Capítulo 35
Elige a tu campeón

Cuando Itto le mencionó a Kazuha que conocía todos los lugares en los que se reunían los gatos en Hanamizaka… el espadachín vagabundo no tardó mucho en darse cuenta de que aquello no era de hecho una exageración. Los dos miembros de la Banda Arataki le dieron un recorrido por varios de los rincones de aquella área, todos ellos en efecto habitadas por decenas de gatos.

Anaranjados, negros, cafés, atigrados, grises, incluso algunos totalmente blancos… Pero ninguno de ellos era Tama. La mayoría huían en cuanto se les acercaban, pero algunos se aproximaban con extrema confianza, en especial a Kazuha.

—Parece que los animales te quieren, amigo Kazuha —señaló Itto, intrigado al ver cómo un grupo de gatos se remolineaba a los pies del muchacho de cabellos claros. Éste se agachó hacia ellos, pasando sus manos con cuidado por sus cabezas y lomos.

—Los animales nunca temen a aquellos que poseen un alma tranquila —indicó el espadachín, pronunciándolo casi como si de una poesía se tratase.

—Supongo que eso significa que su alma no es muy tranquila, jefe —le murmuró Akira en voz baja a su amigo oni. Éste se sobresaltó, sorprendido por la afirmación.

—¿Qué dices? A mí los animales me adoran. ¿Olvidas quién es el mejor atrapando escaradiablos de toda Inazuma?

—No sé —masculló Akira, un tanto inseguro—. No creo que los escaradiablos cuenten. Ellos prácticamente nunca huyen de nada. Casi siempre se quedan sólo ahí quietos para que los tomes.

—Ja, es obvio que no entiendes la complejidad de la mente de un verdadero guerrero. Ellos mantienen la mente despejada y en blanco, sólo hasta que es el momento de verdaderamente luchar. Todos podemos aprender algo de la manera de su manera de pensar.

—¿Es decir… tener siempre le mente despejada y en blanco? —inquirió Akira con curiosidad—. Bueno, eso no suena demasiado complicado…

Cuando Kazuha se incorporó de nuevo, los gatos emprendieron la marcha, alejándose calle abajo en grupo.

—Me temo que quizás la gata que buscó no se encuentre por los alrededores —masculló Kazuha con pesar—. Quizás por instinto se fue a buscar a mi compañero. Debería ir a buscarlo a él.

Aunque claro, considerando el sitio al que Tomo había dicho que iría, la idea de ir tras él en realidad no le apetecía del todo.

—Hey, hey, no te preocupes, amigo Kazuha —exclamó Itto con extrema confianza—. Aún falta un sitio, el más popular de todos. De seguro la gata perdida que buscas se encontrará ahí. Anda, sígueme.

Antes de que Kazuha pudiera decir "sí" o "no" a su propuesta, Itto emprendió de inmediato la marcha, andando con rapidez. Akira lo siguió de cerca, y Kazuha no tuvo más remedio que ir detrás de ellos.

Kazuha no estaba seguro de qué tan preocupado debía estar por Tama en realidad. Tomo la había ya adoptado cuando se vieron unos meses atrás (antes de reclutarlo para ese viaje rápido a Inazuma) y casi siempre se la pasaba muy pegada a su dueño. Así que no llevaba el suficiente tiempo conociéndola como para saber si se podía cuidar sola o no. Pero como hubiera sido, Tomo se la había encargado, y necesitaba al menos intentar encontrarla. Pero esa ciudad eran tan grande… podría estar en cualquier lugar ahora mismo.

Al menos la compañía de Arataki Itto, ahora que ya no estaban peleando el uno con el otro, resultaba agradable, además de útil. A lo largo de sus viajes por Inazuma, Kazuha había conocido a muchas personas interesante, incluyendo a otros Oni, incluso otros tipos de Youkai. Pero este individuo era un poco más peculiar que la mayoría. Pero, sobre todo, le sorprendía que hubiera podido vivir tanto tiempo en el corazón mismo el Shogunato con una visión, cuando lo más sensato hubiera sido alejarse lo más posible de ese lugar. Debía ser en verdad alguien muy valiente… o quizás no muy listo…

O quizás ambas; una no excluía a la otra, después de todo.

