Hola chicas, hace tiempo que no traduzco nada del francés, y he querido volver con mi escritora fetiche en este idioma, Sedgie. Este fic es muy cortito, solo tiene 13 capítulos, pero ya sabéis que Sedgie nos tiene acostumbrada a capítulos largos.
Sinopsis: Un año después de la reunificación de los reinos, el mundo alrededor de Storybrooke parece, finalmente, haber encontrado su ritmo. Pero para Emma, las cosas van a adquirir otro giro cuando se entera de la muerte de su marido Killian. ¿Qué hacer ahora? Hope, la mirada de los demás, su pena. Felizmente, puede contar con Regina. Pues, ¿quién mejor que ella conoce el duelo'
El shock
‒ Lo siento, Emma
Esas fueron las primeras palabras que Emma escuchó el día de hoy. Sin embargo, todo había comenzado bien: se había despertado antes de sonar el despertador, cosa rara en los últimos tiempos. Y esa sensación era satisfactoria. Se levantó y antes de salir de su habitación, lanzó una ojeada al sitio vacío a su lado por una noche más. Suspiró, no era inhabitual que Killian la dejara ciertas noches para pasar la velada con sus camaradas bebiendo y cantando canciones picantes por las cuatro esquinas de los puertos del reino. Habitualmente, volvía de madrugada, apestando a alcohol o al día siguiente cuando ella ya estaba en la comisaría y Hope en la guardería. Así que no le asombra no verlo esa mañana, y si es franca con ella misma, no le molestaba…Ya desde hacía semanas.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por los pequeños sollozos de su hija, agitándose en la cama. Sonrió instintivamente, y a paso apurado llegó a la habitación de la niña.
‒ Hey, monstruito, ya despierta…
En efecto, Hope se levantaba orgullosa sobre sus piernecitas, aferrándose a los barrotes de la cuna, balbuciendo alegremente.
Emma se inclinó y la cogió amorosamente.
‒ Mi mejor despertador por la mañana, eh
La besó en la frente y bajaron al salón. La sentó en su trona y le preparó el biberón.
‒ Hey, gran día para ti hoy. Parece ser que en la guardería vais a preparar la decoración de primavera‒ ella rió ‒ No sé la verdad qué piensan hacer con pequeñajos de seis meses a 2 años…Pero bueno…
Se giró para verificar que todo iba bien y cuando se cruzó con la mirada de su hija que fruncía el ceño, ella se quedó quieta antes de estallar en carcajadas.
‒ Oh, mierda, perdón, perdón, yo…
La niña se echó a llorar.
‒ Lo siento, cariño, perdóname. Ok, ok, seguramente tú sabes hacer muchas cosas, de hecho estoy segura‒ Se acercó a ella y separó sus anárquicos bucles rubios que tenía en los alto de la cabeza ‒ ¡Tú eres un genio, hija mía, probablemente serás ingeniera o astronauta, incluso una cirujana famosa!‒ Hope balbucea entonces haciendo burbujas ‒ Sí…O serás sheriff de un reino en medio de Maine. Tampoco está mal, ¿no?
La pequeña aplaude con sus manitas y su madre continúa con la preparación del biberón. Y fue en ese momento en que su mundo se tambaleó. Cuando llamaron a la puerta, a las 7:34 de la mañana. Durante un momento, pensó que era Killian que había perdido sus llaves y que volvía avergonzado, excusándose por su ausencia y trayendo el desayuno.
‒ ¡Qué rollo, en serio…!‒ suspiró sonriendo antes de abrir la puerta y perder instantáneamente la sonrisa al ver al visitante.
‒ ¿David?
‒ Lo siento, Emma
‒ ¿Algún problema?‒ pero ante la expresión preocupada y entristecida de su padre, ella frunció el ceño y se acercó ‒ ¿Pa…Papá?
David tragó en seco antes de bajar la cabeza
‒ Emma…Ha…Ha habido un accidente, anoche
‒ ¿Un accidente? ¿Snow? ¡Neal!
‒ No, no, ellos están bien, están muy bien. Yo…Es Killian
‒ ¿Killian? ¿Qué pasa con Killian? ¿Qué accidente?
Lo que siguió a continuación está vago para Emma: su padre pronunció palabras, frases, pero ella no las escuchaba en realidad. Comprendía el sentido, pero aparecieron como un lejano eco, como cuando uno está a punto de despertar.
‒ ¿Emma? Emma, ¿estás…estás aquí?
La bella rubia sacudió la cabeza como para encontrar de nuevo sus sentidos.
‒ Sí, yo…¿Qué?
‒ Decía…Hubo un accidente anoche
‒ …
‒ Killian…Parece que estaba bebido, más que de costumbre. No se sabe por qué razón cogió su barco y se hizo a la mar con algunos marineros.
‒ …
‒ Yo…Parece que cayó al agua
‒ ¿Quién?
