Capítulo 33
La Persona Correcta
La Editorial Yae se encontraba algo concurrida esa tarde, especialmente por jovencitas emocionadas por leer los nuevos números publicados en el mes de sus novelas favoritas. Entre las novelas actualizadas se encontraba, por supuesto, la que Kamisato Ayaka había ido especialmente a buscar: el número seis de la "La Noble Caballero Enamorada del Rey del Hielo". El volumen en cuestión lucía su colorida portada entre los estantes de la editorial, con un dibujo tan hermoso que inevitablemente jalaba la atención de todos. En éste mostraba a los dos protagonistas, una mujer de armadura y cabellos oscuros, y un hombre rubio de ropajes azules, con llamas de guerra detrás, aunque ellos sólo se miraban el uno al otro… pero no precisamente con alegría. Era una imagen poderosa que desbordaba varios sentimientos a la vez.
Pero si hubo algo que llamaba aún más la atención que las nuevas novelas, eso era sin duda la presencia de las tres hijas del Triunvirato. Al llegar al lugar, casi todos los clientes dirigieron de manera sutil sus miradas hacia ellas, y murmuraron entre sí. Principalmente se cuestionaban si en verdad eran quienes parecían ser, y por supuesto que lo eran. Algunos quisieron acercarse un poco más a Ayaka y Chisato para hablarles, pero fueron persuadidos casi de inmediato en cuanto miraban a la general tengu con ellas, portando su uniforme e incluso su arco, y con sus ojos dorados y fríos recorriendo aquel sitio, quizás en busca de cualquier amenaza. Eso los obligó a mejor dar media vuelta, o mínimo desviar su atención hacia otro lado.
Sara no fue del todo consciente del efecto que provocaba en la gente, pero sí logró percibir que el aire se había tornado un tanto más serio, y las voces un tanto más bajas, en cuanto llegaron. Pero, para bien o para mal, resultaba algo con lo que ella ya estaba acostumbrada.
—Ésta es —indicó Ayaka, aproximándose sobresaltada hacia el estante justo en el que se exhibía el número que venía a buscar. Sus ojos brillaron con la emoción propia de una jovencita. Tomó uno de los ejemplares delicadamente entre sus manos, y lo aproximó hacia sí para verlo de más cerca—. Había visto un adelanto de lo que sería la portada de este volumen, pero no creí que fuera a quedar tan hermoso el trabajo final.
—Sí, se ve bonita —masculló Chisato, asomándose a mirarla por encima del hombro de la joven Kamisato—. ¿Y de qué trata?
—Oh, es una historia hermosísima —exclamó Ayaka con entusiasmo—, de una época antigua de Fontaine, en donde una joven mujer de una familia pobre se convierte en caballero, y termina siendo guardia personal del joven y apuesto príncipe heredero al que todos apodan el Rey del hielo, por su carácter frío y distante, pero que en el fondo tiene un gran corazón de…
De pronto, Ayaka reparó en la mirada casi perpleja con la que Chisato la miraba. Y como si sus ojos fueran un espejo, logró darse cuenta de que quizás se había emocionado demasiado, olvidando por un instante en dónde se encontraba, y con quién. Un error que se apresuró a arreglar, carraspeando un poco e intentando moderar de nuevo su voz.
—Es una buena persona —explicó concluyendo su idea anterior—. Y ella termina enamorándose de él, y poco a poco él también de ella.
—Clásica historia de plebeyo y noble, ¿eh? —murmuró Chisato con tono divertido, cruzándose de brazos—. A las personas les encanta esos cuentos, por algún motivo. Supongo que la idea de vivir un amor prohibido resulta atractivo a algunos…
Chisato cortó sus propias palabras de golpe, en cuanto su mente pareció gritarle al oído: "no eres la más capacitada para criticar las historias de amores prohibidos…"
—No en mi caso, claro —se apresuró a puntualizar, desviando su mirada apenada hacia otro lado—. Y no creí que tú fueras también del tipo que le gustara las historias románticas de esta clase, Ayaka.
—Bueno, más o menos —masculló Ayaka despacio, ocultando parte de su rostro ruborizado detrás del libro que sujetaba—. La historia es… interesante. De hecho, hay una parte en el volumen cuatro en el que los dos protagonistas están apartados uno del otro y comienzan a escribirse cartas en secreto.