El sitio al que Itto lo dirigió fue justo en la salida principal de la ciudad, en la parte más exterior de Hanamizaka, en la cual se erguía un alto y frondoso árbol de cerezo, en esos momentos con sus ramas rebosantes de flores rosadas. Era una de las primeras cosas que la gente podía ver en cuanto ingresaban a la ciudad por el camino principal.

Kazuha no pudo evitar recordar que hace unos días por esa zona, se había suscitado aquel incidente en el que la Comisión Tenryou despojó a aquel ronin de su visión Pyro; aquel que Ayaka había llamado Ouji. Había sido también ahí donde vio a Ayaka por primera vez luego de tantos años, al intervenir para ayudar a aquel hombre.

Justo como Itto había prometido, había varios gatos rondando cerca de aquel árbol; incluso algunos reposaban sobre sus ramas cómodamente. Pero no sólo había gatos, pues a la sombra de sus ramas se encontraba también un grupo de cuatro niños, tres niños y una niña, de cuclillas formando un círculo.

—Mira, son ese grupo de perdedores —masculló Itto con arrogancia mientras se aproximaban, esbozando una amplia sonrisa.

—¿Perdedores? —preguntó Kazuha con curiosidad—. ¿Te refieres a los niños…?

—¡Hey, ustedes! —gritó de golpe Itto, agitando además una mano en el aire—. ¡Kouichi, Midori, Shouta, Daisuke! ¿Cómo están perdiendo el tiempo esta tarde? ¿Eh?

Los cuatro niños alzaron al mismo tiempo sus cabezas, girándolas en dirección al oni que, de forma tan poca discreta, había llamado su atención.

—¡Ah!, ¡Itto! —exclamó entusiasmado el niño de nombre Daisuke, incorporándose rápidamente—. ¡Qué bueno que estás aquí! Creíamos que te habían arrestado.

—¿Eh? —murmuró Itto confundido—. ¿Y eso por qué?

—Todo el mundo está diciendo que destrozaste el restaurante del viejo Shinai —indicó el niño de nombre Kouichi—. Y que ahora te está buscando para que le pagues todos los da…

Itto tosió con fuerza disimuladamente, girándose hacia otro lado.

—Eso no es más que un malentendido —murmuró con un ligero dejo de nervios en la voz—. En cuanto se le pase el enojo iré y le repararé su pared, no pasa nada —añadió con más seguridad, acompañando de una risa confiada—. Eso no importa ahora. ¿Han visto ustedes por aquí a un gato perdido?

—¿Un… gato? —pronunciaron los cuatro niños al mismo tiempo, y cada uno desvió su mirada hacia una dirección diferente a su alrededor; y en cada una había al menos un gato.

—¡No me refiero a los gatos normales que siempre andan por aquí! —gruñó Itto malhumorado—. Sino a un gato nuevo. Uno… ah… ¿cómo dijiste que era, amigo Kazuha? —preguntó girándose de regreso al espadachín que lo acompañaba.

—Una gatita pequeña, de no más de dos años me parece, de pelaje totalmente blanco y ojos azules —explicó Kazuha con voz calmada y serena.

—¿Cómo… esa? —preguntó Shouta, señalando a un gato reposado sobre una rama justo sobre sus cabezas.

—Ese es gris, tonto —le respondió Midori.

—¿No es lo mismo? —masculló Shouta de nuevo, avergonzado.

—¿Quién es tu amigo, Itto? —preguntó Daisuke, observando a Kazuha con curiosidad.

—Ah, él es Kazuha; sólo Kazuha —se apresuró Itto a presentarlo—. Es mi nuevo amigo samurái, y está buscando a su gata perdida.

—Es un placer —los saludó el vagabundo, haciendo una pequeña reverencia hacia ellos. Los cuatro niños, por mero reflejo, le regresaron el saludo con un pequeño asentimiento de su cabeza.

Kazuha avanzó al redor del árbol, inspeccionando con su mirada atenta a cada uno de los gatos que por ahí rondaban. Algunos de ellos lo observaban con curiosidad, o quizás esperaban que les diera de comer. Quizás las personas de los alrededores acostumbraban dejarles comida bajo ese árbol y por eso acostumbraban reunirse ahí. Como fuera, ninguno de ellos parecía ser el que buscaba.

Suspiró con resignación, caminando para reunirse de nuevo con sus guías.

