Capítulo 25
Duelo Amistoso
El tiempo simplemente se fue volando para Kazuha y Ayaka mientras ambos se perdían en su conversación, acompañados de té y panecillos que no tardaron en acabarse. Ciertamente la mayor parte de la plática la dominó Kazuha y sus detalladas anécdotas sobre todos sus viajes. Ayaka se sentía fascinada por todo lo que el muchacho le contaba, y no podía evitar hacerle diferentes preguntas para ampliar aún más el relato. Kazuha respondía pacientemente cada una de dichas preguntas. No le molestaba en lo absoluto tener que hablar tanto; de hecho, resultaba bastante cómodo para él hablar con su vieja amiga, como lo era cuando eran pequeños. No parecía en lo absoluto que hubiera ocho años de separación entre ellos
—¿Y así fue como conociste a Tomo? —comentó Ayaka, una vez que Kazuha terminó de dar el detalle sobre su primer encuentro con el espadachín errante de la visión Electro.
—Se podría decir que sí —asintió Kazuha—. Aunque no nos volvimos amigos de inmediato. Es una persona muy agradable, pero sólo hasta que logras conocerlo mejor.
—Sí, eso parece —comentó Ayaka tímidamente, esbozando una media sonrisa. Ella misma había sido de cierta forma testigo de lo que decía—. ¿Entonces no siempre viajas con él?
—No. De hecho, hacía unos meses que no lo veía, hasta que me lo crucé en un pueblo de Yashiori y me pidió que lo acompañara para…
Kazuha calló abruptamente, quizás al darse cuenta de que posiblemente estaba por hablar más de lo debido.
—Para ayudarlo en su asunto aquí en Inazuma —añadió al fin tras unos segundos de vacilación. Ayaka solamente asintió, comprendiendo—. Frecuentemente tengo compañeros de viaje como Tomo, pero la mayoría del tiempo estoy solo.
—Debe ser muy solitario.
—Con el tiempo te acostumbras a estar lejos de la gente. Hasta comienzas a apreciar el silencio, la calma, y la sensación del viento o la lluvia al aire libre. Aunque de vez en cuando una buena taza de té como ésta, con una agradable compañía, ayuda a recargar las energías.
Al pronunciar aquello, Kazuha alzó su taza, ya medio vacía, y le sonrió a su anfitriona con entusiasmo. Ésta le correspondió su sonrisa del mismo modo, con sus mejillas sonrosándose apenas un poco.
—Todo lo que me cuentas es fascinante e increíble, Kazuha —indicó Ayaka con una emoción que a todas luces se notaba que intentaba moderarse—. Apenas puedo creer que existan tantos lugares en nuestra nación que nunca he visto. Y hace que te preguntes también qué puede haber más allá, ¿cierto? Pero incluso antes de que las fronteras se cerraran, viajar fuera de Inazuma era más un sueño que otra cosa para mí.
Kazuha pudo sentir rastros claros de amargura y tristeza en esas últimas palabras. Podía entender cómo se sentía. Él mismo cuando era un niño de familia noble, siempre imaginó cómo sería conocer todos esos sitios alejados de su hogar. Pero las responsabilidades que su estatus conllevaba limitaban mucho todas sus opciones. Y muy seguramente había sido igual para ella. Y ahora que Ayaka era mayor y tenía más obligaciones con su clan y la comisión Yahiro, ese sentimiento debió sólo ir a más.
—Quizás algún día puedas hacerlo —indicó Kazuha con optimismo.
—Quizás —respondió Ayaka con casi nula emoción en su voz—. Pero con la situación actual, lo veo muy lejano.
Ahora que mencionaba justo eso, Kazuha estaba comenzando a preguntarse cuál sería la opinión real de la joven Kamisato con respecto a esa "situación actual". ¿Qué opinaba del Decreto de Cierre de Fronteras? Y más importante, ¿qué opinaba del Decreto e Captura de Visiones? Como miembro del Triunvirato, lo más esperado era que trabajara codo a codo con las demás comisiones para garantizar el correcto cumplimiento de ambos, y confiar ciegamente en la voluntad de la Todopoderosa Shogun. Pero todo lo que la había visto hacer y decir ese par de días, incluido su actitud con aquel ronin de la noche anterior, le hacía preguntarse si acaso podría no estar del todo de acuerdo en realidad.
Se sintió tentado a preguntárselo directamente, pero temía estar cruzando una línea si lo hacía. Después de todo, ella sabía que estaba huyendo y evitando que se llevaran su visión, pero no que estaba ahí para participar en la compra de visiones falsas de Tomo. Quizás hacer la pregunta incorrecta podría levantar sospechas innecesarias en él.
