Recomendación de hoy

Bright Minds (Serie de TV): [Título original Astrid et Raphaëlle], Astrid Nielsen, de 30 años, es una mujer autista que trabaja discretamente como archivista para la policía de investigación criminal y conoce cada archivo que ha pasado por sus manos. Ella se encuentra con la comandante Raphaëlle Coste, entonces responsable de un archivo sobre suicidios médicos. Estas dos mujeres solitarias se ayudarán, Astrid enseña a Raphaëlle a encajar, Raphaëlle le enseña a Astrid a ser más flexible. AXN la transmite para Latinoamérica.


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Capítulo 10 ~ Malos comienzos y buenos finales

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***Advertencia: Es posible que necesites un kit de lágrimas***

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Me despierto el viernes por la mañana temprano con el sonido de un trueno. Retiro las sábanas y me dirijo al cuarto de baño para empezar mi rutina habitual. Mientras empiezo a cepillarme los dientes, veo mi reflejo en el espejo y lo que veo me deprime.

¿Dónde está la mujer feliz del otro día? ¿Cómo han podido pasar unas simples veinticuatro horas y convertirme en un cascarón de persona?

El regreso de Demetri me hace feliz por Sebastian, porque quiere mucho a su padre. Pero conozco el final del juego. Se irá, y seré yo quien consuele a mi pequeño. Siempre pasa lo mismo.

Suspiro y vuelvo a colocar el cepillo de dientes en el soporte. Me meto en la ducha y me acerco para sumergir la cabeza en el chorro, esperando que el agua se lleve todas estas emociones desagradables.

Empiezo a concentrarme en la reunión que tengo esta mañana en el colegio de Seb, y lo siguiente que recuerdo es que estoy organizando mentalmente el discurso que he planeado.

Después de ducharme, me seco y me dirijo al armario. Elijo mi falda lápiz gris oscuro y mi blusa negra de seda de manga corta. Saco la chaqueta a juego y cojo también mis tacones. De todos modos, después tengo que ir a trabajar y hoy es un día de traje de chaqueta.

Para cuando estoy lista, oigo a Seb en el baño canturreando mientras se cepilla los dientes. Anoche, cuando Demetri se fue, agradecí que Sebastian lo entendiera.

Bajo las escaleras y preparo café y el desayuno.

—Buenos días, mamá —dice Seb mientras se sube al banco.

—Hola, cariño, ¿has dormido bien?

Se frota los ojos somnolientos. —Sí.

—Te has levantado tú solito esta mañana, estoy orgullosa de ti. —Le doy su zumo de naranja y me sonríe perezosamente.

—Gracias —susurra y empieza a beber el zumo.

—¿Seguimos con los cereales y las tostadas para desayunar? —le pregunto mientras saco dos rebanadas de pan.

Asiente, las meto en la tostadora y le doy los cereales. Le sirvo la leche y empieza a comer.

~BoaB~

Cuando el autobús de Sebastian se marcha, miro la hora y me doy cuenta de que ya son las ocho y media. ¿Dónde está Demetri?

Saco el teléfono y lo llamo.

—¿Hola? —Su voz es áspera y me doy cuenta de que debe de estar dormido.

—¿Dónde demonios estás, Dem?

—¿En casa? ¿Es una pregunta trampa? —Se ríe entre dientes.

—Tenemos la reunión con el equipo de Seb en media hora —le digo. Estoy más que frustrada; en este punto podría hacer un agujero en un árbol.

—Maldita sea, lo olvidé. Bueno, nos vemos en el colegio. —Oigo murmullos y espero que sea él que se apresura a prepararse.

—Bien. —Termino la llamada antes de que pueda continuar. Recojo mis cosas y me subo a mi auto.

Mientras conduzco, mi teléfono empieza a sonar. Pongo el altavoz. —Bella Swan —digo, ya que no puedo mirar quién es en el identificador de llamadas.

—Bella, soy Edward.

Respiro. —Buenos días, Edward.

—Sigues sonando estresada. Me lo temía. —Su voz es tan tranquila. Es como si no le importara nada.

—¿Lo hacías? —Mi voz se tensa y trato de refrenar mi temperamento. No es culpa suya, me digo.

—¿Qué pasa? —Parece dolorosamente preocupado.

