Capítulo 17.
Situación Irregular

Esa misma tarde, mientras Ayaka y Thoma preguntaban en las calles de Inazuma por información sobre Katsumoto, en los cuarteles de la Comisión Tenryou se estuvieron suscitando algunas reuniones importantes. La primera de ellas fue entre el Comisionado Tenryou, Kujou Takayuki, y sus tres hijos, cabecillas del ejército del Shogun y de su red de investigación criminal, además de principales consejeros. El asunto que los había reunido era respecto a las crecientes revueltas suscitándose en Watatsumi y Yashiori, siendo la más reciente un paro de pescadores en ésta última.

Los cuatro miembros del Clan Kujou se encontraban sólo ellos en un cuarto de los cuarteles. Takayuki estaba sentado firme y estoico de un lado, y sus tres hijos, Masahito, Kamaji y Sara, se encontraban frente a él, uno a lado del otro. Masahito, general del ejército y el mayor de los tres hermanos, había desplegado en el suelo un amplio mapa de la Isla de Yashiori, que tenía marcado con cruces rojas los puntos en los que se estaba suscitando el paro. Saltaba a la vista los principales puntos de partida para los barcos pesqueros, o de movimiento de mercancía entre las otras islas. En esencia, habían casi inmovilizado Yashiori por completo en sólo unos días.

—Los pescadores se han rehusado a salir al mar desde hace ya tres días —informaba Masahito con seriedad mientras recorría su dedo por el mapa—, y han tomado todas las rutas comerciales terrestres y marítimas del este de la isla. Hasta ahora no ha habido enfrentamientos físicos, sólo algunos verbales. La guardia local mantiene su posición vigilante, aguardando de momento por más instrucciones.

Takayuki dejó escapar un marcado quejido de molestia, mientras contemplaba en silencio el mapa. Aunque el Comisionado Tenryou era conocido por siempre mantener bien guardados sin verdaderos sentimientos, para sus tres hijos era evidente que estaba bastante enojado, sino es que lo correcto sería decir "furioso". Cada una de esas pequeñas cruces rojas, tan insignificantes como se veían sobre ese mapa, representaba un verdadero problema; económico y de seguridad.

—¿Y cuáles son sus demandas? —cuestionó Takayuki con brusquedad, cruzándose de brazos.

—Las mismas de siempre —respondió Masahito—. Que se retire el Decreto de Cierre de Fronteras y se les permita el comercio libre con Liyue desde los puertos locales, y no sólo desde Ritou y toda la burocracia y trámites que eso implica.

—¿Y? —masculló Takayuki, impaciente—. ¿Qué más?

El general Tenryou agachó un poco la mirada, pero con la mayor firmeza posible respondió:

—También piden la abolición del Decreto de Captura de Visiones…

—Por supuesto —soltó el comisionado, acompañado de una risa satírica.

—Son sólo un grupo más de trabajadores y comerciantes descontentos con las nuevas medidas —intervino en ese momento Kamaji, el segundo hijo y jefe actual de la oficina de investigación criminal—. Deberíamos considerar pedirle su apoyo a la Comisión Yashiro para que interceda, y así poder escuchar lo que tengan que decir.

—¿Qué tendrían que decir? —espetó Takayuki, con un tono que resultaba casi agresivo—. Lo han dejado muy claro: se rehúsan a aceptar los decretos establecidos por la Todopoderosa Shogun, ocultando su deslealtad en la forma de estos… descontentos.

—Es un poco precipitado llamarlos desleales sólo por expresar su inconformidad, padre…

—No seas ingenuo, Kamaji. Todos aquí sabemos que detrás de estos incidentes se encuentran escondidos los alborotadores de Sangonomiya.

—No tenemos pruebas de que los hombres de Sangonomiya estén involucrados… —intentó explicar Masahito, pero su padre se puso en ese momento rápidamente de pie, imponiendo notoriamente su presencia por encima de sus tres hijos y haciéndolos callar.