—¡¿Estaban jugando peleas de escaradiablos sin mí?! —escuchó la sonora voz de Itto resonar en cuanto se acercaba. Al azar su mirada, pudo ver al oni inclinado sobre el círculo que formaban los cuatro niños.

«¿Peleas de escaradiablos?» pensó Kazuha un tanto sorprendido, pero sobre todo curioso.

Se aproximó lo suficiente para ver que entre los cuatro niños se encontraba dibujado un círculo en la tierra. Dentro del círculo, un escarabajo morado estaba quieto en su sitio, mientras que fuera de éste otro yacía sobre su lomo, moviendo sus patas frenéticamente, quizás intentando de alguna forma voltearse.

Aquella escena trajo inevitablemente un pequeño recuerdo a la mente de Kazuha. Era uno feliz, pues involucraba otro de esos momentos de su infancia a lado de Ayaka, en el cual ambos intentaron igualmente jugar a ese mismo juego, sin muchos resultados.

"Mi hermano me mencionó una vez que esto era divertido, pero…"

"Quizás no quieren pelear porque son amigos."

"¿Los escaradiablos pueden hacer amigos?"

"No vería por qué no. Los animales son igual o más sensibles que nosotros."

"Ya que lo dices de esa forma, hora me da un poco de pena querer hacerlos pelear. Debe ser muy feo que te fuercen a darle la espalda a un amigo."

"Sí, estoy de acuerdo. O quizás pelear sea también su forma de jugar. Cualquiera de las dos, supongo que no están de humor para hacerlo en estos momentos."

Pero también era un recuerdo desagradable, pues aquello había ocurrido justo la última tarde en que se le permitió entrar a la Hacienda de los Kamisato. La última vez que se le permitió ver a Ayaka, hasta su reencuentro ocho años después.

—Pues creíamos que estabas arrestado otra vez —indicó Kouichi como respuesta a la queja de Itto.

—Además —intervino Shouta—, luego de la última vez de seguro ya no te queda nada para apostar, ¿o sí?

—¿Qué dices? —masculló Itto con tono de indignación, colocando sus manos en su cintura con confianza—. Por supuesto que lo tengo. Debo tener algunos caramelos por aquí —indicó mientras comenzaba a revisar lo más profundo de sus bolsillos.

—Nada de caramelos —negó Midori de forma tajante—. Hoy estamos apostando moras, y nada más.

—¡¿Moras?! —exclamó Itto, sorprendido—. ¿Y ustedes desde cuando tienen moras para apostar, pequeños mocosos?

—¿Qué?, ¿acaso eres un guardia para estaros interrogando? —respondió Midori, cruzándose de brazos—. Si no tienes dinero, hazte a un lado y déjanos jugar.

—Eres muy mala, Midori —susurró Deisuke, un tanto incómodo por las palabras de su amiga.

—¡Ja! Por supuesto que tengo dinero —declaró Itto con suma confianza—. Akira, préstame dinero —indicó con seriedad, extendiendo su mano hacia él.

—¿Eh? ¿Y yo por qué? —cuestionó Akira, un tanto aturdido.

—¡¿Qué no dijiste que me ibas a invitar a comer?! Quiere decir que tienes dinero, ¿no?

—En realidad fue usted el que dijo que lo invitara…

—¡Da igual! No pagamos la comida antes de salir de ahí, así que debes aún tenerlo disponible.

—Sólo porque, en efecto, nos fuimos sin pagar… además de haber roto esa pared…

A pesar de sus quejas, Akira sacó de entre sus ropas una pequeña bolsita de dinero, rebuscando en su interior para sacar algunas moras.

—¿Lo ven, mocosos? —espetó Itto, girándose de nuevo a los cuatro niños—. ¿Quién no tiene dinero ahora? ¿Eh?

—Tú no, tuviste que obligar a Akira a prestártelo —refunfuñó Kouichi, girándose hacia otro lado—. ¿No te vergüenza?

—¡Da igual porque de todas formas lo ganaré de regreso! —les respondió Itto con severidad, tomando al momento las moras que Akira le había pasado, y extendiéndolas hacia los niños—. ¡Así que aquí está mi apuesta! Amigo Kazuha —pronunció de pronto, girándose hacia el espadachín de los Kaedehara, que se había quedado observando todo un poco al margen—. ¿Quieres jugar también? Es muy divertido. Apuesto a que un guerrero como tú debe ser bueno en las peleas de escaradiablos. Pero te advierto que yo soy el campeón por aquí.

