Capítulo 26
Mostrar tu rostro luego de tanto tiempo
Kazuha y Ayaka se mantuvieron en silencio mientras salían y se alejaban del dojo. Sin embargo, esto no duró mucho, pues cuando estuvieron ya a una distancia prudente, Kazuha hizo la pregunta obligada, aunque su respuesta resultara obvia.
—Ese hombre también perdió su visión, ¿no es cierto? —murmuró despacio, como si fuera un pequeño secreto sólo entre ambos. Ayaka respondió asintiendo levemente con su cabeza.
—Fue recientemente. Hasta antes de ese momento, el maestro Domon era uno de los mejores espadachines de toda Inazuma. Pero ahora su mente ha estado divagando de esa forma, sin dar aún señales de mejora. Confunde a la gente con personas de su pasado, y se ha vuelto paranoico, declarando que vienen a cobrar venganza. Sus alumnos están tan preocupados por su conducta que se niegan a aceptar que sea sólo debido a su visión, y creen que podría estar poseído por algún demonio.
—¿Es por eso que buscan la ayuda del Gran Templo Narukami?
—Sí —musitó Ayaka con marcado pesar en su voz—. Pero me temo que no hay nada que la Suma Sacerdotisa o cualquier otra persona pueda hacer por él, ni por ninguno de los otros que sufren del mismo mal. He visto a algunos lograr sobreponerse con el tiempo, pero otros…
«Pero otros no se recuperan en lo absoluto» completó Kazuha en su cabeza, sin necesidad de que Ayaka tuviera que decir mucho más. Él mismo lo había visto también en varios de sus viajes, cómo la pérdida de sus visiones afectaba de esa forma a las personas. Le provocaba irremediablemente cierto miedo el imaginarse qué clase de efecto pudiera tener en él.
Ayaka se detuvo de pronto sin aviso. Kazuha estaba un poco distraído en ese último pensamiento, por lo que avanzó un par de pasos antes de darse cuenta y detenerse también. Al virarse hacia su acompañante, ésta miraba cabizbaja al suelo.
—Kazuha —murmuró despacio sin alzar la mirada—. Estabas ahí anoche cuando el Sr. Ouji perdió el control —pronunció de pronto, no dejando claro si acaso era una pregunta o una afirmación—. Lo que él dijo sobre que yo y los demás miembros de la Tres Comisiones somos inmunes al Decreto de Captura de Visiones…
—No tienes por qué darme ninguna explicación —se apresuró Kazuha a señalar con firmeza.
—Lo sé, pero quiero hacerlo. No quiero que exista ningún tipo de rencor en tu corazón hacia mí.
Aquello lo sorprendió un poco. ¿Le preocupaba que pudiera sentir un rencor hacia ella por el hecho de que podía mantener su visión, mientras otros como Tomo o él debían huir? Aunque debía admitir que sí había llegado a pensar que la situación parecía injusta, y contradictoria al discurso que el gobierno de la Shogun Raiden tanto pregonaba.
Ayaka soltó un profundo suspiro, y se armó entonces de fuerzas para volver a alzar su mirada y encontrarse de frente con la de su amigo.
—Lo cierto es que se nos ha perdonado de momento el despojarnos de nuestras visiones. A mí, a mi hermano, a la General Kujou, y a muchos otros miembros del Triunvirato. Incluso a Thoma. Todo con el fin de poder tener mayor facultad de hacer cumplir la voluntad de la Todopoderosa Shogun. Pero esto es algo temporal. Nunca se ha decretado de forma oficial, pero todos sabemos que tarde o temprano la Shogun pedirá que todos nosotros entreguemos también nuestras visiones. De forma voluntaria o por la fuerza, según sea el caso. Ya ha pasado con algunas personas, incluso dentro de la propia Comisión Tenryou. Así que, aunque sea difícil de ver en estos momentos, todos estamos en la misma posición en esto.
