CAPÍTULO 17

Un par de horas después, Emily se preparaba para la operación encubierta. Debía fingir un encuentro casual con su objetivo, y activar todas sus armas de seducción para conseguir que Maxwell Lennox la invitara a su casa, o al menos así lo preveían. El atuendo era parte importante del plan. A aquel hombre le gustaba el negro y la ropa ceñida. Ese tipo de ropa era la que habían utilizado las víctimas, así que no había espacio para ocultar su glock, que quedaría relegada en el interior de su bolso. No lo expresó en voz alta, pero Emily no pudo evitar encontrar semejanza entre las prendas que J.J. había escogido para ella – un sugerente vestido negro de cuero, con escote palabra de honor y que se ajustaba a su cuerpo como un guante y unas elegantes botas de tacón– y las que ella misma había elegido tantas veces cuando interpretaba el papel de Lauren.

No se sentía cómoda en absoluto vistiendo de aquel modo, igual que no se sentía cómoda interpretando de nuevo un papel que se parecía demasiado al de su alter ego.

Dos golpes suaves la devolvieron a la realidad.

— Emily, ¿Puedo pasar?

Emily identificó rápidamente la voz tras la puerta de su habitación del hotel. Se terminó de ajustar la cazadora y abrió.

Morgan estaba allí, frente a ella, con aquella expresión culpable que siempre la enternecía.

— Estás un poquito sobreprotector, ¿no crees?— Le recriminó ella con una sonrisa.

— Lo siento...— Se disculpó Morgan— Soy consciente de que no soy objetivo contigo.

Emily se apartó para que pasara. Con los brazos cruzados, alzó una ceja hacia él.

— Si sigues actuando así se darán cuenta...— Le advirtió.

Morgan dio un paso hacia ella, y la tomó de la cintura, empujándola suavemente contra la puerta, ahora cerrada.

— Pues deja de volverme loco...— Le susurró justo antes de besarla en los labios.

Emily le permitió prolongar aquel beso más de lo que le hubiera consentido en circunstancias normales, pero teniendo en cuenta la situación, nadie podría juzgarlos por aquel pequeño acto de debilidad.

— Derek... Tengo que terminar de prepararme...— Le recordó mientras, en vano, trataba de escapar de sus labios— En serio, aún tengo que peinarme y maquillarme...

A regañadientes, Morgan la liberó. Emily aprovechó para escapar de él y sentarse en el tocador. Morgan la contempló ensimismado. No podía negar que resultaba condenadamente sexi vestida de cuero. Un atisbo de fantasía sexual que incluía mucho cuero y botas de caña alta, cruzó por su mente.

— ¿Por qué estás sonriendo?

Emily lo observaba a través del reflejo del espejo. Lo conocía demasiado bien como para sospechar que estaba tramando algún tipo de travesura.

— Deberías vestir de cuero más a menudo.

Ella se echó a reír. No esperaba menos de él. Comprobó por última vez su cabello y su maquillaje y se levantó, volviéndose hacia Derek.

— Listo... Le han puesto un localizador al vehículo de Lennox, por si se le ocurre ir a otro sitio que no sea su casa. Esperan que esta anoche visite alguno de los locales a los que suele acudir. Han apostado policías encubiertos en todos ellos – Se dirigió hacia la puerta después de darle un beso fugaz a Morgan, que sin duda se quedó con ganas de más – No te olvides de disculparte con Hotch. Necesito que los dos estéis centrados en mí esta noche, ¿de acuerdo? Confío en vosotros para que me protejáis cuando las cosas se pongan feas.

Durante un instante Morgan había olvidado por completo el motivo por el que estaba allí.

La capturó antes de que saliera por la puerta, y la besó de nuevo, mucho más profundamente que la vez anterior.

— Ten cuidado.

Emily sonrió.

— Lo tendré, no te preocupes.

La familiar sensación de miedo que lo asaltaba cada vez que ella estaba en peligro, lo abrumó. Sabía que era irracional, pero simplemente no podía evitarlo.

La operación había sido planeada hasta el último detalle para que Maxwell Lennox se confiara lo suficiente y buscara una nueva víctima. A media tarde, J.J. había dado un comunicado de prensa anunciando que tenían un sospechoso detenido, y el jefe de policía había llamado personalmente al senador Lennox disculpándose por lo ocurrido con su hijo.

No estaban seguros de si caería en la trampa, y ni siquiera si era realmente el sudes que buscaban, pero unas horas después, uno de los agentes avisó de que Lennox acababa de llegar a uno de los locales que se hallaban bajo vigilancia. Todo el operativo se trasladó allí. Antes de que Emily hiciera su entrada, Morgan y Hotch, ya se encontraban en el interior, apostados y vigilantes.

Emily apareció justo cuando Lennox estaba en la barra del bar, tomando una copa.

Después de comprobar la posición de Hotch y Morgan, se dirigió hacia Lennox, y se situó a una distancia prudencial, no tan cerca como para resultar sospechoso, pero no tan lejos como para que inevitablemente reparara en ella.

