Capítulo 23
Será divertido

El ajetreo causado en el exterior de la casa de té era causado por una mujer joven, en compañía de dos guardias ataviados en armaduras moradas, y armados con lanzas. Pero aquellos no eran guardias de la comisión Tenryou como Kazuha y Tomo habían temido. Y esa mujer joven no era cualquier persona, pues se trataba de la Srta. Chisato del clan Hiiragi. Y ese pequeño choque de palabras que estaba teniendo lugar era debido a que sus intenciones de ingresar al establecimiento se vieron por completo frustradas por Kozue, que se había parado firme delante de la puerta, obstruyéndoles el paso.

—¿Qué se supone que quieres decir con que no puedo entrar? —cuestionó Chisato, por igual tanto confundido como molesta.

—No sabría con qué palabras expresarlo más claro, señorita —respondió Kozue con tono firme, aunque un tanto sarcástica, lo que resultaba hasta cierto punto irrespetuoso desde la perspectiva de sus tres oyentes—. Como ya le dije, nadie sin autorización puede ingresar a este establecimiento. Así que mejor retírese de una buena vez.

—¡Pero qué mujer tan grosera! —exclamó con claro enojo uno de los guardias, tomando con firmeza su lanza delante de él—. ¡¿Acaso no sabes con quién estás hablando…?!

—Shinnojou, tranquilo —indicó Chisato, alzando un brazo delante del guardia para indicarle que desistiera de cualquier acción hostil en la que estuviera pensando. Un poco avergonzado, el muchacho agachó la cabeza y retrocedió.

Chisato respiró hondo, intentando calmar su propio humor, que no estaba de hecho bastante alejado del de su acompañante. Cuando se sintió más tranquila, se paró firme delante de Kozue, la miró fijamente a los ojos, y pronunció que el mayor temple posible:

—Escucha, es obvio que hay un malentendido aquí. Empecemos de nuevo, ¿de acuerdo? Soy Hiiragi Chisato, del Clan Hiiragi de la Comisión Kanjou. Estoy buscando a Kamisato Ayaka y me dijeron que podría encontrarla aquí. ¿Serías tan amable de decirme si ella está en este establecimiento o no?

—No puedo darle esa información sin autorización —respondió Kozue rápidamente y sin vacilación—, sea de la Comisión Kanjou o de dónde sea. Así que mejor retírese de una buena vez —repitió con brusquedad, cruzándose de brazos.

—¡¿Pero cuál es tu problema?! —exclamó Chisato, no logrando mantener su voz en un volumen prudente para esas alturas—. Esa no es manera de tratar a una persona, sea del clan que sea. ¡Exijo hablar con el dueño en este momento!

—Cómo quiera —respondió Kozue con indiferencia, encogiéndose de hombros—. Pero igual no le ayudará de mucho. Es un perro, después de todo.

—Incluso llama a su propio jefe "perro" —masculló Chisato con desagrado—. ¿Quién rayos eres para…?

La puerta principal a espaldas de Kozue se abrió cuidadosamente en ese momento, captando de inmediato la atención de ambas mujeres y de los dos guardias. El distintivo rostro redondo de ojos azules y grandes de Kamisato Ayaka se asomó hacia el exterior, y su sola presencia bastó para que los humos se calmaran de un segundo a otro.

—Kozue, ¿todo está bien? —inquirió la joven Kamisato, dando un paso al exterior. Al aproximarse, logró reconocer rápidamente a la persona delante de la empleada de la casa de té—. Ah, Chisato… —susurró un tanto sorprendida.

—Ayaka, al fin te encuentro —musitó Chisato con algo de alivio—. Te estaba buscando, pero esta mujer no me quería ayudar en lo absoluto.

Al lanzar aquella acusación, miró fijamente a Kozue, dejando bastante claro de quién halaba.

—Yo sólo cumplía con mi deber, señorita Kamisato —se excusó la mujer de kimono morado.