—No puedo hacer esto ahora, quizá más tarde o mañana. Tengo una reunión en el colegio de Sebastian.

Se hace un momento de silencio. —¿Tienes dudas sobre nuestra cita de mañana, Bella? Puedes decírmelo. No me enfadaré.

¡Oh Dios!, eso no es lo que quería que pensara. —No, en absoluto, Edward, lo juro. Te prometo que hablaremos más tarde.

—Bueno, por favor, si necesitas algo, llámame. —Su amabilidad casi me hace llorar, y tengo que terminar la llamada antes de empezar a sollozar.

—Sí, te lo prometo.

—Bien, que tengas un buen día, Bella, adiós.

Cuando cuelga, me doy cuenta de que se me nubla la vista, y pronto empiezan a caer las lágrimas que tanto he intentado contener.

Hoy va a ser un día duro.

~Boab~

Estoy sentada en el despacho del colegio esperando a Demetri. Miro el reloj y veo que sólo le quedan cinco minutos para llegar. Se me encoge el corazón al saber que probablemente no asistirá.

—Bella —Giro la cabeza al oír mi nombre y veo a Emmett junto a la puerta.

—Hola, Emmett. —Me levanto y camino hacia él. Quiero abrazarlo, solo porque necesito desesperadamente algún tipo de conexión, pero le tiendo la mano y nos damos un apretón.

—Vamos a la sala de conferencias, ¿bien? —Sonríe y lo sigo.

Cuando entro en la sala, veo a la directora Carmen Sánchez en la cabecera de la mesa. A su lado está sentada la señorita Maggie, la conductista. Enfrente está la psicóloga del colegio.

—Buenos días, señorita Swan —me saluda la directora Sánchez y yo le devuelvo el saludo.

Cuando todos estamos sentados, Emmett empieza.

—Mientras circulamos la hoja de asistencia, quiero resumir por qué estamos todos aquí hoy. —Todos asentimos colectivamente.

»La señora Swan está preocupada por el bienestar de Sebastian, y también cree que se ha violado su PEI. —Me mira—. ¿Correcto?

—Sí, en pocas palabras —le digo.

—Señorita Swan, he hablado con Emmett y Maggie sobre el progreso de Sebastian. Y debo decir que estoy muy satisfecha con él. Si echa un vistazo al gráfico de progresión aquí... —La directora Sánchez me pone el papel delante y, antes de que pueda continuar, la interrumpo.

—No quiero ver un gráfico sobre el progreso de mi hijo. Conozco muy bien su situación académica. No estamos hoy aquí para eso.

Miro alrededor de la habitación, a las caras que tengo delante. La de Emmett está llena de preocupación y comprensión, Maggie y la psicóloga me sonríen con simpatía y la directora Sánchez parece asustada. Bien.

—Se ha violado el PEI de mi hijo. Dice en tinta negra que una Sombra de apoyo debe estar con él en todo momento. En todo momento —me quejo—. Luego me entero de que otro alumno se está metiendo con él y no hay ninguna Sombra cerca para evitar que la situación vaya a más. —Entrecierro los ojos e intento por todos los medios que mi ira no me haga parecer una loca.

—Entiendo su preocupación, Sra. Swan; sé que no quiere que se repita lo de la última escuela de Sebastian.

De nuevo, interrumpo a la directora.

—No. Usted no lo sabe. Por favor, no me insulte fingiendo que entiende lo que se siente al ver a su hijo siendo acosado en la escuela porque el consejo de educación se niega a aceptar que mi hijo está diagnosticado dentro del espectro autista. —Siento que se me calienta la cara y me veo incapaz de parar.

»No se siente ahí a decirme que entiende lo que es entrar en la habitación de su hijo y encontrarlo cubierto de marcas negras y azules desde el pecho hasta las rodillas porque nadie estaba vigilando cuando dos chicos lo patearon y lo tiraron al suelo de un puñetazo en la cafetería. —Lágrimas de rabia brotan de mis ojos, pero no hago ningún intento por apartarlas o frenarlas.

»¿De verdad conoce la sensación de ver a su hijo llorar en sus brazos y decirle lo avergonzado que se siente por ser como es? ¿Saben cómo me sentí al saber que mi hijo sintió que tenía que esconderme moretones para no verme enfadada?

Nadie habla; sus rostros se tuercen de angustia.