Los cuatro niños, y Akira, se miraron entre ellos, aparentemente no muy convencidos de tal afirmación.

—Lo siento, no estoy interesado —negó Kazuha respetuosamente—. Debo seguir buscando a la gatita que perdí, o al menos ir a buscar a mi compañero de viaje para avisarle que está extraviada. Pero no se preocupen, puedo seguir por mi cuenta —indicó con solemnidad, comenzando a encaminarse de regreso a la ciudad—. Diviértanse.

—Hey, hey, no te vayas tan rápido —insistió Itto, colocándose delante de él—. Anda, sólo una competencia amistosa rápida, te aseguro que te ayudará a despejarte un poco. Además, estoy seguro que la gata que buscas está bien. Y si sales triunfante, podrías ganarte… ¿de cuánto es el premio? —preguntó virándose hacia los cuatro niños.

—Con tu dinero, son doscientas moras —señaló Kouichi—. Si tu amigo participa puede ser un poco más.

—¿200 moras? —masculló Kazuha, pensativo.

El dinero no solía significar mucho para el antiguo noble, ahora que se había convertido en un trotamundos. Normalmente tener lo suficiente para una comida preparada u hospedaje ocasional solía ser más que suficiente. Pero, ese día en especial, al ver aquel juego de mariposas azules sobre la manta de aquel vendedor ambulante… le había surgido el extraño deseo de tener un poco más de dinero del que solía traer consigo. Y, casi como si fuera obra del destino, doscientas moras resultaba más que suficiente para ello.

Kazuha desvió su mirada hacia un lado, se tomó su barbilla con una mano, e incluso se permitió cerrar un poco sus ojos, sumiéndose profundamente en sus pensamientos.

—¿Eh? ¿Y ahora qué te pasa? —preguntó Itto un tanto perplejo.

—Lo siento, sólo estoy meditando un segundo sobre qué tan correcto sería apostar y ganar el dinero de un grupo de niños, en un juego de pelea de escaradiablos. En especial considerando para qué estoy considerando usar ese dinero… Una parte de mí me dice que es algo inofensivo, pero que no debería de estar haciendo tal cosa, en especial en estos momentos…

—Ja, tonterías —espetó Itto con total calma—. Anda, no seas gallina. Ven conmigo y busquemos un par de buenos escaradiablos para que se enfrenten.

Itto colocó entonces una mano sobre la espalda de Kazuha y comenzó a guiarlo, prácticamente empujándolo, hacia los árboles más adentro de la llanura frente a la ciudad. Kazuha no se opuso demasiado, y aunque lo hubiera intentado quizás la fuerza de la pesada mano del oni no se lo hubiera dejado fácil.

Bien, a final era sólo un juego de niños inofensivo. No haría daño jugar… sólo un poco.


Itto lo dirigió hasta un grupo numeroso de árboles y arbustos. Desde ese sitio, se podía apreciar el mar que se extendía a lo lejos; unos pasos más y podrían fácil bajar la pendiente hacia la playa. Durante sus viajes, Kazuha había pasado bastante tiempo en contacto con la intemperie, durmiendo incluso en varios bosques y montañas. Aquellos árboles ciertamente parecían como los sitios que él había visto que los escaradiablos solían tomar como su morada.

—Vamos a ver —señaló Itto con aparente emoción, mientras recorría los árboles—. La clave para ganar una pelea de escaradiablos es tener un buen ojo para elegir a tu campeón. Éste no tiene que ser el más grande o el más malo, sino tener algo más profundo que eso; algo mucho más importante: ¡espíritu! ¿Entiendes lo que digo, amigo Kazuha?

—Sí, lo entiendo —respondió Kazuha de pronto sin vacilación, lo que tomó un poco por sorpresa a Itto.

