besó como si fuera la primera y última vez, mientras sus manos acariciaban la piel de las caderas de Ella y subían lentamente, alzando la camisa de dormir.

Ni un segundo.