Capítulo 29
Diversión o Misión

Kujou Kamaji no pensaba quedarse de brazos cruzados mientras esperaban la llegada del reporte completo de la Comisión Kanjou. Como jefe de la oficina de investigación criminal de la Comisión Tenryou, había tomado directamente el caso de las visiones falsas desde su inicio. Y a pesar de la confianza, por no decir obstinación, que su padre tenía con respecto a la teoría de que Kamisato Ayaka era el benefactor detrás de la creación de dichas visiones, y que el reporte de los gastos y compras sería la clave para culparla, Kamaji seguía teniendo sus dudas en ambos puntos. E independientemente de lo que dicho reporte les dijera, estaba convencido de que la mejor forma de encontrar alguna pista que culpara a la hija menor de los Kamisato, o en su defecto limpiara su nombre (como él esperaba que ocurriese), era dar con el artesano que elaboraba las visiones, o al menos alguno de sus colaboradores.

Sin embargo, él ya se había dado cuenta desde hace tiempo de que no sería una tarea sencilla. Sus investigadores habían estado recorriendo la ciudad entera e interrogando a todos sus contactos, pero no habían podido descubrir nada concreto hasta ese momento. Por un lado, la necesidad imperiosa de mantener la situación lo más secreta posible les impedía hacer las preguntas directas. Y por el otro, sospechaban que aquellos que sí sabían algo se rehusaban a hablar, por un incomprensible sentimiento de lealtad hacia estas personas que protegían.

Aunque claro, en realidad dicho sentimiento no era tan "incomprensible". Aunque Kamaji no se atreviera a decirlo en voz alta, y mucho menos en presencia de su padre, lograba entender hasta cierto punto por qué la gente podía sentirse agradecida con este misterioso artesano. Más de uno de seguro se salvó de separarse de su visión, y de las horribles consecuencias que esto hubiera traído, engañando a los guardias Tenryou gracias a sus creaciones. Y si de él dependiera, lo dejaría seguir haciéndolo, que al final de cuentas de entre todos los problemas por los que pasaba Inazuma en esos momentos (el descontento, los levantamientos, las carencias sociales y económicas), que alguien estuviera haciendo visiones falsas que no eran poco más que unos bonitos accesorios, no debería estar siquiera en su lista de prioridades.

Pero era un oficial de la Comisión Tenryou, y un Kujou además de eso. Tenía un deber con su familia y con la Todopoderosa Shogun. Y eso debía tener un peso mayor a cualquier otro sentimiento personal que pudiera tener sobre ese tema.

—¿Ninguna novedad entonces? —murmuró Kamaji despacio con dejo de decepción.

—Ningún movimiento inusual entre los sospechosos habituales —le respondió con voz tranquila Shikanoin Heizou, uno de los sus investigadores a cargo de buscar cualquier indicio de información sobre las visiones falsas.

Ambos caminaban en esos momentos lado a lado por el jardín interior de la residencia de los Kujou. Era temprano en la mañana, y Heizou se había presentado para dar su informe sobre cómo iba su investigación. Como los días anteriores, sin embargo, no había mucho que reportar.

—La ciudad está comenzando a llenarse con los asistentes del festival —añadió Heizou, mientras su mirada se distraía un poco en los árboles de cerezo del jardín—. Sería muy sencillo para los misteriosos compradores de esa venta grande de la que escuchamos el mezclarse entre ellos y no llamar la atención. Y mientras una parte de la comisión e encarga de la protección del festival, y la otra tiene su atención puestas en esa revuelta de pescadores en Yashiori… pues bueno —se encogió entonces de hombros, sonriendo de forma casi burlona—, siendo honestos, no se la estamos poniendo tan difícil.

—Tus palabras no son para nada alentadoras, Shikanoin —murmuró Kamaji, sonando casi como un agotado suspiro.

—No todo está perdido, señor —respondió Heizou con voz más animada—. Supongo que ya escuchó que Kamisato Ayaka también está en la ciudad, a pesar de que se suponía que ya había acabado con todos los preparativos que le correspondían hace tres días.

—Sí, algo escuché de eso.

—Bastante curioso, ¿no cree? —inquirió el chico de cabellos rojizos con voz confidente—. ¿No cree que sería inteligente tener los ojos bien puestos tanto en ella como en su sirviente, el tal Thoma?