»¿Dónde estaban todos «lo entiendo» cuando presentaba denuncias contra niños tres años mayores que mi hijo por darle palizas? ¿Dónde estaban todos «lo siento» cuando no se hacía nada al respecto? —Golpeo la mesa con la mano, enfadada.

»Dígame, por favor, ¿cómo es que entiende qué es recibir una llamada del colegio diciéndole que su hijo necesita ingresar en una institución mental porque nadie sabe cómo tratar con él?

En ese momento Emmett tiene mi mano entre las suyas y con la otra me da un pañuelo.

—Tiene razón, no sé por lo que ha pasado y solamente puedo compadecerme —susurra la directora Sánchez y puedo ver cómo sus propios ojos se llenan de lágrimas.

—He venido aquí por Sebastian; mi esperanza es ayudarlo a entender que no está solo. Todos ustedes me prometieron, y a él también, que iban a arreglar esto. —Me limpio la cara y los miro a los ojos. A todos y cada uno de ellos.

»No le fallen a mi hijo. —Se me quiebra la voz y me doy cuenta de que estoy suplicando.

Se hace el silencio y la directora me hace un gesto con la cabeza. Su boca se abre y empieza a decir algo, pero nos interrumpen cuando la puerta se abre de golpe y entra Demetri.

—Lo siento, señor; es una reunión privada; tendrá que marcharse —dice la directora.

—No, está bien, es el padre de Sebastian, Demetri Markos —le digo.

—¡Ah! —jadea—. Es un placer conocerlo por fin. —Extiende la mano y se estrechan.

Todos se toman un minuto para volver a hacer las presentaciones, y entonces Demetri viene y se sienta a mi lado. Me mira y su cara tiene una expresión de desconcierto. —¿Estabas llorando? —me susurra.

—Estas reuniones siempre son emotivas para mí, Dem.

—Entonces, Sr. Markos, estábamos escuchando las preocupaciones de la Sra. Swan con respecto a ciertas situaciones. ¿Tiene algo que añadir antes de que intentemos averiguar el siguiente curso de acción? —dice la directora Sánchez mientras anota algo en su bloc.

—Lamentablemente no estoy muy a menudo en casa, pero confío en Bella implícitamente cuando se trata de nuestro hijo. No hay manera de que yo pueda siquiera empezar a decir qué es lo correcto para mi hijo. Estoy aquí para entenderlo todo mejor y apoyar sus decisiones al respecto —afirma con gran precisión.

Abro mucho los ojos y noto que se me seca la boca de tanto mantenerla abierta por la sorpresa.

—Muy amable, señor Markos —dice Maggie mientras se ruboriza un poco.

—Averigüemos cuál es la mejor forma de actuar, por favor. —Lanzo una mirada a Maggie que muestra mi disgusto por su coqueteo nada sutil.

—Creo que no sería mala idea que le diéramos a Sebastian algunas clases de inclusión en las áreas en las que se esfuerza. Le ayudaría a tener más conciencia social y también a caer en una rutina refrescante y no aterradora —dice Emmett con gran seguridad.

—Eso lo alejaría más de Jane y quizá ayudaría a remediar su problemática situación. —Maggie está de acuerdo con la decisión de Emmett.

—Parece una idea interesante. Ahora, ¿qué pasa con el tema de la Sombra? —Junto las manos delante de mí sobre la mesa y mantengo una expresión inflexible en el rostro.

—Estamos intentando solucionarlo, Sra. Swan, es difícil con nuestro presupuesto actual. Tenemos que acomodar a todos los alumnos que necesiten Sombra de apoyo. —La directora Sánchez comienza su discurso sobre cómo no es posible. Ya lo he oído antes.

—Entonces, ¿lo que está diciendo es que está violando a sabiendas el PEI de Sebastian y que no tiene intención de dejar de hacerlo? —le digo.

—Eso no puede ser —Demetri se incorpora y su postura defensiva hace que la directora se acobarde ligeramente.

—Hemos perdido a una Sombra; por favor, comprenda que estoy haciendo todo lo que está en mi mano para sustituirla. —Sus ojos son suplicantes y la buena persona que hay en mí quiere darle una oportunidad. Pero la madre que hay en mí sabe que, si cedo un milímetro, ellos se tomarán un kilómetro.

