Recomendación de hoy

Mary y Max (Película animada): Mary es una joven que se mueve en soledad por los suburbios de Melbourne, la chica fea de clase con una mancha de nacimiento, con una familia desestructurada: su madre alcohólica, se desahoga robando, mientras que su padre está totalmente desentendido de ella. Max es un hombre con síndrome de Asperger que vive en Nueva York, incapaz de desarrollar empatía y reconocer los rasgos faciales de las personas. Y a sus 44 años, solo tiene un amigo que resulta ser imaginario. Para Max la vida cambiará a partir del momento que reciba de pura casualidad la carta de una niña solitaria en busca de respuestas a una vida muchas veces poco tolerable. Disponible en YouTube.


.

Capítulo 26 ~ Avanzando

.

Las semanas siguientes a Acción de Gracias las pasamos reorganizando nuestra vida. Edward necesita un descanso, y yo también.

Sebastian está muy emocionado porque le quiten la escayola la semana que viene. Lleva una hora hablando de todas las cosas que quiere hacer. Se atreve a mencionar escalar, pero incluso con ambos brazos perfectos, no estoy de acuerdo.

Pensamos llevarlo al cine y a jugar al minigolf en el nuevo centro deportivo cubierto que han abierto a unas manzanas de casa.

Hoy, sin embargo, voy a sacar todos los adornos navideños del desván y empezar a colocarlos.

Naturalmente, Edward pregunta si puede ayudar, pero parte de la operación «Dale un respiro a Edward» es aprender a decir «gracias, pero no gracias». Esperamos podernos escapar durante una semana después de Año Nuevo. Hasta entonces, nos ceñimos a seguir la corriente sin añadir más a nuestros platos.

—¿Por qué tienes una caja entera de piñas? —pregunta mi padre mientras coloca la caja junto al sofá.

—Bueno, el año pasado Seb se aficionó a los exteriores. Quería que la casa tuviera un aspecto inspirado en la naturaleza con la Navidad entrelazada. Así que una noche, después de cenar, fuimos a dar un paseo. —Señalo la caja—. Este es el resultado.

—¿Dónde las pusieron? —Mira las piñas como si fueran a saltarle encima.

—Por todas partes. En las repisas de las ventanas, en el árbol, alrededor de la corona. El año pasado, mojé algunas en un líquido de purpurina que hice, y las coloqué en cuencos por toda la casa, mezcladas con adornos perdidos que encontré. —Me encojo de hombros—. Ya se me ocurrirá algo este año —digo mientras empiezo a desenredar las luces.

—Eres toda una Martha Stewart (15). —Se ríe entre dientes.

—No, desde luego que no. Además, puede que todo sea discutible. Conociendo a Seb, tendrá otra Navidad temática este año.

—Espero que no incluya nada que silbe —bromea.

—Después de lo de la salamandra, no volveré a ceder a esos ojos de cachorrito cuando se trate de cosas viscosas. —Me estremezco al pensar en ello.

—¿Dónde está esa cosa? —pregunta mi padre mientras mira a su alrededor.

—En su habitación.

Asiente. —Ya veo, ¿y lo está cuidando bien?

—Por supuesto. —Sonrío, pensando en cómo le lee cuentos antes de dormir.

—Mamá, mamá, tengo una idea. —Seb entra corriendo en el salón.

—¿Ah, sí? Oigámosla. —Dejo caer las luces enredadas, me siento en el sofá y le doy a Sebastian toda mi atención.

—Navidad casera —dice con una enorme sonrisa.

Miro a Charlie y enarco una ceja cómplice. Se ríe y se encoge de hombros. —De acuerdo, caeré —digo—. ¿Qué quieres decir con eso?

—Bueno —empieza y se sienta a mi lado—, en vez de comprar un árbol, una corona y todo eso, ¿qué tal si lo hacemos nosotros? —Salta de emoción.

—¿Quieres un árbol verde de cartulina? —No puedo evitar la decepción en mi voz. Parte de la Navidad es encontrar el árbol, ponerlo y querer prenderle fuego cuando la guirnalda se atasca en la base.

—Uhm... —Entrelaza los dedos—. Tal vez podamos, comp... ¿comprometernos? —tartamudea un poco.

—Esa es una palabra muy grande, amigo. —Sonrío.

—La aprendí del señor Emmett. —Empieza a frotarse las manos por la parte delantera del pantalón.

—Guay, entonces, ¿este compromiso? —Me inclino más hacia él y le aparto suavemente un mechón de pelo de los ojos, tomando nota mental de pedirle cita para que se corte el pelo.

—Tal vez podamos comprar un árbol como siempre, y... tal vez hacemos todos los ornamentos —dice con voz temblorosa.