De todas formas, Ayaka se las arregló para cambiar el tema antes de que él pudiera preguntar algo. Aunque de cierta forma más bien volvía un poco a lo que estaban conversando anteriormente.
—Anoche mencionaste que Tomo fue una de las personas que te enseñó tu nuevo estilo combate. ¿Así fue?
—Algo así —respondió Kazuha, inclinando su cabeza hacia un lado—. Quizás no lo parezca a simple vista, pero Tomo es uno de los espadachines más talentosos que he conocido. Ha perfeccionado su estilo en base a su visión Electro, y sus habilidades físicas y elementales se encuentran en perfecta sintonía. Así que una vez que obtuve mi visión, su consejo fue de gran ayuda para saber cómo aprovecharla.
—Ahora que lo mencionas, ¿cómo obtuviste tu visión? —preguntó Ayaka de golpe, notablemente interesada por conocer dicha anécdota. Hasta ese punto de la conversación, Kazuha no había hablado al respecto.
—No es una historia tan interesante, en realidad —le contestó con algo de humor. Aproximó por mero reflejo su mano hacia la visión Anemo colgando de su cinturón, pasando sus dedos lentamente por ella—. He oído que las visiones de muchos aparecieron ante ellos a mitad de un combate complicado, incluso de vida o muerte. En mi caso, una noche de tormenta hace unos años, me fui a dormir reflexionando un poco sobre mi viaje hasta ese momento, y sobre a dónde iría después. Y al día siguiente, la visión simplemente ahí estaba.
—¿En serio? —exclamó Ayaka, mucho más asombrada de lo que Kazuha pensó que estaría—. Es la primera vez que oigo algo así. Sin lugar a duda los Arcontes debieron haber visto en ti alguna cualidad única para otorgarte tu visión en esas condiciones.
—Habrá que preguntarles alguna vez —ironizó Kazuha, riendo un poco—. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo obtuviste tu visión?
—Fue un poco más de la manera convencional que describiste hace poco. Aunque en realidad no fue un combate de vida o muerte, sino uno duelo de entrenamiento con mi hermano. Ya habíamos tenido varios enfrentamientos con los años, como creo que te tocó ver en alguna ocasión cuando éramos niños. Pero esa fue la primera vez que logré superarlo y derrotarlo. Tras dar aquel ataque certero con el que logré desarmarlo, y una vez que las emociones se asentaron, me di cuenta que la hoja de madera de mi espada se había cubierto de hielo. Y mi visión Cryo se había materializado en ella.
—Debió ser un momento muy emotivo para ti.
—Lo fue. Lo recuerdo tan vívidamente como si hubiera sido ayer.
—¿Recuerdas en qué pensabas cuando ocurrió?
Ayaka lo miró un poco confundida por la pregunta. Igual por su expresión reflexiva, fue claro que se tomó su tiempo para pensar al respecto y poder dar una respuesta correcta.
—Creo que eran muchas cosas. Pensaba en mi madre, en mi padre, en mi clan y en el deber que éste tenía con toda Inazuma… Y en especial el deber que yo debía desempeñar en él de ese momento en adelante.
—Entiendo —asintió Kazuha—. Tal vez el obtener una visión dependa más de la fuerza de tu voluntad o motivación en ese momento, más allá de lo que estás haciendo en realidad. Quizás el único motivo por el que para muchos aparece al instante de combatir es porque suele ser cuándo el fuego de tu corazón necesita arder más que nunca.
—Quizás —respondió Ayaka escuetamente.
En realidad, la Princesa Garza no conocía a alguien que supiera con total seguridad qué determinaba a quién y cuándo se otorgaba una visión. Muchos incluso dudaban de qué los Arcontes realmente tuvieran intervención directa con el hecho. Tal vez era algo más cómo lo que Kazuha describía, aunque eso le hacía preguntarse qué estaría pensando o soñando exactamente el muchacho esa noche en la que había mencionado que recibió la suya.
—¿Entonces lograste al fin derrotar a Ayato? —comentó Kazuha de pronto, jalando de nuevo la atención de la peliazul.
—Oh, sí —respondió Ayaka, incapaz de ocultar de todo el orgullo en sus palabras—. De una forma contundente, si está bien que yo lo diga.
—Recuerdo lo realmente hábil que era cuando éramos jóvenes. Parecía casi invencible… aunque también un poco arrogante a su modo. ¿Cómo lo tomó?