—¡Yo no necesito más pruebas de las que ya tengo! —exclamó el comisionado, alzando notoriamente la voz—. Los reportes sobre los movimientos de los seguidores de Sangonomiya concuerdan enteramente con esto. Si entramos a su juego de mandar mediadores e intentar negociar, haremos justo lo que ellos quieren: perder más tiempo, distraernos, y que las repercusiones comerciales sean cada vez mayores.

Takayuki hizo una pequeña pausa, respiró lentamente por su nariz, y con voz ligeramente más templada añadió:

—Todos saben lo que tenemos que hacer: mandar tropas a que desplieguen a estos insurrectos, y demostrarle a los rebeldes de Sangonomiya que no estamos jugando y no cederemos a sus trucos.

Aquella severa declaración, pronunciada sin embargo tan a la ligera, había alarmado visiblemente tanto a Masahito como a Kamaji; en especial a este último.

—Pero, padre… Hacer eso sería… bastante drástico, y podría incluso empeorar las cosas.

Kamaji se giró en ese momento a su diestra, hacia el tercero de los hermanos Kujou, sentada a su lado.

—Sara, por favor, dinos tú punto de vista —murmuró con prudencia, aunque siendo incapaz de ocultar de todo su ansiedad.

La General Kujou Sara, hija adoptiva del clan Kujou y jefa de la guardia local de la Ciudad de Inazuma, había permanecido en silencio prácticamente desde que empezaron a discutir ese tema tan delicado. Sus ojos dorados y fríos habían estado puestos en el mapa en el suelo, analizándolo enteramente de punta a punta, y quizás planeando en su cabeza las múltiples rutas que ese asunto podría tomar.

A pesar de no ser una Kujou de nacimiento, desde pequeña siempre había demostrado tener una sobresaliente capacidad para mantener la calma en situaciones difíciles, analizar todo desde diferentes ángulos, y poder ver las cosas desde la perspectiva de su padre, pero también desde la de sus dos hermanos mayores. Ésta última cualidad era la que Masahito y Kamaji más apreciaban de ella, y que había ayudado en más de una ocasión a funcionar como un punto intermedio entre ellos. Esperaban que ese caso no fuera la excepción.

Sara cerró lentamente sus ojos y llevó una mano a su barbilla, adoptando una postura reflexiva. Tras meditar unos segundos más, comenzó a dar con voz calmada y clara su punto de vista, justo como le habían pedido.

—En efecto creo que mandar tropas en contra de simples civiles podría hacer que la situación escalara a un punto al que no queremos llegar. Si esto sólo es de momento una revuelta pacífica, podría convertirse en un conflicto real si se ven amenazados de esa forma, y esto sólo afectaría nuestra imagen ante las personas. Sin embargo… —abrió de nuevo sus ojos, centrándolos de regreso al mapa en el suelo—. Lo que padre dice también es cierto. Todo esto es un ejemplo de un patrón de comportamiento que los seguidores de Sangonomiya han ido mostrando en los últimos meses; alborotando a las personas, diciéndoles mentiras y prometiéndoles cosas que no pueden cumplir, todo con tal de jalarlos a su causa injusta. Esto es algo que simplemente no podemos dejar pasar.

Kamaji agachó en ese momento su mirada, derrotado. Aquello no era precisamente lo que esperaba escuchar. Takayuki, por su lado, sonrió satisfecho.

—¿Y qué consideras tú que se debería hacer entonces? —preguntó el comisionado con más calma, tomando de nuevo asiento.

—Creo que sí debemos desplegar tropas a Yashiori —respondió Sara sin titubeo, provocando que Kamaji volviera a saltar con alarma—. Pero no para atacar a los pescadores —se apresuró la general a aclarar—, sino para resguardar más la seguridad de la isla, establecer mayor control de las rutas comerciales y, lo más importante, cortar de raíz cualquier influencia negativa que Sangonomiya esté teniendo entre la gente. Esa debería ser nuestra mayor prioridad.

—Aunque nuestras intenciones sean nobles —pronuncio Masahito—, será difícil que la gente de Yashiori lo vea de esa forma si ven llegar a tantos de nuestros hombres a la isla.

