Hacía un mes, Yamaguchi había puesto todo su empeño en prepararle una sorpresa a su novio por San Valentín. Lo hizo completamente a escondidas, sin comentar nada con nadie, para no arriesgarse a las posibles burlas por su preocupación y su rol en la relación. El problema no fue ocultarlo de sus fastidiosos (aunque bienintencionados) amigos; el gran inconveniente resultó ser que, por no comentarlo con su pareja, éste también le quiso hacer una sorpresa y ambos acabaron en la ciudad del otro. Vaya fiasco: quien le abrió la puerta fue Atsumu, y se rio más de lo que lo habría hecho cualquiera de sus amigos. Y mientras tanto, Osamu terminó conociendo a su familia, quienes tuvieron que avisarle que estaba fuera de casa.
El solo hecho de imaginarse a su novio allí, en esa charla amable pero incómoda, hacía que se retorciera de vergüenza.
Su celular vibró, y él se apresuró en revisarlo. Efectivamente, su cómplice se acababa de poner en contacto; ambos habían acordado un plan para evitar el accidente de la última vez.
"El zorro no parece haberse percatado de mi partida", es decir, el hermano problemático seguía creyendo que fue a acostarse temprano, antes de ubicar almohadas debajo de las sábanas para escabullirse. En serio, ¿cómo era posible que no sospechara nada con tanta paz y tranquilidad? Gracias al cielo, eligió al gemelo más listo.
"Ningún interrogatorio por parte de los cuervos", señaló también. Porque claro que sus amigos estuvieron encantados de escucharle desahogarse, antes de que empezaran a molestar. "¿Cuál es tu ubicación?"
"Mi posición es tan buena que me permite ver tu casa. Las luces siguen encendidas, pero solo las de la alcoba del otro lado. ¿Es seguro?"
Tadashi se preguntó lo mismo, por milésima vez el mismo día, y otros tantos miles en días previos.
"Bajaré a comprobar el perímetro. Espera la confirmación."
Guardó el celular en el bolsillo, usando la linterna, pero únicamente asomándola desde éste como emergencia. Dejó su puerta entreabierta para evitar cualquier ruido innecesario, y bajó las escaleras con igual sigilo. Apenas podía creer lo que estaba a punto de hacer. Una cita nocturna secreta sonaba más comprometedor y emocionante que los dulces del mes pasado (y algunos de ellos no se los alcanzó a comer Osamu, pues el zorro cobró tarifa por recibirlos en su lugar).
Por más permisivos que fuesen sus padres, algo le decía que no apreciarían esta incursión.
Al llegar a la puerta de entrada, la abrió, esperando ver a su novio al otro lado… pero el umbral estaba vacío. Nadie a la vista, ni con la linterna de ayuda. ¿Dónde rayos estaba? Debía estar cerca, si podía ver su casa…
Todavía quedaba la opción de que se hubiese arrepentido de arriesgarse tanto. De seguro tuvo tiempo de sobre para pensarlo en el trayecto hasta aquí, donde podrían descubrirlos y atenerse a un regaño –o peor, una charla informativa acerca de todos los peligros que se les ocurrieran a sus padres.
Suspiró, comprobando que no tenía ningún mensaje nuevo, y volvió a su cuarto con resignación. Vaya día blanco era este… Era el primero para él, pero se puso metas demasiado optimistas.
Ya era un milagro tener novio, pensó, preguntándose si acaso toda su suerte se fue en que Osamu se fijara en él, y si acaso ya se había agotado toda para hacer que funcionara su relación. Tan ensimismado en su pesimismo estaba, que fue solo después de cerrar y acostarse en su cama que se fijó en un ruido extraño dentro de su habitación. Un golpeteo, no exactamente rítmico, pero tenía cierta constancia. Sonaba más fuerte que lluvia, más como granizo, aunque considerando el clima aquello estaba descartado.
Confundido, se enderezó y levantó, mas antes de que encendiera la luz ya había visto la causa: piedras. Diminutas, pero juntas formaban un montón considerable, todas frente a su ventana abierta. Volvió a caer otra desde fuera, y entonces comprendió de inmediato. ¿Podría ser…?
—¡Samu! —Había corrido a la ventana para avisarle que estaba abierta y dejase de lanzar piedritas, aunque no lo bastante rápido para evitar la que acababa de tirar, que le dio en el cuello. — Auch.
—¡Dashi! —Su chico lucía tan emocionado como él, acobijado en la sombra del árbol de enfrente. Apenas lo vio comenzó a subirse a éste; dejando de lado el miedo que sentía, la felicidad sobrepasaba cualquier sensación. Su novio llegó rápidamente arriba, y con un salto aterrizó en su cuarto. Quién lo diría. Colarse en su habitación de noche era lo último en lo que habría pensado Tadashi sobre un noviazgo, al menos en el pasado. Ahora se preguntaba cuándo repetirlo. — Feliz día —dijo, dándole un gran abrazo de oso. Lo amaba. Sabía que era apresurado decirlo en voz alta, pero realmente lo amaba; tenerlo aquí, aun a escondidas y en susurros, era tan reconfortante que comenzaba a derretirse en la suavidad de sus brazos.
