Avisos: corazones rotos.

Prompt: un "día blanco" sin amor. ¿Cómo se supera un rechazo de San Valentín?


Nami observó su reflejo una vez más en el gran tocador del camarote de las mujeres. Robin le estaba ayudando con los fuertes nudos que se habían formado de su descuido, y entrecortando las abiertas puntas de su larga cabellera, mientras que un par de manos usaban corrector y base para devolverle la vida al rostro que a tantos corazones había robado. Era la primera vez que debía disimular de tal forma las más profundas ojeras que jamás había tenido. En la misma línea, su mirada se veía cansada, sin terminar de aceptar toda la tormenta que se había desatado en su interior. Además, estaban rojos de la llorera y sus mejillas, sonrosadas, tenían todavía grabadas las líneas de las lágrimas que había derramado por él. Sus hombros solo temblaban de recordar como era que había llegado hasta ese punto.

Daba lástima.

Se odiaba a si misma por verse tan débil.

"Creo que deberías usar el nuevo vestido… te queda hermoso" le comentó Robin al percatarse como estaba reaccionando "Con los nuevos tacones estarás súper. Franky dice que ese club tiene una extraña máquina musical nueva que…"

La banal conversación de Robin solo era para distraerla de pensar en Trafalgar D. Water Law. En cómo, por primera vez en mucho tiempo, había expuesto sus más profundos y honestos sentimientos, en una declaración de amor que le nació decir antes de que aquel encuentro desembocara en actos privados. Mimó cada detalle, bien apartados de todos, a la orilla del río, en pleno día 14 de febrero, al atardecer. Estaba segura de que él sentía lo mismo, pues su actitud delataba que también se sentía feliz con ella. Hasta su tripulación le dijo que se veía mucho mejor desde que estaban en esa relación secreta.

Sin embargo, debió ver diferentes banderas, ya que, al segundo, le miró a los ojos y le dijo las palabras más devastadoras, con una mirada llena de desprecio. Se marcharía, dejándola derrotada, llorando en el suelo.

"¿De verdad creías que siquiera estamos en la misma categoría como para plantear eso? Eres patética, esto solo era para pasarlo bien, no para tener un sentimiento tan débil como el amor. Mejor olvidémonos de todo esto."

Aquellas palabras se clavaron sobre su espada como ardientes dagas. Aun tenía todas esas sensaciones a flor de piel: la fría noche sobre ella, la garganta atorada de todas las cosas que quería gritarle, pero no podía, el nudo en el pecho, oprimiendo cada fina fibra de su ser, deshecha por ese gran impacto. Quería creer que era una mala broma, o su miedo a que aquello que le impedía dar ese gran salto, pero se llamó ilusa a si misma. Era incapaz de mantener la mirada y solo se abrazó a si misma, queriendo calmar ese embravecida tormenta que no la dejaba dar ni un paso.

"Soy patética" dijo de pronto en voz alta, repitiendo el mismo insulto que uso él antes de dejarla completamente rota

"No es cierto… y si él lo ha dicho, le romperé el cuello" dijo con una tétrica sonrisa dibujada la arqueóloga

"Pero tiene razón… ha pasado un mes y sigo pensando en él, en que volverá y me dirá cualquier tontería y yo simplemente lo seguiré…"

"¿Dónde está la confiada y magnífica mujer que es Nami, la Navegante del futuro rey de los piratas?" preguntó de pronto Robin, cambiando el tono amable a uno acusador "Si quieres seguir lamiendo esas estúpidas heridas hazlo… pero no servirá de nada"

Dios, Nico Robin tenía razón. Eso no era ella. Estaba algo más delgada y muy desatendida. Se había dado un baño y accedió a la insistencia de dedicarse bien a cuidarse, recuperando esa figura que a tantos hombres atraía. Solo faltaba su rostro y cabello. El lavado había hecho efecto y solo tenía que maquillarse como a ella le gustaba (sutil para mostrar todos sus encantos naturales). Robín le había dejado un hermoso flequillo de cortina y cortado las puntas. Tenía un trenzados los laterales y unidos en una coleta, cuyas hondas naturales se entremezclaban con el cabello suelto. Había usado una espuma que, a cada movimiento, parecía que el cabello brillaba más y más.

Era hora de curara sus heridas de mujer y ser la gata que todos admiraban.

