El futuro

1


Bella

Con un suspiro cansado, me estiro en mi lugar y me palmeo los muslos antes de levantarme. Día de trabajo terminado.

La casa está hecha un desastre y yo sólo quiero dormir. Un ruidito a mis pies me hace mirar hacia abajo y le frunzo el ceño a Charlie, que está babeando su mordedora.

—No comas eso, Charlie—le digo—. Deja de ser un holgazán y ayúdame.

Él me da una sonrisa babosa, así que le sonrío de vuelta.

—Ven, lavemos ropa—camino hasta la orilla de la sala y me arrodillo frente a la maleta olvidada—. Mmm, demasiado trabajo.

—Mamá—él dice antes de que su pequeña cabeza me impida ver más. Si da otro paso, caerá y quedará enterrado en esa maleta radiactiva.

—Ten, toma esto—le paso unos calcetines y los toma diligentemente, todavía echándole ojeadas a la ropa—. Esto se está pudriendo. ¿Lo lavamos o lo tiramos?

Charlie me mira y asiente con su cabecita revuelta.

—Í.

Le entrecierro los ojos.

—Podría fingir que prefieres tirarlo, pero hasta yo tengo un límite.

Me levanto con un quejido, cargando una bola de ropa sucia entre mis brazos y camino por el pasillo. No necesito mirar atrás para saber que Charlie está siguiéndome. Siempre lo hace. Lo cual es genial. Llevo la ventaja.

No dejo que él eche la ropa sucia a la lavadora, pero si lo cargo en la cadera para que presione botones. A Charlie le gustan los botones. En especial los que hacen ruido. Así que la lavadora es su favorita.

Suelta una risita al terminar y aplaude.

—No puedo esperar a que crezcas y laves toda la ropa, Charlie—le digo, antes de besarle la cabeza—. Ven, vamos arriba a ver a papá.

—¡Papá! —él chilla contento y agita sus piernas, golpeándome la cadera en el proceso.

Hace una semana regresamos de nuestro viaje a Nueva York. Charlie es un gran bebé y aparte de quejarse en el despegue y en el aterrizaje, fue perfecto en cada momento de nuestro viaje.

Edward logró mostrarle las hojas en Central Park y ahora él sabe decir algunas palabras relacionadas a la naturaleza. O intenta decirlas, lo que es lo mismo.

Y, como es costumbre, Edward y yo nos desobligamos de las tareas alrededor de la casa, así que ahora se está cayendo a pedazos. Hay mugre y juguetes por todos lados. Aplazamos la limpieza lo más que pudimos (porque somos unos flojos) y ahora me arrepiento mucho de eso.

Esta noche Edward despertó enfermo.

Estaba cómodamente dormida cuando un maldito ruido me asustó y me hizo despertar rápidamente. Resultó que sólo era él muriéndose en el baño, vomitando en el inodoro y todo el asunto.

Los hombres enserio vomitan horriblemente.

Nunca antes había visto a Edward enfermo, excepto por gripe. Y es todo un paciente.

—Vete, Bella—gimió antes de arrojar más fluidos.

La luz del baño me deslumbró y me quedé ahí por un rato, sólo viéndolo vomitar.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Te duele algo? —le pregunté mientras le secaba el sudor de la frente con el dorso de mi mano. Estaba amarillento.

—No lo…—y él regresó al inodoro.

Nos mantuvimos despiertos por un rato, hasta que lo llevé a la cama y coloqué el bote de basura a su lado. Estaba frío y temblaba.

—¿Hace cuánto tiempo te sientes mal? ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—No me sentía mal—resolvió, acostándose con un quejido.

—Bueno, ¿puedo llamar a tu papá?

Ay no, por favor.

—¿Por qué no? Él puede ayudar—dije mientras enterraba la colcha en su cuello, asegurándome de que estuviera completamente cubierto.

—No, sólo me va a regañar.

Me reí entre dientes mientras reanudaba mi tarea de limpiarle el sudor de la cara.

—¿Le tienes miedo a tu papá? Tienes 27, no puedes tenerle miedo.

Edward sólo gimió y en contra de su voluntad llamé a Carlisle luego de que él vomitara por quinta vez.

Así que ahora está postrado en la cama, débil y enfermizo. Y quejumbroso. Demasiado.

—Hola, pa—dice Charlie cuando entramos a la habitación, pero Edward está dándonos la espalda y parece estar durmiendo.

Rodeo la cama y coloco a Charlie ahí mientras me inclino a dejar un beso en la sien de Edward.

—Papá—Charlie lo llama, jalándole los pantalones de pijama.

—Edward—lo llamo. Él frunce el ceño y lanza un ligero quejido.

—Pa—Charlie repite, gateando hasta estar más cerca, a la altura de su pecho.

—Oye, Ed, ¿te sientes mejor?

—Creo—masculla, apenas moviendo los labios. Estira su brazo y rodea a Charlie con él.

—Hora de tu medicina.

—No—dice.

—Si. Vamos, Edward, no te pongas difícil.

—No me quiero mover—continúa con los ojos cerrados—. Si me muevo, moriré.

—Pa—Charlie dice, triste, apoyándose contra Edward y tomando su playera en su pequeño puño.

Edward frota su espalda.

—Estoy lavando ropa—le digo mientras él traga las pastillas—. Buena idea enfermarte ahora.

Me da una mirada de disculpa.

—Lo siento. Déjalo así, podemos limpiar después.

—Lo haré lentamente. No es como si me urgiera—peino su cabello con mis dedos.

Edward vuelve a recostarse y suspira. Charlie permanece tirado sobre su espalda y ahora mira el techo. Su apoyo moral es bien apreciado.

—Llamó tu mamá—continúo—, dijo que le llamara si empeorabas.

—Me sorprende que no esté aquí ya.

—Es que ya eres un hombre adulto. Me ha cedido la estafeta—pico su hombro.

Edward bufa y se frota el rostro.

—Charlie tiene que comer—ante la mención de su nombre, él me mira rápidamente—. ¿Tienes hambre, Charlie? ¿Quieres comer?

—Comer—asiente.

—Andando entonces.

—Déjalo aquí—Edward dice—. Y prepara algo para ti, no te sientes mal, ¿verdad?

—Nah. Me siento bien—salgo de la cama y los miro desde arriba—. Sólo no te vayas a quedar dormido.

—No, veremos televisión.

No tengo mucha hambre, así que opto por un sándwich, ya que no huele y Edward no se asqueará mientras ceno en la habitación. Pico algo de fruta para Charlie y le sirvo un poco de yogur. Él sigue haciendo un desastre mientras come, pero dado que le haremos compañía a Edward, puedo alimentarlo, así no arruinará la cama. También le coloco un mini panqué que sobró de su desayuno en su plato favorito de ositos.

Charlie es muy inteligente. Al menos eso es lo que pienso y eso es lo que Edward piensa y eso es lo que Carlisle y su pediatra piensan. Es astuto y empático. Me gusta tenerlo alrededor, me gusta hablarle y a Edward le gusta enseñarle cosas.

Le compró un juego de tarjetas para enseñarle los números y colores.

Charlie ya puede contar hasta cinco. Y ya identifica algunos colores.

Paul y Seth lo enseñaron a decir "gordo," Rosalie siempre insiste en que diga su nombre, pero Charlie sólo la ignora. Ella no está muy contenta con eso. Y Emmett le enseñó a decir "perra."

Ese hijo de perra.

Para nuestra fortuna, él sólo lo ha dicho dos veces. Una después de la otra, pero sólo fue porque todos rieron y lo animaron. La segunda ocasión lo dijo mirando fijamente a Jessica.

Eso si fue gracioso.

Y verdadero.

¿Lo ven? Mi hijo es tan sabio.

Sonrío ante el recuerdo y coloco los platos en nuestra mesa portátil. Alcanzo una gelatina para Edward y trato de enfriar su té un poco. Será mejor que coma algo.

Carlisle dijo que tiene un bicho en el estómago y nosotros coincidimos. Puede que lo haya pescado en Nueva York, dado que la salubridad no es sinónimo de la Gran Manzana.

—Te traje una gelatina. Tu papá dijo que comieras algo.

—No quiero—refunfuña. Charlie está sentado ahora, jugando con sus calcetines—. Estoy malito.

Le ruedo los ojos y veo cómo Charlie se saborea al reconocer su fruta.

—Intenta comer la gelatina.

Edward juega con la bandita en el dorso de su mano (Carlisle le colocó una intravenosa en la madrugada) y me mira entre sus pestañas, su boca tiene un ligero puchero y realmente parece un niño triste y desamparado.

Le entrecierro los ojos.

—Esme no me lo advirtió.

Él medio sonríe y arranca la bandita.

—¿De qué sabor es? —pregunta, echándole una ojeada.

—Uva.

Su sonrisa crece.

—Bueno, esa si me gusta.

—Lo sé—se la paso y coloco a Charlie junto a mí. Él ya robó un trozo de fresa y lo está llevando a su boca.

No me salvaré de que él intente tocar todo, así que uso una toallita desinfectante para limpiar sus pequeñas manos. Charlie me observa atentamente mientras lo hago y el toquecito en la nariz que le doy al terminar es respondido con una sonrisa.

Edward es demasiado flojo, así que lleva cucharadas de gelatina de uva a su boca mientras sigue acostado. Subo el volumen de la televisión y Charlie se acurruca a mi lado, con los ojos puestos en Tierra de Osos.

—No me gusta esa película—murmuro.

—Todos aman Tierra de Osos—dice Edward.

—Ni siquiera he terminado de verla. Soy demasiado cobarde.

Él medio ríe y suspira, haciendo una mueca.

—¿Qué? ¿Qué está mal?

—Todo—gime. Charlie gime también, mirándolo, pero no deja de masticar su trozo de panque.

Le ruedo los ojos y me concentro en alimentar a Charlie.

Tengo también un mensaje de Rosalie que no he respondido. Quiere saber cómo está Edward y si necesito ayuda mañana. Supongo que él se tomará otro día en el trabajo y yo seguiré trabajando desde casa.

Cuando Charlie está entretenido con su siguiente bocado alcanzo mi teléfono y le respondo.

Bella: Si en verdad no te representa un problema, estaría muy contenta de que vengas.

Arrojo el teléfono a mi lado y vuelvo con Charlie, que nada raro a él, demanda toda mi atención.

Un rato después cuando a Charlie sólo le queda un poco de fruta y cuando estoy terminando mi sándwich, ligeros ronquidos me hacen mirar a Edward.

No tomó su té, pero terminó su gelatina. Bajo el volumen de la televisión y logro evitar que Charlie coma uno de mis cacahuates japoneses.

—No, no, bebé—le digo, quitándoselo de la mano.

Él no tarda en lanzar un lloriqueo, lo que hace que Edward despierte.

—Déjalo en paz, Swan.

—Cierra la boca, Cullen. ¿Puedes echarle un ojo en lo que llevo todo esto a la cocina?

—Seh.

Charlie reanudó su juego con sus calcetines.

—¿Puedo confiar en que no te quedarás dormido?

Edward lo vuelve a rodear con su brazo, asegurándolo.

—No prometo nada—responde cuando estoy saliendo de la habitación.

Le vuelvo a rodar los ojos, aunque no me vea. Edward me hace rodar mucho los ojos últimamente. En especial cuando es como un chiquillo berrinchudo porque está enfermo.

Me hizo cambiar las sábanas porque el olor a detergente le daba náuseas y resulta que no le gusta el agua a temperatura ambiente cuando está enfermo, pero tampoco le gusta fría. Es un loco.

Actúa como si no tuviera que cuidar también a un bebé de un año de vida. Charlie es el único que tiene justificación aquí.

Aprovecho para llevar la ropa a la secadora y para vaciar el lavavajillas. Lo vuelvo a cargar con un montón de trastes de bebé y preparo un biberón para Charlie.

Cuando regreso a la habitación Charlie está solo en la cama y escucho a Edward orinar con la puerta del baño abierta.

Ya tengo una respuesta de Rosalie.

