Sin soltar el agarre sobre su brazo, ascendieron por las escaleras, doblando a la izquierda e ingresaron en una de las habitaciones.

- ¡Suéltame! - volvió a gritar cuando la jaló al interior.

La lanzó a la cama, cerró la puerta con llave y volteó, observándola de pies a cabezas, sonriendo.

¿Qué pretende este sujeto?

Pensó, observando el lugar, en búsqueda de algún objeto que pudiera usar, en caso de que las cosas se complicaran. Rápidamente se sentó al lado de una mesa de noche, en donde una gran lámpara descansaba, una que estaba lista para convertirse en arma. Sabía que, detrás de la puerta, dos guardias, que los habían seguido, estaban custodiándola, por lo que desmayar a Bankotsu sólo sería una solución provisoria.

- Kagome - se sentó al borde de la cama - ¿Cómo es que nunca me fijé en ti?

- ¿Qué quieres hacerme? - preguntó directamente.

- Oye no te confundas... puedo ser un poco ambicioso y no conocer los límites, sin embargo, no soy un cerdo degenerado.

- Entonces, ¿para que me trajiste aquí?

- Tengo una propuesta para ti...

- ¿He? ¿Una propuesta?

- Así es... verás... acaba de suceder algo que, ni en mis sueños más locos, hubiera podido prevenir y es que... eres verdaderamente hermosa.

- Ya te dije, que dejes de decir eso - desvió la mirada

- Sólo digo la verdad y, tu manera de desafiarme, la seguridad en tus ojos, el hecho de que estés dispuesta a todo... eso es justo lo que busco en una mujer.

- ¡¿He?! ¿Qué quieres decir?

- Simple... puedo dejar de fastidiar a Inuyasha, si tú aceptas ser mi acompañante

Esto tiene que ser una broma...

- ¿Acaso te volviste loco?

- Oye, no te pido que dejes de ser su novia de la noche a la mañana, podemos ir de a poco...

- Bankotsu... ¿estas borracho?

Una risa genuina resonó por todo el lugar, provocando que los bellos de sus brazos se erizaran.

- Esto... esto es justamente lo que me hipnotizo de ti - mordió sus labios - De hecho, no tendría problema en hacerte olvidar a ese imbécil en este momento.

- ¡Ya basta! - gritó - ¡Deja de decir tonterías! Por si no te diste cuenta... tengo que ir a mi pasantía - señaló su uniforme.

Antes de que pudiese responder, su celular comenzó a sonar, por lo que, haciendo un gesto, respondió.

- Ginkotsu, ¿Qué sucedió? - hizo silencio, mientras la otra persona respondía - ¿La policía? ¿Estas seguro? Vaya... - sonrió, realizando una nueva pausa - De acuerdo, mantenme informado - cortó.

Pudo notar como aquella sonrisa profesaba algo más que felicidad, era casi como si, algo que no estaba en sus planes, pero lo beneficiaba en lo absoluto, acabara de suceder.

- Al parecer, Inuyasha ya no será un problema.

- ¿Qué?

- Si te interesa... me acaba de llamar uno de mis guardias, al parecer se oyó un disparo en su departamento... no quiero decir más pero... Yura llevaba un arma.

¡¿Qué?! No puede ser... ella... ¿ella sería capaz de lastimar a Inuyasha?

- Déjame ir - pronunció, poniéndose de pie.

- Lo lamento, pero eso no será...

- ¡No te lo estoy preguntando! - se acercó, tomándolo por la solapa de su saco.

- Wow, tranquila mi amor...

- ¡Ya no me llames así! - lo sacudió, mientras sus ojos trataban de humedecerse - ¡Llévame con Inuyasha!

- ¿Qué harás si me niego? - su sonrisa era inmutable.

Lo soltó, tomando la lámpara y volviendo su mirada hacia él.

- No me importará destrozar esto en tu cabeza.

- Vaya - rio, poniéndose de pie - Te vuelves loca, cuando se trata de ese idiota - dio unos pasos hacia ella, tomando el objeto y dejándolo en su lugar - No es necesario que te compliques... momentáneamente puedo dejarte ir, a cambio de algo - señaló su pantalón, mostrando aquel bulto que se asomaba - Con un poco de tu atención, se calmará.