—Feliz día —atinó a decir, realmente conmovido. Se miraron, uno sin poder creer la situación y el otro sin poder creer lo lindo que se veía, y cómo nunca alcanzaba a acostumbrarse a ello. — ¿Las piedritas también son parte del regalo? Honestamente no sé qué hacer con ellas.
—Oh, vaya… ya decía yo que no las escuchaba rebotar ni caer en el césped —rio entre dientes— Pensaba que estaba avisándote de mi llegada como en las películas.
—Qué romántico. Yo esperaba que me avisaras por el celular.
—Hubo un mal cálculo y la batería no duró lo suficiente.
—Apuesto que te viniste jugando todo el viaje.
—Apuestas mal, porque estaba eligiendo sorpresas para pasar la noche contigo —Las implicaciones hicieron que se pusiera más nervioso que antes, aunque no tanto como para evitar dejarse llevar. Se sentaron juntos en su cama, y sin soltar su mano Osamu se quitó la mochila. — En realidad llegué hace una hora. Quería pasar a comprar un par de cosas antes de venir a verte.
—¿Qué? No era necesario, tenerte aquí entre semana ya es un regalo. Además, no te di en persona el de San Valentín, así que-
—Me encantó, no solo el chocolate, sino tener excusa para darle patadas a Tsumu para quitárselo. Fue perfecto —lo consoló, acariciándole el cabello. — Y el Día blanco es una excusa que aprovecharé para consentir a mi novio. Ven aquí.
Yamaguchi asintió, aceptando el obsequio envuelto. Al abrir la caja, se encontró con un lindo surtido de bombones de distintos colores y formas. Decidió agradecerle de inmediato con un beso, que el otro se apresuró en corresponder.
—Gracias, Samu. En serio —Permaneció acurrucado en su cuello, tan tranquilo y feliz como siempre que estaba con él. Con Osamu era fácil olvidarse de las preocupaciones, como si no tuvieran cabida entre tanta ternura. Podría perderse aquí mismo, en esta sensación cálida de estar apretado contra su cuerpo, mientras el mayor jugaba con su mano… No, no era solo eso; al sentir algo deslizándose en su dedo, se separó un poco para ver qué era: un anillo plateado con forma de zorro y la punta de su cola en dorado tenía puesto ahora.
—Sé que es cursi, pero pensé que era lindo, y gira —Era lindo, sí, pero era mucho más lindo verlo nervioso y dando excusas innecesarias que ni siquiera pidió. — Como siempre juegas con tus manos, creí que podrías… no sé…
—Tranquilo, me encanta —sonrió, apresurándose en comprobar aquel giro. Sí, efectivamente, le quedaba perfecto y además se enrollaba y rotaba limpiamente en su dedo. Lo más probable era que se convirtiera en su nuevo hábito. —Yo también tengo algo para ti.
No era un secreto y seguro ya las había visto, pero se apresuró a acercarle la bandeja de galletas que había horneado esa tarde. Había hecho de muchos sabores para disimular que estaba guardándose varias para esconder, y terminaron llenando el espacio con sus varios colores; frutilla, matcha, red velvet, chocolate, menta, vainilla, de naranja, limón y marmoleadas, todas formando un arcoíris azucarado. Supo que el esfuerzo había valido la pena al iluminarse los ojos de su chico, siempre encantado con la comida.
—Dashi… —Definitivamente, a su chico sí se le conquistaba por el estómago; era cosa de verle, sosteniendo con adoración una galleta. — Gracias, me encantan también.
—Ni siquiera las has probado —rio, en parte burlándose y en parte para disimular las mariposas que revoloteaban, ya no solo en su vientre sino dando vueltas por su corazón. — Algunas vienen con relleno sorpresa. Espero que las encuentres tú y no Tsumu.
—¡No voy a compartirlas! Tengo en mente un buen escondite, si es que no me las termino hoy.
—Glotón —Le pellizcó jugando, apartando la bandeja entre ellos. — Tendrás que escapar temprano, así que no te aconsejo tanto dulce. Preparé una caja para que te las lleves.
—Acabo de llegar, no hablemos sobre irme —gimió, dejándose caer en la cama. Yamaguchi se armó de valor para recostarse a su lado, lo más cerca posible sin que pudiera sentir su corazón. A veces se preguntaba si los pocos meses que los separaban en edad eran una distancia tan grande como para que Osamu fuera capaz de permanecer tan calmado, a pesar de la cercanía que él tanto se esforzaba por acortar. — Y tú también vas a despertarte conmigo, me niego a marcharme sin muchos besos de despedida, para afrontar lo terrible de madrugar y de separarme de ti.
—Oh, créeme que no te iba a dejar ir así sin más. No te perdonaría si te vas sin despedirte.
—Jamás lo haría, solo te aviso por si eres de los que despiertan de mal humor.
—Pft yo tengo más justificación para creer que tú eres de esos, sé de buena fuente que odias madrugar.
