Ingresaron a la habitación en silencio, ella se sentó en la cama, mientras él se dirigía a la ventana, observando el cielo nocturno.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó sin mirarla.

- Tengo demasiadas emociones en este momento - suspiró.

- A puesto a que también tienes muchas preguntas.

- Bueno, eso depende que tanto quieras responder.

El peliplata se acercó, sentándose a su lado.

- ¿Por dónde quieres comenzar?

- Supongo que... por lo más reciente - lo miró - ¿Qué le sucedió a tu hermano? Sus ojos...

- Se volvieron rojos - terminó por ella - Y el ambiente se puso tenso durante unos segundos.

- Si... ¿Por qué?

- Mi hermano sufre de una especie de "condición"... bueno, aunque mi abuelo lo llamaba, maldición.

- ¿Maldición?

- Así es... la maldición del yokai... - hizo una pausa - Según su relato, es una especie de bendición que se le impuso a uno de nuestros ancestros, para asegurar la protección de nuestra familia y su supervivencia a través del tiempo, él lo llamaba su segunda sangre... la sangre del yokai.

- Eso se oye contradictorio...

- Lo es... es por eso, que yo pienso que se trata más de una condición médica o algo por el estilo, pero, según mi abuelo, esa maldición suele saltarse algunas generaciones y sólo se despierta... cuando alguien de la familia está en peligro inminente... por ejemplo, mi abuelo la poseía, mi padre no y mi hermano si.

- ¿Tú la posees?

- No lo sé - miró al frente - Nunca vi a nadie que me importara en peligro.

- ¿Y cómo supieron que Sesshomaru poseía esa maldición?

- Cuando él era adolescente, mi padre había ido a recogerlo a la casa de uno de sus amigos, sin embargo, él no quería que se acercara demasiado... ya sabes, cosas de niños tontos - sonrió - Entonces, él se detuvo a unas calles... era de noche y el vecindario no era el más agradable o eso supieron cuando el delincuente se abalanzó sobre el auto, apuntando a mi padre con una pistola... sólo eso, hizo falta.

- ¿Mató al ladrón? - preguntó, visiblemente preocupada.

- No... aquella maldición se creo para proteger, no para asesinar.

- Eso significa... ¿Qué puede golpear a alguien hasta sentir que está al borde de la muerte pero no puede dejarlo morir?

- Hm - sonrió - Si, algo así.

- Un momento - abrió ligeramente sus ojos - Pero... eso le sucedió cuando dije que Yura había ido a mi trabajo...

- Felicidades - la miró sonriendo - Ya eres parte de la familia.

Y también... significa que, con toda probabilidad, esté en peligro.

Ella le devolvió la sonrisa, sin embargo, sólo duró unos segundos, ya que redirigió su mirada al suelo.

- Eso es lindo... supongo.

- ¿Qué te sucede?

¿Y eso no te da miedo? Es decir... yo fui la que se fue... Inuyasha se cansó de buscarme y llorar por mi... incluso dos años después, su nueva conquista lo vio llorar por la mujer que ama.

Las palabras de la morena pasaron por su mente, amenazando con inundar sus ojos rápidamente, sin embargo, logró contenerse.

- ¿Qué sentiste al volver a verla?

- ¿He? - se sorprendió.

- ¿Qué paso por tu mente... - lo miró - cuando ella apareció?.

- Bueno... - se acomodó en su lugar - Fue sorprendente, no voy a negarlo, pero... no porque tuviera algún sentimiento por ella, si no porque... - hizo una pausa - Pude darme cuenta de que... sufrí demasiado su ausencia y ella... ella siguió con su vida, como si nada.

- ¿En algún momento pensaste en volver?

- ¡Keh! ¿Qué te sucede? ¿Por qué me preguntas eso? - ella no respondió - No me digas que esa bruja fue quién te metió estas cosas en la cabeza.

- Bueno... ella... está muy convencida de que sería capaz de reconquistarte.

La carcajada del joven retumbó por todo el lugar.

- ¿Sabes que es lo único que me preocupa de todo esto?

- ¿Qué cosa? - su rostro expresaba miedo a su respuesta.

- Que realmente hayas sido capaz de creer lo que te dijo - tomó su mano - ¿No confías en mi?

Tu insignificante mes a su lado, no se compara con nuestros cuatro años de relación... sólo es cuestión de hacerlo recordar.