—¿De verdad…? ¡Digo! Claro que lo entiendes. Ahora, vamos a ver qué opciones tenemos por aquí…

Ambos comenzaron a avanzar entre los árboles y arbustos, en busca de algún escaradiablo que cumpliera con sus expectativas. Se cruzaron primero con dos, uno pequeño y otro de un tamaño considerablemente mayor, los cuales Itto inspeccionó con cuidado, incluso tomando el más grande en una mano, antes de descartarlos. El tercero, sin embargo, llamó poderosamente su atención. Era de un tamaño intermedio entre los primeros dos, con su cuerno frontal largo y grueso, y unas patas vivaces. Cuando Itto lo vislumbró por primera vez, escalaba rápidamente por un tronco. Fue esa rapidez la que lo llamó por encima de todo lo demás.

—¡Éste es mi elegido! —indicó con entusiasmo, tomando el escarabajo entre sus manos—. Mira esa energía, mira es brío. ¡Tienes todo para ser un campeón, Guerrero Demonio X!

—¿Guerrero Demonio X? —preguntó Kazuha, curioso.

—Tiene totalmente la cara para ese nombre, ¿no te parece?

Kazuha no tenía una respuesta concreta para tal pregunta, pero si a él le parecía bien no tenía por qué cuestionarlo.

—Ahora tú —indicó Itto—. Elige sabiamente a tu campeón, que estamos hablando de doscientas moras en juego. ¿Quieres que te ayude a buscarlo?

—Gracias, pero creo que estaré bien —respondió Kazuha con calma, comenzando a recorrer los alrededores con ritmo pausado y calculado.

Observó con detenimiento a cada escaradiablo, llegando también a tocar delicadamente a alguno con dedo, con tal de hacer aunque fuera una pequeña conexión con él. Todos parecían bastante tranquilos, quietos en su posición, inmutables ante la presencia de ambos en su hogar. Pocos animales tenían tal capacidad de calma, por lo que siempre le había sorprendido que de repente optaran por atacarse, y a veces, como aquella ocasión en la que Ayaka y él intentaron hacerlo, permanecieron igual de quietos como esos que observaba ahora mismo.

«Quizás tiene más que ver con la persona que lo toma que con el escarabajo» pensó mientras seguía recorriendo los árboles. «Quizás en aquel momento Ayaka y yo no queríamos en verdad combatir y por eso nuestros escaradiablos respondieron a ese sentimiento. Podrían ser animales mucho más sensibles de lo que creemos, al poder comprender a ese nivel los sentimientos humanos. Por eso mismo quizás tampoco huyen de nosotros en estos momentos, al no sentir amenaza inmediata de nuestra parte»

Era un tema en el que valía la pena meditar y explorar un poco más; quizás incluso escribir algo al respecto. Pero de momento, debía elegir a su "campeón", como Itto bien había dicho.

Tras unos minutos de búsqueda, algo resaltó en el entorno para Kazuha. Una pequeña, apenas apreciable, brisa fresca le tocó el rostro, y siguió su camino en dirección a su izquierda. Aquel movimiento resultaba inusual por la forma en la que estaba soplando ese día; era como si intentara señalarle en una dirección específica, hacia justo detrás de unos arbustos a su lado.

Kazuha se acercó a los arbustos, los hizo a un lado y ahí lo vio, casi oculto a su vista si no fuera por esa pequeña pista. Era un escaradiablo de un peculiar tono azulado con franjas blancas. Era un poco pequeño, y se encontraba quieto y tranquilo como todos los demás, aunque cuando Kazuha se asomó a ver podría jurar que había alzado su mirada para verlo de regreso.

El espadachín se agachó un poco más hacia el escarabajo, y extendió delicadamente una mano hacia él. El insecto se aproximó, pareció inspeccionar un poco la mano que le ofrecía con cierta vacilación, pero al final avanzó por su propia cuenta hasta colocarse sobre su palma. Kazuha se incorporó de nuevo y sostuvo al pequeño insecto cerca de su rostro. De nuevo, pudo sentir como éste lo mirara de regreso; como si ambos se miraran a los ojos.

Lo sintió con claridad en ese momento: este pequeñín tenía ese espíritu que estaba buscando; y en abundancia.

—Creo que elegiré éste —indicó Kazuha, volviendo a reunirse con Itto con su campeón en su mano.

—¿Ese? —masculló Itto, observando al escarabajo azul no muy convencido—. No lo sé… se ve algo enclenque, ¿no crees?

—Creo que estará bien —respondió Kazuha esbozando una sonrisa confiada—. Siento que tiene bastante espíritu en su interior.