—Bastante bien… creo —contestó Ayaka, un poco vacilante—. No ha cambiado mucho a cómo era cuando lo conociste; sigue siendo un poco complicado intentar comprender lo que realmente piensa o siente. Pero me pareció que se sintió orgulloso.
—Estoy seguro que sí. Es evidente que te has vuelto una espadachín excepcional. Pero no me sorprende, pues de niños siempre fuiste mejor que yo.
—No era así… —murmuró la joven Kamisato, un poco avergonzada por el repentino comentario.
—No seas modesta —recalcó Kazuha—. Anoche llegué un poco tarde para verte combatir contra Katsumoto, pero ese movimiento que hiciste para esquivar y repeler a ese espadachín que te atacó abajo, ciertamente me dejó impresionado.
Ayaka se sobresaltó un poco al escuchar aquello. Evidentemente se refería al incidente con Ouji. Con todo lo ocurrido, casi se le había borrado de la memoria que Kazuha había estado ahí presente. ¿Qué tanto había visto? O, más bien… ¿qué tano había oído?
Como fuera, no era precisamente un momento del que Ayaka se sintiera del todo orgullosa, aunque su acompañante ciertamente parecía verlo de diferente forma.
—Pude ver de cerca que tus movimientos son gráciles y fluidos —explicó Kazuha—, como el movimiento del agua que suele diferenciar al estilo de los Kamisato. Pero se ve que pudiste adaptarlo a la perfección con tu visión Cryo.
—¿Dedujiste todo eso con sólo ver ese movimiento? —susurró Ayaka con una media sonrisa, al parecer un poco escéptica.
—¿Crees que estoy alardeando?
—No, claro que no —negó la joven espadachín, agitando lentamente su cabeza—. Pero tú te luciste mucho más en tu duelo con Katsumoto. Fue impresionante lo que hiciste, como ya te había dicho anoche. De hecho —un notable rastro de emoción se dibujó en los ojos de Ayaka de pronto—, ¿no sería genial poder tener un duelo de práctica como los que teníamos de niños? Y así medir que tanto hemos mejorado en estos años.
—Sería divertido —respondió el joven Kaedehara, desviando su mirada ligeramente hacia la ventana abierta del cuarto—. Pero no creo que este establecimiento tenga un dojo, ¿o sí?
—No —susurró Ayaka pensativa, mirando igualmente en dirección a la ventana—. Pero conozco uno no muy lejos de aquí que podrían dejarnos usar.
—¿De verdad?
—¿Te gustaría que fuéramos? ¿Por los viejos tiempos?
Kazuha se tomó un momento para meditar un poco su respuesta. No sabía que tan correcto sería que más personas los vieran juntos fuera de ese sitio. Sin embargo, ciertamente había una parte de él, su parte que era aún un samurái, que ciertamente deseaba cruzar armas con su vieja amiga, al menos una vez antes de que tuvieran que separarse de nuevo. Quizás sólo un duelo rápido.
—Sí, me gustaría —asintió el joven vagabundo, asintiendo y sonriéndole.
—Vayamos entonces, antes de que se haga más tarde.
Ayaka se puso en ese momento de pie y Kazuha no tardó en seguirla. Ambos se dirigieron, uno detrás del otro, hacia el pasillo y posteriormente hacia las escaleras. La emoción en Ayaka era palpable en cada uno de esos pasos; era evidente que a ella le atraía la idea tanto como a él, o quizás más.
Al caminar por el pasillo del piso inferior, no tardaron en pasar por una habitación con la puerta abierta, en donde al parecer Thoma y Tomo estaban sentados uno frente al otro, teniendo entre ambos un tablero cuadrado de shogi. Sorprendentemente, a sus respectivos lados se encontraban Tama y Taromaru, sentados con sus miradas fijas también en el tablero. Al parecer habían logrado de alguna forma que se llevaran bien.
—Enseguida volvemos —indicó Ayaka rápidamente, y de inmediato reanudó su andar hacia la puerta principal.
Al escuchar aquellas palabras, Thoma se sobresaltó, y se volteó rápidamente sobre su hombro, apenas logrando ver un rastro de la larga cola azulada de Ayaka alejándose por el pasillo, seguida de cerca por Kazuha.
—¿Eh? ¿A dónde van, señorita? —cuestionó Thoma, notándose un poco preocupado.
—¡No tardamos! —le gritó Ayaka ya en la puerta, y lo siguiente que se escuchó fue cómo ésta se deslizaba a un lado, y luego los pasos de ambos que se apresuraban hacia afuera. Evidentemente no tenía deseos de dar más explicaciones de las debidas a su sirviente.