Ni una lágrima más por ese imbécil que había roto su corazón.

"Esta noche es para nosotras" dijo convencida con los ánimos levantados gracias a su nakama

Se hizo un suave delineado, añadió un pequeño brillo a su mejilla que sabía que se iba a despegar, pero le hacía gracia. Uso un suave ahumado fantasía y, sobre todas las cosas, por primera vez, un labial nude que remarcara bien sus carnosos labios. Aquello combinaba con su nuevo vestido color champán, con escote palabra de honor que alcanzaba hasta las rodillas. Añadió un pequeño cancán para dar más vuelo. Aunque lo que más le gustaba era recuperar sus tacones de aguja. Uso su mejor perfume y esperó a que Robin se arreglara para poder terminar con aquella preciosa línea, haciéndose una rápida manicura translucida para que brillara solo con las luces del club.

La gata estaba de regreso.

Con una suave sonrisa, agarrada al brazo de su amiga, terminaron por salir. Los chicos se habían vestido a su modo y estaban listos para disfrutar de una noche loca. Todos sonreían de vuelta a la navegante, quien no quiso mostrar su todavía roto corazón. Todos bajaron del navío y, del puerto, llegaron al club en cuestión de cuatro pasos, entre risas y llamando la atención con su llamativa caminata.

El club era grande, algo oscuro con un montón de indoloros laser entrecruzándose con fuertes colores neón. Por otro lado, estaba la fuerte música electrónica, como un mal invento de Franky, ensordeciendo a los sombrero de paja. Sin dar tiempo a absolutamente nada, su primera reacción fue asaltar la barra.

Nami pidió variados shots de calibre mediano. Aquello ni le hacía cosquillas, pero era una buena forma de iniciar la noche. Zoro se acercó a su lado y le pidió algo más fuerte, queriendo que lo acompañara. Ella aceptó, de forma silenciosa, chocando ambas copas en un tintineo que se perdió en la música y bebiendo de una. Robin agarró su brazo y la arrastró a la pista de baile con ella. Ella empezó a bailar al extraño ritmo de la música, dejando que su cuerpo fuera quien decidiera los mejores pasos. Poco a poco, sus nakamas se unieron, gritando de alegría.

Sonreía, volvían a ser el centro de todas las miradas. Regresaba a ese punto antes de que rompieran su maldito corazón. Cuando aun no había pasado esa primera noche en los fornidos brazos de Trafalgar y descubierto las manos más hábiles de North Blue. Era ella con su familia, nadando en la música con un río de alcohol en la garganta.

Notó que alguien llamaba su atención. Ella se giró y eran esos tantos piratas idiotas que se creían capaces de pedirle algo. Se rio de ellos antes de darles la espalda e ignorarlos, siguiendo con su llamativo baile con las únicas personas con las quería estar.

Inmersa en disfrutar con sus amigos, el mundo se borraba. Ya no había traicioneros capitanes que tan solo quería el tesoro que tenía entre las piernas, subiendo faldas y dejando que todo eso fuera a más. Ya no se acordaba de sus intensas miradas o frases de doble sentido. Ya se estaban borrando sus fuertes caricias y se difuminaba todas las emociones a flor de piel cada vez que tenían aquella tensión.

Solo entonces noto unos fuertes brazos sobre su fina cintura. El ambiente había cambiado radicalmente. Notaba el fuerte olor del acero, mezclado con sudor y alcohol. Era la primera vez que sentía ese tipo de contacto sin su consentimiento. Vio que algunos de sus nakamas se dispersaban, comprendiendo al segundo que ese movimiento era algo íntimo. Sabía que no era Law, aunque muy en el fondo lo deseara. Se giró y se topo de frente con un torso bien esculpido, cuya única marca era una gran cicatriz.

"¿Ya estás borracho, Zoro?" preguntó ella sorprendida, al notar su fuerte aliento muy cerca de ella.

"No… todavía me falta algo" soltó de pronto

Ese tipo de indirectas le parecían demasiado cliché, pero no dejaba de ser una buena herramienta para iniciar una buena noche. No sabía si era porque todos sabían que tenía el corazón roto y necesitaba urgentemente algo para reparar ese desastre dentro de ella, los litros de ron y otras tantas bebidas que realmente aun no hacían efecto sobre ella o, aun más importante, esa extraña tensión del que nunca se hablaba, pero ahí estaban los dos, inmersos en el extraño baile y dispuestos a dar un paso en territorio desconocido.

