Disclaimer: Los personajes de Titanic no me pertenecen.

Usado para recuerdos o resaltar palabras o frases importantes.


CAPITULO 1

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DAWSON

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Sublime.

Era la palabra con la que Rose describía a la fachada de Broadway.

Nunca se le cruzó por la cabeza que terminaría en ese lugar, algunas veces llegó a pensar que sus días estaban contados al lado de ese hombre, sin posibilidad de escapar. Infinidad de veces se miraba en esa gran habitación, completamente sola y gritando con todas sus fuerzas, pero era en vano, ya que nadie la escuchaba.

Pero ahora, el destino le había dicho que tenía otros planes para ella, otros gratos y dolorosos planes.

[…] prométeme que vivirás […]

Una sonrisa melancólica acudió a ella al recordar esas dulces palabras. Aquellas palabras que quedarían grabadas por el resto de su vida. Aquellas palabras que la llenaban de tristeza, pero a su vez, no podía describir cuan feliz la hacían.

– ¿Señorita? – Rose salió de sus pensamientos al escuchar que la llamaban.

Cuando enfocó la mirada observó a un joven bien parecido, como de su edad, por su ropa deducía que era normal.

– ¿Sí? – respondió educadamente.

Aunque estaba comenzando de nuevo, las clases de etiqueta a la que fue sometida no desaparecían de la nada. El joven la miró con cierto grado de atracción, sin embargo, respondió enseguida para evitar malos entendidos.

– ¿Está aquí por la audición de Romero y Julieta? – preguntó con una sonrisa.

Rose lo miró ensimismada.

Romeo y Julieta.

Ella no se había percatado de que trataba la obra, simplemente al escuchar que harían audiciones, sus pies hicieron el trabajo. Que tonta, hubiera investigado antes.

Asintió sin decir nada.

El chico comenzó a reír. Rose frunció el ceño. – ¿Qué es tan gracioso? – pregunto mirándolo molesta.

– Disculpa. – El joven dejó de reír. – No era para ofenderte, simplemente me dio un poco de risa saber qué quieres actuar, pero no sabes de que actuar.

Al escuchar esto, Rose se sonrojó levemente. – Yo… –

– No te preocupes. – El chico la interrumpió de inmediato. – No sabes lo cotidiano de estas situaciones. La mayoría busca el pan donde puede.

Rose asintió sin saber realmente de lo que estaba hablando.

– Vamos. – Le indicó que lo siguiera. – Entremos y veremos si tienes madera para esto.

¿Madera?

– Sabes… – dijo al caminar – …eres un poco rara, pero me agradas. – Pronunció amablemente.

– Ah, ¿sí? – Rose no sabía que decir ante eso.

– Sí, te ves amable, aunque parece que eres de clase. – Rose levantó una ceja ante tal comentario. – No te ofendas. – Dijo el chico al ver su rostro. – No lo dije con desprecio, simple curiosidad.

Ahora era Rose que lo miraba con intensidad. – ¿Por qué? – preguntó sin quitarle la vista.

El joven se puso un poco nervioso. – E-Eh… ¿de dónde eres? – Cambió de tema.

– De Wisconsin – dijo Rose soltando una risita.

– ¿De verdad? – los ojos del chico casi se salen de sus cuencas.

– ¿Te cuesta mucho creerlo? – preguntó.

– Bueno, – se sonrojó un poco – no te ofendas, pero reitero que te ves con clase y no de Wisconsin.

– Te sorprendería saber la cantidad de cosas que hice, si te las contara. – Dijo con orgullo.

– Me encantaría escucharlas. – Comentó provocando una sensación en ella.

Observaba la estatua de la libertad, con tal atención, que si se moviera ella lo notaría enseguida o al menos, esa era la impresión que causaba en algunas personas que la observaban en cubierta, pero la realidad era todo lo contrario, ella estaba anonada. Simplemente fijó su vista en esa gran cosa y dejó que nada perturbara su descanso.

La llovizna la mojaba sin tregua, pero a ella no le importaba. Estaba bien así.

¿Podría darme su nombre, por favor? – preguntó el tripulante.

Dawson – dijo sin dudar. Rose Dawson. – Ella miró al tripulante luego de eso, anotaba atentamente su nombre en esa lista de sobrevivientes.

El hombre llevaba un paraguas, él si no quería contraer alguna pulmonía, todo lo contario a la chica de fuego.

El tripulante se marchó dejándola nuevamente sola. El barco atracó y comenzaron a descender poco a poco. Instalaron un refugio cerca del muelle donde recibieron atención médica y alimentos. Todos necesitaban descansar.

Consiguió ropa seca y unas mantas, lo único que ella quería era dormir, mañana ya decidiría a donde ir o que hacer.

Las ovaciones de pie no se hicieron esperar cuando el último acto culminó. Todos sus compañeros salían detrás del telón para agradecer al público por su asistencia. La obra había sido una sensación, un éxito total, tres semanas contando y no se veía el fin.

Rose tomó la mano de su compañero y juntos se inclinaron en agradecimiento, junto con todo el elenco. Ella era el nuevo talento que Broadway necesitaba.

– Hoy estuviste genial. – Le dijo una chica de producción.