—Adornos, no ornamentos, amigo, ¿y sabes qué pienso? —Miro a mi padre, que está observando la situación.

Me vuelvo hacia Seb, que niega con la cabeza.

—Me parece una idea estupenda —le digo con una gran sonrisa.

Inmediatamente me devuelve la sonrisa y me abraza. —Gracias, mamá.

—De nada. —Le beso el pelo y le doy un suave apretón antes de soltarle.

—Bueno, pues. —Mi padre le da una palmada en las piernas—. Supongo que tenemos que ir a Staples y comprar un montón de cartulina.

—¿Qué tal si van ustedes y yo termino con estas luces? —pregunto.

—Suena genial, ¿qué te parece, Seb? —Por supuesto, Seb está a bordo, y en cinco minutos, salen por la puerta, y yo estoy en el suelo, maldiciendo luces, y guirnaldas y espumillón... y amando cada minuto de ello.

~BoaB~

—¿Qué tan emocionado estás, Seb? —Edward le pregunta a un Sebastian impaciente mientras nos dirigimos al médico para quitarle la escayola.

—Súper emocionado. Un millón de veces más emocionado que cuando me regalaste una estrella por mi cumpleaños. Y eso me gustó mucho —dice alegremente.

Edward y yo nos reímos.

—Necesitarás un cabestrillo durante un tiempo, pero será pan comido —le digo, y él asiente y empieza a mecerse contra el asiento. Se está calmando solo, sin mi ayuda. El orgullo me oprime el corazón. Mi niño precioso.

Llegamos a la consulta del médico y Sebastian sale corriendo del auto. —Espera —dice Edward mientras lo coge en brazos. Sonrío al verlos juntos. Encajan a la perfección.

Sabía que Demetri quería estar aquí hoy, pero para salir de un viaje de negocios la próxima semana, tuvo que hacer un montón de conferencias telefónicas con consultores en Japón a través de Skype. La diferencia horaria hace que se lo pierda, pero no pasa nada. Dem ha mostrado un crecimiento significativo, y yo no podría estar más feliz por él o Seb.

El consultorio de la Dra. Solís tiene paredes de colores, música relajante y peceras a lo largo de las paredes. La serenidad te abraza. No es fácil estar en la consulta de un pediatra, pero esta lo consigue a la perfección.

—¡Hola, Sebastian! —dice la enfermera con una amplia sonrisa.

—Hola. —Se acerca arrastrando los pies y me abraza por un lado.

—¿Estás listo para quitarte eso? —Señala su escayola artísticamente decorada. Asiente con la cabeza.

—Genial, la Dra. Solís te está esperando, ven a saludar. —Ella le tiende la mano y espera.

Seb mira su mano y luego vuelve a mirarme. Le hago un gesto con la cabeza para que vaya.

Él la coge y los cuatro caminamos por el pasillo hacia la habitación designada.

Cada habitación tiene un personaje de Plaza Sésamo diferente pintado en la puerta y, cada cinco minutos, un tren avanza por la parte superior de la pared. Es la consulta médica más genial del mundo.

Situamos a Sebastian y respondemos a algunas preguntas de la enfermera.

—¿Alguna vez te has roto un hueso? —Seb le pregunta a Edward.

—La nariz, la pierna, estos tres dedos... —Levanta los dedos índice, corazón y anular de la mano derecha.

—Vaya —dice Seb.

—Sí, pero ahora estoy bien. —Sonríe.

—¿Te dolió que te quitaran la escayola? —Veo que Seb está nervioso, así que me pongo a su lado y le rodeo con el brazo.

—No, en realidad me hizo cosquillas. Vibra y hace cosquillas. Me reí mucho. Mi médico tuvo que parar varias veces porque no paraba de reír —dice Edward, y Seb se relaja rápidamente.

—¡Toc, toc! —dice la doctora Solís con una sonrisa radiante al entrar en la habitación.

—¡Hola, doctora! —digo, y Seb saluda con la mano.

—Hola, Sebastian, ¿cómo te encuentras? —Se sienta en una silla y rueda hasta acercarse a él.

—Estoy bien, sólo quiero quitarme esto. —Le levanta el brazo.

—Ya lo creo, ¿qué tal si lo hacemos? —Ella sonríe y él asiente—. ¿Qué tal el dolor? —pregunta mientras empieza a palparle los dedos.

—Ya no me duele —responde Seb.

—Genial, de verdad, Seb, eso es realmente fantástico. —Le choca los cinco con el brazo bueno.

Unos minutos después, una enfermera introduce una máquina algo pequeña. Veo que Seb abre los ojos.

—¿Es... es una sierra? —dice Seb nervioso.

—Sí, pero no te asustes porque su única función es quitar yesos. Es muy bueno en su trabajo. —Ella observa la cara de Seb y sé que puede ver su aprensión.