—Sí, Kozue, no te preocupes —se apresuró Ayaka a señalar, y entonces avanzó hasta colocarse delante de ella, sirviendo casi de escudo entre la cuidadora de la puerta y la hija del clan Hiiragi—. Perdónala por favor, Chisato. Kozue sólo intenta cuidar lo mejor posible quién entra y quién sale de este sitio.

—¿Y por qué tanta seguridad exactamente? —inquirió la joven Hiiragi, alzando su mirada para echar un vistazo general a la fachada de aquel edificio—. Alguien me dijo que cuando estás aquí en Inazuma, sueles quedarte en este sitio, pero… ¿es una casa de té o una posada?

—Se podría decir que un poco de ambas —respondió Ayaka con simplicidad, pero antes de que preguntara más al respecto pasó a cambiar al tema principal—. ¿Me buscabas para algo en especial, Chisato?

—Sí, necesito hablar contigo de algo importante.

—¿Importante? —murmuró Ayaka, azorada.

¿Había ocurrido algo el día de ayer con la reunión entre el comisionado Kanjou y el comisionado Tenryou? Los motivos que supuestamente tenían para dicha reunión de por sí ya resultaban sospechosos. ¿Había Chisato quizás oído algo que ella debía saber?

Ayaka comenzó a sentir una mezcla de curiosidad, pero también de preocupación; esto último por varios motivos, incluyendo las dos personas que ocultaba en esos momentos.

—Entiendo —asintió Ayaka despacio, con aparente calma en su voz—. ¿Por qué no tomas asiento en una de las mesas de aquí afuera? Yo vuelvo en un momento en cuanto termine de arreglarme.

—De acuerdo —respondió Chisato, notándose un tanto insegura—. ¿Pero no puede ser una mesa adentro?

—Es que están en remodelación; por eso está tan restringido el acceso. Pero no te apures, ponte cómoda y en un segundo regreso.

Y de nuevo, antes de que Chisato pudiera decir más, Ayaka se viró abruptamente de nuevo hacia Kozue.

—Kozue, ¿puedes pedir que le traigan un té a la Srta. Hiiragi y a sus guardias? A mi cuenta, por favor.

—Como ordene —respondió la mujer asintiendo con respeto. Y justo después ambas comenzaron a caminar hacia el interior del establecimiento, dejando detrás a Chisato con cualquier otro comentario que hubiera querido decir.

—Está bien —murmuró la joven Hiiragi, ligeramente malhumorada. Pero sin muchas otras opciones en realidad, se encaminó hacia una de las mesas exteriores del establecimiento, justo como le habían indicado.


—No quería ser maleducada —se excusó Kozue una vez que ambas estuvieron en el interior de la casa de té—. Sólo consideré que no querría que nadie desconocido entrara, teniendo a sus dos invitados…

—No te preocupes, Kozue —se apresuró Ayaka a responderle, sonriéndole con amabilidad—. Hiciste lo correcto, gracias. Sólo pide que le lleven el té, por favor.

Kozue respondió a su indicación con una pequeña reverencia, y luego se apresuró a cumplir con el encargo.

Ya sola, Ayaka se permitió relajarse un poco y dejar que su casi perpetua fachada de tranquilidad y porte menguara aunque fura un poco. Gracias a los Arcontes no era la Comisión Tenryou, y Chisato al final de cuentas era una persona con la que era más sencillo tratar. Pero le causaba algo de preocupación saber cuál era ese tema importante del que ocupaba hablarle. Lo mejor sería atenderla cuanto antes en lugar de hacer suposiciones.

Un poco más repuesta, avanzó hacia el salón en donde Kazuha, Tomo y Thoma aún aguardaban. Al verla en la puerta, los tres se giraron a verla con apremiante expectación.

—No hay de qué preocuparse —les respondió con voz serena—. Sólo se trata de una… conocida que vino a hablar de algo conmigo.

—¿Conocida? —masculló Thoma un poco confundido. Evidentemente a simple vista no se le ocurría quién podría ser esa "conocida."

—Yo me encargaré de atenderla. Pero por favor, no salgan hasta que se los indique, ¿de acuerdo?

—Cómo usted diga, Srta. Kamisato —asintió Tomo como respuesta.