Rose: Claro que no. Estaré ahí a las 9, lista para ser niñera.

Bien, mañana será un mejor día y ojalá pueda limpiar un poco más mientras Rosalie entretiene y alimenta a Charlie.

—Rosalie viene mañana—le digo a Edward cuando sale del baño. Tiene el cabello de la frente mojado y se seca la boca con la manga de su playera.

—¿Para?

—¿Ayudarme? Tengo que trabajar y cuidar a Charlie y limpiar y lavar toda esta porquería—digo, pateando la pila de ropa en la esquina de la habitación.

Edward agita su mano, restándole importancia.

—No, te ayudaré.

—¿Vas a trabajar también? ¿Y ayudarme? —él está entrando a la cama otra vez, con un quejido—¿o sólo a ayudarme?

—Ay, mejor que venga Rosalie—resuelve, antes de cubrirse la cabeza con la manta.

Si, lo imaginaba.

xxx

Rosalie llega puntualmente al día siguiente, justo cuando estoy encendiendo mi laptop y justo cuando Charlie está jugando con su biberón en lugar de beberlo.

Le abro la puerta, sonriéndole y ella me regresa el gesto.

—¿No tienes que trabajar? —le pregunto. Ella me tiende un café de Starbucks y lo tomo—. ¡Oww, gracias!

—Si tengo que, pero no importa mucho—dice entre dientes y camina hasta la sala, viendo alrededor—. Vaya, en verdad necesitas ayuda para ser una adulta funcional—reprocha, dándole miradas feas a las maletas olvidadas y al desastre de juguetes.

—Y es por eso que estás aquí, para salvarme—podría ser una listilla contestona, pero ella puede enojarse y no ayudarme, así que me tragaré mis comentarios mordaces hasta medio día.

Si es que puedo.

Rosalie sonríe otra vez y me sigue hasta la cocina.

—¡Aahh, Charlie! —chilla, yendo hasta él. Él no hace mucho escándalo, sólo continúa bebiendo su leche y le da una mirada a Rose— ¡Ven aquí!

Ella lo saca de su sillita y lo apoya en su cadera.

—¿Cómo estás, Charlie? ¿Bien? ¡Pues tu día está por mejorar conmigo!

Él no se ve muy impresionado, pero apoya su cabeza en el hombro de Rose. Ella sonríe complacida y me concentro en la bandeja de entrada de mi correo.

—¿Cómo está Edward? —pregunta.

—Está bien. Dice que ya se siente mejor, ya no tiene dolores ni náuseas ni vómitos, pero está debilucho. Está arriba.

Rose se lamenta.

—Las enfermedades estomacales son una perra. ¿Te molesta si te ayudo a limpiar?

—No, por favor hazlo—le asiento contenta, agitando mi cabeza. Ella ríe.

—Bien, empezaré por aquí.

Rosalie deja a Charlie otra vez en su sillita y le revuelve el cabello.

Me concentro en la primera parte de mi trabajo mientras Rose revolotea alrededor, vaciando el lavavajillas y abriendo y cerrando gabinetes. Ella no necesita preguntar en dónde están las cucharas o en dónde guardo los biberones de Charlie. Ya conoce mi cocina a la perfección porque le gusta ser la "niñera" de Charlie, aunque nosotros estemos disponibles para cuidarlo. Además de que me ayudó a organizar todo cuando Charlie nació, luego de que nuestras vidas se tambalearan.

Unos pasos en las escaleras me hacen mirar hacia la entrada de la cocina. No pasa mucho tiempo antes de que Edward esté ahí.

—Hey, hola—saluda.

—¡Hola, Edward! —Rose le sonríe. Edward está cargando su termo vacío y me mira.

—¿Necesitas algo? ¿Quieres agua? Me hubieras enviado un mensaje—le digo.

Él frunce el ceño.

—Puedo caminar, no me cortaron las piernas ni las manos—responde, yendo hasta el refrigerador. Rose suelta una risita.

Le entrecierro los ojos cuando veo que está llenando su termo con agua fría. ¿No se suponía que no le gustaba el agua fría en estos momentos?

Edward eventualmente se va luego de decirle a Rose que ya se siente mejor y de alborotarle el cabello a Charlie.

Un par de minutos después, Rose sale de la cocina.

—¿A dónde vas? —la detengo, no queriendo perderla de vista… como que me calma ver que se está haciendo un avance a mis alrededores mientras estoy inundada de correos.

Ella me mira sobre su hombro.

—Eh… al baño—señala con su pulgar el pasillo—, ¿necesitas algo?

—No, nada—respondo. Ella asiente contenta y se va.

Estoy tecleando un correo cuando la vocecilla de Charlie me saca de mis pensamientos.

—¿Ma?

—¿Si, Charlie? —lo miro y voy hasta él—. ¿Quieres jugar? Te olvidé aquí—le digo al tiempo que lo saco de la silla, entonces su olor me llega—. ¡Oh! Mejor hay que cambiarte antes de ir a jugar, ¿sí?

Cuando voy hacia las escaleras noto que el baño del pasillo está vacío, así que Rose está perdida en algún lugar de la casa. Me entretengo con Charlie en su habitación y aprovecho para sacarlo de sus pijamas. Ya están sucias así que las arrugo en mi puño y lo tomo en brazos.

Rosalie está saliendo de nuestra habitación, cerrando la puerta lentamente detrás de ella.

—Hey—la llamo. Ella se queda congelada, con la mano en el pomo—, pensé que ibas al baño.

—Si, eso hice—responde, terminando de cerrar la puerta y avanzando por el pasillo, hasta las escaleras.

Me quedo ahí, sintiéndome un poco tonta y mordiéndome la lengua para decirle que ese no es el baño, sino mi habitación y la de Edward.

—De acuerdo—susurro a la nada y voy hasta allá. Edward está viendo televisión, enredando un mechón de cabello en su dedo—. Hey.

—Hey—dice.

Miro alrededor.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto.

—Nada, veo televisión, ¿Tú?

—Vine a cambiar a Charlie —respondo—. Y voy a lavar ropa.

—¿Quieres que lo cuide un rato?

Me acerco a Edward, echándole miradas y me alza las cejas.

—¿Qué? —dice al tiempo que extiende sus brazos, así que le paso a Charlie.

—Sus juguetes están abajo.

—Apuesto a que puedo entretenerlo sin un juguete—él dice con una sonrisa perezosa. Charlie ya se está poniendo cómodo a su lado, acurrucándose.

—¿Qué estaba haciendo Rosalie aquí? —pregunto de una vez por todas.

Sólo es raro, ¿sí? Ella no viene a nuestra habitación. Le huye. Dice que es algo íntimo… y que le da asco. Por todo el sexo que hay ahí.

—Ah—Edward dice, se encoge de hombros—. Nada, sólo hablábamos.

—De acuerdo.

—¿De acuerdo?

—De acuerdo—asiento.

Trato de llevar la mayor cantidad posible de ropa en mis brazos y abro la puerta con ayuda de mi pie.

—Swan—Edward me detiene.

Lo miro.

—Solo hablábamos.

—Bien—asiento, sintiéndome un poco avergonzada. No quiero que piense que estoy celosa.

—Ok—él dice y huyo de ahí.

Tengo que dar un par de vueltas más por todo ese montón de ropa y la lavadora y mis correos me mantienen ocupada la mayor parte de la mañana.

Termino con mi trabajo al medio día y puedo jugar con Charlie un rato y hablar con Rose un poco más mientras limpiamos.

Ella se va y finalmente me puedo relajar con una ducha antes de llevar a Charlie a la cama. Termino mi día viendo una película con Edward.

xxx

Estoy entrando a casa luego de dejar mi camioneta en el garaje cuando música proveniente de la sala me hace sonreír. Entonces el volumen disminuye y escucho los pasos irregulares de Charlie.

Me giro en mis talones y le sonrío.

—¡Ma! —saluda.

—¡Hola, Charlie! ¿Cómo estás? —me inclino para atraparlo y lo tomo en brazos para besarle las mejillas. Él gorjea.

—Está bien—se ríe Tía—. Estuvo bien, sólo se puso caprichoso luego del almuerzo.

—Oww—la miro y acomodo a Charlie en mi cadera—. ¿Qué hizo? ¿Por qué?

—¿Honestamente? No sé qué pasó con él. Pensé que aun tenía hambre, pero arrojó su biberón y su pañal no estaba sucio, lo puse en su corralito, pero sólo lloraba—ella explica yendo hasta el perchero junto a la puerta principal. La sigo—. Lo sostuve por un rato, pero tampoco se calmaba. Estuvo así hasta que le prendí la televisión. Bob Esponja pareció calmarlo.

Frunzo el ceño y froto la barriga de Charlie.

—Sólo espero que no esté enfermo—toco su frente.

—Traté de descartar eso también—ella está colocándose el abrigo—. Le tomé la temperatura y revisé sus oídos todo el día.

—Extraño—coincido.

—Así es.

—Bueno—le sonrío a Tía—. Muchas gracias, Tía.

—No hay problema. Nos vemos mañana, Charlie—ella toma su brazo y él la mira, le sonríe también y luego ella le muestra la palma. Charlie le choca los cinco—. Le enseñé a chocar los cinco.

—¡Eso es genial! —lo animó y también los choca conmigo.

Tía se despide un poco más y luego parte a casa.

Ángela sugirió una niñera a finales de noviembre del año pasado, poco antes de que Edward tuviera que regresar al trabajo. Mis tíos me dieron un pase libre en eso, pero de todas formas trabajé desde casa y volví a la oficina hasta enero.

Tía es una amiga de Ángela. Se conocieron en la universidad y además de haber trabajado en un jardín de niños, Tía estuvo trabajando con una agencia de niñeras en California. Ángela puso una buena palabra por ella y decidimos darle el beneficio de la duda.

Y es genial porque sabe de primeros auxilios también.

Todo ha funcionado perfectamente y está por cumplir un año por aquí.

A Edward le agrada y a mí también.

Algunos días Esme viene cuando quiere pasar el rato con Charlie y descubrí que ellas ya intercambian recetas. Lo cual me da un poco de envidia.

Edward llega unos momentos más tarde y saluda a Charlie haciendo un gran alboroto como siempre, haciéndolo gritar y rodar por el sillón y volar por los aires.

—¿Cómo estuvo hoy? —pregunta más tarde, cuando viene a la cocina y me jala a él. Me da un abrazo, apretando mi espalda.

—Bien, algo aburrido, pero bien. ¿Contigo?

—Bien—se encoge de hombros—. Eric tuvo una cita el sábado.

Le alzo las cejas.

—¿Enserio? ¿Y cómo fue eso? —regreso a la isla de la cocina para continuar con la lasaña para la cena.

—Dijo que bien. Saldrán el próximo fin de semana también.

—Que bueno, ya le hacía buena falta.

Edward ya no dice nada y se sienta en un taburete, observando mis movimientos. Pasta, tomate, carne, queso, pasta, tomate, carne, queso.

Charlie se nos une y Edward lo coloca sobre la encimera. Se saborea cuando Edward comienza a beber de su vaso de agua.

—Tiene sed—dice—. ¿Quieres agua, bebé? ¿Agua?

—Aau—asiente Charlie.

—Tía dijo que hizo berrinche, que arrojó su biberón y que sólo Bob Esponja pudo calmarlo.

—Ay no—dice Edward alcanzando su biberón para el agua—. ¿Ya odias a Tía, Charlie?

—No la puede odiar—digo—. No podemos permitirnos el odiarla.

Edward ríe entre dientes mientras le da de beber a Charlie y luego ambos me observan hasta que llevo la lasaña al horno. Edward da golpecitos con una cuchara en la mesada y me está sacando de quicio.

—Deja de hacer eso.

—Perdón—dice, pero un momento más tarde continúa haciéndolo.

Le doy una mirada.

—¿Qué? ¿Estás nervioso o algo?

—No—él responde—. Cuando estoy nervioso no hago soniditos—miente.

Le entrecierro los ojos, pero lo dejo pasar.