—¿Quieres cogerlo? —pregunta.

—¿Puedo?

Ella asiente. —Claro, pero ten cuidado, es amigo mío.

Seb la coge en la mano. —¿Es tu amigo? Pero no es real. —Ella se encoge de hombros.

—Lo sé, pero nunca me decepciona. Le puse nombre.

—¿Lo hiciste? —Seb se ríe entre dientes.

—Se llama Eddie.

Seb y yo estallamos en carcajadas.

—Maravilloso —dice Edward y se une con su propia risa.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunta la doctora Solís con una sonrisa jovial.

—Se llama Edward —señalo.

Las mejillas de la doctora Solís se vuelven ligeramente rosadas. —¿En serio?

Asiente.

—Sí.

—Bueno, si comparte tu nombre, Edward, no puede ser tan malo —dice Seb mientras le devuelve la sierra a la doctora.

Sostengo la mano de Seb mientras Edward hace todo lo posible por distraerlo con ingeniosos trucos con monedas. No tarda mucho y, cuando la doctora Solís termina, Seb tiene un brazo pastoso y una escayola de recuerdo. Luego le pone la férula ortopédica y se la ajusta perfectamente.

—Ya está, no ha estado tan mal, ¿verdad? —pregunta la doctora.

—No. —Seb se examina el brazo, jugueteando con el velcro.

—Ahora, hay cuidados posteriores, pero también para estar seguros, necesitas ir a fisioterapia. Necesitas recuperar fuerzas. Para asegurarte de que se hace bien, tienes que acudir a las personas adecuadas —nos dice la Dra. Solís.

Se encoge de hombros. —Bueno, supongo. —Sé que Seb la oye, pero está demasiado ocupado hurgando por el pequeño agujero de la férula.

Ella se ríe. —Muy bien, ¿qué tal si le doy a tu madre toda la información?

Asiente y salta de la mesa.

Veo a Edward llevar a Seb a los acuarios mientras la doctora Solís repasa todos los cuidados posteriores y concertamos citas con el fisioterapeuta de su consulta.

Le da una paleta a Seb, que la recibe con entusiasmo y se la mete en la boca.

—¿Hora de la película?— Edward pregunta, y por supuesto Seb está saltando por todo el lugar.

~BoaB~

El cine no está muy lleno. Entramos, Edward pasa su tarjeta por el quiosco y retira nuestras entradas.

—Así que, Wreck it Ralph (16), ¿eh?— pregunto.

—Va a estar genial, mamá.

—De acuerdo, vamos por palomitas, perritos calientes, y todo lo demás —dice Edward mientras nos ponemos en la fila.

Después de pagar un precio ridículo por nuestras golosinas, entramos en el cine.

Sebastian tiene la manía de encontrar el asiento perfecto. Agarro a Edward del brazo para retenerlo. —Espera —le susurro al oído.

Vemos a Seb dar unos pasos hacia arriba y luego darse la vuelta. Sacude la cabeza y da un par de pasos más. De nuevo, sacude la cabeza y procede a subir un par de escalones más. Asiente y camina por la fila.

—¿Ahora? —Edward pregunta.

—No —me río entre dientes.

Seb pasa por unos cuatro asientos hasta que está satisfecho. —Bien, ya podemos ir —digo, y nos encaminamos hacia arriba.

Los tres hablamos de su salamandra y de la guirnalda tan bonita que Seb hizo para Navidad. No paran de hablar del café, por supuesto. Me siento y disfruto de mi cerveza de raíz y mi perrito de queso.

—¿Estás bien? —Edward me susurra al oído.

—Mmmhmm. —Sonrío cuando me besa suavemente la mejilla.

Las luces se apagan lentamente y pronto estamos a oscuras. No pierdo de vista a Seb, cuando la pantalla cobra vida y el estruendo llena la habitación.

Está emocionado, pero veo que hace una mueca de dolor por el ruido. Me acerco a Edward. —Voy a ir al otro lado de Seb —le digo y él asiente.

Cambio rápidamente de asiento. En cuanto mi trasero toca el cojín del asiento, Seb me agarra del brazo y lo abraza casi dolorosamente contra sí.

Nos pasamos toda la película en esta posición. Mi otra mano alterna entre comer mi perrito de queso y dar sorbos a mi cerveza de raíz.

Cuando termina, me duele el brazo, pero la sonrisa de Seb hace que merezca la pena.

—¿Te gustó la película? —le pregunta Edward a Seb.

—A mí sí, fue impresionante, ¿te gustó, Edward?

—Sí, ha estado muy bien.

Tiramos la basura y caminamos juntos hacia el auto.