‒ Killian
‒ No
‒ Sí, bueno…Había bebido demasiado…
La sangre de Emma pareció abandonar sus venas. Un hormigueo se apoderó de sus dedos, brazos, pies, piernas y fue subiendo hasta su cabeza que latía tan fuerte que perdió el equilibrio. Fue cogida a tiempo por David que la llevó hasta el sofá.
Todo lo que Emma podía escuchar eran los llantos de su hija, reclamando seguramente su biberón que tardaba en llegar.
‒ Emma… Él…Solo se ha caído…Según las palabras de los testigos, se tambaleó, demasiado borracho como para sujetarse.
Ella miró a su padre con oscura mirada
‒ ¿Los testigos? ¿Nadie fue a socorrerlo?
David suspiró.
‒ Era una noche cerrada y ellos no estaban menos ebrios que él..
‒ Killian, él…
‒ Hemos estado buscando desde que nos avisaron. Aún no lo hemos encontrado.
‒ Pero eso no quiere decir que…¡Aún está vivo!‒ casi gritó ella, más para convencerse que otra cosa.
La noche pasada había sido particularmente fresca, David lo sabía, Emma también.
‒ Emma, lo sé, pero…Ya hace más de nueve horas
Emma se levantó de un salto.
‒ Hay que recorrer las playas, quizás se ha desvanecido en algún sitio, esperando que vayan a buscarlo
‒ Emma, ya he puesto a todo el mundo a ello. Hay equipos siguiendo todo de cerca.
‒ ¿Por qué solo me avisas ahora? Si hace horas que ha pasado, ¿por qué vienes a verme ahora?
‒ No habría cambiado nada, y queríamos saber más.
‒ Yo habría podido…¡PUEDO ayudar!
‒ No, Emma, no puedes hacer nada. Debes…Debes ocuparte de Hope.
‒ Hope…
Como un flash, se levantó entonces del sofá, seguida por la mirada de un David inquieto y apenado. No sabía qué decir o hacer. No había avisado a su propia mujer por miedo a que apareciera en casa de la hija para consolarla, pues, y él lo sabía, Emma no lo habría soportado.
Emma cogió a su hija en brazos, pero el llanto de su hija, hambrienta, se redobló.
‒ Emma…
‒ Yo...Debo ocuparme de ella, yo…Tiene hambre y…
‒ Aún no he avisado a tu madre.
‒ ¡No lo hagas! No…avises a nadie. Aún…Aún no sabemos…Quizás esté en algún lado, en la arena, inconsciente. Quizás…
David comprendía la turbación de su hija, pero también el shock que era un anuncio como ese. Se levantó, hundiendo sus manos en los bolsillos.
‒ Yo…Me voy para…saber más y…
‒ ¡Tenme al corriente si lo encontráis!
Él asintió, aunque en su fuero interno, las cosas estaban claras: después de más de ocho horas sin haber encontrado el cuerpo ni en el agua ni en la playa, las esperanzas eran pocas. Pero como siempre, en la familia persistía la esperanza.
Cuando la puerta se cerró, Emma fue invadida repentinamente por el silencio. Los lloros de su hija se habían atenuado, pero persistían aún hasta que la bella rubia decidió acabar su biberón. Cuando lo hubo hecho, se sentó en el sofá y colocó a su hija correctamente para que se tomara su leche. Y aunque su cuerpo estaba presente, su mente estaba más allá, estaba…No lo sabía. Las palabras de su padre resonaban aún en su cabeza. El shock era lo primero que sentía en ese momento. ¿Qué otra cosa sentir?
Le parecía incluso notar el aftershave de Killian flotando en el aire antes de que se marchara ayer por la noche. Podía ver muy bien la escena en que cerraba la puerta, ese ruido sordo. Y nada más. ¿Era realmente el último recuerdo que tenía de él? Entonces suspiró: no, no era lo último
‒ Entonces, ¿hay noticias?
‒ Nada. Hay hombres apostados a lo largo y ancho, otros recorren las playas circundantes. David…
‒ Lo sé, lo sé. Pero hay que continuar
‒ Hacía frío, había marejada y había bebido más de lo normal…
‒ Lewis, sé todo eso, pero…No podemos anunciar nada oficial hasta que no estemos seguros. Es…Es el marido de mi hija, el padre de mi nieta
‒ Lo comprendo, jefe
‒ …
‒ Seguimos con la búsqueda
‒ Seamos lo más discretos posible. No quiero que esto se divulgue, aún no.
‒ Entendido. Pero…Su majestad…
David suspiró.
‒ Yo me ocupo.
Sí, David no tendría, probablemente, otro remedio que hablar con Regina. Después de todo, ¿no era ella la reina de este reino? Aunque ella nunca había demostrado una gran atención hacia Killian, Emma era su amiga.
‒ Mierda…
Él no quería que la gente hablase, los rumores se extendían demasiado rápido, y mucho más en un pueblo como Storybrooke donde todo el mundo se conocía. Ahora que varios reinos se habían anexionado, las cosas serían más complicadas aún. Tenía que actuar rápido, debía llamarla.