Me llevo a Charlie a la sala y Edward se queda ahí en la cocina, perdido en sus pensamientos. Charlie pronto pierde el interés en mí y camina hasta su corralito, llevando su mordedora con él, así que le doy play a un episodio de mi última obsesión: The Office.

Me estoy riendo cuando Edward entra a la sala, con sus manos detrás de la espalda.

—Tengo un regalo para ti.

Le alzo las cejas.

—¿Es costoso? ¿Es lujoso? ¿Me va a gustar?

Él rueda los ojos mientras sonríe.

—Pues espero.

Me río de él y pongo pausa a la televisión. Edward me tiende un regalo, similar a un libro. Tiene un moño azul. Lo toco. Seh, tal vez sea un libro. Me emociono ante el prospecto. Espero que funcione para sacarme del bloqueo lector en donde estoy hundida.

Él se sienta a mi lado y medio se ríe cuando deshago el papel.

No tiene ninguna portada, las pastas son de un azul profundo, duras, en la espina sólo se lee "Bella y Edward" en un grabado dorado, minimalista.

Le frunzo el ceño.

No es un libro, es un diario.

Edward sólo me alza las cejas y me anima a continuar.

—¿Qué es esto? —pregunto, pero no responde, así que abro el diario.

Tiene una dedicatoria: "Para mi Bella."

No, si es un libro.

¿Este loco escribió un libro? Nah.

¿Qué es esto?

Me río nerviosamente y avanzo a la siguiente página.

"En el principio no había nada"

Y hay un par de hojas en blanco.

"Y luego llegó Bella"

Es un álbum de fotos de esos elegantes, con fotografías impresas. Son algunas fotos que no había visto nunca. Fotos mías, que él tomó sin que yo me diera cuenta. Hay otras fotos de ambos, que tomó él o que tomé yo, fotos bobas y fotos que la gente normal suele tomar.

Hay una en especial que me gusta mucho: ambos estamos demasiado cerca de la cámara, inflando las aletas de nuestra nariz y mostrando los dientes.

Me río de esa. La tomé en el jardín, una tarde mientras recolectábamos fruta, antes de que él fuera mío y yo fuera de él.

Hay algunas mías usando mi overol de jardinería. Seguía embarazada de Charlie, recuerdo este día. Estaba plantando unas flores.

—¿Cuándo tomaste estas fotos?

Incluyó la foto que le tomó a mi perfil la tarde en la que dijo que deberíamos de vivir juntos. Tomó fotos de mi estando dormida en el sofá o en la cama, con el pelo cubriéndome la cara y con mi blusa alzada,

—¡Edward! —gimo de vergüenza.

Él sólo suelta una risita y acaricia mi antebrazo con su dedo índice.

También están las fotos que tomamos en la playa, junto a Rose y Emmett, incluyendo la que subió a Instagram.

Y fotos de mí haciendo tonterías en la cocina y las que me tomó el día de la boda de Rosalie.

Otra hoja en blanco.

"Y luego estuvo Charlie"

Maldición, voy a llorar. Agrega a Charlie a la ecuación y soy María Magdalena.

Me quedo en esa página por un rato, leyendo miles de veces esa simple oración que significa el mundo para mí.

Edward colocó una copia de nuestro primer ultrasonido y en la siguiente página una foto de su tierno rostro de bebé. Él está usando sus pijamas de vaquita (esa la tomó cuando comenzó el otoño).

—Ay, Charlie—murmuro.

Hay miles de fotos de él, durmiendo o jugando o en las hojas de Central Park. Edward incluyó fotos que tome yo también, de él meciendo a Charlie o leyéndole un cuento o de los tres en nuestros disfraces de Halloween del año pasado, el primer Halloween de Charlie.

—Esto es genial, Edward—le digo, aguantándome las lágrimas. Trago para ahuyentar el nudo en mi garganta.

"Entonces ya lo tenía todo"

Edward se aleja de mí y le doy una mirada breve antes de avanzar a la siguiente página.

"O casi todo"

¿Casi? ¿De qué habla?

Emocionada por saber qué es lo que sigue, hojeo el libro.

"Cásate conmigo"

Un jadeo sonoro se escapa de mí y luego lo miro, con boca abierta y ojos desorbitados y toda la cosa. Edward ya se está hincando junto al sillón.

¡No! ¡No! ¡Él no lo hizo! ¡Él me está proponiendo matrimonio! ¿Con esto? ¿Luego de darme un álbum de fotos de nuestra breve vida juntos?

¡Lo está haciendo!

Mi quijada se quedará trabada.

¡Santo Cristo!

Me llevo los puños a la boca y me entierro en el sillón, mi cuerpo entero está vibrando. Y ya tengo los ojos llenos de lágrimas.

—Isabella Swan, ¿me harías el extraordinario honor de casarte conmigo? —él está serio, completamente serio, está nervioso. Se está esforzando en hacer que sus manos no tiemblen mientras sostiene una caja con un anillo.

¿Honor? Nunca pensé que alguien creyera que estar conmigo podría ser un honor.

—¿Honor? —le pregunto entre mis puños. Estoy irradiando felicidad y éxtasis ¡y él sigue serio! ¿Cómo puede estar serio? ¿Enserio cree que le voy a decir que no?

Edward asiente y traga nerviosamente.

—Sí, un completo honor.

¡Ay, él no dijo eso! ¿Enserio dijo eso? Dios, lo amo tanto.

Y ya estoy asintiendo como loca con mi cabeza y ya estoy malditamente llorando.

—¡Si! ¡Aahh! ¡Si! —lo jalo de los hombros para abrazarlo y pronto siento su exhalación en mi cuello y sus brazos rodeándome también—. ¡No lo puedo creer!

Me alejo, acariciando sus brazos hasta llegar a sus manos, finalmente prestándole atención al anillo.

Edward ya sonríe y está tomando mi mano izquierda, deslizando el anillo en mi dedo.

Es perfecto. Una banda delicada de oro con un zafiro en forma de lágrima, bordeado de cuatro pequeños diamantes en su lado derecho y dos del lado izquierdo. Es sutil, cómodo y perfecto.

—¿Te gusta? —él pregunta, apoyando sus manos en sus rodillas, sigue hincado frente a mí.

—¡Sí! ¡Es perfecto! ¡Si! —lo observo atentamente y luego mi mirada cae en Edward.

—Estaba nervioso respecto al anillo—confiesa—. Sé que la piedra de septiembre es el zafiro y que me gustas en azul, pero… blah, no lo sé.

—Gracias, Edward—me sorbo la nariz y dejo el álbum en la mesa de centro.

—¡Nos vamos a casar! —exclama, con las arrugas de felicidad marcándose en sus ojos.

—¡Si! —grito alzando los puños y luego me arrojo otra vez a él, besándolo en el proceso.

Edward me sujeta por la espalda mientras sostengo su cabeza con ambas manos y disfruto de sus labios soltando y sujetando los míos, frotándose y luego de su lengua delineando mi labio inferior para entrar. Lo dejo y me pego más a él para profundizar el beso. Su mano se mueve a mi trasero y le da un apretón, con mi mano izquierda jalo su cabello y él gime contra mi boca.

Entonces algo pequeñito está rebotando contra nosotros, intentando romper el abrazo. Luego un berreo.

Dejo ir a Edward, nuestros labios haciendo un sonido al alejarse y miro a Charlie, que está en el sillón.

—¡Hola, Charlie! —le sonrío.

—Ma—reconoce, su cara llena de puchero cambiando a una sonrisa.

—Olvidé que estaba aquí—dice Edward, lamiéndose el labio inferior, con boca roja y amasada.

Me río y luego le muestro mi anillo a Charlie.

—¡Nos vamos a casar, Charlie!

Su atención va al anillo e intenta arrancarlo. Cuando sonreímos, Charlie sonríe, así que ahora es todo risitas y Edward lo coloca entre nosotros, agitándolo. Él gorjea.

Y, sorprendiendo a Edward, alza su mano para chocar los cinco.

Si, Charlie, lo logramos.

xxx

Nos quedamos enredados en el sillón, con Charlie entre nosotros, formamos una gran bola a su alrededor y sostengo el libro sobre mis rodillas mientras Edward me dice cuándo tomó cada foto desconocida para mí.

Las fotos que tomé yo nunca se las envié, así que ahora sé que estuvo fisgoneando mi cuenta de iCloud para conseguirlas.

O mi teléfono.

Intruso.

Eso de tener las contraseñas del otro (que en verdad surgió casualmente) se está convirtiendo en un problema.

Supe que era un problema cuando descubrió que estaba planeando una fiesta sorpresa para su cumpleaños. Él estaba pidiendo la cena desde mi celular cuando Seth me envió un mensaje.

—Seth quiere saber qué color de globos debería conseguir—me dijo.

Lo miré rápidamente, arrojando mi libro a un lado y arrancándole mi teléfono de las manos.

—¡Edward! ¡No seas metiche!

—¡Él envió el mensaje! —discutió.

—¿Y sólo por eso lo abriste? —reclamé, leyendo el mensaje.

Edward me rodó los ojos.

—Me gustan los globos con confeti—murmuró, cruzando los brazos.

—Se cancela la fiesta—resolví.

Él me lanzó una pedorreta antes de irse al baño, pero al menos fingió sorpresa cuando su cumpleaños llegó.

El temporizador en la cocina llama nuestra atención y me desenredo de sus brazos para ir a sacar la lasaña del horno.

Alcanzo un par de platos y el brillo de mi anillo me distrae mientras comienzo a repartir la cena.

Me hace sonreír.

¡Sí! ¡Me casaré con Edward! Él tiene fe en nosotros, incluso después de todo un año con Charlie y acaba de proponerme matrimonio.

Esperaré a mañana para presumirle mi anillo a las chicas. Si lo hago ahora, la conversación se alargará y sólo quiero estar con él esta noche.

Mi mente comienza a pensar en cómo decírselos y en cómo podrán responder.

Siempre me imaginé una propuesta de matrimonio aparatosa. Como todas esas que son presumidas en redes sociales. Como una cena a la luz de las velas en una cabaña del bosque o en un crucero, con flores y música o fuegos artificiales. Conmigo usando un vestido largo o uno escotado, con él arrodillado frente a mí y un fotógrafo listo para capturar la escena in fraganti.

Jamás me imaginé una propuesta así.

En la sala de mi casa.

Con Netflix esperando a que reanude la reproducción.

Con un bebé de 1 año haciendo ruiditos en su corralito.

Con la cena en el horno.

Con mi novio usando una sudadera.

Y con mi pelo atado en una coleta, sin maquillaje y harta luego de un estresante día en el trabajo.

Pero, en verdad, no pudo haber sido más perfecta.

Todo. Absolutamente todo fue perfecto. Es tan nosotros.

Mi vida es perfecta.

Mi vida ya volvió a ser perfecta.

Y ya ni siquiera tengo ansias de ver a mi papá para darle las grandes noticias, porque sé que ya lo sabe, ahora sé que se entera de todo al mismo tiempo que yo… o incluso antes.

Y siempre está conmigo. Todo. El. Tiempo.

Edward sólo llegó a mejorar mi vida.

Ahora puedo tener las mejores citas en el McDonald's y puedo sostener una copa de champaña mientras uso mi chaqueta Chanel en una fiesta elegante, con él a mi lado.

Puede estar rascándose el cabello mientras usa esos malditos shorts que parece nunca quitarse o puede estar ajustándose los gemelos, listo para lanzar un comentario que me hará reír incluso en situaciones en donde no debería de estarme riendo.

Tengo lo mejor de dos mundos.

—Mmm, debí de haberte llevado a cenar—la voz de Edward me saca de mis fantasías. No me di cuenta de cuándo entró a la cocina. Borro lentamente mi sonrisa mientras lo veo. Lleva a Charlie en sus brazos.

—¿Qué?

Señala la lasaña con su barbilla.

—Eso. Estás preparando la cena luego de que te pedí matrimonio—dice, haciendo una mueca al final.

Miro los platos frente a mí, ya servidos.