Kamaji guardó silencio unos instantes, sopesando la propuesta de su investigador. Shikanoin Heizou había sido justo el primero que había señalado a Kamisato Ayaka como la sospechosa más factible a ser ese benefactor económico que estaban buscando, y un posterior vistazo a los últimos gastos de la Srta. Kamisato había ayudado a reafirmar dicha teoría. Fuera de Kamaji, su padre, y ahora el comisionado Hiiragi, Heizou era el único que conocía con total claridad que la Comisión Tenryou estaba investigándola, y confiaba en el buen juicio del joven detective para mantener dicha información entre ellos. De momento era mucho mejor que se quedara así. Kamaji no quería pensar en lo desastroso que pudiera ser que eso se supiera, en especial si no tenían las pruebas suficientes para sostener la acusación.

—Debemos ser cuidadosos con eso —le respondió Kamaji con seriedad—. Si los Kamisato descubrieran que estamos vigilándolos, podríamos ocasionar un incidente con el que no podremos lidiar aún.

—Entiendo su preocupación señor, pero me ata un poco de manos —masculló Heizou con tono de queja, colocando ambas manos atrás de su cabeza—. Sé que el comisionado quiere que todo esto se mantenga lo más discreto posible, pero debe saber bien que a veces, para hacer que las avispas salgan, necesitas agitar un poco el avispero.

—¿Y acaso tienes alguna idea de cómo exactamente "agitar" este avispero? —cuestionó Kamaji, entre curioso y molesto por el comentario. Detuvo en ese momento su avance, y se giró hacia él, observándolo en la espera de su respuesta.

Heizou se detuvo igual y lo miró de regreso. Una sonrisa astuta se dibujó en sus labios, dejando claro sólo con ese gesto que, en efecto, sí tenía un par de ideas en mente.

—Te advierto que si te refieres a importunar de alguna forma a Kamisato Ayaka, tendré que pedirte que desistas…

—No tenemos que perturbar a la Srta. Kamisato, aún —aclaró Heizou con elocuencia—. Pero he estado observando de cerca a algunos otros individuos que despiertan mi interés. Ninguno del que tenga alguna prueba tangible, pero sí de los que estoy seguro que, con sólo un pequeño empujoncito, podrían guiarnos en la dirección correcta.

—¿Qué tipo de empujón exactamente? —murmuró Kamaji, un tanto inseguro.

—Como dije, sé que el comisionado quiere mantener este asunto lo más discreto posible. Pero si me da su autorización para presionar sólo un poco a estas personas y sembrarles la duda, podríamos sacar algunos buenos frutos.

—¿Estás seguro de eso?

—Como un… 85% más o menos.

Kamaji vaciló, mirando hacia los cerezos cayendo lentamente de los árboles del jardín, buscando entre ellos la respuesta que se le escapaba. ¿Estaba tan desesperado para hacer una movida de ese tipo?

—Si sale mal, estoy dispuesto a aceptar por completo la responsabilidad —añadió Heizou a su propuesta, esperando que esto la hiciera más tentadora.

—No sería correcto dejarte con esa carga —respondió Kamaji con ligera inquietud.

—No se preocupe —respondió Heizou con inusual calma, guiñándole un ojo con complicidad—. Deje que yo me encargue de todo por usted, señor. Sólo deme su permiso; sólo entre usted y yo.

Kamaji suspiró con pesadez, y miró de nuevo pensativo hacia el jardín.

—Está bien. Haz lo que consideres mejor, pero sé prudente.

—Prudente es mi segundo nombre, señor —respondió Heizou, ofreciéndole una gentil reverencia al joven Kujou—. Con su permiso entonces. Si todo sale bien, le tendré buenas noticias pronto.

Y dada aquella explicación, el muchacho saltó hacia el jardín, pero sus pies ni siquiera tocaron el suelo cuando todo su cuerpo se impulsó hacia arriba con una fuerte ráfaga de viento, elevándose por el aire por encima de los tejados que los rodeaban, y perdiéndose detrás de uno de estos. Kamaji lo observó en silencio hasta que dejó de verlo.

La verdad era que le preocupaba lo que Shikanoin Heizou tuviera planeado, pero más lo que pudiera resultar de dicho plan; tanto como si tenía éxito, como si no.

Avanzó un poco más por el pasillo interno, en dirección a su estudio para continuar con su trabajo. Por encima de lo que se pudiera pensar, su papel como jefe de la oficina de investigación criminal ameritaba bastante más papeleo, y no tanta acción.

