Capítulo 07.
Una espada al servicio de una causa
Hace 10 años…
Aunque la mayoría de las ocasiones era Kazuha el que iba a la Hacienda Kamisato a visitar a Ayaka, hubo algunas veces en las que los papeles se invirtieron, y la futura Princesa Garza tuvo la oportunidad de visitar la casa de su amigo (y prometido). Y claro, esto era motivado por el deseo de conocer su hogar, y las personas con las que se relacionaba cuando no estaba con ella. Pero uno de los motivos de más peso fue en realidad el poder entrenar en el famoso dojo de los Kaedehara.
Conforme ambos niños iban pasando más tiempo juntos, Ayaka fue escuchando más acerca de las increíbles habilidades de los espadachines del clan Kaedehara; tanto de parte del propio Kazuha como de otras personas. Y habiendo empezado ella misma a practicar el uso de la espada ese año, casi al mismo tiempo que Kazuha, el ir y entrenar con él era bastante tentador. En especial si tenía la posibilidad de chocar espadas directamente con su amigo, y demostrarle lo mucho que había mejorado.
El deseo de Ayaka fue cumplido sin mucho problema en su primera visita al dojo. Tras las presentaciones adecuadas, un poco de calentamiento y de ejercicios para soltar el cuerpo, fue el tiempo de la práctica de duelos. Y, por supuesto, el evento principal fue el enfrentamiento entre los dos pequeños aprendices. Ambos se colocaron en el centro del área de combate, uno frente al otro, sujetando firmemente las espadas de bambú delante de ellos.
A Kazuha le resultó un tanto extraño ver la intensa mirada de Ayaka, y percibir en ella ese ferviente deseo de combate. Por supuesto él ya sabía con anticipación que había estado practicando ya varios meses, pero debía admitir que le resultaba un poco difícil relacionar a la jovencita amable, dulce, sonriente y estudiosa que había conocido hasta ese momento, con una hábil espadachín.
Entendió que tan grande había sido su error cuando el combate comenzó, y Ayaka se lanzó sin titubear ni un poco hacia él, empuñando su arma de entrenamiento con la punta directo al rostro de su oponente. Kazuha esquivó rápidamente ese primer ataque, sintiendo la hoja de bambú pasando escasos milímetros de su mejilla. Los siguientes tres ataques de Ayaka en su contra tuvieron un resultado parecido, hasta que Kazuha tuvo la oportunidad de cubrirse con su respectiva arma, y ahora sí tomar la iniciativa y contraatacar.
Lo siguiente que todos los demás que entrenaban esa tarde pudieron ver, fue a esos dos niños moviéndose con una agilidad y fiereza extraordinarias. Ninguno hacía movimientos torpes o descuidados. De hecho, parecían bastante conscientes de lo que hacían; mucho más que algunos estudiantes de más edad.
El enfrentamiento fue de casi cinco minutos ininterrumpidos en los que ninguno dio su brazo a torcer. Ayaka atacaba y Kazuha esquivaba o cubría. Kazuha atacaba y Ayaka hacía lo mismo, haciendo alarde de unos movimientos tan gráciles que casi parecían una danza.
El cansancio poco a poco comenzó a menguar sus velocidades, y pequeñas gotas de sudor recorrían el rostro de ambos.
Al final, sólo uno podría dar el primer golpe.
Tras una serie de ataques consecutivos, ambos peleadores se separaron, prácticamente quedando en esquinas contrarias. Pero ninguno se detuvo y en cuanto sus pies descalzos tocaron el suelo de madera con la suficiente firmeza, se lanzaron de nuevo contra el otro. Kazuha alzó su espada sobre su cabeza y la dejó caer con fuerza al frente, esperando alcanzar de una vez a su oponente que iba en línea recta hacia él con gran impulso; parecía imposible que pudiera detenerse a tiempo con la velocidad a la que iba. Sin embargo, ante los ojos estupefactos de Kazuha y los demás presentes, Ayaka se paró sobre un pie y giró rápidamente su cuerpo completo, usando el mero impulso que traía no sólo esquivar el ataque de Kazuha, sino además sacarle la vuelta.