—No, no, está bien—lo aplaco—. Y ya está lista, no la estoy preparando.

—¿Sí?

—Sí—asiento, con todo y cabeza, ya le estoy sonriendo de vuelta—. Estoy feliz. Estuvo perfecto.

Él toma su plato y se inclina para besarme.

—Te amo entonces—dice.

—Te amo también.

—¿Quieres cenar en la sala? —pregunta, ya saliendo de la cocina.

Alcanzo dos cucharas y tomo los dos platos restantes.

—¿Dónde sí no?

Edward me sonríe sobre su hombro.

Edward

—¿Sabes si tu mamá hizo su postre de mango? Había dicho que lo haría, pero no entendí muy bien cuándo—dice Bella a mi lado.

—Eh, no lo sé—murmuro—¿eso dijo?

—Ajá—ella se inclina para subir el volumen de la música y le echa un vistazo a Charlie sobre su hombro—. Acabo de darme cuenta de que él también va vestido de negro—se ríe.

Le sonrío con la esquina de mi boca mientras río internamente. Bella cree que vamos a cenar a casa de mis padres, pero lo que no sabe es que con la ayuda de Rose y creo que también de Jessica, estamos en camino a nuestra fiesta de compromiso.

Cuando salió de la ducha le dije que debería de usar algo negro, porque yo planeaba usar un suéter negro. Y no es como si hubiera sido difícil, le encanta combinar atuendos y esas tonterías.

Así que me di prisa para poder vestir a Charlie yo.

—Sí, ya deberíamos de incluirlo en nuestras tradiciones—murmuro.

—Sí, creo que sí.

El de la idea de la ropa fui yo. Rose me hizo una mueca cuando le dije que todos deberían de vestir de negro.

—No es un funeral, Edward, mandarás el mensaje equivocado—se quejó.

—Yo estoy pagando esto, así que mis reglas.

Me lanzó una pedorreta y siguió escribiendo cosas.

También le mentí algunas veces a Bella, diciéndole que tenía que tomar algunas fotos los fines de semana. No, no tomé ninguna foto. Me escabullí con Rosalie para planear esto.

Y me di cuenta de que no soporto a Rose por mucho tiempo. No sé cómo lo hace Emmett. Tal vez eso de que la ama demasiado es cierto. Bella, por otro lado, es perfecta y podría pasar mi día entero con ella. Bueno, lo hago los fines de semana al menos.

Tuve esta loca idea mientras seguíamos en Nueva York. Le pediría matrimonio a Bella de la forma más tradicional posible y le haría una fiesta. Además, ella siempre ha querido una fiesta con atuendos combinados, así que estoy muy seguro de mi decisión.

Cuando enfermé y Rose fue a casa, me pareció el momento perfecto para contarle mis planes, así que fui a la cocina por agua y en un susurro le dije que viniera a la habitación.

Hizo gestos de asco cuando llegó ahí, pero tuve que golpearla con la almohada cuando estuvo a punto de gritar de la emoción luego de que le dije que ya había comprado el anillo.

Y quiso verlo, pero no se lo enseñé.

No estuvo muy contenta con eso.

Así que, cruzo los dedos para que todo salga bien hoy.

—¿A dónde vamos? —Bella pregunta luego de un rato, cuando se da cuenta de que no estoy siguiendo el camino usual.

—Ah, mamá me pidió un favor.

Ella ya no dice nada y continúa mirando por la ventanilla. Cuando estaciono en el complejo de salones de eventos de Forks, Bella sigue sin decir nada y comienzo a ponerme nervioso. ¿Ya lo descubrió? Espero que no.

—¿Vas a llevarte a Charlie? —pregunta cuando me ve abrir la puerta trasera.

—No sé cuánto tiempo vaya a tardar—respondo, desabrochando el cinturón del asiento para niños—. Deberías venir también.

—Oh, de acuerdo—ella alcanza su pequeño bolso y sale del auto.

Le envío rápidamente un mensaje a Rosalie, haciéndole saber que ya estamos aquí. Tomo la mano de Bella cuando caminamos por el estacionamiento, balanceando nuestros brazos.

—¿Tu mamá hará una fiesta? ¿O qué hacemos aquí?

—Mi papá—miento descaradamente—. Una mierda sobre el hospital, me pidieron hacer el depósito.

—Ah, genial, ¿y nos van a invitar? —menea las cejas, sonriendo.

Me río.

—Pues espero.

Dudo que Bella haya venido aquí en algún momento, así que me relajo un poco. Tal vez si me creyó mi mentira. Se entretiene con Charlie, chocando los cinco y picándole la barriga mientras yo lo sostengo en el elevador.

Él suelta risitas y luego vuelvo a tomarle la mano a Bella al caminar por el pasillo.

—Creo que es aquí—murmuro, deteniéndome frente a una puerta doble de madera.

—Bien—dice.

Entonces abro la puerta para ella.

¡Sorpresa! —un gran grito hace que se detenga de pronto, haciéndome chocar con ella. Charlie queda momentáneamente apachurrado entre los dos.

Todo el mundo está ahí, nuestros amigos y familia, y le sonrío mientras observo cómo Bella ve el letrero de "Edward y Bella" sobre ellos.

Charlie está riendo y saltando en mis brazos. ¿Cree él que esta fiesta es para él? Bien, así me ahorro la fiesta de su segundo cumpleaños. No tiene nada de malo festejarla con diez meses de anticipación.

—¡Aahh! —Bella grita, llevándose una mano al pecho. Luego me mira y trata de empujarme, apenas moviéndome—. ¡Mentiste!

Todos ríen frente a nosotros y apenas logro darle medio abrazo antes de que nos rodeen, diciendo "felicidades" una y otra vez y lanzando besos y abrazos.

Y Charlie sigue creyendo que esto es para él.

Regresa abrazos felizmente a cada persona que lo carga y pronto es pasado de brazo en brazo como un balón de fútbol.

—Espera—Bella me detiene por el cinturón cuando la llevó más adentro—. ¿Esto significa que no hay postre de mango?

Curveo los labios, haciéndole una mueca.

—Lo siento, muñeca.

—Aww—gime, luego vuelve a sonreír—. ¿Quién hizo todo esto?

—Rosalie me ayudó. Y creo que Jessica también.

—Oh, Edward—se soba el pecho y me rodea por la cintura—. Es genial, muchas gracias.

—¿Ya viste que todos están vestidos de negro?

Abre mucho los ojos y mira alrededor.

—¡Eso es tan genial! —canturrea—. Bienvenido al final de nuestras vidas, eh—choca su cadera con la mía.

—Cierra la boca—la rodeo por los hombros y caminamos hacia donde están mis padres y Alice.

El resto de la noche la pasamos muy bien. Bella les muestra su anillo a todos y nos divertimos con el karaoke. Seth se adueña del micrófono por mucho tiempo, hasta que comenzamos a abuchearlo. Mi abuelita está encantada con él, es la única que lo apoya y él se siente el ganador de la noche por eso. Dice que, si las generaciones pasadas lo aceptan tal y cómo es, nosotros deberíamos de recapacitar y hacer un examen interno de nuestros valores e ideales.

—Te aceptaré cuando me dejes cantar "tequila"—le dice Paul, arrebatándole el micrófono y arrojándolo del escenario.

En algún punto, Rose le colocó un velo a Bella y también es negro. Se ve preciosa y no perdemos la oportunidad de tomar muchísimas fotos.

Coloco mi tripié y pasamos el rato frente al lente, intentando capturar una muy buena foto en donde todos estén presentes. Colocamos a Charlie entre nosotros e intentamos que mire al lente, algunas veces lo hace y en otras ocasiones se entretiene jugando con sus manos.

Demetri toca algo de música (ya nos podemos dar esos lujos porque One Eyed Pete ya tiene dos DJs) y Charlie baila también, hasta que cae rendido.

Rose y Jessica tuvieron algunas ideas de juegos y hay uno en donde tratan de adivinar cómo se desarrolló nuestra historia de amor. El perdedor es castigado con un shot de cualquier licor que esté al alcance.

Las amigas de Bella adivinan la respuesta a la pregunta de quién es el que dijo "te quiero" primero y le entrecierro los ojos, sospechando que les contó nuestro drama de antes de Nueva York.

Ella le da un trago a su bebida, confirmando mis sospechas. Le aprieto el muslo y me ignora, se dedica a aplacar el cuello blanco de su vestido, como si fuera a molestarme con ella por eso.

Tenemos dos pasteles en forma de corazón, con betún blanco y muy estilizado. Rayan en lo perfecto y Bella hace bailecitos de felicidad mientras los parte. Yo no soy muy bueno repartiendo pastel, así que se lo dejo a ella.

No nos importan mucho las tradiciones, así que embarramos nuestras caras de pastel justo ahora, sin esperar a la boda. Le dejé la cámara a Heidi (también es buena con ella) así que espero tener buenas fotos de este momento.

Bella se estira a mi lado cuando todos están disfrutando de su rebanada y me rodea los hombros con su brazo.

—Esto es genial, Edward—dice contra mi oído—. Es incluso mejor que el postre de mango de tu mamá.

—Uh, le diré que dijiste eso.

—¡No! —abre mucho los ojos—. No lo hará nunca a propósito.

Me río con ella y le echamos un vistazo a mi mamá. Tiene a Charlie en su pecho mientras come pastel con una mano.

Finalmente, la noche llega a su fin y Bella deja de sentirse culpable sobre tener a nuestro bebé afuera tan tarde.

—Gracias por esto, Edward—Bella susurra ya en el auto. No hay música, así que no me es difícil escucharla—. Fue genial.

—Estaba algo nervioso por la reacción que podrías tener—me sincero—. Creí que te quejarías de tu ropa o de por qué no te incluí en el plan para que tuvieras cosas que querías en la fiesta.

Ella se encoge de hombros.

—Está bien. Tal vez la Bella de antes se hubiera preocupado por esas cosas—murmura—, pero es lindo verte hacer planes y tener ideas.

—Meh, Rose y Jessica…

—No, no me refería a eso—me detiene, colocando su mano en la curvatura de mi codo—. Sé que ellas tuvieron la mayoría de las ideas, eso es obvio, pero tu intención es la que me importa.

—¿Entonces estuvo bien? ¿No tenías algo con lo que siempre soñaste?

—No—Bella sacude su cabeza—. El lunes estaba pensando en eso… en cómo siempre esperé cosas diferentes, pero incluso la noche del lunes fue perfecta. Me haces replantearme todo y eso es… eso es lindo.

—Sólo no quiero que te pierdas de algo—digo—. Quise recompensarte con esta fiesta por lo del lunes. La propuesta fue muy yo y creo que te mereces mucho más.

—Nunca pensé en tener una fiesta de compromiso.

—De acuerdo. La fiesta fue mía pero la boda es toda tuya. Puedes hacer y tener todo lo que quieras.

—¿Eso quiere decir que no me ayudarás a planearla?

—No—la miro rápidamente—. Si me gustaría elegir cosas y que me preguntaras qué pienso sobre algo, pero no quiero que te limites. Estaré de acuerdo y cómodo con todo.

Bella parece pensativa luego de eso por un rato y ya no dice más, sino hasta que llegamos a casa. Me detiene en el pasillo de arriba, luego de que dejo a Charlie en su habitación y enreda sus brazos en mi cuello.

—Gracias. Y te amo—alza su barbilla así que me inclino a besarla y aprieto su cintura.

—Te amo también—murmuro contra su boca al finalizar el beso. Le sujeto las mejillas y apenas puedo verle la cara con la luz de noche que sale de la habitación de Charlie—. Hagamos el amor.

—Tengo que usar el baño primero—dice, zafándose de mi agarre y caminando por el pasillo.

—Eso le quita lo romántico—digo tras ella, dándole una ligera palmada en el trasero.

—Cierra la boca, Edward.

Bella

17 de mayo de 2025.

Hoy me caso.

Con Edward.

Y estoy encerrada en el baño, usando el inodoro como asiento mientras cierro y abro los puños, con la mirada nublada por las lágrimas.

