UNA CHARLA EN ICHIRAKU RAMEN
Jiraiya se vierte un poco de sake y lo bebe despacio. Luego deja salir un largo hilo de aire entre los labios.
— Cómete el ramen antes de que se enfríe — dice—, y no, no voy a hacer nada. ¿Qué pretendes, que obligue a Kakashi a ser tu maestro? Aquí somos gente civilizada, no un puñado de forajidos. Te digo que te comas el ramen. ¿Qué te pasa? Solía volverte loco. ¿No tienes hambre?
— Hubiera preferido algo de carne.
— Sí que estás exquisito hoy. En fin, a lo que iba. Que todavía no estés preparado para estar en un equipo no significa que la cosa se haya acabado. Tan solo necesitas aprender a controlar ese temperamento tuyo — Jiraiya da otro sorbo al sake—. Ah, lo necesitaba. No tengo edad para que me hagas coger tantos nervios. Maldito renacuajo.
— No es mi temperamento, es... no sé lo que es. — Naruto enrolla los fideos en los palillos desinteresadamente— ¿Tú tienes alguna idea?
— No. Y tampoco sé cómo puedes solucionarlo. Al menos no todavía. Pero eh, pensándolo bien, tampoco pasa nada porque no tengas un equipo. Mírame a mí: hace mucho que el mío se disolvió y me va fenomenal.
— Por favor no te pongas de ejemplo.
Jiraiya se ríe con el vaso todavía en la boca. Luego pega un trago y lo deja sobre la barra.
— Hay una manera, de todos modos — dice. Y sigue con un silencio que quizá sea intencional. Pero Naruto no le dice nada, sólo sorbe sus fideos ruidosamente.— Ah, eso se parece más al mocoso que conozco. ¿A que son una maravilla?
— No están mal. — Y vuelve a sorber sus fideos.
— Ya. Bueno, como te decía, hay una manera de ayudarte. — Alguien pone un plato con carne de ternera en la mesa. Jiraiya atrapa un trozo con los palillos y lo mastica tranquilamente—. Verás, hay tipo de ninjutsu que se especializa en sellos. Se pueden utilizar para muchas cosas pero te ahorraré la explicación. Lo que quiero decir es que creo que se podría sellar esa parte de ti. La que hace que, bueno, te pongas un poco irritable.
— Te refieres al Zorro.
— Todavía no tengo claro que hiciera bien hablándote de él. Pero supongo que mantenerlo en secreto no sirvió de nada la otra vez. — Jiraiya se acaba la carne y se limpia la boca con una servilleta de tela, cuidadosamente—. A mi parecer, todo lo que sucedió en el valle ha afectado a tu relación con el Nueve Colas. Ya había pensado en la posibilidad de que tu sello hiciera... cosas raras. Lo que ha pasado antes sólo lo confirma.
» A partir de ahora pasarás tiempo conmigo. Te enseñaré a controlarte y me aseguraré de que no tengamos un susto como el de antes. Y si pasa algo, no te preocupes: afortunadamente, soy bastante más fuerte que tú.
UNA HOJA NUEVA
Las semanas pasan rápido. Ahora en la Hoja no llueve tanto. Los días son más soleados, pero sigue haciendo el suficiente frío como para que Tayuya, que ahora va de camino al punto de encuentro, se abrace a sí misma pese a llevar ropa de invierno. ¿Para qué demonios la citan tan temprano? Ese Kakashi no hace más que ponerle de los nervios.
El nuevo Equipo 7 (con un miembro menos) ya ha llevado a cabo un puñado de misiones. La mayoría de ellas tuvieron que ver con auténticas tonterías, como escoltar a una familia noble a la fiesta de otra familia, solucionar una discusión sobre qué mercader tenía derecho a qué ruta, o —y esto estuvo a punto de hacerle huir de la maldita aldea— encontrar el gato de una mujer rica que, por lo visto, lo perdía un par de veces al mes.
La única misión con algún sentido fue la última, en la que tuvieron que expulsar a un grupo de bandidos que se había hecho fuerte en un pueblo a las afueras. El asunto no tuvo ninguna dificultad, pero Tayuya disfrutó dándoles una paliza a cada uno de ellos.