– Todos lo estuvimos Jane. – Contestó Rose con una sonrisa.

– Siempre tan humilde, cuando aceptarás un cumplido. – Habló quedamente otro compañero, mientras pasaba a su lado. Rose sonrió en respuesta.

Siguió caminando tranquilamente hacia su compañero, deteniéndose brevemente para contestar educadamente los halagos de algunos compañeros de producción. Cuando Rose cerró la puerta y fue envuelta por un silencio total, suspiró pesadamente y se quitó el disfraz de Julieta. Estas últimas semanas recordaba porque odiaba los corsés.

Quedando en paños menores, Rose se miró al espejo. El tiempo había avanzado y aunque no se reflejará en ella, lo notaba a su alrededor. Habían pasado ya ocho años desde aquel día que trazó su destino.

Ocho largos años sin él y, aun así, lo sentía con ella a cada paso que daba.

– Ojalá estuvieras aquí. – Dijo quedamente al aire.

Su corazón se oprimió al recordarlo.

Jack.

Dio un respingó cuando alguien llamó a su puerta. – Voy – contestó enseguida. Se colocó su bata y abrió la puerta.

Miró con precaución al hombre frente a ella. Una vez reconocido, una enorme sonrisa se plasmó en el rostro de Rose. De pronto, la tristeza se había esfumado.

Llevaba días en aquel lugar. El refugio temporal se había convertido en su hogar, por el momento. No sabía qué hacer, mejor dicho, no quería hacer nada.

Se lo había prometido, pero ahora se veía más difícil que cualquier decisión. Conforme los días pasaban, observaba que el albergue provisional se iba quedando con menos personas. Todas ellas habían encontrado o estaban intentando salir adelante. Veían un futuro en sus vidas, veían un porvenir por el cual luchar, pero para ella, eso era imposible en estos momentos.

Aborrecía cada momento que abría los ojos. Detestaba el tener que respirar. Odiaba seguir con vida después de todo.

Meramente la idea de tener que seguir adelante sin él, le parecía irreal.

Estaba hecha un ovillo en uno de los tantos catres del albergue, observando a la nada. Así se quedaba en esa posición la mayor parte del día. No molestaba a nadie, por lo que los encargados no decían nada, pero para muchos de ellos, la chica presentaba claros síntomas de depresión postraumática.

No pasaba siempre, pero a cierta hora del día, gracias a que sus pensamientos lograban aplastarla, gruesas lágrimas descendían por sus pálidas mejillas. El llanto siempre era silencioso, por lo que nadie se daba cuenta de cuando sucedía.

Sus lágrimas sólo aumentaban cada que recordaba lo que perdió. Su cabello de oro, su sonrisa simpática, su espíritu aventurero, esos hermosos zafiros que la miraban con todo el amor posible permitido.

¿Y todo por qué? ¿Por sobrevivir? ¿Valía la pena el esfuerzo?

– ¿Tienes todo? – preguntó aquel hombre sosteniendo en su mano la maleta donde ella guardaba sus pertenencias.

– Me parece que sí. – Respondió, observando rápidamente cada rincón del camerino.

Ya se había cambiado y faltaba algún tiempo para el estreno de la próxima obra, por lo que… digamos que le habían dado unas pequeñas vacaciones. Así que no se tenía que olvidar de nada.

– Bien, vamos. – Sonrió y salió tomada de su fuerte brazo.

Él soltó una pequeña risa al verla comportarse de esa manera. – No sabía que pescar en hielo fuera de tus actividades favoritas. – Comentó mirando el camino interno del teatro, pero sin dejar de sonreír.

– Aún hay muchas cosas que no sabes de mí. – Respondió en tono atrevido.

– Sí. – Dijo perdido en algunos recuerdos. – Creo que aún me falta un largo camino por recorrer.

Rose soltó una risilla. No podía estar más de acuerdo, pero claro, no lo diría.

Cuando salieron del recinto, fueron recibidos de inmediato por miles de flashes que los cegaban sin descanso. Ambos alzaron las manos que estaban libres para colocarlas frente a sus rostros, tratando de impedir el paso de la luz; aunque la tarea era difícil, porque al parecer estaban rodeados.

– ¿Cómo se siente después del éxito de hoy? – Se escuchó preguntar entre la multitud.

– ¿Aparecerá en la próxima obra? – Preguntó otro antes de alzar una cámara y emitir un cegador flash.

– ¡Rose! ¡Una foto, por favor!

– ¡Rose, por aquí!

Estas y muchas más exclamaciones bombardeaban a la chica. De su acompañante no tenían interés alguno, hasta el momento.

– Por favor, las entrevistas acabaron. – Apareció uno de los representantes del grupo.

Empujó delicadamente a la chica de la espalda y comenzó a guiarla entre la bola de periodistas que querían una exclusiva con la nueva sensación de Broadway. El hombre se habría camino entre los carroñeros, fue difícil, pero llegaron a la cera.

Rose se sorprendió de ver ya un coche ahí. Miró al representante, él ya tenía todo preparado. Iba a agradecerle, cuando un ligero sonar llegó hasta su oído. Confundida por lo que creyó haber escuchado, giró rápidamente y con la mirada comenzó a buscar el origen, por encima de la bola de periodistas que la rodeaban. Pero en los pocos segundos que hizo eso, no volvió a escuchar nada, ni vio a nadie.

