FRANCISCO


La viuda de Los Altamira, Doña Catalina, tenía un tono y gesto doloroso que a Francisco Alcázar le resultaba de lo más irritante, sin embargo, como todo lo que ocurría durante aquel momento lo dejó pasar. Técnicamente con la muerte de su esposa, Doña Catalina perdía al último familiar que le quedaba y que además podría asegurar su estatus en San Pedro. Pero si bien Francisco era un cínico, no lo era lo suficiente como para creer que el dolor, por irritante que fuera, de Doña Catalina, podría ser falso o fingido. La mujer había tenido muchas pérdidas en poco tiempo y, hasta donde él sabía, era una criatura cristiana y de buen corazón.

Alzó a vista y la fijó en su hijo; Andrés, frente a él, le daba la espalda y en su porte tenía una dignidad que él, al menos, no le había visto; del muchacho alegre y feliz que su hijo era, esos últimos días se había mantenido en silencio y meditabundo. El golpe había sido una amarga sorpresa para él y no lo culpaba, su madre siempre había sido devota de Andrés y por, sobre todo, muy orgullosa. Él no lo era menos y le gustaba aquella forma en la cual la dureza del carácter de su mujer se veía opacado por los gestos generosos y desinteresados de su hijo, era algo que ella no había esperado. Además, mientras aguantaba el dolor de la pérdida de su madre, el cual aguantaba con un estoicismo admirable, a Francisco le parecía que su hijo pasaba por el momento en el cual dejaba de ser un niño para convertirse en un hombre y el resultado le parecía más que aceptable.

"El otro es otra cosa…"

Por sobre el borde tallado del sarcófago vio el pálido perfil de su esposa; Sofía se había desangrado, en lo que él doctor dijera era un aborto. Un par de gemelos, algo inusitado en su familia, habían descendido por el canal de parto, sin salir. Francisco no le había dado importancia, Sofía constantemente se quejaba de dolores de cabeza y solo en la mañana en que sus sábanas aparecieron llenas de sangre él mandó a llamar al doctor.

Según este tenían unos tres meses de gestación, antes de que los pequeños, que habían sido cremados y dejados en una pequeña urna junto al cuerpo de Sofía, quisieran abandonar el cuerpo de su madre arrebatándole la vida en el acto.

Ahí Francisco la recordó con todos sus detalles, casado por conveniencia como solía hacerse en su grupo social, Sofía había destacado por su fuerza, obstinación y bravura. La belleza se había dado por descontada en cuanto la conociera, pero había sido su personalidad la que le había cautivado. En planes de asentarse después del turbio asunto de la madre de Juan, Sofía aportaba a sus planes y a su fortuna, mucho más que solo ser la madre de su futuro hijo, era avezada, inteligente y tenía lo que él consideraba adecuado para dirigir en su lugar. Con los años logró comprender que la vehemencia de su esposa había estado atada a pasiones mayores que su sola función como mujer y paridera de su estirpe, función que al mismo tiempo ella se tomó bastante a pecho.

Sofía no estaba hecha para solo ser la señora de Camporeal, sino que, para ser la única y absoluta dueña de él, como él lo era de ella.

Sin embargo, por excelente partido que fuera, no existía razón alguna bajo la cual debería someterse a semejante régimen. Francisco conocía los beneficios de su estatus y los aprovechaba al máximo, que Sofía quisiera controlar esos aspectos de su personalidad, no solo estaba fuera de discusión, sino que él mismo lo declaraba un imposible.

Por tanto, el matrimonio, ya una vez cumplida la misión de traer un heredero comenzó su etapa de enfriamiento y distanciamiento, en cuanto ella notó que su cama no era la única que compartían y que no había devoción exclusiva a ella.

Voluntariamente Sofía del Valle, comenzó a dejarlo a solas en la alcoba y consiente de que las discusiones por ello solo serían una pérdida de tiempo Francisco no le reclamó, al menos no al principio. Al fin de cuentas, Andrés ya había nacido y le proporcionó un entretenimiento que lo liberaba a él de tener que pasar mas tiempo con ella.

Francisco lo aceptó los primeros años, hasta que la necesidad de tener más herederos, por seguridad, comenzó a instarle a compartir más tiempo con su esposa. La respuesta no se la esperaba. Convencido de que ella debía someterse a todos sus caprichos, que hubiera dificultades en la alcoba, por la renuencia de esta a ceder a él, le causaron sorpresa, estupor, fascinación y enojo en partes iguales.

No estaba acostumbrado a recibir un no como respuesta y el desafío que implicara someter a Sofía a sus deseos, comenzó a concentrar toda su atención en ello. El problema derivó en que durante un par de años aquello funcionó, pero ante la nula llegada de hijos cada pelea, lucha y disputa, por que ella cediera su cama, comenzó a volver más frustrante.