—¿Cómo podría despertar de mal humor contigo a mi lado? —La pregunta hizo que se perdiera el aire juguetón y que regresaran los nervios. Tadashi no era ingenuo; entendía que a veces las parejas no se limitaban a dormir, pero era incapaz de adivinar qué tipo de ocasión era esta. ¿Debía acercarse más? ¿Volver a besarle, como había prometido? ¿O acaso…? — Incluso si roncas, en serio. Tengo sueño profundo y estaré feliz apenas vea tu cara bonita —Su corazón no supo si era decepción o alivio que Osamu se limitara a acariciar sus pecas. ¿Estaba bien solo con eso? ¿No quería más?
—Eres un romántico sin salvación, Samu.
—Supongo que por eso te gusto.
Le encantaría contagiarse aunque fuera un poco de esa confianza. Esperaba que se transmitiera con besos, porque hasta ahora eso permanecer al lado de personas seguras de sí misma no había bastado.
—Supones bien —asintió, acomodándose más cerca. Por alguna razón, el aroma de su pareja siempre lograba que se relajara. Las manos del mayor le regalaban caricias constantes, rítmicas y suaves. Era fácil imaginarse durmiendo así cada noche (no iba a decirlo, se negaba a verse intenso). — Hay muchas razones.
—¿Hm?
—Hay muchos motivos para que me gustes… Es raro decirlos todos cuando eres genial. Así de simple —Un bostezo se le escapó, y se adormeció todavía más con el beso que sintió en su frente. Tal vez todo esto era un sueño, y se había quedado dormido hace mucho en su cama, porque ¿cómo era posible que estuviesen tan cerca, y su corazón no estuviera estallando, sino en auténtica paz? Debía ser un sueño. Uno más, con tantos de los deseos que tenía de estar siempre a su lado.
—Qué coincidencia. Entonces es normal no poder nombrar solo uno, porque todo tú eres genial.
Yamaguchi rio, adormilado, ahora más que convencido de que una frase como esa únicamente podía ser imaginación suya. Cuando despertase al día siguiente, al menos lo haría sonriente por tener un sueño magnífico. Y no se sentiría triste incluso si era un sueño, pues estaba feliz por empezar a soñar cosas tan lindas. Si en su imaginación podía ser optimista, puede que en algún momento llegara hacerlo en su realidad.
—¿En serio? Vaya declaración… ¿Sabes? Estos días he escuchado que ningún chico pensaba declararse en el día blanco, y francamente no los entiendo. Creo que es de los mejores momentos para una confesión de amor —Aunque no me atreva a decir una, completó en su mente, bostezando de nuevo. El cuerpo a su costado se puso rígido de repente, como si se le hubiera contagiado sus nervios a medida que a él lo dejaban.
—¿De verdad lo crees?
—Claro que sí, es obvio. Y lógico… y romántico.
—¿Es el mejor momento, sin importar cuánto tiempo lleve junta la pareja? —Yamaguchi frunció el ceño, sin comprender, pues normalmente las personas que se declaraban era precisamente porque no tenían pareja. — Dashi, en ese caso… ¿estaría bien si digo que te amo? Tsumu dijo que era muy pronto, pero yo estoy seguro de lo que siento. Y me gustaría seguir así, estando contigo siempre que se pueda… que algún día sientas lo mismo.
—Mis sentimientos son tan parecidos a los tuyos, que esa era exactamente la razón por la que no te he dicho "te amo" —admitió, sin saber ya si esto era real.
—¿Tsumu te dijo que era muy pronto? —bromeó, abrazándolo más fuerte. Sonaba tan emocionado por su confesión correspondida que le flechaba más.
—El sentido común me lo dijo.
—El sentido común no debería de opinar en asuntos del corazón.
—Comienzo a estar de acuerdo. Por ejemplo, esto que estamos haciendo ahora… Podría temer que nos descubrieran mis padres, a mitad de la noche o en la mañana, pero de alguna manera la ansiedad se fue y estoy disfrutando el momento —Era tanta la repentina tranquilidad que tenía (y que no acostumbraba a tener día a día), que empezó a acariciarle suavemente, sobre el pecho, como dibujando su corazón. Osamu, de a poco, volvió a relajarse con él, y pronto sus respiraciones se acompasaron.
—Me alegra saberlo, porque yo también estoy disfrutando el momento. Igual que todos mis momentos contigo.
Eso fue lo último que escuchó Yamaguchi antes de quedarse dormido definitivamente. Para su mala suerte, el relajo fue tanto que a pesar de los intentos del mayor no pudo despertarlo antes de marcharse. De forma vaga, recordaba haber tratado de pedir cinco minutos más, en parte con él, en parte para seguir durmiendo, pero lo que más se le había quedado fue el dulce fantasma de sus labios; literalmente dulces, pues el otro había comido varias galletas antes de guardar las demás en su caja.
El amor de sus gestos era tanto que fue imposible sentir vergüenza esa mañana.
Para ser su primer día blanco juntos, fue un gran precedente para los del futuro.
¡Estoy de vuelta con OsaYama! Quería dar un oneshot por el día blanco, ya que se me pasó San Valentín.
Espero que les haya gustado, por más cursi que sea
(pues así los imagino)
¡Hasta la próxima!