Thoma vaciló un poco entre si debía seguirlos o no. Ciertamente las obligaciones de su puesto se volvían un tanto ambiguas en una situación como esa.
—Tu distracción sembró tu derrota, amigo Thoma —comentó Tomo de pronto, colocando de forma un poco dramática su ficha para el movimiento de su turno.
Thoma se viró de nuevo al tablero, contemplándolo con desconfianza. De repente le parecía que tenía bastante más desventaja de la que recordaba.
—¿Acaso moviste algo más? —cuestionó Thoma con tono de acusación.
—Más te vale no culparme de cosas que no puedas probar —respondió Tomo con bastante seguridad, cruzándose de brazos.
El sirviente de los Kamisato lo contempló en silencio unos instantes, y luego se viró hacia el perro Shiba a su lado.
—¿Taromaru? —pronunció con seriedad, lo que el perro respondió con un fuerte ladrido.
—Vaya, qué soplón —murmuró Tomo con ligera molestia.
El sitio al que se dirigían en efecto no estaba tan lejos, justo como Ayaka había mencionado. Sólo tuvieron que ir calle abajo desde la casa de té, rumbo a la parte alta de Hanamizaka. El dojo en cuestión era en apariencia un poco pequeño desde el exterior, construido a un lado de la cumbre principal de la parte más alta de la ciudad, en una ladera con vista hacia el mar. Al aproximarse, Kazuha echó un vistazo rápido al tablón justo en la parte de afuera, que mostraba en letras negras el nombre de la escuela:
Arte de la Espada Meikyou Shisui
A Kazuha el nombre le resultaba ligeramente familiar, ¿Habría conocido a algún practicante de dicho arte en alguno de sus viajes?
—Es aquí —indicó Ayaka, y con la adecuada prudencia deslizó la puerta principal para poder asomarse hacia el interior—. Con su permiso, esperamos no molestar.
El interior del dojo se veía un poco más amplio de lo que su fachada hacía parecer, aunque también ayudaba el hecho de que el sitio parecía estar casi completamente vacío. Casi, salvo por una chica de cabellos oscuros que en el momento en el que ambos ingresaron estaba de rodillas a un costado, pasando al parecer un trapo húmero por el brillante suelo de madera, limpiándolo. Estaba muy concentrada en ello, pero cuando la voz de Ayaka resonó en el eco, la joven alzó su mirada sorprendida en su dirección.
—Ah, Srta. Kamisato —pronunció con una amplia sonrisa, pasando un brazo por su frente para limpiar su sudor—. Bienvenida, ¿cómo se encuentra?
—Buenas tardes, Nanako —saludó la Princesa Garza, retirándose en ese momento sus sandalias antes de pisar el suelo de madera. Kazuha hizo lo mismo antes de seguirla—. Esperamos no interrumpir. ¿No tienen práctica en estos momentos?
—No, la tuvimos más temprano —le informó la joven, al parecer de nombre Nanako—. Además…
Nanako puso en pausa unos momentos lo que se proponía a decir, y desvió su atención levemente hacia el costado derecho del dojo, en específico a una puerta de madera cerrada que Kazuha supuso daba a alguna habitación contigua.
—Desde lo que le pasó al maestro Domon, bueno… ha sido un poco complicado —complementó Nanako con algo de melancolía en su voz.
Aquella repentina afirmación confundió un poco a Kazuha. Por su parte, sin embargo, parecía que Ayaka sabía de antemano a qué se refería, pues de inmediato le preguntó:
—¿Cómo ha seguido?
—Tiene momentos buenos y malos —contestó Nanako, notándose cansancio en su voz. Se puso entonces de pie, dejando el trapo que traía en un balde en el suelo a su lado—. Hemos pedido ayuda a la suma sacerdotisa del Gran Templo Narukami, pero… aún no recibimos su respuesta.
Ayaka sólo asintió como escueta respuesta a aquel comentario. Kazuha supuso que hablaban de alguna persona enferma. Sin embargo, ¿qué mal podía tener que tuviera que recurrir a la suma sacerdotisa? Aunque debía admitir que la medicina especial que le habían colocado en el hombro parecía ser bastante efectiva.
—Te quiero presentar a Kazuha —murmuró Ayaka de pronto, extendiendo su mano en dirección a su acompañante. Para éste no pasó desapercibido que había omitido pronunciar su apellido, lo cual agradecía—. Él es… un… mi…
La vacilación se volvió bastante evidente en Ayaka al intentar decidir cómo debía presentarlo. No sentía correcto referirse a él como un simple conocido, como con Chisato. Pero, ¿era acaso más correcto referirse a él como un "amigo"? O… ¿quizás algún nombre diferente?