—¿De verdad…? —pronunció Chisato, al parecer atraída gratamente por esa idea. Iba a preguntar más al respecto, pero observó por el rabillo de su ojo a Sara aproximándose al costado de ambas, recordándoles de inmediato su presencia—. Digo, eso es… interesante. Me encantan las historias sobre… el correo.
Un intento vago de arreglarlo, pero daba igual pues Sara en realidad no le había puesto particular atención. En su lugar, se paró frente al mismo estante, e inclinó un poco su cuerpo hacia los libros, contemplando con detenimiento la portada, y en especial las ropas que usaban los dos personajes en ella.
—¿Es una novela de Fontaine? —inquirió con curiosidad.
—Sí, el autor es de allá —se apresuró Ayaka a aclarar.
—La frontera está cerrada y aun así se las arreglan para traer este tipo de cosas, ¿eh? —señaló Chisato, sin quedar muy claro si era algún tipo de reclamo o no.
—Bueno, a veces cosas pequeñas como ésta pueden traer algo de alegría a la gente, ¿no creen? —indicó Ayaka con solemnidad. Sus palabras parecieron captar particularmente la atención de sus dos acompañantes—. Déjenme pagarlo y enseguida vuelvo.
Ayaka se dirigió a la caja con su libro en las manos para pararse en la fila de los demás compradores. Las personas delante de ella le ofrecieron pasar primero, pero Ayaka, amablemente, insistió que no era necesario.
Cuando se fue, la atención de Sara volvió a centrarse en el libro en los estantes, atreviéndose incluso a tomar uno de los ejemplares para observarlo con más detenimiento. Su rostro, siempre apacible e indiferente, no revelaba en lo absoluto qué le cruzaba por la cabeza en esos momentos.
—¿Tú qué opinas, Sara? —preguntó Chisato de pronto, tomando un poco por sorpresa a la general.
—¿Disculpe?
—De esto de… las novelas… románticas y eso —murmuró Chisato nerviosa, señalando con las manos hacia los demás libros.
Sara miró de nuevo a la portada de "La Noble Caballero Enamorada del Rey del Hielo", quedándose en silencio observándola por largos segundos, tras los cuales extendió su mano de nuevo al estante, dejando el libro justo en el mismo sitio del que lo había tomado.
—Yo… no suelo leer mucho —indicó Sara, recuperando gradualmente la firmeza de su voz—. Casi no tengo tiempo, por el trabajo.
—Sí, por supuesto —asintió Chisato—. Y de seguro a ti no te interesan este tipo de historias de caballeros y princesas enamoradas, ¿cierto?
Sara permaneció en silencio unos instantes. Luego carraspeó un poco y respondió:
—Las personas en nuestra posición no pueden darse el lujo de fantasear con este tipo de cosas. Un matrimonio entre individuos de clases diferente no suele ser beneficioso para nadie.
—Ah, entiendo… —masculló Chisato despacio—. Entonces, es mejor un matrimonio entre personas del mismo estatus, ¿no?
—Si éste trae algún beneficio a las familias o al pueblo de Inazuma, sí. El matrimonio es un asunto meramente político, después de todo.
Ya con el libro que buscaba pagado y guardado en una pequeña bolsa, Ayaka había vuelto con sus acompañantes en el momento justo para escuchar aquellas palabras surgir de los labios de la general Kujou. Ciertamente aquella última afirmación terminó calando un poco en el centro mismo de su pecho: "el matrimonio es un asunto meramente político…"
Por supuesto, eso era difícil de desmentir. ¿No había sido su propio compromiso hace años un medio para intentar consolidar la posición de su hermano? En aquel momento, quizás también debido a su corta edad, no lo llegó a cuestionar demasiado. Sin embargo, ya en la actualidad, más de una vez se había llegado a preguntar seriamente qué pasaría si su hermano optaba por tocar de nuevo el tema del matrimonio. Y si antes no tenía una respuesta directa o clara a ello, ahora que se encontró de nuevo con Kazuha… bueno, le resultaba aún más difícil hacerlo.
Ayaka respiró hondo, se paró derecha, y recorrió rápidamente los pocos pasos que la separaban de las otras dos.
—Si me permite ser un poco atrevida, general —declaró de pronto, jalando por completo la atención de Sara y Chisato hacia ella. Su rostro esbozaba una amplia y despreocupada sonrisa, pero su mirada reflejaba tenacidad—. Presiento que esas palabras no son suyas, sino del comisionado Tenryou. ¿O me equivoco?