Qué demonios, si ya estaba en una tormenta por culpa de un capitán, las cosas simplemente no podían ir a peor por querer probar una cuarta espada.

Con su agilidad de gata ladrona, la peli naranja se deshizo del agarra y dio un paso al frente, se puso de puntillas y rozó sus labios de forma juguetona. Si bien el espadachín no aceptó dicho juego y entreabrió su boca para poder dar un verdadero beso, ella solo se burló y alejó, sacando su lengua antes de marcharse. Sabía que era lo que realmente quería, pero ella no volvería a ceder tan fácil. No quería volver a jugar con fuego y quemarse como una adolescente.

En ese giro, se chocó con un hombre. Ese perfume que no tardó en recordar los momentos más placenteros, ese trabajado torso desnudo donde tantas veces había descansado, mostrando sus tatuajes, con solo una capa negra con plumas colgando de sus hombros y aquella grave voz que podía identificar a pesar del ruido.

¿Por qué no le parecía raro encontrarse con Trafalgar Law?

"Qué poco dura el amor, ¿verdad Nami-ya?" se llegó a escuchar sobre la música.

Hizo una mueca de desagrado antes de intentar marcharse. Era lo único que le faltaba. Por fin tenía algo de diversión y debía llegar ese idiota para recordarle que su estúpido corazón aun se derretía por él, gritaba por sus atenciones y suplicaba un poco de ese amor que sabía que no iba a recibir.

Con lo que no contaba era en su fuerte agarra y el tirón hacia su pecho con una simple mano, como si ella fuera una estúpida marioneta. Se fijó en como su otra mano casteaba el room y desaparecían de la pista de baile con ese truco que tanto la molestaba. Cerró los ojos y los abrió en mitad del puerto. Estaban en una zona apartada, donde la música era un simple eco. A su espalda quedaban los navíos y delante de él solo veía a un Trafalgar Law enfurecido.

"Celos" afirmó nami, con una burlesca voz mientras intentaba deshacerse de su agarre sin éxito, sin mostrar un milímetro de sus verdaderos rotos sentimientos por el capitán rival

Sabía a ironía. Ese mismo hombre que había rechazado sus sentimientos estaba peleando consigo mismo para no admitir que, en efecto, no aceptaba verla con otros hombres. Como si todavía tuviera todos esos derechos que le había dado antes de su declaración de San Valentín. Nami no pudo evitar soltar una pequeña carcajada, comprendiendo a la primera las motivaciones del enfadado peli negro, notando el amargo sabor del momento quemar su garganta como una mala bebida del club. No disfrutaba con aquello, pero era un pequeño bálsamo sobre su aun herido corazón, comprendiendo que los sentimientos del peli negro no eran tan fríos como los de aquella noche.

"Si ésta es tu mala forma de pagar él White Day, te digo ya que no lo acepto, Traffy" le dijo disimulando en su tono de voz el verdadero asco que sentía desde la boca de su estómago "pero tranquilo, eres un bonito recuerdo"

"¿Por qué lo has besado?" preguntó directo, apretando el agarre. A pesar de las quejas de la peli naranja, no alojaba "¿Cuánto tiempo"

"¿Y a ti que te importa?" preguntó perdiendo la tranquilidad con la que llevaba la conversación, ofendida por las preguntas del peli negro "te recuerdo que el que rompió mi corazón fuiste tu"

Trafalgar por fin soltó sus muñecas, pero en vez de huir, Nami prefería enfrentar la situación. Solo así podría cerrar ese maldito capítulo y seguir adelante. Respiró hondo y fijó su mirada en la de Trafalgar, quien lucía más dolido y lo que parecía el destello de arrepentimiento. No se dejó ablandar. Pensó en darle una bofetada, liberar de la forma más directa toda la bronca que traía desde ese maldito momento, pero lo pensó mejor. Tampoco era que un golpe pudiera sanar de verdad esa bonita cicatriz que le había dejado por menospreciar sus más puros y sinceros sentimientos hacia él.