—Tenemos entonces que esforzarnos para que tengan claro quiénes son sus protectores —expresó Sara con firmeza, colocando una mano sobre su pecho como si recitara un solemne juramento—. La gente de Inazuma debe creer y confiar en la Comisión Tenryou, como los leales y cercanos sirvientes que somos de la Todopoderosa Shogun. Nuestra espada es la espada de Su Excelencia, y existe con el único fin de cuidarlos de todo aquel que les quiera hacer mal. Y eso incluye a aquellos que intenten engañarlos con mentiras para que le den la espalda a nuestra Diosa.

—Sabias palabras, Sara —murmuró Takayuki desbordante de orgullo—, cómo siempre. Masahito —exclamó con mayor severidad, virándose hacia su hijo mayor—. Encárgate de preparar a los hombres; llévate todos los consideres necesarios de las reservas. Y parte lo antes posible hacia Yashiori.

—Sí, padre —respondió el general, inclinando su cabeza al frente en la forma de una abnegada reverencia.

El mayor de los hermanos Kujou tomó entonces su casco, que había colocado en el suelo a su lado, y se puso de pie, dispuesto a cumplir de inmediato su nuevo encargo.

—¿Requieres mi apoyo en el campo, hermano? —le preguntó Sara desde su puesto.

—No, tú debes permanecer aquí y seguir protegiendo la ciudad. Si las cosas se salen de control en Yashiori… no sabemos lo que nuestros enemigos podrían planear.

Sara asintió lentamente.

—Puedes contar conmigo. Vete sin preocupación.

Masahito ofreció una última reverencia de despedida para su padre y hermanos, y se dirigió sin más a la puerta del cuarto. Mientras iba saliendo, un guardia iba entrando, y se hizo rápidamente a un lado para dejarle el camino libre al general.

—Sr. Takayuki —comentó el guardia una vez que pudo ingresar a la habitación—. El Comisionado Hiiragi ha llegado.

—¿El Comisionado Hiiragi? —inquirió Sara, volteando a ver al guardia sobre su hombro. No había sido informada de que el Comisionado Kanjou vendría a la ciudad ese día. Volteó a ver a su padre y a Kamaji esperando ver la misma confusión en sus rostros, pero ninguno parecía compartirla; de hecho, parecía como si de hecho ya esperaban con anticipación esa noticia.

—Hazlo pasar —indicó Takayuki—. Sara, tú también puedes retirarte. Kamaji, tú quédate.

—Sí, padre —respondió el segundo hijo, inclinando la cabeza.

Sara pareció dudar unos momentos, pero al final se paró y se dirigió a la salida justo como se lo habían indicado. Después de todo, un leal soldado nunca desobedecía una orden.

Al salir al pasillo, se encontró casi de frente con Shinsuke Hiiragi, el Comisionado Kanjou, siendo escoltado por un par de hombres de su guardia. Al verla, una amplia sonrisa se dibujó en sus labios.

—Sara, linda Sara —exclamó el comisionado, extendiendo sus brazos hacia ella en posición de abrazo—. Cada vez que te veo estás más hermosa, pequeña.

Sara una vez más vaciló, pero de nuevo hizo justo lo que se esperaba de ella; era uno de los tres comisionados del Triunvirato, no podía ser descortés con él. Así que se le aproximó, recibiendo su fuerte e incómodo abrazo.

—Se… lo agradezco, comisionado… —murmuró Sara despacio, aliviada una vez que la soltó.

—Chisato está tomando el té. ¿Por qué no la saludas y se ponen al día? Ya sabes, para que hablen de cosas de chicas.

—¿Cosas de chicas? —murmuró Sara, un poco confundida—. Sí, pasaré a saludarla… gracias.

Shinsuke asintió complacido, y entonces pasó a su lado, dirigiéndose al interior del cuarto. Sara respiró lentamente, recuperando de inmediato su compostura y se alejó de ahí con paso firme.

Shinsuke ingresó al cuarto, pero sus guardias permanecieron afuera, vigilando la puerta.

—Takayuki —exclamó el con entusiasmo al ver a su colega comisionado. Sin embargo, toda esa emoción se esfumó casi por completo cuando su mirada su posó en la otra persona presente en el cuarto—. Kamaji… Buenas tardes —pronunció con apenas la necesaria dosis de cortesía.

