Capítulo 1
Las olas rompían contra la costa con un ritmo frenético, un eco del corazón de Percy que latía desbocado. La tristeza nublaba sus ojos mientras escaneaba el Campamento Mestizo, buscando en vano a la chica Apolo que había robado su corazón.
Un año. Solo un año había pasado desde que la conoció, un año que se había convertido en el mejor de su vida. Luna era su sol radiante, su brújula en la tormenta, su océano en calma. Pero ahora, se había ido, dejando un vacío insondable en su corazón.
Con la determinación brillando en su mirada, Percy se levantó. No importaba cuánto tiempo le tomara, la encontraría. Porque ella era su chica Apolo, su océano en calma, y no la dejaría ir jamás.
Un escalofrío recorrió su espalda mientras hurgaba en los bolsillos de sus vaqueros, buscando desesperadamente algo que le devolviera la esperanza. Sus dedos tropezaron con la gastada billetera de cuero. Al abrirla, una foto de Luna lo miró desde el interior.
Su cabello blanco brillaba bajo la luz de la luna, y sus ojos rojos como rubíes brillaban con una intensidad que le quitó el aliento. Un nudo se formó en la garganta de Percy al recordar su sonrisa, una sonrisa que solía calentar su corazón como el sol de la mañana.
"¡Percy!"
Nico corrió hacia él, con la arena mojando sus sandalias y su bañador negro. La alegría en su rostro se desvaneció al ver la expresión sombría de Percy.
"¿Dónde está Luna?", preguntó Nico, con una pizca de preocupación en su voz.
Percy tragó saliva, con la mirada clavada en la foto. "Se ha ido...", murmuró, apenas audible.
Nico frunció el ceño, confundido. "¿Qué? ¿Se ha ido? ¿Por qué?"
"La busqué toda la mañana. No pude encontrarla en ningún lado", las palabras de Percy salieron entrecortadas, cargadas de dolor.
"Amigo, ¿por qué te dejaría?", preguntó Nico, tratando de comprender la situación.
"La misma razón por la que Annabeth lo hizo. Yo no era suficiente para ella", respondió Percy con amargura en su voz.
Un silencio incómodo se apoderó de ellos. La brisa marina agitaba las olas, rompiendo la tensión con un sonido suave.
"Tienes algunos problemas, Percy", dijo Nico finalmente, con un tono serio en su voz.
"¿Ah, y crees que besarte en secreto con Thalía no es tan malo como lo mío?", se burló Percy, con amargura en su voz.
"Oye, no es justo comparar las cosas de esa manera", replicó Nico, con un tono defensivo.
Las palabras de Nico resuenan en la mente de Percy. Tal vez tenía razón. Tal vez era hora de enfrentar sus propios problemas y dejar de lado las comparaciones.
Pero una cosa era segura: no se rendiría en la búsqueda de Luna. La encontraría, sin importar el tiempo que le tomara.
La mirada de Percy se endureció. "¿No lo es? ¿Acaso no me has visto solo, vagando por la playa como un alma en pena? ¿No has visto el dolor en mis ojos?"
Nico se quedó en silencio, sin saber qué decir. La verdad era que sí había visto el dolor de Percy, y le dolía verlo así.
"Lo siento, Percy", dijo finalmente, con un tono más suave. "No pretendía minimizar tu dolor. Solo... solo quiero ayudarte".
Percy suspir, con la mirada perdida en el horizonte. "Gracias, Nico. Lo aprecio. Pero en este momento, lo único que quiero es encontrar a Luna. No puedo vivir sin ella"
Olimpo
Un grito atronador de Artemisa retumbó en el Olimpo: "¡¿Qué diablos pasó?! ¡Afrodita!"
Afrodita, con su característico aire despreocupado, se esquivó de las flechas que Artemisa le lanzaba mientras respondía: "¡Lo lamento!"
Artemisa, furiosa, exigió una explicación: "¿Alguien puede decirme qué hizo durante un año?"
Silencio incómodo. Las deidades presentes, temerosas de la ira de Artemisa, evitan su mirada.