- Ustedes estuvieron juntos por cuatro años, Inuyasha - sus ojos comenzaban a humedecerse - Ella fue tu primera novia... nosotros... sólo llevamos juntos...

- ¿Y eso que tiene que ver? - apretó el agarre en su mano - Kag, hacía dos años que no me fijaba en nadie... hasta que te conocí - sonrió - Estabas en mi mente, incluso antes de ver su rostro.

- Inuyasha...

La besó antes de que pudiera terminar de hablar, al mismo tiempo en que acariciaba tiernamente su mejilla.

- Si no crees mis palabras, deja que te lo muestre con hechos...

- Si te creo, es sólo...

- Shhh...

Sus labios volvieron a unirse, mientras se recostaban en la gran y cómoda cama. Él pasó delicadamente su mano por el contorno del cuerpo de ella, separando sutilmente sus piernas, mientras se colocaba en el medio. La joven elevó sus brazos, mientras él le quitaba la camiseta, lanzándola a un costado, dejándola sólo con su brasier.

Un pequeño gemido abandonó los labios de la chica cuando los labios de su novio abandonaron los suyos y comenzaron a dejar suaves besos en su cuello, al mismo tiempo en que las yemas de sus dedos acariciaban su cintura, provocando que su piel se erizara.

Imitó su gesto, quitándole la sudadera y, posteriormente, la playera, acariciando su marcado torso. Los suspiros comenzaron a inundar la habitación y, segundos después, los dos se encontraban completamente desnudos.

- ¿Sigues sin creerme? - murmuró mientras lanzaba el pantalón al suelo, volviendo a colocarse entre sus piernas.

- Nunca dije que no te creía - sonrió, mientras acariciaba su mejilla.

- Pareciera que necesitas una reconfirmación.

La penetró sutilmente, mientras ahogaba en su boca el gemido que ella emanó. Comenzó a moverse lenta y suavemente. Sus manos la tocaban de la misma manera, grabando a fuego su figura en sus dedos. Ella acariciaba su espalda, arqueando sus caderas en cada estocada, mientras sus labios realizaban una dulce y calmada danza.

Aquel acto profesaba algo más que deseo, era la manera en la que sus cuerpos expresaban los sentimientos que, por momentos, parecían quedar cortos con las palabras. Sus bocas se devoraban tiernamente, de la misma manera en la que sus sexos se unían en uno solo, acomodándose perfectamente al otro.

Entrelazó sus dedos con los de ella, elevando su mano por sobre su cabeza, en el límite entre la almohada y el respaldo.

Inuyasha

Mi corazón late demasiado fuerte en este momento y es que, aunque suene increíble, me siento bastante nervioso. ¿Es demasiado pronto para decirle que me estoy enamorando? Por supuesto que lo es, aunque... a juzgar por nuestra pequeña charla, tengo la sensación de que ella necesita escuchar algo similar a eso, pero, al mismo tiempo, no quiero asustarla o que piense que puedo ser muy absorbente.

Maldición... su cuerpo es exquisito y emana esa dulce fragancia que hace que mi cabeza se pierda en un mar de calma que no deseo abandonar. La manera en la que su cavidad me recibe, acomodándose a mi, disfrutando de cada movimiento, apretándome cada vez un poco más... No suelo ser una persona que disfrute demasiado de los actos lentos, pero con ella... podría hacerlo de esta manera toda la noche y seguiría queriendo más.

Más... siempre más.

- ¿Lo entiendes ahora? - murmuró, llevando sus labios a su cuello, sin dejar de saborear su piel - ¿Comprendes lo que siento por ti? - aceleró mínimamente sus movimientos.

- Lo entiendo... - respondió en un suspiro, recibiendo un poco más profundo a su pareja.

- Demonios - gruñó - Jamás sentí algo como esto.

- Dime...

- Esta conexión - murmuró en su oído, bajando nuevamente el ritmo de sus entradas.

- La siento... en todo sentido - sonrió pícaramente, arrebatándole una pequeña risa.

- ¿Te pones traviesa? - soltó sus manos, colocando las suyas en sus caderas - Si me provocas un poco, dejaré de hacerte el amor y te follaré duró como la otra vez.

A modo de respuesta, la morena colocó ambas manos en el trasero del joven, profundizando aún más su estocada.

- Tú lo pediste.

Se alejó, arrodillándose y tomándola por las caderas, la volteó rápidamente, al mismo tiempo en que jalaba su cabello hacia atrás.

- Inuyasha - gimió por lo bajo.