Una puerta más adelante por el pasillo se abrió, y de ésta se asomó la firme y elegante figura de la general Kujou Sara, seguida detrás por cuatro guardias de armaduras moradas.

—La caravana de comerciantes provenientes de Ritou llegará a mitad de la tarde —les indicó la general a sus hombres sin voltear a verlos—. Traerán consigo mercancía valiosa para vender en el festival, así que quiero que un grupo se adelante por el camino para resguardar su seguridad durante el último tramo de su viaje. Con los asaltos de ronin que ha habido en estos días por los alrededores, es mejor no arriesgarnos.

—Sí, general —respondieron los cuatro al unísono.

—Retírense —les indicó con tono severo, cruzando sus manos atrás de su espala. Los cuatro soldados se alejaron rápidamente por el camino, más que listos para cumplir esa instrucción de la general tengu, además de todas las otras que les había dado en esa reunión.

—Sara, buenos días —le saludó Kamaji mientras se le aproximaba, llamando de inmediato su atención.

—Hermano, buenos días —le regresó el saludo la general, inclinando un poco su cabeza hacia él con respeto.

—¿Todo está bien?

—Por supuesto —respondió Sara con serenidad, parándose firme y derecha—. Sólo le daba a los hombres las indicaciones pertinentes para el resto del día, ya que…

Hizo una pequeña pausa, sus ojos se desviaron hacia un lado, y luego carraspeó un poco, como intentando liberar algo que le oprimía la garganta.

—Ya que estaré ausente un par de horas más tarde —murmuró muy despacio, casi como si en el fondo no deseara que él la escuchara.

—Ah, sí —murmuró Kamaji, sonriendo—. Chisato me mencionó que saldrías con ella a… ¿pasear?

—Algo así —contestó Sara intentando recuperar la firmeza de su voz—. Es una tarea para afianzar las relaciones entre nuestras comisiones, y claro entre nuestros dos clanes. Además para cuidar que la Srta. Hiiragi esté segura durante su estancia en Inazuma. Aunque claro, confío plenamente en que mis hombres puedan cuidar de la seguridad de cualquier visitante distinguido de la ciudad; por algo los he entrenado tan arduamente. De hecho, hay mucho por hacer este día. Los comerciantes y visitantes del festival están comenzando a llegar, y necesitamos distribuirnos mejor ahora que Masahito se ha ido con parte de las tropas. Quizás sea mejor cancelar esta cita. Iré en este momento a decírselo a la Srta. Hiiragi. Con tu permiso, hermano…

Dicho todo eso, se giró rápidamente con la clara intención de irse en ese instante y hacer justo lo que había descrito. Y de seguro lo habría hecho, si su hermano mayor no se hubiera apresurado a estirar su mano hacia ella y tomarla del hombro antes de que se alejara demasiado.

—Sara, tranquilízate un momento, por favor —masculló Kamaji, acompañado de una pequeña risilla divertida—. Te aseguro que Inazuma no se incendiará sólo porque te tomes un par de horas libres.

La general se viró sobre su hombro a mirarlo, con una expresión en sus ojos que decía a simple vista que no estaba muy segura de que dicha afirmación fuera del todo cierta.

—De hecho, creo que te vendría bien justamente tomarte una tarde para ti —señaló Kamaji a continuación, retirando la mano de su hombro—. Ya que en efecto estarás muy ocupada durante el festival, tanto que de seguro ni siquiera podrás disfrutarlo.

—No la llamaría precisamente "una tarde para mí" —murmuró Sara, girándose hacia otro lado—. Ya que no es que la vaya a pasar precisamente sola.

—Bueno, sé que Chisato y tú son muy distintas, y que ella puede ser algo efusiva e empedernida a veces. Pero te aseguro que es una persona en verdad agradable. Creo que ambas se llevarían bien si se permitieran conocerse un poco mejor.

Sara se giró lentamente a mirar de nuevo a su hermano, dibujando en su rostro una visible expresión de confusión.

—No sabía que conocían tan bien a la Srta. Hiiragi —dijo la general, estando muy cerca de sonar a una acusación.

Kamaji se sobresaltó, alterado por tal comentario, pero usando toda su fuerza de voluntad para intentar disimularlo lo más posible y mantener la calma.

—¿Por qué dices eso? —preguntó despacio, esbozando una pequeña sonrisa que intentaba ser despreocupada.