– Rápido Rose o, ¿quieres quedar atrapada aquí todo el día? – Le preguntó el representante al ver lo distraída que se encontraba.

Pero él lo había preguntado un tanto fastidiado, pues lo estaban empujando deliberadamente y sin consideración alguna, que ya se estaba cansando.

– Lo siento. – Se disculpó y enseguida subió al auto.

Un segundo después, el hombre que amablemente le cargaba la maleta entró, se acomodaron y él pudo cerrar la puerta. Golpeó un poco el metal del auto, dando la señal de retirada. El auto se puso en marcha inmediatamente. Rose le agradeció con la mirada y creyó leer en los labios del representante un "es mi trabajo". Eso le provocó algo de risa.

Sin darse por vencidos, los periodistas trataban de seguir el paso del automóvil, lo cual, a la larga resultó imposible.

Mientras se alejaban y aun pasando por la enorme entrada principal del teatro. Rose trató de observar todas las caras posibles que ahí se encontraban. No podía sacarse ese cosquilleo en la nuca que se había instalado cuando escuchó ese sonido. Pero por más atenta que quería estar, el tiempo no fue suficiente para ver detenidamente los rostros de los que formaron parte del público esa tarde.

– ¿Ocurre algo? – Preguntó su acompañante, tomando su mano. Desde antes de subir al auto, la había notado extraña.

Rose le regaló una sonrisa camuflada. – No es nada. – Dio un ligero apretón a la mano que la sostenía y se giró para mirar por la ventana.

No quería comentarle nada a él, porque muy dentro de ella, temía que no le creyera y en estos momentos de su vida, ya no estaba para perder a nadie.

Miró atentamente el folleto entre sus manos. TRABAJA CON NOSOTROS, se leía claramente. Ya que era el encabezado y estaba escrito en letras gigantes.

Rose lo observó un par de segundos más y después, alzó la mirada para observar a la chica que se lo había entregado.

Es para trabajar de mesera… – comenzó a relatar la joven mientras tomaba asiento a lado de la pelirroja – …sé que es poco, pero es algo. Algo por lo que empezar. – Esas palabras la habían sorprendido internamente. – Escucha… – prosiguió cuando percibió que tal vez, sus palabras la habían molestado de alguna forma – … no sé por lo que estás pasando. Seguramente debió de ser horrible, pero estás viva… – le recordó. Y algo en su tono le dijo a Rose que aquella chica sabía perfectamente por lo que estaba pasando. – … así que, tienes que vivir por aquellos que no lo lograron.

Y ese fue todo el impulso que ella necesitaba. Rose abrió desmesuradamente los ojos al escuchar semejantes palabras. Recordó que alguien, no hace mucho, le dijo lo mismo. En ese momento, ella sintió que le había fallado y su corazón se opacó de tristeza.

Miró nuevamente el folleto. Tal vez no era mala idea.

¡Oye! – Le gritaron a la chica, pero ambas voltearon. Otro joven que se encargaba del albergue le hacía señas. Seguramente para que volviera al trabajo y ayudara con lo que sea que necesitaban en ese momento.

¡Ya voy! – gritó alto, para que la escucharan, pues el muchacho se veía un poco lejos de donde se encontraban. – Piénsalo. – Miró a Rose dulcemente y se marchó de su lado.

La pelirroja la observó marchar. No emitió respuesta alguna, simplemente sus ojos volvieron al folleto que tenía en la mano.

Trabajo.

Nadie lo sabía, pero sería el primer trabajo que realizaría en su vida. Sin pensar de más, una leve chispa se encendió en su interior y una tierna sonrisa apareció en su agotado rostro.

No lo olvidaré.

Rose no paraba de reír, simplemente lo que veía lo ameritaba. Su acompañante la mirada de forma ceñuda, pero eso no le duraba mucho tiempo, pues esa mirada era reemplazada rápidamente por una de susto al tambalearse para no caer de lleno contra el duro hielo.

Sí. Él no sabía patinar tan bien como le había dicho ella.

Rose se deslizó tranquilamente queriendo ayudarlo, pero él la detuvo al segundo. No necesitaba su alardeo acerca de eso. Rose se detuvo y observó el maravilloso espectáculo del que era protagonista.

– Hombres y sus egos. – Comentó mirando el aleteo que hacía con los brazos al tratar de mantener el equilibrio.

– No es el ego. – comentó, primeramente, pero al observar el rostro de la dama, cambió su comentario. – Bueno sí. Ya puedes ayudarme o te quedaras ahí mirando. – Reprochó al ver que no hacía nada.

Rose suspiró entre cansadamente y divertidamente. – Lo estoy pensado. – Le comentó cuando escuchó que, de alguna forma, eso era su culpa.

– Perdona, por favor… – con cada palabra que él pronunciaba, su equilibrio parecía empeorar – …ayúdame, por favor. – Terminó suplicando sabiendo que ya no resistía más.