Kamaji sonrió nervioso, sintiéndose de golpe bastante más incómodo de lo que ya estaba. El Comisionado Kanjou nunca había sido del todo discreto con su desagrado hacia él… ni tampoco con los motivos de éste.

—Shinsuke, pasa —indicó Takayuki, y éste así lo hizo, deslizando la puerta detrás de él—. Gracias por venir con tan poca antelación. Sé que no es un viaje corto desde Ritou.

—Descuida, ya me hacía falta estirar un poco las piernas —respondió Shinsuke con tono bromista, tomando asiento delante de los dos Kujous—. Pero ya que el viaje fue tan largo, vayamos directo a lo que nos ocupa, ¿les parece? ¿Para qué soy bueno? ¿De qué tema querían hablar conmigo? Si involucra a Kamaji, no puede ser tan importante.

Ese comentario no ayudó ni un poco en aliviar el malestar en el joven Kujou, y muy seguramente esa era su intención.

Takayuki se adelantó a explicarse.

—Kamaji está aquí justo por qué recientemente se le asignó investigar una situación irregular que hemos detectado en las últimas semanas. Y sus hallazgos han dado con algo preocupante, que ocupa nuestra atención inmediata. Dejaré que él te explique los detalles.

—Sí, Kamaji —murmuró el comisionado Kanjou, con marcado tono de aburrimiento—. Explícame esos detalles…

Kamaji suspiró con pesadez, un tanto más resignado que preocupado. Desde que su padre le indicó que esa reunión ocurriría, y que tendría que exponer la situación al Sr. Hiiragi, supo que sería una experiencia poco grata. Creyó haber tenido suficiente anticipación para hacerse a la idea, pero al parecer no por completo.

Como fuera, no podía dejar que eso se interpusiera en su labor.

—Muy bien —murmuró con más calma, alzando su mirada fija hacia el comisionado—. Antes que nada, tengo que dejar claro que la investigación sigue aún en curso. Muchas de las evidencias aún no se han corroborado, y es mi opinión que sería muy prematuro tomar alguna acción en este momento…

—Kamaji —pronunció Takayuki con severidad, rozando casi un regaño.

El segundo de los Kujou respiró lentamente por su nariz, y entonces prosiguió. Extrajo del interior de su traje un objeto envuelto en pañuelo blanco y lo colocó en el suelo entre los tres. Comenzó justo después a abrir el pañuelo para revelar frente a los dos comisionados lo que ocultaba.

—Recientemente nos hemos enterado de la existencia de un tipo inusual de visiones falsas circulando entre la gente. Cómo ésta.

Al abrir por completo el pañuelo, lo que quedó a la vista de Shinsuke fue, en efecto, lo que a todas luces era una Visión Anemo, con su borde dorado y su orbe turquesa y brillante.

—¿Visiones falsas? —exclamó el Comisionado Kanjou, sumamente confundido. Tomó entonces aquel objeto entre sus dedos y lo alzó, acercándolo a su rostro para verlo de más cerca—. ¿Me estás diciendo que ésta no es una visión?

—No, no lo es —recalcó Kamaji—. A simple vista son totalmente indiferenciables de una visión real. Su apariencia, su color, su brillo, incluso su peso; todo concuerda. Es sólo hasta examinarlas de manera más exhaustiva que uno se puede dar cuenta de la verdad. Son, dejando de lado la irregularidad detrás de ellas, piezas de artesanía bastante complejas y detalladas; prácticamente poco más que un lujoso accesorio. El problema es que al parecer algunos portadores de visiones reales han estado utilizándolas para despistar a nuestros guardias. Ya se han detectado al menos cinco casos recientes en donde las visiones capturadas resultaron ser justamente copias como ésta. Y tememos que podría haber más, y…

Hizo una pequeña pausa, en la que carraspeó un poco para aclarar su garganta. Sin embargo, para Shinsuke fue obvio que en realidad le resultaba difícil tener que decir lo siguiente.

—Y… que incluso algunas de éstas podrían ya haber sido colocadas en la Estatua del Dios Omnipresente sin que lo supiéramos.