Así era el asunto, entonces. La Shogun permitía que sus más leales sirvientes mantuvieran sus visiones, sólo hasta que fuera necesario. Sonaba lógico. Después de todo, sería muy complicado para un ejército sin ninguna visión hacer cumplir los decretos. Pero sabiendo que la situación a futuro era como Ayaka lo comentaba, quedaba entonces una evidente pregunta por hacer. Una pregunta que ya le había cruzado por la cabeza más temprano ese día, pero sólo hasta ese momento se atrevía a pronunciar directamente.
—¿Y cómo te sientes al respecto? —soltó de pronto, provocando que Ayaka se sobresaltara, ligeramente sorprendida por el cuestionamiento—. ¿Estás en verdad dispuesta a entregar tu visión voluntariamente cuando ese momento llegue?
Ayaka vaciló un poco, y desvió su mirada hacia otro lado sin responder. Kazuha temió de nuevo estarse metido en un terreno que no le correspondía. Aun así, deseaba escuchar su respuesta de una u otra forma; deseaba saber qué clase de persona era realmente la Kamisato Ayaka que tenía delante de él en ese momento.
—Sé que apenas te volví a ver hace menos de un día —añadió Kazuha—, y quizás sea muy atrevido de mi parte decirlo. Pero no creo que en verdad estés del todo segura de que el Decreto de Captura de Visiones sea lo mejor para Inazuma, ¿o sí?
—¿Te puedo decir algo y prometes que quedará entre nosotros? —murmuró Ayaka de pronto, mirándolo de nuevo. Kazuha asintió lentamente como respuesta—. En realidad, creo que hay muchas más personas dentro del Triunvirato que no están seguras del beneficio de ese decreto, o del cierre de las fronteras, de las que pudiera parecer a simple vista. Por supuesto, ninguno lo declara abiertamente por miedo a las represalias. Pero es un secreto a voces de que existen muchos que efectivamente tienen sus serias dudas. ¿Y cómo no tenerlas cuando ves como nuestras acciones crean tanto dolor en la gente? Como al Sr. Ouji o el Maestro Domon. Nosotros, que se suponía estamos justamente para ayudar y proteger a las personas. Yo personalmente he intentado ya varias veces pedir una audiencia con su excelencia, para poder discutir este asunto con ella de forma directa, y externarle mis preocupaciones al respecto. Sin embargo, hasta ahora se me ha negado cada una de mis solicitudes.
—¿Por qué? —inquirió Kazuha, claramente confundido.
—Yo también quisiera saberlo con seguridad —respondió Ayaka con algo de amargura, aunque también una poca de ironía—. Me han dado muchas excusas. Pero al final, lo que me hace pensar es que, así como hay personas que tienen sus dudas sobre la aplicación de estos decretos, hay también otros muy interesados en que sigan en vigor sin importar qué. Y harán lo que sea para que nada, ni nadie, se oponga a ello.
La joven Kamisato avanzó en ese momento, parándose justo delante del joven espadachín, mirándolo fijamente a los ojos con profunda seriedad. Kazuha se las arregló para sostenerle su mirada y mantenerse firme en su sitio.
—Kazuha —musitó Ayaka, despacio—, creo que está de más decirte que esto que te estoy contando es sumamente delicado. Si esto se lo dijera a la persona equivocada…
—Lo sé, no te preocupes —respondió Kazuha de inmediato sin la menor vacilación—. Así cómo yo confío ciegamente en que guardarás mis secretos, puedes confiar en que yo guardaré los tuyos. —Al pronunciar esas palabras, alzó su mano derecha, colocándola contra su corazón a modo de juramento—. Y agradezco en verdad que hayas compartido estas inquietudes conmigo.
El rostro de Ayaka, que se había tornado serio y hasta algo duro, al oírlo decir aquello volvió a suavizarse, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus delgados labios.
—Si te soy sincera, no sé bien por qué lo hice —musitó despacio la peliazul, mientras se acomodaba discretamente un mechón que se había salido de su sitio por el viento—. Contigo siempre se ha sentido correcto el poder hablar de cualquier cosa… ¿Sientes lo mismo?
—Sí —asintió Kazuha—. Y en verdad quisiera poder decírtelo todo… pero hay cosas que no dependen sólo de mí.
—Lo sé, y lo respeto. No te preocupes por eso.
Después de todo, ella también tenía sus secretos, y que tampoco dependían sólo de ella el contarlos.