Kazuha se dio cuenta de esto, y aunque al inicio quiso darle tiempo para que ella misma se decidiera, al final optó por dar un paso adelante y darle una mano, antes de que la situación se tornara más extraña.
—Soy un viejo compañero de entrenamiento de la Srta. Kamisato —informó Kazuha con voz neutra. Y, en realidad, no estaba mintiendo—. Es un placer —añadió justo después, inclinando su cuerpo al frente de forma respetuosa.
—Igualmente —respondió la joven, imitando del mismo modo su gesto.
Ayaka suspiró despacio y se viró hacia un lado por un momento, un poco avergonzada por ese pequeño desliz. Pero no permitiría que se volviera a repetir. Y ya con seguridad recuperada, se viró de nuevo hacia Nanako.
—Nos preguntábamos si nos pudieras prestar tu dojo sólo unos minutos.
—¿Prestar? —murmuró la joven, un tanto perpleja—. ¿Para qué?
—Para un duelo amistoso.
—Oh, entiendo…
Nanako los miró a cada uno con curiosidad. Ya conocía de antemano las habilidades de la Srta. Kamisato, pues además de su fama había entrenado con ellos un par de veces antes. Y notó también la espada que portaba Kazuha en su costado, lo que significaba que debía ser también un espadachín. Pero, ¿al nivel suficiente como para retar a Kamisato Ayaka a un duelo?
—Ya volví, Nanako —se escuchó la voz de alguien pronunciar desde la puerta aún abierta. Un chico de cabellos castaños muy cortos estaba de pie en el umbral, cargando sobre sus hombros dos costales de lo que parecía ser arroz, o quizás cebada, mismos que bajó colocándolos en el suelo a un lado de la puerta.
—Ah, Junya —le saludó Nanako con ligero entusiasmo—. La Srta. Kamisato está aquí.
El joven espadachín alzó su mirada al oír esto. A pesar de que había notado de reojo que tenían visitas al entrar, no había reparado lo suficiente para darse cuenta de quién se trataba realmente.
—Ah, Srta. Kamisato —se apresuró a saludar, inclinando su cuerpo con respeto hacia ella—. Qué honor. No sabía que vendría, disculpe mi apariencia…
—Descuida, vinimos de imprevisto —se apresuró Ayaka a aclarar con gentileza.
—La Srta. Kamisato pregunta si le podemos prestar el dojo por un rato para un duelo amistoso entre su amigo y ella —explicó Nanako a continuación.
—Y un par de espadas de madera, si es posible.
—Ah, claro, por supuesto —respondió Junya con entusiasmo—. Si gustan puede servir de árbitro para su enfrentamiento.
—Eso sería bueno, gracias Junya —pronunció Ayaka, asintiendo levemente con su cabeza con agradecimiento. Comenzó entonces a retirar su espada de un costado, en preparación para el duelo.
—Les traeré entonces las armas de entrenamiento—señaló Nanako, dirigiéndose de inmediato a la bodega.
—Muchas gracias.
Mientras los dos alumnos del dojo Meikyou Shisui preparaban todo, Kazuha aprovechó ese momento en el que se quedaron solos para aproximarse a Ayaka, dejar igualmente su espada con la suya, y susurrarle discretamente una última inquietud.
—Lo mejor será que el duelo sea sin usar nuestras visiones.
—Lo sé, no te preocupes —le respondió Ayaka, también en voz baja—. No queremos que más de las personas necesarias sepan de tu visión. Además, ¿viste lo que pasó ayer cuando chocamos nuestras energías elementales? Lo que menos quiero es destruir este lindo dojo.
—Sí, tienes razón —respondió Kazuha, sonriendo divertido ante ese comentario. Ayaka también sonrió.
—Además, cuando éramos niños no teníamos visiones —añadió la Princesa Garza—. Así que será como entonces.
Un alarido agudo cruzó el aire en ese momento, haciendo que Kazuha se sobresaltara, nervioso. Giró su atención a la puerta de madera del otro cuarto. Aquel grito había venido de ahí; ¿había sido la persona enferma de la que hablaban hace un momento?
—Vamos, Kazuha —pronunció Ayaka para llamar de nuevo su atención. La peliazul ya se dirigía al centro del área de combate, por lo que Kazuha se apresuró a alcanzarla.
Ambos se colocaron en el centro, en donde Nanako le entregó una espada de madera a cada uno. Junya, por su lado, tomó su posición a un lado, listo para observar el combate.