Kazuha apenas y logró salir de su asombro para virarse a verla a un costado. Y aun así sólo pudo ver cómo terminaba su giró completo, jalando su espada hacia él con toda la aceleración que traía, golpeándolo fuertemente en la espalda con ella. Y aunque fuera una espada de bambú, igual dolió.
El joven Kaedehara dio unos pasos torpes hacia el frente, empujado por el golpe. Estuvo a punto de caer, pero plantó sus pies firmes en el suelo, y se giró rápidamente de regreso a Ayaka. Sin embargo, se sorprendió un poco al verla de hecho sentada en el suelo, respirando agitadamente. Al parecer tras ese repentino y rápido giro, había perdido el equilibrio y caído al suelo de sentón. Y al ver la mirada de confusión en el rostro de su amigo, rio un poco nerviosa, colocando una mano atrás de su cabeza.
Kazuha igualmente rio. No era una victoria del todo elegante para la joven Kamisato, pero nadie podía negar que era, en efecto, una victoria.
—Suficiente, alto —indicó con poderío la voz del instructor, acompañado además de dos aplausos fuertes que resonaron en el eco del dojo.
La atención de los dos contrincantes se viró al mismo tiempo hacia el instructor, un samurái de nombre Katsumoto. Era un hombre alto y fornido de brazos gruesos, con cabellos y barba negra y piel morena. Era un hombre a simple vista bastante imponente e intimidante; Ayaka se había impresionado un poco cuando lo vio por primera vez. Sin embargo, rápidamente había demostrado ser de hecho un hombre bastante bondadoso. Y en ese momento igualmente lo demostró, cuando en sus gruesos labios se dibujó una amplia sonrisa amable mientras se aproximaba a ella.
—Muy impresionante, Srta. Kamisato —murmuró Katsumoto, extendiendo una de sus grandes manos hacia la pequeña para ayudarla a levantarse. Ayaka aceptó su ayuda—. Hacía mucho tiempo que no veía al amo Kazuha sudar tanto en un entrenamiento.
—Gracias —murmuró Ayaka, aún con su respiración agitada. Una vez de pie se giró hacia su oponente y le ofreció una respetuosa reverencia—. Fue un muy buen duelo, Kazuha. Eres increíble.
—No más que tú, Ayaka —le respondió el joven de cabellos claros, imitando igualmente el mismo acto.
—Que esto le sirva de lección para no descuidar su entrenamiento, amo Kazuha —señaló Katsumoto, rozando muy de cerca el regaño—. Siempre se puede ser mejor.
Kazuha agachó su cabeza apenado, y sólo asintió como respuesta.
—Muy bien —espetó Katsumoto, virándose al resto—. Aoi, Saki, pasen ustedes ahora al centro.
Dos estudiantes más se levantaron de su puesto con sus armas en mano. Esa era la señal para Ayaka y Kazuha de retirarse del área de combate y tomar asiento con los demás alrededor.
Ambos chicos se sentaron uno al lado del otro en el suelo, listos para ver el siguiente combate. Eran dos estudiantes mayores, y por lo tanto más experimentados. Por ello Ayaka tenía deseos de ver de qué eran capaces. Sin embargo, su amigo no compartía del todo su entusiasmo. De hecho, Kazuha tenía otra cosa rondándole la cabeza en esos momentos, y que lo tenía muy lejos de ese enfrentamiento.
—Quiero confesarte algo, Ayaka —murmuró despacio el joven Kaedehara, jalando la atención de la niña hacia él.
Su voz sonaba un poco consternada, y no la miraba a ella sino al suelo, con expresión pensativa. Esto preocupó un poco a Ayaka; pensó que quizás el golpe en su espalda había sido más fuerte de lo que pensó. Sin embargo, no se trataba de eso.
—Mi tío… Él me dijo que no me excediera contigo en el entrenamiento —murmuró en voz baja con pesar—. Que si acaso te lastimaba aunque fuera un poco, habría consecuencias…
—¿Quieres decir que… me dejaste ganar?
—No, la verdad es que no —se apresuró Kazuha a aclarar—. Al principio sí intenté contenerme, pero tus habilidades en verdad me sorprendieron. De no haber sido serio, el lastimado hubiera sido yo… y bueno, técnicamente lo fui aún así.