Finalmente, una diosa se atreve a hablar: "Lo siento, pero Zeus nos dijo que no te lo dijéramos".
Artemisa, frustrada por la falta de respuestas, suspira y se dirige a su palacio. Una extraña sensación de invasión. Siente un vacío, una ausencia. Sus labios se sienten extrañamente fríos, su corazón anhela algo que no puede identificar.
Apolo, su hermano gemelo, se acerca a ella con cautela: "Hola hermanita".
Artemisa, aún molesta, le responde: "No estoy de humor, Apolo".
Un tono juguetón impregna la voz de Apolo mientras se acerca a su hermana: "Oh, vamos, Artemisa. Siempre de humor para hablar entre gemelos".
Artemisa, con el ceño fruncido, le responde: "Cállate... Dime por qué siento que falta alguien".
Apolo, con una sonrisa pícara, se encoge de hombros: "No sé qué me tienes allí". En su interior, una mezcla de emociones se agita: culpa, diversión y un ápice de miedo. Si tan solo lo recordaras, pensó. Oh, espera, eso significaría que mi padre nos achicharraría a Afrodita ya mí... Tal vez a Hécate también.
Artemisa, impaciente, insiste: "¿Qué pasó durante mi año que olvidado?"
Apolo, tratando de desviar la atención, responde con evasivas: "Te quedaste en el campamento".
Artemisa, con sospecha en su mirada, lo interroga: "Hmmmm... ¿Qué hay de mis cazadoras?"
Apolo, tosiendo nerviosamente, inventa una excusa: "Estaban en el campamento, pero les dijeron que tenían algunos asuntos que hacer. Además, Zeus les dijo que merecían el descanso".
Artemisa, con una sonrisa traviesa, lo mira fijamente: "No trataste de coquetear, ¿verdad?"
Apolo, con un rubor en las mejillas, niega con vehemencia: "¡NO!"
Artemisa, con un tono de falsa furia, le dice a Apolo: "Hermano, hablaremos sobre eso después. Pero ahora quiero descansar".
Apolo, sintiéndose desairado, se disuelve en la luz solar.
En el salón del trono, los demás dioses olímpicos, excepto Artemisa, discuten en voz baja.
Poseidón, acariciando su barba, pregunta: "Entonces, ¿qué hacemos con ellos?"
Le guiña un ojo a Atenea, quien lo fulmina con la mirada.
Atenea, con severidad, le responde: "Este no es el momento para bromas, Poseidón".
Zeus, con su voz poderosa, declara: "Yo digo que los mantenemos separados. No quiero que recuperen sus recuerdos del año pasado. Sería un caos total".
Atenea, con preocupación en su rostro, añade: "Estoy de acuerdo. Ella estaría en shock si supiera lo que hizo mientras no tenía el control".
Apolo, irrumpiendo en la conversación, grita: "¡Pero ella siente que extraña a alguien!"
Ares, con un tono arrogante, interviene: "Terminará si se separan el tiempo suficiente. Entonces el amor que tenían se volverá extraño el uno para el otro".
Atenea, indignada por la insensibilidad de Ares, exclama: "¡No puedo creer que eso haya salido de tu boca!"
Afrodita, con una mirada serena, dice mientras se mira las uñas: "El amor no muere, simplemente se guarda para otro momento. Si lo que creo que estos dos sienten el uno por el otro es verdadero, estás negando lo inevitable".
Campamento Mestizo Hace 1 año
Percy se hundió en la arena húmeda, con la mirada perdida en el horizonte infinito. La brisa marina agitaba su cabello negro, empapado en sudor y lágrimas saladas. Su cuerpo, antes fuerte y ágil, ahora se sentía pesado y vacío.
Sus pantalones deportivos, manchados de arena fina y húmedos, se adhieren a su piel sudorosa. La camisa naranja, que alguna vez fue símbolo de su alegría y optimismo, ahora está arrugada y manchada con las lágrimas que ha derramado en secreto.
Su mirada, antes vivaz y llena de curiosidad, ahora está perdida en el horizonte. El lago, que antes le brindaba paz y tranquilidad, ahora solo refleja el vacío que consume su interior.