Antes de ir a cambiarse como había dicho que haría, Ayaka se viró de nuevo hacia Kazuha, observándolo detenidamente. Lo que quería decir debía de alguna forma estar claramente escrito en su rostro, pues sin que ella tuviera que pronunciar palabra alguna el muchacho Kadehara comentó tras unos segundos:

—Aquí seguiré esperándote. No te preocupes.

Ayaka asintió, le sonrió levemente y entonces se encaminó hacia las escaleras.

Aquel pequeño intercambio de miradas no había pasado desapercibido para Tomo o para Thoma. Ninguno dijo nada, aunque en sus rostros se mostraba que cada uno tenía su propia opinión al respecto.


Ayaka se cambió rápidamente a su atuendo de diario, siendo apoyada por dos de las meseras de la casa de té para poder hacerlo más deprisa. Quizás algunos pensarían que no habría sido necesario cambiarse de esa forma, pues además Chisato venía vestida de una forma mucho más casual, con un kimono azul y rosado. Pero una de las lecciones que había aprendido como miembro de la comisión Yashiro, y en especial siendo una Kamisado, era que la apariencia, los modales, lo que se hacía y decía… todo significa algo en la política. Y aunque aquella pudiera parecer una conversación casual de amigas (o más bien "conocidas" como bien les había dicho a Thoma y los demás), Ayaka sabía que todo lo que involucraba a los tres clanes del Triunvirato era indudablemente política.

Cuando Ayaka salió de nuevo a la parte exterior de la casa de té, Chisato ya estaba sentada en su mesa con una humeante taza de té frente a ella, y había una más solitaria que de seguro era para ella. Los dos guardias que habían acompañado a la joven Hiiragi se habían igualmente sentado en otra mesa, aunque bastante cerca de su ama.

—Disculpa la tardanza, Chisato —se excusó Ayaka, tomando asiento delante de ella, justo en el puesto con la taza sola.

—Descuida —murmuró Chisato un poco distraída, mientras daba un pequeño sorbo de su taza. Ésta parecía de momento estar captando casi por completo su atención—. Oye, ¿es mi imaginación o éste es el mismo té exacto que sirven en la Hacienda Kamisato?

—Es probable que sí.

Chisato alzó una vez más su mirada para echarle un vistazo al edificio. Algo de palpable fascinación acompañaba sus brillantes ojos.

—Entonces, ¿éste es uno de los negocios de los Kamisato? Debe darles buenos ingresos, pues sirven muy buen té. Pero quizás les iría mejor, si cambiaran a algunos miembros de su personal.

Ayaka se limitó a sólo sonreír cortésmente a su comentario. Quizás Chisato no hablaría tan mal de Kozue si supiera de lo que era capaz de hacer; ya fuera con sus propias manos o con una espada.

—¿Qué necesitabas hablar conmigo? —preguntó la chica Kamisato sin muchos más rodeos—. ¿Pasó algo con la comisión Tenryou?

—Se podría decir que sí —suspiró Chisato, exteriorizando bastante angustia. Esto puso aún más en alerta a Ayaka, pero procuró disimularlo bebiendo sutilmente de su taza—. ¿Recuerdas que ayer te mencioné si podíamos quizás pasar la tarde juntas, pasear o ir de compras?

Ayaka parpadeó un par de veces, totalmente perdida al no ver de dónde venía esa pregunta tan repentina.

—Sí…

—Dime que estás disponible para hacerlo —exclamó Chisato, juntando sus manos al frente a modo de súplica—. Por favor, ¡por favor!

Incluso la casi perpetua máscara de serenidad de Kamisato Ayaka se vio afectada por ese rumbo abrupto que había tomado su conversación; muy alejado del tipo de asunto que creía iban a tratar.

—¿Eso es lo… importante que ocupabas hablar conmigo…? —masculló Ayaka despacio, intentando no dejar tan evidencia su impresión.

—Antes de que saques alguna conclusión, déjame explicarme primero —indicó Chisato, extendiendo sus manos hacia el frente. Y definitivamente Ayaka estaba ansiosa por oír dicha explicación.