No debería de estar llorando.

Se me hincharán los ojos y pareceré un pescado.

Me van a matar si me ven así.

Pero no puedo evitarlo.

Estoy aliviada porque el estrés de planear una boda se acaba hoy.

Estoy feliz porque finalmente nos casaremos, a pesar de todo.

Estoy asustada porque no quiero que se arruine.

De ninguna forma puede arruinarse.

Todo ha sido perfecto. Si Charlie no le agregó presión al asunto, no quiero que la boda lo haga.

¿Qué si nos estamos equivocando?

¿Qué si todavía no era el momento?

Y no, no estoy pensando en eso hasta hoy, a unas horas de la boda.

He estado pensando en eso durante un año y medio.

Edward dice que no hay forma alguna de que se arruine.

Él tiene fe y parece estar plenamente convencido de que esto será para bien.

Me concentro en pensar lo mismo por un rato, hasta que mi pecho no está subiendo y bajando rítmicamente.

Las lágrimas se me están secando en las mejillas y luego la alarma sonando desde la habitación hace que me levante y jale una tira de papel higiénico.

Estoy lavándome la cara cuando la puerta del baño se abre y Edward aparece.

Él no tiene que saber que estaba llorando. No hoy. Ya lloré muchas veces antes (me descubrió en la mayoría).

—Hola, novia—saluda con voz ronca. Me está sonriendo a través del espejo y se revuelve el cabello. Su playera blanca de algodón está arrugada y su manga enrollada.

Mi pecho se calienta.

—Hola, novio—le regreso la sonrisa y antes de que me incline a sacarme el jabón de encima, él toma mi cabeza y le planta un beso.

—¿Dormiste bien? —alcanza su cepillo de dientes.

—Algo, ¿tú?

—Seh—asiente incluso con su cabeza—. Tenía que disfrutar mi último sueño de soltero—dice ya con el cepillo en su boca.

Le ruedo los ojos y me concentro en terminar.

—Tú último sueño antes de volar como por 16 horas mejor dicho—le digo y él gime antes de escupir.

—No me lo recuerdes.

—Hubiéramos elegido Seattle o Tacoma—me río y ajusto el cinturón de mi bata.

Él también ríe mientras se enjuaga la boca.

—"Un destino paradisiaco, Edward. Será divertido"—me imita pobremente al terminar y se apoya en la mesada, viéndome.

—Sonaba bien en un inicio—me defiendo.

Mañana dejamos Forks para irnos a nuestra luna de miel. Nuestro destino es Dominica, una preciosa isla en el caribe con arena blanca y agua turquesa, con espesa vegetación verde y cabañas.

Volar en primera clase le quita lo escabroso al asunto.

Comienzo a cepillar mi cabello húmedo con él observándome.

—¿Por qué pusiste una alarma? —le pregunto.

Se encoge de hombros.

—Quería pasar el rato contigo antes de que te tuvieras que ir.

—Oww—hago un puchero—eso es lindo.

Rosalie pasará por mí para llevarme a casa de mis tíos, en donde nos prepararemos para el gran evento. Edward se quedará en casa, con Charlie, hasta que tenga que prepararse.

Estoy confiando ciegamente en él, le estoy cediendo la estafeta para que logre poner guapo a Charlie. Le compramos un adorable esmoquin pequeñísimo y estoy ansiosa por verlo en él.

Las maletas están listas y todo está en orden. Rose y Emmett nos llevarán a Seattle mañana para tomar nuestro avión y ella prometió hacerse cargo de las plantas.

Esme se ofreció a cuidar a Charlie, pero no tenemos el corazón para dejarlo atrás. Somos todos o ninguno y además queremos llevarlo al mar.

—No es como si fuera a ser una luna de miel real—le dije a Edward una mañana mientras desayunábamos.

Él me frunció el ceño sobre el borde de su vaso de jugo de naranja

—Puede ser tan real como quieras que sea—murmuró. Pude ver en sus ojos que estaba algo herido así que sólo dije que estaba bien, que tenía razón y continué comiendo mis wafles.

—Ahora entiendo a lo que todo el mundo se refiere—dice.

—¿Sobre qué?

—Sobre casarse. Vivimos juntos, tenemos a Charlie… y estoy emocionado—su boca se rompe en una sonrisa—. No me imagino la emoción de todas esas personas que no son como nosotros.

Si él sigue diciendo todas esas cosas lindas voy a llorar otra vez.

—Mmm—aprieto los labios—. No me hagas llorar.

—Te amo—dice con voz y mirada suave.

Dejo de cepillar mi cabello y con mi corazón latiendo deprisa, le digo lo mismo.

xxx

—Pobre Charlie—susurro cuando Edward entra al auto. Exhala por su boca y entierra la llave en la ignición.

—Que se vaya acostumbrando—dice entre dientes y me río bajito.

Me miro las manos y juego con mis pulgares. Luego acaricio el dobladillo de la manga del saco de Edward.

Él inicia el camino a casa en silencio y el suave ronroneo del auto y el sonido de la direccional se sienten bien en mis oídos aturdidos.

17 de mayo de 2025.

Hoy me casé.

Con Edward.

Y vamos camino a casa, a dormir antes de tener que partir a nuestra luna de miel.

Mi barriga está llena de postre de durazno, de helado, de cordero, de pizza, de lasaña y de alcohol.

Ese fue nuestro menú.

Duraznos porque él solía robarlos de mi árbol.

Helado porque es algo que los dos amamos locamente.

Cordero porque él finalmente dejó su aversión atrás.

Pizza porque fue lo que comimos en nuestra primera cita.

Lasaña porque fue nuestra cena cuando me propuso matrimonio.

Y alcohol porque esperamos 1414 días para casarnos, desde que nos conocimos, desde que le grité en la puerta de su casa.

Edward dejó de beber hace un par de horas y comió más luego de eso.

Yo me siento algo mareada, porque bebí más champaña que él y también le acepté los shots de vodka a nuestros amigos.

Cuando Charlie cayó rendido lo dejamos durmiendo en una habitación de la casa de mis tíos para regresar a la fiesta.

Me dio frío, así que Edward me dio su saco y me ayudó a subir al auto.

Nuestros amigos estaban asquerosamente borrachos, no estamos seguros si Seth sigue dormido en el jardín o si Heidi lo arrastró a la mansión, pero ellos disfrutarán de un desayuno mañana.

En el asiento trasero, junto a Charlie, hay una cesta con cámaras instantáneas que les dimos a nuestros invitados para tomar fotos.

Edward las digitalizará después de la luna de miel y descubriremos qué escenas capturaron.

Eleazar caminó conmigo por el pasillo porque papá no pudo hacerlo, pero estuve pensando en él durante la ceremonia.

Le regalé un pañuelo bordado a Esme, que decía "gracias por criar al hombre de mis sueños," en caso de que llorara. Lloró al leerlo, ni siquiera esperó a que estuviéramos casados.

Charlie presenció nuestro casamiento en primera fila. No quiso permanecer sentado junto a Esme y Carlisle. En su lugar, se sentó a sus pies y nos observó fijamente.

Rebotó contra nuestras piernas mientras compartíamos nuestro primer beso como esposos, lo que causó que la gente se riera.

Él aplaudió contento. Le gusta ser el centro de atención.

Edward lo toma en brazos cuidadosamente cuando llegamos a casa, los sigo hasta la habitación, deshaciéndome del saco de Edward.

Sshh, sshh—Edward lo arrulla cuando Charlie lanza ruidos de descontento. Ya está usando su pijama (no estoy muy segura de dónde dejé su esmoquin), así que sólo encendemos su monitor de bebé y apagamos la luz al salir.

Dejo salir un gritito cuando Edward me toma por las rodillas, alzándome en sus brazos.

—¡Loco! —le digo, enredando mi brazo en su cuello.

—Es tradición—resuelve.

—Ya estamos dentro de la casa.

—Pero aún no hemos cruzado el umbral de nuestra habitación—dice, haciéndolo en el proceso.

—Eso es lindo—acepto, dejando un beso en su mejilla.

Me coloca en el piso cuidadosamente y observo su camisa estirarse contra su pecho y hombros.

—¿Me quitarás el vestido ahora?

Sus ojos recorren mi cuerpo.

—Es tradición, ¿no?

—¿Ahora te da la gana ser tradicional?

Oculta una sonrisa y frunce el ceño.

—Soy virgen.

Inhalo, fingiendo alivio, siguiéndole el juego.

—Gracias a Dios, pensé que estaría en desventaja.

Sonríe divertido y da un paso para acercarse a mí.

—Bien, corazón, te quitaré el vestido si es lo que quieres.

Me giro para mostrarle mi espalda y espero pacientemente mientras sus dedos avanzan por cada botón de mi vestido de seda. Cuando termina, sopla sobre mi piel, refrescándome y luego deja un beso en mi hombro derecho.

El vestido cae en una bola sobre mis pies y enfrento a Edward. Lo observo mientras comienza a desvestirse y aprovecho para sacar mis medias.

—Esta es la primera vez que siento que cada pieza está en su lugar—susurra contra mi boca más tarde, luego de los besos y los jadeos.

Paso mis manos por su espalda, rascando ligeramente y él menea sus caderas, moviéndose dentro de mí.

—En verdad nos casamos.

Deja un ligero beso en mi boca y acaricia mi mejilla. Se aleja para verme el rostro.

—¡Ya eres mi esposa! —exhala una risa, sus ojos se arrugan y la vena de su frente se salta. Me hace reír también y acaricio sus sienes.

—Estoy increíblemente feliz, Edward—beso la palma de su mano—. Enserio.

Él arruga el rostro, conteniendo la emoción, aprieta la boca, ocultando una enorme sonrisa y así, cálido, bajo la tenue iluminación de nuestra luz de noche, podría jurar que sus ojos se llenan de lágrimas.

Por mi parte, yo dejo que los míos se nublen y luego él limpia una lágrima que se resbala por mi sien.

—Esposo…—murmuro, probando la palabra—wow.

xxx

—Ya debería de estar dormido—le susurro lastimosamente a Edward en el oído cuando colocó mi iPad frente a Charlie, luego de revisar el bajo volumen en sus audífonos.

El chiquillo manipulador encontró la forma, de alguna manera, de hacerle ojitos a Edward en la primera parte del viaje y como mi esposo (mi niña interior de 12 años bate sus pestañas soñadoramente cada que pienso en esa palabra) es un debilucho, le concedió mi tablet.

Es la primera vez en su corta vida que la usa y ahora temo haberlo arruinado para siempre.

Edward y yo estamos nerviosos y no hemos podido dormir, así que creo que le hemos pegado nuestro insomnio a Charlie, que también está fuera de su zona de confort.

En casa, Edward descubrió que a Charlie le gustan los sonidos de burbujas y de agua, así que le descargó una playlist entera que le reproducimos a su hora de dormir.

El vídeo que seleccioné es de ositos de colores que se mueven lentamente en la pantalla mientras sonidos relajantes de burbujas los acompañan. Espero que se quede dormido con eso.

—En un rato se queda dormido—él asegura.

Me acurruco en mi manta y Edward termina de cubrirme los hombros mientras pasa su brazo por ahí. Deja un beso en mi sien y suspira, siento su aliento alborotar los cabellos en mi frente, que me hacen cosquillas.

Charlie está entre nosotros y rasco lentamente su cabello ondulado en un intento por noquearlo.

—Quiero más postre de durazno—susurro.

Edward resopla una risa, haciéndome más cosquillas.

—Estaba bueno—responde también en un susurro.

Las personas a nuestro alrededor parecen estar dormidos así que cuchicheamos. Enredo los dedos de mi mano libre con los suyos.

—Adiós postre de durazno.

—Ya quiero ver las fotos que tomaron las personas—dice.

—Yo también. Aunque sigo creyendo que darle una cámara a Rosalie y a Seth fue mala idea. Seguro el rollo está lleno de fotos de ellos mismos.

—Me sorprendería que no—acepta—. ¿Cuál fue tu parte favorita?

