Advertencia: Situaciones de abuso a lo largo del capítulo.


Kagome

Abrí mis ojos, encontrándome con el opaco color del techo del auto. Volví a cerrarlos, ocultando todo el dolor que mi cuerpo estaba sintiendo en ese momento, mientras el recuerdo de lo acontecido momentos atrás, se repetía como una película, una y otra vez.

Inicio del flashback.

-Hola, pequeña. - sonrió. - Me presento, soy Kirinmaru... y he venido por ti.

Kirinmaru.

Jamás había escuchado su nombre anteriormente y, para esas alturas, ya me estaba preguntando si estaba relacionado con Bankotsu, Magatsuhi o con los dos a la vez.

Me tomó en sus brazos y me sacó de los arbustos con la misma sutilidad con la que Magatsuhi había golpeado el rostro de Kikyo, arrancándome un nuevo grito que quemó mi garganta.

- ¿Te lastimaste, pequeña? - me sonrió, mientras sus manos quemaban la piel desnuda de mis muslos. - Pobrecita... - besó mi mejilla, provocando que apretara mis ojos, en señal de rechazo. - Mmm, tu piel es deliciosa. - sus labios fueron reemplazados por su lengua, mientras el agarre en mi pierna se apretaba fuertemente. - Definitivamente, después de que Bankotsu te tenga, será mi turno.

¿Bankotsu me tenga? ¿Acaso están planeando abusar de mi?

El pánico se apoderó de mi nuevamente, sin embargo, no logré gritar.

- Inuyasha. - murmuré.

- ¿Cómo dijiste? - su sonrisa se amplió. - ¿Inuyasha? Oh si, ese tonto. - rio. - ¿Quieres verlo? Mi hermano me comentó que son pareja y, no hay nada más lindo que destruir a un par de tortolitos.

¿Destruirnos? ¿Quién demonios es su hermano? ¿Acaso es...?

- Magatsuhi...

- Ohh, hermosa, sexy e inteligente. - volteó y caminó en dirección a la casa. - Definitivamente, si el idiota de Bankotsu baja la guardia, te vendrás conmigo de regreso. - ascendió los pequeños escalones. - Acertaste, preciosa, ese idiota es mi hermano.

Sus palabras dejaron de importarme en el momento en que abrió la puerta y encendió la luz.

- Inuyasha. - sentí como si una piedra estuviera sobre mi pecho en ese momento.

Inuyasha, mi amado y hermoso Inuyasha, se encontraba tirado en el medio de la sala, cubierto por un charco de sangre. Su piel estaba pálida y sus ojos abiertos, fijos en el techo.

- Inu... yasha. - repetí, mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas. - No... Inuyasha, levántate... no puede ser.

- Tarde, mi vida, el idiota esta muerto. - una nueva risa abandonó sus labios. - ¿Quieres despedirte antes de que enterremos el cadáver?

Me lanzó al suelo como si hubiese dejado caer una muñeca que se destrozaría en mil pedazos al entrar en contacto con el. Gruñí ante el golpe seco y el dolor punzante en mi tobillo, sin embargo, no me permití que eso me detuviera. Me arrastré, emitiendo pequeños gemidos de dolor, hasta que por fin llegué a su lado.

- Inuyasha. - mi mano entro en contacto con su pecho y pude notar la herida que se alzaba sobre su piel. - Inuyasha, por favor... - comencé a moverlo rápidamente, buscando su reacción. - Inuyasha, mi amor, por favor... todo saldrá bien, ¿lo recuerdas? me dijiste... - la desesperación se apoderó de mi en ese momento. - ¡Me dijiste que regresarías en un minuto! ¡Inuyasha! - coloqué mi cabeza sobre su pecho para escuchar su corazón y... - ¡INUYASHA!

No... no puede... no... él... de verdad lo está... ¡No puede estar muerto!

- ¡Inuyasha! ¡Mi amor! ¡Mi vida! - tomé su rostro entre mis manos, buscando su mirada vacía, su piel se sentía fría bajo mis cálidas manos. - ¡Inuyasha! ¡No me dejes! Por favor, mi amor... no me dejes... no aquí, no así... por favor Inu... regresa conmigo. - mis manos comenzaron a temblar. - No lo hagas... no te vayas de mi lado. - murmuré. - ¿Por qué? - me alcé sobre él, besando sus inertes labios, mientras las lágrimas se deslizaban sobre sus mejillas. - ¿Por qué, mi amor?