—Si tú lo dices —contestó Itto encogiéndose de hombros—. ¿Y qué nombre elegirás para él?

—¿Nombre…?

Kazuha alzó su mirada al cielo, meditando un poco en cómo responderle. Al mirar a aquel escaradiablo y sus peculiares colores, por no llamarlos únicos, no podía evitar pensar también en esa persona… Aunque, siendo justo, era como si cualquier cosa ese día le recordara de alguna forma a ella.

—Creo que lo llamaré… Princesa Garza…

—¿Princesa Garza? —espetó Itto, seguido de una pequeña carcajada, aunque de inmediato se contuvo—. Digo… es un nombre inusual para un escaradiablo guerrero. Además, ¿cómo sabes que es hembra?

—No sé si lo es —respondió Kazuha sin mucho problema—. Sólo creo que es el apropiado.

—Si tú lo dices. Bueno, volvamos con los otros para comenzar de inmediato la batalla, ¿sí?

Kazuha asintió, y ambos comenzaron a caminar de regreso al árbol de cerezo con sus campeones elegidos.

— — — —

Mientras Itto y Kazuha se retiraron a buscar sus escaradiablos, los niños habían aprovechado la oportunidad para retar a Akira a una partida de canicas a cambio del resto de sus moras que no le había prestado a Itto. Aunque al principio el chico se resistió a ello, la insistencia de los pequeños, por no llamarla provocación, terminó por hacerlo ceder. Lo cual, claro, terminó siendo contraproducente cuando tras sólo unos cuantos minutos, los cuatro niños prácticamente lo habían despojado de casi todo lo que traía consigo.

—¡No puede ser! —exclamó Akira totalmente incrédulo—. ¡Ustedes mocosos son unos brabucones tramposos!

—No llores, ¿qué no eres un adulto? —le reprendió Midori con severidad.

—¡Ustedes…!

—¡Akira! —se escuchó que gritaba alguien en la cercanía, cortando lo que el miembro de la Banda Arataki estaba por decir, y jalando al mismo tiempo la atención de éste y los cuatro niños.

Aproximándose rápidamente por el camino principal que llevaba a la ciudad, los cinco distinguieron la característica cabellera verdosa y atuendo de Kuki Shinobu, acercándose con paso apresurado en su dirección. Unos pasos detrás de ella, venían igual Genta y Mamoru con prisa en su trote.

—Ah, Shinobu, chicos —masculló Akira poniéndose de pie—. ¿Qué hacen aquí?

—¿Qué hacemos aquí? —exclamó Shinobu con severidad, parándose en seco delante de su amigo—. ¿Dónde se han metido todo el día? Fuimos al restaurante de Shinai, y todo el mundo está diciendo que el jefe empezó una pelea, lo rompió todo, y luego huyó.

—Eso… no fue precisamente así —comentó Akira nervioso, colocando una mano atrás de su cabeza.

—¿Dónde está el jefe? —preguntó Genta con apuro—. No lo arrestaron, ¿o sí?

—No, no, él está…

—¡Buscando un escaradiablo! —se apresuró Deisuke a responder con entusiasmo—. Va a tener un duelo que ese chico nuevo que trajo con él.

—¿Chico nuevo? —inquirió Shinobu, confundida—. ¿Cuál chico nuevo?

—Bueno, es un poco largo de explicar —señaló Akira, encogiéndose de hombros—. Yo mismo no entiendo muy bien lo que pasó…

Antes de que Akira pudiera explicarse mejor, o Shinobu cuestionarle más, las enorme figura de Itto subiendo por la colina se hizo evidente.

—¡Ahí está! —señaló Mamoru—. Oh, qué bueno, los guaridas Tenryou no lo atraparon como todo el mundo decía.

Los cuatro miembros de la Banda Arataki se apresuraron a alcanzarlo a mitad del camino. Itto los observó, un poco desconcertado al ver a sus demás amigos ahí.

—Hey, chicos —exclamó Itto sonriente, colocando una mano sobre su cintura mientras con la otra sujetaba a su Guerrero Demonio X—. ¿Vinieron a verme barrer el piso con todos estos perdedores con mi nuevo campeón?