—Todo.

Él tironea mi cabello.

—Enserio.

—Enserio—insisto—. Todo.

—¿Incluso la parte en donde Emmett te robó la parte jugosa del pastel?

—Ay, ese bastardo—aprieto los dientes—. Me voy a vengar.

Él ríe ligeramente otra vez y me aprieta para pegarme más a él, froto mis pies debajo de la manta y, en algún punto, me quedo dormida.

xxx

Despierto con algo suave que me frota la nariz. La arrugo ligeramente y luego el movimiento se repite. Profundizo mi mueca y escucho una risita.

Necesito de todas mis fuerzas para no sonreír.

—Despierta, Nappy—susurra Edward, siento su peso hundir la esponjosa cama—. No querrás perderte esto.

—Déjame.

—¡No! Despierta.

—No—entierro mi cara en la almohada y tomo la colcha para cubrirme, pero él me detiene. Gruño.

—Vamos, Bella—insiste en su voz suave—. Ven a ver el amanecer.

Abro los ojos sólo porque eso me parece convincente y me sacudo el pelo de la cara. Él está sentado, con su mirada fija en la gran ventana frente a nosotros y con dificultad, me incorporo.

Realmente es hermoso. Me froto los ojos mientras él ya está saliendo de la cama y lo sigo afuera. El aire fresco me hace tiritar y él me rodea con su brazo, aunque no es de mucha ayuda. Él ni siquiera está usando una playera.

—Es precioso—acepto, ocultando un bostezo.

—Ya tomé varias fotos.

—¿Y Charlie?

—Para nuestra suerte, sigue dormido.

—Mmm, que bien—acepto y rodeo la cintura de Edward con mis brazos.

Nos quedamos ahí, en nuestro balcón, abrazados por un rato, hasta que el cielo se aclara y las aves cantan.

—Quiero seguir durmiendo—digo, sin alejar mis ojos del azul turquesa del mar.

—Todavía le falta como una hora a Charlie para que despierte—él ofrece.

—De acuerdo—me desenredo de sus brazos y regreso a la habitación. Él cierra la puerta de cristal detrás de él y veo que hay una flor en la cama.

—No deberías de arrancar flores—le digo—. Nos van a desterrar del Caribe.

—Hay muchas de esas—agita su mano, restándole importancia.

—Seguramente es endémica—murmuro, tocando los pétalos rosas que se mezclan con un naranja profundo. Tan lindo como las hojas de nuestros arboles de Washington en otoño, tan lindo como el cielo del Caribe en sus amaneceres y atardeceres.

—No te vuelvo a dar ni una flor—dice, tirándose en la cama y cubriendo su cara con la manta.

Sonrío.

—Gracias, guapo—pico su costado y él salta debajo de la colcha, lazando un lloriqueo.

Una vez que estoy cómodamente posicionada, suspiro, dispuesta a volver a dormir, pero luego él se mueve a mi lado y siento su respiración en mi cara.

Ya no me va a dejar dormir.

Conozco sus sucios trucos.

—¿De veras vas a dormirte?

Ya sabía que diría eso.

—Sí.

Luego sus dedos llegan a mi abdomen y cintura, los mueve como si fueran una araña, caminando por mi piel. Ahogo una sonrisa.

—Es nuestra luna de miel.

—Lo sé.

—Y dijimos que iba a ser tan real como cualquier otra.

—Si, por eso vinimos al Caribe y estamos en una cabaña con vista al mar.

—Bella—gime, molesto.

—¡Sshh!

Lanza otro quejido, como un niño que comenzará a hacer berrinche y se queda quieto por un rato.

Estoy volviéndome a quedar dormida, no resistí a mi propia actuación, cuando otra vez sus dedos atacan mi piel. Ya está hurgando debajo de mi playera (su playera) y ya está tocando mi espalda.

Gime bajito cuando nota que no llevo nada debajo y ahora su palma se presiona completamente en mi piel.

—Bella—canturrea.

Abro los ojos y decido seguirle el juego, al fin y al cabo, es nuestra luna de miel.

xxx

Sonrío ante la vista de Charlie comiendo su trozo de sandía. Sus pequeñas manos apenas y pueden sostener su rebanada, pero él la muerde vorazmente, haciendo que todo el jugo le escurra por sus regordetas mejillas, por su cuello y hasta su redondeada barriga de bebé.

Le tomo una foto.

Sus pequeños pies están llenos de arena y no me imagino cómo está su trasero. Suspiro y apoyo mi barbilla en mis manos, mientras entrelazo mis tobillos al aire.

Edward me mira desde arriba. Su codo está apoyado en su rodilla y se lleva un puño de moras a su boca.

—Deberíamos de vivir aquí para siempre—dice.

—¿Sí?

—Sí—asiente—, sin trabajo, sin gente, sólo el mar y la sandía.

—Yo creo que si podemos sobrevivir.

—¿Sabes hacer una fogata? —me alza la ceja.

Cierro un ojo y sonrío.

—Claro.

—Entonces no se diga más.

—¡Pa! —Charlie lo llama y lanza un quejido cuando intenta estirarse por las moras.

—¿Quieres moras, bebé? —Edward le pregunta—. Toma una.

Charlie, contento, cierra su puño alrededor de la pequeña fruta y abre mucho su boca para comerla.

Le espolvoreo arena encima, para que se pegue a su piel con todo ese jugo de sandía.

—Y ni siquiera tenemos que usar mucha ropa—continúa Edward, enlistando las ventajas de dejar todo atrás y vivir en una isla—. Apenas y tendremos comida y tendremos que esforzarnos mucho por la más mínima cosa, así que tendrás tu cuerpo soñado.

—¿Me estás diciendo gorda?

—Sólo un poco—dice, todavía con su mirada en el horizonte—. Ya se te están haciendo rollitos.

—Tienes suerte de que esté demasiado cómoda—digo, cerrando los ojos.

—¿Si no qué? —se estira, tirándose sobre su costado y enredándome con su brazo.

—Ya te habría golpeado.

—Oye, ya se te están marcando las patas de gallo—dice, picando mi sien con su dedo.

—Perdón, estoy muy ocupada tratando de descifrar si esa es una entrada o una salida.

Él ríe.

—¿De qué hablas?

—De lo que tienes en la frente.

—Mmm, eso sí dolió.

—Me pregunto qué parte de tu cabeza quedará expuesta más pronto, si tu frente o tu coronilla. Ya vi que ya te salió un remolino atrás.

—Oye, ya basta—dice él, arrastrando las palabras.

Me río bajito y luego algo me cae en la mejilla, Edward se queja cuando algo cae en su ojo y miro hacia arriba.

Charlie ya alcanzó por si solo otra rebanada de sandía y ahora está de pie junto a nuestras cabezas.

Y ya nos bañó de jugo.

—¡Charlie! —le reclamó.

Él deja salir una risa que interrumpe la quietud de la isla.

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Me muevo ligeramente en mi lugar cuando una almohada se entierra en mi costado. Tengo la colcha bien sujeta a mi alrededor así que esta es la gloria.

Espero que siga siendo muy temprano todavía. No hay luz del otro lado de mis párpados así que me relajo en mi lugar.

Mal de mí por pensar que podría tener paz.

Una mano cálida se cuela entre la almohada en mi costado y mi abdomen.

Luego siento la colcha lejos de mí y después un beso en la nuca.

La mano en mi abdomen se mueve de arriba abajo, suavemente y luego se aleja para quitarme el cabello del rostro y del cuello. Otra vez a la barriga.

Otro beso en el cuello.

Luego el pecho cálido de Edward contra mi espalda, después su dureza en mi trasero.

—Mmm—me quejo.

Él no dice nada, lo cual es raro, y pronto sus movimientos se detienen.

Extrañada, frunzo el ceño, pero vuelvo a caer dormida, sólo para ser despertada otra vez por sus caderas moviéndose con un vaivén lento contra las mías.

Entrecierro los ojos y lo miro sobre mi hombro. Parece estar dormido.

Llevo mi mano derecha a su cabello, rascando ligeramente y luego la arrastro hasta su mejilla. Edward frunce el ceño y apenas y abre los ojos.

—Mmm—dice, me imagino su voz ronca debajo de ese sonido.

—¿Qué tanto sueñas, loco? —susurro, regresando a mi posición.

Eso parece despertarlo del todo y su mano traviesa se desliza hasta mi esternón, me rasca con sus uñas y luego toma uno de mis pechos en su mano.

Gime contra mi cuello.

No me sorprende que esté duro y deseoso. Usualmente lo está luego de una noche como la de anoche.

Tan pronto como Charlie se quedó dormido, él me tomó de la cintura y no me dejó salir de la habitación. Estuvimos haciendo el amor y acariciándonos hasta muy entrada la madrugada y ahora, con los dos desnudos entre las mantas, no es raro que quiera repetirlo.

Deja un beso en mi hombro y me pega a él. Comienza a acariciar mi pecho y luego se pasa al otro, apretando y acariciando hasta que ambos pezones están duros contra su palma.

Vuelve a gemir en mi oído y cierro los ojos por el placer. Presiono mi trasero contra su dureza, haciendo que él gima otra vez y luego deja mis pechos para llevar esa mano hasta mi centro.

Lo acaricia ligeramente y toma mi pierna para colocarla sobre la de él, haciéndose espacio.

—Bell—susurra con voz ronca.

Dejo que toque y acaricie mientras me relajo a su lado y atrapa mi mano para llevarla a su dureza.

—Tócame—dice contra mi oído. Su voz se escucha somnolienta y adolorida así que lo obedezco, haciendo mi mejor intento.

Sisea entre dientes y luego entierra un dedo en mí.

Establece un ritmo delicioso y con mi mano libre atrapo su muñeca para hacerle saber que no debe parar.

Edward besa mi sien, luego se desliza a mi mejilla y giro mi rostro para darle mi boca. El placer se mezcla perfectamente con nuestra somnolencia, como si fuera un arrullo o un sueño demasiado bueno.

Él detiene sus atenciones en mi centro y con movimientos torpes, se desliza un poco más abajo. Se saca de encima mi mano y guía su dureza a mi centro.

Sé que no debería de ser así, pero estoy tan cegada de sueño y placer que no digo nada.

Siento su latente punta contra mí y él se desliza lentamente. Gime contra mi piel y da ligeras estocadas, apenas acariciando.

Lo extrañaba tanto de esta forma que me deslizo en mi lugar, haciendo que toda su longitud se acomode dentro de mí. Disfruto de su calor, de su dureza y de su tamaño y él comienza a moverse. Gimotea detrás de mí y aprieta mi trasero.

Dejo que se mueva un poco más antes de girarme para tratar de ver su cara. Me corresponde la mirada con sus ojos entrecerrados y toco su cintura para detenerlo.

—No—murmura—, sólo un poco más.

—Ed…

—Por favor.

—El condón—lo ignoro.

—No—implora—, me saldré antes.

—¿Puedes usar uno, por favor?

Edward ya no dice nada, pero sale de mí. Se queda quieto un momento antes de buscar a tientas uno en la mesa de noche. Lo observo mientras se lo coloca, hay muy poca luz en la habitación, así que cierro los ojos y regreso a mi posición. El reloj en el buró marca las 6:17 de la mañana de este perfecto sábado.

Él vuelve a alzar mi pierna y se introduce de nueva cuenta, ahora sosteniéndome por el torso, pasando su brazo por debajo de mi cuello y con el otro, me sostiene la cadera.

Vuelvo a disfrutar de la sensación y del placer somnoliento con él entrando y saliendo de mí, con sus gemidos sueltos y flojos a mis espaldas y gimoteo, vulnerable y palpitante.

Me sujeta fuertemente cuando su final llega sin dejar de frotar mi centro. Se queda adentro hasta que termino y enredo mi pierna temblorosa en la suya.

Con un suspiro, me derrito en sus brazos y él se relaja. Vuelvo a quedarme dormida sintiendo su respiración húmeda en mi nuca.

