Capítulo 20
Puedes quedarte aquí

La cena estuvo lista relativamente rápido, considerando que era casi un pequeño banquete para los invitados de la Srta. Kamisato. Se componía del plato principal de un caldo de res, junto con variados complementos. Todo fue servido en la mesa del cuarto privado de Ayaka, en la cual todos se sentaron; Tomo y Kazuha de un lado, mientras que Ayaka y Thoma del otro. La habitación no tardó en llenarse del exquisito aroma de los alimentos.

—Esto huele muy bien —señaló Tomo con entusiasmo, permitiéndose al momento tomar un poco de fideos con sus palillos y acercarlos a su boca. Su rostro se iluminó intensamente en cuanto logró probar dicho bocado—. ¡Y sabe aún mejor! Mis felicitaciones al cocinero.

El samurái unió sus manos delante de él, dejó salir una rápida plegaria de agradecimiento al aire, y sin más espera comenzó a servirse rápidamente de cada cosa delante de él. Kazuha, por su parte, se mostraba un tanto más recatado.

—Espero no haya sido demasiada molestia que tuvieran que cocinar todo esto tan tarde —señaló el espadachín Kaedehara, un poco apenado.

—No te preocupes —respondió Ayaka rápidamente—. Siempre hay alguien de guardia para cualquier cosa que se ofrezca.

—¿Siempre?

Ayaka asintió.

—Pero sírvanse lo que quieran, por favor.

—Gracias —contestó Kazuha, agachando su cabeza con respeto hacia ella.

Unió también sus manos agradeciendo los alimentos, comenzando después también a servirse un poco de cada cosa. Mientras lo hacía, notó que Ayaka no se servía nada. De hecho, delante de ella en la mesa, sólo tenía una taza de té humeante de la cuál tomaba sólo un sorbo de vez en cuando.

—¿Tú no vas a comer, Ayaka? —le preguntó Kazuha con curiosidad.

—Oh, no. No se preocupen, nosotros ya cenamos. ¿Cierto, Thoma…?

Al virarse hacia su compañero sentado a su lado, se sorprendió un poco al darse cuenta de que en efecto éste sí se estaba sirviendo en su plato… bastante comida, en realidad. Al sentirse observado por su ama, Thoma se sobresaltó un poco, sonriendo de manera nerviosa.

—Ah… Bueno, sólo es un pequeño aperitivo antes de dormir —indicó el sirviente, alzando un poco su plato para que lo viera. Aunque, en efecto, parecía mucho más que sólo un aperitivo.

—Veo que es cierto lo que dicen de que los chicos tienen un mayor apetito, ¿cierto? —masculló Ayaka, intentando moderar su impresión.

Los tres hombres continuaron comiendo animadamente, mientras Ayaka seguía bebiendo de su taza. El ambiente se había vuelto bastante tranquilo; muy diferente al casi tenso en el que se habían sumido Kazuha y Ayaka durante su plática.

A la Princesa Garza le agradaba eso. Últimamente le era muy difícil tener momentos tan agradables y calmados como ese.

—¿Ya probaste el calamar, Kazuha? —le preguntó Tomo a su compañero.

—Sí, está muy bueno… —indicó el joven Kaedehara, aunque tuvo que callar casi de inmediato cuando un pequeño pico de dolor le recorrió el hombro, haciéndolo por reflejo aproximar su mano hacia esa área.

—¿Aún te molesta esa herida? —inquirió Tomo al verlo agarrarse el hombro.

—Un poco. Pero ya está mucho mejor, gracias a… Ayaka.

Una pequeña sonrisilla alegre se dibujó en los labios chica peliazul al ser mencionada de esa forma.

—Yo no hice gran cosa. Lo que realmente se encargará de curarte es la medicina especial.

—En mi experiencia, una medicina aplicada por los dulces dedos de una hermosa señorita se vuelve mucho más efectiva —señaló Tomo con un bastante marcado tono juguetón. Su comentario causó un pequeño sobresalto en Kazuha y Ayaka, y un ligero rubor en sus mejillas. Aunque a su vez, causó también una evidente molestia en Thoma.

—Le pediré que modere sus palabras al referirse a la Srta. Kamisato —indicó el amo de llaves, no sonando del todo como una amenaza… pero casi.

—¿Acaso dije algo indebido? —respondió Tomo despreocupado, encogiéndose de hombros.

—Está bien, Thoma —indicó Ayaka con más calma—. Esta noche estamos… entre amigos. No hay que ponernos tan serios, ¿cierto?