Ayaka miró más adelante en el camino, notando que de hecho se encontraban más cerca de la casa de té de lo que parecía. Incluso podía distinguir a Kozue de pie aún frente a la puerta, como era habitual. La pareció que miraba en su dirección, por lo que posiblemente ya se había percatado de su presencia en la distancia.
—Entremos para poder revisarte tu herida —indicó la joven Kamisato, y comenzó a andar de nuevo hacia la casa de té. Kazuha la siguió de cerca.
El espadachín errante se sentía cada vez más fascinado e impresionado con Ayaka. Sabía que alguien tan noble como ella vería lo incorrecto en ese despreciable decreto, y el daño que hacía a las personas. Sabía muy bien que su lealtad hacia la Shogun no podía ser más fuerte que la nobleza de su corazón.
En verdad se había convertido en una extraordinaria persona, incluso más de lo que ya era cuando niños. Y por quizás primera vez en ocho años, Kazuha se arrepintió aunque fuera un poco de su decisión de no luchar por restablecer su clan. Quizás, de haberlo hecho, podría haber logrado algo. Podría haberse recuperado, y estar en una posición más cercana a la de Ayaka. Más merecedora de estar a su lado…
—Ayaka —escucharon como una voz exclamaba con dureza a sus espaldas, justo cuando ya se encontraban delante de la casa de té.
Ambos se viraron al mismo tiempo, y vislumbraron de inmediato a la persona que les había hablado, fe pie a unos metros de ellos, con dos guardias de armaduras moradas a sus espaldas escoltándolo. Ayaka se sobresaltó, y sintió como el aliento se le iba por completo del cuerpo.
—¡Hermano! —exclamó con asombro, y un claro atavismo de susto.
El rostro de Kamisato Ayato no se mostraba afable y sonriente como era costumbre. De hecho, mientras sus profundos ojos observaban detenidamente a ambos, su cara permanecía fría y dura como piedra, sin dejar ni un rastro a la vista de qué era lo que pensaba o sentía en esos momentos; justos como Ayaka lo había descrito, no hace mucho. Quizás el mayor cambio en su semblante se dio cuando su atención se quedó fija en Kazuha. Sin embargo, lo que reflejó su mirada no parecía en lo absoluto algo positivo, y Kazuha no tardó en darse cuenta de ello.
—Lord Kamisato… —murmuró el joven Kaedehara despacio, un tanto vacilante entre si debía quizás ofrecerle una reverencia y unas palabras, tal como las que había pronunciado aquel primer día cuando se conocieron. Pero al final dio igual, pues no se le dio oportunidad suficiente para hacerlo aunque lo hubiera decidido.
—Kaedehara Kazuha —pronunció Ayato con sequedad, comenzando a avanzar hacia él; los dos guardias se mantuvieron cerca—. Tienes mucho valor para mostrar tu rostro por aquí luego de tanto tiempo…
Ayaka no tenía claro con qué intenciones se aproximaba, pero su cuerpo de igual forma reaccionó, posicionándose casi por completo delante de Kazuha de manera protectora.
—¡Hermano!, ¡espera…! —pronunció con fuerza, mirándolo con una firmeza casi agresiva en los ojos.
Ayato se detuvo, observando en silencio a su joven hermana, y ésta haciendo lo mismo de regreso.
La situación se había vuelto tan volátil que incluso Kozue se aproximó. Aunque, entre los dos hermanos Kamisato, no tenía idea de a favor de quién tenía que intervenir si eso escalaba a otro nivel.
De pronto, a sus espaldas, la puerta de la casa de té se abrió, jalando levemente la atención de todos hasta ésta.
—Hey, ¿ya volvieron? —pronunció la armoniosa voz de Tomo, que salía del establecimiento con paso relajado y se aproximaba a la conmoción—. ¿Se divirtieron?
Su presencia no resultó en lo mínimo tranquilizadora para Ayaka, Kazuha y Kozue. Ni tampoco para Thoma, que había salido detrás de él, pero se había quedado también inmóvil por la impresión de ver al Comisionado Kamisato.