—No lo sé —respondió Sara encogiéndose de hombros—. Sólo me pareció que hablas de ella como si así fuera, con bastante… ¿Cómo se dice…? Familiaridad.

—¿Tú crees? —masculló Kamaji entre risas, colocando una mano atrás de su cabeza—. Pues la verdad no creo conocerla más que a cualquier otro miembro de la Comisión Kanjou con el que debo tener una cortés y saludable relación.

Los ojos de Sara se entrecerraron ligeramente mientras observaba atentamente a su hermano mayor, como si esperara que en cualquier momento esa máscara de falsa tranquilidad se desquebrajara y dejara ver lo que ocultaba debajo.

Si acaso se le había cruzado por la mente alguna idea, pareció desecharla poco después, en la forma de un largo suspiro.

—Admiro la facilidad que tienes para este tipo de cosas —soltó la mujer tengu al aire, mirando pensativa hacia el jardín—. Tratar y mediar con las personas, me refiero.

Kamaji sonrió, en parte aliviado por el cambio de tema, pero también contento por el pequeño halago.

—Bueno —pronunció con más calma—, yo admiro la facilidad que tienes para moverte en el terreno militar y apoyar a nuestro hermano y a nuestro padre más directamente en el campo de batalla.

—Gracias —le respondió Sara, inclinando su cabeza ligeramente como agradecimiento—. Pero de todas formas te prometo esforzarme en esta salida, e intentar hacer lo mejor posible para no entorpecer las relaciones entre nuestro clan y el clan Hiiragi.

Kamaji rio, más divertido que preocupado por su declaración tan ferviente. Estaba por decirle que no tenía por qué tomárselo tan en serio, y sólo debía relajarse y divertirse. Sin embargo, Sara pronunció algo más justo antes, y eso inevitablemente distrajo su atención:

—Igual, no es como que vayamos a estar solas las dos, en realidad. La Srta. Kamisato estará acompañándonos también.

La sonrisa en los labios de Kamaji se difuminó ligeramente. Desvió casi sin proponérselo su mirada hacia otro lado, y se acomodó sus anteojos ligeramente con una mano.

—¿Kamisato Ayaka irá con ustedes? —preguntó en voz baja, con un singular tono serio.

—Sí, la Srta. Hiiragi me dijo que la invitó ayer —indicó Sara. La inusual reacción de su hermano, sin embargo, no le pasó desapercibida—. ¿Por qué?

—No, por nada —negó rápidamente Kamaji con la cabeza, volviendo a sonreír y ocultando sus manos dentro de las amplias mangas de su kimono—. Sólo intenta divertirte aunque sea un poco, ¿de acuerdo?

—Lo… intentaré —respondió un tanto insegura—. Pero si ocurre cualquier incidente, avísenme de inmediato.

—No te preocupes por nada. Nosotros nos encargaremos de cualquier problema, pero te aseguro que no surgirá ninguno.

Luego de unas cuantas palabras más de despedida, Sara se encaminó para cumplir con aquella "salida de chicas" con toda la seriedad e importancia que le daría a cualquier otra misión; y ciertamente era casi así como la veía.

Kamaji permaneció en su sitio, observando pensativo como Sara se alejaba. Si antes esa salida con Chisato no le preocupaba en lo absoluto, ahora las cosas eran un poco diferente al enterarse de que irían en compañía de Kamisato Ayaka.

¿Debería comunicarle a Sara sobre las sospechas que había sobre la hija menor de los Kamisato?

No, aún no. No hasta que hubiera al menos una prueba irrefutable de que podría estar involucrada. Si Sara sabía que siquiera se estaba sospechando de traición a la Todopoderosa Shogun, no podría simplemente quedarse de brazos cruzados y permitirlo. Y en especial, no quería arruinar su tarde libre con sólo eso: simples sospechas.

Tendría que esperar a ver cómo progresaba la investigación de Shikanoin, y el reporte de la comisión Kanjou. Con suerte uno de los dos resolvería sus dudas.


Por su parte, Ayaka se encontraba ya para esos momentos alistándose en preparación para esa misma salida que tenía a Kujou Sara tan inquieta. Se había despertado temprano, desayunado, y aprovechado las primeras horas del día para supervisar cómo iban los preparativos del festival; todo lo "normal" que se esperaría que estuviera haciendo ahí en Inazuma. Ahora más que antes era importante que se le viera haciendo las cosas habituales de su posición, o al menos no alguna que pudiera poner en duda qué hacía exactamente en Inazuma. Irónicamente, su presencia en la ciudad nada tenía que ver con lo que la comisión Tenryou quería inculparla, pero sabía de antemano que cualquier conducta fuera de la común se prestaba al escrutinio, y eso era lo que menos necesitaba de momento.