Ahora vive en un apartamento, un quinto piso en un barrio cualquiera de la aldea. Es pequeño, y un tanto frío, pero es mejor que la celda en la que solía pasar las noches. Lo cual ya es suficiente motivo para no volver a donde estaba antes. ¿O lo es? Lo cierto es que Tayuya trata de no pensar demasiado sobre ello. Hay veces en las que es consciente de dónde está, y de la gente que le rodea, y se siente extraña. "Soy una kunoichi de la Hoja ahora", piensa, tocándose la bandana que lleva en la frente. "¿Pero qué estoy haciendo?" Pero a pensamientos como estos les siguen recuerdos de Orochimaru en aquella fría mazmorra. De los interminables combates a muerte, de las misiones secretas, de los asesinatos, de los secuestros. ¿A dónde va a volver, ahí? "Esta gente me salvó la vida, al menos. Aunque sean unos imbéciles son mejores que mi maestro." Y aunque nunca lo admitiría, a veces piensa en las palabras de Sakura, cuando le dijo, ¿dónde estaban los tuyos? El tiempo ha pasado y nadie vino a por ella. "¿Me han dado por muerta?", y el alivio que siente al pensar esto le pone enferma.
— Llegas tarde — le dice Sakura, sentada sobre un muro de un par de metros de altura— otra vez. — Por supuesto, su relación con ella no ha cambiado. Se detestan como el primer día.
— Me vale con llegar antes que Kakashi. Que tú me esperes da igual, es más, me hace gracia.
— Qué agradable me resulta veros discutir todos los días — Kakashi dobla la esquina, leyendo uno de sus libros, como siempre—, me da ganas de levantarme por las mañanas y de venir a trabajar. Pero por desgracia, tenemos cosas que hacer, así que andando.
La misión que les espera hoy es un poco más peligrosa que las anteriores. Pero tengamos un poco de confianza en sus habilidades y miremos para otra parte de la aldea. Por ejemplo, al campo de entrenamiento número veintiséis, donde Neji Hyuga, cuya vida estuvo pendiendo de un hilo no hace mucho, lucha contra un Rock Lee que por una vez parece tener la iniciativa. El sudor cae por las sienes del chico de verde mientras se esfuerza en superar el byakugan de su eterno rival. No muy lejos de ahí, en otro campo de entrenamiento, Asuma Sarutobi, ninja de élite, golpea una enorme roca con sus nudillos de hierro, abriendo grietas y agujeros en ella, sintiéndose nervioso y frustrado.
Unos cientos de metros, en otra dirección, Choji Akimichi se mete un puñado de patatas fritas en la boca mientras Shikamaru Nara, con su chaleco de ninja medio, bosteza tras una mano abierta.
— ¿Ya has hablado con ella?
Shikamaru frunce el ceño.
— Pues claro que no, menudo marrón.
— Yo creo que deberías pedirle disculpas. Quiero decir, ahora está con nosotros. Y tú casi te la cargas.
— Mejor céntrate en tus patatas, anda. Qué pesado...
Les vemos alejarse por una calle poco concurrida por la que, un rato más tarde, pasa Naruto, acompañado de Jiraiya. Con el paso del tiempo su relación no ha hecho más que mejorar, hasta el punto en el que no es demasiado distinta a como era antes. Pero es lo único que no ha cambiado. Cuanto más habla Jiraiya con su ahijado, más se da cuenta de que se ha convertido en una persona muy distinta. El chico cabezota e impulsivo que era antes se ha desvanecido. Ahora Naruto es de lo más razonable. E incluso se podría decir que en ocasiones, le parece hasta maduro para su edad. "Espera, para el carro, ¿estoy pensando esto sobre él?" La verdad es que la idea es un tanto escalofriante. Pero como había dicho Tsunade: "Vamos a ver, que casi se muere, Jiraiya. ¿Te parece poco que siga vivo? Por mi parte me alegra que ahora escuche lo que uno dice. Ahora déjame trabajar, por favor."
En el fondo ella también está preocupada y él lo sabe. Ya se conocen desde hace mucho. A saber qué haría él sin esa positividad. Hincharse a sake, lo más probable.
— Oye, viejo, no me has dicho a donde vamos hoy. — Naruto le saca de sus pensamientos. Va caminando al lado suyo con una brocheta de cerdo en la mano, a la que le pega buenos mordicos de vez en cuando. En las últimas semanas el chico ha desarrollado una preferencia por la carne, pidiéndola poco hecha, incluso, cuando tiene la oportunidad.
— Cierto. Hoy vamos a conocer al jefe. El tuyo y el mío, es decir, el Hokage. — Aunque lo cierto es que Hiruzen Sarutobi ya no dirige, técnicamente, la aldea. Ese trabajo recae sobre los próximos candidatos a Hokage, es decir Danzo y Tsunade.