—¿Ya oíste, Thoma? —indicó Tomo, señalando al sirviente con sus palillos—. No te pongas tan serio.

Thoma no respondió nada a su comentario, y en su lugar continuó concentrado en su plato. Aun así, Ayaka percibió que no se encontraba del todo contento. Al parecer no le había agradado mucho el amigo de Kazuha. Ella… aún no tenía una opinión completa sobre él. Parecía agradable, pero ciertamente era algo… extraño.

Justo mientras Ayaka pensaba en eso, notó como el samurái acercaba un pedazo de pescado a su pecho. Un segundo después, Tama se asomó de adentro de su kimono, olfateó el bocado unos segundos, y luego se apresuró a tomarlo con su boquita. Tomo acarició su cabecita suavemente con sus dedos mientras ella comía.

Ayaka sonrió levemente. Alguien que cuidaba tan bien a un gatito no podía ser tan malo. Thoma, que era también muy apegado a los animales, de seguro pensaba lo mismo… en el fondo. Además, si era un amigo tan cercano de Kazuha, debía ser por algo.

—Y dime, Kazuha —comentó Ayaka de pronto, rompiendo el silencio. El joven de cabellos claros alzó su mirada hacia ella, mientras pasaba su último bocado—. ¿Dónde aprendiste a pelear de esa forma? Lo que Katsumoto mencionó es cierto. Tus técnicas y la forma de moverte son ahora un poco diferente al estilo que enseñaban en el Dojo Kaedehara. Aún se notan claros cimientos de éste, pero se ve también como algo casi totalmente independiente. En especial ese último movimiento con el que diste el golpe ganador.

—¿En el que rompió la espada de ese samurái? —preguntó Thoma, de pronto al parecer muy interesado en el tema—. Sí, debo confesar que eso fue impresionante. No creí que fuera a ser capaz de dar un golpe tan fuerte como para romper la hoja de ese sujeto en dos. O quizás ya estaba algo gastada y vieja, ¿cierto? ¿Un poco de suerte, quizás?

—No fue suerte, Thoma —respondió Ayaka rápidamente, acercándose casi a un regaño—. Y te equivocas también en otra cosa: Kazuha no fue el que golpeó con fuerza el arma de Katsumoto.

Aquella extraña afirmación pareció confundir enormemente a Thoma. Una reacción parecida surgió en Tomo y Kazuha, aunque en su caso fue por un motivo un tanto diferente.

—Ah, así que también se dio cuenta, Srta. Kamisato —señaló Tomo con emoción—. Como era de esperarse viniendo de una espadachín de un clan tan prominente como el suyo.

—¿De qué están hablando? —masculló Thoma, sintiéndose aún bastante perdido—. ¿Acaso hubo algo en ese último ataque que no noté?

Sí, claro que lo hubo. Pero antes de decir algo más, Ayaka se viró un momento de regreso a Kazuha.

—¿Me permites explicarlo, Kazuha?

—Adelante —asintió el joven espadachín—. Creo que tú serás mucho más capaz de hacerlo que yo.

Con el permiso concedido, Ayaka se giró para sentarse en dirección a Thoma y así poder describirle aquello que él, y de seguro todos los ronin presentes, no notaron de ese último ataque.

—En efecto, hubo más en ese último movimiento de lo que pareció a simple vista. Desde el inicio del combate, fue evidente que en lo que respectaba a fuerza física Katsumoto superaba por mucho a Kazuha. Él debió darse cuenta fácilmente con esos primeros ataques que intercambiaron, así que su estrategia cambió. Esos giros que dio con el cuerpo entero mientras se aproximaba a Katsumoto, no eran para tomar impulso para el ataque de la espada; de hecho, toda esa energía iba enfocada en la patada final. Para romper la espada, lo que Kazuha hizo fue usar la propia fuerza de Katsumoto en su contra.

—¿Cómo dice? —murmuró Thoma, aún bastante confundido en ese punto, pero era de hecho comprensible.

—No muchos espadachines son conscientes de esto —prosiguió Ayaka—, pero todo herrero de espadas de gran nivel sabe que cualquier hoja tiene un punto de quiebre. Un punto en el cual el acero es más vulnerable. Y si golpeas algo con la suficientemente fuerza acumulada en ese punto, la hoja colapsará.

Se giró en ese momento hacia Kazuha de nuevo, buscando con su mirada la confirmación de lo que estaba por decir.