Sintiendo lástima por aquel hombre, fue en su auxilio. Al llegar a él, rápidamente lo sostuvo de su cintura y colocó su pie cerca del suyo, para ayudarlo con un poco de estabilidad. – Tranquilo. – Le dijo calmadamente. – Sostén la respiración e intenta mantener los pies no tan separados. – Él siguió sus instrucciones. – Eso es, ahora la espalda recta. – Lo hizo.

– Increíble. – Dijo al ver que ya tambaleaba como bambi recién nacido. – ¿Dónde aprendiste a patinar? – Preguntó con autentica alegría.

En Londres nieva mucho, pensó. Claramente eso no iba a responder.

– En donde vivía, nevaba mucho. – Comentó evitando su mirada.

– ¡Wow! Ya veo porque te gusta mucho pescar en hielo. – Mencionó mirando todos los peces que habían atrapado.

¡Claro que sé lo que es pescar en hielo! Esa frase llegó a su mente y una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Rose sabía el significado que esto tenía para ella.

– Sí… – Comentó alegremente – …me gusta mucho. – Mintió, era la primera vez que lo hacía.

El otro sujeto le sonrió de igual manera. – Bueno, divirtámonos un poco más. – Pronunció y arremetió contra Rose.

Entre regodeos, la tarde pasó en un parpadeo. Para cuando anocheció, ambos se encontraban en una cabaña que él había rentado para ese propósito, descansar unos días del bullicio de la ciudad y de sus vidas.

El fuego estaba controlado, la comida yacía descargada en un rincón del lugar. Ellos se habían cambiado por algo más cómodo. Solamente sus respiraciones y el ruido de las llamas interrumpían la tranquilidad del lugar.

Ambos se miraban fijamente, sentados a pocos metros del calor de la chimenea. Sus alientos se mezclaban, cierta tensión se sentía y ninguno podía hacer nada. En un segundo, él la tomó del rostro y se acercó tan lento, que Rose pensó que le daría un ataque por la espera. Finalmente, sus labios se unieron en un apasionado beso.

Un beso, que ella había esperado hace mucho.

Sus bocas se fundían en una sola. Él la tomó de la cintura en un intento por acercarla a él. Rose respondió colocando una mano sobre su pecho. De pronto, él se alejó, respirando agitadamente. Rose lo miró tratando de entender porque se apartaba, la respuesta llegó segundos después.

– Rose, si hacemos esto… yo no podré parar. – Ella podía observar que una grande pasión se desataba en esos hermosos color miel.

Sonrió. – No quiero que lo hagas. – Y así, ambos jóvenes se entregaron guiados por un sentimiento en común.

Sus manos jugaban ansiosamente con su delantal. No se enfocó en eso, sino que su atención estaba puesta en su compañera, quien leía el pequeño anuncio que Rose le había dado segundos antes. Cuando terminó de leer, miró a Rose de forma seria.

¿Y? ¿Crees que sea… buena idea? – preguntó con los nervios de punta.

Un día, Rose le había comentado distraídamente a su compañera de trabajo, –trabajaban en un restaurante– que la actuación le llamaba la atención, por supuesto, no pretendía servir mesas toda su vida. Entonces, esa chica le comentó que estaban haciendo audiciones para una obra en un teatro cercano, que podía probar suerte ahí.

Rose se rio en respuesta al escuchar las palabras de su compañera, pero esas palabras no la abandonaron en ningún momento ese día. Ni cuando llegó a casa y comenzó a realizar sus labores, ni al día siguiente ni al siguiente.

La idea, no, la posibilidad la carcomía por dentro.

Entonces, decidió que era suficiente, iba a realizar esa prueba, ya era el momento de dibujar nuevos horizontes. Lo había prometido.

Ese día, en su tiempo libre, fue y realizó la prueba. La sorpresa había llegado días después con una notificación. La habían aceptado para el papel por el que había adicionado, solamente que requería de la mayoría de su tiempo, por ende, tenía que decirle adiós al restaurante.

¿¡Eres idiota!? – exclamó su compañera. Rose la miró desconcertada por el insulto. – ¡No tendrías por qué preguntarme, en tu lugar yo hubiera renunciado esta mañana! – Terminó de gritar. – Deja de perder el tiempo aquí conmigo y vete, chica. Tu sueño te espera. – Al concluir sus palabras, su compañera se limpió unas ligeras lágrimas.

Rose, enternecida por ese acto, la abrazó y le agradeció quedamente.

Al día siguiente se presentó directamente, pues ya había arreglado su renuncia y todo lo que conllevaba. Estaba lista para este nuevo reto y tal vez, en un futuro, para uno más grande.

Su mirada recorría cada centímetro de la fachada, quería grabar en su memoria cada pedazo de esa delantera, pues, aunque aún podía visitarla de vez en cuando, ya no sería lo mismo.

Sonrió inconscientemente cuando todos esos maravillosos recuerdos acumulados a lo largo de esos años sacudieron su cabeza como un bombardeo.

Fue una hermosa época.

Pero, así como todo tiene un inicio, tiene un final. Pero este final sólo marcaba el inicio de una nueva aventura. Así lo presentía y sabía que lo lograría, pues hace mucho tiempo lo juró.