El comisionado Kanjou no fue en lo absoluto discreto con su reacción inmediata luego de escuchar aquello, y fue exteriorizada enteramente por una sonora y casi estridente carcajada burlona.

—¡No puede ser cierto! De seguro a Su Excelencia le encantará enterarse de eso —musitó entre risas, incluso tallándose unos pequeños rastros de lágrimas en su ojo derecho.

—Aún no la hemos informado de la situación —musitó Takayuki en voz baja, al parecer no afectado en lo más mínimo—. Esperábamos tener más información antes de hacerlo, por obvias razones.

—Claro, claro —musitó Shinsuke con tono escéptico. Colocó de nuevo la visión falsa en el suelo delante de Kamaji, y poco a poco se fue calmando lo suficiente para poder volver a hablar con normalidad—. Ciertamente es una situación vergonzosa, y no quiero estar en los zapatos del que tenga que notificársela a la Shogun. Pero sigo sin tener claro por qué esto requería que viniera hasta acá en persona.

Al mirar de nuevo a los rostros del Comisionado Tenryou y su hijo, en ambos se reflejaba una profunda seriedad. En el primero no era algo inusual en realidad, pero Kamaji parecía casi sumido en angustia.

—¿Hay más, acaso? —inquirió Shinsuke, aunque de antemano sabía que la respuesta a dicha pregunta era obvia.

Kamaji carraspeó un poco y se sentó derecho, intentando de alguna forma transmitir la seguridad que en realidad no sentía del todo.

—Bueno… dedujimos que sólo un artesano de gran maestría sería capaz de realizar este tipo de trabajo, así que hemos estado interrogando a varios sospechosos. Sin embargo, hasta el momento nadie ha delatado a esta persona. Creemos que se ha ganado la lealtad de mucha gente gracias a su trabajo. Nuestro segundo enfoque fue entonces intentar rastrear los materiales utilizados, pues el metal y cristal requeridos son muy específicos. Por otro lado, se concluyó que la sola elaboración de una de estas visiones resultaría relativamente costosa, así que además del artesano, debe existir también un benefactor de dinero que esté financiando la operación…

—Sí, muy ingenioso —le interrumpió el Comisionado Kanjou un tanto tajante—. Te fuiste a rastrear los materiales y el dinero; ya lo capté. ¿Puedes ir al grano? ¿Diste con algo sí o no?

—Algo… así —murmuró Kamaji, dubitativo—. Después de investigar exhaustivamente durante las últimas dos semanas… Hemos obtenido un nombre, de un posible sospechoso que podría ser el benefactor que buscamos.

—Excelente —masculló Shinsuke con optimismo—. ¿Quién es?

Hubo un momento de silencio, en el cual Kamaji evidentemente se resistía a decir dicho nombre. Miró de reojo a su padre y éste, con bastante impaciencia, demostró que tenía bastantes menos reparos que su hijo, y pronunció sin ninguna espera el nombre del sospechoso:

—Kamisato Ayaka.

Y en ese preciso momento, la sonrisa burlona y e indiferente del Comisionado Kanjou se esfumó por completo, dejando en su lugar sólo una absoluta expresión de perplejidad.

Shinsuke miró a ambos hombres delante de él consecutivamente, esperando que algo revelara que estaban bromeando, o quizás algo que le indicara que había escuchado mal. Pero sus miradas seguían tan serias e inmutables que poco a poco se dio cuenta que no había equivocación alguna.

—¿Kamisato Ayaka? —repitió despacio, esperando que diciéndolo en voz alta cobrara más sentido; no lo hizo—. ¿De qué están hablando?

—Cómo le estaba explicando —intervino Kamaji de nuevo—, a pesar de que no contamos con el mismo alcance de la Comisión Kanjou en estos temas, hemos estado rastreando como hemos podido las compras de estos materiales, e intentado compararlas con movimientos sospechosos de dinero por parte individuos de estatus alto que han mostrado en menor o mayor medida descontento con los últimos decretos, en especial con el de Captura de Visiones.

—¿Y Kamisato Ayaka está en esa lisa?

—No ha hecho ninguna declaración pública como tal —se apresuró Takayuki a responder—. Pero ha estado solicitando frecuentemente una audiencia con la Shogun para discutir con ella precisamente el impacto que estas medidas están teniendo en la gente.