—Algunas generaciones atrás, el clan Kaedehara se dedicaba a la herrería de espadas de alto nivel. Supongo que aunque no sea una labor que se desarrollase en nuestra generación, parte de esos conocimientos te acompañan, y te permitieron fraguar esa estrategia, ¿no es así?

—Supongo que es una deducción acertada —respondió Kazuha con tranquilidad.

—¿Están diciendo que golpeó la espada de ese samurái en su punto más débil? —preguntó Thoma, creyendo al fin haber entendido.

—No precisamente así —le respondió Ayaka, girándose de nuevo hacia él—. Como dije, el impulso acumulando iba sólo enfocado en la patada que daría el final. Para la espada, lo único que Kazuha tuvo que hacer fue colocarla en el punto y en el ángulo exacto. Lo demás, sólo requería que Katsumoto atacara con todas sus fuerzas, como lo había hecho hasta ese punto. Y entonces él mismo, al golpear la espada de Kazuha en ese punto exacto, terminó rompiendo su propia arma con su propia fuerza. Lo siguiente fue simplemente usar todo el impulso que había acumulado en dar esa patada final directo a la quijada; un punto vulnerable para cualquier, incluso alguien del tamaño y fuerza de Katsumoto. Y la sorpresa de lo ocurrido a su hoja no le permitió esquivar. Así que cuando recibió ese golpe final, y con su espada rota… ya tenía el duelo perdido.

—Increíble —masculló Thoma, totalmente azorado—. No me di cuenta de que aquello había sido tan complejo…

—No te sientas mal por eso —se apresuró Ayaka a señalar—. Todo fue bastante rápido. Y sin el ojo entrenado o el conocimiento previo de la forja de espadas, era muy difícil que alguien externo lo notara.

—Me atrevería a decir que ni siquiera el propio Katsumoto entendió lo que pasó —añadió Tomo justo después, aun masticando medio bocado.

—Fue una táctica increíble, Kazuha —declaró Ayaka con sincera emoción, girándose de regreso por completo hacia su viejo amigo una vez concluida su explicación—. Pero también muy arriesgada. Con el más mínimo margen de error, la que hubiera resultado rota sería tu espada… y después tú.

—Lo sé —respondió Kazuha sin la menor vacilación—. Pero tenía confianza en que funcionaría. Y no por arrogancia, sino porque ya conocía de antemano la forma de pelear de Katsumoto. Y este combate, y el de la noche anterior, me ayudaron a verificarlo antes de arriesgarme con un movimiento tan audaz.

—Ese es mi amigo Kazuha —exclamó Tomo con entusiasmo, alzando su brazo al aire—. Todo un valiente, ¿cierto?

Valiente, audaz, arriesgado… y un poco loco. Todas esas descripciones podían encajar en lo que había sido esa técnica. Aun así, Ayaka se había sentido enormemente impresionada y emocionada en ese momento. Antes de verlo con sus propios ojos, no creía que algo así pudiera ser posible, en especial con pura habilidad física sin habilidad elemental.

—¿Dónde aprendiste a moverte de esa forma? —murmuró Ayaka, volviendo a la que había sido su pregunta original—. Era como si te impulsaras junto con el viento, aún a pesar de que no estabas usando tu visión.

Kazuha terminó rápidamente el último bocado que quedaba en su plato, y luego colocó éste rápidamente sobre la mesa. Una vez que terminó de comer, se sentó derecho en su puesto, y mirando fijamente a su anfitriona le respondió:

—Durante estos años he viajado por Inazuma, conociendo a una gran cantidad de personas; entre ellos diferentes espadachines de varios estilos. Por supuesto, Tomo es uno de ellos —indicó señalando con su mano hacia el samurái sentado a su lado. Éste alzó su mano a modo de saludo por mero reflejo—. Cada uno me compartió un poco de la base que mueve su espada, y tomé lo mejor de lo que me enseñaron. Pero también aprendí mucho viviendo y pasando tiempo en la naturaleza.

—¿En la naturaleza? —masculló Ayaka, siendo ahora ella la que se sentía perdida.

La voz de Kazuha se volvió firme pero fluida; casi como si estuviera recitando uno de sus usuales poemas que hacía de niño.