Ese último comentario fue acompañado de una pequeña risilla. Al parecer ese había sido uno de sus inusuales intentos de hacer una broma.
—Si no me crees, puedes confiar en las palabras de Katsumuto —añadió alzando la mirada hacia el otro lado del cuarto de entrenamiento, desde el cual el samurái Katsumoto observaba atento el nuevo enfrentamiento—. Él es el mejor espadachín al servicio del clan Kaedehara; quizás el mejor de toda Inazuma. Se hubiera dado cuenta de inmediato si no estaba peleando como siempre, y no hubiera elogiado tus habilidades si no lo pensara de verdad.
Volvió en ese momento a agachar la mirada, avergonzado.
—Pero… Como dije, sí pensé al inicio hacer lo que mi tío me pidió, y por eso me disculpo contigo.
Ayaka lo contempló en silencio unos momentos, no dejando ver del todo lo que pensaba. Quizás ella misma no estaba muy segura como se sentía al escuchar su explicación, pero tampoco le sorprendía. Incluso a su corta edad, Ayaka se había dado cuenta de cómo la gente siempre intentaba darle un trato especial por ser una Kamisato. Pero Kazuha al final no lo había hecho, e incluso se sentía apenado por siquiera haberlo considerado.
Eso hizo que inevitablemente una sonrisa de gratitud se dibujara en los labios de la pequeña.
—No hay nada que disculpar —masculló despacio, colocando una mano sobre la de él. Kazuha la volteó a ver al fin, un poco sorprendido, aunque aliviado al ver que no había ni un rastro de enojo en la mirada de la chica—. Pero promete que seguirás entrenando en serio conmigo. ¿Sí?
—Sí, lo prometo —le respondió rápidamente, asintiendo con su cabeza y sonriéndole de regreso.
Tiempo presente…
Kazuha y Tomo caminaron alejándose de la tienda de té por unos minutos sin decir nada. Avanzaron hasta subir por un pequeño risco elevado, desde el cual se tenía una vista directa del horizonte y del sol poniéndose. Tomo se paró justo en el margen de aquel risco, mirando fijamente a la lejanía. El mar estaba tranquilo, y sus aguas golpeaban suavemente la orilla. A sus espaldas, el cielo comenzaba a llenarse de estrellas. Kazuha, por su lado, se quedó de pie un par de pasos detrás de él.
—No se trata de nada turbio, si eso estás pensando —musitó Tomo tras un rato, sin necesidad de que Kazuha se lo preguntara—. Es sólo un favor para una buena amiga.
—¿Hablas de esa Sacerdotisa Divina que aquel hombre mencionó? —inquirió Kazuha con seriedad.
—Exacto; esa misma.
—¿Y qué favor te podría pedir a ti exactamente una sacerdotisa?
—Bueno, supongo que puedes sacar una o dos teorías de lo oíste, ¿o no? —comentó Tomo con un ligero tono de broma, encogiéndose de hombros.
No era que hubieran dicho mucho en realidad… pero quizás sí suficiente para en efecto sacar unas cuantas conclusiones. A Kazuha no le gustaba suponer cosas al azar de esa forma, pero le seguiría el juego si así lo quería.
Avanzó entonces unos pasos al frente hasta pararse a su lado, y poder contemplar también el ocaso al tiempo que sentía la brisa marina tocar su cara. Cuando estuvo listo, soltó sin más justo la "teoría" que le cruzaba por la cabeza:
—Por lo que ese hombre mencionó, supongo que tu amiga está interesada en adquirir algo de esa persona que ambos mencionaron; Masakatsu. Y aunque digas lo contrario, parece ser lo suficientemente turbio para requerir una reunión secreta, con contraseñas secretas para identificarse.
Tomo rio divertido, y también algo apenado, al escuchar aquello. Más que una teoría, sonaba casi como una acusación… y quizás lo era.
—Bueno, yo no lo llamaría "turbio", pero sí delicado —se defendió Tomo, rascándose un poco su mejilla. Intentó de inmediato adoptar una postura más serena—. Masakatsu es un famoso y muy hábil artesano, conocido en los bajos mundos por haber desarrollado una técnica única para crear Visiones falsas.