—Bueno, siendo representante de la Comisión Yashiro, eso no me parece inusual —comentó Shinsuke, encogiéndose de hombros.

—También ha intervenido deliberadamente y de forma personal en la labor de nuestros hombres en al menos tres ocasiones que se ha reportado —añadió el comisionado Tenryou con severidad—. El día de ayer justo se puso en el camino mientras Sara y sus hombres sometían a un hombre que se negaba a entregar su visión.

—Pero cabe mencionar que según los testigos, lo hizo sólo porque el hombre había resultado herido —comentó Kamaji con apuro, casi saltando entre ambos comisionados.

Ese comentario, sin embargo, claramente molestó a su padre.

—¿Y eso cambia en algo los hechos, acaso? —espetó Takayuki con fuerza, haciendo que Kamaji retrocediera un poco en su sitio—. Como sea, estas conductas han provocado que, en efecto, haya sido puesta en nuestra lista para mantenerla bajo observación.

—Una lista secreta, supongo —musitó Shinsuke con tono irónico. Se preguntaba quién podría estar en dicha lista—. Y he de intuir que todo esto es derivado a que han detectados movimientos extraños de dinero ligados de alguna forma a la Srta. Kamisato, ¿correcto?

—Retiros sospechosos de moras, para ser exactos —explicó Kamaji—. Con fechas y cantidades que parecen concordar con compras de materiales que podrían estar ligados, o no, a la elaboración de las visiones falsas.

Le pasó en ese momento al comisionado Kanjou un informe que había traído consigo, en donde se listaban los últimos movimientos de dinero a nombre de Kamisato Ayaka, señalando especialmente con rojo aquellos que resaltaban. Shinsuke lo tomó y comenzó a revisarlo detenidamente, línea por línea.

—¿Retiros de los fondos de la Comisión Yashiro?

—No —negó Kamaji—. Todos ha sido de sus ahorros personales, provenientes de la herencia de sus padres, su parte que le corresponde de las ganancias de los negocios del clan Kamisato, y su sueldo como representante de la Comisión Yashiro.

—¿Algún depósito sospechoso que pudiera indicar que está ganando algún extra de la venta de estas cosas?

—Ninguno, todos están limpios y comprobados.

—Pero eso no indica nada —añadió Takayuki con brusquedad—. El dinero podría fácilmente ser la última de sus motivaciones

—En efecto, no lo indica; ni a favor ni en contra de su investigación —respondió Shinsuke con algo de apatía, y de la misma forma dejó caer el informe de regreso al suelo, delante de él—. Todo lo que tienen es a una mujer adulta que de vez en cuando dispone de su propio dinero como mejor le parece. Quizás sólo se está comprando vestidos.

—Yo estoy de acuerdo —se apresuró Kamaji a comentar, aunque aquello le ganó una mirada de clara desaprobación por parte de su padre—. Pero… es justamente el último movimiento, el que se suscitó hace unos días, el que llamó más nuestra atención y convenció a mi pa… al comisionado de que debíamos consultar esto con usted.

Aquello regresó la atención de Shinsuke al informe, así que lo volvió a tomar y se dirigió de inmediato a la última página de éste, y al último retiro marcado con rojo.

—Es una cantidad sustancialmente mayor a las anteriores —explicó Kamaji—. Y el monto, y los tiempos en los que sucedió, concuerdan con un rumor que hemos estado siguiendo los últimos días.

—¿Qué rumor?

—Que está por suscitarse una compra grande de estas visiones falsas, y de parte de un comprador importante.

Shinsuke revisó de nuevo el reporte rápidamente. El último retiro en efecto era mayor que los anteriores; al menos cuatro o cinco veces más que el que le seguía en tamaño.

—Y creen que este último retiro es precisamente para pagar la elaboración de dicha mercancía, ¿no?

—Es nuestra teoría… —respondió Kamaji, no sonando sin embargo demasiado convencido. Desde el mero inicio de esa plática había dejado clara su incertidumbre en todo esto, algo que al mismo tiempo su padre había demostrado no compartir.