—Nada de eso —se apresuró Shinobu a señalar, dando un paso al frente—. Te hemos estado buscando por todos lados, Itto. Hay algo que debemos…

Shinobu calló de golpe al notar la segunda persona que se aproximaba detrás de Itto, un chico delgado de cabellos claros, con un mechón rojizo a un lado, y cargando en sus manos un escaradiablo azul. ¿Él era el "chico nuevo" que habían mencionado los niños?

—¿Y éste quién es? —preguntó Genta, un tanto a la defensiva al encontrarse de pronto con un rostro para nada conocido.

—Tranquilos, tranquilos —se apresuró Itto a intentar calmarlos—. Él es Kazuha, mi nuevo amigo. Es una historia graciosa, yo creía que estaba con los ladrones que asaltaron el restaurante, y tuvimos una pequeña pelea, pero todo fue un malentendido. Ahora estamos bien. Incluso él tiene una visión también; una anemo.

—¡Oye! —exclamó Kazuha, alarmado, y un poco molesto, por la forma en la que había revelado aquello tan repentinamente.

—Descuida, no pasa nada. Son mis amigos. Ellos saben de mi visión y guardan mi secreto. Incluso Shinobu tiene una visión también —añadió Itto señalando a la chica de cabellos verdes.

—¡Jefe! —espetó Shinobu, considerablemente más molesta que Kazuha—. ¡No puede estarle diciendo eso a cualquiera!

—Ya, ya, ¿qué les pasa a todos ustedes hoy? —murmuró Itto, aparentemente restándole importancia. Comenzó entonces a encaminarse de regreso al árbol de cerezos—. ¿Por qué están tan tensos? Relájense. Estamos entre amigos.

—¿Entre amigos? Ni siquiera sabemos quién es este sujeto —declaró Mamoru, señalando con su pulgar a Kazuha de una forma muy poco discreta.

—Lo mismo le dije —murmuró Akira como un pequeño reclamo.

—Tus amigos tienen razón —intervino Kazuha en ese instante, tomando un poco por sorpresa a los demás—. La situación con las visiones es en extremo delicada en estos momentos. No puedes permitir que cualquiera sepa que tienes una, en especial con la comisión Tenryou rondando tan cerca de ustedes.

—Gracias… —murmuró Shinobu, no muy acostumbrada en realidad a escuchar otra voz con sentido común en ese grupo además de la suya.

—Exageran —respondió Itto con indiferencia—. La comisión Tenryou está en estos momentos más interesada en su dichoso festival. ¿Quién por estos alrededores puede interesarse en si tenemos o no una…?

—Vaya, veo unas cuantas caras conocidas por aquí —escucharon de pronto una nueva voz pronunciar cuando ya se encontraban a unos cuantos pasos del árbol de cerezo.

Todo el grupo se detuvo en seco al oír aquello, y alzaron su mirada hacia el frente. La persona que había hablado se volvió más que evidente para todos al instante: un hombre alto, de cabellos azulados sujetos con una larga cola, de traje blanco y guantes negros… y un vaso transparente con té de boba que sostenía en una mano. Aquel hombre se paró justo debajo del árbol de cerezos, a un lado de los niños, y observó al grupo con una discreta sonrisa en los labios.

—Qué agradable sorpresa encontrarlos de nuevo, muchachos —masculló aquel individuo, recorriendo su mirada por cada uno de ellos—. ¿Se han estado portando bien?

Kazuha se quedó mudo, totalmente atónito al ver a aquel hombre que reconoció al instante. Y, por supuesto, él lo había reconocido también sin lugar a duda.

«Lord Kamisato…» pensó atónito. Y en su expresión el asombro debió ser más que evidente, pues al posar sus profundos ojos azules en Kazuha, la sonrisa de Kamisato Ayato se ensanchó un poco más, y se permitió además beber un poco de su bebida a través de la pajilla.

Notas del Autor:

Un poco más de las aventuras de Kazuha y la Banda Arataki, y que claro tenía que haber una pelea de escaradiablos sí o sí. Y hasta con un pequeño invitado especial al final… E Itto siendo un tanto imprudente con su lengua, pero así lo queremos.

En este capítulo se hizo una remembranza a algo narrado en el flasback del Capítulo 13, por si acaso no lo recordaban y desean echarle un ojo (aunque igual no es tan importante). En el siguiente capítulo veremos cómo resulta este duelo entre Guerrero Demonio X y Princesa Garza.