—Aunque al inicio en el entorno natural todo parece errático y sin un orden, mientras más lo observas puedes darte cuenta de que no es así. El viento, el correr del agua, los animales, el movimiento de las hojas… Todo se mueve en concordancia, afectándose mutuamente a niveles que las personas no pueden visualizar a primera vista. Pero una vez que aprendes a moverte con el entorno, te vuelves parte de ese equilibrio, y éste se vuelve parte de ti. Y por más reacio que el hombre intenté golpear la roca, el río o el viento mismo, éste siempre verá la forma de volver al equilibrio original…

Kazuha notó en ese momento como Ayaka lo miraba muy fijamente con sus ojos muy abiertos, y una expresión de ligero desconcierto. Eso lo hizo sentirse un poco apenado; quizás se había dejado llevar un poco.

—Lo siento, de seguro lo que digo te parecerá extraño.

—No, no, ¡para nada! —le respondió Ayaka de forma presurosa, agitando sus manso delante de ella—. De hecho, todo esto que me dices es fascinante. Entonces, ¿estos últimos ocho años los has pasado viajando y viviendo todas esas experiencias que mencionas?

—Así es.

—¿En dónde has estado?

Kazuha se tomó unos segundos, antes de decidir la mejor forma de responder esa pregunta.

—Creo que… prácticamente en casi cualquier sitio de Inazuma. En Narukami, Kannazuka, Yashiori, Watatsumi…

—¿Hasta en Seirai? —le interrumpió Ayaka con emoción, inclinando un poco su cuerpo hacia el frente.

—Sí, pero obviamente no me pude acercar demasiado a la tormenta que domina el centro de la isla.

—¿Y en Tsurumi?

—Sí, fui una vez a explorarla. Es un lugar… muy extraño. Pero creo que sería una historia mejor para otro momento.

—A mí me encantaría escuchar esa historia —añadió la Princesa Garza con aún más excitación que antes—, y también sobre todos los sitios y personas que has conocido… —De pronto, la emoción de Ayaka pareció apagarse un poco—. Yo… la verdad es que nunca he salido de la Isla Narukami; lo más lejos que he ido de mi casa en estos ocho años es Ritou. Por eso me gusta escuchar o leer las historias de aquellos que han visto sitios apartados de aquí. Dime, ¿has ido fuera de Inazuma?

—¿Fuera? —repitió Kazuha, un poco destanteado por esa pregunta—. No… Aún antes del Decreto de Cierre de Fronteras, era complicado navegar la tormenta que rodea a Inazuma. Se necesita de un barco grande y un capitán experimentado, y esos no abundan demasiado en estos tiempos. Y los pocos que hay no tienen deseos de exponerse a quebrantar la ley y transportar a alguien fuera de Inazuma a escondidas. Por eso muchos prefieren intentarlo en balsas, pero… He oído que no muchos lo logran.

—Sí, he oído lo mismo… —masculló Ayaka con pesar.

Cada semana se escuchaba un rumor, sobre alguien que no resistía la situación actual de Inazuma y hacía el intento de salir a escondidas en balsa hacia alguna de las otras naciones cercanas. Y una vez que se iban, era casi imposible saber si en realidad lo habían logrado, o en su lugar la tormenta o el mar los había reclamado. Y aunque pudieran por un milagro llegar a salvo de su destino, no podrían volver nunca a Inazuma, pues haber roto el Decreto de Cierre de Fronteras de esa forma tan deliberada se castigaba gravemente; muy gravemente…

Era una situación que la comisión Yashiro había estado intentando parar, concientizando a la gente de los peligros que aquello implicaba en muchos aspectos. Sin embargo, no habían aún podido evitarlo del todo.

Pero aquel era un tema que prefería no seguir tocando en esos momentos. La noche se había vuelto bastante agradable como para cambiar el tono de esa forma.

—Y, ¿tu viaje te trajo a la Ciudad de Inazuma por algún motivo en especial, Kazuha? —preguntó de pronto, intentando continuar con el tema original.

Kazuha pareció un poco incómodo, e incluso tenso, al escuchar la pregunta.

—Nosotros… —balbuceó despacio, aunque luego guardó silencio sin dar ninguna respuesta real.

Para su suerte, Tomo saltó de inmediato a su rescate antes de que aquello se tornara sospechoso.

—Venimos por el festival, obviamente —indicó el samurái con tono calmado—. A disfrutar los puestos, los fuegos artificiales, la comida… y todo eso.

—¿El festival? —masculló Ayaka, un poco sorprendida—. Oh, pues llegaron un poco temprano, ya que no empieza hasta la siguiente semana.