[…] debes prometerme que sobrevivirás, que no te rendirás, no importa lo que pase, promételo […]

Cerró los ojos al sentir el cálido aire de primavera en su rostro, al tiempo que esas palabras se colaban en su cabeza. Sintió las lágrimas escocer sus ojos, soltó una risilla al sentir esto, pues para ella, esto sólo era otra prueba más de que estaba con vida.

Gracias.

Dejó que aquel repentino viento se llevara esas palabras, confiaba en que le llegarían donde quiera que se encontrara. Porque gracias a él tuvo una oportunidad de seguir adelante. Porque gracias a él estaba viviendo todo aquello que en algun momento pensó que compartiría a su lado.

– ¿Rose? – Dio media vuelta al escuchar su ronca voz. Era su esposo quien la miraba con dulzura. Se encontraba en el inicio de la escalinata del teatro, tenía la mano extendía hacia ella y Rose sabía que siempre estaría ahí para ella.

Sonrió como nunca y tras un último vistazo al gigantesco teatro de Brodway, avanzó.

Avanzó hasta su esposo, que tomó su mano delicadamente y depositando un gentil beso lleno de afecto, abrió la puerta para que ingresara. Rose respondió con una mirada llena de cariño. Subió al auto sin chistar. Su esposo igual. Y cuando revisaron que todo estuviera en orden, el auto se puso en marcha.

Por la ventana, la pelirroja sólo podía ver todas sus memorias reflejadas en ese lugar. No veía una entrada vacía, sino que percibía cientos de días vividos al lado de extraordinarias personas. Parecía que aun recordaba el día que llegó a ese lugar, como si hubiera sido ayer.

Recordó cuantas obras tuvo que hacer hasta que llegó la indicada para hacerla de algo de fama. Tantas personas que se presentaron solamente para observar su espectacular actuar. Tantos amigos que logró hacer en ese tiempo.

Y ahora, solamente recuerdos quedan, pero no estaba triste, pues la vida se trata de etapas y ella, estaba lista para la que se avecinaba.

Con su pose final, las luces se apagaron y el telón se cerró. Las ovaciones saltaron al segundo que esto ocurrió. Todo el público estaba de pie, alabando tremenda actuación.

Las luces se encendieron y se enfocaron en el escenario. El telón se corrió y aparecieron cada uno de los actores que dieron vida a tan hermosa obra, por supuesto Rose y el chico protagonista se encontraban en el centro. Inclinándose de vez en cuando como signo de profundo agradecimiento por tan cálida aceptación.

Rose sentía que las emociones se iban a escapar de su pecho en cualquier momento. Un reflejo de ello, eran las lágrimas que amenazaban con desbordarse en cualquier momento, pero soportó. Aunque fuera de felicidad, no quería llorar en ese momento.

De pronto, entre tanto bullicio, Rose sintió algo extraño. Lentamente su rostro se transformó en uno de confusión. Sentía que un sentimiento de desesperación nacía brevemente en su pecho. Dejó de prestar atención a las ovaciones que se escuchaban, su mirada sólo estaba concentrada en encontrar la causa de su desgracia, pero, por más que buscó entre los centenares de personas que se encontraban esa noche ocupando los asientos del recinto, no logró encontrar nada.

Con cada persona que miraba, el sentimiento seguía permaneciendo igual, no había cambio. No aumentaba ni disminuía, simplemente se mantenía constante. Ninguna de ellas le provocaba ese algo que repercutía en ella. Después de estar varios minutos buscando, se rindió. Para ese momento, el sentimiento ya se había apagado, ya no tenía caso seguir investigando algo ilógico.

Respiró tranquilizadoramente y continuo con los agradecimientos finales. El telón se cerró, las personas comenzaron a desalojar la zona y ellos, tras bambalinas, pasaron a felicitarse mutuamente. El director nunca creyó que ese día hubiera tal audiencia, pero estaba profundamente satisfecho por eso. Abrazó a Rose fuertemente, pues tenía la ligera sospecha de que ella tenía mucho que ver en eso.

– ¿Cómo? – preguntó Rose, desconcertada por la pregunta de su hija.

La chica la miraba atentamente, esperando la respuesta de su sabia madre. Le había preguntando segundos antes si una chica podría amar a dos personas por igual y al mismo tiempo.

Rose miraba a su hija como si de una total locura le hubiera comentando, pero pasados unos segundos, sonrió reconfortantemente, comprendiendo la situación. Dejó lo que estaba haciendo y tomó asiento frente a ella. Ambas se encontraban en la cocina.

– Escucha… – su hija se inclinó un poco en su dirección – …algún día llegara alguien a tu vida. Llegará una persona que te haga cuestionar todo tu mundo y vendrá en el momento en que menos lo esperes, créeme.

– Pero no me has contestado madre… – replicó su hija, molesta de su evasión – … ¿es posible querer a dos personas al mismo tiempo?

– ¿Eso es lo que sientes en este momento? – preguntó Rose, incomodando a su hija. – ¿Sientes que amas a dos personas ahora?

La chica giró su cara aparentemente molesta, pero Rose sabía que era porque estaba avergonzada y no quería que la viera sonrojada. – Es sólo que… – habló quedamente la joven – … hoy se me confesó un chico… – volteó el rostro, revelándole a Rose que unas cristalinas lágrimas rodaban por sus coloradas mejillas. Rose alargó la mano, retirándolas delicadamente – …pero… – continuo de manera dudativa.