Le dolía bastante el haber tenido que permitir que Kazuha se fuera, y le dolía más aceptar que él tenía razón en que era mejor que mantuvieran su distancia esos días. Pero la promesa de que se verían en el festival antes de su partida, era una motivación a la que debía aferrarse, y enfocar su mente en los asuntos importantes que ocupaban su atención.

—¿Está segura que es buena idea asistir? —preguntó Thoma, incapaz de ocultar su preocupación—. Me refiero a que, después de lo que su hermano nos informó ayer, ¿estará bien que esté tan cerca de la General Kujou?

—Es justo por eso que no debo desistir de este compromiso —respondió Ayaka desde atrás del biombo de su habitación privada, donde dos de las sirvientas de la casa de té se encargaban en esos momentos de ayudarla a cambiarse y arreglarse—. Si a última hora rechazo la invitación, justo después de que mi hermano llegó a la ciudad, alguien podría comenzar a sospechar que en efecto sabe algo y vino a advertirme, y que yo intento marcar mi distancia. Lo mejor es seguir actuando con normalidad, y demostrar que no tengo nada que ocultar; o al menos que desconozco aún que existen estas sospechas sobre mí. De momento el que ellos piensen que tienen ventaja sobre mí, es precisamente nuestra mejor ventaja en realidad.

—Entiendo lo que dice —asintió Thoma—. Sin embargo, no puedo evitar pensar que toda esa… "salida de chicas" puede ser un truco de la general Kujou para tenerla con la guardia baja y tenderle algún tipo de trampa.

—Bueno, como bien dije, no me tienen en realidad con la guardia baja —indicó Ayaka con bastante seguridad, oculta aún detrás del biombo—. Sabiendo lo que sé, estaré alerta para cualquier posible peligro. Además, Kujou Sara no es ese tipo de persona. Si quisiera arrestarme o interrogarme, lo haría de frente, no fraguando complicados engaños, y en especial no involucrando a Chisato en ellos.

—Al menos permítame que la acompañe, para estar cerca por si cualquier cosa ocurre. Soy su sirviente y ayudante, no sería raro que la acompañara.

—Eso no será necesario —recalcó Ayaka con firmeza—. Además, no puede ser una "salida de chicas" si nos estás siguiendo.

—No lo sé, creo que puedo llegar a ser bastante femenina si me lo propongo —bromeó Thoma con tono más relajado, obteniendo una pequeña risilla de parte de una de las sirvientas como respuesta.

Una vez que terminaron, las dos sirvientas hicieron con cuidado el biombo hacia un lado, revelando del otro lado a su señora. Ayaka se había vestido con un atuendo bastante más casual que su traje habitual: un bonito kimono de tela azulada con grabado de cerezos color rosado y detalles dorados, y un obi rosado rededor de su cintura. Traía su cabello totalmente recogido en su parte trasera, dejando descubierto su cuello y sus orejas, y adornado del lado izquierdo con un broche kanzashi en forma de camelia dorada, con dos pequeños cordeles con pétalos rosados que caían de él por un costado de su cabeza. Las sirvientas le habían aplicado también un maquillaje bastante discreto en sus labios y ojos.

—Se ve deslumbrante, señorita —mencionó Thoma con cierto orgullo en su voz.

—Gracias —respondió Ayaka, acompañada de un pequeño ademán de su cabeza—. Espero no sea demasiado.

Se giró entonces hacia las dos mujeres que la habían asistido.

—Gracias por su ayuda, a ambas. Por favor, sigan con sus labores normales, que ya les he quitado demasiado tiempo.

—Para nosotras es un honor ayudarle, señorita —respondió una de ellas, inclinando su cuerpo hacia a ella con marcado respeto.

—Con su permiso, señorita.

Ambas mujeres se retiraron de la habitación, cuidando de cerrar la puerta detrás de ellas en cuanto salieron.