—¿Cómo desean que se decida al vencedor? —les preguntó el estudiante.
—El primero que acerte un golpe al otro —comentó Ayaka, virándose justo después a Kazuha—. ¿Estás de acuerdo?
—Me parece bien —asintió el joven Kaedehara.
«¿Sólo un golpe?» se preguntó Nanako, un poco curiosa. «No va a ser un duelo muy largo, entonces»
Cada combatiente se alejó del otro unos pasos, tomando sus posiciones. Se giraron hacia su contrincante, y tomaron sus armas de práctica con ambas manos, alzándolas al frente. Se miraron el uno al otro, totalmente quietos, sin siquiera pestañear. Sus rostros se volvieron por igual duros, carentes de la emoción que parecían tener al ingresar, o incluso carentes de cualquier otra cosa, como dos máscaras de madera.
Nanako y Junya por igual sintieron de pronto que el aire del dojo se tornaba un tanto pesado… ¿Es que acaso eso era más que sólo un duelo amistoso? Como fuera, Junya se sobrepuso a su impresión, y se dispuso a dar inicio al combate.
—¡Comiencen! —indicó el joven estudiante, agitando su mano delante de él como si cortara el aire.
Al instante siguiente de que él hubiera hecho su señal, el cuerpo de ambos combatientes se movió a una velocidad impresionante que dejó boquiabiertos a los dos alumnos presentes. En menos de un segundo, ambos pasaron de estar en sus respectivas posiciones, a encontrarse justo en el centro, chocando con fuerza su espada con la del otro. La madera de las espadas crujió por ese primer golpe, casi como si se fueran a romper, aunque al final resistieron bastante bien.
Tras forcejear por unos segundos, ambos retrocedieron de golpe, haciendo sólo apenas un poco de distancia antes de lanzarse de nuevo a su oponente. Los ataques de sus armas eran totalmente precisos y sin vacilación, pero el otro se las arreglaba con asombrosa habilidad para esquivarlo o cubrir sus ataques. Ambos eran demasiado ágiles y rápidos, más que cualquier otro espadachín de su edad que Nanako o Junya hubieran visto. Incluso era la primera vez que veían a la Kamisato Ayaka combatir de esa forma. ¿Acaso se había estado conteniendo las veces que entrenó con ellos?
Kazuha y Ayaka siguieron intercambiando ataques consecutivos por poco más de un minuto sin descanso, y sin lograr llegar más allá de apenas rozar algún mechón de cabello del otro. Tras ese tiempo, ambos saltaron casi en perfecta sincronía en direcciones opuestas ampliando mucho más la distancia entre ambos.
Hubo en ese momento un silencioso acuerdo de descanso momentáneo. Ambos se quedaron de pie en sus posiciones, sin bajar sus armas ni un centímetro ni apartar las vistas del otro. Ambos respiraban agitadamente, y los primeros rastros de sudor comenzaban a recorrer sus frentes.
«Cómo lo esperaba» pensó Ayaka con emoción, mientras observaba atenta al muchacho delante de ella. «Quise ir en serio desde el principio, y él lo hizo igual. Excepto por mi hermano, no había conocido a alguien que pudiera seguirme el ritmo de esta forma. La mayoría incluso teme enfrentarme con todas sus fuerzas, pero tú no me subestimas ni un poco, Kazuha»
Los dedos de Ayaka se aferraron aún más a su espada, y rápidamente comenzó a avanzar hacia Kazuha, que la esperó paciente a su encuentro, listo para seguir con ese intercambio de ataques que parecía casi haberse convertido en un baile entre ambos.
Ayaka se estaba divirtiendo, sin duda. Pero admitía que le frustraba un poco no poder usar su poder elemental y mostrar todo de lo que era capaz. Quería igualmente ver de frente lo que Kazuha era capaz de hacer con su visión Anemo. Aunque había bromeado diciendo que no quería repetir el choque de energías que habían hecho la noche anterior, lo cierto era que le emocionaba un poco la idea de repetirlo. De sentir como sus dos visiones congeniaban entre sí creando un hermosa y fría ventisca; algo creado por ambos en perfecta sintonía.
El duelo podría haberse prolongado por quién sabe cuánto tiempo más, pero repentinamente algo cambió el ritmo de las cosas. Tras esquivar uno de los ataques de Ayaka, Kazuha rápidamente jaló su arma hacia atrás, listo para contraatacar. Sin embargo, en cuanto jaló su brazo derecho hacia atrás, un dolor punzante le recorrió el hombro entero. La existencia de la herida que había recibido la noche anterior volvió abruptamente a la mente de Kazuha, dándose cuenta de que no estaba tan curada como creía. Esos segundos de vacilación fueron suficiente para que Ayaka notara la apertura de su defensa. Y sin darse cuenta de lo que en verdad ocurría, la Kamisato se lanzó al frente con agresividad, lanzando su espada en un movimiento circular hacia el costado derecho de Kazuha.