– ¿Sí?

– …pero, él es un buen chico, estoy segura… – se apresuró a aclarar – …me cae bien, me hace ser mejor en muchos ámbitos, pero al finalizar las clases también se me declaró otro chico. – Finalizó de forma avergonzada.

– ¿Y tú quieres al último chico? – preguntó con calma

– ¡No! Bueno… ¡sí! – contestó enseguida – O bueno, ¡no sé! Estoy muy confundida… – ocultó su rostro entre sus manos y el llanto comenzó.

– ¡Oh, cariño! – Rose la atrajo hacia ella, envolviéndola entre sus brazos. Le acariciaba la espalda de manera reconfortante. – Escucha… – la apartó un poco de ella para observarla bien – … en la vida habrá muchas personas que te harán sentir de esa manera y está bien. Si creo que se pueda amar a más de una persona al mismo tiempo, pero al final del camino, sólo quedará la persona indicada para ti, … – Rose colocó su dedo índice en el pecho de su hija – … es la que preservara hasta el fin. Pero no debes de sentirte triste cuando la misma vida te aparte de uno de ellos, pues en muchas ocasiones, una de ellas sólo marca el inicio de algo más en nuestra vida, mientras que la otra, nos acompaña por todo el recorrido. Hija, lo que quiero decir es que al final, tú sabrás… – Rose colocó su palama en el pecho de la joven – …quien es tu inicio y quien es tu camino. Así que ahora, no llores más y deja que las cosas tomen su lugar, muy pronto entenderás.

Su hija tardó varios segundos en asimilar las palabras de su madre antes de asentir con la cabeza.

– Ven aquí. – Madre e hija se fundieron en otro abrazo asfixiante.

––

El corazón de una mujer es un profundo mar de secretos.

––

Rose se quedó viendo por unos segundos al joven que le trajo el recado. – ¿Quién? – preguntó de manera desconcertante, dándose vuelta sobre su asiento para verlo fijamente y no a través del espejo.

La función había terminado, por lo que, como era costumbre, se refugió en su camerino para alistarse y volver a su hogar. Pero ese día había sido diferente. Aquel joven que trabajaba en producción llegó agitado a su camerino, solicitando entrar y una vez hecho, le comunicó que un hombre la estaba esperando a las afueras del recinto para invitarla a salir.

La espontaneidad y la soltura con la que pronunció esas palabras la habían dejado sorprendida, pero más le había extrañado que un desconocido le pidiera eso.

Por unos segundos, a su mente vino el rostro de Hockley, se llenó de miedo y se levantó de forma brusca, asustando momentáneamente al joven, que retrocedió un poco al verla acercarse de forma agitada.

¿Quién era? ¿Cómo se veía? ¿Te dijo algo más? – preguntó tan arrebatadamente, que el chico se quedó atónito, para desesperación de Rose. – ¡Por Dios, habla! – solicitó sacudiéndolo un poco.

N-No se-e… Él no me dijo nada más… – Como pudo, el chico respondió.

Rose al ver lo que había provocado, se disculpó y mandó a decirle que lo esperara. El chico asintió sin más y salió despavoridamente de su camerino. Rose suspiró y se llevó la mano a la cabeza. Genial, ahora le parecía una loca.

Se quedó unos momentos, pensando frenéticamente en un escape, una salida, una excusa, ¡lo que sea! con tal de librarse de ese maldito. Pero a la mente de Rose no llegó nada. Gruñó molesta al verse tan estúpida en esa situación.

No quería volver a su pasado, no lo soportaría. Estaba construyendo su vida desde cero y así le gustaba, no quería volver a donde fue tan infeliz.

Tranquila Rose. – Se dijo y respiró, llenando sus pulmones de aire para enfrentar lo que se avecinaba. – No es la primera vez… – alzó su rostro para admirarse a través del resplandeciente espejo – … y no será la última. – Alzó la barbilla en un claro ejemplo de darse confianza. – Tú puedes. – Dicho esto, se arregló más rápido de lo común.

Una vez lista, se dio un último vistazo al espejo, satisfecha con el resultado, dio media vuelta y marchó rumbo a su destino. Iba decidida a patearle el trasero, sea cual sea la treta que le propusiera, se aseguraría de enterrarlo para siempre.

Las personas que la observaban caminar de una manera tan orgullosa, se mantenían calladas o se apartaban de su camino. Parecía bastante molesta, así que mejor no molestar.

Llegó hasta la entrada del teatro, observando entre los restos de la multitud que aun permanecían ahí, en busca de un autógrafo de algunos actores o simplemente charlando con conocidos acerca de la obra. Si alguien la quería, ¡bien! ya la tenía.

Por el rabillo del ojo, vio movimiento a su izquierda, así que se giró de inmediato, enfrentándolo. Pensó que su rostro reflejaba angustia o temor o algo así, porque tan pronto como se giró, un joven le dijo que se calmara, que no le iba a hacer nada. En ese momento, Rose se dio cuenta de que su respiración era bastante sonora, producto de su nerviosismo.