—Tomo, vuelve… —intentó indicarle Kazuha cuando su amigo pasó a su lado. Sin embargo, éste lo pasó de largo y siguió avanzando.
—Con su permiso —pronunció con sonoro tono alegre, casi saltando para colocarse justo delante entre el recién llegado y los dos jóvenes. Y desde esa posición, se paró con firmeza, observando fijamente al hombre de cabellos azulados, sin vacilación alguna—. Usted debe ser el hermano mayor de la Srta. Kamisato; el comisionado Kamisato Ayato, ¿no es cierto? —pronunció con tono casi juguetón. Ayato, sin embargo, sólo lo miraba de regreso sin responderle nada—. Es un gusto conocerlo —añadió Tomo justo después, extendiendo su mano hacia él—. Mis amigos me llaman Tomo.
Ayato bajó levemente su mirada del rostro del samurái, hacia la mano que le extendía. Luego volvió a alzarla, pero esta vez una sonrisa que parecía despreocupada se asomó por sus labios. Aunque, a pesar de su apariencia, no se percibía precisamente amistosa.
—¿Y los que no somos sus amigos cómo deberíamos llamarlo, buen hombre? —preguntó el mayor de los Kamisato de pronto, con fría cortesía.
—Vaya, vaya —exclamó Tomo, riendo un poco y bajando su mano al ser claramente rechazado—. Se ve a simple vista que no es un burócrata cualquiera, ¿no es cierto?
—Lo tomaré como un halago —respondió Ayato del mismo modo que antes—. Ahora, no sé cuál sea su asunto en este sitio, pero debo pedirle que se haga un lado, por favor.
El comisionado alzó en ese momento su mano izquierda, y la posó cómodamente sobre la empuñadura de la espada que portaba visiblemente sujeta en su costado. Aquello podría ser algo inofensivo por sí solo. Pero, acompañado de aquellas palabras se podía percibir fácilmente como otra cosa.
Tomo, no obstante, no pareció sentirse especialmente amenazado por ello. Incluso su sonrisa confiada y despreocupada se ensanchó aún más.
—¿Sabe? No suelo confiar mucho en una persona que hace sonar una amable petición, como la más peligrosa de las amenazas —respondió sonriente, aunque claramente mordaz, mientras él igualmente posaba su mano sobre su espada, siendo incluso más audaz para cerrar sus dedos entorno a la empuñadura, listo para desenvainar—. Quizás prefiera reformularla de otra forma.
Esa acción sutilmente hostil no pasó desapercibida, y de inmediato los dos guardias que escoltaban a Ayato, así como Kozue, se pusieron en posición, listos para saltar si aquel individuo se atrevía a siquiera dejar a la vista un poco del filo de su arma. Pero Tomo tampoco pareció preocupado por esto, o quizás no lo notó pues sus ojos estaban fijos únicamente en Kamisato Ayato.
—Creo que dejé ya bastante claro lo que quería decir, Sr. Tomo —respondió Ayato, de una manera bastante similar a la de su oyente—. Así que le sugiero que retire esa mano de su espada en este momento.
—Ustedes primero —contestó Tomo con tono retador.
La tensión se volvió tan densa que posiblemente alguna de esas espadas que amenazaba con salir podría cortarla. Kazuha y Ayaka no estaban seguros si en verdad la situación escalaría hasta ese punto, pero ninguno estaba dispuesto a sentarse y esperar a averiguarlo.
—Tomo, basta —exclamó Kazuha con recriminación, parándose a lado de su amigo y tomándolo firmemente de su muñeca—. No empeores las cosas, por favor.
—Hermano, esto es totalmente innecesario —intervino Ayaka también, avanzando hasta pararse delante de Ayato con firmeza—. Detén este espectáculo tan impropio de ti.
De alguna manera, parecía que los dos adultos habían tenido que ser regañados por los dos jóvenes para que controlaran su arrebato. Aun así, por los siguientes segundos ni Ayato ni Tomo dieron alguna seña de dar su brazo torcer. Al final, fue el samurái errante quien terminó soltando su arma y bajando su mano primero; la misma que Kazuha le sostenía. Al ver esto, Ayato lo imitó casi de inmediato.