- Ya, ya. - sentí las manos de Kirinmaru sobre mis piernas, jalándome hacia él. - Demasiado drama. - volvió a tomarme en sus brazos, mientras mis ojos se mantenían fijos en Inuyasha. - Jakotsu. - miró hacia un costado y recién en ese momento me percaté de la presencia de aquella persona. - ¿Todo listo? - él asintió, provocando una sonrisa en sus labios. - Míralo bien, hermosa, saluda al verdugo de tu amorcito.

Mi mirada se llenó de ira al entrar en contacto con sus ojos, los cuales poseían un brillo especial, dándome a entender de que estaba orgulloso de lo que acababa de hacer.

- Sube el cuerpo a tu auto. - pronunció con desdén. - Si la familia de esta pequeña regresa, tendremos más cuerpos que mover y, en este momento, no me interesan.

¿Cómo podía referirse a un ser humano de esa manera? Ese cuerpo del que hablaba como si fuese un objeto, era la persona que más he amado en este mundo, la persona con la que, segundos atrás, estaba pensando en formar una familia y tener un futuro feliz, sin embargo, me lo había arrebatado sin más, sin compasión, sin dudas, sin remordimientos.

Volteó y comenzó a caminar hacia la salida, alejándome de él, alejándome de su frio cuerpo, el cuál ahora quería abrazar con todas mis fuerzas hasta que su corazón volviera a latir, si es que eso era posible.

- Un doctor tiene que verte, preciosa. - sus palabras ya no me importaban. - No sé que hueso te habrás roto con exactitud, pero supongo que fue alguna de tus piernas, de lo contrario, hubieras corrido hacia ese cuerpo.

- Inuyasha. - respondí con seriedad. - Su nombre es Inuyasha.

- Era, mi amor. - me miró. - Te recuerdo que ya no esta en este mundo.

Aquellas palabras provocaron una punzada en mi pecho, a sabiendas de que esta vez no me estaba mintiendo.

Inuyasha está muerto.

Un auto negro nos estaba esperando en la calle, uno que pude ver al llegar a las escaleras del templo, sin embargo, no era lo único que se encontraba en el camino.

- Oh, no te preocupes por ese cuerpo, pequeña.- señaló al hombre que se encontraba boca abajo, en las escaleras. - Lo llevaran pronto... al parecer, los hombres de Sesshomaru no estaban tan preparados como pensé.

- Manten. - murmuré al reconocerlo, mientras pasábamos por su lado.

Mire a mi captor en ese momento. Su sonrisa no abandonaba sus labios, era como si todo su plan hubiera salido a la perfección, llevándose dos vidas en menos de una hora. Sus rasgos finos lo volvían una persona normal a la vista de cualquiera, incluso el destello brillante de su mirada lo volvía alguien agradable de ver ante los ojos de cualquiera, de cualquiera menos de mi.

Abrió la puerta del asiento trasero y me lanzó dentro. Mi cabeza chocó con la puerta contraria y mis pies fueron golpeados por la que él cerró, arrancándome un nuevo grito de dolor.

- Al parecer te fracturaste el tobillo. - pronunció, sentándose en el asiento del conductor y arrancando el auto. - Seguramente un médico te revisará en cuanto lleguemos.

Fin del flashback

- Inuyasha. - murmuré llevando mis manos a mi cuello.

Maldición... me quité el collar antes de que él llegara a casa.

Cerré mis ojos, apretándolos fuertemente al saber que había perdido lo único que me quedaba de él. Inevitablemente, por mi mente pasó aquel recuerdo, el brillo en sus ojos al mirarme, la emoción en su voz al narrarme la leyenda de la perla, el amor que sentí en ese momento al escucharlo.

¿Realmente lo había perdido para siempre? ¿De verdad la vida nos había alejado para siempre? Si este iba a ser el final, ¿Por qué permitir que nos conociéramos?

- ¿Por qué? - murmuré.

- ¿Dijiste algo, princesa? - me miró por sobre su hombro.

- ¿Por qué lo mataste?

- Ahhh, ¿siguen pensando en ese idiota? - volvió su vista al frente.

- ¡Inuyasha! - grité. - ¡Su nombre es Inuyasha!

- Me da igual, primor... él se atravesó en mi camino y eso es lo que sucede cuando alguien se entromete. - hizo una pausa. - Tal vez... si no te hubieras escondido, seguiría con vida.

- ¿Qué? - susurré.

- Eso, fuiste una completa cobarde... lo abandonaste solo, a su suerte, sabiendo que nuestro objetivo eras tú.