- Dijiste que no eras un cerdo degenerado, pero te comportas como uno - gruñó.

- No voy a hacerte nada... que no quieras - contorneó el costado de su busto, con la yema de sus dedos

- ¡NO ME TOQUES! - gritó, con todo el aire contenido en sus pulmones, al mismo tiempo en que su mano se estampaba en su mejilla, haciéndolo retroceder.

Corrió hacia la puerta, quitando el seguro, sin embargo, al abrirla, uno de los guardias la sostuvo.

- ¡Noooo! ¡Déjenme ir! ¡Tengo que ir con Inuyasha! ¡Por favor!

Las lágrimas, mezcladas con aquellos alaridos, hacían ver aquella escena como una salida de una película de terror, una en la que la protagonista estaba condenada al sufrimiento. El guardaespaldas realizaba presión sobre el cuerpo de la joven, con la intención de callarla, sin embargo, no estaba surtiendo efecto.

- ¡Kagome!

¡¿Koga?!

- ¡Koga!

- Ya cállate - le gritó el hombre, tapándole la boca, sin embargo, ella lo mordió.

- ¡Koga! ¡Aquí estoy!

Pudo escuchar los pasos acercarse, sin embargo, el guardia no la soltó. Segundos después, sus ojos celestes se encontraron con los de ella, provocando que sonriera de tranquilidad.

- ¡No la toques! - gritó, acercándose con la intención de golpearlo, pero el otro guardia desenfundó un arma, apuntándolo directamente.

- ¡Anda! ¡Mátame!

- ¡No Koga! - gritó ella.

- Baja el arma, si deseas mantener tu cabeza en su lugar.

La voz de Sesshomaru se oyó detrás del moreno y, rápidamente, su figura emergió

- Sesshomaru - volvió a sonreír.

- Suéltala - del bolsillo de su traje, sacó un revolver inusual, apuntándole directamente a la cabeza - Elige.

Sin titubear, la soltó, colocándose al lado de su compañero.

- ¡Koga! - corrió, abrazándolo fuertemente - ¡Gracias! ¡Gracias!

- No tienes nada que agradecerme - murmuró, besando su cuero cabelludo.

- ¿Dónde está Bankotsu? - preguntó el peliplata, mientras los hombres señalaban el interior de la habitación.

- Voy a matar a ese maldito - gruñó su hermano, sin embargo, él mayor de los Taisho, lo detuvo.

- Espera...

- ¡Sesshomaru! - la joven soltó a su amigo, mirando al otro joven - ¡Inuyasha! ¡Yura!

- Él esta relativamente bien - la miró, inmutable - Hable con él, sólo estaba preocupado por ti.

- Pero... Bankotsu dijo algo de la policía...

- Al parecer Yura le disparó, pero no parecía herido de muerte.

- Necesito ir a verlo... ¿puedes prestarme a algún chofer?

- Llévate a Rin, luego me encargaré de ir a buscarla.

¡Maldición! ¡Me había olvidado de ella!

- ¡Rin! ¡¿Dónde está?!

- Está en el living junto con tres de mis hombres - miró la habitación - Jaken y Manten las llevarán al hospital y se quedarán allí, hasta que yo vaya.

- ¿Inuyasha está en el hospital?

- Debería estarlo, de lo contrario, yo mismo lo mandaré, pero por nuevas lesiones.

Aquella frase la hizo sonreír, ya que se sintió reconfortada al escuchar aquel extraño humor, que la hacia sentir parte de la familia.

- Gracias - sonrió, desviando la mirada al moreno - Y gracias a ti también, por venir a buscarnos.

- No tienes que agradecerme, Kag... yo dije que iba a protegerte... ahora ve detrás de ese idiota, antes de que se muera de un infarto.

La joven asintió, dirigiéndose a las escaleras, mientras los jóvenes ingresaban a la habitación, para confrontar al moreno.

- Vaya, no sabia que mi hermano ahora era aliado de los enemigos - pronunció, mirando por la ventana, como Kagome y Rin subían a uno de los autos.

- No pareció que fuera tu hermano, cuando tus guardias me dieron una paliza esta mañana - respondió Koga.