Ayaka fue la primera sorprendida al sentir como su espada de hecho sí lograba golpear a Kazuha justo en ese punto, pues una parte de ella estaba segura que lo terminaría esquivando. El golpe empujó ligeramente a Kazuha hacia un lado, que se tambaleó hacia dicha dirección, avanzando unos pasos, y luego cayendo de rodillas al suelo.
—¡Punto! —exclamó Junya, alzando la mano del lado de Ayaka—. ¡Gana la Srta. Kamisato!
Escuchó en efecto como la proclamaban vencedora, mas Ayaka no se sintió de hecho alegre por ello. Su atención estaba puesta en Kazuha en el suelo. Éste había alzado una mano presionándola, no contra su costado en dónde lo había golpeado, sino contra su hombro.
—¡Kazuha! —exclamó Ayaka alarmada, tirando su espada al suelo, aproximándose hacia su amigo y agachándose a su lado—. Por los Arcontes, tu herida… Lo siento tanto, se me pasó la mano.
—Descuida, está bien —pronunció Kazuha con bastante tranquilidad, girándose a verla, sonriéndole—. Fue mi culpa por confiarme demasiado. Como no me había estado molestando en todo el día, pensé que estaría bien.
—Déjame revisar —solicitó Ayaka justo después, y rápidamente se permitió retirar sólo un poco el kimono de Kazuha para revisar su hombro. El vendaje al parecer se había teñido ligeramente de rojo; la herida debió haberse abierto un poco—. Volvamos a la casa de té para que pueda revisarla mejor.
Kazuha asintió, y de inmediato se puso de pie. Aunque estaba seguro que podía hacerlo solo, Ayaka insistió en ayudarlo.
—¿Se encuentran bien, Srta. Kamisato? —preguntó Nanako, un poco preocupada. Desde su perspectiva el golpe no le había parecido tan grave.
—Sí, lo sentimos —respondió Ayaka rápidamente, de momento no teniendo muchos deseos de dar explicaciones de más—. Creo que tenemos que retirarnos. Disculpen las molestias…
La puerta de la habitación contigua se abrió abruptamente y con fuerza, haciendo que todos los presentes se sobresaltaran, algunos más alarmados que otros. En el umbral de dicha puerta, apareció la figura de un hombre alto, de hombros anchos y cabello grisáceo. Aquel individuo respiraba agitado, con sus ojos bien abiertos mirando en todas direcciones. Y quizás lo más alarmante era que en su mano derecha sostenía una espada desenvainada, con su brillante y reluciente filo expuesto.
—Maestro Domon —pronunció Junya despacio, un tanto perplejo—. ¿Se encuentra bien?
Aquel hombre, sin embargo, ni siquiera pareció escucharlo. Su atención estaba fija justo en Ayaka y Kazuha.
—¿Qué son esas voces que claman con tanto furor? —pronunció con voz ronca, mientras daba pequeños pasos en dirección a los dos jóvenes—. ¿Anzai? ¿Suichi? ¿Minako? ¿Keita? ¿Son acaso ustedes? ¿Han venido a reclamar su retribución?
—Maestro, tranquilo —se apresuró Nanako, colocándose delante de él para intentar calmarlo—. No pasa nada, son sólo invitados…
Antes de que la joven estudiante pudiera decir más, aquel hombre la tomó con agresividad con su mano libre, y la empujó con fuerza hacia un lado. El cuerpo de la espadachín cayó al suelo, golpeándose fuerte en su costado. Aquel individuo continuó avanzando, casi como si ni siquiera se hubiera dado cuenta de lo que había hecho.
—Puedo verlo en sus ojos —pronunció el hombre de la espada con amargura—. Los ojos que claman por sangre. Lo merecen, lo reconozco… ¡Pero no se los daré tan fácil!
Y sin previó aviso, empuñó su arma con ambas manos y se lanzó de golpe hacia ellos con sobresaliente agilidad.
—¡Ayaka! —pronunció Kazuha, reaccionando rápidamente para colocarse delante de la joven Kamisato.
El samurái errante movió con fuerza su espada de madera contra la hoja de metal, esperando poder desarmarlo. Para su sorpresa, el agarre de aquel individuo resistió bien y el arma no se zafó de sus manos, aunque el filo se encajó en el arma de entrenamiento, casi partiéndolo a la mitad.