Chisato se sentó derecha en su puesto, se aclaró su garganta, y sin más dilatación comenzó a hablar:

—Verás, ayer nos quedamos en los cuarteles de la Comisión Tenryou. Mientras mi padre tenía su reunión con el comisionado, yo estaba tomando un poco de té esperando poder hablar con Kamaji, cuando…


Hace un día…

Justo como Chisato había dicho, la tarde del día anterior ella se encontraba en una sala de los cuarteles Tenryou, sola mientras tomaba una taza de té (bastante menos apetecible que la que tomaba en Komore). Le había pedido de favor a uno de sus guardias que fuera a avisarle a Kujou Kamaji que ahí se encontraba y que lo aguardaría para poder… conversar. Pero pasaron varios minutos de espera, y la persona por la que aguardaba seguía sin aparecerse.

¿No habrían podido darle su mensaje? ¿Debería mejor ella misma ir a buscarlo? Deambular ella sola por los rincones de los cuarteles de la comisión Tenryou definitivamente no era su primera opción. Pero si Kamaji no se aparecía, posiblemente no le quedaría de otra.

Ya estaba en su mente planeando la forma de salir de ese cuarto y escabullirse discretamente por los pasillos, cuando escuchó como la puerta se deslizaba con cuidado hacia un lado. El corazón de Chisato dio un brinco de alegría, y su cuerpo entero de hecho dio otro brinco literal, poniéndose de pie.

—¡Kamaji…! —exclamó sonriente mirando hacia la puerta. Sin embargo, no tardó mucho en reconocer que la persona ahí no era a quien esperaba.

—Ah, no —murmuró una claramente confundida Kujou Sara, de pie en la puerta—. Soy yo.

—Oh, Sara —murmuró Chisato, bastante cohibida por su repentino exabrupto. Rápidamente volvió a sentare, y a arreglarse un poco su cabello con sus dedos—. Hola, buenas tardes.

—Buenas tardes, Srta. Hiiragi —saludó con firmeza casi marcial la general de la Comisión Tenryou, cerrando la puerta detrás de ella y aproximándose a la mesa baja en la que Chisato se encontraba sentada—. El comisionado Hiiragi me comentó que estaba aquí, y me sugirió que viniera a saludarla y… ponernos al día. —Se paró entonces firme justo delante de la mesa, con sus brazos atrás de su espalda—. Así que aquí estoy.

—Oh, bueno… gracias —murmuró Chisato, un tanto vacilante—. ¿Quisieras… sentarte conmigo un rato?

Un pequeño gesto en el rostro de Sara dejó en evidencia que no esperaba dicha invitación.

—Supongo que sí —respondió escuetamente, y rápidamente se sentó en la mesa delante de su invitada. Incluso estando sentada, mantenía su espalda firme y su mirada dura. Parecía no poder salirse nunca de su papel de militar.

—Qué… gusto verte después de tanto tiempo, Sara —indicó Chisato, esbozando una media sonrisa.

—Sí, igualmente… —respondió la tengu, que aunque intentaba mantener su voz estable, era apreciable su incomodidad; un sentimiento que Chisato compartía.

Dicha incomodidad no hizo más que empeorar cuando durante todo el siguiente minuto, ninguna pronuncia palabra alguna. Chisato se limitó a beber ligeramente de su taza, y Sara miraba disimulada hacia otra dirección. A la joven mujer de Ritou le parecía cada vez más atrayente la idea de escabullirse sola por los pasillos del cuartel, en comparación con seguir ahí por mucho rato más.

Quizás sería difícil para algunas personas ajenas creerlo, pero pese a ser en teoría hijas de dos de los clanes más importantes de Inazuma… ambas no solían convivir mucho. En realidad, lo más correcto sería decir que no convivían en lo absoluto. Además de que Sara siempre había sido una chica un poco diferente. Y no por ser una tengu, o por ser adoptada (que bien podría algo de ello estar involucrado de cierta forma), sino que nunca pareció del todo interesada por las mismas cosas que les interesaban a ella y las otras hijas de los clanes importantes. De cierta forma siempre había tenido más afinidad con los chicos, aunque no le constaba que pudiera convivir mucho mejor con ellos.