Aquello dejó desconcertadas tanto a Sara como a Chisato. Sin embargo, la general tengu no hizo tampoco algún intento aparente de desmentirla.
Ayaka comenzó a caminar hacia afuera del local de la editorial en dirección a la calle. Una vez fuera, comenzó a andar calle arriba en dirección a la tienda de kimonos, su siguiente parada. Sara y Chisato la seguían de cerca, escuchando atentamente el resto de las palabras que la joven Kamisato al parecer deseaba compartirles.
—Es cierto que hemos sido criadas desde pequeñas a que todo lo que hagamos sea a favor de nuestros clanes y de Inazuma; eso incluye a quién darle nuestro corazón. Pero, no negarán que el sólo soñar con poder ser libre de elegir con quien estar el resto de tu vida, sin importar el estatus, la familia, y la nación, resulta a lo menos… acogedor. ¿No es cierto, Chisato?
—¿Eh? —se sobresaltó la joven del clan Hirragi, un tanto sorprendida. En la mirada de Ayaka, notó que ésta le estaba dando de alguna forma la oportunidad de tocar "ese" tema—. Ah, sí… claro. Eso estaría muy bien. Digo, si tuvieras en mente a esa persona, claro…
—¿Tiene acaso ya un prometido elegido, Srta. Hiiragi? —inquirió Sara, genuinamente interesada.
—¿Quién? ¿Yo? —exclamó Chisato, casi espantada—. No, no, no… nada formal, aún. Aunque… —desvió su rostro ruborizado a un lado. Con cuidado colocó uno de sus mechones de cabello detrás de su cabeza—. Sí tengo a alguien en mente… De hecho, estoy interesada en…
Abrió su boca lista para pronunciar el nombre de esa persona, pero ningún sonido surgió de ella. Al final terminó acobardándose, y en su lugar decidió cambiar drásticamente el foco de la conversación.
—Ayaka ya estuvo comprometida una vez, ¿sabes? —comentó de pronto con voz risueña.
—¿Eh? —se sobresaltó Ayaka confundida—. ¿Por qué lo mencionas tan de repente…?
—Tú empezaste con el tema —le respondió Chisato entre dientes.
—Creí que querías aprovechar este momento para hablarle de ya sabes quién y tú —le respondió Ayaka del mismo modo, manteniendo su voz lo más baja posible.
—No sé de qué hablas —masculló Chisato, virándose a otro lado de forma disimulada.
Ayaka suspiró. No podía enojarse con ella; quizás la había empujado de una forma demasiada brusca sin darse cuenta. Pero no tenía por eso que hacer mención a su compromiso…
—Sí, creo haber escuchado algo al respecto —indicó Sara de pronto, mirando al cielo mientras tomaba su barbilla con una mano con expresión pensativa—. Con el hijo del ahora extinto clan… Kaedehara, ¿cierto?
Ayaka respiró lentamente por su nariz, y fijó su mirada serena en el camino delante de ella. Los hermosos pétalos de cerezo rosados caían lentamente a su alrededor desde los árboles ubicados más alto en la colina, acumulándose en el suelo a un lado del camino.
—Sí… —respondió en voz baja—. Pero eso fue hace ya varios años.
Sara asintió.
—Siempre es una pena escuchar que un clan de tan largo linaje termina de una forma tan trágica. Me pregunto qué habrá sido de aquel joven noble.
Aquello inevitablemente le arrancó una pequeña sonrisa divertida a la Princesa Garza. Ella definitivamente podría responderle aquella duda, pero de momento prefirió guardárselo sólo para ella.
—¿Y qué hay de usted, general? —preguntó Ayaka con curiosidad, mirándola sobre su hombro—. ¿Ha habido alguna plática de matrimonio?
—¿Para mí? —exclamó Sara, al parecer más extrañada que sorprendida por la pregunta—. No, yo… Sólo soy la hija adoptiva del clan Kujou, y… un tengu… —Carraspeó un poco para aclarar su garganta, o quizás sólo como un pequeño intento de prevenir decir inmediatamente lo que se le había venido a la mente—. Como sea, mi deber es únicamente como soldado al servicio de mi clan, de la Shogun, y de Inazuma. El matrimonio no se encuentra entre mis planes futuros, y no creo tampoco que mi padre lo tenga contemplado.