— No sé qué puede querer de mí — Naruto sigue comiéndose su brocheta—, además, ¿no es muy pronto para que esté hablando con la gente? Si yo fuera él, no querría saber nada de nadie por unos meses. — Después de su victoria contra Orochimaru, el maestro de Jiraiya entró en un profundo coma del que no salió hasta hace una semana y media. Un coma del que nadie se esperaba que despertara. Pero lo hizo. Y ahora la situación en la Hoja es de lo más delicada.
— Después de todo lo que pasó, no tenemos derecho a cuestionar al viejo — dice Jiraiya—, además, antes tenías una buena relación con él.
— Tú lo has dicho, antes. — Naruto se acaba la brocheta, la parte en dos, y la tira a la papelera más cercana.
La oficina del Hokage está en silencio. Por fuera, seis tipos con armaduras y caretas de Anbu esperan con los brazos cruzados. El más alto de ellos, que debe de ser el jefe, se interpone entre la puerta y Jiraiya.
— Autorización.
El Sannin se señala la cara con el dedo índice. Luego hace ademán de seguir, pero el Anbu le para poniéndole la mano en el pecho.
— Nadie entra sin autorización, señor.
— Esa es nueva. — Jiraiya mira de abajo a arriba al Anbu y alza las cejas. Luego pega un grito—: ¡Eh, viejo! ¡He venido a echarte un vistazo! ¡Pero necesito una autorización! — Los otros Anbu se miran entre ellos, incómodos, pero el que tiene pinta de ser su capitán se mantiene imperturbable ante los gritos. Así pasan unos momentos, luego la puerta se abre hacia dentro.
— Que pasen.
Es la voz de un anciano. De inmediato, el Anbu se aparta a un lado. "Adelante, señor", es lo que parece que dice. Pero la verdad es que ninguno de los dos le hace caso.
EL TERCER HOKAGE
— Me alegra verte bien, viejales. Aunque con tantas vendas encima te pareces a Danzo, ja, ja, ja. — Jiraiya anda a paso resuelto hacia la mesa de escritorio que hay al fondo. Resulta que el despacho del Hokage es exactamente eso, un despacho. A ambos lados hay estanterías repletas de libros, informes y pergaminos. Al fondo está el escritorio, y detrás, un gran ventanal que tiene las cortinas casi cerradas.
La persona que está sentada en el escritorio debe de tener unos setenta u ochenta años. Es un viejo bajito y arrugado, con una perilla blanca y muchas, muchas vendas cubriéndole el cuerpo. Un sombrero blanco y grande reposa en la mesa; en él, con letras rojas, está escrita la palabra "Hokage."
Hiruzen Sarutobi tiene una pipa en los labios y la mirada llena de sombras. Sin hablar les indica que se sienten en las dos sillas que hay frente a su mesa. Cuando lo hacen, el viejo inspira profundamente de su pipa y suelta una larga, y medida, bocanada de humo.
— Es bueno veros de nuevo — dice. Su voz es grave y suena tan vieja como luce él. Cuando la escuchas, te hace pensar en estancias polvorientas, papel de pergamino... hojas de tabaco—. Especialmente a ti, Naruto. No hemos tenido la ocasión de hablar sobre lo sucedido en el Valle. Quiero que sepas que siento mucho lo que ocurrió.
— No tiene que preocuparse — le responde Naruto— la verdad es que ya no pienso mucho en ello.
— Ya veo. Tener la vista al frente es una buena mentalidad; pero no debemos olvidarnos de las lecciones del pasado. Tienes que saber... — Hiruzen para de hablar, se pone pálido, y empieza a toser fuertemente. Cuando Jiraiya se levanta, preocupado, él lo hace sentarse con un gesto de la mano.— No es nada. Este viejo cuerpo no se recupera tan rápido como el de vosotros, los jóvenes. — Hiruzen se limpia discretamente la sangre de la boca con un pañuelo de papel que, según sospecha Jiraiya, no está ahí por casualidad.
— Viejo — le dice él— ¿No es un poco pronto para que te pongas el uniforme? Estoy seguro de que hay gente que puede llevar el papeleo. Maldita sea, en tu estado deberías estar descansando en algún onsen. No aquí.
— Aprecio tu preocupación, Jiraiya. Pero he sido shinobi toda mi vida, y si me permites la confesión, no tengo intención de dejar de serlo.
Afuera, un cuervo se posa sobre un tejado cercano, y mira atentamente alrededor antes de salir volando de nuevo. Jiraiya, erguido en su silla, se pone serio.
— Pensé que te perdía — dice— y no quiero volver a estar en esa situación.