- ¿De que estas...?

- Ay, por favor, no te hagas la inocente, tú sabías perfectamente que los ruidos que escuchaban no eran ladrones o algo similar y, aun así, no te importo dejar que se fuera... priorizaste tu vida sobre la de él.

- ¡¿Qué mierda estas diciendo?!

- Que si hubieras salido sin más y te hubieras entregado, él seguiría con vida. - se encogió de hombros. - Tuviste una actitud repugnante... si yo fuera familiar de ese tonto, jamás te lo perdonaría.

En ese momento la imagen de Izayoi pasó por mi mente y mi respiración se detuvo. ¿Cómo iba a reacciona ella al saber que su hijo había terminado muerto a manos de una persona como esta? Seguramente su corazón se destrozaría en mil pedazos.

Tú deberías haber muerto en su lugar.

La culpa me invadió en ese momento y la ansiedad comenzó a hacer estragos en mi pecho.

- Llévame con él. - murmuré.

- ¿Con quién?

- ¡Maldito hijo de perra! ¡Llévame con Inuyasha, ahora! - grité.

- No se en que zanja tiraran su cuerpo, querida.

- ¡LLEVAME CON ÉL! - me erguí, tomándolo del cuello y comenzando a golpear su rostro. - ¡Maldito hijo de perra! ¡Llévame con Inuyasha! ¡AHORA!

- ¡Hija de puta! - gruñó, mordiendo mi brazo.

- ¡No te soltaré!

El volantazo hizo que cayera a un costado, con mi cabeza entre el asiento y el suelo. Detuvo el vehículo y sentí la puerta abrirse. Me elevó por el cabello y su puño comenzó a estrellarse en mi rostro.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Perdí la cuenta luego del quinto puñetazo. Mi vista comenzó a nublarse y lo único que pude distinguir, fueron sus ojos rojos mirándome con odio. La sangre cubrió los míos y su sabor metálico inundo mi boca, segundos después, el mundo desapareció ante mi mirada.


- ¡¿Quieres dejar de llorar?! - gritó el moreno, observando a la jovencita sentada en el sofá. - ¡Lo único que me generas es ganas de golpearte!

- Lo... siento...

- ¡Cállate! - se sentó a su lado y la tomó por los brazos. - Abi, hazme un favor, ve a tu habitación, date un baño y apaga esa maldita y chillona voz que tienes, ¡¿de acuerdo?!

- Si... si, si... - respondió temblando.

- ¡Kyokotsu! - miró al hombre, quién de inmediato se paró al lado de las escaleras. - Si molesta demasiado, la golpeas, ¿está claro?

- Si señor.

- Bien, ¡largarte!

La morena se puso de pie y, tropezando, llegó hasta los escalones, en donde el hombre comenzó a seguirla, indicándole el camino que debía tomar.

- Esta mujer es insoportable. - suspiró. En ese momento, las puertas de la mansión se abrieron y el primero en ingresar fue Jakotsu. - Hasta que pon fin llegas. - sonrió.

- Lamento la tardanza, la perra es resistente.

- Oye. - su sonrisa se esfumó. - ¿Qué le hiciste? - se acercó, observando el rostro ensangrentado de Kagome. - ¡¿Acaso estas loco?! ¡Arruinas su belleza!

- Será mejor que controles tu boca, idiota. - caminó hasta el sofá. - ¿O acaso olvidaste que puedo arrancar tu cabeza en este instante?

- Tienes razón, lo siento, me deje llevar. - mintió. - ¿Podrías dejarla en mi habitación? Iré a buscar a tu hermano.

- De acuerdo.

El hombre cargó a la mujer hasta el cuarto y, una vez allí, la lanzó sobre la cama.

- Si que eres hermosa, pequeña. - sonrió, pasando sus ojos por todo su cuerpo. - Y deseable...

Elevó sus manos, deleitándose con la resequedad de la sangre que desprendía la pronunciada cortadura de su mejilla. Tomó su playera entre sus dedos y la deslizó, quitándosela.

- Exquisitos... - relamió sus labios al ver sus pechos desnudos y, sin dudarlo, hundió su boca en ellos, besándolos con desesperación. - Es una pena que estés dormida. - sin apartar su lengua de sus pezones, abrió sus piernas, pasando sus dedos por su intimidad. Mordió levemente la piel sensible de sus senos, mientras sentía un tirón en su entrepierna. - Estoy segura de que eres deliciosa... no pienso quedarme sin probarte.