—Oh, vamos —rio Chisato, evidentemente escéptica de tal afirmación—. Pero, si conocieras a la persona correcta, ¿no lo considerarías?
—Ignoro qué significa exactamente "la persona correcta" en este contexto —respondió Sara con voz templada.
—Bueno, pues sería… sería…
Chisato intentó pensar en una respuesta, pero las palabras correctas se le escaparon. Uno esperaría que una chica tan enamorada como ella debería poder expresarse de forma más sencilla de la persona que le gustaba, pero quizás una cosa no tenía relación directa con la otra.
—Bueno, no estoy segura… pero Ayaka es la romántica, ella quizás pueda explicarte mejor.
—¿Eh? —soltó Ayaka, totalmente azorada—. Yo… ¿La persona correcta? Bueno, creo que… sería…
Ayaka alzó su mirada al cielo, siendo interceptada fugazmente por algunos de esos bellos pétalos rosados flotando sobre ella. Pensó unos instantes sus palabras, teniendo sus ojos fijos en aquel panorama, y sus pies avanzando por la calle por sí solos.
La persona correcta…
En cuanto tuvo que pensar en esa idea, un rostro, una voz, y un nombre vinieron de inmediato a su mente. Y en lugar de obligarse a hacer ese pensamiento a un lado, en esa ocasión dejó que fluyera con completa libertad, como el cauce de un río. Y al hacerlo, sus labios se curvearon en una pequeña sonrisilla alegre, y sus ojos casi parecieron brillar como dos grandes lunas.
—Creo que sería alguien en quien puedas confiar por completo en que estará a tu lado sin importar qué; siendo tu compañero, tu amigo, y quien te cuide la espalda al momento de la batalla.
—¿Batalla? —murmuró Chisato, confundida, pero Ayaka continuó sin prestarle atención.
—Alguien que no hará menos tus deseos y sueños, sino que incluso se atreverá a soñar contigo, y luchará a tu lado para hacerlos realidad, y por hacerte feliz. Una persona que haga que tu corazón se agite con tan sólo pensar en ella, y con la que deseas estar el mayor tiempo posible, aunque sea sólo paseando, comiendo, hablando, componiendo haikus, practicando con las espadas…
—¿Espadas? —le tocó ahora a Sara reaccionar de aquel modo.
—Supongo que —murmulló Ayaka acompañada de una pequeña risilla—, la persona correcta sería alguien con la que te sientas enteramente completa y plena con su presencia. Una persona que te haga sentir que eres un poco mejor por tenerla en tu vida…
«Esa persona correcta eres tú, Kazuha… siempre has sido tú…» pensó acompañada de una cálida sensación que desbordaba por su pecho, pero a su vez también acompañada de cierta melancolía.
Se quedó prácticamente sumida en aquellos pensamientos mucho más tiempo del que se proponía. Para cuando logró reaccionar y se giró a ver a las otras dos, éstas la observaban en silencio, con expresiones un tanto confusas en sus miradas.
—A… así es como lo describen en las novelas, claro —se apresuró a aclarar, alzando la bolsa en la que traía su libro recién comprado.
—Qué hermosas palabras, Ayaka —señaló Chisato con media sonrisa—. ¿Son de esa novela? —cuestionó señalando hacia la bolsa.
—De… ésta y de otras… —respondió Ayaka, abrazando el libro contra sí con algo de aprensión—. De varias… de ninguna en especial.
—Pues no creo conocer a alguien así —respondió Sara de pronto con algo de dureza—, ni tampoco creo necesitarlo.
—No creo que se trate de necesitarlo o no —declaró Chisato con voz despreocupada.
El resto del camino a la tienda de kimonos fue más silencioso, cada una de seguro sumida en sus propias cavilaciones. Y los pensamientos de Ayaka, por supuesto, eran directamente sólo para una persona.
«Oh, Kazuha… Me pregunto qué estarás haciendo en estos momentos…»
Entre todas las posibilidades que podrían haber pasado por la mente de Ayaka sobre qué podría estar haciendo Kazuha en esos momentos, huyendo de los guardias Tenryou sobre el hombro de un oni… posiblemente no sería una de sus primeras opciones.