—Y no es sólo eso —añadió Takayuki—. Creemos firmemente en que los compradores de esas visiones falsas, son los rebeldes de Sangonomiya.

—¿Los que tienen paralizadas todas nuestra rutas comerciales con Watatsumi y Yashiori? —exclamó el Sr. Hiiragi con marcado desdén, soltando incluso un quejido de molestia—. No me los menciones. Ustedes ya se están tardando demasiado en arreglar ese asunto, por cierto. Pero, ¿qué querrían un montón de sacerdotisas y pescadores enojados con estas visiones falsas?

La mirada de Takayuki se tornó incluso más dura de lo que ya estaba, y su tono de voz al mismo tiempo se volvió cauteloso; como si dudara si dar ese pedazo de información o no.

—Sospechamos que intentarán usarlas como incentivos para atraer personas a su causa.

—¿Para qué? —masculló Shinsuke, claramente confundido—. ¿Reunir un ejército, acaso? —musitó justo después con un tono burlón. Sin embargo, las expresiones de sus dos acompañantes le dejaron claro que para ellos no era divertido—. Esperen, ¿eso es lo que creen que quieren hacer? ¿Con qué fin?

—Independizar Watatsumi de Inazuma, abolir el Decreto de Captura de Visiones, derrocar a la Todopoderosa Shogun; no lo sé —enumeró Takayuki, exasperado—. Pero sea lo que sea, son una amenaza para la seguridad de Inazuma. Y si todas nuestras sospechas son ciertas, Kamisato Ayaka los está apoyando.

—¿Y si es así qué piensas hacer? —cuestionó Shisuke con seriedad—. ¿Vas a acusar de traición… a la hermana menor del Comisionado Yashiro?

No hubo una respuesta, al menos con palabras. Pero en al aire se percibió que sí, en efecto, esa era la intención…

Shinsuke suspiró con pesadez; el cansancio que no le había pegado durante todo el viaje, comenzó a caerle con fuerza sobre los hombros justo en ese instante.

—Su caso es muy débil —concluyó con desidia, dejando de nuevo el reporte en el suelo—. No tienen nada que ligue a Kamisato Ayaka con algo de esto, salvo algunas pequeñas y sospechosas coincidencias. Necesitan alguna evidencia sólida, o al menos el testimonio de alguien que la señale directamente como la benefactora de todo esto, y de que ella estaba plenamente consciente de para qué se usaba ese dinero.

—Lo tendremos —declaró Takayuki con firmeza—. Tenemos nuestra mira puesta en esta compra grande que te mencionamos. Si logramos dar con las personas detrás de ella, daremos con el artesano, con los intermediarios, e incluso con los compradores. Y alguno tendrá que hablar, y ligar a Sangonomiya y a Kamisato Ayaka con todo esto. Pero para eso requerimos el apoyo de la Comisión Kanjou, para inspeccionar de forma más minuciosa los movimientos del dinero de esta muchacha, en especial ese último retiro, así como los materiales que pudieron haber sido comprados con ese dinero.

—Y todo eso completamente a espaldas de la Comisión Yashiro, y en especialmente de Kamisato Ayato, ¿cierto? —murmuró Shinsuke con algo de sarcasmo, virándose hacia otro lado—. Ahora entiendo por qué querías hablar conmigo de esto en persona, y en secreto…

Se tomó entonces unos momentos de reflexión, quizás para digerir mejor todo el montón de información que le acababan de transmitir. Y, especialmente, para pensar en todas las implicaciones que esto pudiera tener al corto, mediano y largo plazo.

—Kamaji —pronunció de pronto el comisionado Kanjou, haciendo que el aludido se sobresaltara por lo repentino que se había roto el silencio—. Déjanos solos —ordenó con algo de brusquedad, sin siquiera mirarlo.

El joven Kujou se viró hacia su padre, en busca de alguna su instrucción. Éste se limitó simplemente a asentir, indicándole con ese sólo gesto que hiciera justo lo que le estaba pidiendo. Él no estaba muy seguro de por qué tenía que irse, si se suponía que todo ese asunto estaba de hecho en sus manos. Sin embargo, así como sus hermanos, Kamaji había sido criado para siempre obedecer.