- ¿Esto querías? - tomó su miembro, jugando en su entrada.

- Hazlo - mordió sus labios.

La penetró de un solo movimiento, mientras sus manos abandonaban su cabello y sus dedos abrazaban la unión de su cintura y su cadera. Ella mordió la almohada, tratando de no deshacerse en gritos inapropiados, sintiendo y recibiendo cada golpe con entera satisfacción.

Las paredes y la fina decoración fueron los testigos de aquel salvaje acto que, segundos atrás había sido suave y lleno de sentimientos. Los ojos dorados del joven se dilataban cada vez más, ante la deliciosa vista frente a él, mientras ella apretaba fuertemente las sábanas, suspirando entrecortadamente en cada embestida.

Pudo notar como la cavidad femenina comenzaba a contraerse, por lo que salió rápidamente, acostándose a su lado.

- ¿Qué haces?

Sin responder, volvió a ponerla de espaldas a él, elevando una de sus piernas.

- Sería un delito, si sólo yo pudiera ver esta delicia.

- Inuyasha - mordió sus labios al observar la manera en la que él la penetraba.

- ¿Te gusta? - gruñó contra su oído.

- Me encanta - respondió, girando su cabeza en su dirección, invitándolo a besarla.

Devoro furiosamente sus labios, mientras aumentaba el ritmo de sus entradas, listo para recibir su orgasmo y liberar el suyo. Nuevamente, ahogó en su boca el sonoro gemido de ella e hizo lo posible por ocultar el suyo, mientras sus sexos se bañaban en el calor del otro.

Salió, soltando su pierna mientras ella dejaba caer su peso en el costado de su cuerpo, tratando de recuperar el aliento.

- ¿Te quedó claro lo que siento por ti? - preguntó una vez que pudo respirar mejor - Si no fue así, con gusto te lo demuestro de nuevo.

- Inuyasha - sonrió.

Sintió como el brazo del joven la rodeaba por la cintura, atrayéndola y pegándola a su cuerpo.

- Kagome... - murmuró.

- ¿Hm?

- No se cuales son las palabras exactas que deseas escuchar, pero... puedo decirte las que salen de mi corazón - apoyó su rostro en su cabello, aspirando suavemente su perfume - Cuando estas conmigo me siento tranquilo... me divierto y la paso bien - sonrió - Sé que nos conocemos desde hace poco tiempo, pero la conexión de la que te hable es real.

- Inuyasha... - colocó su mano sobre la de él - Yo...

- No se que fue lo que te dijo Yura, pero... nunca dudes de que te quiero, pequeña - apretó sutilmente su agarre en su cuerpo - Eres lo más valioso que tengo.

Los ojos de la morena se llenaron de lágrimas y, sin responder, giró, pegando su frente con la de él, acariciando su mejilla y besando sus labios. Momentos después, él volvió a colocarse en el medio de sus piernas, completamente decidido a que, esta vez, le haría el amor sin interrupciones.


Extra: Pensamientos

Ayame

Doy vueltas en la cama sin poder dormir... por más que lo intente, no puedo conciliar el sueño. Decidí levantarme y caminar hacia la cocina, quizás un vaso de leche tibia ayude a relajarme.

Suelo apagar mi móvil en la noche, ya que no deseo noticias inesperadas ni llamadas molestas (si, lo sé, puede ser peligroso en caso de emergencia, pero prefiero ignorar esas cosas de momento) y, al encenderlo, una de las primeras cosas en llegar son sus llamadas.

Estamos comenzando el tercer día de la semana y la realidad es que todo se me ha hecho cuesta arriba, mucho más de lo normal. Primero, mi jefa se marchó, dejándonos bajo la supervisión de su pareja, el cual ha decidido pasar los últimos dos días en compañía de la segunda secretaria, bajo la excusa de que debe "ponerse al corriente", mientras yo sigo batallando sola con los nuevos casos, llamando a cada uno de los clientes, posponiendo las reuniones de Kagura, pero... mentiría si dijera que eso es lo que más me ha sacado la paciencia.

- Koga - murmuró mientras reviso su nombre - Lo siento, pero... no puedo...

La noche del cumpleaños de Miroku pude darme cuenta de que mis emociones se estaban mezclando con, lo que pretendía, que sólo fueran encuentros casuales. Mi frente se arruga al recordar la manera en la que él besaba a esa chica, ni hablar de pensar en que, quizás, si el otro joven no se me hubiera acercado, ellos realmente hubieran terminado en una habitación.