Arataki Itto y Akira corrieron sin detenerse por un laberinto de callejones, dejando cada vez más atrás el sonido de la multitud que presenciaba aquella pelea, hasta arribar a una parte mucho más desolada de las afueras, con menos edificios, y la mayoría de apariencia más degastada y vieja. Se dirigieron directo a la parte trasera de una de esas casas, donde los únicos que los esperaban eran un grupo de cinco gatos que gruñeron y huyeron despavoridos en cuanto los pesados pasos del oni los alertó de su cercanía. Una vez tras su escondite, frenaron de golpe, y se tomaron al fin un segundo para intentar recuperar el aliento.
—¿Los perdimos, Akira? —murmuró Itto entre jadeo y jadeo.
El joven robusto se asomó con cuidado por la esquina del edificio en la dirección que venían. No había ni un alma en el horizonte, salvo más gatos corriendo por ahí.
—Creo que sí —respondió Akira, también respirando con agitación—. No parece que nadie nos siga…
—¡Ja! —soltó Itto con fuerza al aire, asustando un poco a su compañero—. ¡No nos vieron ni el polvo esos tontos de la Comisión Tenryou! ¡Es más que evidente que aún está muy lejos el día en que podrán poner sus manos el Gran Arataki Itto…!
—Disculpa —masculló despacio el joven espadachín, colgado aún del hombro del oni como un saco—. ¿Te molestaría bajarme?
—Ah, claro —murmuró Itto, prácticamente recordando hasta ese momento que él iba con ellos—. Disculpa, amiguito.
Tomó entonces a Kazuha, bajándolo y colocándolo en el suelo justo como había solicitado. Ya en tierra firme, el espadachín errante se acomodó lo mejor posible sus ropas, y volvió a guardar su espada en el interior de su funda. Todo eso había sido… ciertamente extraño.
—Nos escapamos de ahí de buena forma, ¿eh? —exclamó Itto con radiante orgullo—. ¡Dame esos cinco!
Extendió en ese momento su palma derecha en dirección a Kazuha, evidentemente esperando que chocara su mano con la suya. Él lo miró de reojo, y aunque entendió qué era lo que quería… su expresión severa le dejó claro que no pensaba hacerlo.
—Estás de mal humor, ya veo —murmuró Itto con ligero nerviosismo, apartando su mano y en su lugar colocándola detrás de su cabeza, apenado—. Lamento ese "pequeño malentendido" de allá atrás. Ahora sé que cuando dijiste que no estabas con esos ladrones, hablabas en serio.
—Descuida —respondió Kazuha con seriedad, aunque sin dejo alguno de amargura o resentimiento—. Pero, ¿qué te hizo cambiar de opinión exactamente?
Itto sonrió ampliamente y colocó sus manos en su cintura, adoptando una postura confiada, incluso un poco arrogante.
—Fue porque allá usaste una visión, ¿cierto? —declaró con fervor. Kazuha, sin embargo, se mantuvo impasible, sin responderle—. ¡Por supuesto que me di cuenta!, nada se me escapa —añadió Itto justo después con la misma confianza—. De habernos quedado, esos perros de la comisión Tenryou hubieran querido quitártela. Por eso lo mejor fue huir, ¿no te parece?
Kazuha no percibía burla o malicia en sus palabras. Aun así, su mero instinto de preservación hacía que le resultara… no muy cómodo que un completo extraño hablara tan a la ligera de su visión. Su mano se dirigió por sí sola hacia su espada, sin saber exactamente qué pensaba hacer o demostrar con tal acto.
—Oye, tranquilo, tranquilo —se apresuró Itto pronunciar, agitando las manos delante de él—. No tienes que preocuparte, mira…
Itto dirigió una mano a su abrigo largo para abrirlo hacia un lado. Kazuha se puso por instinto a la defensiva ante la idea de que fuera a sacar algún arma. Sin embargo, para su sorpresa, lo que el oni hizo fue dejar a la vista del ex samurái el forro interno del abrigo, y el orbe anaranjado y dorado que permanecía adherido y oculto a éste. Era, sin lugar a equivocación, una visión Geo…
—Yo también tengo una visión, ¿ves? —indicó Itto con elocuencia—. Normalmente siempre la traía sujeta a mi cuello, pero desde que esta cacería sin sentido empezó, Shinobu, mi abuela, y todos los demás insistieron en que la tuviera oculta. ¡Como si les tuviera miedo a esos tontos de la Comisión Tenryou! Quiero ver que se atrevan a venir a quitármela…
—¡Jefe…! —le interrumpió Akira de pronto, percibiéndose la inquietud en su voz—. ¿Seguro que es buena idea?