Se apartó y le quitó los shorts, al mismo tiempo en que acariciaba su propia entrepierna sobre su ropa. Nuevamente pasó su lengua por su labio inferior, y acercó su rostro a su feminidad, con la intención de remover su ropa interior e introducir su lengua, sin embargo, el sonido de aquel disparó lo alertó.

Elevó su mirada, encontrándose con la bala incrustada en la pared, a unos centímetros de su cabeza. Volteó y sonrió de inmediato.

- ¿Fuiste tú?

- Esa mujer... es muy parecida a mi hija. - gruñó. - Ni se te ocurra ponerle un dedo encima o te veré como si estuvieras abusando de tu propia sobrina.

- ¿Estas ebrio de nuevo? ¿O tu sensibilidad te ganó esta vez?

- ¿Acaso crees que soy idiota? ¡Mira su cara!

- Tienes razón. - pronunció, observándola con detenimiento. - Es casi idéntica a Kikyo.

- Si sigues con el mismo deseo de violarla, te mataré en este instante.

- ¿Para esto me llamaste, Magatsuhi? ¿Para no dejar que me divierta?

- Oigan, lo que menos deseo en este momento, es que se maten en mi presencia. - intervino Bankotsu, poniéndose en medio de los dos. - Kirinmaru, te recuerdo que Kagome es mi mujer, asique te pido por favor, que ya no la mires de esa manera, tu puta está en la habitación de Magatsuhi, asique por favor, ve y desquítate con ella.

- Bien. - sonrió, a sabiendas de que se vengaría en cuanto tuviese la oportunidad. - Después de todo, sólo necesito una vagina en donde saciar mis ganas, me da igual de quien sea.

El hombre se perdió por el pasillo, mientras el moreno cerraba la puerta y volteaba a ver a su socio.

- ¿Qué demonios fue eso?

- No me interesa la vida de esta niña. - miró a Kagome y la cubrió con una sábana. - Pero físicamente es parecida a mi hija y no deseo ver a mi hermano tocándola con deseo.

- Ja... eres más sentimental de lo que pensé.

- ¿Tú crees? - recargó el arma y la apuntó contra la cabeza de la morena. - Te dije que debías darme una razón para mantenerla con vida... te escucho, si no me convence, te quedarás sin mujer y mi hija se quedará sin familia.

- Definitivamente perdiste la cabeza.

- Hace muchos años, querido amigo. - sonrió.

- ¿Y que hay de tu hija?

- De ella me encargaré personalmente mañana... te aseguro que no logrará poner un pie fuera de ese hospital.

En ese momento, los gritos desgarradores de Yura llegaron hasta sus oídos.

- No tiene escrúpulos, ¿verdad?

- Si crees que yo soy peligroso, definitivamente no conoces a mi hermano, Bankotsu... ahora bien, te escucho.

Maldición, si no le digo nada bueno, su arma se dirigirá hacía mi...

Pensó, apretando ligeramente sus puños.


Extra: Lazos de sangre

- ¡Señor Sesshomaru! - mordió fuertemente la almohada, mientras el peliplata clavaba sus dedos y realizabas las últimas envestidas.

Cayó a su lado, tratando de recuperar el aliento, sin embargo, eso pareció imposible al cruzar su mirada con el rostro de la jovencita.

- ¿Se encuentra bien? - preguntó.

Su flequillo estaba pegado a su frente, producto del sudor de sus actos, sus mejillas sonrojadas mantenían ese toque angelical que le encantaba y el brillo de sus ojos era tan intenso que sentía que podía volverse loco en ese mismo instante.

Antes de que pudiese responder, una fuerte punzada amenazó con partir en dos su cabeza. Su segunda sangre comenzó a hervir y, estaba seguro, de que aquel destello rojizo estaba a punto de hacerse presente.

- Si. - respondió con seriedad. - Iré al baño, puedes ponerte cómoda.

Rápidamente se puso de pie y se encerró en aquel lugar. La luz blanquecina le confirmó lo que ya sabía, sus ojos se encontraban completamente rojos y las marcas en su cara habían comenzado a aparecer.

¿Qué demonios está sucediendo?

Pensó, cerrando sus ojos y concentrándose en su lugar seguro, la sonrisa de Rin. Momentos después, volvió a abrirlos y, aunque su rostro ya estaba normal, sabía que algo no andaba bien y, con toda probabilidad, estaba directamente relacionado con su hermano.