—¿Qué? —exclamó Kazuha, incrédulo—. ¿Dijiste Visiones falsas?
Tomo asintió.
—Se supone que son tan parecidas a las reales que a simple vista no es posible diferenciarlas. Claro, no podrían engañar a la Shogun en persona o a alguien mucho más experimentado en el asunto. Pero funcionan de maravillas para despistar a los soldados Tenryou promedio y que te dejen ir.
Kazuha pensaba que había oído mal, pero esa descripción no dejaba mucho lugar a la confusión.
Visiones falsas… Nunca hubiera imaginado que algo así fuera siquiera posible.
—¿Entonces el tal Masakatsu da Visiones falsas a la gente para engañar a la comisión Tenryou? —cuestionó Kazuha, aun notándose el escepticismo en su voz—. Suena a algo demasiado arriesgado…
—Por supuesto que lo es; traición, al menos —pronunció Tomo con sorprendente soltura—. Sin embargo, para muchas personas puede ser la diferencia. Hace rato, frente a la estatua, comentaste que pelearías hasta el final para que nadie te arrebatara tu visión. Lamentablemente, no todo el mundo tiene la fuerza para hacer lo mismo, incluso teniendo una visión. Como ese hombre al que vimos hace poco.
El recordatorio de lo sucedido más temprano causó una pequeña sensación de molestia en Kazuha. Y no sólo por lo de Ayaka, sino también por lo de aquel hombre, herido y arrebatado de su visión. Fue una escena que Kazuha hubiera preferido no presenciar. De hecho, si no hubiera sido por la intervención repentina de su vieja amiga… no estaba seguro de qué hubiera hecho.
—Darle una visión falsa a los guardias Tenryou no garantiza que no volverán a molestarte —señaló Kazuha, algo tajante—. Tarde o temprano alguien podría darse cuenta del engaño. Si no lo hacen los soldados, lo harán las sacerdotisas al servicio de la Shogun, o incluso ella misma.
—Quizás sí, quizás no. Como sea, les daría un poco de tiempo y opciones. Y para muchos, eso es suficiente. Sangonomiya Kokomi, mi amiga de la que comentamos hace unos momentos, es la suma sacerdotisa de Watatsumi, y una fuerte detractora del Decreto de Captura de Visiones. De seguro has oído hablar de las últimas revueltas que se han suscitado por allá, ¿o no?
En efecto, algo había escuchado en el camino; sobre pescadores que se rehusaban a salir a pescar, y rutas de comercio detenidas. Kazuha no estaba tampoco del todo enterado, pero los rumores comenzaban a hacerse más sonados.
—¿Ella ha estado involucrada en eso? —cuestionó Kazuha con curiosidad.
—Más o menos. Pero no se lo digas a nadie, ¿sí? —comentó el samurái errante, guiñandole un ojo de con complicidad.
«¿Y a quién podría decírselo exactamente?» pensó Kazuha, pero de momento esa no era su mayor preocupación.
Tama asomó su cabeza en esos momentos, soltando un pequeño maullido al aire. Pareció querer salir de su escondite, pero Tomo la detuvo con una mano, haciendo que se quedara en su sitio.
Mientras detenía a su gatita, prosiguió con su explicación.
—Kokomi se enteró hace poco del trabajo de Masakatsu por uno de sus contactos, y desea adquirir varias de estas Visiones falsas para repartirlas entre la gente de Watatsumi y Yashiori, y así también atraer a más personas a su causa.
—¿Y esa causa es cuál exactamente? —cuestionó Kazuha, un tanto apremiante—. ¿Abolir el Decreto de Captura de Visiones acaso?
Tomo sonrió ampliamente y se encogió de hombros una vez más.
—Todo a su tiempo, por supuesto.
—Es casi una locura lo que me estás diciendo —masculló Kazuha, sonando como un reclamo—. Todo esto suena a más que traición; es básicamente insurrección. ¿Por qué te involucraste en algo así?
—Bueno… —masculló Tomo un poco dubitativo, alzando su mirada al cielo ya casi completamente oscuro sobre él—. A cómo están las cosas, es arriesgado para Kokomi o alguno de sus seguidores venir a Inazuma personalmente. Pero un espadachín errante como yo llama mucho menos la atención. Así que es ideal, ¿no crees?