—Además, necesito que hagas algo por mí mientras estoy fuera —indicó Ayaka de pronto, jalando de inmediato la atención de Thoma de regreso a su conversación anterior. El rostro de la Princesa Garza se había tornado más serio de golpe—. Necesito que busques a la Srta. Naganohara, y le compartas la misma información que nos dio mi hermano, aunque claro, sin entrar en detalles de cómo es que la obtuvimos. Pero es importante que advierta en cuanto pueda al maestro Masakatsu de la situación, y esté precavido.

—¿Cree que sería conveniente que cancele esa entrega de visiones que está haciendo? —preguntó Thoma, igualmente adoptando una postura más reservada—. Después de todo, es posible que la comisión Tenryou tenga más que nunca sus ojos en todos lados.

Ayaka miró hacia un lado, pensativa en la mejor forma de responder aquello. Sin embargo, no sabía si podía ser del todo objetiva, luego de comenzar a sospechar que Kazuha podría de alguna forma estar involucrado en dicha entrega. ¿Qué sería realmente lo mejor?

—Creo que eso lo dejaría a su criterio —señaló Ayaka, intentando no ser vacilante—. Por lo pronto nuestra responsabilidad es sólo avisarle de lo ocurrido. ¿Podrías hacerme ese favor?

—Por supuesto —asintió Thoma—. Sabe que puede confiar en mí.

—Gracias. Y recuerda que debemos se discretos en nuestros movimientos.

—No se preocupe —contestó Thoma con tono despreocupado—. No necesito demasiadas excusas para reunirme con Yoimiya sin que parezca sospechoso.

—De acuerdo… —susurró Ayaka despacio, sin estar muy segura si entendía a qué se refería con dicha afirmación.

Como fuera, tendría que dejar dicha tarea totalmente en las capaces manos de su amo de llaves. Ella tenía por su parte otra misión; y sí, similar a la general Kujou, Ayaka igualmente la veía como un tipo de misión.


Uno pensaría que la única persona que no vería esa salida como una misión sería Hiiragi Chisato, quien había tenido la idea original de todo ese asunto desde un inicio. Pues bueno… eso no era del todo así. Ya que si bien cuando se lo sugirió a Ayaka en un inicio no tenía ninguna otra intención que salir y quizás hacer algunas compras, ahora que Sara se había sumado, tenía la misión de intentar llevarse bien con ella lo mejor que le fuera posible. Como le había indicado a Ayaka el día anterior, si acaso lo suyo con Kamaji escalaba a algo más, sería bueno tener a un miembro de la familia Kujou que los apoyara, y Sara podría ser la mejor opción. Sólo debía convencerla de que era una chica responsable, seria, y que ambas podían ser buenas amigas (o al menos familia potencial).

Pero para ello la presencia mediadora de Ayaka sería indispensable. Si eso salía bien, le debería una a la hija de los Kamisato. Ya vería la forma de pagárselo.

Chisato se tomó igualmente su tiempo para arreglarse, apoyada por un par de damas que la habían acompañado desde Ritou. Su atuendo elegido para esa tarde se componía de un kimono de estampado azul y blanco que asemejaba a las olas del océano, con un obi color dorado. Usaría su cabello oscuro recogido como lo acostumbraba, aunque para la ocasión lo adornaría con un discreto broche de flores blancas. De maquillaje sólo un discreto rubor y sombreado rosado alrededor de los ojos. Había traído ese kimono y adorno por si acaso tenía la oportunidad de quedarse hasta el festival, y lograba convencer a su padre de que la dejara asistir. Ahora tendría que optar por un atuendo diferente, pero había escuchado que ahí en Inazuma había buenas tiendas de kimonos; de seguro en alguna podría encontrar algo que le gustara.

Ya lista, y siendo escoltada de cerca por dos de los miembro de su guardia personal, se encaminó hacia patio frontal de la Hacienda Kujou, donde había acordado el día anterior reunirse con Sara. Sólo fueron unos minutos de espera, pero cada uno le resultó tortuoso. No sabía qué terminaría perturbándola más: que Sara la dejara plantada… o que en efecto sí se presentara.

Kujou Sara salió entonces por la puerta principal de la casa, caminando con ese porte firme y seguro que tanto la distinguía, y esa expresión dura en el rostro que a Chisato inevitablemente siempre intimidaba un poco. Su atuendo era… bueno, de hecho era su atuendo habitual de general Tenryou, con sus colores morados, blancos y dorados, su máscara roja de tengu, y hasta sus ippon geta rojas que Chisato nunca había entendido cómo era posible que las usara de diario. Incluso traía sujeto a su espalda su arco y su carcaj de flechas.