‒ ¿Diga? ¿David? ¿A qué debo el honor tan…Qué? ¿Qué ocurre?
Aunque era muy temprano, la rutina de Regina la obligaba a una apariencia casi irreprochable desde el alba. Así que cuando recibió la llamada de David, ya estaba casi preparada bebiendo tranquilamente su café negro en la isla de su cocina.
Cuando descolgó, jamás se habría imaginado lo que él iba a anunciarle. Su primer pensamiento fue para…
‒ Emma…¿Emma está al corriente?
‒ Sí. Le he dicho que se quede en su casa. De momento, son solo suposiciones. Mientras no hayamos encontrado el cuerpo…
‒ Comprendo. ¿Cómo está ella?
‒ Está bajo el shock, como puedes imaginar. Eres la primera a la que se lo cuento, después de Emma claro. Quería decírtelo, en fin, ya sabes…Eres…
‒ Sí, es evidente. Gracias por haberme informado.
Cuando colgó, inhaló profundamente. imaginaba el desasosiego en el que podría encontrarse Emma en ese momento. Vaciló. ¿Debía ir a verla o esperar un poco? Tenía obligaciones ese día, pero…
Con un chasquido de dedos y envuelta en su humo violeta, se encontró delante de la puerta de la casa de la bella rubia. No se había atrevido a teletransportarse dentro mismo de la casa, aunque hubiera podido hacerlo, pero la intrusión tenía sus límites.
Se acercó a la puerta y dudó un segundo antes de llamar al timbre dos veces. Al cabo de interminables segundos, escuchó el ruido del cerrojo y vio cómo se abría la puerta. Al otro extremo, apareció una Emma asombrosamente radiante, incluso sonriente cuando vio a Regina.
‒ Hey, hola
‒ Ho…Euh…Emma, ¿todo bien?
‒ Entra
Regina obedeció y entró en la casa. Vio a Hope en su parque, jugando con un sonajero en forma de sol.
‒ Emma, yo…
‒ ¿Un café?
‒ ¿Qué? Euh, no gracias
‒ Yo necesito un café, otro.
Inquieta ante la apariencia despreocupada de su amiga, Regina se sentó en el sofá, lanzando de vez en cuando ojeadas hacia la pequeña.
‒ Emma…David me ha llamado
‒ ¿Oh? Ah…
‒ Yo…Sinceramente lo siento mucho
‒ Súper
‒ ¿Súper?
Regina la miró fijamente. Emma posaba su mirada en el vacío, esperando un café que finalmente no había puesto en el fuego. En un primer vistazo, ella parecía indiferente pero cuando se prestaba un poco más de atención, se podía vislumbrar las primeras señales de un duelo que probablemente sería largo y penoso.
‒ ¿Emma?
La bella rubia permaneció estática, con los ojos como platos hasta que salió de su torpor al sentir la mano de Regina en su antebrazo.
‒ ¿Hein? ¿Decías algo?
‒ Te preguntaba si todo iba bien
‒ Sí, ¿por qué?
‒ …
‒ Yo…Lo siento, pero voy a llegar tarde a comisaría.
‒ Emma
‒ Mi jefa es un poco maniática con los horarios‒ hizo amago de sonreír
‒ Emma‒ su mano se deslizó del brazo hacia su mano que aferró para poder mantener su mirada ‒ Hoy no irás a trabajar.
‒ ¿Qué estás diciendo? ¿Por qué no…?
‒ …Stop, Emma, mírame‒ la bella rubia obedeció con dificultad ‒ Te vas a quedar aquí, te ocupas de tu hija y esperas…noticias
‒ Noticias…
‒ Sí, Emma, Killian ha desaparecido, pero…
‒ Él está bien, yo…Sé que él…
De repente, sin poder impedirlo, un primer sollozo nació en el fondo de su garganta, seguido de un segundo, después una serie de lloros que no pudo contener. Con naturalidad, Regina la tomó en sus brazos, la guió dulcemente hacia el sofá donde se sentaron y se quedaron así una buena parte de la mañana.
Cuando finalmente Emma se calmó, su atención se volcó en Hope.
‒ Su biberón, pronto será la hora…
Entonces se levantó y se dirigió hacia la cocina.
‒ Emma, ¿quieres que me quede?
‒ No, no, todo está bien
‒ Por favor
‒ Regina, todo está bien
‒ Estás temblando, estás aún bajo el shock
‒ Todo está bien‒ insistió con voz ronca ‒ Vete
‒ ¿Perdón?
‒ Sal de mi casa, por favor
Regina inhaló cerrando brevemente los ojos y asintió
‒ Muy bien. Si necesitas cualquier cosa…
‒ …Sé dónde encontrarte‒ confirmó Emma sin mirarla
Regina sonrió débilmente, sabiendo muy bien que no lo haría. A continuación, abandonó la casa envuelta en su humo. Solo en ese momento Emma alzó el mentón y miró el sitio donde Regina había estado segundos antes. Su corazón se encogió y, una vez más, las lágrimas corrieron.