Un aura de desolación y aridez lo envuelve. Su postura encorvada, sus hombros caídos y su rostro demacrado son un fiel reflejo del estado de su alma: una tierra baldía donde la esperanza se ha marchitado.
Cierra los ojos y un suspiro escapa de sus labios. Han pasado cinco meses desde que Annabeth lo dejó por Michael, y la herida en su corazón aún no ha cicatrizado.
Un torrente de pensamientos invade su mente:
"Supéralo, ella está con Michael". La frase suena en su cabeza, un recordatorio constante de su pérdida.
"Ella no va a volver y lo sabes." La cruda realidad lo golpea con fuerza, llenándolo de una profunda tristeza.
"Tanto así que Afrodita lo llamó la peor tragedia del último siglo según ella." La ironía de la diosa del amor solo aumenta su dolor.
Su relación con Annabeth, antes tan fuerte y vibrante ahora es solo un recuerdo lejano. El Tártaro ha dejado una marca imborrable en ambos, y el amor que los unía se ha transformado en una amistad dolorosa.
Percy: (Suspirando) "Annabeth... ¡Ay, Percy, deja de torturarte!"
Percy aprieta los puños con impotencia. A pesar de haber pedido a Morfeo, a petición de los dioses, que lo ayudara a librarse de las pesadillas, estas aún lo atormentan de vez en cuando. Se despierta empapado en sudor frío, con los horrores del Tártaro frescos en su memoria.
De repente, una voz suave interrumpe sus pensamientos.
Luna: "¿Te molesta si me siento aquí?"
Percy se gira y se encuentra con una chica de belleza radiante su pelo blanco como la nieve. con ojos que brillaban como rubís que lo hipnotizan y le transmiten una calma inexplicable.
Percy: (Tartamudeando) "Eh... no, claro que no. Soy Percy, Percy Jackson".
Luna se sentó a su lado, con una sonrisa tímida. "¿Eres nuevo aquí? Te ves un poco perdido."
Percy, con una sonrisa irónica, se encogió de hombros. "No exactamente", respondió. "Digamos que he conocido mejores días."
Luna lo miró con compasión en sus ojos. "Lo siento", susurró. "Yo también he pasado por momentos difíciles."
Luna le dedicó una sonrisa radiante, una sonrisa que iluminó su rostro como el sol naciente, capaz de derretir incluso el hielo más frío. Sus ojos, que brillaban como rubíes, reflejaban una calidez y una compasión que cautivaron a Percy al instante.
Luna: "Encantada, Percy. Soy Luna, hija de Apolo".
Percy, intrigado, levanta una ceja.
Percy: "¿Hija de Apolo? ¿Eres buena en la música o una arquera infalible?"
Luna, con una sonrisa pícara, le guiña un ojo.
Luna: "No solo tiro con arco, mi canto también es bastante bueno. ¿Y tú, de quién eres hijo?"
Percy, con un tono de complicidad, responde.
Percy: "Poseidón, aunque no lo he visto a mi padre en mucho tiempo.
La sonrisa de Luna se transforma en una mirada comprensiva.
Luna: "Yo tampoco quería venir al campamento, pero este año me obligaron. A veces siento que no encajo aquí."
Percy se siente conectado con la tristeza que refleja la mirada de Luna.
Percy: "Te entiendo perfectamente. Yo también me siento perdido y solo".
Un silencio se apodera de ellos, un silencio cómodo y lleno de significado.
Sin embargo, Luna, con tono de reproche, interrumpe a Percy: "Entonces, me estás ignorando, Percy Jackson".
Percy, sonrojado por haber sido descubierto, se disculpa con una sonrisa avergonzada: "No, sólo iba a preguntarte si quieres pasar el rato aquí mañana. Porque tengo que reunirme con mi primo".
Luna, con una sonrisa radiante que ilumina su rostro, acepta la invitación: "Seguro". Se despiden con un "Nos vemos" y un "Adiós", sin saber que ese encuentro fortuito ha marcado el inicio de una historia que cambiará sus vidas para siempre.