~BoaB~

Cuando llegamos al polideportivo, me pongo rígida al ver la cantidad de gente que hay. Una cosa es el teatro, pero todo esto sobreestimulará a Sebastian.

—Edward, hay demasiada gente —le susurro al oído.

Me sonríe alegremente y veo la mirada traviesa en sus ojos.

»Estás tramando algo —le digo, y él se limita a encogerse de hombros.

Seguimos a la empleada hasta la zona de alquiler, donde nos dan tres palos y tres bolas. Luego nos dice que disfrutemos y se va.

Cuando entramos en la zona de minigolf, está completamente vacía.

—¿Dónde está todo el mundo? —le pregunto.

—Bueno, supuse que habría demasiada gente, así que alquilé la sala interior. —Se encoge de hombros—. Les dije que era para un cumpleaños.

Sé que tiene que haber pagado una pequeña fortuna por esto, pero también sé que él no lo ve así. Quiere ponérselo fácil a Seb. ¿Su recompensa? La felicidad de Seb.

—Edward, no debiste hacerlo —jadeo.

—Sí, bueno, odio esperar detrás de la gente de todos modos. Tardan demasiado. —Y así termina la conversación y nos dirigimos al primer hoyo.

Sebastian juega como el típico niño de siete años. Siempre falla. Los obstáculos lo despistan y, en un momento dado, Edward tiene que trepar por una gran rana toro y rescatar a Seb.

En general, es un momento maravilloso.

Cuando terminamos de jugar, me río cuando nos traen tres pizzas y un gran pastel de cumpleaños. Edward se encoge de hombros.

—Era parte del paquete.

Después de la pizza, Edward le pone velas al pastel y las enciende. —No hace falta que... —Empiezo a decir, pero él me interrumpe.

—Ah, pero sí tengo. —Sonríe y nos pone el pastel delante a Seb y a mí. Leo lo que hay escrito. Y siento que se me saltan las lágrimas.

«Por los cumpleaños perdidos y los huesos curados».

—¡Oh, Edward! —susurro.

—Lo sé, lo hice bien. —Se ríe entre dientes.

Sebastian está extasiado y todos juntos soplamos las velas. Pasamos otra media hora allí, comiendo y riéndonos.

El camino a casa es tranquilo y silencioso. Sebastian se queda dormido en el regazo de Edward y yo lo contemplo con satisfacción.

Siento los ojos de Edward clavados en mí y miro de mi hijo al hombre que posee mi corazón. Sonríe y me dice—: Te amo.

Me sonrojo; no puedo evitarlo. Este hombre es lo más grande, junto a Seb, que me ha pasado nunca.

—Lo sé, y te amo mucho —susurro. Él asiente y echa la cabeza hacia atrás.

Cuando Felix entra en mi garaje, golpeo suavemente a Edward y él levanta la vista. —¿Estamos en casa?

—Sí, deja que coja a Seb —digo, pero él protesta.

—No, abre las puertas, yo lo llevaré dentro.

Edward lleva a Seb a la casa. Decido desviarme de la rutina diaria y juntos metemos a Sebastian en la cama.

Cuando cerramos la puerta, se vuelve y me mira. No dice nada; solo me coge las manos y me besa las palmas abiertas.

—¿Te quedas esta noche? —le pregunto. Me mira y su sonrisa responde a mi pregunta.

Mientras él baja corriendo a decirle a Felix que puede irse, yo corro a mi habitación y me refresco. Justo cuando me limpio la cara, veo a Edward en el reflejo del espejo.

—Bueno —dice mientras se desabrocha despacio la camisa. Me giro para mirarle, pero mis ojos solo observan sus manos.

—Sí —digo sin aliento.

—¿Quieres ducharte conmigo? —pregunta, y la sola oferta hace que se me ponga la carne de gallina.

—Sí.

—Bien —dice, se quita la camisa, se acerca a la ducha y abre el grifo.

Cuando la temperatura está a su gusto, se acerca a mí y me despoja rápidamente de mi propia ropa. Después de quitarse el resto de la ropa, me coge de la mano y entramos juntos en la ducha. Me lava como si fuera una flor delicada y, para mi sorpresa, me enamoro aún más de él.

Esa noche nos quedamos dormidos, saciados e infinitamente enamorados. No sueño cuando Edward está conmigo, porque él es mi sueño hecho realidad. Cualquier otra cosa sería un insulto. Así que duermo, con los brazos y piernas enredados, la espalda pegada a su pecho. En paz, feliz, amada.

~BoaB~

(15) Martha Stewart es conocida como la reina de las amas de casa creó un imperio con consejos de cocina, decoración, jardinería y manualidades
(16) conocida en Hispanoamérica como Ralph el Demoledor y en España como ¡Rompe Ralph!