Avisos: corazones rotos.
Prompt: un "día blanco" sin amor. ¿Cómo se supera un rechazo de San Valentín?
Buscó las palabras más hirientes. Quiso aparentar una actitud de hielo, impasible. Dejó que su mirada confirmara la tormenta que tenía en su interior y lo escupió todo de golpe. Vio como se quebraba y se caía ante él en lo que debía ser una eternidad. A cada paso que daba lejos, se agrandaba el abismo que él mismo había creado con su rechazo. Aquella ruptura se firmaban con lágrimas vivas y sollozos de gata.
Entonces, ¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué se sentía tan miserable?
Suspiró, resignado de saber que todo había terminado. Ya no habrían segundas partes o pensamientos que lo alejaran de su objetivo. La necesitaba lejos y, así de simple y directo, lo había logrado. La había roto minuciosamente cada fibra de la navegante de los sombrero de paja para cerciorarse de que no volviera a caer en sus brazos. Ya no iban repetirse largas noches de desmedida pasión, abrazos y buenos besos con sabor a mandarina. No habían más distracciones a sus nuevas metas, encuentros con el enemigo...
Una vez más, cerraba un buen capitulo de su vida completamente solo.
Mientras regresaba a su submarino, se preguntó porque existían los cuentos de hadas. Era una reflexión bastante tonta, en la que no dejaba de ver cómo hermosos príncipes se casaban y vivían comiendo perdices con bellas princesas en perfectos castillos. Siempre finales felices, nunca infelices viviendo nuevas tribulaciones de aquellos que ponían en jaque todas las creencias y la estabilidad de su fantasiosa relación. Todo era de cálidos colores, con un futuro más brillante futuro.
¿Por qué en la vida real se rompían de esa forma tan espantosa?
¿Por qué no podía tener uno?
¿Por qué tenía que sentir de esa forma tan intensa aquella tormenta de emociones?
Para rematar, cuando llego al Polar, simplemente ignoró a su tripulación (quienes se mostraban temblorosos ante su extraña llegada) y se encerró en el camarote. No quería ver a nadie, interactuar o lo que fuera. Ellos ya sabían que camino debían iniciar. Por fin había borrado todo rastro de ella y solo quedaban los más vividos recuerdos de su cabeza. Se relajó sobre su cama, miró al techo e intentó descansar mientras como notaba que zarpaban a un nuevo y lejano destino.
De pronto, notó unas extrañas gotas en su rostro. Tenía goteras en su habitación. Debía decirles que arreglaran de forma urgente ese techo. Se sentía molesto notar tantas gotas sobre sus mejillas, no cesaban y estaban tiñendo sus mejillas de un salado desagradable. Además estaba temblando, seguramente del frío que se estaba filtrando. De ese frío y humedad, notaba como sus latidos eran más lentos y pesados, por lo que debía darse prisa en arreglar esos errores antes de que le diera una gripe o un fallo.
Abrió la puerta y se encontró con Sachi, Penguin, Bepo e Ikkaku. Los cuatro al principio estaban nerviosos de que les hubiera encontrado de esa mala forma, pero por otro lado vio como les transformaba la cara una vez lo veían. Una pálida y horrorosa expresión de sorpresa.
"Hay goteras en mi camarote" dijo en un tono de voz que para nada le pertenecía, un hilo casi audible y muy agudo, como si se pudiera quebrar.
Se hizo un silencio en el que casi se marchaba, pero Penguin lo paró al tiempo que Bepo se acercaba a abrazarlo. Law no terminaba de entender por qué. ¿Tanto lo estaba afectado el cambio de temperatura?
"No, capitán" dijo de pronto su subordinado más leal "esta llorando"
Law se sorprendió por aquella respuesta. Él no era una persona muy emocional y no tenía motivos de peso para tener tal respuesta anatómica tan profunda, como si tuviera que expresar un dolor que no sentía. Sin embargo, le daba un sentido real a las extrañas pulsaciones y opresión en el pecho. Faltaba aire. Quizás un buen analgésico lo ayudaba con ese dolos más abajo, en la zona del estómago. Algo se retorcía y lo estaba matando por dentro. Se dejó abrazar por el mink, notando que por lo menos, algo de ese extraño dolor, se evaporaba.
"¿Nami ha roto vuestra extraña relación, capitán?" preguntó de pronto Bepo, revelando que todos ya sabían de sus encuentros nocturnos con la navegante de los sombrero de paja.
"No… fui yo" respondió de la forma más seca y honesta, sin comprender porque seguía con ese tono de voz tan roto
Con aquella afirmación, notó más gotas. Aún le costaba asimilar que eran lágrimas y que su propio cuerpo lo traicionará en tal momento. De forma instintiva, su mano se había acercado a tocar. Sus yemas notaron las gruesas lágrimas. Era todo tan real, el temblor, el agua… su cuerpo no engañaba, estaba más afectado de lo que su mente le repetía constantemente. Se repitió todo como un mal mantra. Debía verse firme, convencido de que sus sueños solo se cumplirían si estaba 100% centrado. No cabía en su mente dedicarle tiempo y esfuerzo a una relación con la navegante.