—Tu amigo tiene razón —añadió Kazuha con severidad—. No sabes nada de mí. No deberías mostrar a cualquiera que tienes eso contigo.
—¡Ja! —exclamó Itto con indiferencia, ocultando de nuevo el interior de su abrigo—. Tal vez no sé nada de ti directamente, pero lo que sí sé es que nadie enteramente malvado puede tener una visión.
—Eso… —murmuró Kazuha, vacilando un poco sobre cómo exactamente responder a aquello—. No podría asegurar que sea así en todos los casos…
—Pero en el tuyo estoy seguro que sí —declaró Itto con una firmeza y seguridad casi inaudita en su voz—. Después de todo, pudiste derrotarme allá de un sólo corte de tu espada, pero decidiste no hacerlo, ¿cierto?
Kazuha se sobresaltó, más que sorprendido al escuchar esas palabras, e Itto sonrió con orgullo al notar su reacción.
—Oh sí, de eso también me di cuenta —indicó cruzándose de brazos y sacando un poco el pecho—. Y por supuesto que nadie malvado hubiera dejado pasar una oportunidad así, ¿o sí?
Kazuha no respondió nada, pero ciertamente se sentía impresionado.
«Es un guerrero mucho más astuto de lo que parece» concluyó sin salir aún de su asombro. Al parecer había subestimado más de lo debido a aquel individuo. Actuaba y hablaba un poco raro, y no parecía ser precisamente muy listo. Sin embargo, era claro que no era un guerrero ordinario. No le extrañaba ni un poco que hubiera recibido también una visión.
Ya con los humores más calmados, Itto dio un paso más hacia Kazuha, se paró derecho frente a él, y le extendió su mano de forma respetuosa.
—Así que comencemos de nuevo, ¿te parece? —le propuso, esbozando una sonrisa tranquila y amistosa—. Soy Arataki Itto, el Héroes de Haramizaka, y líder de la Grandiosa Banda Arataki. ¿Y tú?
El espadachín contempló un instante su mano, y poco a poco se permitió relajarse un poco. Se paró también derecho, y estrechó la enorme mano del oni con la suficiente firmeza.
—Kazuha —pronunció en voz baja.
—Sólo Kazuha, ¿eh? —inquirió Itto con tono burlón.
—Sí, sólo Kazuha.
Ambos se soltaron las manos, y Kazuha se dispuso a retirarse, comenzando a encaminarse de regreso a la calle principal.
—Gracias por ayudarme a escapar, pero debo seguir mi camino. Con su permiso…
—Hey, hey, no tan rápido —espetó Itto, adelantándose con apuro hasta colocarse delante de Kazuha y cerrarle el camino—. No puedes ir por ahí con tu visión ahora que alborotamos a esos entrometidos de la Comisión Tenryou. Nosotros conocemos bien cómo movernos por estas calles, y algunos lugares seguros en los que puedes estar hasta que se calme todo.
—Gracias, pero estaré bien solo —se apresuró Kazuha a señalar, y luego intentó sacarle la vuelta a Itto para proseguir. El oni, sin embargo, volvió a colocar su enorme cuerpo delante de él.
—¡Debo insistir! —exclamó con ímpetu—. Mi actitud contigo fue totalmente impropia de un héroe. ¡Necesito compensar mis acciones de la mejor manera!
—No es necesario…
—¡Vamos! ¡Puedes confiar en mí!, en serio. ¡Incluso conozco a alguien que podría darte una visión falsas si quieres!
Aquello ciertamente tomó aún más por sorpresa a Kazuha, y lo disuadió de su partida tan pronta.
—¿Una visión falsa? —masculló despacio, siendo una pregunta más para sí mismo de si acaso había escuchado bien.
—Jefe, espere… —murmuró Akira nervioso, aproximándose a un costado del oni—. Podría ser un espía de la Comisión Tenryou.
—¿Qué? —exclamó Itto, incrédulo—. No, claro que no. No lo eres, ¿verdad? —cuestionó rápidamente, volteando a ver a Kazuha con expresión ligeramente acusadora.
—No, no lo soy —se limitó Kazuha a responder con simpleza—. ¿Qué mencionaste sobre visiones falsas?