¿Eso es una lágrima?

Su suave voz pasa por mi mente, haciéndome sonreír por un instante. Si, fue una lágrima de decepción... realmente me había decepcionado al verlo con otra mujer y no entiendo el porque... jamás hablamos de ir más allá del sexo, aunque, si he de ser brutalmente sincera, en el fondo tal vez quería creer en la posibilidad de que, esta vez, sería diferente.

Parece el mismo cuento de siempre, pero no deseo volver a estresar mi mente con situaciones en las que saldré perdiendo. Quizás, más adelante, cuando haya superado estos horribles sentimientos y esté segura de que no me enamoraré de un idiota, acepte volver a vernos.

- Pero... hasta que eso suceda, no quiero... hablar contigo - vuelvo a apagar el móvil, degustando de mi trago, en el absoluto silencio nocturno.


Extra: Socios con derechos

Ingresó al departamento del moreno, lanzando sus llaves a la pequeña mesa, y su abrigo al sofá.

- Dime que, al menos esta vez, hiciste un buen trabajo - oyó la voz del joven, proveniente de su cuarto

- Maldición - murmuró, cerrando sus ojos y caminando en dirección de la habitación.

Al ingresar, lo primero que notó fue a Bankotsu, con su largo y sedoso cabello negro, completamente mojado, mientras su cuerpo era adornado por su ropa interior.

- Te estaba esperando, hermosa - sonrió altaneramente - Pero, primero... necesito saber el éxito de tu misión.

- Hablé con ella - se sentó a los pies de la cama - La perra mantiene un tono seguro, pero su vulnerabilidad es evidente - sonrió - Estaba aterrada al verme... aún así, no dudó en enfrentarme.

- Bien, si sabes leer a las personas, deberás darte cuenta de que esa chica puede ser un peligro.

- ¿Un peligro? - arqueó sus cejas - Pude haberle cortado el cuello en esa misma sala, si me hubieras dejado.

- Aún no comprendo el momento en el que, pasaste de ser alguien interesada en el dinero, a una despiadada asesina - se burló.

- En el mismo momento en el que vi que Inuyasha iba enserio...

En el momento en el que supe que ella no sería una conquista más.

- Oye - comenzó a peinar su cabellera - No quiero ofenderte, pero... si dejara esto en tus manos, harías un completo desastre... además de que terminarías en la cárcel - sonrió - Por supuesto que yo no movería ni un dedo para salvarte.

- ¿No? - lo miró, incrédula.

- No, porque eso significaría, que no estas a altura para estar a mi lado, eventualmente sólo te convertirías en un estorbo - se encogió de hombros - Y me desharía de ti.

- ¿Estas hablando hipotéticamente o me estas dando una señal del futuro?

- Ambas... puedes tomarlo como una advertencia y así, seguirás haciendo las cosas bien.

Dejó su peine en la mesa de noche y se acercó a la mujer, arrodillándose frente a ella.

- Esa niña... ¿Cómo se llamaba?

- Kagome.

- Kagome, pertenece a la clase de persona que, en una situación crucial, sacará una fuerza interna superior a la tuya, haciendo trizas tus planes.

- ¿Cómo lo sabes? Sólo la viste una vez.

- Esa es la diferencia, hermosa Yura - comenzó a juguetear con su corto cabello, para después llevar sus dedos a su mejilla, observando el golpe que le había dado, días atrás - Ya casi no se ve... lamento eso, pero así aprenderás a respetarme - murmuró.

- ¿Puedes terminar lo que decías?

- La diferencia entre tú y yo... es que yo si puedo ver más allá de las personas, ¿Cómo crees que llegué tan lejos?

Comenzó a escalar su cuerpo, besando sus labios mientras la recostaba en la cama, colocándose sobre ella. Cerró sus ojos, dejando que los hirvientes labios del joven recorrieran su cuello, después de todo, no soportaba su personalidad, pero amaba la manera ruda y posesiva en la que él se apoderaba de su cuerpo.

- ¿Quieres a tu hermana? - preguntó de repente

- ¿De que hablas idiota? - respondió en un suspiro al sentir como sus manos ascendían a sus pechos.

- Si la quieres... - su cálido aliento acarició su oído - Dile que no se entrometa... o la apartaré de mi camino sin pensarlo dos veces.

Bajó sus caricias a la entrepierna femenina, arrancándole un gemido, al mismo tiempo en que mordía sutilmente su clavícula.