- Eso te ganaste por ayudarlos en el bar...esto se hubiera evitado si no interferías esa noche - volteó, mirándolo seriamente.

Sesshomaru los observaba con su típica expresión, sin pronunciar una palabra.

- ¿Qué planeabas hacer con Kagome?

- Descuida hermano - sonrió - Ella será tu futura cuñada... es una lástima que no hayas conseguido su atención, pero no te preocupes, yo lo haré por ti.

- ¡¿Qué dijiste?! - dio un paso hacía él, sin embargo, el peliplata lo detuvo, entrecerrando sus ojos, esperando que siguiera hablando.

- Lo que oíste, haré mía a esa mujer, lo quiera o no.

En ese momento, el joven Taisho le disparó en la pierna, sin mediar, sin meditarlo, sin piedad. El grito de su socio retumbó en toda la casa, al mismo tiempo que los orbes dorados de él, se encontraban con los celestes del moreno.

- ¿Tienes alguna objeción por eso?

- En otra ocasión la tendría - miró a su hermano - Pero... te lo mereces, idiota.

- Maldito traidor... - gruñó, arrodillado.

- Toma eso, como una devolución por lo que la zorra que tienes bajo tu mando, le hizo a mi hermano... la próxima irá a tu cabeza.

Sentenció, volteando y, junto a Koga, salieron de la habitación, mientras el moreno los maldecía internamente.


Miroku abrió la puerta, encontrándose con dos oficiales, quienes rápidamente posaron los ojos en Inuyasha, el cual se mantenía sentado, con su cabeza mirando hacia abajo. El castaño los hizo pasar, mientras comenzaba a relatarles todo lo ocurrido.

- Entonces, ¿ella fue la que disparó? - miró a Yura, acostada sobre el sofá.

- Así es señor... ella estaba completamente fuera de si.

- ¿Y que le sucedió?

- Se desmayó - intervino Inuyasha.

- Al parecer... colapsó luego de lo que hizo.

- Comprendo... jovencito - miró al peliplata - Debes ser atendido urgente, si la bala sigue allí, deben sacártela de inmediato, revisar que tan grande fue el daño...

- A juzgar por la cantidad de sangre que perdiste - intervino el otro uniformado - Es probable que uno de tus vasos sanguíneos este comprometido.

- ¿Eso es grabe? - preguntó su amigo.

- No, si se trata a tiempo - volvió la mirada a la morena - También hay que llevarla a ella... en este estado, no podemos detenerla, ¿Quieres levantar cargos?

- No - respondió con seguridad.

- Inuyasha...

- ¡Dije que no! - le lanzó una mirada fatal.

En ese momento, una nueva voz se oyó, proveniente de uno de los intercomunicadores del oficial, el cual le anunciaba que los paramédicos estaban subiendo.

- La ambulancia ya está aquí - observó el lugar - Jovencito, si deseas levantar cargos, sólo deberás dirigirte a la estación... pueden acusarla de intento de homicidio.

- Si... si - los desestimó, poniéndose de pie.

- ¿Qué haces?

- Puedo caminar solo, Miroku.

- ¿Quieres que te acompañe?

- No - frunció el ceño - Quédate aquí... llama a mi padre, es mejor que lo sepa por ti antes de que se entere por Sesshomaru...

- De acuerdo, ¿seguro estarás bien?

- Lo estaré... tengo mi celular... es todo lo que necesito.

Los paramédicos aparecieron y se dirigieron hacia la mujer, tomándola y depositándola en la camilla.

- Compartiremos la ambulancia, puedo ir sentado - pronunció él, haciendo gestos de dolor.

- ¿Estas seguro?

- Sólo quiero que esta mierda se termine de una vez...

Todos descendieron y subieron al vehículo, emprendiendo el camino hacía el hospital. Él iba inmerso en sus pensamientos e, inevitablemente, llevó su mirada al rostro de Yura.

- ¿Por qué? - murmuró - Si fuiste tú la que se marchó... ¿por qué regresaste a molestarme?

No puedo odiarte... jamás podré, pero... siento una inmensa rabia en este momento... todo esto, se hubiera evitado, si sólo fueras un poco más consciente.