—Sí, lo sé —murmuró Tomo entre risas, colocando una mano atrás de su cabeza, avergonzado—. Parece que sobrestimamos el tiempo que nos tomaría llegar hasta acá, ¿cierto, Kazuha?

El espadachín Kaedehara lo miró de reojo, al parecer no del todo contento.

—Eso parece…

Por supuesto, Kazuha sabía que aquello era una completa mentira. Pero suponía que aquello era preferible a decirle la verdad, opción que ni siquiera se encontraba sobre la mesa.

—Entonces —susurró Ayaka despacio, llamando de nuevo la atención de Kazuha. La joven lo miraba, expectante—. ¿Vas a estar en la ciudad unos días más, Kazuha? Eso me… —Calló de golpe, y rápidamente se volteó a otro lado—. Es decir… es sólo que… si vas a estar en la ciudad hasta el festival, puedes quedarte aquí sin problema esos días, ¿sabes? Yo… quizás también me quede por aquí hasta entonces…

—¿En serio? —cuestionó Thoma con asombro, pues no tenía previsto que ese fuera su plan.

Ayaka no respondió el cuestionamiento de Thoma; luego tendría que hablar con él por separado.

—Ah, claro que la invitación también está abierta para usted, Sr. Tomo —añadió Ayaka rápidamente al darse cuenta de que quizás había sido un poco maleducada a ni siquiera mencionar al amigo de Kazuha.

Tomo, sin embargo, no parecía particularmente molesto por eso, sino al parecer todo lo contrario.

—Es muy amable de su parte, Srta. Kamisato —respondió el samurái errante, inclinando su cuerpo al frente—. Pero yo creo que aprovecharé estos días antes del festival para encargarme de algunos asuntos, ver algunos conocidos, comprar algunas cosas… Pero puedo encargarme de todo eso yo solo. Así que si Kazuha quiere aceptar su invitación, creo que no habría problema… ¿o sí?

De nuevo Tomo haciendo alarde de su sutileza tan poco efectiva. Sus intenciones eran más que transparentes. Sin embargo, Kazuha tenía muy clara su postura al respecto.

—Agradezco enormemente tu invitación, Ayaka —contestó con voz neutra, sin mirar a la joven—. Pero no creo que sea prudente que nos quedemos aquí mucho más de lo necesario. No sólo por el peligro de la Comisión Tenryou, sino que no considero correcto que te siga causando tantos problemas.

—Pero… —balbuceó Ayaka, un poco exaltada—. En verdad no es ninguna… ¿Por qué insistes…?

La presencia de alguien el pasillo jaló en ese momento la atención de todos, haciendo que la Princesa Garza no pudiera terminar lo que quería decir; y quizás era mejor así. La puerta del cuarto se abrió poco después, y del otro lado apareció una más de las meseras en kimono morado.

—Srta. Kamisato —pronunció despacio la muchacha, inclinando su cuerpo pronunciadamente al frente—. Disculpe la interrupción, por su otro invitado ya ha comenzado a despertar.

Aquello alertó visiblemente a Ayaka, tanto que por mero reflejo se puso de pie, casi olvidándose por un segundo de lo de hace un momento.

—Entiendo, gracias… —susurró despacio, mirando a la mesera, y luego a Kazuha consecutivamente. Parecía debatirse entre qué hacer a continuación, aunque su deber pareció ganar de momento—. Con su permiso, iré a verlo —indicó justo antes de comenzar a caminar presurosa hacia la puerta.

—La acompaño, señorita —indicó Thoma, parándose también—. Se puso bastante loco en aquel sitio, y no hay que arriesgarse.

Ayaka asintió como respuesta, y ambos salieron del cuarto. La Kamisato no volvió a mirar a Kazuha mientras se iba, ni tampoco le dijo nada más. Y, quizás con algo de paranoia de por medio, aquello hizo que el muchacho se cuestionara si acaso la había hecho enojar al rechazar su invitación. E igualmente, se debatía si sería correcto ir tras ella dado ese panorama.

—Tú también quieres ir a ver que no le pase nada, ¿cierto? —indicó Tomo, inclinándose un poco hacia él para murmurarle en voz baja—. ¿Por qué rechazas su ofrecimiento de esa forma? ¿Qué te dije sobre hacer que una dama te suplique?

La mirada de Kazuha se endureció con marcado enojo. Aquello era inusual en él, pero ciertamente no desconocido.

—Tú sabes muy bien el verdadero motivo por el que estamos aquí —le respondió Kazuha con voz tajante—. Ya es suficientemente malo que esté alojando a un prófugo del Decreto de Captura de Visiones, como para además involucrarla en tu compra de visiones falsas.