Fue entonces cuando notó, ya Andres teniendo unos diez años, que todo aquél camino solo los había convertido en dos extraños, que ocasionalmente pasaban noches juntos, que se trataban con fría cortesía en las comidas y que orbitaban en cuanto a las necesidades de su hijo. Entonces cuando las cortesías ya no fueron suficientes el ambiente cambió y con ello la actitud de su esposa, las discusiones ya fueran en tono bajo o alto, estaban a la orden del día y Francisco podía ver en su semblante como es que ella había comenzado a detestarlo.

Como única critica, Francisco aceptaba que él, voluntariamente y de manera reiterada se negó a mejorar su imagen ante ella, volviendo esos últimos años un fastidio el tener que llegar y estar en la hacienda, al final de su matrimonio Francisco siquiera se molestaba en disimular sus salidas a la Venta en donde disfrutaba de las atenciones que tanto había exigido en su casa.

"Eso no fue correcto…"

La llegada de Juan y la facilidad con la cual Sofía había descubierto su origen, habían precipitado todo.

La última noche que pasaron juntos, la entrega de Sofía había tenido más deber que cualquier otro deseo.

"Ahora está muerta"

Y contrario a lo que cualquiera pensara, durante todos esos años de cadenas y desamor, jamás había tomado una amante asidua y había evitado el encariñarse con alguna de las bellezas disponibles en la Venta. Si existía algo de admiración de él hacia la que fuera su esposa, la única forma en la cual podría decir que respeto ese sentimiento fue en precisamente mantenerse alejado de la sola idea de tener una o más amantes.

Durante las siguientes horas, veló a Sofía junto a su hijo hasta la media noche, hora en la cual decidió ir a descansar. Andrés en tanto, prefirió continuar junto a su madre y ante ello Francisco dejó a dos criados para atender cualquier cosa que su hijo necesitara.

Afuera se encontraba Don Noel Mancera, fumando un puro. Las noches de verano en Camporeal solían ser refrescantes y agradables, a diferencia de sus días llenos de humedad y calor. Noel al verlo se el acercó y ofreció de manera voluntaria otro puro, el cual cogió con agradecimiento.

—¿Hay algo que pueda hacer por usted Francisco en esta terrible hora? — Francisco negó, mientras Noel le ayudaba a encender el puro.

—De momento solo deseo descansar un par de horas — contestó con resignación, solo que cuando miró al abogado era evidente que este quería hablar de oras cosas con él.

Los gestos pausados y sosegados de Noel solían irritarlo. Él, que se sabía un hombre de acción solía sentirse tremendamente frustrado por tan aparente calma. Desde luego que, conociendo a Noel desde la juventud, agradecía su manera de ser; cuantos negocios, acciones, discusiones y, sobre todo, problemas se había ahorrado gracias a la pausada intervención de Noel.

—¿Qué pasa Noel? — preguntó más cansado que molesto.

—Podría esperar hasta ma…

—Dígalo de una vez Noel, si es importante… — Noel asintió y dio una calada a su puro.

—Se trata de Juan, entiendo que doña Sofía no tenía intención alguna de mantenerlo en la hacienda…

—Lo que Sofía dijera o quisiera ya no es importante, Noel. Ciertamente que su fortuna me ha ayudado a incrementar mi propia fortuna, pero de acuerdo con las leyes todo aquello ahora le pertenece a Andres, por lo que seria bueno que pudiera iniciar todo el papeleo referente a ese tema — Noel asintió con tranquilidad.

—¿Aún así pretende mantenerlo en Camporeal? — Francisco asintió.

—Siempre me ha parecido que Andrés necesita más compañía de su edad, Sofía y las criadas no lo eran. Además, para mediar entre ambos estaré yo.

—¿Y sobre su voluntad de darle su apellido? —en aquel momento su semblante cambio de cansado a abatido.

— A veces creo que fue esa decisión lo que precipitó todo esto.

—Pero Francisco, usted no tenía como saber que doña Sofía sufriría esta tragedia.

—Es cierto, pero no se merecía aquel desplante. Sofía podía ser terca y tener un carácter del demonio, pero nunca me faltó al respeto o habló contra mí. Al menos no públicamente, y yo — suspiró — el mejor marido no fui.

Noel lo observó en silencio calibrando sus palabras. Francisco Alcazar solía tener aquellos momentos de generosa lucidez cuando algo daba muchas vueltas en su cabeza. Y era evidente que, en las últimas horas, lo ocurrido con su esposa le había generado nuevas perspectivas ante lo que la vida de ella a su lado había terminado ser.