Se giró a verlo en esos momentos con una sonrisa despreocupada, y una mirada que quizás intentaba parecer inocente... sin lograrlo del todo. Kazuha, en cambio, lo miró de regreso con aparente desaprobación
—Sabes muy bien que no era eso lo que preguntaba —señaló Kazuha con brusquedad—. Hace tiempo me dijiste que nunca pondrías tu espada ni tus habilidades al servicio de ningún lord. Que los temas políticos y económicos que tanto interesaban a los nobles, no eran más que distracciones sin importancia de los problemas reales. ¿Acaso todo eso ha cambiado?
—No, claro que no —suspiró Tomo—. Todo lo que te dije es cierto. Pero esto va más allá de un simple asunto político, amigo mío…
La mirada de Tomo se fijó por completo en el horizonte. El sol casi se había ocultado por completo, pero las estrellas y la luna brillaban tanto que se podía aún ver fácilmente el movimiento del agua meciéndose, así como las hojas de los árboles agitándose levemente con la agradable brisa que soplaba.
—Sé que has elegido vivir la mayor parte de tu tiempo lejos de las ciudades, los pueblos y la gente —señaló Tomo con voz solemne y firme—. Pero incluso así, alguien tan sensible como tú de seguro ya se dio cuenta de que el ambiente en Inazuma ha cambiado; su gente ha cambiado. Puedes sentir ese aire de opresión y tristeza que los inunda a todos, ¿no es cierto? Es tan intenso que no puedes simplemente ser ignorante de él.
Kazuha guardó silencio, incapaz en realidad de decir algo para negar tal afirmación. Por supuesto que se había dado cuenta de que las cosas habían cambiado. Inazuma ya no era ni de cerca el sitio que era antes. Últimamente sólo en la naturaleza y lejos de la gente era en donde Kazuha había podido encontrar paz.
—Sí, ahora somos una nación tranquila y sin conflictos —prosiguió Tomo con el mismo tono—. Pero, ¿a qué precio? Las intenciones de la Shogun pueden sonar nobles, pero quiere lograr su anhelada Eternidad usando los deseos y los sueños de las personas como cimientos. Aun siendo una deidad, está empecinada en luchar una batalla inútil en contra del tiempo y el cambio, llevándonos a todos arrastrados con ella. Y está de más decir que eso sólo puede traer consigo más sufrimiento…
»Como bien dijiste, mi espada no está al servicio de ningún lord, y eso incluye a Sangonomiya Kokomi. Pero siempre lo estará para las personas buenas de Inazuma. Y mientras siga aquí, haré lo que pueda para aligerar esta pesada carga que ha caído sobre ellos. Aunque para eso tenga que ir en contracorriente a los deseos de la Todopoderosa Shogun.
—¿Y en verdad crees que darles visiones falsas los ayudará de cualquier forma? —cuestionó Kazuha, dubitativo.
—Es sólo el comienzo —respondió Tomo con más ligereza en su voz—. Como dije antes: todo a su tiempo…
Kazuha de nuevo no supo qué decir. Todo lo que su amigo le decía tenía de cierta forma sentido. Muchas de esas cosas él mismo las había pensado, y estaba seguro de que no eran ni de cerca los únicos en Inazuma que pensaban igual. Pero, ¿en verdad había algo que se pudiera hacer al respecto? ¿Había algo que los humanos podían hacer para imponerse ante los deseos de una deidad…?
"Siempre habrá quienes se atrevan a desafiar el resplandor del relámpago."
Tomo le había dicho esas mismas palabras hace un tiempo. Y comenzaba en ese momento a pensar que había más detrás de ellas de lo que había pensado en un inicio…
Un sonido a sus espaldas atrajo la atención de Kazuha. A ello se siguieron pequeños movimientos entre las sombras de la noche. Arbustos y ramas moviéndose.
Alguien se acercaba.
Y no era sólo uno, sino varios…
—Tomo —indicó rápidamente para llamar la atención de su amigo. Éste, sin embargo, en realidad ya se había dado cuenta.