—Tal vez si involucro a mi abogado, encendería un fuego bajo las personas apropiadas. —Mi tono es amenazador.

—Lo llamaré ahora mismo. —Demetri saca su teléfono.

—No, miren, no hagamos nada precipitado. —La directora Sánchez salta ansiosa por aplastar la tensión.

—Entonces, ¿no volverá a quedarse sin su apoyo? ¿Nunca? —La mirada amenazadora de Demetri me da escalofríos. Está mirando fijamente a la directora Sánchez, y por la expresión de su cara sabe que su respuesta es la diferencia entre una agonía legal, y un final feliz.

—Annie puede quedarse con Sebastian, ya se nos ocurrirá otra cosa hasta que consigamos mejores fondos, señor Markos. —Le tiembla la voz, y en ese momento quiero abrazar a Dem por hacer lo que mejor sabe hacer. Ser un frío hijo de puta.

—Bien —Se anima y da un golpecito juguetón en la mesa—. Entonces, ¿firmamos algo para asegurarnos de que no fingirá que esto nunca sucedió?

Maggie le pasa un papel con las notas una vez impresas. Ambos las firmamos y, después de que todos hacen lo mismo, guardamos nuestra copia.

—Entonces, solo tenemos que preparar el EPC para colocarlo en su PEI y estaremos listos —digo.

—Bueno, en realidad, estamos de acuerdo en seguir con el PEI original, Sra. Swan. Así que, si prefiere esperar hasta finales de noviembre y hablar entonces, probablemente sea lo mejor —dice rápidamente la directora Sánchez. No puedo culparla por querer que nos vayamos.

—Creo que eso estará bien. —Me vuelvo hacia Demetri—. ¿Qué opinas? —le pregunto y su cara se ilumina con la sonrisa más radiante. Hacía tiempo que no le veía sonreír así.

—Me parece bien, gracias, Bella, por preguntarme.

Asiento. —Por supuesto, eres su padre, Dem.

Emmett nos acompaña a la salida y le damos las gracias. Le digo que lo veré mañana, y Dem me mira extrañado.

—Mañana por la noche él cuidará a Seb. Estarán haciendo pasta por el Día Nacional de la Pasta. —Me encojo de hombros, pero Dem pone cara de furia—. ¿Qué?

—Yo puedo cuidar a mi hijo en su lugar. —Me adelanta hacia su automóvil.

—Dem, espera. —Corro hacia él y lo agarro del brazo. Se gira rápidamente y me mira a la cara.

—¿Ya ni siquiera existo para ti, Bella? —Sus ojos están llenos de un fuego furioso y me obliga a retroceder.

—Lo siento —susurro—. Hice estos planes antes de saber que regresarías anticipadamente.

Sacude la cabeza. —Lo que tú digas, Bella. Entonces, ¿a dónde vas para necesitar al señor «no parezco un profesor, parezco un fisicoculturista»?

—No seas infantil, Dem; voy a una cita, si quieres saberlo. —Paso junto a él y giro en dirección a mi auto.

—¿Con ese tal Edward? —grita, y miro a mi alrededor para ver si ha llamado la atención sobre nosotros.

—Sí, deja de gritar.

Da tres grandes pasos y vuelve a estar delante de mí. —¿Es el que llamó anoche, buscándote?

—¿Cuándo? ¿A mi celular? ¿Cómo...? —Me detengo a mitad de frase y de repente me doy cuenta de lo que está diciendo. Y entonces recuerdo a Edward diciendo que llamó.

—¿Llamó a mi casa y no me lo dijiste? —Entrecierro los ojos y sé que mi enojo es evidente por la reacción que Demetri da.

—Estabas ocupada y se me olvidó, pero sí, llamó. —Su petulancia me enfurece aún más.

—Escucha, Dem, lo que has hecho ahí dentro —señalo la escuela— fue maravilloso y es exactamente lo que Sebastian necesita de ti. Pero esto… —hago un gesto entre él y yo—, esto no va a pasar, no te metas en mi vida personal, ¿entendido?

Pone los ojos en blanco. —No seas dramática; dile que me olvidé, no es gran cosa. —Gira sobre sus talones y se dirige a su auto.

Le gruño frustrada y subo al mío.

~BoaB~

Llego a Bergdorf's un poco antes del mediodía y todo el mundo me saluda amablemente.