—Además será mucho más difícil el tratar de explicarle a Andrés el porque Juan es su hermano, quiero que primero lo conozca, mi hijo es generoso y tiene un alma caritativa, sabrá tomarle cariño.

—Otro tema será el saber si a Juan le interesara darse a querer. Es un niño difícil que ha sufrido mucho — Noel no le quiso contar todo lo que había averiguado del muchacho, puesto que no era el momento de agregar mayor dolor a corazón de su amigo. Franciso le miró fijamente y con gesto adusto habló:

—Tendrá que sobreponerse a ello. Lo quiera o no.

Noel bajó la vista.

—Perdóneme Francisco, pero por mucho que al pobre diablo la vida le halla dado lecciones amargas, sigue siendo un niño. Y no creo que usted, o yo, seamos los adecuados para saber que hacer con él.

Francisco lo medito varios segundos para al final agregar.

—La crianza de niños es cosa de mujeres — y en aquel momento se dio cuenta de el bien que la egoísta devoción de Sofía había hecho sobre el corazón de Andrés. Él mismo trató de recordar a su madre y a la madre de Juan; aquella italiana de la cual se había rehusado a repetir su nombre, quién le había dejado con el corazón hecho pedazos al volver con su marido, el infame de Carmona y así mismo como la recordaba, trató de pensar en ella como la madre de Juan, la ternura que debió prodigarle a aquel muchacho, los modales que debió inculcarle, el amor que debió profesarle.

—Bueno, en ese caso Doña Catalina… — Francisco chasqueó, Catalina de los condes de Altamira, la doliente prima de su esposa. Había tenido fama de orgullosa y hermosa en su juventud, hasta el mismo Noel había tenido algo parecido a un roce con ella, pero en ella Francisco solo veía a una mujer sin voluntad, opinión o inteligencia.

Noel había guardado silencio al escucharlo chasquear. Pero contratacó.

—De momento es lo más cercano que tendrá a una figura materna.

—No quiero esa madre para mis muchachos.

—Solo será temporal, si quiere puede dejar en ella la elección de posibles maestros que enseñen a Juan a leer y algo de disciplina — aquella idea pareció agradarle más.

—Eso es un plan aceptable.

—Además, puede usted acompañarla para medir sus decisiones — Francisco terminó aceptando conforme.

—Y ya que estamos con Doña Catalina… — aquello le hizo suspirar, eran tan típico de Noel el abogado el pasar de un tema a otro. De seguro le diría algo referente a la ayuda a Doña Catalina y como ya la había pintado como una persona útil a sus deseos, sería más difícil para él tratar de negarse. Por tanto, quiso adelantarse.

—Si se trata de ayuda que Doña Catalina no se apure, mensualmente seguirá recibiendo un estipendio que le permita vivir con la dignidad de su título, para ella y las niñas, lo mismo ocurrirá con su educación.

Vio a Noel asentir con gesto aliviado. De seguro la condesa le había solicitado su intervención.

—¿Y que pasa con el compromiso?

—¿Qué compromiso?

—Hace un par de meses… — claro, lo recordaba, Sofía le había comentado sobre una ventajosa unión entre la mayor de las niñas y Andrés. Francisco miró la ceniza de su puro y lo sacudió para que esta cayera al suelo.

—Siempre y cuando la muchacha le guste, no forzaré ningún acercamiento a menos de que Andrés quiera, no me interesa tener cada temporada a Doña Catalina en la hacienda. Solo para lo que será útil. Nada más.

Aquella respuesta pareció contraria al abogado. Francisco no se preocupó. Doña Catalina podría querer muchas cosas, pero él no era Sofía y el título para un futuro nieto no podía interesarle menos. La nobleza no le interesaba y era precisamente por situaciones como las de los Condes de Altamira, sin un peso, propiedades o negocios de los cuales obtener riqueza.

Sin decir ninguna palabra más y con más energía de que la que quisiera se alejó de Noel en dirección a su habitación. Estaría sola, como todos esos últimos meses, solo que no habría promesas de obligaciones, desaires o discusión alguna. Y todo aquello, a pesar de la pena, turbación y sensación de injusticia que le rodeara, le pareció tremendamente liberador.


N/A:

Solía ver esta telenovela cuando era chica y con los años y gracias a yutu, al menos una vez al año. Luego cosas pasaron y estuve 2 años sin verla. Hace algunos días puse el primer capítulo y de inmediato mi cabeza comenzó a elucubrar escenarios posible en donde uno era que en vez de Francisco sea doña Sofía quien muriera.

Y bueno, aquí está el intento. Espero lo disfruten.

Saludos.