—¿Está esperando a mi hermano? —preguntó Sara de golpe, haciendo que Chisato respingara un poco por la repentina pregunta—. ¿Hay algún asunto que necesite revisar con él?

Chisato balbuceó con vacilación. Sería absurdo fingir demencia, considerando que prácticamente había gritado su nombre en cuanto ella entró.

—Ah, no… no… Sólo quería saludarlo, ya sabes… Saber cómo se encuentra.

—Puede que tarde un poco —señaló la general, al parecer sin notar en lo absoluto las sospechosas reacciones de su acompañante—. Está en reunión con el comisionado Hiiragi y con mi padre.

—Entiendo, esperaré entonces —respondió Chisato, bebiendo rápidamente de su taza. Y antes de que se le ocurriera preguntar algo más, se apresuró a cambiar el tema—. Y… ¿cómo has estado Sara?

—Muy ocupada.

—Oh.

—Hay varias situaciones que han requerido de mi atención y de la comisión en general. De seguro ya ha oído hablar del incidente con los pescadores en Yashiori, ¿cierto?

—Ah, sí. Mi padre se ha estado quejando de cómo tienen paralizadas las rutas mercantiles por ese problema.

—Exacto. Además habrá un festival dentro de poco, y la seguridad de la ciudad tiene que ser reforzada.

—Ah, claro, ya había oído al respecto. De hecho, Ayaka está aquí en Inazuma atendiendo asuntos de ese festival.

—¿Ayaka? —masculló Sara despacio, arrugando un poco su entrecejo—. Ah, habla de la Srta. Kamisato. Sí, creo que la vi ayer.

En concreto, la había visto mientras sus hombres y ella intentaban someter a aquel hombre con la visión Pyro en la entrada de la ciudad que se resistió a entregarla. Parecía por un momento que iba a intentar interponerse en su labor, pero al final se había hecho a un lado para permitirles terminar con ese asunto.

Era muy propio de la comisión Yashiro preocuparse siempre por el bienestar de la gente, incluso de aquellos que rompían los decretos de la Todopoderosa Shogun. Pero no había nada que recriminarles; ese era su deber, después de todo.

—Viajamos juntas esta mañana desde su hacienda —explicó Chisato a continuación—. De hecho, quedamos de quizás salir un día de estos a pasear por la ciudad.

—¿Pasear?

—Sí, ya sabes. Una tarde de chicas, sólo para relajarnos un poco.

—Entiendo… —masculló Sara despacio, aunque en el fondo parecía que en efecto no lo entendía del todo.

Siguió un rato más de silencio, en el cuál Chisato observó disimulada a Sara. La general se había virado pensativa hacia un lado, al parecer meditando un poco sobre aquellas últimas palabras.

La joven Hiiragi comenzó a cuestionarse si acaso había sido buena idea haber mencionado esa "tarde de chicas" frente a ella. Después de todo… Sara también era una chica, ¿no? Pero a ella no le interesaban ese tipo de cosas, además de que estaba muy ocupada como acababa de decir.

Pero como bien Ayaka pensaría a la mañana siguiente cuando Chisato se presentara en Komore para hablar con ella, todo lo que involucraba a los tres clanes era política, y todo lo que se decía o hacía tenía un motivo y una consecuencia. Y el que las hijas del clan Kamisato y Hiiragi se reunieran sin invitar a la hija del Clan Kujou, podría ser considerado un insulto a diferentes niveles…

Quizás exageraba, pero igual era mejor no dejar ningún cabo suelto. De todas formas era seguro que diría que no.

—¿Te… gustaría acompañarnos? —preguntó de pronto, claramente tomando por sorpresa a su oyente.

—¿Yo? —exclamó Sara claramente perpleja. Su boca se abrió en un intento de responder algo más, pero no logró pronunciar nada en lo absoluto.

—Disculpa, qué tonta soy —rio Chisato de forma despreocupada—. Si me acabas de decir que estás muy ocupada.