El viejo asiente, como agradeciendo sus palabras. Cuando levanta la mirada hacia ellos hay un brillo extraño, feroz, en sus ojos.
— Afortunadamente, sólo hay un Orochimaru en este mundo — dice. Y tomando la pipa entre los dientes, el viejo ríe, sin hacer ningún ruido.— En cualquier caso, no puedo seguir siendo el Hokage por mucho más tiempo. Por esa misma razón, en parte, te he hecho venir.
— No, no sigas, ni hablar. Sé lo que vas a decir y mi respuesta es no, gracias.
— Jiraiya...
— Sensei, por favor, no me lo pidas. No me pongas en ese compromiso.
— Ignoraba que pudieras sentirte comprometido.
— Es difícil decirle que no a un resucitado.
Hiruzen suelta una baja, lenta carcajada.
— Sigo pensando que serías la mejor opción para el siguiente Hokage. Pese a todos tus defectos, que son... considerables... — Jiraiya pone cara de fastidio, pero le deja hablar—, eres el shinobi más experimentado, más leal y más poderoso de esta aldea. Después de tu maestro, claro. — Hiruzen vuelve a sonreír. Con el aspecto que tiene ahora, con esa fea cicatriz cruzándole la cara, su sonrisa ha pasado de ser amable a dar mala espina.
— Gracias por las buenas palabras, pero francamente soy un cabeza hueca. Soy vago y soy desordenado. Bebo mucho. Soy una elección terrible. — Ahora es Hiruzen quien parece fastidiado— ¿No has pensado en Tsunade? Será una bruta, pero es mucho más inteligente que yo. Y quién sabe, siendo la Hokage, a lo mejor empiezan a dejarle ganar en el casino.
— Tsunade es mi siguiente opción, si tú rechazaras el honor, claro está.
— Eso no se lo digas nunca. Habrás sobrevivido a Orochimaru, pero ella es harina de otro costal.
— Jiraiya, por favor...
— Tengo una pregunta — Naruto, que hasta ahora ha estado escuchando pacientemente, se inclina hacia adelante en la silla— ¿Cómo derrotó a Orochimaru? Hasta donde yo sé, era algún tipo de monstruo invencible. Y sin embargo, usted lo derrotó. ¿Cómo?
— Renacuajo, no es el momento — empieza Jiraiya, pero el viejo Hokage niega con la cabeza, como diciendo: "está bien."
— Orochimaru era, sin duda, poderoso. No es de extrañar que algunos lo consideraran invencible. Si era o no un monstruo... Eso no lo sé. Si preguntaras en otra aldea, quizá te dijeran que yo también lo soy. — El humo de la pipa de Hiruzen flota a su alrededor, haciéndole parecer alguna clase de espectro. Él vuelve a inspirar una bocanada de humo, y la suelta, tosiendo un par de veces.— Cuando se enfrentó a mí, trató de utilizar cierta técnica prohibida. Las técnicas prohibidas lo son por un motivo. Son peligrosas y a menudo, letales. Pero logré detenerle, y sin su técnica, tuvo que enfrentarse él solo a mí.
— ¿A qué se refiere con "él solo"?
— No interrumpas, Naruto — Jiraiya le da un suave golpe en la nuca, y Naruto le mira mal. Hiruzen sonríe. Pero no responde a la pregunta.
— Lo importante es que por muy poderoso que fuera Orochimaru, yo sigo siendo su profesor. Lo que nos lleva a un tema importante, Naruto. Tú necesitas uno.
— Jiraiya me ha enseñado algunos trucos.
— No me cabe la menor duda. Ya me han informado de tus avances en tu... autocontrol. Es una buena noticia. Pero Jiraiya es una shinobi ocupado. No puede quedarse siempre en la aldea para enseñarte. De hecho, me consta — y aquí dedica una mirada ácida a Jiraiya— que ya va tarde en algunas de sus tareas.
— Culpable.
— Como decía, necesitas a alguien que se pueda encargar de ti de manera diaria. Alguien con mucho tiempo libre. Y yo, dentro de muy poco, estaré jubilado. — Hiruzen vuelve a sonreír, con ese brillo, como de hambre, en sus ojos— Ya va siendo hora de que el Profesor vuelva a tener un alumno.
Afuera, un cuervo vuelve a posarse por fuera de la ventana. De hecho, es el mismo de antes. Es pequeño, y oscuro, y pareciera que les mirara. Pero ninguno de los tres presta atención al animal, que tras unos momentos abre las alas, y se marcha.