—Bajen sus armas —le ordenó el Comisionado Yashiro a los dos guardias a sus espaldas— Tú también, Kozue. Por favor.
Los dos guardias de armadura y la empleada de la casa de té dudaron un poco, pero al final obedecieron y desistieron de su postura hostil. Sólo hasta entones Kazuha, Ayaka y también Thoma, se permitieron volver a respirar con normalidad.
Ayato miró una última vez tanto a Kazuha como a su amigo, y luego avanzó hacia Komore, sacándole la vuelta a ambos.
—Ayaka, Thoma —pronunció con brusquedad mientras se acercaba a la puerta de entrada—. Necesito hablar con ambos. En privado.
—Pasemos entonces a mi habitación —respondió Ayaka con seriedad. Y con paso solemne siguió a su hermano mayor hacia el interior del establecimiento.
—Ayaka… —musitó Kazuha cuando la peliazul pasó a su lado. No estaba seguro de qué quería decirle; quizás disculparse por los evidentes problemas adicionales que le estaba causando. Sin embargo, la Princesa Garza siguió de largo sin mirarlo.
Unos segundos después, Ayaka, Ayato y Thoma se perdieron de su vista del otro lado de la puerta, misma que fue cerrada por éste último.
Kazuha sentía que la preocupación le corroía el pecho. ¿Qué hacía Kamisato Ayato ahí? ¿Le habían avisado acaso que él estaba ahí con Ayaka y había ido de inmediato a ver qué estaba ocurriendo en realidad? ¿Se habría enterado acaso de su visión? ¿Del incidente con Katsumoto? ¿Quizás… del beso?; o besos, más bien.
Quería entrar y explicarle de frente al comisionado que Ayaka no era culpable de nada, y si tenía que reprender a alguien era a él. Pero apenas hizo el pequeño ademán de querer acercarse a la puerta, y Kozue abruptamente se movió para colocarse delante de él y obstruirle el paso. Y en su mirada, y en su postura firme con sus brazos cruzados, dejaba bastante claro que no lo dejaría pasar.
Y no era el único con esa misma actitud. Pues al mirar a los dos guardias que habían llegado con Ayato, estos también estaban tapando el camino para salir a la calle que pasaba a un lado de la casa de té, y los miraban fijamente con aprehensión. Ninguno era de la Comisión Tenryou, sino guaridas de la Comisión Yashiro. Aun así, dadas las circunstancias, no sabía si en verdad había alguna diferencia.
—Supongo que eso significa que no nos podemos ir —murmuró Tomo despacio con voz despreocupada, al parecer notando lo mismo que Kazuha—. ¿Qué dices, amigo? ¿Deberíamos intentar un elegante escape?
—Si tú deseas hacerlo, no te detendré —le respondió Kazuha con seriedad—. Pero no deseo darle más problemas a Ayaka de los que ya le di. Esperaré aquí hasta saber qué es lo que Kamisato Ayato desea en realidad.
—¿Y si ordena que te quiten tu visión?
—Si eso ocurre, haré lo que Ayaka me indique. Ya sea huir o entregársela por las buenas. Lo que sea, sé que será lo que ella considere mejor.
Tomo soltó una sonora carcajada sarcástica, que fue oída por igual por Kozue y los guardias.
—En serio que los locos enamorados son un problema —soltó como un comentario al aire, al cual Kazuha no respondió—. La tienes un poco complicada, por cierto. Pues es evidente que al hermano no le agradas mucho.
—Pues después de esto, tú tampoco.
—Lo sé. Pero la diferencia es que a mí no me importa mucho estar enemistado con un par de nobles aquí y allá. ¿Y a ti?
Kazuha de nuevo no respondió. Normalmente tampoco le importaría. Sin embargo, ese era un caso muy particular.
Por su parte, ya adentro de la casa de té, Ayaka, Ayato y Thoma se dirigieron directo al piso superior, a la habitación privada de la menor de los Kamisato. Al pasar por el pasillo, una de las meseras se inclinó respetuosamente ante del comisionado, preguntándole si acaso necesitaba que le trajeran cualquier cosa. Ayato rechazó la oferta con la mayor amabilidad que le fue posible transmitir en ese momento, y en su lugar pidió que los dejarán solos. La mesera se retiró de inmediato, sin levantar la mirada.