Cubrió su cuerpo con una de las batas de bañó y salió, encontrándose con Rin acostada y cubierta por las sábanas. Una pequeñísima y efímera sonrisa se formó en sus labios ante aquella escena.

- ¿Cómo te sientes?

- Muy bien, señor. - sonrió. - ¿Y usted?

- Estoy bien. - se acercó a su ropa y sacó el móvil del bolsillo de su pantalón. - Rin, necesito hablar contigo, pero primero, debo hacer unas llamadas.

- De acuerdo.

Se acercó al gran ventanal, mientras marcaba el número de su hermano y posó sus ojos en el horizonte, esperando que el tono de marcado fuese reemplazado por su voz, sin embargo, nada sucedió. Luego del tercer intento, marcó el número de los hombres asignados para vigilarlos.

- Maldición. - gruñó al darse cuenta de que Manten tampoco respondía.

Algo sucedió, maldita sea... es por esto, ¿verdad? Algo le hicieron a Inuyasha.

Marcó el número de Hiten y, segundos después, una voz femenina atendió.

- Buenas noches, soy enfermera del hospital central de Tokio, ¿usted es familiar del señor Hiten Hazam?

Apretó sus puños ante aquella respuesta.

- Soy su jefe. - respondió sin dar mayores datos. - ¿Qué le sucedió?

- Lo encontraron tirado en la calle, al parecer fue victima de un disparo en su espalda... se encuentra en cuidados intensivos, ¿tiene el número de algún familiar con el que pueda comunicarme?

- Descuide, yo me encargaré de ellos.

Cortó sin esperar respuesta, al mismo tiempo en que, nuevamente, se vio en la obligación de contener a su segunda sangre.

- ¿Se encuentra todo bien? - preguntó, notando la palidez de su rostro. Antes de que pudiese responder, el móvil de ella comenzó a sonar. - Es mi tía, Nohami. - frunció el entrecejo al leer su nombre y, sin dudarlo, atendió. - ¿Hola?

- ¡Rin! ¡Oh por dios, Rin! ¡Por favor, dime que Kagome está contigo!

- Tía Nohami, ¿Qué sucedió? . - se sentó de golpe al escuchar la preocupación en su voz. - No, ella no está conmigo, ¿está todo bien?

- ¡Kamisama! - gritó. - ¡No está con ella!

- Tia... - sus ojos se encontraron con los del peliplata, quién la observaba con atención. - ¿Qué pasa, tía? Me estas asustando.

- Fuimos a cenar con los Tendo... Kagome se quedó en la casa, Inuyasha vendría a quedarse con ella. - notaba que estaba llorando. - Se nos hizo tarde y cuando vinimos... oh por dios.

- Tía. - se elevó. - ¡¿Qué pasó, por favor?!

- ¡Había una gran mancha de sangre en las escaleras del templo! - Rin cayó sentada nuevamente. - ¡Corrí hacia la casa y cuando llegué, la puerta estaba abierta y una enorme mancha de sangre cubría la alfombra de la sala! - llevó la mano a su pecho. - La llamé, llamé a Inuyasha, recorrí toda la casa, su cuarto estaba hecho un desastre y... sus celulares estaban ahí, pero ellos no... ¡Oh Kamisama! ¡Mi hija, Rin! ¡Alguien se llevó a mi bebé! ¡Alguien les hizo daño, Rin!

- Tía, tía por favor, cálmate, ¿sí? - su respiración comenzó a entrecortarse. - Llama a la policía y yo estaré ahí en un momento, ¿si? Por favor, ni tú, ni el abuelo, ni Sota, que nadie toque nada, por favor.

- Rin, hija, ayúdame a encontrarlos. - el llanto de la mujer la estaba desesperando. - Mi bebé... mi niña.

- Iré enseguida. - cortó y miró a Sesshomaru.

- ¿Qué sucedió? - preguntó, haciéndose la idea de lo que podía haber ocurrido.

- Kagome e Inuyasha... estaban en su casa, su familia se fue y cuando volvieron... - el shock era evidente en su rostro. - Hay sangre por todos lados, pero... ellos no están... incluso sus celulares están ahí... señor Sesshomaru.

- Vístete. - ordenó, mientras tomaba su propia ropa e ingresaba al baño.

Nuevamente se miró en el espejo, dejando que la energía de su sangre demoníaca lo envolviera por completo.

Magatsuhi... si hiciste lo que pienso, yo mismo me encargaré de separar tu cabeza de tu cuerpo, a como de lugar.