—Con su permiso —murmuró despacio, una vez que recogió el reporte y la visión falsa, y se puso de pie.

Kamaji caminó entonces a la puerta para retirarse. Los dos comisionados se quedaron quietos y en silencio, mirándose mutuamente hasta que el joven Kujou dejó el cuarto, y ambos estuvieron en efecto solos.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Takayuki? —inquirió Shinsuke con voz prudente—. ¿No crees que alborotar el avispero justo en este momento podría de alguna forma afectar… nuestros planes futuros?

Takayuki permaneció en silencio un rato más. Desde el momento en que le había pedido a Kamaji que se fuera, supo que era porque deseaba hablar con más libertad de esos otros "asuntos" que les atañía sólo a ellos. Aunque claro, aún bajo esas circunstancias, tenían que ser cuidadosos con sus palabras.

—Si Kamisato Ayaka está involucrada en todo esto, sabes muy bien que es improbable que su hermano no esté enterado, o incluso involucrado también. Y si logramos comprobarlo ante la Shogun…

—La posición del clan Kamisato estaría comprometida —le interrumpió Shinsuke, completando su idea—, e incluso podría desencadenar su destitución de la Comisión Yashiro. Ese es el fin último de todo esto, ¿cierto? ¿Eso es lo que nuestro contacto quiere que pase?

Aquella mención causó un nada disimulado gesto de molestia en Takayuki.

—Independientemente de lo que él quiera, yo hago esto porque es mi deber como cabeza de la Comisión Tenryou, y protector de la paz de Inazuma…

—Tomaré eso como un —le volvió a interrumpir Shinsuke, causando un apreciable rubor de rabia en las mejillas de su acompañante, aunque eso pareció no preocuparle demasiado.

Ya le comenzaba a parecer que todo eso tenía de alguna forma la marca personal de esa persona, encaminándolos a hacer lo que él requería, disfrazándolo como algo que surgió de ellos mismos. Pero si Kamaji había dado con el nombre de Kamisato Ayaka durante su investigación, muy seguramente no había sido por coincidencia, y mucho menos por las capacidades de ese chico, sino porqué había sido guiado por la mano de ese oscuro amigo de ellos, aunque no se diera cuenta.

Takayuki podía estar demasiado cegado por su deber para darse cuenta, pero él no. Shinsuke sabía mejor en dónde estaba metido, y qué tanto más deseaba estarlo.

—Bien, todo eso puede ser posible —comentó como conclusión final—, si en efecto podemos probar que Kamisato Ayaka dio ese dinero a estas personas con pleno conocimiento de para qué, y para quién, sería usado, y que Ayato igualmente lo sabía; o incluso que ella lo hizo bajo órdenes de él. Pero no será fácil probar ambas cosas. Pero podemos empezar rastreando el dinero y los materiales como bien dijeron.

Y dicho eso, Shinsuke se puso de pie con la clara intención de retirarse. Quizás descansaría un poco, y luego mandaría algunas cartas a su gente en Ritou, y otra más a sus representantes locales. Todo para poner en movimiento todo ese asunto, aunque de la manera más discreta posible.

—Y por cierto, Takayuki —murmuró despacio estando ya en la puerta, virándose discretamente a mirarlo sobre su hombro—. Si esto de alguna forma sale mal y se nos voltea, entenderás que fingiré completa ignorancia de este asunto.

—No esperaba menos de ti —respondió el comisionado Tenryou, evidentemente indiferente o sorprendido con su advertencia.

—Con tu permiso entonces, socio —murmuró Shinsuke por último, antes de retirarse al fin.

Notas del Autor:

Un capítulo con tanto "bla bla" que casi parecía misión del juego, ¿no creen? Sé que quizás fue un capítulo bastante pesado, e incluso consideré dividirlo en dos. Pero al final decidí hacerlo todo en uno y terminar rápido con esto, para ya pasar a lo que sigue. Pero como ven, era importante contar todo esto, pues es la base de lo que pasará más adelante. Y como pueden adivinar, se vienen algunos problemas para la pobre Ayaka. ¿Saldrá bien librada de ellos? Ya lo veremos…