Ella no era nadie. No era una persona valiente, leal, trabajadora, útil para sus grandes propósitos y, en todo caso, solo servía para la cama. Aunque no podía negar un agradecimiento por sus labores como profesora de Bepo, su amabilidad, la forma en la que ayudaba con gracia y salero en áreas que aun su tripulación debía aprender, sus mimos, las caricias, los besos más allá del mismo acto, las palabras de aliento y aquella alegría que se filtraba como un rayo de sol en su amargada noche.
Si lo pensaba bien, ella era Abril. Podía ser tanto un día de sol como un día de lluvia, florecía todo con su sonrisa y cualquiera se inundaba de mil y un sentimientos por ella. Desbordado, a veces se encontró buscando las horas hasta encontrarla y calmar esa tormenta de primavera que ella provoca a base de infinitos besos y caricias. Su voz era una hermosa sinfonía que se perdía a cada canto. A la vez, era pura pasión que lograba incendiar cualquier habitación en la que estuvieran. Ese fuego era salvaje y le encantaba quemarse cada noche con ella.
¿Por qué no podía sacar una conclusión de esa dualidad tan particular? ¿Es una forma de entender que no había reflexiones finales con Nami?
"Capitán, ha cometido un error" le señaló Sachi al tenderle un pañuelo.
Incluso su tripulación le estaba señalando idiota que era.
Solo faltaba él que se diera cuenta de sus fuertes sentimientos por la navegante rival. Y con ese temblor y ese lloro, estaba comprendiendo su fatal error. La quería. La amaba. La deseaba. La necesitaba. Le quería entregar su frágil y desconfiado corazón. Y con tal de no admitir lo que consideraba su propia debilidad, la había apartado de la peor forma. Le había destrozado el corazón con las palabras más hirientes, la había despreciado de la forma más vil y había finalizado lo que consideraba como su única verdadera relación.
"Quizás sea mejor así" soltó de pronto la única mujer del grupo "usted no está seguro de lo que siente y ella no se merece que jueguen con sus sentimientos"
Aquellas palabras hirieron el orgullo de Trafalgar. Lo hacían ver como una persona insegura, realmente estúpida e incapaz de analizase a sí mismo. Había demostrado con el ejercicio de cinismo peor ejecutado y dejó que sus propios traumas, miedos e inquietudes dieran un juicio que hería a ambos. Había sido inmaduro y, sobre todas las cosas, irreal. Porque, hasta ese momento, se negaba a admitir que era completamente feliz a su lado y solo seguiría siéndolo si ella se quedaba para siempre.
Que simplemente sus nuevos propósitos habían mutado a no estar solo en esa nueva búsqueda y que podía lograrlo todo a su lado.
Enfadado consigo mismo, exigió que navegarán en la misma dirección de los Strawhats. Debía enmendar su error. Ser honesto, abrirse en canal y darle su sangriento y latiente corazón. Sabía que tardarían y, que cada maldito segundo, agrandaba más la distancia que había formado con sus palabras, pero necesitaba intentarlo.
Solo, en aquel maldito club, vio como aquella bella sirena besaba a ese maldito espadachín. Notó como sus palabras satíricas no eran más que el reflejo de su propio dolor, de saber que su necedad había provocado que cayera en brazos de otro hombre. Intentó jugar la carta de la honestidad, la de humillarse, pero con aquella fina gracia, ella respondió de la forma más real y cruel. Igual que él, había quemado los puentes que los unía y se alejaba.
Era el mayor de los idiotas.
Simplemente no lo aceptaba.
No era egoísmo o que no terminara de aceptar todo lo que estaba ocurriendo entre ellos dos, era realmente puro amor.
Con ese concepto bien arraigado en su mente y corazón, decidió dar ese simple paso. Aun era esa hermosa noche blanca de 14 de marzo, en la que era tan fácil entrar en el Sunny. Ella estaba sola bajo sus amados árboles con una botella de alcohol, pues el resto de la tripulación estaría de fiesta. Se quejaría de su insistencia, pero le tendería su corazón.
"Law, por dios, aleja eso de mi" respondería asustada al ver el latiente órgano, rechazándolo
"Te pertenece" casi rogó él que lo aceptara
"Me rechazaste, te llore… y te olvide" insistió ella mientras usaba las manos para alejarlo "déjalo estar, Law"
"Me perteneces"
Esa frase encendió las alarmas. Intentó reaccionar, pero no fue suficiente. Fue un abrir y cerrar de ojos, ya no estaba en su casa y estaba en una habitación desconocida. Él estaba frente a ella, con un sonrojo nada propio y una sonrisa que le daba escalofríos. Trago seco, comprendiendo que, con una sencillez casi terrorífica, había privado su libertad y no tenía forma de escapar. Sus manos tampoco estaban, pues él las estaba acariciando y apretando, como un bien preciado contra sus mejillas, intentando imitar las caricias que le llegó a dar en las noches.
El giro que le había dado a su amor la hizo temblar. Pero Law sabía que lo podía arreglar. Que ella se quedaría a su lado.
"Tu no me amas…" quiso razonar ella sin éxito
"Claro que si… como tú me amas a mi"