—Ah, son algo genial —pronunció Itto con entusiasmo—. Son visiones hechas a mano que parecen totalmente reales. Si alguien de la Comisión Tenryou te molesta, le das la visión falsa, ¡y listo! Puedes continuar tu camino sin problema.
Kazuha asintió; era justo como Tomo se lo había contado. Así que en verdad las personas estaban usando estas visiones falsas como señuelos para librarse de la cacería de visiones. El problema era que si había tanta gente haciendo uso de ellas, era sólo cuestión de tiempo para que la comisión Tenryou se diera cuenta, si no era que ya lo sabían. Y, ¿a qué se referían con que conocía a alguien que podía darle una visión? ¿Sabrían acaso estas personas quién era el artesano que las fabricaba? O, incluso, ¿quién era su misterioso benefactor?
—Suena a algo muy delicado como para que estés compartiendo esa información a un completo desconocido —indicó Kazuha con seriedad.
—Lo mismo digo —masculló Akira con marcada desaprobación.
Itto carraspeó un poco, algo nervioso al quizás sentirse de alguna forma reprendido.
—Bueno, ¡pues decido arriesgarme con tal de compensar mi falta! —declaró con fervor al aire, con sus manos en la cintura y su mirada en alto—. Al menos como dije, permítenos llevarte a un lugar seguro hasta que se vacíe un poco las calles. ¿Eh? ¿Qué dices?
Kazuha tomó su barbilla con una mano y meditó un poco al respecto. ¿Sería correcto engañarlos fingiendo que no sabía nada de esas visiones falsas? Aunque, incluso si no quisiera hacerlo, igual no podía revelárselos; no le había contado al respecto ni siquiera a Ayaka. Pero quizás podía descubrir un poco más sobre las personas que estaban en verdad detrás de ellas antes de la entrega, y asegurarse de que no representaban un peligro para Tomo o él.
—De acuerdo —asintió Kazuha tras un rato—. De todas formas, necesito buscar en los alrededores a la gatita que estaba conmigo.
—Ah, picaron —murmuró Itto, acompañado de una risilla maliciosa—. Así que venías en busca de a alguna chica, ¿eh?
—Creo que habla literal de una gatita, jefe —le susurró Akira en voz baja.
—Sí, de hecho sí —respondió Kazuha—. Pequeña, totalmente blanca y de ojos azules. Se llama Tama. Estaba conmigo, pero huyó cuando comenzó la pelea.
—Ah… ¡Pues descuida! —soltó Itto con fuerza—. También conozco los lugares donde se reúnen todos los gatos de Hanamizaka. Sígueme y la encontraremos.
Lleno de convicción, se dio media vuelta y comenzó a avanzar con paso firme. Kazuha, ya un poco más tranquilo, lo siguió unos pasos detrás, contemplando disimuladamente la larga cabellera blanquizca que caía sobre su espalda.
«Qué individuo tan curioso» pensó Kazuha, un tanto divertido. «Pero no percibo malicia alguna en él. Parece ser en verdad una persona sincera… Y la verdad es que no hay muchas así por aquí»
Akira igualmente caminaba detrás de ellos, pero su paso era bastante menos decidido y seguro que el de su jefe.
—A Shinobu no le va a agradar esto… —suspiró Akira con pesadez en su voz.
Notas del Autor:
Creo que no lo había mencionado directamente (aunque igual lo habíamos implicado en algunos capítulos), pero aquí estamos dando por hecho que aquellos que aún tienen su visión y no son del Triunvirato (como Kazuha, Tomo, Yoimiya, Itto o Shinobu) traen éstas consigo ocultas de las demás personas, en lugar de tenerlas colgando a la vista como en la mayoría de sus diseños. Esto bueno puede llegar a ser un poco obvio, pero como casi siempre los vemos con sus diseños del juego, uno puede fácilmente imaginarse que la visión está siempre donde la muestran (por ejemplo, que Itto la trae en su cuello). Pero bueno, es un detalle menor, pero relevante.
En otro tema, la verdad este día está tomando un poco más de lo que me esperaba; supongo que eso pasa cuando quieres que varias cosas ocurran al mismo tiempo. No acostumbro "apresurar" las cosas, pero sí intentaré que en los siguientes capítulos vayamos un poco más rápido, en especial porque ya quiero llegar a lo que viene "después" de todo esto, jejeje…