—Sí, lo sé —masculló despacio el samurái, su vista aún puesta en el horizonte—. Nos han estado vigilando desde hace rato. Al principio creí que iban tras Masakatsu o nuestro nuevo amigo, pero al parecer están más interesados en nosotros.
Conforme se fueron aproximando y la luz de luna los iluminó, Kazuha notó por encima del hombro sus apariencias; y, aún más importante, sus intenciones.
Eran ronin, alrededor de seis en total. Todos usaban ropas viejas y andrajosas, pero venían armados con espadas listas para desenfundar. De seguro eran los mismos que la Comisión Tenryou estaba buscando.
Kazuha suspiró, un tanto fastidiado.
—Si su intención es asaltarnos, eligieron los peores objetivos que pudieron —le murmuró despacio a su compañero—. Ni siquiera tenemos tanto dinero para justificar el riesgo.
—Bueno, eso no es del todo cierto —masculló Tomo de pronto, su voz sonando un poco nerviosa. Kazuha se viró a verlo, confundido—. Ni Kokomi ni yo sabíamos que alguien más iba a financiar esta transacción, así que traigo conmigo una cantidad… relativamente importante de dinero de Kokomi, que ella planeaba ofrecer como un primer pago.
El joven Kaedehara achicó un poco los ojos, incrédulo de en serio haber escuchado lo que escuchó.
—¿Qué tanto es una cantidad "relativamente importante"?
La presencia de los ronin se hizo más vivida a sus espaldas, por lo que ambos se viraron a encararlos de una vez. Kazuha notó entonces que no eran sólo seis, sino que en realidad eran casi diez. Sus ojos amenazadores brillaban con la luna, y algunos incluso ya habían sacado sus espadas.
—Suficiente para justificar el riesgo, ciertamente —comentó Tomo, de nuevo con bastante calma.
—Supongo que sólo entregarlo por las buenas no es opción, ¿o sí? —propuso Kazuha.
—Claro que no. Tengo que regresárselo integro a Kokomi o se enojará; y no la quieres conocer enojada, créeme. Podría incluso obligarme a rembolsarle hasta la última mora. ¿Tienes idea del tiempo que me tomaría recuperar esa cantidad…?
—Ya entendí —le cortó Kazuha con fastidio, suspirando. Dio entonces un paso al frente, colocando además su mano derecha sobre la empuñadura de su propia espada. Esto puso en alerta a los aparentes asaltantes—. Será mejor que piensen muy bien lo que quieren a hacer a continuación —les advirtió con voz firme—. Y decidan también si vale la pena hacerlo por simple dinero.
—El dinero es lo que menos nos importa en este momento —espetó una voz grave e imponente, resonando con fuerza en la oscuridad.
La firmeza de Kazuha menguó al momento de escuchar aquella voz…
Habían pasado tantos años, pero el cuerpo entero del muchacho reaccionó con un fuerte sobresalto en cuanto la escuchó; como si no hubiera pasado ni un solo día.
Uno de los ronin se aproximó más. Era un hombre alto y fornido de brazos gruesos y piel morena. Y cuando alzó sólo un poco su kasa con una mano, la luz de la luna iluminó su rostro y Kazuha pudo verlo con mayor claridad; incluidos esos intensos y penetrantes ojos oscuros, y esa barba ya no tan alineada o negra como antes…
—Nos vemos de nuevo luego de tanto tiempo, amo Kazuha —pronunció aquel hombre con estoicidad.
Y si acaso a Kazuha le quedaba alguna duda, éstas se disiparon al instante.
—Katsumoto…
Notas del Autor:
—Katsumoto, el samurái del clan Kaedehara presentado en este capítulo, es también un personaje original no basado en ningún personaje del juego. Sí, sé que he estado introduciendo varios en estos capítulos, pero no se preocupen que tampoco serán muchos más.
Muchas gracias por sus palabras de apoyo, y también por compartirme sus opiniones con respectos los Puntos de Teletransporte y los caballos. Me ayudaron bastante. Sé que el primer encuentro entre Ayaka y Kazuha se está dando qué desear, pero tengan un poco de paciencia. Les prometo que todo valdrá la pena al final.
Nos leemos de nuevo dentro de poco.