Y Emily sabía muy bien qué hacer para llamar la atención de un hombre. Al margen de sus cualidades innatas, había sido específicamente entrenada para ello. Aquella noche, no era Emily Prentiss, era Lauren Reynolds.

Morgan no apartaba la vista de ella, preparado para intervenir en el momento en que fuera necesario, claro que rodeado de gente, Lennox no intentaría nada. Trataría de llevarla a su terreno, donde ella no pudiera defenderse. Aquel pensamiento le produjo un escalofrío.

— Un Martini seco, por favor.

Emily acompañó a su solicitud un cruce de piernas que hizo que varios hombres del local giraran la cabeza, incluido Maxwell Lennox, que en un principio, se limitó a observarla. Era en ese momento cuando Morgan tenía que entrar en acción.

Emily se hizo la sorprendida cuando Morgan la tomó del brazo, fingiendo ser un novio ofendido.

— ¿Qué demonios haces aquí?— Le reprochó, interpretando a la perfección su papel.

Ella no se movió de la butaca alta en la que estaba sentada, y simplemente se zafó de su agarre con un movimiento brusco.

— ¿Ahora me vigilas?— Le preguntó en tono burlón— ¿No tienes nada mejor que hacer?

Morgan se mostró dolido.

— ¡He sacrificado todo por ti!— Continuó— ¡He hecho todo lo que me has pedido!

Emily se echó a reír, con desdén.

— Vaya... Así que tenemos un pequeño mártir... Yo no te obligué a nada.

— Pero me prometiste...— Balbuceó Morgan— Tú dijiste... Por favor, Charlotte...— Imploró— Te amo...No puedo perderte otra vez...

Aquella última confesión sonó tan sincera, que Emily por un momento se olvidó de dónde estaba hasta que Morgan le rozó el brazo para conectarla de nuevo a la realidad.

— Por favor...— Insistió Morgan.

Emily por fin reaccionó. Se levantó y suspiró, simulando que aquel tema ya la aburría. Se acercó a Morgan lentamente, hasta dejar su rostro a una brizna de hierba de distancia. En la seguridad de que sólo estaban actuando, lo besó en los labios, suavemente, y luego se acercó a su oído. Sutilmente, colocó una de sus manos sobre el micro que llevaba en su sujetador, amortiguando el sonido, y con su otra mano acarició el rostro de Morgan hasta deslizar sus dedos alrededor del auricular que éste llevaba en el oído interrumpiendo momentáneamente la comunicación.

— No me perderás... — Susurró— Te lo prometo.

Una última mirada cómplice, y se apartó de él, regresando a su asiento y dándole la espalda.

— ¡Eres una maldita mentirosa! ¡Te crees mejor que nadie! ¡Ojalá nunca te hubiera conocido!

Acto seguido, Morgan se marchó, rezando para que su plan hubiera dado resultado.

Y efectivamente, lo hizo.

Tan pronto Emily se quedó a solas, Lennox se acercó a ella.

Ésta ni se inmutó, más allá de una mirada de reojo.

— Algo intenso, ¿no?— Señaló Lennox.

Emily se mordisqueó el labio inferior, y se tomó su tiempo para mirar a su objetivo con el descaro que lo habría hecho Lauren. Luego alzó la copa y la colocó junto a los labios de Lennox.

— El Martini siempre lo es— Dijo con voz sugerente— ¿Quieres probarlo?

Lennox se echó a reír. Desde la distancia, oculto, Morgan contempló la escena, escuchando cada palabra que decían. No podía creer que Emily lo hubiera llevado a su terreno con tanta facilidad. O sí, en realidad, era justo lo que podía esperar de ella. Lo que le impresionaba era la capacidad que Emily tenía para convertirse en otra persona en una fracción de segundos, porque la mujer que estaba viendo, era Emily, pero al mismo tiempo, no lo era.

A continuación, Emily cogió con sus dedos pulgar e índice la aceituna con la que habían servido la bebida, y la acercó sutilmente, primero a sus propios labios, y luego a los labios de Maxwell Lennox, que no dudó en aceptar aquel regalo condenadamente sensual.

— ¿Qué tal?— Le preguntó ella sonriendo después de que Lennox devorara la aceituna— ¿Intenso?

Lennox se acercó a Emily, a su oído, tal y como ella había hecho poco antes con Morgan. Un escalofrío la recorrió. Aquel hombre le resultaba tan desagradable que le provocaba náuseas. Pero nada en ella indicaba que no estuviera disfrutando de la situación.

— No lo sé... Tal vez debería probar toda la mercancía, ¿Qué te parece?

Emily reprimió su primer impulso de apartarlo cuando Lennox colocó su mano sobre muslo. Sabía que Morgan seguía atento, y no quería mostrar ninguna señal de incomodidad. Ya bastante mal lo estaría pasando. Miró a su alrededor, como si buscara algo que en realidad no buscaba.

— Lo siento, no me gustan los lugares concurridos.

Lennox se apartó un poco, sonriendo.

— Eso tiene solución. ¿Qué tal si me acompañas?

Mientras salían del local, Emily buscó a Morgan y a Hotch con la mirada. Sólo vio a Hotch, puesto que Morgan no podía permitirse que el sudes lo descubriera, si bien seguía vigilándola.