—Sí, muy, muy ocupada —repitió Sara enérgicamente.

—Oh, qué mal. Hubiera sido divertido salir las tres juntas como cuando éramos niñas, ¿no crees?

Si con "salir las tres juntas" se refería a cuando sus padres las dejaban solas en una habitación mientras veían asuntos del Triunvirato, dando por hecho que la pasarían bien juntas sólo por ser niñas, pero en realidad terminaban bastante aburridas.

Como fuera, con eso Chisato había cumplido. Había tenido la cortesía de invitarla, y hecho lo que se esperaba de ella. Su padre estaría orgulloso.

Sin embargo, había algo con lo que Chisato no había contado: la tendencia de la general Kujou Sara a obedecer y complacer. Había sido criada desde siempre a no ser una molestia, y a que sus acciones no perjudicaran o afectaran a los otros, en especial a los miembros de su familia o de los otros clanes importantes. Y el hecho de que Hiiragi Chisato estuviera decepcionada (desde su perspectiva) con que declinara su invitación, hacía que esa parte intrínseca en Sara dispuesta a complacer pese a todo, se despertara y brincara como una alarma.

Los dedos enguantados de Sara tamborilearon nerviosos contra la mesa. Y tras unos segundos de meditación, pronunció abruptamente:

—Quizás… pueda tomarme un par de horas libres un día de estos.

Chisato se sobresaltó, casi como si algún fantasma le hubiera brincado por la espalda.

—¿En serio…? —murmulló incrédula—. Digo, ¡grandioso! Eso sería… divertido.

—Sí, muy divertido… —masculló Sara a continuación, esbozando un intento bastante forzado de sonrisa. Chisato le respondió justo de la misma forma, ambas intentando ocultar de alguna forma lo que en verdad estaban pensando y sintiendo en esos momentos.

Todo era política, después de todo…


Tiempo presente…

—Y luego estuvimos como veinte minutos en silencio hasta que ella se retiró a atender sus labores —culminó Chisato su relato, notándose bastante exasperada al hacerlo—. Fue tan incómodo. Nunca he sabido cómo tratarla. Es tan, tan… seria…

Chisato tenía en mente en realidad algunas otras palabras para describir a la general Tenryou, pero esa le pareció la más ortodoxa.

Por su parte, Ayaka estaba un poco confundida sobre cómo sentirse con todo lo que acababa de escuchar. Una parte de ella, de la que no se sentía del todo orgullosa, miraba todo ello con cierta gracia. Sólo Chisato podría meterse en algo así, y encima hacerlo más grande intentando resolverlo.

—Kujou Sara puede ser un poco intimidante —señaló la joven Kamisato con voz cauta—, pero en realidad es una persona muy amable y servicial. Es probable que haya aceptado salir contigo porque no quería decepcionarte.

—¡Y yo sólo la invité por qué no quería ser grosera! —espetó Chisato, cubriéndose su boca rápidamente al darse cuenta de que había alzado de más la voz—. Lo siento… Pero no se lo digas a ella, por favor.

—No diré nada, descuida.

—Pero tienes que venir conmigo, por favor. No puedo ni tener una conversación fluida con esa mujer, ¿cómo pasaré toda la tarde con ella? Ni siquiera sabría a dónde llevarla.

—En realidad yo tampoco la conozco demasiado —indicó Ayaka, notándose ligeramente nerviosa con la idea—. En el último par de años, sólo hemos cruzado palabras unas pocas veces, y siempre por asuntos de la Comisión Yashiro.

—Pero al menos la conoces más que yo. Además, eres mucho más versátil con las palabras, y eres mejor mediadora. Recuerdo que cuando éramos niñas siempre eras la que lograba que las tres conviviéramos mejor.