—Ahí estás, pensé que tal vez habías huido. —La voz de Rose detiene mis pasos y me giro para sonreírle.

—¡Hola, Rose!, siento no haber pasado por aquí en algún tiempo, ¿cómo estás?

—Genial, me enteré por un pajarito que Edward Cullen te ha nombrado su compradora personal. —Sonríe juguetonamente.

—Sí, los rumores son ciertos y ahora puedes ir y afirmarlo como un hecho. —Camino hacia los vestidos.

—¿Para quién compras hoy?

—Para mí. Tengo una cita mañana en la noche. —Sonrío feliz y es una sensación maravillosa.

—¿Una cita? Bueno, ¡aleluya! —grita jubilosa y no puedo evitar reírme de ella.

—Gracias, creo. —Suelto una risita mientras paso los dedos por las suaves telas de los percheros.

—¿Quién es el afortunado? —Empieza a bajar vestidos y a dármelos.

—Si te lo digo, ¿prometes no gritar ni saltar? —Asiente lentamente, pero sé que no se atreve a prometerlo—. Edward Cullen. —Me concentro en el conjunto de Vera Wang que tengo en la mano. Pero al no oír nada de Rose, la miro.

Está casi morada, como si contuviera la respiración para no explotar.

»Oh, bien, adelante, Rose, pero que sea rápido.

—¡Dios mío, Edward Cullen!, ¡qué suerte tienes! Sabía que le gustabas, lo sabía. ¡Qué emocionante! —Salta y grita.

Nuestro intercambio se interrumpe cuando suena mi teléfono. —Espera un momento, Rose.

Asiente, pero sigue riéndose cuando se dirige a la sección de zapatos y empieza a apilar unos cinco pares en un carrito.

Miro el identificador de llamadas y veo que es Edward. Sonrío y contesto. —Hola.

—¿Sabías que las luciérnagas emiten luz, sobre todo, para atraer a sus parejas? —dice Edward y yo suelto una risita.

—¿En serio?

—Sí, y en algunas especies de luciérnagas solo se ilumina un sexo. En la mayoría, sin embargo, ambos sexos brillan; a menudo el macho vuela, mientras que las hembras esperan en árboles, arbustos y hierbas a ver un macho atractivo. Si encuentra uno, lo señalará con un destello propio.

Noto cómo se me calientan las mejillas. —¿Has hablado con tu padre?

—No, eso es cosa mía, nena —dice juguetón—. ¿Encenderías tu trasero por mí, Bella?

Suelto una carcajada, y Rose se voltea y me enarca una ceja. Le hago un gesto para que se vaya.

»Ese sonido es el mejor del mundo. —Su voz es baja ahora y de repente todo mi cuerpo se siente caliente—. ¿Te encuentras mejor?

—Sí.

—Estaba preocupado por ti y trataba de decirme a mí mismo que no volara alrededor de tus arbustos y árboles acosándote con la esperanza de que encendieras tu trasero para mí.

Eso inicia otra ronda de risas y en este punto Rose sólo pone los ojos en blanco y se aleja arrastrando los pies.

—Siento haberte preocupado —le digo cuando se me pasa la risa.

—¿Me dirás qué es lo que te ha tenido tan preocupada? —Su sinceridad hace que se me forme un nudo en la garganta y me cuesta hablar.

—Mañana por la noche hablaremos, lo prometo.

—Me parece bien. —Lo oigo tomar aire, cierro los ojos y me concentro en el sonido de su respiración. Extrañamente, me tranquiliza y siento que el día desaparece. Solo dos minutos al teléfono con él y las emociones desagradables que he intentado eliminar desesperadamente esta mañana desaparecen.

—Nos vemos mañana por la noche, Edward.

—Te recogeré a las cinco; hay algo que quiero enseñarte. ¿Te parece bien?

Sonrío y siento la emoción burbujear en mi interior. —Me parece perfecto.

—Bien, que tengas un buen día. Hasta mañana, mi dulce luciérnaga.

Me río una vez más. —Hasta entonces.

~BoaB~

Nota de la autora: Este fue un capítulo muy difícil de escribir. Mi hermoso hijo lo pasó mal en la escuela. Como madre nunca dejo de luchar por él. Dios bendiga a todos los padres y defensores por ser la voz de los que no la tienen o no saben cómo defenderse.