Salieron a la zona de aparcamientos. A unos metros de allí, estaba la furgoneta de vigilancia. Lennox la guio hasta su vehículo, y le abrió la puerta para que entrara. Emily se subió, y mientras se colocaba el cinturón, estudió cada detalle del interior. No había nada que llamara su atención. Posiblemente aquel no fuera el vehículo con el que se deshiciera de los cuerpos. Y si es que definitivamente era el sudes y no se habían equivocado en el perfil.

Emily esperaba que Lennox la condujera al apartamento de lujo en el que residía, pero en lugar de eso, se detuvo frente a una casa situada en uno de los barrios más exclusivos de la ciudad. Emily supuso que debía ser una de las muchas propiedades de su padre, que no sólo era senador, sino que descendía de una familia adinerada.

Fue al comprobar las medidas de seguridad y los muros que rodeaban la vivienda, cuando comenzó a sentirse insegura. Aquel lugar era una puta fortaleza. ¿Cómo iban a llegar a tiempo si se encontraba en una situación de peligro? Tenía una palabra clave para indicarles cuándo debían actuar "calor" pero por primera vez se preguntó si serviría de algo en el caso de que la cosa se pusiera realmente fea.

De cualquier modo, no había vuelta atrás. Asumiendo que el resto de su equipo se estaría preguntando lo mismo, se bajó del vehículo y siguió a su objetivo hasta el interior de la casa.

Lo primero que hizo Lennox fue coger su bolso y dejarlo en el perchero que había en la entrada. Emily lo miró con desconsuelo. En el interior llevaba su glock, su única defensa.

Y lo segundo fue ofrecerle una copa de vino.

No habían encontrado restos de droga en los cuerpos de las víctimas, pero no necesariamente eso significaba que no les hubieran suministrado algún tipo de sustancia indetectable. Emily conocía algunas.

Se llevó la copa a los labios, y fingió beber un sorbo que nunca llegó al interior de su boca. Estudió el lugar, allí no había nada que le hiciera sospechar que Lennox era un asesino en serie, así que decidió investigar un poco.

— ¿Puedo ir al servicio?— Le pidió con naturalidad.

Lennox señaló hacia el fondo.

— La segunda puerta a la derecha. Te espero en la terraza...

En cuanto estuvo fuera de su vista, Emily aprovechó para husmear un poco. La casa era enorme, y tenía dos plantas, fácilmente podría cometer los asesinatos en cualquier lugar.

— No encuentro nada...— Informó al resto de agentes a través del micro— Esto parece un laberinto.

— ¿Va todo bien?— Quiso asegurarse Hotch— ¿Crees que nos hemos equivocado?

Emily tenía dudas, pero quería confiar en el perfil.

— No. Sólo que aquí hay demasiadas puertas tras las que mirar.

Oyó cómo Lennox la llamaba desde la terraza.

— Chicos, tengo que dejaros— Les advirtió.

Justo cuando regresaba, una puerta llamó su atención. Era diferente al resto. Parecía una puerta de seguridad. En un primer momento creyó que tal vez se tratara de una habitación del pánico. No era de extrañar si se tenía tanto dinero como la familia de Lennox. Se acercó para comprobarlo, y descubrió que no estaba cerrada con llave. Empujó un poco, abriéndola parcialmente y se asomó.

— ¿Qué demonios...?— Murmuró para sí misma.

— ¿Prentiss?

Era Hotch de nuevo, pero Emily, absorta como estaba en su descubrimiento, no prestó demasiada atención. Ante sus ojos había aparecido una auténtica habitación con todo el mobiliario necesario para una sesión sadomasoquista. Estaba pintada de rojo, y Emily podía jurar que no sabía para qué servían la mayoría de los instrumentos que había allí. Cadenas, látigos, extrañas sillas con correas, jaulas y al fondo una cama enorme con un espejo en el techo.

— Emily...— Insistió Hotch.

— No sé si Lennox es un asesino en serie, pero diría que es un sádico sexual de manual. Ha montado una mazmorra.

— Emily, sal de ahí...— Intervino entonces Morgan. Mientras Emily se encontraba en el interior de la casa, García había desactivado la alarma exterior, y tanto el resto del equipo como varios agentes del departamento de policía, se habían apostado junto a la vivienda para entrar en cuanto Emily les avisara.

— Aún no... Esto no lo implica en los asesinatos. Voy a mirar dentro.

Morgan, se volvió hacia Hotch, que estaba a sólo unos metros de él. Hotch se encontró entonces en una difícil tesitura. Emily tenía razón, pero al mismo tiempo, le gustaba tan poco como a Morgan que siguiera allí dentro.

— ¿Tienes controlada la situación?

— Absolutamente— Afirmó ella.

O eso quería pensar.

Hotch tuvo sus dudas, pero tenía que confiar en su juicio.

— Está bien, cinco minutos. Si no encuentras nada en cinco minutos, sales de ahí.

— Cinco minutos— Repitió ella mientras comenzaba a hurgar en el interior.

Y entonces la puerta se cerró detrás de ella.

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