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—Charlie, Charlie, Charlie, mi lindo bebé, no te muevas mucho que nos vamos a caer—canturreo mientras lo sostengo por la cintura y me concentro en no caerme de mi pequeña escalera.

Él suelta una risita y logra arrancar el durazno que eligió.

Hace un muy buen clima esta tarde de agosto y traje a Charlie al jardín para recolectar fruta. No lo estaba dejando tomar manzanas ni duraznos, pero comenzó a hacer berrinche así que decidí actuar imprudente e irresponsablemente, subiendo dos escalones de mi escalera con un bebé inquieto en brazos.

Dejo que tome dos antes de bajar y dejar que mi corazón vuelva a latir.

La puerta del jardín se abre y luego escucho los pasos en el césped.

—Me preguntaba en dónde se habían metido—saluda Edward.

—¡Papá! —Charlie grita, mirándolo y tendiéndole su durazno.

Edward lo toma en brazos y le besa las dos mejillas. Regreso a la escalera.

—¿Alcanzaste un durazno para mí? Wow, ya eres tan grande y alto, bebé.

Sonrío viéndolos desde arriba y Edward estira la mano para que le pase la canasta llena una vez que termino.

—¿Cómo estuvo hoy? —le pregunto.

—Bien—se encoje de hombros. El sol hace que su cabello se vea dorado y que el de Charlie se vea rojizo entre todas esas ondas color chocolate que tiene—. Te traje una dona, espero que no esté dura.

Resoplo una risa.

—Vaya, gracias.

Se inclina para besarme y cuando intento profundizar el beso, Charlie coloca sus manos en cada una de nuestras mejillas y empuja con fuerza.

No le gusta que Edward me dé besos ni que me hable al oído ni que coloque su boca en mi cuello. Supongo que para él es lo mismo, así que evita cualquier situación que se asemeje a un beso.

Ahogamos una risa y volvimos a unir nuestros labios, sólo para molestarlo. Él vuelve a repetir sus acciones y lanza un lloriqueo.

—¡Mamá! —chilla.

—De acuerdo, perdón—digo, avanzando a la casa.

Edward ríe detrás de mí.

—¿Qué pasa, Charlie? Veremos si te gusta que yo haga eso cuando estés en la prepa—Edward le dice.

—Eso sería gracioso—digo, cerrando la puerta del jardín tras ellos.

—Eso es lo que se está ganando—continúa Edward—. No lo voy a dejar traer chicas a casa.

—Ah, eso está fuera de discusión—acepto—. No va a mancillar su habitación. Si va a ser lo suficientemente grande como para tener novia, será lo suficientemente grande para conseguir un lugar en dónde hacer porquerías.

Charlie nos mira atentamente y como si entendiera, entrelaza sus dedos y se mira las manos, apachurrado.

Pero no puedo enojarme con él, así que dejo un beso en su brazo.

Más tarde, luego de la cena, Edward está dándole su biberón a Charlie cuando salgo del baño, algo curiosa.

Es algo raro que ha estado pasando estos últimos días. Necesito ir al baño urgentemente, como si tuviera mil litros en mi vejiga, pero apenas y logro hacer algo. Es extraño.

—¿Qué? ¿Mi mujer está estreñida? —Edward se burla.

Le ruedo los ojos, aunque mi interior se eleva y las mariposas se agitan.

Amo que diga cosas como esas. No sobre el estreñimiento, sino lo otro. El estreñimiento es asqueroso, no romántico.

En estos tres meses de matrimonio, él no deja escapar oportunidades para llamarme "esposa" o algo parecido. Hace que me derrita por dentro, pero él no tiene por qué saberlo.

Aunque ya sé que él lo sabe, porque lo usa para bajarme los humos cada vez que sus bromas me sacan de quicio.

Bromas sobre rollitos y patas de gallo e inflamaciones y estreñimiento.

Él es el del reflujo y el de las agruras, así que yo me burlo de eso.

Mi marido se está haciendo viejo.

—No—ladro—. Veo que tienes todo bajo control, así que me voy a bañar.

—De acuerdo—alcanzo mi celular para poner algo de música en la regadera y cuando estoy saliendo de la sala, él me llama.

—¿Corazón?

—¿Sí?

—¿Entonces si entro al baño no voy a morir intoxicado?

Lo pienso por un momento, en verdad lo pienso y trato de evitarlo, pero no puedo y al final le muestro el dedo.

Él se carcajea y puedo escuchar la risa de Charlie detrás del biberón también.

Como si la de la popo explosiva y radiactiva fuera yo.

—"I took a pill in Ibiza, to show the…"—interrumpo mis cantos y mis recuerdos de Ibiza cuando toco algo… ahí.

En donde no debería de haber nada.

Mi corazón late rápidamente y mis piernas tiemblan. Un montón de escenarios horribles se manifiestan en mi mente y con mi mano temblorosa, vuelvo a palpar.

—Oh no—gimo—. Dios, por favor no.

Gonorrea, tiene que ser gonorrea, pienso.

¡No puedo tener gonorrea! ¡No es posible!

Oh Dios, ¿Edward me contagió? ¿él me engañó?

Continúo palpando, con el corazón acelerado.

¡Aahh! —pego un grito cuando esa cosa parece hacerse más grande. Cierro los ojos fuertemente, armándome de valor para ver. Alcanzo el pequeño espejo que Edward mantiene adentro de la regadera para verse mientras se rasura y lo llevo a entre mis piernas—. Ay no.

De acuerdo, creo que necesito lentes. Ahí no hay nada.

Palpo una vez más y frunzo el ceño.

—¿Qué mierda?

Uso un dedo para inspeccionar más a fondo, literalmente, y vuelvo a sentirlo. Atenta a cualquier alien que pueda salir de mí, observo fijamente el espejo.

—¿Qué…?

Se hace más grande pero no duele, no siento nada. Uso mi uña para presionar y vuelvo a asustarme, así que intento jalar. Funciona, no duele, así que tiro y tiro.

Dejo salir todo el aire que estaba conteniendo mientras intento descifrar si esto es bueno o malo.

—Tienes que estar putamente bromeando—gruño.

Es un puto condón.

Había un condón dentro de mí.

Buena suerte que no es gonorrea.

Pude haber muerto… ¿cierto?

¡Cielos! ¡Había un condón dentro de mí!

Mientras exploraba, el agua terminó de quitar todo el jabón de mí, así que cierro la llave y alcanzo mi toalla.

—Cállate—gruño molesta, pausando la música.

Me enredo en una toalla y llamo a Edward.

Estoy muy enojada, así que me quedo sentada en el piso y coloco mi barbilla en mis rodillas, que todavía tiemblan.

¿Bell? —él responde. Escucho a Charlie a su lado, en la bocina.

—Ven al baño—cuelgo y trato de respirar y de calmar mi corazón.

Por eso la sensación de orinar, por eso parecía no poder hacer pis.

No pasa mucho para que él llegue, aun con Charlie en brazos. Tiene el ceño fruncido y parece asustarse cuando me ve sentada en el piso.

—¿Qué pasó? ¿Te caíste? ¿Necesitas ayuda?

—No, estoy… bien—digo entre dientes.

—¿Qué haces en el piso entonces? —ya notó que pasa algo, así que regresa a la habitación y cuando vuelve a apoyarse en el umbral del baño, ya no trae a Charlie consigo.

Estiro mi brazo para alcanzar el elemento del diablo del piso de la regadera y él sigue mis movimientos.

—Lo dejaste adentro. Acabo de sacarme esto.

Esboza una sonrisa nerviosa y exhala, poniéndose serio, su cara se queda sin expresión.

—¿Qué?

Arrojo el condón al piso mojado otra vez y me muerdo la boca.

—Eso, que lo dejaste adentro.

—No, no es cierto—dice—. ¿Cuándo?

—¿Se supone que yo tengo que saber eso?

Frunce el ceño. Ya está molesto.

—Claro, porque yo tengo sexo conmigo mismo.

Cierro los puños sobre mi pecho.

—¿Cuándo lo dejaste, Edward?

—No es cierto. Tiro cada condón, ¿crees que no me daría cuenta?

—Claramente, no lo haces.

Cruza los brazos y sacude la cabeza como si algo le hubiera rozado la oreja.

—¿Y por qué no lo sabes tú? Tú eres quién lo tenía dentro, ¿por qué no lo sacaste antes?

—¿Es enserio? —le alzo las cejas y me levanto. Me siento estúpida aquí en el suelo, con él viéndose intimidante y totalmente cool desde arriba.

Edward no dice nada, supongo que sabe que se escuchó muy estúpido diciendo eso.

—¿Cuándo lo dejaste, Edward? —repito.

—No… no lo sé—se rinde luego de un rato.

—Fue el sábado—le digo—. Terminaste, ¿cierto?

Él parece recordar los acontecimientos del sábado por la mañana. Se pasa una mano por el cabello. Ya sé que terminó, sólo quiero que muestre algo de responsabilidad. Me está haciendo enojar más.

—Mmm, creo.

—¿Crees?

—¿Y qué si lo hice? Ese es el punto, ¿no puedo tener un puto orgasmo? —dice ahora con voz segura, ya volvió a tomar el control. Ya volvió a enfadarse.

—¿Enserio, Edward? Creo que ya sabes las respuestas a todo eso—estoy molesta, así que salgo del baño y voy al clóset, al cajón de la ropa interior.

—Bueno, estaba teniendo sexo con mi esposa y terminé porque creí que podía hacer eso, me quedé dormido luego de una buena follada, olvidé el condón y ya.

¿Y ya? —arrugo mi ropa interior en mi puño. La palabra "esposa" no suena muy bonita ahora. Ya no—. Estás siendo irresponsable y…

—¿Cuáles son las probabilidades?

Le alzo las cejas.

—Recuerdo que antes no había probabilidades, pero ahora una está tirada en la cama, babeándose la mano—le echo una mirada a Charlie, que mira atentamente el techo mientras lanza balbuceos.

—No es para tanto, Bella, seguro que no pasó nada.

Sólo eres un hombre, pienso y trago el nudo en mi garganta.

No digo nada más, sólo voy a la cama y beso a Charlie en su mejilla.

—Tira esa cosa y lleva a Charlie a la cama.

Regreso al clóset para tomar un pijama y colocarme finalmente la puta ropa interior.

—Bella…

—Hazlo, Edward—finalizo y cierro la puerta del clóset a mis espaldas.

Él parece quedarse quieto en la habitación, pero luego escucho los gimoteos de Charlie y después silencio.

Me muerdo el labio para no llorar, pero una lágrima traicionera se escapa. Enojada, me coloco el pijama y regreso al baño para cepillar mi cabello.

Edward fue increíblemente grosero, irresponsable y egoísta.

Pude haber enfermado.

Puedo estar embarazada, como si necesitara otro bebé en estos momentos.

Sus estúpidas palabras se reproducen en mi mente: "no es cierto", "¿por qué no lo sabes tú?", "no lo sé", "creo", "una buena follada", "y ya", "no es para tanto".

Sólo hacen que me enoje más. Me siento tan incomprendida en estos momentos. No esperaba que esa fuera su reacción, no esperaba que fuera tan egoísta, tan hombre.

Mal de mí por pensar diferente.

Escucho sus pasos en la habitación y luego vuelve a aparecer en el umbral del baño, apoyando su codo y mirándome intensamente.

Lo ignoro.

—Hey—me llama.

Necesito bloquear su presencia y no hay mejor forma de hacer eso que con la secadora.

La conecto al tiempo que él dice: —Bella.

—Isabella—presiono "encendido."

Lo siento, no te escucho, esposo que acaba de romper mi corazón por primera vez.

Me lo imagino apretando la mandíbula y frunciendo el ceño, sus facciones endureciéndose.

Edward permanece ahí, parece que no va a darse por vencido, pero yo tampoco. Si quiero, incluso puedo comenzar con las ondas y el cepillo.

Veremos quién tiene más paciencia.

Luego de un rato, se rinde, así que festejo internamente mientras trato de evitar pensar en que tengo que hacerme una prueba de embarazo. Ni siquiera voy a intentar contar días ni fechas, al diablo.