Ayaka guardó silencio al escuchar aquella afirmación. ¿Así era como Chisato lo recordaba?, pues ella difería un poco. Claro, tenía muy presentes esas tardes en las que las juntaban a las tres, para que pasaran el tiempo juntas, jugaran a las muñecas, tomaran el té, o lo que fuera que sus padres pensaban que tres niñas solas harían. En sus mentes de seguro imaginaban que las tres podrían ser buenas amigas. Pero la realidad era que nunca habían llegado a ser nada cercano a ello. Incluso aunque aceptaba que tenía una buena relación Chisato, Ayaka sabía que era un poco del mismo juego político que ambas habían aprendido a jugar desde chicas.

A Chisato solía verla máximo dos veces al año. Podían sentarse, tomar té, charlar un poco de temas casuales, pero poco más que eso. Nunca se atrevería a dejar caer del todo su máscara de serenidad y templanza ante ella, ni le compartiría sin más sus íntimos secretos. Y con Sara… bueno, ella era un caso aún más alejado.

La realidad era que desde niña nunca se sintió acoplada con ninguna de las dos. Y si acaso Chisato percibía que se encargaba de alguna forma de hacer que las tres convivieran mejor, era posiblemente por las instrucciones que le daba su madre, su padre, y luego su hermano, sobre cómo comportarse, sobre cómo mantener la etiqueta, y cómo hacer que la persona ante ti se sienta cómoda contigo. Pero aquello no era amistad, era pura apariencia. Incluso en esos momentos, en esa conversación que estaban teniendo, seguía siendo más de lo mismo.

Quizás en parte por eso añoraba tanto esos momentos que pasó con Kazuha siendo niños. Aún antes de dejar de ser noble, al chico Kaedehara parecía no importarle en lo absoluto ese juego de política, las apariencias, el fingir algo que no era, o cuidar lo que decía o hacía. Cuando estaban los dos solos, ninguno tenía que fingir o actuar para que el otro se sintiera cómodo; era algo que pasaba de forma natural. Si quizás Ayaka hubiera sido un poco más como él, quizás habría labrado una amistad más sincera con Chisato, o incluso con Sara. Pero ya era tarde para eso… ¿o no?

—Por favor, por favor —insistó Chisato, juntando otra vez sus manos delante de ella en forma de súplica—. No me dejes sola con esto. Sé que Sara y yo nunca podremos ser amigas o algo así, pero tampoco quiero que me odie si en alguna ocasión lo de Kamaji y yo avanza. Incluso quisiera quizás tenerla de mi lado. ¿Me explico…?

Ayaka guardó silencio unos segundos, meditando rápidamente en qué responder. Si era franca, no tenía muchos más deseos que la propia Chisato en involucrarse en ello. Pero darle un rotundo "no" a la única hija de clan Hiiragi, en especial luego de habérselo pedido con tanta intensidad, sería percibido como una descortesía de su parte. Y poco importaba si Chisato decía que no importaba.

Tarde o temprano, Chisato o la persona con la que se casara tomarían el liderazgo con la comisión Kanjou. Y si dicha persona terminaba siendo Kujou Kamaji, como Chisato tanto deseaba, eso pondría en relativa desventaja al clan Kamisato. Así que era responsabilidad de Ayaka tener la mejor relación posible con ambas familias.

En efecto, todo era política…

—Te entiendo —contestó Ayaka con sonrisa despreocupada—. Está bien, podemos salir las tres un rato. Pero… —viró su atención hacia la casa de té, imaginando por un momento que sus ojos podían ver de alguna forma hacia el interior de ésta—. Hoy tengo unos… asuntos de los que tengo que encargarme. ¿Podría ser quizás mañana?

—Mañana está perfecto —exclamó Chisato con ferviente júbilo—. Gracias, Ayaka. Te debo una.

—No, no digas eso —murmuró la joven Kamisato, sonriendo más ampliamente, sin reflejar en lo absoluto su verdadero sentir—. De seguro será divertido…

Notas del Autor:

Me tomó un poco de tiempo esta vez, pero bueno aquí les tengo un nuevo capítulo, donde vemos esa conversación entre Chisato y Sara que quedó pendiente en el Capítulo 17. Veamos cómo les va en su salida de chicas, pero de momento, como bien mencionó Ayaka, hay otros asuntos de los cuales ella debe encargarse.