Al ingresar a la habitación, Ayato pasó sutilmente su mirada por ésta. La mesa en el centro ya había sido limpiada por los empleados, pero para un ojo más observador como el suyo era claro que alguien había estado tomando té y comiendo en ese sitio, no hace mucho. Y no había sido sólo una persona, lo que implicaba que Ayaka había tenido invitados recientemente; o sólo un invitado, seguramente.
Thoma cerró la puerta de la habitación detrás de ellos, y como le era costumbre se sentó en el suelo justo delante de ésta para cuidar que no hubiera ningún ojo u oído fisgón, e igualmente que nadie indeseado intentara ingresar. Por su lado, y sin tener que recibir la indicación, Ayaka tomó asiento a un lado de la mesa, y Ayato se sentó del otro. Esa posición dejaba claro que la conversación no sería del todo amistosa, si es que acaso la postura asertiva del comisionado no lo había dejado claro.
—Supongo que te debo una explicación, hermano —murmuró Ayaka con firmeza, sus manos juntas sobre sus rodillas y su espala recta—. Te mentí ayer, y me disculpo por haberlo hecho. No vine a Inazuma a revisar temas del festival. La verdad es que recibí una pista que podría llevarme al paradero de Kazuha, así que decidí seguirla a ver a dónde me llevaba.
—¿Tanto te interesaba encontrar a ese muchacho que hiciste todo esto para lograrlo? —murmuró Ayato, notándosele en realidad cierta indiferencia sobre el tema.
—Tenía mis motivos, todos meramente personales. Por lo mismo, prefería no hablar de ellos en este momento.
—Por mí está bien —respondió Ayato con sequedad—. De todas formas, el que tuvieras otras intenciones para venir a Inazuma me fue bastante claro desde el momento en que pediste mi permiso.
Ayaka agachó un poco la mirada, avergonzada de recordar la mañana anterior, y como sin preparación suficiente había sido incapaz de expresarse de manera correcta. No le sorprendía oír que su hermano ya sospechaba de sus intenciones desde entonces.
—Y en estos momentos, ese asunto y Kaedehara Kazuha son las menores de mis preocupaciones —señaló Ayato justo después—. No es por eso que estoy aquí, ni es de lo que quería hablar contigo.
—¿Sobre qué deseas hablar entonces? —cuestionó Ayaka, un tanto intrigada—. ¿Ocurrió algo?
La mirada de Ayato se endureció aún más, y su semblante entero se volvió más serio y rígido. Y aunque a simple vista pudiera parecer molesto, en realidad a Ayaka le parecía que estaba más bien preocupado. Y eso en él resultaba de hecho bastante inusual.
—Necesitamos hablar directamente de ese servicio comunitario que has estado realizando externo a la Comisión Yashiro —declaró Ayato con tosquedad—. Hablo del asunto de las visiones falsas.
Un ligero pero apreciable atavismo de asombro se asomó en los ojos de Ayaka al oír aquello, y lo fue aún más palpable en el rostro de Thoma.
Notas del Autor:
Las cosas se ponen tensas, ¿eh? Sé que la idea general de muchos fans es que Ayato no tiene una idea negativa hacia Kazuha, y en el propio Festival Irodori el juego también lo dejó claro. Sin embargo, si habrán leído hasta este punto habrán visto que la situación planteada en esta historia sobre su pasado en común es un tanto diferente, y por lo tanto la postura inicial de Ayato es igual un poco distinta. Pero eso puede cambiar pronto.
Por otro lado, a gusto personal me agradó bastante escribir ese pequeño roce entre Ayato y Tomo. No tenía pensado en un inicio que tomara ese tono, pero se dio bastante natural mientras lo escribía. Veamos si nos toca ver a estos dos interactuar un poco más en el futuro.
Y bueno, en el siguiente capítulo veremos qué es lo que Ayato vino a hablar con Ayaka y Thoma con exactitud. Así que nos veremos pronto.