De un movimiento rápido hacia un lado, el hombre de cabellos grises jaló su arma, trayéndolo consigo la espada de madera y fue él quien logró desarmar a Kazuha. Luego jaló su hoja, ahora libre, al frente con una estocada directa al rostro del muchacho, pero éste logró moverse rápidamente hacia un lado para esquivarlo. Ayaka también había reaccionado, haciéndose a un lado para salir del alcance de la peligrosa arma del maestro del estilo Meikyou Shisui.
Kazuha debía pensar rápido, pues ese sujeto se preparaba para volverlos a atacar. No tenía su espada a la mano, pero sí su visión. Y si tenía que usarla para evitar que ese sujeto lastimara a Ayaka, definitivamente lo haría sin importarle si en el proceso se delataba. Ayaka, sin embargo, debió haber notado esto; quizás en su mirada, o quizás percibió levemente la energía elemental que comenzaba a girar en forma de viento a su alrededor. Como fuera, se adelantó rápidamente antes de que hiciera algo indebido.
—¡Maestro Domon! —le gritó con fuerza para llamar la atención del espadachín hacia ella. Y en cuánto aquel hombre posó sus ojos en ella, la Kamisato se impulsó por el suelo hacia él, deslizando sus pies por éste con el poder de su hielo.
Domon rápidamente jaló su arma hacia atrás y luego hacia el frente, dirigiendo el filo de su arma directo al cuello de la chica. Ésta tampoco tenía una espada a la mano, pero tenía otra cosa. A medio camino en su encuentro, sacó uno de sus abanicos, lo distendió, y entonces giró todo su cuerpo, jalando con el abanico una gran cantidad de energía elemental. Para cuando estuvo en el alcance del arma del maestro espadachín, su abanico se agitó con fuerza hacia él, creando una fuerte ráfaga de viento congelado que no sólo evitó que la espada la alcanzara, sino que el cuerpo entero del maestro fue empujado hacia atrás, cubierto de escarcha.
Mientras volaba por los aires, el arma de Domon se escapó de sus manos, y el hombre cayó de espaldas contra el suelo de madera. El impacto parecía haberlo dejado aturdido, y además empezó a temblar por el creciente frío que lo envolvía.
—¡Maestro! —pronunciaron por igual Nanako y Junya llenos de consternación, y rápidamente se aproximaron hacia él, agachándose a su lado para ayudarlo a sentarse.
Una vez que al parecer el peligro estaba neutralizado, Ayaka logró relajarse. Respiró hondo, bajó su brazo y disipó su energía elemental.
—¿Estás bien, Ayaka? —escuchó como Kazuha le preguntaba, aproximándosele. La chica peliazul asintió levemente como respuesta.
—Espero no haberme excedido —le susurró despacio, un poco apenada.
—Discúlpelo, Srta. Ayaka —escucharon como pronunciaba Junya de pronto, volteándose hacia ella aún de rodillas en el suelo, y agachando su cuerpo al frente hasta casi tocar el piso con su frente—. Le aseguro que él no tenía en realidad ninguna intención de lastimarla a usted. Él… él solo…
—Lo sé, descuiden —pronunció Ayaka, extendiendo una mano hacia ellos en señal de paz—. Kazuha, marchémonos.
Y sin más, empezó a andar en dirección a la puerta con la espalda recta, y el porte propio de una noble de su posición. Tomó su espada de donde la había dejado y se dispuso a retirarse. Antes de seguirla, Kazuha observó una última vez al hombre en el suelo. Comenzaba a balbucear algunas cosas despacio, mientras la joven estudiante lo ayudaba a levantarse. Parecía totalmente inconsciente de en dónde se encontraba.
Kazuha ya había visto algo así; más veces de las que le gustaría.
—Con su permiso —pronunció como despedida, inclinándose hacia ellos—. Y gracias.
Sin esperar una respuesta, tomó igualmente su espada y siguió a Ayaka hacia afuera del dojo.
Notas del Autor:
La descripción de Kazuha sobre cómo obtuvo su visión se basa en la historia disponible en el perfil del personaje. Por otro lado, la pequeña descripción de Ayaka sobre cómo obtuvo su visión, se basa en parte en la historia del personaje con respecto a dicho momento, pero también en el tráiler animado de "Camelias en la nieve" en el que se muestra su duelo con Ayato. No estoy seguro si hay confirmación oficial de que ambos momentos sean el mismo, ya que parecen tener algunas diferencias. Pero a mí me gusta imaginar que sí.