Bueno, no contemplé que la paciencia iba a estar acompañada de una cómoda cama.

Cuando salgo del baño, Edward está tirado sobre su espalda, pero se envara cuando me siente a su alrededor.

—¿Terminaste de ignorarme? —pregunta.

¿Ahora el enojado es él?

Nop, aún no, pienso.

Salgo de la habitación y entro a la de Charlie, cerciorándome de que él ya esté ahí, tranquilo y listo para dormir. Escucho el distante sonido de burbujas y me detengo en la puerta, sólo viendo su silueta que se mueve lentamente, el sueño llegando a él. No entro del todo, sólo para no alterarlo.

Luego voy a la cocina, a beber algo de agua y mis vitaminas.

—¿Es enserio? —la voz de Edward me sorprende, pero actúo cool y tranquila.

Me escapo de la cocina cuando él se entretiene en la sala, apagando la televisión y las luces, a pesar de que todavía es muy temprano.

Estoy tirada en la cama, aguantándome las ganas de llorar cuando él regresa.

—Bella—me llama—. Deja de ignorarme, sé que no estás dormida.

Me limpio una lágrima que se deslizó por mi nariz y luego la cama se hunde a mis espaldas. Edward se sentó ahí y ahora tiene los codos apoyados en las rodillas, con la cabeza gacha. Mira rápidamente sobre su hombro cuando siente que lo observo y suspira cuando no logra atraparme.

Isabella, te daré un minuto para que digas algo.

Está furioso, sólo dice "Isabella" cuando la paciencia se le agotó, pero yo también estoy triste y herida. Y ahora sólo estoy pensando en bebés nuevos. Siento mi pulso en las orejas y la almohada no ayuda porque está palpitando junto conmigo. Quiero darle un buen golpe.

—Bien—él soluciona—. Tomaste una decisión.

Y el tiempo se agotó.

Observo sobre mi hombro y sólo alcanzo a ver su espalda cuando sale de la habitación.

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Él no vino a dormir. Desperté en la madrugada con Charlie lanzando lloriqueos a través de su monitor de bebé.

Su lado de la cama estaba frío y vacío.

Tranquilicé a Charlie y besé su mejilla.

Cuando regresé a la habitación, noté el anillo de Edward en su buró y lloré un poco más.

Arruinado.

Todo.

Completamente arruinado.

Para siempre.

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Edward entra al baño cuando estoy terminando de ordenar el desastre en el lavabo. En silencio y sin reconocerme, se estira para alcanzar su cepillo de dientes y lo lleva a su boca. Termino pacíficamente mis asuntos ahí y lo escucho moverse mientras yo me visto.

Él comienza a vestirse cuando yo me estoy encargando de hacer la cama. Es más fácil hacerla hoy, dado que sólo mi lado de la cama necesita atención. El pensamiento me hace rodar los ojos y le echo un vistazo a su buró. Su anillo ya no está.

—Necesitamos hablar, Bella—él rompe el silencio.

De acuerdo. Ya estoy más calmada, aunque aun no sean las malditas 7 de la mañana. Está bien, comenzaremos el día con una pelea.

—Mm—digo.

Él suspira y me mira desde el otro extremo de la cama. Ya está vestido, sólo le faltan los calcetines.

—¿Vas a decir algo o empiezo yo?

Me abstengo de rodar los ojos y Edward vuelve a suspirar, pasándose una mano por el pelo. No sé qué hacer con mi cuerpo, así que me siento en la cama y lo miro. Eso parece darle valor porque me mira a la cara y puedo notar la molestia detrás de sus ojos.

—Hace algún tiempo prometiste que no me evitarías ni huirías luego de una discusión y eso fue exactamente lo que hiciste ayer—me recuerda—. No dijiste las cosas que querías decir y luego me ignoraste. ¿Por qué hiciste eso?

Diablos, debí haber empezado yo, así podría sacar toda mi furia sin que su punto de vista, molestamente certero, me cegara. Odio que parece que siempre tiene la razón. Aprieto el puño.

—Estaba enojada—respondo en un murmullo—. Estoy enojada—me corrijo.

—De acuerdo, pero ya no habías hecho eso en todo este tiempo.

Me encojo de hombros y luego él camina y se sienta frente a mí. Su pie se balancea al aire mientras el otro está debajo de él.

—No quería hablarte.

—¿Por qué? —insiste, con voz conciliadora.

Ya hace tiempo que dejé de verlo a la cara, sólo observo la cama.

—Porque odié tu actitud. Cada cosa que decías era peor a la anterior. Me asusté como el infierno cuando me di cuenta, creyendo que era otra cosa y veo que es el condón y ya sabía lo que significaba, ya estaba asustada y molesta y luego llegas y no lo crees, como si estuviera haciendo un tipo de broma de mal gusto, y luego me culpas y después te enojas y dices cosas hirientes, como si te hubiera atacado en primer lugar y al final actúas como si no fuera la gran cosa, como si no pudiera pasar nada. Pude haber enfermado, tuve suerte de que esa cosa se deslizara como para darme cuenta. Y terminaste, así que puedo estar embarazada—lo miro finalmente y él baja sus cejas—. Fue completamente irresponsable. Y no, Edward, no soy capaz de sentir condones en mi vagina.

—¿Qué creíste que era? ¿cómo te diste cuenta?

—Me había estado sintiendo rara, una ligera presión y muchas ganas de hacer pis, pero no podía hacer muy bien. Y me di cuenta porque… no sé, sólo me estaba lavando y lo sentí.

—¿Qué creíste que era? —repite.

Me encojo de hombros.

—Algo asqueroso. Gonorrea—ofrezco.

Él alza las cejas, puedo ver que se esfuerza en ocultar su diversión, así que sonrío levemente y él lo hace también. Alcanza mis manos y juega con mis dedos. Exhala y la ligera alegría se va de su rostro.

—¿Qué cosas hirientes dije?

Bufo una risa sin humor.

—¿Enserio no sabes cuáles?

Él se queda callado, pensándolo y se rasca la mejilla con el pulgar.

—¿Maldecir?

—No, bueno sí, pero dijiste "una buena follada" y no…—hago una mueca con mi boca—no me gustó eso, no me gusta—resuelvo—no soy… una follada y ya—termino en un susurro, viendo lejos.

Más silencio de su parte.

—Eso no fue muy caballeroso de mi parte—acepta—. Si, lo siento, yo… no debí de haber dicho eso, lo lamento. No lo eres, eres mi esposa. Nunca lo has sido, ni siquiera antes. Lo lamento… aunque fue buena—agrega para quitarle tensión.

Me muerdo el labio para no sonreír.

—De acuerdo.

—Me quedé dormido, Bella… el sábado, por supuesto que iba a salirme y a tirar el condón, pero se sentía muy bien y quería quedarme un rato. No me di cuenta de que me dormí y cuando volvimos a despertar ni siquiera lo recordaba. Ya no estaba dentro de ti, me moví o algo. Lo lamento.

Sacudo la cabeza.

—Yo estaba… dormida también. Tardé un rato en recordar si lo habíamos hecho.

Edward pasa su mano por mi mejilla.

—Pero Bella, enserio, no vuelvas a ignorarme. Me sentí estúpido y enojado por estarte persiguiendo por todos lados.

—Lo lamento. Sé que lo había prometido.

—¿Puedes… decírmelo la próxima vez? Ya sabía que estabas enojada, pero dímelo. Prefiero que me digas que me odias y que no quieres verme a que me ignores como lo hiciste.

—No te odio.

—Como sea—suspira—. Y sobre lo otro, perdón. Es cierto, tuvimos suerte de que saliera por su cuenta. Si pudiste haber enfermado. Lo lamento. Prestaré más atención la próxima vez y no es como si hubiera pensado que estabas haciendo una broma, es sólo que… no lo esperaba. Es justo lo que estamos evitando. Fui idiota. Perdón.

—Mm. Está bien. También prestaré más atención.

Él juega otra vez con nuestros dedos y lo miro. Ya está usando su anillo.

—Te fuiste. Y ya no regresaste.

—Esa es otra cosa de la que quería hablar—dice—. Es la última vez que me voy. Y es la última vez que terminamos el día sin haberlo arreglado. No me iré a dormir sabiendo que estás enojada conmigo.

—¿A dónde fuiste?

—A la otra habitación—señala sus espaldas con el pulgar.

Le frunzo el ceño.

—Ni siquiera hay sábanas ahí.

—Pero hay un colchón.

—Edward.

Él medio sonríe y pasa su pulgar por mi labio inferior.

—Te amo—dice.

Es como música para mis oídos y bálsamo para mi corazón roto.

—¿Sí?

Edward frunce el ceño.

—Sí—asegura—. ¿Por qué lo dudas?

Me encojo de hombros, mirando alrededor.

—Tu anillo… te quitaste tu anillo.

Él parece confundido por un momento y observa su dedo, que está bajo mi barbilla.

—No me lo quité, no haría eso.

—Si, lo hiciste. Estaba en el buró.

Luego la comprensión está por toda su cara.

—Ay, mi hermosa y boba Bella, lo hago todas las noches. No duermo con él. ¿Quieres que me amputen el dedo porque la sangre no me circuló al dormir?

Ay, que vergüenza. Yo también quito mis anillos, pero ayer fue la primera vez que vi el suyo y todo se volvió tan catastrófico. Comienzo a sentir mi cara caliente. Él ya está divirtiéndose así que sé que estoy completamente roja.

—Es… una… noción romántica.

Él finalmente ríe.

—Estás loca—dice—. Y te amo por eso.

Se inclina para besarme y encuentro su boca a medio camino. Amasa mis labios por un momento, rompo el beso, haciendo un sonido.

—Tengo que hacerme una prueba, Edward.

Su cara vuelve a la seriedad y aprieta mis manos.

—¿Crees que sea posible?

—No sé, tengo nervios, no quiero revisar el calendario—gimo mortificada, echando la cabeza atrás.

—¿Y si es un sí?

Lo miro.

—Es mucho trabajo con Charlie, Edward.

—¿No quieres… otro bebé? ¿Nunca más? —pregunta, ladeando la cabeza.

—Esperaba planearlo esta vez—acepto.

—¿Y si es un sí ahora? —insiste.

Me encojo de hombros y suspiro.

—Supongo que Charlie tendrá un hermano.

Edward se acerca y me rodea con sus brazos. Apoyo mi barbilla en su hombro y froto su espalda.

—Bella, si es muy pronto… y no quieres…

—Cállate.

—Lo digo enserio. Es tu decisión.

—Es de los dos. Ya es de los dos.

Él besa mi oreja.

—Te amo.

—Yo también te amo.

—Haremos que funcione.

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—No le diré a mis hijos que fueron un accidente—murmuro, con la frente apoyada en los talones de mis manos.

Edward ríe bajito a mi lado.

—No tenemos por qué decirles eso—dice—. Les diremos que fueron planeados.

Lo miro por el rabillo del ojo. Tiene la cabeza apoyada en la pared y sus piernas estiradas frente a él. ¿Cada maldita vez será él el que esté tranquilo y yo esté colapsando?

—Puede que Charlie nos crea eso por un rato—continúa—. Hasta que encuentre las fotos de la boda y se vea en ellas.

—Podemos decirle que nos amábamos demasiado y queríamos un hijo luego de estar saliendo por cuatro meses—ofrezco, dejando la prueba de embarazo sobre el inodoro.

Edward agita su mano, restándole importancia.

—Digámosle que ya habíamos estado saliendo por… dos años.

Río y me sorbo la nariz.

—Bueno, esta vez tiene que ser niña.

Edward me da una mirada.

—Claro.

Le entrecierro los ojos antes de hacerme bolita y dejar mi cabeza en su regazo.

—Será niño—asegura.


¡Hola! ¡Cuánto tiempo!

Esta era la sorpresa que les tenía. Espero que les haya gustado :) Disfruté mucho escribiendo esto.

Háganme saber sus opiniones en los comentarios.

¡Nos seguimos leyendo!