Se calmó y sacó aun más el pecho para seguir con el juego de su tenacidad.

Todo eso se casi por la borda cuando observó al hombre frente a ella. Era buen mozo, parecía de su edad y le dedicaba una atractiva sonrisa. Por un momento quiso olvidarse de Hockley, pero no bajó la guardia. Podría tratarse de alguien pagado por él para obligarla a hacerlo algo o arrastrarla a algun lugar lejano donde no pudiera gritar. No olvidaba que, para él, ella sólo era una ramera con apellido.

¿Sí? – preguntó a la defensiva.

El sujeto soltó una ligera risa y se sintió como una reconfortante melodía para los oídos de Rose. – No tenga miedo señorita. – Rose alzó una ceja. – Me he atrevido a molestarla, porque he decidido llevarla a cenar.

Ah, ¿sí? – Rose se cruzó de brazos, se estaba divirtiendo con la situación. – Señor, no he aceptado nada de usted. – Pronunció bastante segura.

Pero lo hará. – Replicó, también compitiendo en tema de seguridad.

¿Por qué cree eso? No lo conozco y usted no me conoce. No presuma de lo que haré. – Al decir esto, la mente de Rose viajó hasta ese momento. Se sorprendió, pero rezaba porque ese hombre no lo haya notado.

El caballero amplió su pintoresca sonrisa. Se quitó el sombrero, inclinándose para tomar su delicada mano y besarla cordialmente. – Qué mejor oportunidad para conocernos mejor, ¿no lo cree? – Dijo mirándola desde su posición.

Cuando ese hombre depositó un beso en su mano, sintió un ligero cosquilleo en su interior. Algo sentía… algo le decía que…

Está bien. – Apartó rápidamente su mano de la de él.

¡Perfecto! – El hombre claramente feliz por su aceptación, se enderezó completamente. – Pasaré por ti mañana a eso de las 6 pm, ¿te parece? – Su sonrisa no dejaba de bailar en su rostro.

Ni siquiera sabes donde vivo. – Replicó ella. Inconscientemente, acariciaba el lugar donde él había dado un beso.

No me conoce señorita, no presuma de lo que sé y de lo que no. – Respondió, para diversión de Rose.

De acuerdo.

¡Bien! ¡Fue un placer conocerte! – gritó mientras descendía por la escalinata.

¡Pero…! – Replicó ella, bajando dos escalones, deteniéndose abruptamente cuando se dio cuenta que no lo alcanzaría, aunque corriera. Ese hombre ya se encontraba casi en la base de la misma. – ¡No sé tu nombre! – Gritó, importándole poco si las demás personas la miraban extraño.

Ese hombre se giró, pero no detuvo su andar. Caminaba en reversa. Se colocó de nuevo el sombrero. – ¡Calver! – Gritó también fuertemente para que escuchara sus palabras. – ¡Anthony Calver! – Su rostro estaba extasiado al gritar esto.

Se subió a un carruaje en movimiento. Hizo una reverencia a Rose, despidiéndose silenciosamente, y se introdujo en el interior.

Rose observó todo desde su lugar. Por alguna razón, ese gesto provocó algo de rubor en sus pálidas mejillas. – Anthony Calver… – susurró.

Segundos después, ensanchó su sonrisa y colocó una mano sobre su corazón, el cual, latía desbocadamente. – No puedo esperar.

Observaba a sus nietos jugar con su padre en la orilla del lago. La vista que le otorgaba esa pequeña colina era invaluable. Podía observar desde los más altos árboles, quienes se mecían al compás de un viento otoñal, hasta aquel punto imaginario, en donde parecía que el agua era acariciada sutilmente por el atardecer,

También, gracias al punto estratégico de donde se encontraba, podía ver como sus otros nietos y sus padres preparaban una exquisita comida de picnic.

Sin pensarlo demasiado, una sonrisa se dibujó en su rostro. Una sonrisa que acentuaba los pliegues de su flácida carne, consecuencia de la edad. Aquel cabello dorado resplandeciente, que una vez fue la sensación de Brodway, fue cediendo en batalla para dar paso a uno canoso, que demostraba el transcurso del tiempo.

Aquellos ojos atrayentes como zafiros, fueron apagándose poco a poco y, para hacerles compañía, aparecieron unas ligeras líneas que los adornaban para darle un nuevo significado de atractivo, o por lo menos, así le decía Calver.

Su sonrisa vivaz se transformó en una nostálgica. Hace meses él había partido de este mundo, dejándola sola. Sola no, tenía al resto de su familia, eso le había dicho en los últimos momentos.

Saldrás de aquí, continuaras y vas a tener muchos hijos y vas a verlos crecer […]

Enfocó su cansada vista nuevamente en sus hijos, en las familias que ahora ellos habían formado. No podía estar más contenta, lo había logrado. Había vivido plenamente. Sonrió y levantó la mano, saludando a una de sus nietas, mientras caminaba hacia ella.

– Abuela, ¿cómo estás? – preguntó su nieta, hincándose a su lado. Tomo su mano, asegurándose de que su abuela no pasara frio, pues ya era algo mayor y no era conveniente que se resfriara.