—No tendríamos por qué involucrarla en nada —respondió Tomo, un tanto a la defensiva—. La entrega no será hasta la noche del festival; hasta entonces, somos totalmente libres de hacer lo que sea...

—No, no es así —declaró Kazuha con voz apagada y distante. Su mirada se había fijado en la comida delante de ellos, aun humeando—. Tú no sabes cómo son las cosas cuando eres un noble. Las personas como Ayaka nunca son "totalmente libres de hacer lo que sea". Cada acción, cada palabra, cada rumor… El más mínimo error puede afectar de maneras impredecibles. El sólo hecho de que alguien nos vea con ella será suficiente para que la gente hable de eso. Y si algo sale mal y terminamos en problemas por ese asunto de las visiones, irremediablemente nos vincularían con ella. No pienso arriesgarme a afectarla de esa forma.

Tomo enmudeció un poco al escuchar tales palabras, pero en especial por la agobiante preocupación que las acompañaba. Así que en el fondo no era que intentara huir de ella, sino la ansiedad que le causaba la delicada situación por la que lo había traído a Inazuma en primer lugar. Tomo no pudo evitar sentirse un poco culpable… Aunque claro, si no lo hubiera traído con él, nunca se hubiera vuelto a encontrar con Ayaka en primer lugar; ¿una cosa podía compensar a la otra?

—Entiendo tú preocupación por ella —susurró Tomo despacio, más moderado—. Pero creo que la subestimas un poco.

Aquello tomó por sorpresa a Kazuha, obligándolo a alzar de nuevo su vista hacia él. Antes de que le cuestionara a qué se refería, Tomo se apresuró a explicarse por su cuenta.

—Noble o no, a mí me parece la Srta. Kamisato es una chica realmente fuerte e inteligente, capaz de tomar sus propias decisiones, y saber por su cuenta si desea arriesgarse o no con tal de tenerte cerca de ella.

—Lo es —contestó Kazuha rápidamente, sin vacilación—. Eso y mucho más. Pero para que tome una decisión real, tendría que ser totalmente honesto con ella y decirle por qué estoy en Inazuma realmente.

—Bueno, si crees que es necesario…

—Claro que no —añadió el joven espadachín con severidad—. ¿Qué derecho tenemos de poner tal peso encima de ella? Lo mejor será irnos a primera hora mañana, recoger las visiones, y entregarlas como tenías planeado. Ya luego de eso…

Kazuha calló de golpe, como si se hubiera dado cuenta que estaba diciendo más de lo que deseaba. Y Tomo, por supuesto, pareció percatarse de eso.

—¿Luego de eso qué? —le preguntó con marcada curiosidad—. ¿Luego de eso piensas volver a buscarla, acaso?

Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de Tomo, mientras sus ojos parecían casi estarlo acusando silenciosamente de algún crimen.

Las mejillas de Kazuha se ruborizaron, y rápidamente se giró hacia otro lado. Sin decir nada, se puso de pie, cargando su espada con una mano, y se dirigió con paso presuroso hacia la puerta. Además de querer ponerle punto final a esa conversación, lo cierto era que en efecto quería también ver que no ocurriera ningún incidente con aquel otro ronin.

—Ay, amigo, amigo… —murmuró Tomo con tono burlón, mientras lo observaba retirarse. No tardó mucho en él también pararse y comenzar a andar detrás de él por el pasillo—. Al final tú decidirás lo que te parezca mejor —murmuró despacio mientras avanzaban, aunque Kazuha fingía no escucharlo—. Sólo permíteme darte un consejo, en base a mi propia experiencia. No dejes este tipo cosas para después; las cosas que en verdad importan. En estos momentos ella y tú están aquí, juntos. Mañana… nunca se sabe…

Kazuha se detuvo de pronto, quizás como una reacción refleja a aquel "consejo". No se giró a verlo ni tampoco dijo nada, pero Tomo supo que lo había entendido; quizás, bastante bien. Tras unos segundos, Kazuha reanudó su paso, como si nada hubiera ocurrido.

Notas del Autor:

Otro capítulo con mucho Bla Bla, ¿eh? Espero que igual no les haya parecido muy pesado. Pero no se preocupen, las cosas irán de menos a más a partir de aquí. Las semillas ya están plantadas tanto en Kazuha como en Ayaka, sólo tienen que germinar…