"Me acobarde, ¿vale?" soltó de pronto Law, sorprendiendo a la peli naranja. Este agarró con delicadeza su mano y la puso sobre su pecho "la verdad es que… siento lo mismo y esto no ha dejado de llorar desde que te dije esas malditas palabras. Es molesto."

Su voz sonaba suplicante, pero sobre todo cansado. Se fijo mejor en su rostro, igual de agotado, con las ojeras más pronunciadas. El brillo de sus ojos dorados había cambiado a uno más apagado, viendo esa tormenta que tanto temía la navegante. Sintió que el corazón se encogía en su pecho, a una velocidad mucho más impresionante del que quería admitir en voz alta y se vio reflejada en esa pequeña barca que buscaba un faro de esperanza. Los ojos de él querían serlo, pero se sentían tan faltos de cariño… de todo. Como esa vela que pronto se iba a apagar.

Solo entonces comprendió que la dualidad de sus pensamientos era menos compleja de lo que al principio le parecía. El lado izquierdo le gritaba que se rindiera ante tal hermoso gesto del capitán de los Heart, admitiendo que también lo amaba y todas aquellas cosas tan dulces que quería hacer con él en su camarote. Pero, su lado derecho exigía que se alejara de él. Si no admitía sus verdaderos sentimientos hasta ver esa posibilidad real de que la podía perder, hasta ese silencio por unos miedos que ella ya había superado, solo significaban una dolorosa verdad: No era amor, era puro egoísmo. Law no estaba preparado para dar ese gran paso, por mucho que lo pareciera y, sabía que si se quedaba a su lado, ayudándolo, solo saldría lastimada. Era una batalla perdida para ella, en las que solo coleccionaría heridas y desplantes, faltas de verdadero afecto y mucha soledad.

Nadie era capaz de cambiar a alguien que realmente no quería cambiar.

Al tener la palma de su mano sobre el bronceado pecho de Law, notó sus agitados latidos. Ella todavía tenía esa reacción sobre él. Ya no agarraba su muñeca, y pareciera que la quería invitar nuevamente al Polar Tang. Negó con la cabeza y retiró su mano.

"Tu culpa" le pudo responder Nami "al final, eres más patético que yo. Por lo menos tuve la fortaleza de admitir que te amo sin necesidad de verte con otra persona"

"Nami-ya…" intentó agarrarla nuevamente, pero esta vez ella fue más rápida y se escapó con un simple movimiento de muñeca

"Hazte un favor: busca en tus libros como olvidarte de mí. Yo ya lo hice"

Aquello era una flagrante mentira, pero necesaria. Necesitaba ensanchar la distancia que había entre los dos, tanto física como mental.

"Lo dudo" soltó de pronto, con una confianza que contrastaba por completo con toda la conversación que habían tenido hasta el momento "sé que me amas"

"¿y?" pregunto ella con la misma altivez "tu supuestamente me amas y no te importó dejarme llorando un 14 de febrero. ¡Tranquilo! Es fácil de superar esto cuando la otra persona no te ama de verdad"

Sintiéndose orgullosa de sus respuestas, se alejó definitivamente de él y regresó al Sunny. No estaba llorando por él, solo sentía satisfacción de haber podido decir una parte de lo que de verdad sentía hasta ese momento. Sabía que podía haberle gritado todo, haber cerrado ese capitulo o ceder ante su firme presencia, pero se mantuvo. Lo único que le falló fue romperle el corazón de la misma forma que le hizo, pero sintió que era algo que no podía hacerle. Sabía que no era algo realmente agradable de pasar, por lo que sintió que lo correcto era cortar toda relación sentimental de una forma diferente. Abandonando sin tener que escupir demasiado veneno.

Nadie nunca le enseñó como superar una ruptura o un desengaño, pero aprendía rápido. Ya estaba dando sus primeros pasos y, a pesar de no poder dejar de pensar en Law, sentía que tenía el viento a favor para una nueva travesía en aquellos desconocidos mares.

No quiso cambiarse o ir a su cama. Agarró una de las botellas y se sentó a los pies de sus queridos árboles. El suave oleaje en contra del barco hacía del Sunny como una gran cuna. El manto de la noche era algo frío, como de costumbre, pero no la molestaba. Además, las estrellas se mostraban como una gran compañía, dibujando constelaciones que conocía al dedillo, queriendo trazar un nuevo rumbo.