– Estoy bien. – Respondió sabiendo porque hacía eso. – ¿La comida ya está lista? – preguntó para distraerla.

Su nieta asintió. – Sólo faltan detalles y podremos comer. – Su nieta la observó atentamente, parecía que analizaba su expresión o quería saber su sentir. O simplemente quería expresar algo, pero no se atrevía.

– ¿Tengo algo en la cara o qué? – preguntó, provocando una risilla en la joven. Su abuela siempre fue una mujer muy lista.

– Nada abuela, es sólo que… – pero su nieta guardó silencio en el último segundo.

Rose podía ver esos ojos llenos de suspicacia. Rose la tomó de la barbilla. – Adelante, ¿qué me quieres preguntar, hija? – Le inyectó confianza.

Su nieta respiró profundamente. – ¿Eres feliz abuela? – Se podría apreciar su vacilación al preguntar.

– ¿Qué si soy feliz? – Rose la soltó de la barbilla y se recargó completamente en su asiento, se enfocó en el infinito, mientras la respuesta se evocaba en su mente.

[…] promételo ya Rose y nunca olvides esa promesa […]

Su nieta observó que, en los marchitados zafiros, nacía una llama. La joven miró curiosa, siempre que su abuela se perdía en los recuerdos de juventud aparecía esa chispa. Nunca preguntó porque, pero le gustaba eso de ella. Esa pequeña flama la hacía parecer más invencible.

Siempre era su ejemplo a seguir y era una de las personas que más admiraba, porque conocía su secreto.

Jamás se lo comentó a nadie, ni siquiera se lo había mencionado a la misma abuela, pues creyó que era bastante personal y que, si la matriarca hubiera querido que se supiese, ya lo hubiera contado hace tanto; así que no le pareció correcto preguntarle al respecto. Así como su abuela, ella también guardaría eterno silencio.

La joven sabía que su abuela había sido -y sigue siendo- toda una guerrera y no solamente por sobrevivir al hundimiento del Titanic, sino por salir adelante sin tener más que aire en sus pulmones.

Desque aquella tarde en que hurgó entre los recuerdos del viejo baúl de su abuela y donde encontró cartas, diarios, recuerdos, recortes de periódicos de tan trágico evento, supo que tenía que atesorarla más de lo que hacía ya, porque no solamente había sobrevivido a aquel acontecimiento, sino que había avanzado sin su más grande amor.

La joven recordó como había llorado aquel día en que leyó esas páginas donde se plasmaba tan hermosos sentimientos. Desde ese momento, comprendió muchos aspectos de la vida de su abuela. La forma en que, en algunas ocasiones animaba a sus nietos a enfrentar nuevos retos. La manera en que ninguna dificultad la hacía vacilar o caer. Por más fuerte que era la tormenta, ella demostraba ser mil veces más afanosa que eso.

[…] Debes hacerme ese honor, debes prometerme que sobrevivirás, que no te rendirás, no importa lo que pase, no importa si no hay esperanzas […]

De pronto, la mirada de la abuela volvió en sí y la miró detenidamente. La chica guardó silencio, en espera de esas dichosas palabras. Su abuela le dedicó una sonrisa, pero no era cualquier sonrisa. Era una que demostraba que todo había valido la pena.

– Lo soy.

[…] nunca olvides esa promesa […]

– ¿Por qué abuela?

– Porque lo prometí. – Rose fijó su vista en el hermoso cielo azul. – En verdad lo soy. –

Nunca la olvidaré Jack.


Hola a todos.

Espero que hayan disfrutado de la lectura. Este fanfic se me ocurrió al ver por trillonesima vez la película. Aunque son sólo fragmentos de lo pudo ser la vida de nuestra querida Rose, quise darle cierto tinte evocando al recuerdo perpetuo de nuestro amorcito Jack.

Con esto no quiero decir que Rose sea una maldita por nunca olvidar a su primer amor y casarse con otro, sino que, quiero decir que Jack fue una persona que marcó su vida para siempre. Le mostró que el poder de decisión solamente radicaba en ella y no en los demás. Jack, como lo menciona la misma Rose al final de la película, la salvó en todas las formas posibles en que se puede salvar a alguien. Ese concepto traté de plasmar en este relato, espero que haya tenido éxito.

Ahora, para el momento en que ella decide seguir adelante, yo la teñí de rubio. No era porque me gustara, sino que de esa forma, desde mi parecer, podría pasar más inapercibida y así, llevar una vida tranquila como siempre quiso.

Inicialmente, sólo iba a contar la historia de Rose, pero mientras escribía este pequeño relato, decidí que también haría uno de Hockley y de Ruth. Hasta el momento, sólo me he decidido por ellos dos, pero si más adelante -sobre la marcha-, me llega alguna iluminación acerca de otros personajes, con gusto trabajaré en sus historias.

Como últimos comentarios, quiero decir que este cap iba a ser un one-shot pequeño, pero ya veo que escribir poco no se me da, así que, una disculpa por el extenso capítulo.

Acerca de mis otras historias, sigo trabajando en ellas, no desesperen, pronto habrá actualizaciones de casi todas.

Se aceptan comentarios/sugerencias/quejas/críticas, etc.

Ahora sí, nos vemos.

AS