Chisato consideró por un momento que quizás iba a decirle que no iba a poder asistir, y que tenía que salir de inmediato a alguna misión; eso no sería tan extraño, en realidad. Sin embargo, eso cambió en cuanto se paró delante de ella y le dijo con su usual firmeza:

—Disculpe la tardanza, Srta. Hiiragi. Estaba terminando unos últimos pendientes antes de que nos fuéramos. Como ha de comprender, hay mucho trabajo por hacer debido al próximo festival.

—Sí, claro, entiendo —asintió Chisato. Aunque no sabía bien a qué tardanza se refería, pues apenas eran unas cuantos minutos después de la hora que habían pactado—. No tienes que preocuparte. Si gustas, puedo aguardar un rato más mientras te arreglas.

—¿Mientras me arreglo? —preguntó Sara, claramente confundida.

—Sí, mientras te cambias, me refiero —añadió Chisato, sonriendo ligeramente—. Supongo que has estado tan ocupada que no has podido siquiera cambiarte tu uniforme, ¿cierto?

—No, yo… —masculló Sara despacio, mirando discretamente hacia sus ropas—. Tenía pensado irme así, ya que en cuanto volamos debo volver al trabajo… ¿Cree que sea inadecuado?

—¡No!, ¡no! —exclamó Chisato con fuerza, agitando sus manos delante de ella—. ¡Olvida lo que dije! ¡Te ves bien justo así como estás…!

Rio justo después intentando sonar despreocupada, aunque por dentro los nervios ya la estaban consumiendo.

«Perfecto inicio, Chisato. ¡Perfecto…!» se recriminó a sí misma en su mente.

—Bueno, entonces vamos de una vez para no hacer esperar más tiempo a Ayaka, ¿te parece?

—Sí —asintió Sara—. La sigo.

Las dos jóvenes, acompañadas de cerca por los dos guardias Hiiragi, salieron por el portón principal, en dirección a la casa de té.

Notas del Autor:

¿Cómo están todos en este bello inicio de año? Espero hayan pasado las fiestas en paz y contentos.

Como vuela el tiempo, ¿verdad? Ha pasado mucho desde la última vez que publiqué un capítulo de esta historia. Desde entonces muchas cosas han cambiado en el mundo, en mi vida, y claro en Genshin Impact.

Muchos saben bien que en el momento en el que esta historia vio la luz por primera vez, en realidad lo que sabíamos de Kazuha, Ayaka, y sus respectivos clanes era más o menos poco. Pero en los meses siguientes eso fue cambiando, y muchas de las cosas planteadas en esta historia en su inicio ya distan de lo que sabemos ahora. Y también ya nuevos personajes se han presentado y unido a este basto mundo (de entrada, por ejemplo, Heizou o Kuki no había sido formalmente presentado cuando esto comenzó).

Todo esto en su momento me hizo dudar de si valía la pena o no continuar, y aún en estos momentos lo sigo dudando un poco. Sin embargo, he de admitir que hay aún muchas cosas que me gustaría contar, y en especial en lo que respecta a mi interpretación personal de Kazuha y Ayaka, dos personajes que se volvieron muy importantes para mí. Así que decidí escribir algunos capítulos más, y ver cómo fluían las cosas, tanto para mí como escritor, como para ustedes que son los que me leen. Así que veamos en conjunto cómo resulta esto.

Y, ¿qué sigue ahora? Si han leído la historia completa hasta este punto, quizás podrían haberse dado cuenta de que ésta parece componerse de pequeños "arcos". Primero todo el asunto de Katsumoto y el reencuentro de Ayaka y Kazuha, luego otro más compuesto de nuestros dos protagonistas volviendo a conectar (de más de una forma), y ahora entramos en uno nuevo que tiene en parte como eje esa tarde de chicas que habían pactado Ayaka, Chisato y Sara, pero que no será lo único que veremos (en el siguiente capítulo se verá un poco más de qué hablo).

He de decir que aunque se me han ocurrido en el camino manera de agregar a la historia algunos de los aspectos nuevos (el ejemplo claro es la introducción de Heizou en este capítulo), en su mayoría seguiremos el camino que tenía trazado desde un inicio, y que inevitablemente se apartar de lo ya conocido. Así que la etiqueta de Canon Divergente toma mucha más importancia que antes, y lo tendrá aún más en un futuro si logramos hacer que esta historia llegue hasta su final que tengo planeado…