Su celular comenzó a sonar y, a regañadientes, lo tomó, respondiendo inmediatamente.

- ¡Kagome! Por dios... ¿Cómo estas? ¿Te hicieron daño?

- ¡Inuyasha! Mi amor... que alivio escucharte - notó que ella estaba llorando - ¿Qué paso?

- Es una larga historia... sólo me interesa saber como estas tú.

- No te preocupes por mi... ¿Dónde estás?

- Estoy en la ambulancia... me están llevando al hospital.

- ¡Bien! Estaré allí... tengo que trabajar hoy.

- ¿De verdad? - sonrió - De repente no me parece tan malo tener que ir hasta allá, ¿vas a cuidarme?

- No comiences con tus juegos... esto es serio - lo regañó - Te veré allá.

- Tranquila, pequeña, sólo quiero verte rápido...

- Y lo harás, lo prometo.

- Te amo - la sorprendió, dejándola en silencio durante unos segundos.

- Yo también... nos vemos.

Cortó, olvidándose del dolor por un segundo, el cual había sido reemplazado por la sonrisa que le generaba haber escuchado la voz de la morena, sin embargo, no estaba enterado en que no sólo ella había escuchado su declaración.

¿De verdad está enamorado de ella?

Pensó Yura, volviendo a cerrar sus ojos, tratando de reprimir las lágrimas que amenazaban con salir nuevamente.


Extra: Salvación

Rin

Bankotsu se llevó a Kagome al segundo piso, dejándome con mi pecho a punto de explotar y el miedo latiendo en el interior de mi cabeza, ¿Qué quería hacer con ella? ¿Y si pretendía...? No quería si quiera pensar en aquella posibilidad.

Miré a mi alrededor, tratando de pensar un plan que nos liberara a las dos, pero sabía que, en el fondo saldría mal, es decir, no tenemos idea de cuantos guardias se encontraban vigilando este lugar. Suspiré, completamente frustrada.

Los segundos pasaban y mi mente iba atravesando diversos escenarios catastróficos, al parecer, un final feliz no se encontraba en mis planes. Miré por sobre mi hombro, encontrándome con la mirada de aquel hombre que se hacía llamar Renkotsu, él sonreía, sin apartar sus ojos de los míos, causándome una mayor sensación de repelús. Volví a mirar al frente, tratando de calmarme antes de que mi cuerpo comenzara a temblar.

- Señor Sesshomaru - murmuré inaudiblemente - Si sólo pudiera llamarlo.

La puerta se abrió de un solo golpe, provocando que los dos volteáramos e, inevitablemente, una enorme sonrisa se formó en mis labios.

- Largo - ordenó, con una voz extremadamente gruesa, mientras Renkotsu se dirigía a la puerta.

El señor Sesshomaru encabezaba la fila, seguido por el hermano de Koga y tres personas más, de las que no tenía conocimiento.

- ¡Señor Sesshomaru! - sin pensarlo, me largue a sus brazos, abrazándolo con la mayor fuerza posible.

Para mi sorpresa, él correspondió mi abrazo, apoyando sus labios sobre mi cabeza.

- Rin - murmuró - ¿Estas bien? ¿Te hicieron daño?

- No, señor... estoy bien... gracias por venir a salvarnos.

- ¿Dónde está Kagome?

El alivio había sido tan grande, que me había olvidado de pronunciarme con respecto a ella, sin embargo, antes de que pudiese responderle a Koga, la oímos gritar.

- ¡Noooo! ¡Dejénme ir! ¡Tengo que ir con Inuyasha! ¡Por favor!

- ¡Kagome! - tapé mi boca con ambas manos.

- ¡Kagome! - Koga salió disparado escaleras arriba.

- Tranquila, Rin - colocó su mano sobre mi hombro y yo me perdí en el dorado de sus ojos - La salvaremos... quédate aquí, ellos son Jaken, Hiten y Manten... serán los encargados de protegerte hasta que yo regrese.

Asentí, confiando plenamente en sus palabras, al mismo tiempo en que él comenzaba a subir las escaleras, con la calma que lo caracterizaba. Una mezcla de emociones invadía mi pecho, sin embargo, estaba segura de una cosa... él había venido sólo a salvarnos.